Mis niños

Como no soy (todavía) doctor, en Fields me aventaron en un cubículo enorme donde también aventaron a todos los otros no-doctores en el instituto. Lo que causó que a la entrada de la oficina estuviera esto:

El megacubo

El megacubo

Creo que si hubieran podido, hubieran aventado ahí a otros ocho estudiantes de doctorado.

La cosa que me diferenciaba a mí de todos ellos (además de ser unas catorce millones de veces más moreno), es que yo trabajé varios años después de la licenciatura antes de hacer la maestría, y luego unos meses más después de la maestría antes de hacer el doctorado. Encima, yo entré un año después a la licenciatura de lo que me tocaba (me eché la secundaria en 4 años pa’ que todo me quedara bien claro), me tocó la huelga en la UNAM, y además yo nunca fui particularmente rápido.

Todo el choro de arriba es para justificar por qué yo era el más viejo de todos los estudiantes de doctorado, y en particular porqué a los chavillos rusos les llevo probablemente más de diez años, siendo ellos medallistas de oro en la Olimpiada Internacional de Matemáticas. Con grado perfecto, como tuvieron bien a informarme.

No sé si la diferencia de edad tuviera algo que ver conque en general mis niños se apilaran de un lado de la oficina, y me dejaran casi una mitad para mí solo. Como sea, comencé a referirme a ellos como mis niños, porque de verdad me daban la impresión a veces de tener quince años.

Hoy mis niños se fueron, dejando el cubículo que compartí con ellos desoladoramente vacío. Claro que no es tan grave, porque yo me voy el sábado, pero sí fue un cambio medio radical el tener un día siete personas apiladas en el cubo, para al otro estar nada más yo solito.

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