Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz

Cuando Xóchitl salió a la luz pública nacional, como la comisionada ídem para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas con el tarado de Fox, fue la miembro de su gabinete que mejor me cayó.

No me cayó bien, obviamente; pero dado el desastre que fue ese gabinete, sexenio y presidente, Xóchitl era la que menos mal me cayó, si así lo prefieren. Como la tía ruidosa que uno no estima realmente, pero que al menos hace las reuniones familiares más divertidas.

No necesariamente porque sea simpática o ni siquiera chistosa; pero sí definitivamente cagada. Tal vez uno no sea ría con ella; pero al menos se ríe de ella.

Gálvez ha sido una figura política gris, en el sentido de propuestas o resultados; generalmente “cayendo para arriba” cada vez que vuelve a brincar a un nuevo cargo.

Acabó de jefa delegacional de la Miguel Hidalgo en 2015 (evidencia del desfondo que venía ocurriendo en los cuadros prianistas hacia la segunda mitad del sexenio de Peña Nieto), donde tuvo un desempeño intrascendente, si somos generosos; o con varios de los signos de corrupción en la capital que caracterizan a los prianistas (contratos de desarrollos inmobiliarios a empresas propias o cercanas), si creemos los dichos de Víctor Romo.

Después terminó como senadora plurinominal, nominalmente por el PRD (para que les salieran las cuentas después de la madriza que puso Morena a los demás partidos políticos en 2018), pero siempre miembro de la bancada panista, aunque en el primer debate los negó, como Pedro a Chuy.

En toda su carrera, Xóchitl se caracterizó por hacer maniobras “coloridas”, como encadenarse a la silla del Presidente del Senado o tratar de irrumpir en las mañaneras del Presidente; o sea, haciendo (como siempre) cosas “cagadas”. Eso de hacer propuestas o implementar políticas que mejoren la vida de los ciudadanos, como es el caso con casi todos los prianistas, nunca ha sido lo suyo.

Esa última ocurrencia de la entonces senadora (ahora con licencia) fue lo que en parte determinó que acabara como la candidata presidencial de la oposición prianista; originalmente ella le tiraba a ser candidata para jefa de gobierno de la Ciudad. No hay que engañarnos; también perdería la jefatura de gobierno, pero me parece que no sería de forma tan apabullante, como se ve venir para la contienda por la Silla del Águila.

Si somos bien pensados, la candidatura presidencial de Xóchitl fue resultado del grupo amorfo e incompetente lidereado por Carlos X. González, en un proceso ridículo donde cada vez que dizque sí iba a enfrentarse con alguien más, sus contrincantes intempestivamente se bajaban solitos, siendo el caso más patético el de Santiago Creel, que de plano se echó a llorar porque sabía que estaba perdiendo la última oportunidad en su vida de ser el candidato presidencial de su partido, el PAN. Las encuestas que asegún utiliza Morena para determinar candidaturas son una mamada, no nos engañemos; pero son infinitamente superiores a la burla de proceso que se inventaron en el prianderré.

Si somos mal pensados, la candidatura presidencial de Xóchitl fue resultado de una de las maniobras políticas magistrales del Peje, que les eligió la peor candidata posible a sus contrincantes, con el agravante de que incluso consiguió hacer que los mismos creyeran que ellos la habían elegido solitos.

Si no fuera por las múltiples evidencias de corrupción, Xóchitl me daría lástima. La pobre mujer nunca se imaginó (ni mucho menos se preparó) para competir por la Silla del Águila; ella esperaba competir por la jefatura de la Ciudad de México, perder (ya fuera la interna o la general), y continuar cayendo para arriba en las jerarquías partidistas del PAN o las coaliciones putrefactas que liderea, viviendo de los negocios con sus empresas, sean legales o ilegales.

Nunca tuvo un proyecto de nación; nunca tuvo propuestas que no sean ocurrencias ridículas como súper prisiones y tarjetas inteligentes; nunca tuvo una estrategia de campaña distinta al sinsentido de atacar con las mentiras más absurdas posibles a la candidata de Morena y a uno de los presidentes más populares y queridos de toda la historia

Y aunque sin duda la senadora con licencia no se preparó para esta candidatura, no es nada más culpa de ella: el desastre que ha sido dicha candidatura, es en gran medida resultado de la coalición de partidos que la aventaron a los lobos para después abandonarla figurativa y literalmente, al grado de que la candidata les tiene que rogar que por favor hagan anuncios para impulsarla; y de asesores como el inútil de Castañeda, que primero dijo la barbaridad de que un proyecto de nación era una “idiotez” y que debían concentrarse en “las gelatinas”; para después rematar con exigirle a Xóchitl que lanzara una “guerra sucia, pero sucia” contra Claudia Sheinbaum.

Sin embargo sería injusto, incluso con la misma Xóchitl, el no fincar la responsabilidad mayor del desastre que ha sido su candidatura en ella misma: al fin y al cabo aceptó cuando se la ofrecieron. Y Xóchitl es una candidata peśima: mala oradora; peor debatiente; lenta ante preguntas incómodas e incluso ante preguntas a modo; con harta cola que le pisen; con actos de nepotismo que se le han revertido en su contra; y cometiendo errores no forzados una y otra y otra y otra vez, como poner el escudo nacional de cabeza en el primer debate o decir que la gente mayor de 60 años que no se ha hecho de un patrimonio como ella (probablemente de forma ilegal) es porque “está bien güey”.

Quiero terminar, sin embargo, analizando con el que en mi opinión probablemente es el acto más emblemático (y ridículo) que Xóchitl ha cometido en su campaña.

El primero de marzo de este año, para iniciar su campaña, Xóchitl firmó con sangre la promesa de que no se eliminarían los programas sociales que para motivos prácticos han definido al sexenio del Peje.

Primero: prometer (firmando con sangre) que no se tocarían los programas sociales, es implícitamente reconocer que el hilo conductor de la Transformación encabezada por Andrés Manuel y que planea continuar Claudia (por el bien de todos, primero los pobres), es correcto.

Segundo: prometer (firmando con sangre) que no se tocarían los programas sociales, como abanderada del PAN a la Presidencia de la República, es de las cosas más hipócritas que hayamos visto en la historia política de México, cuando ningún diputado del PAN (que es su partido, aunque lo niegue) en este sexenio votó a favor de las reformas constitucionales para instaurarlas. Ninguno; en el mejor de los casos se abstuvieron.

Tercero: prometer (firmando con sangre) que no se tocarían los programas sociales, es implicitamente admitir que no podemos sencillamente creer en su palabra, y por lo tanto debe hacer espectáculos vergonzosos como firmar con sangre, a ver si así sí le creemos.

La oposición unida en la coalición del corazón partido tuvo todo el sexenio del Peje para preparar un proyecto de nación y destilar un candidato o candidata que pudiera enarbolar y defender dicho proyecto. En lugar de eso, se dedicaron a atacar al Presidente, en ocasiones con razón, pero en general sin ella, de manera inclemente y sin dar alternativas viables; y a tratar de defender mezquinamente el poder y los privilegios que poco a poco fueron perdiendo de manera inclemente estos seis años. A inicios de 2018, Morena gobernaba cero entidades federales; seis años después, a inicios de 2024, Morena gobierna veintidós.

Para rematar, dicha oposición terminó postulando (instigados por el Peje, si somos cínicos) a una candidata sin ninguna posibilidad de competir con la candidata de la Transformación, y además abandonándola cuando notaron (como todo mundo lo hizo) que esa candidatura estaba destinada al fracaso, en una estrategia una vez más perdedora de tratar de defender los pocos reductos de poder que con esfuerzos mantienen, y que es probable resulte en que también los pierdan, al menos en parte.

A estas alturas del partido, todavía encuentro a Xóchitl como una mujer cagada, y dentro de la pudredumbre que es ya la unión hereje entre el PRI, PAN y PRD, sigue siendo de las que mejor me caen. Sinceramente me da pena ajena ver cómo la pobre se hunde a sí misma cada vez más, sin que nadie en general ni en los partidos que la postularon en particular haga nada para ayudarla, en gran medida porque no hay mucho que puedan hacer, mucho menos a estas alturas, a siete semanas para que ocurran las elecciones presidenciales.

Hace seis años me parecía (a mí y a más de la mitad de los votantes) que era obvia la opción que debíamos tomar al elegir presidente; este año, la pregunta es casi ofensiva. Estoy convencido que el número de personas que van a votar por Xóchitl con emoción y teniendo la certeza de que ella es la mejor candidata que se les podría ocurrir, es estadísticamente insignificante: casi todos los que voten por la candidata prianista lo harán realmente por votar en contra de la Transformación.

Pero son una minoría disminuyente que al parecer será incluso menor que hace seis años; entonces ni siquiera importa demasiado.

No sé qué será de Xóchitl; hace seis años yo me atreví a pronosticar que Anaya desaparecería de México (que técnicamente eso hizo, al menos durante el sexenio), pero se me olvidaba que él sabe dónde están enterrados muchos de los cadáveres del prian (en términos políticos; no lo estoy acusando de asesino… todavía) y entonces consiguió arrancarle al prian una candidatura plurinominal segura, lo que le dará fuero legislativo para que no lo metan a la cárcel, que es probablemente la razón por la que se la pasó autoexiliado este sexenio.

No creo que Xóchitl le alcance ni siquiera para eso, porque como digo en general siempre ha caído para arriba en sus cargos, no por su habilidad política, conexiones o información. Al contrario: Anaya y Meade fueron “perdonados” en el sentido de que sus partidos no se los comieron vivos (políticamente hablando), un poco concediendo que no era realmente culpa de ellos, sino del gigante que terminó siendo Andrés Manuel en el 2018; pero con Xóchitl me da la impresión de que la usarán como chivo expiatorio.

La culpa no será del PAN o del PRI (el PRD desaparecerá), ni de Alito o Marko Cortés; la culpa no será la falta de programa o propuestas; la culpa no será de que abandonaron a su candidata tratando de salvar sus pobres pescuezos: no, la culpa será de Xóchitl, que no usó bien a las gelatinas; o que le quedó grande el saco; o que no atacó con suficiente salvajismo; o de que cometió un error imperdonable al integrar oficialmente a su hijo a su campaña; o vayan a saber qué, pero yo sospecho que tratarán de culparla a ella de todo.

Vamos a ver; como digo arriba, si no fuera por las muy alarmantes evidencias de corrupción, lo principal que sentiría yo por Xóchitl Gálvez es lástima. Porque este 2 de junio, a menos que algo realmente catastrófico ocurra en el próximo mes y medio que queda de campaña, Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz perderá las elecciones presidenciales, postulada por una unión casi total de la oposición partidista en México, y de manera contundente y apabullante, que rayará (si no es que lo será completamente) en una humillación vergonzosa.

Los candidatos en 2024

Este año electoral no escribí mucho de política, en gran medida porque los resultados (principales) de la elección fueron del dominio público al menos desde que las candidatas (y el otro güey) quedaron definidas. No sólo hizo esto medio redundante estar escribiendo la crónica de una muerte (política) anunciada; también hizo, al menos respecto al resultado, un poco aburrido todo el proceso.

(Por más divertido que haya sido, al menos para los que apoyamos a la Transformación).

Como sea, exactamente en dos meses serán las elecciones, así que supongo que va siendo hora de que comience a dar mi opinión acerca de cada una de las candidatas (y el otro güey). No que tenga la más mínima importancia, sólo me parece importante dejar registro de cuál, en mi opinión, es la mejor candidata y por qué es Claudia Sheinbaum.

A partir mañana escribiré cada dos semanas acerca de cada una de las candidatas (y el otro güey), en orden inverso de sus preferencias electorales dadas todas las encuestas en existencia. Dejaré una última entradada un par de semanas antes de las elecciones con un último llamado al voto para todos los ciudadanos, sin importar sus preferencias políticas.

Por lo tanto empezaré mañana con el otro güey.

Los quejumbrosos

Hay un sector pequeño (y que por lo tanto no tiene mucha relevancia a la hora de contar los votos), pero en mi opinión importante. Es gente que posiblemente vaya a votar por la Transformación este dos de junio; que en el peor de los casos sencillamente no votará; pero que jamás votarían por nuestra desesperada y triste oposición, porque son fundamentalmente personas decentes.

Eso sí, se quejan de un chingo de cosas; y por eso me gusta llamarles los quejumbrosos.

La mayoría de las quejas que tienen son resultado, en muchas ocasiones, de que viven en su búrbuja (como gran parte de los que no apoyan la Transformación) y entonces creen muchas veces en cosas que son falsas, como que de verdad casi no hay medicamentos en los hospitales públicos y que además es porque son incompetentes los de la Transformación; o que los libros de texto gratuitos ya no tienen matemáticas, porque a la Transformación no le parece algo importante que deban estudiar los niños.

Sin embargo, están conscientes de que el PRI es actualmente una bazofia (y de hecho en general nunca votaron por el PRI y nunca lo harían); saben que el PAN está asociado al fascismo y el mochismo y que no es muy distinto del PRI; que votar por el cascarón podrido del PRD es básicamente tirar a la basura dicho voto; y que MC es, en el mejor de los casos, intrascendente.

Entonces votan por Morena, básicamente bajo protesta diciéndose que de todo lo malo, es lo menos pior; o no votan, en el peor de los casos.

Como digo al inicio, muchos integrantes de este sector son fundamentalmente gente decente; les interesa (al menos en teoría) que disminuya la desigualdad económica; son progresistas en cuestiones de género y la comunidad LGBTAQRZXWΓΨΘД; son “indigenistas” superficialmente (van a Tepoztlán, si no es que tienen casa de fin de semana ahí, y usan huipiles o similares); y son, en resumen, lo que en mis círculos movilizados siempre describimos como “izquierdistas” de café: se dicen izquierdistas, pero la acción izquierdista más fuerte que jamás han hecho, es discutir sus opiniones “progresistas” mientras se toman un café en Coyoacán.

En defensa de ellos, generalmente salen a votar; y cuando lo hacen (como dije arriba) lo común es que lo hagan por los candidatos que representan las causas que en los hechos compartimos. Pero básicamente esa es su única contribución a la democracia en México; y, como ya mencioné, a veces ni eso.

En general nunca se han movilizado. Si los cuestiona uno por qué nunca se han movilizado, probablemente responderán que nunca sintieron que su participación en una movilización pudiera servir de algo; pero en el fondo siempre hay un sutil (y es posible que a veces inconsciente) desprecio por la banda que sí se moviliza: para gente educada, como ellos (suelen tener una muy amplia y buena educación), el estar marchando, estallando huelgas o participando en plantones es inherentemente algo que le corresponde a la gente debajo de su condición. Porque son, aunque muchas veces ni se den cuenta, increíblemente clasistas.

Bueno, estos cabrones suelen ser de los críticos más vocales de la Transformación; muchas veces por literalmente ignorancia de que ni siquiera se toman en serio la responsabilidad que tienen de mantenerse bien informados; pero a veces con toda la razón del mundo. Es gente en general preparada y (repito) fundamentalmente decente: si algo les parece mal y no es una tergiversación o invención de nuestra desesperada y triste oposición, es altamente probable que tengan un punto que merece ser atendido.

La cosa es que es desesperantemente difícil tomarlos en serio porque normalmente ignoran el contexto y las prioridades del movimiento que es la Transformación (por el bien de todos, primero los pobres); y porque creen nada más que porque tienen la razón (probablemente, a veces), que las cosas deberían hacerse como ellos quieren en automático, como si fuera magia.

No están dispuestos ni a escribir y firmar una carta, en muchos casos; mucho menos movilizarse de ninguna manera. Porque eso está por debajo de ellos, evidentemente.

Las conversaciones con los quejumbrosos acerca de sus quejumbres suele ser de este estilo:

  • Quejumbroso: Está mal X.
  • Chairo: OK, ¿por qué?
  • Quejumbroso: Porque no me gusta.
  • Chairo: Mmmhh, interesante argumento, ¿puedes elaborar?
  • Quejumbroso: Elabora, y sorprendentemente tiene sentido lo que dice.
  • Chairo: Ah, OK, ¿qué propones para solucionarlo?
  • Quejumbroso: Ese no es mi trabajo; pero X está mal.
  • Chairo: Sí, bueno; reconocerlo es el primer paso, pero necesitamos más para poder resolverlo.
  • Quejumbroso: OK, deberían dar más dinero a Y.
  • Chairo: OK, ¿a cuántos mexicanos afecta X?
  • Quejumbroso: A mí y a otros tres güeyes.
  • Chairo: ¿Sí te das cuenta que hay como putamil grupitos como el de ustedes que también quieren dinero?
  • Quejumbroso: Sí, pero nosotros sí somos importantes.
  • Chairo: OK; ¿qué están dispuestos, tú y tus tres amiguitos, a hacer al respecto?
  • Quejumbroso: Nada.
  • Chairo: Oh.
  • Quejumbroso: Excepto tal vez quejarnos cuando tomemos café en Coyoacán.
  • Chairo: Oh.
  • Quejumbroso: En particular cuando tomemos café contigo.
  • Chairo: Oh. Oh no.

Obviamente estoy caricaturizando; pero de verdad a veces así se siente, especialmente porque yo suelo ser el chairo de la ecuación. Y tengo suficientes amigos y colegas quejumbrosos como para que ya me tengan medio hasta la madre de que se quejen conmigo. Tampoco ayuda que nunca los escuché quejarse de los gobiernos priistas neoliberales y panistas, cuando esos gobiernos literalmente estaban destruyendo al país y causando decenas de miles de muertos. Ahora es cuando se quejan.

Una cosa que ocurre más comúnmente de lo que uno esperaría, es que los quejumbrosos dicen que no hacen nada (más que quejarse en redes sociales, que es el equivalente moderno de quejarse en un café de Coyoacán) porque temen “represalias”. Es muy difícil no perderles todo el respeto ahí y en ese momento, cuando mataron, desaparecieron, torturaron y encarcelaron a miles de mexicanos en nuestro movimiento para que pudiéramos tener a este gobierno de Transformación, que por muchas fallas que tenga (y que estamos coscientes que las tiene), representa y encarna nuestras demandas de décadas. Y que dicho gobierno no mata, desaparece, tortura o encarcela a sus críticos, hecho del que cualquiera con dos dedos de frente puede percatarse.

No se sienten parte del movimiento de Transformación porque no lo son; nunca se han movilizado los cabrones, repito.

Y fallan en comprender que la Transformación, que Morena, es un movimiento. No es nada más un partido político; no es nada más gobernantes, legisladores y políticos profesionales: es un movimiento popular de masas.

La enorme mayoría de la gente que se moviliza por Morena y la Transformación son, por definición, ciudadanos comunes y corrientes. No esperan un cargo político; ni siquiera esperan un beneficio específico, mucho menos económico. Están ahí porque creen en el proyecto de nación y están (estamos) convencidos de que implementarlo resultará en beneficios para todos (incluyendo nuestros mismos adversarios políticos); en general de forma indirecta, muy pocas veces de forma directa. Venga, ya estamos viendo en este sexenio que sí funciona.

Por el bien de todos, primero los pobres.

Y no entienden que ese proyecto no fue una idea genial del Peje; como su continuación no será una idea genial de Claudia: es un trabajo en equipo de formar un enorme consenso nacional, donde participan muchísimos miembros del movimiento. No los dirigentes nada más; no los representantes nada más: el pueblo movilizado que forma las bases de Morena. Así está construido ese partido político, de origen.

No les cabe esto en la cabeza a los quejumbrosos, porque en el fondo muchos sienten que la gente movilizada son acarreados, o borregos, o carne de cañón política. No es así; y esto es fácilmente demostrable si van y se paran un día en estas movilizaciones: sí, de repente hay acarreados (lamentablemente se volvió una práctica casi fundamental del sistema político mexicano gracias al PRI, y no la hemos erradicado por completo); pero es medio trivial descubrir que la enorme mayoría de los movilizados no son acarreados. Por eso ganamos las elecciones con los márgenes que vemos.

Yo no estoy registrado con Morena (aunque he sido representante del partido en casilla), pero sí conozco a muchos miembros. Y no sólo académicos o antiguos compañeros de lucha; conozco obreros, jubilados, maestros que son miembros de Morena. Casi todos participan en las discusiones de cómo están las cosas y qué es lo que hay que hacer hacia el futuro: son miembros fundamentales del movimiento. Y se les toma en cuenta; no existirían estos niveles de aprobación y de intención de voto si no fuera así. Es por eso que cosas como la ridícula alianza del partido con Jorge Hank Rhon se cayó a pedazos: las bases en Baja California increparon a los dirigentes que cómo chingados hacían eso y se les escuchó.

(Por cierto; es de risa loca ver cómo estas bases de Morena, muchas veces con sólo primaria o secundaria como educación formal, suelen estar mucho mejor informadas que gente que me consta que tiene muy buena educación y que no es idiota.)

Entonces estos adorables quejumbrosos, que (en general) nunca se han movilizado en su vida, pues tampoco se han movilizado, ni a favor ni encontra, del Movimiento de Regeneración Nacional. Eso “no sirve de nada”, o puede “causar represalias”, o es sólo “para acarreados”.

Y se sorprenden de que sus intereses específicos (que suelen afectar a tres güeyes) no sean la principal prioridad de la Transformación.

¿Quieren que ciertas políticas o programas cambien, se reemplacen o implementen? Bueno, ¿qué van a hacer al respecto, además de quejarse en un café de Coyoacán o poner una publicación en sus redes sociales? Porque si nada más hacen eso, sirve exactamente lo mismo que una chingada.

Los de Morena están (estamos) movilizados. Es en principal beneficio de los quejumbrosos que también se movilicen.

No es un problema que se reduzca a números; es un problema de convencer. Porque en una democracia tienen que convencer a la mayoría, la “buenitud” de un programa o política por sí misma no basta para que se implemente. Y sus grados académicos, riqueza personal o inteligencia no son en sí mismos suficientes para que nos convenzan: ¿cómo se implementa el programa? ¿En qué beneficia al país, de preferencia con respecto a los más necesitados? ¿Es sostenible, seguirá siendo factible en 50 años? ¿Se puede convencer a parte de la iniciativa privada para que le entre al financiamiento? ¿Se puede generalizar para que beneficie a la mayor parte posible de la población?

Le tienen que entrar al juego político: porque todos tenemos que entrarle al juego político; que la vida pública sea cada vez más pública. Lo mínimo es votar, pero hay que participar en los foros de consulta, en los pebliscitos, en las movilizaciones.

Jon Stewart regresó, después de 9 años, a dirigir The Daily Show los lunes, y en su primer programa dijo algo que a mí me gustó mucho (los gringos votan el 5 de noviembre):

And it’s all going to make you feel like Tuesday, November 5, is the only day that matters. And that day does matter. But, man, November 6 ain’t nothing to sneeze at, or November 7. If your guy looses, bad things might happen. But the country is not over. And if your guy wins, the country is in no way saved. I’ve learned one thing over these last nine years. And I was glib at best and probably dismissive at worst about this. The work of making this world resemble one that you would prefer to live in is a lunchpail fuckin’ job, day in and day out, where thousands of commited, anonymous, smart, and dedicated people bang on closed doors and pick up those that are fallen and grind away on issues till they get a positive result. And even then, have to stay on to make sure that result holds. So the good news is I’m not saying you don’t have to worry about who wins the election. I’m saying you have to worry about every day before it and every day after. Forever.

Se aplica exactamente lo mismo aquí en México: es nuestra chamba, queridos lectores, de todos los mexicanos. No importa por quién votemos o qué programas o políticas prefiramos. Y es para toda la vida.

¿Quieren seguir nada más quejándose en un café de Coyoacán o publicando entraditas en sus redes sociales? Digo, pueden hacerlo, nadie los obliga a otra cosa. Sólo entiendan que no sirve absolutamente para nada.

¿Quieren ver cambio positivo? Dejen de estar de quejumbrosos y movilícense. Y sigan movilizándose; una y otra y otra y otra vez: cada día todos los días.

Para siempre.

Puro

Tal vez debí escribir esta entrada antes de reseñar The Saint’s Magic Power is Omnipotent, pero sin duda alguna debo de hacerlo antes de que reseñe mi siguiente animé.

Todo lo que sigue es cómo entiendo yo entiendo el asunto; es posible que esté interpretando mal ciertas cosas, en cuyo caso ofrezco una disculpa por adelantado: pero tampoco es como que importe demasiado, me parece.

Lo que quiero discutir en esta entrada es lo que, al menos en los subreddits de animé y manga, pero también en comentarios YouTube y otros rincones de internet, es denominado como contenido wholesome.

El término, cuya traducción literal debería ser entero, porque es literalmente a lo que se refiere uno cuando habla de pan de trigo entero o integral (dícese, no tan procesado como el blanco), en algún momento comenzó a usarse en internet para referirse a contenido “bueno”.

Pongo “bueno” entre comillas porque no me refiero a la calidad; me refiero a las cualidades éticas y (supongo) morales de dicho contenido: simplificando, algo es wholesome cuando deja a básicamente a todo mundo que lo consume sintiéndose bien y contento.

Casi siempre (pero no siempre), el contenido wholesome tiene un fuerte componente romántico; pero a diferencia de otras formas popularizadas de romance, suele no tener drama: esto descarta a la mayoría de las comedias románticas de Hollywood de calificarlas como tales (según yo lo entiendo).

Si uno mete wholesome en Google Translate, la máquina contesta con el término “sano”, que supongo está bien en el contexto de pan Bimbo; pero me parece que queda corto en el contexto de animés, que es donde primordialmente yo quiero usarlo. Yo voy a usar puro, porque se me da la gana; pero creo que también se queda un poco corto.

Un poco como con pornografía, el término puro en este contexto es fácil de reconocer, pero difícil de definir formalmente: a falta de mejor vocabulario de mi parte, daré dos ejemplos. Neon Genesis Evangelion definitivamente no es puro; mientras Cardcaptor Sakura es tal vez el ejemplo por antonomasia.

En general, casi no hay crueldad ni violencia en el contenido puro; la malicia suele no existir, siendo en general reemplazada por malentendidos, si acaso. Esto podría dar la impresión de que el contenido puro es aburridísimo, soso o meloso; pero en mi experiencia justamente los animés que se ganan el adjetivo suelen ser todo lo contrario.

Creo que muchos de los animés que más me han gustado en los últimos años fácilmente se pueden clasificar como puros, que es justo una de las razones por las que decidí tratar de definir el término.

También es importante señalar (me parece) que la pureza de un animé es generalmente ortogonal a su clasificación por edades: es mi impresión que el contenido puro justamente tiene la cualidad de poder encontrarse en series que no sólo son indiscutiblemente adultas, sino incluso en algunas que rayan en la pornografía. Hay todo un subreddit dedicado exclusivamente a hentai puro.

Por último, hay series que tal vez no son 100% puras, pero que tienen al menos una parte que puede clasificarse como pura (generalmente una relación romántica, no necesariamente entre los protagonistas principales).

Voy a comenzar a resañar múltiples series que o bien son puras, o tienen un porcentaje importante de contenido puro; son además, de las series que más he disfrutado en toda mi vida viendo animé, y me parecer importante hacer notar que es en gran medida por su pureza, ya que me he dado cuenta que a estas alturas del partido, disfruto muchísimo más el contenido puro que la acción o los dramas pendejos.

Y no me malentiendan: sigo disfrutando la acción y los dramas pendejos; nada más disfruto más el contenido puro.

Como sea; el último animé que reseñé (The Saint’s Magic Power is Omnipotent) es bastante puro, pero también es demasiado simple, al grado de rayar en aburrido. El siguiente animé que reseñaré es todo menos aburrido; y aunque es bastante arrecho, también es indudablemente puro. Espero que esta definición me ayude a explicar por qué me gustó tanto.

Nuestra desesperada y triste oposición

En la primera entrada de esta serie no mencioné realmente a la oposición porque creo que podemos evaluar el desempeño de la Pejeadministración por sí misma o nada más comparándola con las administraciones anteriores, sin necesidad de compararla con la alternativa actual. Esto es importante porque, como dije entonces, si admitimos la realidad (el sexenio del Peje es el mejor del siglo XXI), entonces darle continuidad a su programa tiene todo el sentido del mundo, no importa quién sea la alternativa.

Pero si además consideramos la alternativa, entonces tiene todavía más sentido darle continuidad al programa del Peje, porque dicha alternativa (nuestra desesperada y triste oposición, que como ya he dicho me refiero a la dirigencia, gobernadores y legisladores de los partidos no afines a Morena) es tan patética que incluso con peores resultados la mayor parte del país seguiría prefiriendo al lopezobradorismo. Esto además cuadra con las encuestas de opinión, donde algunas le dan una aprobación de más de 70% al Peje, e incluso los agregados (poll of polls) le dan un promedio de alrededor del 69% de aprobación.

¿Por qué es patética, nuestra desesperada y triste oposición? Por una sencilla razón: no representan a casi nadie en el país, como mencionaba al final de mi última entrada en la serie.

Voy a hacer un pequeño resumen de los partidos fuera de la coalición encabezada por Morena para poner algo de contexto en la explicación de por qué no representan a casi nadie.

  • El Partido Revolucionario Institucional.

    El PRI duró, si contamos desde sus inicios como el Partido Nacional Revolucionario, más de 70 años en el poder. Mucha gente cree que eso ocurrió porque era un partido-gobierno autoritario y represivo; y no hay que equivocarnos, definitivamente era un partido-gobierno autoritario y represivo. Pero no fue por eso que duró más de 70 años en el poder.

    Eso lo hizo porque trataba (a tropiezos y no siempre de la mejor manera) de proteger a la mayor parte de la población. Eran autoritarios y represivos; pero también ofrecían educación y salud públicas y gratuitas entre muchas otras funciones que evidentemente le corresponden al Estado. Además, en lo general, el país se mantenía estable, mientras que casi todo el resto de Latinoamérica sufría golpes de estado y dictaduras militares. Por último, pero no por ello menos importante, hubo estabilidad económica durante muchísimo tiempo, ejemplificado por la relativamente poca devaluación frente al dólar durante treinta años (hasta 1958), seguido del periodo de estabilidad durante el cual el peso no se devaluó un centavo frente al dólar y el PIB creció enormemente durante casi veinte años (hasta 1976).

    Los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971, aunque sin duda alguna contenían comunistas y similares, algunos de los cuales esperaban que fueran los precursores de una gloriosa revolución, fueron en gran medida para exigir que se abrieran los espacios democráticos en el país: no necesariamente porque las políticas mismas que el PRI implementaba se considerara que iban en contra del beneficio de la población.

    Y aunque el PRI (o, si quieren, una parte de su dirigencia) reprimió de manera criminal estos movimientos, en los hechos cedieron a sus demandas, lo que llevó a la reforma política-electoral de 1977 que permitió el registro de partidos de oposición de izquierda, siendo esto el inicio de lo que culminaría en 2018 con la elección del Peje a la presidencia. La democracia es lenta y aburrida.

    El inicio de la muerte del PRI comenzó en 1982, cuando se inauguró Miguel de la Madrid Hurtado como presidente. Con él se estrenaron las reformas neoliberales que justamente hicieron que los gobiernos priistas rompieran lo que en los hechos los mantuvo en el poder tanto tiempo: comenzaron a desatender las demandas de la población y a implementar un modelo económico que de manera absurda esperaba que el libre mercado resolviera las necesidades de la gente donde obviamente tiene que fungir como actor principal el Estado. Además de la corrupción y otros problemas sistémicos de siempre.

    Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo se han convertido en villanos de la historia política mexicana, con justa razón; pero les concedo que tenían un plan bien claro de a dónde querían llevar el país, a un modelo neoliberal donde el papel del Estado se ve disminuido porque elimina las regulaciones a las empresas privadas y privatiza a las empresas estatales… aprovechando eso además para robarse miles de millones de pesos y enriquecerse ellos mismos y a muchos de sus amiguitos.

    En el 2000 el PRI perdió la presidencia, pero no hubo realmente transición: Vicente Fox y el PAN, que para ese entonces llevaba casi una década negociando en lo oscurito con el PRI, tenían para motivos prácticos el mismo plan para el país, además del mismo gusto de robarse todo lo que pudieran. En los dos sexenios que gobernó el PAN fue donde se disparó la desigualdad, se terminó por destruir la red de seguridad social del Estado, además de que se desató la violencia en una ridícula “guerra” contra el narcotráfico donde resulta que el principal policía del país estaba coludido con el narco.

    Fue tan desastroso el sexenio de Felipe Calderón, deslegitimado desde el inicio de su sexenio cuando se robó la elección presidencial, que de plano le regresaron el botín a los priistas; aunque no se puede poner en duda que lo que pasó entre los años 2000 y 2018 (y se puede discutir que desde la muerte de Maquío), fue que realmente co-gobernaron el PRI y el PAN, juntitos los dos, implementando básicamente las mismas políticas y siendo básicamente igual de corruptos e incompetentes.

    Enrique Peña Nieto será, con casi toda certeza, el último presidente priista que existirá en la historia: a partir de 1988, con la salida de Cuauhtémoc Cárdenas, el PRI ha ido perdiendo cuadros y militancia, lo cual se ha acelerado en los últimos años, siendo la pérdida de la gobernatura del Estado de México lo que probablemente sea el último clavo en el ferétro del viejo dinosaurio. Es posible que el PRI pierda su registro a nivel federal, si no en las próximas elecciones, probablemente en las siguientes intermedias, y en ese caso yo no le veo mucho futuro como partido político: necesitaría limpiar su corrupción, y si se limpia a fondo la corrupción del PRI, ¿qué le queda?

    El PRI durante décadas tuvo una militancia masiva y leal; había obreros priistas; había maestros de todos los niveles priistas; había amas de casa y comerciantes priistas. Y no era nada más porque buscaran un hueso político; el PRI gobernante atendía demandas legítimas de la población, y un porcentaje muy grande de la misma correspondía con una lealtad en muchos casos bien justificada.

    El cambió de políticas por parte del PRI a partir de 1982, causó que desde 1988 comenzara una diáspora de esa militancia. Todavía existe una militancia priista, pero es un pálido reflejo de lo que en algún momento fue. Su dirigencia, al mando de Alejandro Alito Moreno, lleva años perdiendo elecciones y cuadros, y todo apunta a que para estas alturas, lo único que le preocupa es conseguir los cargos legislativos que pueda para que no lo metan a él y a sus asociados a la cárcel.

    ¿Qué ideología tiene el PRI? ¿Cuáles son sus plataformas? ¿Cuál es su proyecto de nación? ¿Qué propuestas concretas ofrece? No hay tal cosa: es el cascarón de un partido, que no representa realmente a nadie, cuya dirigencia está desesperadamente tratando de evitar la cárcel o aferrarse a las últimas migajas de poder que no han perdido.

  • El Partido Acción Nacional.

    El PAN nació como el partido de derecha, mocho, empresarial y contrarrevolucionario de México. Había una parte de su militancia que genuinamente le interesaba fortalecer la democracia; pero realmente era parte del sector empresarial, que quería sacar al Estado de que injiriera en la economía; y muchos mochos católicos, que no querían que las escuelas privadas y católicas se vieran obligadas a usar los libros de texto gratuitos, donde se enseña la evolución en lugar del génesis de la biblia.

    El PAN nunca fue un partido de masas, casi por definición: históricamente han menospreciado a las masas. Desde su punto de vista, las masas son ignorantes y peladas, que deberían saber su lugar y dejar que ellos (la gente “correcta”) manejen las cosas; y perversamente algunos incluso ven eso como algo piadoso: vamos a proteger a los nacos ignorantes de ellos mismos. Nos están haciendo un favor, desde su punto de vista.

    También no lo mencioné arriba, pero el PRI era autoritario y represor; pero nunca fascista (consecuencia de haber surgido como el partido dominante de una Revolución popular). La dirigencia y militancia del PRI jamás hubieran aceptado una ideología fascista, siendo la evidencia más fuerte de ello que uno de los pilares de la democracia mexicana desde Plutarco Elías Calles fue que hubiera sufragio efectivo, no reelección.

    En cambio el PAN ha coqueteado con el fascismo desde sus orígenes. El fascismo, por razones culturales e históricas, nunca ha tenido pegue con las masas en México… pero como ya establecimos, el PAN nunca ha sido un partido de masas. La organización fascistoide más importante que ha existido (y existe) en México es, por supuesto, El Yunque, que ha pesar de que su existencia ha sido corroborada por gente que dejó de pertenecer al mismo y múltiples testimonios, sus miembros nunca han reconocido su existencia, jerarquía de mando o reglas de operación.

    Y todo el secretismo es porque saben que el fascismo es inaceptable para la enorme mayoría de la población en México. Gracias a Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Zapata, Cárdenas (entre otros) y la naturaleza de los movimientos masivos que liderearon.

    Sin embargo, y como mencioné arriba, sí había un sector importante dentro del PAN que honestamente peleaba por la apertura democrática. El epítome de esto, desde mi punto de vista, fue cuando Manuel Maquío Clouthier marchó junto con Rosario Ibarra y Cuauhtémoc Cárdenas protestando el fraude electoral de 1988.

    Esto terminó, simbólica y efectivamente, cuando Maquío murió en un accidente automovilístico en 1989, que existen quienes cuestionan qué tan accidental fue. Dos años después, en 1991, se dio la primera “concertacesión” entre el PRI y el PAN, cuando el priista Ramón Aguirre Velázquez “ganó” las elecciones de gobernador de Guanajuato, pero se hizo un arreglo “en lo oscurito” para que fungiera como “gobernador interino” su contrincante del PAN, Carlos Medina Plascencia.

    A partir de ese momento comenzaron a “entenderse” el PRI y el PAN, para en los hechos crear (como desde entonces les dijimos los de la oposición de izquierda en México) el PRIAN: dos caras de la misma moneda neoliberal y corrupta.

    Entre otras cosas es por esto que la hija de Maquío, Tatiana Clouthier, pertenece a Morena.

    El PAN nunca ha representado a mucha gente en el país, de nuevo, porque nunca ha sido un partido de masas. Electoralmente, en su mejor momento con Fox, el PAN obtuvo el 42% de los votos, 16 millones, impulsado por un hartazgo absoluto con el dinosaurio priista y el llamado (desde mi punto de vista muy retrasado mental) al “voto útil”, cuando no había nada más inútil que votar por un modelo económico idéntico y una bola de rateros que encima de todo jamás habían mostrado el menor interés por los problemas de la población más marginada del país. Porque, repito, siempre la han visto con desprecio.

    Con Calderón el 2006, y haciendo fraude, llegaron apenas a 35.89%, 15 millones. En el 2012, con Josefina Vázquez Mota, tuvieron 26%, 12.7 millones; y en 2018, el 22.28%, 12.6 millones. ¿Ven para dónde va la tendencia? Si su porcentage sube en 2024, será únicamente porque ya el PRIAN se descaró y ahora van juntos con pegado. Y aún así es posible que baje de nuevo.

    El PAN me parece que es altamente probable que nunca desaparezca; merecen ser representados los empresarios y la gente mocha que se queja de que se hable de diversidad sexual en los libros de texto gratuitos (que están, por ley, obligados a usar para sus hijos). Pero para continuar existiendo tiene que hacer eso: representar a esta parte de la población mexicana. Porque ahorita no está haciendo eso.

    En estos momentos el PAN, muy similarmente al PRI, existe únicamente para traficar puestos plurinominales (para ni siquiera tener que hacer campaña) y defender como perros callejeros las pocas migajas de poder que no han perdido en los últimos años. No hay muestra más vergonzosa de esto, que el infame acuerdo que firmó el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, negociando hasta notarías públicas en la elección de gobernador en Coahuila.

    Encima de todo, este acuerdo no fue descubierto por una audaz e implacable investigación periodística por parte de nuestros medios de comunicación chayoteros; no, el acuerdo lo hizo público el mismo Marko Cortés, chillando de que Manolo Jiménez, el gobernador de Coahuila, no les estaba cumpliendo con las notarías que habían negociado en lo oscurito. Porque además de corruptos, son muy pendejos.

    El PAN, si regresa a sus principios originales, representaría a una minoría en el país; equivocada, desde mi punto de vista: pero que tiene derecho a estar equivocada y pelear políticamente de buena fé su ideología yunquista, a ver quién quiere comprársela. Pero como está en este momento, no representa a nadie distinto de su corrupta e increíblemente incompetente dirigencia, incluyendo a sus allegados.

    En lo personal, yo siempre consideraré menos pior (y definitivamente menos peligroso) al PRI en sus peores momentos, que al PAN en sus mejores; esos cabrones simpatizan o al menos toleran al ala fascista mexicana, y yo ahí sí voy a tomar la postura del Capitán Gringo: si ves un nazi, dale un puñetazo en la cara.

  • El Partido de la Revolución Democrática.

    Después del fraude electoral de 1988 Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano fundó, junto con una amalgama de ex-priistas desencantados (como lo era Cuauhtémoc mismo) con el abandono de la ideología revolucionaria original del partido, viejos comunistas, luchadores sociales, y uno que otro colado, el Partido de la Revolución Democrática; o, como lo llamábamos con cariño muchos de los que militamos ahí, el PeRDeré.

    Fue una labor titánica e increíblemente complicada, por no decir letal: cientos de militantes del nuevo partido fueron asesinados durante los primeros años de su existencia. Aún así millones militamos ahí, convencidos de que la vía democrática era la única que tenía sentido.

    Yo fui representante del PRD en casilla durante las elecciones de 1997 (que se puede discutir que ganamos) y de 2000 (que definitivamente perdimos). Estoy muy orgulloso de eso, como me parece estamos la mayoría que militamos ahí y que nos tuvimos que salir cuando la dirigencia del PRD, después de corromperse por completo, traicionó todos los principios del partido; mucho antes en múltiples casos. En el 2012, por poner un ejemplo, yo voté por Andrés Manuel; pero tachando el escudo del Partido del Trabajo, porque ya no soportaba a la dirigencia perredista.

    Tal vez el destino del PeRDeré estaba escrito desde que su estructura se formó de arriba hacia abajo; o tal vez hubiera habido la posibilidad de salvación si se hubiera derrotado al fraude electoral en 2006. Como sea, el 2 de diciembre de 2012, cuando Chucho Zambrano, como presidente del partido, firmó el infame Pacto por México junto con el PRI y el PAN, la dirigencia del PRD firmó la sentencia a muerte del partido.

    El Peje había formado Morena como movimiento político en 2011, y se había establecido como asociación civil unas semanas antes del Pacto por México, el 20 de noviembre de ese mismo año. La militancia y muchísimos de los políticos profesionales del PRD buscaron refugio ahí, lo cual se aceleró cuando se estableció como partido político oficial el 1º de agosto de 2014.

    Ni tiempo tuvieron de darse cuenta de lo que habían hecho los idiotas dirigentes que se quedaron con el cascarón podrido del PRD; y cuando todavía Andrés Manuel les ofreció una última vez, en 2017, unirse a la coalición que él lidereaba para las elecciones de 2018, los muy imbéciles prefirieron formar la alianza política más hipócrita en la historia de México, junto con el PAN.

    El PRD va a desaparecer, tan seguro como que sale el sol por el oriente: no va a alcanzar el 3% de los votos a nivel federal, ni tampoco en la mayor parte de las entidades del país; es posible que no lo alcance en ninguna entidad. Y qué bueno: es un partido que definitivamente no representa ya a nadie.

    Los partidos políticos no son equipos de futbol; uno no le “va” a un partido político: las siglas no es lo importante, lo importante es la plataforma y lo que hace la gente que esté en la organización. Mucha gente reclama la bola de ex priistas que estaban en el PRD y los que ahora están en Morena, como si haber pertenecido al PRI equivaliera a contagiarse de roña.

    Durante décadas militar en el PRI fue la única manera de poder participar en la vida política electoral, si a uno le importaba poder ayudar a la gente (porque el PAN nunca sirvió para una chingada con eso). No es “traición” dejar un partido e ir a militar otro, especialmente si justo se puede discutir que los traidores son los dirigentes del partido al que se deja, como los del PRI desde 1982 o los del PRD desde 2012 (o discutiblemente desde antes).

    Militamos en el PRD y votamos por ese partido mientras valió la pena hacerlo; y dejamos de hacerlo cuando dejó de valer la pena. No son camisetas, son ideales.

    (En afán de ser honesto, hay que admitir también que existen un buen de chapulines que evidentemente nada más están buscando su siguiente hueso; y Morena, en su afán de crear la carpa más grande posible, ha caído y sigue cayendo muchas veces en el sinsentido de abrirle espacios a personajes deleznables, como Lilly Téllez, Germán Martínez y Cuauhtémoc Blanco).

    El PRD se ha convertido sin duda alguna en un zombi, un partido muerto viviente. No representa a nadie a estas alturas, ni tampoco tiene un plan o ideología que defender. Casi toda la gente que valía la pena se pasó a Morena u otras actividades; no dudo que haya todavía algunos militantes que siguen ahí por un equivocado sentido de la lealtad, pero son un porcentaje ínfimo.

  • El partido Movimiento Ciudadano.

    Movimiento Ciudadano es tan intrascendente que me parece no vale la pena que entre en mucho detalle con el mismo; sería más interesante (y divertido) si a Samuel García no le hubiera dado miedo perder su cotito de poder y no se hubiera bajado, pero pues qué le vamos a hacer.

    Sólo diré de MC que no tiene un proyecto que a mí me resulte digno ni siquiera de mención, porque lo que desea el partido no está construido con base en propuestas concretas, sino en generar una imagen que logre atraer a un cierto tipo de ciudadanos. El video donde aparecen borrachos varios de sus dirigentes en un palco durante un partido de futbol, aunque han tratado de borrarlo de internet (buena suerte con eso), me parece que representa tanto al tipo de personas que son, como al tipo de juniors que les gustaría atraer. Un partido de influencers de YouTube e Instagram, sorprendentemente más superficiales que los que se dedican profesionalmente a eso. Fosfo fosfo.

    De cualquier manera, si los de MC se deshacen algún día de Dante Delgado (que es indiscutiblemente el dueño de la empresa que es el partido), en una de esas podrían ofrecer una opción distinta al PAN y a Morena. A mí una opción de derecha sin ligas con el fascismo me parece mucho mejor que el PAN.

    Sin embargo, para el 2024 MC sólo está tratando de conservar sus cotitos de poder en Nuevo León y Jalisco; podemos ignorarlos este ciclo electoral sin que tenga esto mucha consecuencia. Y en una de esas dejan de existir a nivel federal, porque al haber cambiado a Samuel con el increíblemente chapulinesco Jorge Álvarez Máynez (que ha militado en el PRD, el PANAL, el PRI y ahora MC, y les puedo asegurar que no cambió nunca de partido por “principios”), es posible que les vaya tan mal que no alcancen el 3%.

Entonces nuestra desesperada y triste oposición (sin tomar en cuenta a MC, porque realmente no están jugando) se encuentra debilitada y desacreditada, enfrentando al presidente probablemente más querido y popular en la historia moderna de México, con una candidata que no le llega a los talones a la sucesora del Peje en la Transformación, y sin proyecto de nación, plataforma o ideología. Peleándose como niños chiquitos por curules plurinominales y negociando como si fueran canicas judicaturas, organizaciones “independientes” y notarías públicas.

Este 2 de junio, una porcentaje significativo (y es posible que mayoritario) de los que voten por la coalición del corazón partido, lo harán realmente porque ven a la Transformación como inadmisible (en muchos casos por dogma o desinformación); no porque de verdad crean que es la mejor opción. En otras palabras, votarán por Xóchitl no porque quieran que gane; sólo esperan que la Transformación pierda.

En ese sentido, no dudo que muchos de estos votantes no les importe que la oposición no los represente realmente; sólo están aterrados de la Transformación (muchos de ellos probablemente por vivir en una burbuja informativa) y están dispuestos a aceptar a básicamente cualquier alternativa con tal de que sea alguien distinto. Sería interesante saber cuántos de ellos de verdad estarán bien informados.

Los que sinceramente creen que la oposición se preocupa por ellos (que me imagino deben existir), la verdad no sé qué pensar de ellos. Están en su derecho, sin duda alguna, ¿pero de dónde sacan esas conclusiones? ¿Qué información o datos tienen para poder creerlo?

Independientemente, en cambio la Transformación representa indudablemente a la gente que la respalda y apoya, que como queda establecido por todas las encuestas de opinión y de intención de voto, es la enorme mayoría del país. Y este respaldo y apoyo no es porque la Transformación sea perfecta y no cometa errores (al contrario, comete un chingo); pero sí porque enarbola un proyecto que pone en primer lugar a la población en general: y a los más necesitados en particular. Y esto es sencillamente mejor que cualquier alternativa actualmente disponible

Por el bien de todos, primero los pobres.

Varios de ustedes, queridos lectores, probablemente crean que me alegra el estado en que se encuentra nuestra desesperada y triste oposición, pero no me alegra en lo más mínimo: me tiene profundamente preocupado.

(Aunque debo admitir que sí me dan muchísima risa los increíblemente pendejos e ineptos errores que cometen.)

Los miembros de todos los poderes del Estado, no importa su partido o afinidades políticas (todos los jueces tienen afinidades políticas, como ha dejado patéticamente claro el poder judicial el último par de años), deben representar a sus constituyentes. Es como que el chiste de la democracia.

Esta representación no es una cuestión moral o ética (o al menos no nada más): es una necesidad pragmática para que la sociedad funcione. Si una parte de la población no es representada, entonces no tiene forma de hacerse oír y pelear por sus demandas. Y no se engañen: todas las movilizaciones que ha habido, supuestamente de la “sociedad civil”, en contra de la Transformación, han sido organizadas, encabezadas y explotadas por la oposición: no dudo que muchos (probablemente la mayoría) de los ciudadanos que han participado en ellas sinceramente creyeran que se estaban movilizando por algo apartidista, “civil”; pero en los hechos la motivación principal de los que las organizaron (las dirigencias de la oposición y sus allegados) era mantener los pocos pero significativos privilegios a los que se aferran.

La minoría de la ciudadanía que se opone a la Transformación merece ser representada de buena fé, no nada más utilizada. Si esto no ocurre, en el peor de los casos esa ciudadanía va a dejar de participar en la vida política del país, y de verdad eso es lo peor que pudiera ocurrir.

Quiero en esto dejar bien clara mi postura: es muchísimo peor (por múltiples órdenes de magnitud) que la gente que se opone a la Transformación deje de votar, a que vote por algún partido de la oposición. Pero a eso la van a orillar si los representantes por los que votan no hacen su trabajo, no los representan, como en los hechos ha ocurrido en los últimos años.

El país necesita una oposición que no esté pensando en sus privilegios, sino elaborando propuestas y plataformas por las que esté dispuesta a luchar de buena fé en el juego político, que le dé espacio y cabida a la gente que no está de acuerdo con cómo está haciendo las cosas la Transformación. Yo podré no estar de acuerdo con las posturas de todos esos ciudadanos mexicanos: pero tienen derecho a tenerlas y poder votar por una oposición sincera que pelee por ellas, no por los intereses individuales de las dirigencias partidistas (y allegados).

Esos ciudadanos mexicanos se merecen algo mucho mejor que nuestra desesperada y triste oposición.

Y los que apoyamos a la Transformación también merecemos una mejor oposición: nos hacen muy difícil tomarlos en serio, y entonces cuando por fin se quejan de algo que vale la pena quejarse, tendemos a ignorarlos porque todo el tiempo se están quejando de cosas exageradas o inventadas (literalmente como Pedro y el lobo); por muchas pendejadas que cometa la Transformación, con una oposición tan jodida no nos dan opciones para tener una alternativa que valga la pena considerar; y porque al fin y al cabo no están llevando a cabo el trabajo de una oposición: elaborar, proponer y defender políticas y plataformas que sean un contrapeso real al partido en el poder; no pretextos para tratar de recuperar sus privilegios perdidos.

Antes de acabar, quiero mencionar algo que me parece es importante: sí considero a la oposición (y les recuerdo que me refiero a las dirigencias de partidos y sus gobernadores y legisladores, no a sus militantes), como una bola de rateros y corruptos (o al menos muchos de ellos), que además nunca se han preocupado realmente por solucionar los problemas de los mexicanos, en particular los de los más pobres.

Pero aún así varios hacen al menos parte de su trabajo: varios de los gobernadores de oposición trabajaron con el Peje durante este sexenio para sacar adelante muchas obras y programas. Y el Peje a su vez ha jugado el juego político alabándolos cuando lo ha considerado necesario, siendo el caso reciente más importante que asistiera al último informe de gobierno de Alfredo del Mazo, ex gobernador del Estado de México.

Y aunque en los últimos meses los legisladores (federales) de oposición se han ensimismado en una estrategia de obstrucción para entorpecer el paso de reformas constitucionales, sí apoyaron en varias y en general participaron en los debates y negociaciones en el congreso. Estamos lejos de la situación en Gringolandia, donde es casi imposible pasar incluso leyes normales porque las matan en el senado los senadores republicanos con la maniobra de amenazar con el filibuster.

La oposición no está llamando ni abogando por la violencia; no se han tapado los ojos y los oídos negándose a participar en el juego político. A veces sube el tono de la discusión e incluso a veces se lanzan gritos; pero somos adversarios, no enemigos. Como lo dije en mi anterior entrada en la serie: nadie está llamando por la erradicación del otro bando.

Hay que reconocerle eso, a nuestra desesperada y triste oposición: soltaron la presidencia y las mayorías en el Congreso de la Unión; han soltado (en general), sin violencia y sin demasiadas quejas, las gubernaturas y congresos locales que han ido perdiendo (y que en cada elección pierden más y más). Se juega el juego político; la violencia viene del crimen organizado, no de los actores políticos (o al menos no de los actores políticos que no están involucrados con el narco), incluyendo al menos parte de nuestra desesperada y triste oposición.

Podremos no estar de acuerdo, pero estamos todos en esto juntos. Y al menos eso hay que concedérselos.

La minoría que no aprueba

En mi anterior entrada demostré, con datos duros, por qué el Peje es el mejor presidente mexicano del siglo XXI… lo cual es medio obvio, dada la incompetencia y corrupción de las administraciones anteriores a la suya, además de que utilizaban un modelo económico que empíricamente se ha demostrado (en todo el mundo) que no funciona.

Sin embargo existe, si les creemos a las encuestas de opinión, un %25-35% de la población que no aprueba el desempeño de Andrés Manuel; esto es, por si eso de las matemáticas no se les da, una minoría que, encima de todo, al parecer disminuye en tamaño con cada día que pasa.

También es necesario mencionar que una parte significativa de ese cuarto o tercio de la población tal vez no apruebe; pero eso no necesariamente quiere decir que desapruebe: es posible (y altamente probable) que un 10% o 15% de la población le valga madre y ni apruebe ni desapruebe.

Esta minoría disminuyente, si descontamos a los que les vale madre, se puede dividir (a grosso modo), en cuatro sectores:

  • Los ultras.

    El primer sector, y desde mi punto de vista el menos importante, son los que les gustaría rebasar a la Transformación y al Peje por la izquierda: los que quisieran, por ejemplo, nacionalizar de un golpe toda la banca; y a las televisoras; y quitarle los medios de producción a la burguesía (según la definición marxista).

    Obviamente simpatizo con ellos y me generan una cierta ternura; pero alguien debe explicarles que la política es el arte de lo posible (“Die Politik ist die Lehre vom Möglichen”). No porque una política sea justa o buena, quiere decir que la podemos implementar de inmediato o a mediano plazo: en una democracia hay que convencer a la mayoría. Y si algo ha demostrado el Peje durante este sexenio, es que se pueden atraer más moscas con miel que con mierda: a los burgueses de este país les ha ido mejor este sexenio que en otros (exceptuando un puñado que perdió muchísimos privilegios).

    ¿Por qué digo que este sector es el menos importante? Porque este tipo de personas jamás van a votar por el PRIANRD, ni tampoco por MC. Si votan y son consecuentes, lo harán por Morena o sus aliados; y en el peor de los casos no votarán, pero numéricamente son tan pocos que no es algo terriblemente importante para el resultado final de las elecciones. Sigue siendo una tragedia que no voten; pero no porque pudieran afectar el resultado de la votación: no pueden.

    Como sea, este sector es justo y necesario que exista: alguien (quien sea) siempre debe luchar por lo imposible, si queremos que algún día se haga posible.

  • La oligarquía.

    El segundo sector son la gente que vio directamente afectados sus intereses por las políticas del lopezobradorismo; y me refiero a los grandes intereses, no cosas relativamente pequeñas como bonos, estímulos o seguros de gastos médicos mayores para hospitales privados. Hablo de los grandes empresarios que no pagaban impuestos o estaban coludidos en negocios con políticos gobernantes; esos mismos políticos gobernantes que hacían negocio con sus cargos y con los grandes empresarios antes mencionados; de los pseudoperiodistas chayoteros que ya no les pagan pon echarle flores a ciertos gobernantes, o hacerse de la vista gorda de sus crímenes o abusos, como los negocios infames entre los antes mencionados grandes empresarios y políticos gobernantes.

    Este sector es muy poderoso (principalmente en lo económico y mediático) y están encabronadísimos porque el sexenio de AMLO detuvo o al menos disminuyó lo que era esa corrupción normalizada en el sistema político mexicano. Son los más interesados en recuperar esos privilegios que rayaban en lo ilegal (si no es que descaradamente lo eran). También, gracias a Marx, son muy poquitos: todos en este sector son literalmente ricos y famosos, y una de las grandes ventajas de la democracia, es que el voto de Salinas Pliego vale lo mismo que el voto de cualquiera de los trabajadores que barren los edificios de alguna de sus empresas.

  • Los dogmáticos.

    El tercer sector son aquellos que creen, básicamente como dogma religioso, que las políticas de este sexenio no funcionan porque no pueden funcionar. Regresando al ejemplo del salario mínimo de mi entrada anterior en esta serie, ellos toman casi como artículo de fé que la intervención del estado en la economía está destinado al fracaso, entonces mucho de lo que ha hecho el Peje en el sexenio está destinado al fracaso, no importa cuánta evidencia empírica se presente de que sí está funcionando. Y hago notar de nuevo que el compañero Presidente ha negociado exitosamente con empresarios y la iniciativa privada en general para echar a andar múltiples programas; no todo ha sido inversión pública, aunque sí ha habido también mucho de ella.

    Este sector es más numeroso que el anterior, pero me parece que no son tantos: empíricamente ha quedado demostrado en todo el mundo que el neoliberalismo no funciona y la gente que lo sigue defendiendo a muerte son intelectualmente equivalentes a la gente que todavía defiende el socialismo estilo de la Unión Soviética. Además de que no funciona, el neoliberalismo tiende a sacar lo peor del sistema capitalista y generar abusos contra los sectores más pobres que rayan (si no es que caen) en lo criminal.

  • La búrbuja.

    El último sector son gente que, con todo respeto, me parece que un porcentaje significativo sencillamente están mal informados. Como el segundo sector que mencionaba incluye a la gran mayoría de los dueños de los medios de comunicación corporativos, los mismos se han pasado todo el sexenio echando lodo a la administración, en algunas ocasiones de manera justa; pero en la gran mayoría de manera terriblemente injusta. Como muestran las encuestas de opinión, esta guerra sucia no está funcionando en general; pero siempre hay un porcentaje de la población en la que funcionará: y yo estoy seguro que esa gente es la mayoría de los que componen este sector.

    Este sector son gente común y corriente; no son grandes empresarios ni políticos. Son pequeños y medianos comerciantes, profesionistas, profesores de todos los niveles, amas de casa como las que desprecia Guadalupe Loaeza. Pero si estos ciudadanos escuchan nada más a los medios de comunicación que hablan pestes del Presidente y su administración, y se rodean nada más de gente que también nada más habla pestes del Presidente y su administración, pues medio se puede entender que crean que el Presidente y su administración apestan.

El primer sector (los ultras) como menciono arriba me generan simpatía, pero no hay mucho que yo les pueda decir: viven, como muchos en ese grupo lo hacen desde la década de los sesentas del siglo pasado, esperando una gloriosa revolución que probablemente nunca va a llegar. Vayan en paz y coincidamos en que no vamos a coincidir.

El segundo sector (la oligarquía) tiene toda la razón del mundo para odiar al Peje: les arruinó sus negocios millonarios, muchos de los cuales eran ilegales. No hay nada que yo tampoco pueda decirles además de que estoy seguro ningún miembro de este sector leerá mi blog: púdranse si cometieron crímenes y espero que se les estén cobrando los justos impuestos que determina la ley.

Discutir con el tercer sector (los dogmáticos) es como discutir la existencia de dios con alguien creyente; es un sinsentido. Tienen sus dogmas que los confortan, y si la cruda realidad no los despierta de sus sueños neoliberales, tampoco nada de lo que yo pudiera decir lo hará. Sigan en su sueño donde la mano invisible del mercado soluciona todos los problemas del mundo.

En mis cuentas hechas en la parte de atrás de una servilleta de Sanborn’s, estos tres sectores no creo que lleguen al 5% de la población, y probablemente esté siendo generoso con ellos. Los que me interesan son los ciudadanos del cuarto sector, que es la mayoría de la población que no aprueba la Pejeadministración, y en particular aquellos que (desde mi punto de vista) simplemente están mal informados. Para ellos es esta entrada, aún si ninguno de ellos me lee.

Yo crecí, queridos lectores, en un hogar donde mis padres eran miembros del Partido Comunista. Desde muy joven me di cuenta de lo peligroso que es el dogmatismo y la visión de túnel política; porque aunque mis padres siempre fueron muy críticos incluso de los personajes políticos que apoyaban, mucha gente que de repente caía a mi casa no compartía este pensamiento crítico.

Recuerdo, a mis no tan tiernos 17 años, en 1994, un volante donde se insinuaba que Salinas había mandado a asesinar a Colosio; uno de los “argumentos” que daban era: “¿sabe usted de algún chiste que no sugiera que Salinas mató a Colosio?” A esa edad tan cerca de la adultez pero sin haber llegado a ella, me resultó obvio que era un argumento muy imbécil para explicar por qué podía atribuírsele el magnicidio a Salinas.

Me aterra, desde hace treinta años que me movilicé por primera vez, que me esté equivocando en mi ideología y mis preferencias políticas. Siempre estoy, de una u otra manera, cuestionando si tenemos o no razón en las movilizaciones en las que he participado; por eso siempre he tratado de mantener un oído u ojo abierto a las posiciones que difieren de las mías.

Mis padres estaban en contra de las cuotas en la UNAM; pero estaban terriblemente preocupados de que la huelga estuviera durando tanto tiempo (como el resto del país) y eran de los que querían que se levantara incluso antes de que se derogaran; yo no estaba (entonces y ahora) de acuerdo con eso. Mi directora de tesis de la licenciatura estaba completamente en contra de la huelga (y del Peje y la izquierda mexicana en general); pero siempre nos respetamos, nos quisimos y pudimos trabajar juntos independientemente de nuestras posturas políticas encontradas. Tengo un par de amigos, de los más cercanos y que más quiero, que múltiples veces se han movilizado en cosas completamente en contra de las que yo apoyo. Venga, tuve una novia panista alrededor de las elecciones del 2006, cuando los panistas se robaron las elecciones presidenciales.

Y en la misma huelga tenía yo que estarme peleando con muchos compañeros, porque yo votaba por el PRD en ese entonces (el PRD valía la pena en ese entonces) y creía (como siempre he creído; como siempre creeré) en la vía pacífica y electoral para cambiar las cosas en el país.

Esto que cuento no es para alardear de lo “diversa” que es la esfera de opiniones que oigo; es sólo tratar de explicar que, por más fallas que pueda yo tener como persona, de verdad intento (por definición no puedo saber qué tanto éxito tengo) de estar escuchando a las opiniones que difieren de las mías y sopesar sus méritos aunque contradigan muchas cosas que yo sostengo como verdaderas. Es bien pinche difícil estar cuestionando todo el tiempo si las cosas por las que he estado luchando desde que era adolescente sí son las correctas. Sería mucho más fácil tomarlo como dogma y no preocuparme; pero sí me preocupo, porque realmente quiero que mis estudiantes puedan vivir en un mejor país del que a mí me tocó cuando tenía su edad.

En el contexto de esta entrada, yo oigo a López Dóriga y Ciro Gómez Leyva; a Eduardo Ruiz-Healy y Denise Maerker. Trato de escuchar a muchos de los que han sido señalados (con casi toda certeza de manera justificada) como parte de los chayoteros que mencionaba arriba; porque hay que escuchar las críticas para poder analizar si son justas o no. También oigo a los que apoyan al Peje, descaradamente como son los de Sin Censura (que no me caen tan bien porque [y esto es decir mucho de mi parte] me parecen muy vulgares); o los de Sin Embargo que sí me caen muy bien; o medios que son sin duda alguna de izquierda pero (ocasionalmente) ferozmente críticos del Peje, a grados que me parecen a veces excesivos, como Julio Astillero.

(En un afán de ser transparente, debo admitir que me niego a ver o escuchar a Carlos Loret de Mola: me parece que ha quedado demostrado más allá de toda duda de que, en el mejor de los casos es un pseudoperiodista tan incompetente que no sabía distinguir cuándo algo era un montaje; y en el peor es uno de los individuos comprados por Genaro García Luna).

Todo medio de información tiene un sesgo; yo en principio desconfío de un medio que no admita al menos que sí tiene sesgo. Me parece que hay que tratar de escuchar o leer al menos un par de medios que su sesgo contradiga al nuestro, y sí quiero enfatizar en que deben de ser medios; no posts en redes sociales: las redes sociales son una mierda y no sirven en lo más mínimo para informarse ni mucho menos para tener discusiones inteligentes. Los medios chayoteros son mucho mejor que casi cualquier grupo en Facebook o subreddit en Reddit; la cantidad de desinformación y manipulación de las redes sociales es apabullante. En particular, por favor no utilicen como principal medio de análisis político el triste blog de un profesor universitario de Ciencias de la Computación; con todo respeto, sería muy estúpido si hicieran eso.

Si ustedes son de los que no aprueban de la administración del Peje, queridos lectores; y en particular si son de los que están muy enojados contra sus políticas, ¿están escuchando a la otra parte? ¿Están cuestionando si sus posturas podrían estar equivocadas? ¿Pueden al menos entretener la idea de que tal enojo podría ser resultado de manipulación por parte de ciertos medios/redes sociales?

Yo les puedo decir (allá ustedes si me quieren creer o no) que yo sí trato de escuchar al otro lado, a las posturas encontradas. Y lo que he oído no sólo no me convence; es (desde mi muy personal punto de vista) medio patético, la verdad; porque como justamente lo que quiere el segundo sector de arriba, es recuperar sus privilegios, entonces en general sólo critican incesamente, incluso cuando no es meritorio; o incluso bajo información falsa (no, la gasolina no amaneció a 30 pesos el litro este primero de enero). Si estos medios comienzan a admitir las cosas que están bien, entonces se cae el castillo de naipes; por lo tanto, todo tiene que estar mal todo el tiempo.

O casi todo mal casi todo el tiempo: debo ser justo y mencionar que en México aún no hemos llegado al nivel de toxicidad de Estados Unidos. Mientras que en Fox “News” es básicamente imposible que admitan algo bueno que hagan los demócratas o que critiquen a Donald Trump, aquí en México, a pesar del lodazal que en general lanzan los medios corporativos a la Pejeadministración, de vez en cuando admiten algunos avances: Ruiz-Healy de repente admite que la economía va bien; López-Dóriga de repente reconoce que el Peje sí termina obras que otras administraciones abandonaron; Ciro Gómez Leyva tiene a Epigmenio Ibarra todos los miércoles en su programa… luego es medio güey, el Epigmenio, pero se agradece el espacio.

De cualquier manera, en general para los medios corporativos casi todo tiene que estar mal casi todo el tiempo; y ustedes, queridos lectores, como ciudadanos deben estar enojados; muy enojados, para que quieran correr a patadas a este gobierno incompetente y autoritario y antidemocrático y comunista y neoliberal y lo que se les ocurra llamarlo en la transmisión en turno, para que sea repetido por bots en las redes sociales y se llenen las publicaciones de comentarios enfurecidos que no contribuyen en nada a una discusión inteligente pero que podrían dar la apariencia de que hay mucha oposición a esta administración aunque todas las encuestas de opinión nos digan que es una minoría que además va en decremento.

Es la técnica de los republicanos en Estados Unidos: hacer enojar a la población (o al menos un sector significativo de la misma) para distraerlos de las cosas que realmente importan. No, el problema no es que el salario mínimo esté estancado en gringolandia desde hace quince años; es que los inmigrantes ilegales se están robando los trabajos. No, el problema no es el racismo sistémico, es que las escuelas públicas quieren “enseñarles” a ser homosexuales a los niños de primaria. No, el problema no es que Citizens United haya permitido la entrada de dinero negro a las elecciones gringas, es que “hombres disfrazados de mujeres” quieren entrar a los baños de las damas para abusar de ellas.

Es lo mismo aquí: no, el problema no es que ciertos grupos junto con las autoridades hicieran negocios millonarios con los medicamentos; es que este gobierno no consigue medicinas para los hospitales. No, el problema no es que ciertos grupos junto con las autoridades hicieran negocios millonarios con los libros de texto gratuito; es que los nuevos libros indoctrinan con comunismo. No, el problema no es que el poder judicial tenga una partida de 253 millones de pesos para vesturio y 56 millones de pesos para renta de casas; es que el ejecutivo quiere golpetear a otro poder autónomo para poder ser más autoritario. No, el problema no es que ante la marejada democrática que por fin ha permitido a la población en general del país tomar control del ejecutivo y legislativo, tanto a nivel federal como la mayor parte de los locales, la oligarquía se haya entramado en el poder judicial para bloquear las reformas que evidentemente apoya la mayoría del país; es que tenemos un presidente narco.

De nuevo, las encuestas de opinión nos dicen que esta campaña que ha durado todo el sexenio (y que se recrudecerá conforme se acerquen las elecciones) no está funcionando… excepto por una minoría de la población. ¿Son parte ustedes de esta minoría, queridos lectores? ¿Se han detenido a pensar si acaso es posible que estén equivocados? Sólo como ejercicio mental, ¿están dispuestos a intentar escuchar al otro lado? ¿De verdad escuchar?

No dejen de escuchar a los medios chayoteros; al contrario, asegúrense de seguirlos escuchando, por favor. Pero también escuchen a los que a su vez los critican; si no, están viviendo en una burbuja que, si todo continúa como van las cosas en este momento, va a tronar como ejote el dos de junio.

¿Es mi intención convencer a algunos de ese cuarto sector a que voten por la Transformación el próximo 2 de junio? Por supuesto que no; desde hace muchos años entendí que no importa qué bien o mal escriba, o qué datos presente o deje de presentar, en general no le voy a hacer cambiar la forma de pensar a absolutamente nadie. Pero sí necesitamos todos salir de nuestras burbujas informativas.

Además, si me permiten ser sincero, queridos lectores, no necesitamos los votos de ese cuarto sector: ganamos sin ellos, fácilmente (aunque faltan cuatro meses para las elecciones; y esos son muchos meses para que ocurra una desgracia). Y para el plan C, además de que hay muchas opciones incluso si no conseguimos las dos terceras partes legislativas directamente, es mucho más sencillo convencer a más gente que vote por primera vez a tratar de convencer a los que no aprueban: en el 2018 votaron por primera vez 11 millones de mexicanos. Ese porcentaje de ciudadanos que ni aprueba ni desaprueba es muy probable que contenga un montón de paisanos que nunca han votado (justo porque como que les vale madre, realmente); si este dos de junio aumentamos el número de votantes la mitad de la última vez, unos 5 millones, creo que fácilmente conseguiríamos esas dos terceras partes. Vamos a ver.

Como sea: no todos los miembros del cuarto sector están mal informados; algunos (no sé cuántos) de manera honesta, sin caer en dogmatismo, sencillamente no están de acuerdo con las políticas de la Transformación. Estos ciudadanos mexicanos, junto con los dogmáticos del tercer sector, están equivocados, si hacemos caso a las toneladas de evidencia empírica que existen; pero tienen derecho de estar equivocados. Tienen todo el derecho del mundo de proselitizar su ideología y tratar de convencernos de que los programas del Peje no pueden funcionar aunque al parecer sí estén funcionando; tienen derecho a organizarse políticamente y perseguir los espacios políticos que puedan ganar; y a través de ellos tienen todo el derecho de hacer un contrapeso a las políticas de Estado de la Transformación y tratar de detenerlas o retrasarlas.

Pero siguen siendo minoría y por lo tanto no tenemos (nosotros como sociedad y la Transformación como la que cuenta con la legitimidad, autoridad y fuerza del Estado) por qué hacerles caso.

Si se juega el juego político, tienen derecho a ciertas concesiones y definitivamente siempre a ser escuchados; pero evidentemente no se van a hacer las cosas como ellos quieren, porque son minoría. No importa que algunos, como los dogmáticos, estén 100% convencidos (como los fanáticos religiosos) que tienen la razón de su lado.

Tienen que aceptar este hecho, si hay una participación política de buena fé por parte de ellos; si no quieren que ciertas políticas se implementen, deben convencer a un porcentaje significativo de la sociedad para que voten por los candidatos que los representen o para movilizarse con fortaleza y de manera continua si quieren que se les escuche. Una marcha no basta; nosotros marchamos durante décadas (generalmente con cientos de miles), llenando el Zócalo docenas de veces, antes de que pudiéramos convencer a suficientes paisanos de que éramos la mejor opción.

Si quieren que las cosas se hagan como ustedes quieren, tienen que convencer a una mayoría del país. Y si no lo logran, no se harán las cosas como ustedes quieren, obviamente. Así de simple.

Relacionado a todo lo anterior, hay dos cosas que mucha gente dice con las que yo no estoy de acuerdo: una, que la discusión política está muy “polarizada”; y dos, que el país está muy “dividido”.

De la polarización: nadie (y de verdad, jamás lo he visto u oído) está abogando por la destrucción absoluta de los adversarios políticos (a lo más la derecha hace comentarios clasistas y racistas, como que hay que obligar a miembros de Morena a vivir en Iztapalapa), y ninguno de los bandos está ensimismado en que el bando propio es 100% correcto y el opuesto está 100% equivocado: como mencioné los medios chayoteros admiten cosas buenas del sexenio del compañero Presidente; y obviamente también mencionan aunque sea parte de las pendejadas de la oposición (entre otras razones porque cometen muchísimas pendejadas). De la misma manera, los medios izquierdistas que mencioné reconocen cuando los adversarios de la Transformación tienen un punto y no se tientan el corazón en mencionar cuándo piensan que la administración la está cagando.

Me da la impresión de que la gente que dice que la política está muy polarizada, tiene esta noción porque cometen el error de usar redes sociales; yo por supuesto no hago eso, porque (repito una vez más) estoy convencido de que son una mierda absoluta. Pero además, ¿les consta que las señales de esta “polarización” las dan seres humanos de carne y hueso? Porque me parece que está demostrado que la enorme mayoría de engagements en redes sociales son bots alegremente mentándose la madre entre ellos, en ocasiones sin que ni siquiera una persona de verdad vea dichas discusiones.

Además hay que entender que si uno da una postura política y alguien más nos responde: “no, eso no es correcto; estás equivocado”, eso no es polarización: eso es que pensamos distinto. Es perfectamente normal y de hecho sano y bueno en una democracia. No tenemos que pensar igual; y de hecho me consta que entre la mayoría que apoyamos a la administración de Andrés Manuel, muchísimos diferimos en muchísimas posturas. Pasa lo mismo con la minoría que no aprueban a la Pejeadministración. Eso está bien; qué bueno que así ocurra.

De la “división”: el país no está dividido; al contrario, está más unido que nunca en apoyo de un proyecto de nación. El consenso es tan grande que es de verdad abrumador ver cómo los que apoyamos la Transformación superamos 2 a 1 a los que no, si no es que de hecho por más. Porque además, les recuerdo, los que no aprueban no quiere decir que desaprueben; hay un montón que no aprueba que con casi toda certeza de hecho les vale madre.

Los que de hecho desaprueban son una minoría que además va disminuyendo; el resto (o la gran mayoría del resto) estamos en general bastante contentos y vemos con optimismo el estado actual del país y el rumbo en el que está encaminado. Reconocemos y estamos conscientes de los errores, limitaciones y pendejadas que ha cometido la Transformación; pero (en general) no nos queda duda que es mucho mejor que las administraciones anteriores y que los programas sociales y modelo económico funcionan. Lo vemos con nuestros propios ojitos, al abrir las puertas de la calle y ver los hospitales; las carreteras y autopistas; los trenes y aeropuertos. Lo vemos al llenar el tanque de gasolina, al comprar la canasta básica, al pedir cosas en Amazon con un dólar históricamente bajo.

Y la enorme mayoría de los que apoyamos la Transformación, nos orgullece y alegra ver a un Presidente que habla del legado histórico del pueblo mexicano; de las bondades de la cultura nacional; de cómo ser mexicanos es algo de lo que nos podemos sentir orgullosos. Si ustedes no están de acuerdo o les parece que esas son cosas superficiales o irrelevantes (o peor aún, que es “peligroso” pensar así), de verdad no sé qué decirles: tomen de nuevo sus clases de civismo en la secundaria, o algo. Lo que sí sé es que, si una parte no trivial de sus años formativos transcurrieron en México, y no les importa o les da vergüenza ser mexicanos, nada más se están poniendo el pie ustedes mismos, porque su cultura es la mexicana les guste o no, y forman parte de este pueblo, nos guste o no a nostros.

No hay división; hay una gran fiesta nacional, y todos los mexicanos están invitados. No es obligatorio que asistan, pero si no lo hacen se están perdiendo un gran huateque.

Para terminar, debo enfatizar que en esta entrada no hablé de lo que yo denomino nuestra desesperada y triste oposición. Algunos de los miembros de los cuatro sectores que mencioné forman parte de ella, pero para , nuestra desesperada y triste oposición consiste de la oposición formal: los partidos políticos de oposición, en particular sus dirigentes, (algunos) gobernadores, legisladores y candidatos; no realmente a sus militantes.

Hago la distinción, porque una de las cosas que hace todavía más trágico (y enfuriante) el estado de nuestra desesperada y triste oposición, es que la misma no representa a casi nadie de la ciudadanía. Representan a un sector oligárquico diminuto y a una bola de burócratas partidistas que mayormente están traficando fueros legislativos para tratar de, literalmente en muchos casos, evitar terminar en la cárcel.

Pero de nuestra desesperada y triste oposición escribiré en otra entrada.

El mejor presidente del siglo XXI

Andrés Manuel López Obrador es el mejor presidente que ha tenido México en el siglo XXI.

Esta aserción debería ser lo menos polémico del mundo mundial; no estoy ni siquiera diciendo que AMLO fue buen presidente (todavía), no es una afirmación absoluta. Es una afirmación relativa; expandiendo lo que digo en ese primer enunciado de esta entrada: el Peje ha sido mejor presidente de lo que Fox, Calderón y Peña Nieto fueron.

De nuevo, eso no debería discutirlo nadie: Fox fue (y sigue siendo, si no es que de hecho ha empeorado) un casi certificado retrasado mental, al menos en política, pero discutiblemente en todos los aspectos de su vida y que aceleró las malas políticas de los gobiernos iniciales del neoliberalismo priista, con el agravante de debilitar la separación iglesia/Estado y pisotear nuestra soberanía. Calderón, además de robarse una elección, es básicamente un criminal directamente responsable de la muerte de decenas de miles de mexicanos, además de cómplice (en el mejor de los casos) si no es que jefe (o subordinado, si le creemos a Nicolas Sarkozy) y defensor (en el peor de los casos) de uno de los peores criminales que ha tenido México, Genaro García Luna; no (necesariamente) por los crímenes que cometió, sino porque los cometió siendo el principal policía del país. Y Peña Nieto dirigió probablemente a una de las administraciones más corruptas que ha tenido el país, ya en la absoluta podredumbre del sistema prianista que se estaba consumiendo a sí mismo como un cáncer.

De nuevo: decir que el Peje es el mejor presidente de México en el siglo XXI no sólo no debería ser polémico; es una afirmación que raya en lo aburrido. La competencia que tiene es de tercer o cuarto nivel, cuando él mismo es el segundo líder de una nación con índice de popularidad más alto en todo el mundo mundial. No hay competencia, realmente.

(No se preocupen: más adelante voy a argumentar no sólo porqué el Peje es mejor presidente que sus antecesores, sino también porqué de hecho es un buen presidente desde un punto de vista absoluto y objetivo, pero quiero enmarcar la discusión primero dando como hecho el hecho [je] de que el compañero Presidente es el mejor ídem de este siglo).

Como les digo, queridos lectores, desde mi punto de vista ni siquiera tiene mucho sentido discutir el que Andrés Manuel López Obrador es el mejor presidente que ha tenido México en el siglo XXI; pero lo vamos a hacer. Antes de hacerlo, empero, tenemos que definir ciertas reglas básicas: no vamos a caer en el sinsentido en el que se encuentran los gringos desde hace décadas, donde es imposible que tengan una discusión fructífera porque la derecha en general y un partido político en particular (el republicano) sencillamente vive en un mundo de cuento de hadas donde la realidad no existe: donde no hay racismo sistémico en EEUU; ni cambio climático por culpa de los seres humanos; las armas de fuego no son la razón por las que muere más gente por armas de fuego; y un feto inviable tiene más derecho a vivir que su madre. En casos extremos, las vacunas son venenosas o inyectan microchips para controlarlos vía remota usando 5G; y el planeta Tierra resulta que es plano.

(La “izquierda” gringa y los demócratas también salen de vez en cuando con mamadas; pero no hay punto de comparación con cómo está desconectada de la realidad la derecha gringa.)

Así que, para evitar perder mi tiempo (no me interesa discutir con gente pendeja), sí quiero dejar bien claro que, al menos yo aquí en mi blog, voy a tomar como piso argumentativo el siguiente párrafo: voy a suponerlo como punto de partida de la discusión; y aunque sí argumentaré un poco por qué lo hago, no voy a discutirlo realmente con nadie. Y dice:

Los datos y cifras de instituciones como el INEGI y el Banco de México son verdaderos.

Eso es todo. Si les interesa discutir conmigo de política en ésta y las siguientes entradas que tengo planeadas para este año, tenemos que estar de acuerdo en que los datos del INEGI, el Banco de México y otras instituciones similares son correctas; por supuesto entendiendo que ninguna fuente de información en el mundo es perfecta todo el tiempo: habrá siempre un margen de error y espacio para interpretar las cifras.

En otras palabras, si el INEGI dice que la tasa de desocupación en México es de 2.8% (datos de noviembre de 2023; la siguiente actualización es a finales de enero), este porcentaje tiene un margen de error, aunque el tamaño de las muestras del INEGI y sus metodologías hacen que dicho error, si existe, sea increíblemente pequeño.

Que es, por cierto, una de las razones de por qué doy como verdaderos esos datos sin que por ello esté cayendo en dogma: el documento que ligo (Métodos y procedimientos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, ENOE) tiene una última edición de 2023; pero la primera es del 2007. La enorme mayoría de las personas que trabajan en el INEGI, el Banco de México y similares, lo vienen haciendo desde mucho antes de que empezara la Transformación: se llama Servicio Profesional de Carrera y viene funcionando desde hace décadas.

Otra razón son los medios de comunicación corporativos, que espero no sea motivo de discusión que la gran mayoría están en contra de la Transformación; a distintos grados y muchas veces porque los dueños de los mismos (todos son, por definición, privados) les ordenan que así sean. En ese video, al final, pueden oírlo de la misma voz de Ricardo Salinas Pliego; pero no es muy difícil deducir que pasa lo mismo en todos los demás, no sólo TV Azteca.

Como sea: ¿han oído a los medios de comunicación corporativos decir que las cifras del INEGI o del Banco de México están mal? ¿Sugerir que están fabricados los datos? No, por supuesto que no: porque básicamente son las mismas instituciones que existían antes de la llegada del Peje a la silla del águila. Que es de las cosas que agradezco de la vida política en México: por más lodo que muchos medios le lancen al Peje y a la Transformación, estamos lejos del cinismo de medios como son Fox “News” en Estados Unidos.

Si cualquiera de ustedes, queridos lectores, acepta a las cifras del INEGI y similares como ciertas, podemos discutir lo que quieran. Si no, entonces tienen que presentar evidencia de dónde están mal los datos; y dicha evidencia no puede ser lo que sienten en sus corazoncitos o que conocen un caso particular que según sus piensos contradice las cifras oficiales: justamente el chiste de la chamba que hacen instituciones como el INEGI es que son una visión general del estado del país. Por supuesto que habrá casos particulares donde una política o programa falle; de hecho, habrá un chingo, pero lo importante es ver cómo están funcionando en general. Y si de plano niegan los resultados que el INEGI y compañía publican nada más porque no les gustan, púdranse: yo no voy a perder mi tiempo discutiendo con gente delirante que está viviendo en un mundo de cuentos de hadas.

Con ese piso parejo entonces establecido yo afirmo, de nuevo, que Andrés Manuel López Obrador es el mejor presidente que ha tenido México en el siglo XXI. Y tenemos las cifras para justificar dicha afirmación:

  • Pobreza

    En el sexenio del Peje, más de cinco millones de mexicanos salieron de la pobreza.

    ¿Eso significa que ya no hay pobres en México? No; yo no estoy diciendo eso. Nadie (sensato) está diciendo eso.

    Sólo estamos diciendo lo que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social reporta: más de cinco millones de mexicanos salieron de la pobreza. Siguen habiendo un chingo de pobres; y siguen habiendo demasiados mexicanos en pobreza extrema: ese mismo reporte menciona que más de 400,000 personas entraron a situación de pobreza extrema.

    Pero que tantos mexicanos salieran de la pobreza en un sexenio es, para motivos prácticos, algo que no ocurría en décadas, y ciertamente no en este siglo antes del Peje.

  • Desempleo

    Como mencionaba arriba, la tasa de desempleo (técnicamente desocupación) está en un mínimo histórico. Para motivos prácticos, si alguien quiere trabajar en México entonces puede encontrar trabajo; es lo que se conoce como full employment: y además en México estamos así sin una inflación por los cielos.

    ¿Quiere esto decir que la situación laboral en México es perfecta? No; yo no estoy diciendo eso. Nadie (sensato) está diciendo eso.

    Sólo es un hecho que hay muchos menos desempleados que los que históricamente hubo durante el siglo antes de este sexenio. De todas formas hay mucho por hacer; no todos los trabajadores reciben el salario que debieran y además hay gente calificada que encuentra trabajo, pero no necesariamente en lo que le gustaría aunque tenga las habilidades para realizarlo.

    Pero que haya tan poca desocupación es algo que estrenó el sexenio de Andrés Manuel este siglo.

  • Salarios

    En este sexenio, los salarios mínimos aumentaron como nunca en este siglo.

    ¿Eso significa que todos los salarios son justos en México? No; yo no estoy diciendo eso. Nadie (sensato) está diciendo eso.

    Sólo es el primer gobierno en décadas (ciertamente en el siglo XXI) que consigue aumentar los salarios mínimos en los porcentajes que hemos visto, pero además (que muchos analistas convenientemente “olvidan” mencionar) estos aumentos se consiguieron con el apoyo del sector empresarial.

    Los patrones estuvieron de acuerdo con el cambio; y esa es la labor política que justamente sólo puede hacer una figura como el presidente constitucional de la República: ese es el tipo de trabajo que AMLO (más pragmático que ideológico) siempre se ha distinguido en hacer.

  • Desigualdad

    En este sexenio, por primera vez este siglo, la desigualdad en ingresos del país disminuyó. Exactamente cuánto disminuyó está abierto a interpretaciones y es de hecho una pregunta terriblemente difícil de responder; pero de que disminuyó la desigualdad no hay duda.

    ¿Esto quiere decir que ya no hay desigualdad en México? No; yo no estoy diciendo eso. Nadie (sensato) está diciendo eso.

    Sólo disminuyó la desigualdad; que cuadra con el resto los datos que he estado poniendo: si por fin les subieron el sueldo a la población más pobre del país, obviamente habrá más que saldrán de la pobreza y disminuirá la desigualdad.

  • Tipo de cambio

    En 2023, el peso mexicano tuvo la mayor apreciación anual en registro desde que se tiene régimen cambiario de libre flotación.

    ¿Esto significa que el peso es una moneda más fuerte que el dólar? No; yo no estoy diciendo eso. Nadie (sensato) está diciendo eso.

    Sólo es un hecho (vayan al banco o compren algo importado en Amazon) que el tipo de cambio favoreció este año al peso mexicano, básicamente como no se veía en todo este siglo. Espero que no le hayan hecho caso a los que auguraban el desplome de nuestra moneda y hayan comprado dólares en 2018.

    No me voy a meter al análisis de por qué chingados pasó eso, pero por supuesto tiene que ver con la fortaleza de la economía mexicana y la confianza de los mercados. Que nos lleva a:

  • Estabilidad económica

    La economía mexicana se ubicó, según el Fondo Monetario Internacional, como la economía número 12 en el mundo, por encima de Australia, España y Samsung/Corea del Sur. El Fondo Monetario Internacional, esa institución que todo mundo sabe está formada por radicales izquierdistas. Eso último es sarcasmo, por si era necesario aclararlo.

    ¿Quiere decir esto que la economía mexicana está en perfecta condición? No; yo no estoy diciendo eso. Nadie (sensato) está diciendo eso.

    Sólo es estable y relativamente sana. Que es (¡sorpresa!) lo que ocurre cuando los ricos y las empresas se les cobran sus impuestos sin excepciones; se instaura una austeridad republicana como política de Estado; la mayor parte de los gobernantes en el país no se roban el presupuesto; y los mismos se reinvierten en obras públicas y programas sociales.

  • Inseguridad

    Según las cifras oficiales, la inseguridad ha bajado más que en los sexenios anteriores; principalmente porque, para motivos prácticos, es el primer sexenio en décadas donde baja la inseguridad en lugar de subir.

    De todas las cifras que he publicado, éstas probablemente sean las que más se cuestionarán, con justa razón: un montón de crímenes en México ni siquiera son reportados. Sin embargo, en cosas como asesinatos y robo de automóviles en los hechos la cifra negra (los delitos de ese estilo no reportados) es casi inexistente. En el caso de asesinatos porque deshacerse de un cuerpo no es tan sencillo como Breaking Bad pudiera hacerlo parecer; y en el caso de automóviles porque suelen estar asegurados y a la víctima le interesa cobrar el seguro.

    Pero además, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) del INEGI concuerda con las cifras oficiales. Dicha encuesta mide, entre otras cosas, la percepción de la inseguridad. Si Fulano o Zutano no sufren de ningún crimen, pero escuchan de muchos de sus conocidos que sí sufrieron de algún crimen, entonces su percepción de la inseguridad aumentará, aunque no les afecte directamente. En cambio, si a mí y mi familia, y mis conocidos y los conocidos de mis conocidos no nos afecta la inseguridad, entonces mi percepción de la inseguridad disminuirá. Si se hace un ejercicio de encuesta enorme (como la ENVIPE) y resulta que la percepción de inseguridad va a la baja, y esto a su vez concuerda con las cifras oficiales, pues entonces muy probablemente sí haya disminuido la inseguridad.

    ¿Quiere decir esto que el problema de inseguridad en México está resuelto? No; yo no estoy diciendo eso. Nadie (sensato) está diciendo eso.

    No sólo eso: el tema de la inseguridad es sin duda alguna en el que más nos ha quedado a deber el Peje y su administración. Sí, la inseguridad ha bajado, pero no lo suficiente y además definitivamente no a la velocidad que debería. Yo sí creo que la única solución al problema de inseguridad es justamente subsanar las causas de la misma, que no es otra sino la desigualdad socioeconómica (que combatirla ha sido el énfasis del Pejesexenio); pero se puede (y debe) hacer más, y en eso el gobierno de Andrés Manuel nos quedó a deber.

    De cualquier forma, es mejor que lo ocurrió en los otros sexenios de este siglo.

Yo esperaría (aunque lamentablemente sé que de hecho no es así) que todos estuviéramos de acuerdo en que los datos duros que acabo de mencionar son todos objetivamente buenos, si no es que en algunos casos excelentes, para evaluar la condición del país. Lamentablemente, como digo, hay gente que sinceramente cree que tener un salario mínimo alto es (por ejemplo) algo malo: los casos más extremos de hecho creen que no debería haber salario mínimo, porque es una “injerencia” del Estado en la economía.

Esta gente, que a estas alturas de mi vida no puedo menos que pensar en ellos como personas gratuitamente crueles (que la labor infantil esté prohibida también es “injerencia” del Estado en la economía, así como prohibir que despidan a una mujer porque se embaraza), yo sencillamente no las puedo ya tomar en serio. Por suerte son muy pocas, entonces en general podemos ignorarlos (que es lo que haré en esta entrada).

En general si creen que alguno de los puntos que puse son algo negativo para el país, no me interesa mucho su opinión; pero sí podemos discutir cómo se interpretan dichos datos.

Otra cosa es por supuesto que me estoy centrando en la situación político-socioeconómica. La sencilla razón es ésta: soy de izquierda.

Hay quienes creen que ser de izquierda es apoyar el matrimonio gay; o la despenalización del aborto; o los derechos de las personas transgénero. Y sí, todas esas posturas son parte de lo que nos define a los que nos consideramos de izquierda.

Pero no son lo más importante.

Lo más importante para la izquierda es la lucha contra la desigualdad, principalmente económica. Si se avanza en eso, no sólo tiene un impacto mucho más grande y profundo: lo demás es mucho más fácil de conseguir. El énfasis en lo que los gringos llaman (en su definición moderna) las guerras culturales suele ser (aunque no siempre), una distracción; por eso un sector importante de la “izquierda” gringa (por decirle de alguna manera) lleva años perdiendo el tiempo en qué baños puede o no usar una persona o qué pronombres se deben utilizar, cuando el salario mínimo está estancado en $7.25 la hora desde hace casi quince años.

Pero además, en México se ha avanzado muchísimo en esas demandas en este sexenio. Se despenalizó el aborto a nivel federal; se prohibieron en todo el país las terapias de conversión (no les tengo que decir de qué partido eran los que se opusieron); y por primera vez en la historia el gabinete del presidente tuvo paridad de género. Los libros de texto gratuito, hablan de sexualidad y diversidad sexual, aunque se persignen los de la oposición.

Pero lo socioeconómico es lo más importante, por supuesto. Y en ese sentido, el sexenio del Peje ha puesto al país en una situación mejor (y se puede discutir que mucho mejor) que a cómo lo recibieron. Ojo: el país no son los cerros o las banquetas; el país no son las empresas o los inversionistas; el país no son sus instituciones. El país es su gente; toda su gente: y su gente está mejor que hace cinco años. En general, por supuesto hay excepciones, siempre hay excepciones.

Pero que el país esté mejor, de nuevo, era medio obvio que ese sería el resultado nada más teniendo gobernantes un poquito menos rateros y un poquito menos imbéciles. Si quieren ni siquiera mucho menos; nada más tantito menos.

(Me encantaría poder afirmar, como verdad absoluta, que la administración del Peje es menos corrupta que las anteriores, pero no se puede demostrar un negativo: no podemos afirmar que no hay corrupción sólo por no verla; sólo podemos afirmar que hay corrupción cuando la vemos. Hay muchísimos indicadores de que sí hay menos corrupción ahora, para empezar que la lana alcanza para los programas sociales y las obras públicas, además de que la prensa se supone es parte de su trabajo y no han encontrado tanta corrupción a pesar de tener a la administración de Andrés Manuel bajo una lupa mucho más potente que a administraciones anteriores; pero no podemos afirmarlo de manera absoluta, si estamos tratando de ser honestos.)

¿Quiere esto decir que México es ya una utopía y que todo es perfecto? No; yo no estoy diciendo eso. Nadie (sensato) está diciendo eso.

Sigue habiendo un chingo de problemas; y esta administración cometió un chingo de errores. Algunos por incapacidad; otros por falta de tiempo; muchas veces fallaron los cálculos (o se hicieron muy inocentemente); y no se pueden minimizar los causados por obstrucciones de la oposición. ¿Y qué creen? En estos meses que quedan van a cometer todavía un chingo más de errores; y si queda Claudia como presidenta, durante su sexenio de nuevo se cometerán un chingo de errores. Es, para motivos prácticos, inevitable.

Por eso si lo único que pueden responder a esta entrada es con ejemplos de cosas que salieron mal, les ahorro la molestia: probablemente tengan razón en todos y cada uno de esos ejemplos. Exceptuando por supuesto las ridiculeces que se inventa la oposición cada 20 minutos, como que los libros de texto iban a inculcar el comunismo a los niños (¿se les olvidó combatir eso rapidito, verdad?), o que la gasolina estaba a 30 pesos el litro al inicio de este año (vayan a su gasolinería más cercana, PEMEX de preferencia por favor, y revisen por ustedes mismos).

Si no son invenciones ridículas, sin ningún problema acepto casi cualquier ejemplo que quieran mencionar como muestra de que, según ustedes, el sexenio del Peje no es el mejor de este siglo. Pero entonces tienen que poder demostrar que (a) ejemplos similares no ocurrieron en los sexenios anteriores; o (b) que ocurrieron significativamente menos veces que en el sexenio de Andrés Manuel.

Y por supuesto debe haber cierta sinceridad y honestidad; si un programa en este sexenio tiene ejemplos de cosas que salieron mal, y dicho programa no existía antes, obviamente el ejemplo malo únicamente ocurrió en el sexenio de AMLO: pero, si lo malo es un porcentaje pequeño del programa, entonces el mismo sigue siendo una mejora a no tener dicho programa. E incluso si no es tan pequeño el porcentaje: el punto es en promedio, en general qué tanto bien genera o no.

Lo mismo pasa con obras incompletas o no funcionales al 100%: si es únicamente especulación de que nunca van a funcionar o dar un resultado neto positivo, nada más porque sus corazoncitos eso les dicen, no es razón suficiente para descalificar al programa u obra completo; mucho menos a todo el sexenio. Tendrían que estar funcionando terriblemente mal una mayoría de los programas implementados y obras construidas por la Transformación para poder descalificar al sexenio completo; y las cifras sencillamente no cuadran con eso.

Pero lo podemos discutir; es interesante el discutirlo. Sólo tenemos que estar de acuerdo en qué es real y qué no en el país y el mundo, no podemos hacerlo con base a sentimientos o dogmas. Si asaltaron a alguien que conocen no quiere decir que la inseguridad no ha bajado; si saben de alguien que tuvo un problema en un hospital público no quiere decir que todo el sistema de salud no sirve para nada; si conocen de un caso de corrupción no (necesariamente) quiere decir que toda la administración es corrupta. Los casos particulares son eso, particulares; no los minimizo, pero no determinan el estado general de la nación. Para eso necesitamos cifras a nivel global de todo el país (por definición); y justamente instituciones como el INEGI y el Banco de México se dedican a eso. De ahí que tengamos que estar de acuerdo en que están en general bien antes de poder discutir nada.

Si estamos de acuerdo en que son reales esas cifras, es básicamente imposible llegar a una conclusión distinta a que AMLO ha sido el mejor presidente de México en este siglo; y de hecho es fácil argumentar que ha sido un buen presidente, sin necesidad de compararlo con sus antecesores. Pero si creen que pueden justificar el caso contrario, por favor inténtenlo.

Mientras tanto, para el mundo sensato que reconoce que el Peje ha sido el mejor presidente de México en el siglo XXI, la encrucijada en la que se encuentra nuestra desesperada y triste oposición es la siguiente: o bien admiten la realidad (el Peje es el mejor etc., etc.), o la rechazan tratando de reemplazarla con una “realidad” inventada.

Lo delicioso de la situación, es que hagan lo que hagan, la oposición pierde. Si admiten que el sexenio del Peje es lo mejor que le ha pasado al país en décadas, pues pierden porque admiten que hay que continuar sus estrategias y entonces la mayoría del país va a votar por Claudia. Y si lo reniegan y tratan de convencernos de que arriba es abajo y que el agua es seca, la enorme mayoría de los mexicanos con derecho a ejercer su voto este año van a darse cuenta de que están tratando de tomarnos el pelo y también van a votar por Claudia.

Y la situación es deliciosa entre otras razones porque no hay medias tintas; la oposición no puede decir algo del estilo de “las políticas de Morena están bien, pero mejor voten por nosotros; lo sabemos hacer mejor”: son los que gobernaron durante décadas y sabemos que no lo saben hacer, tendríamos que ser muy pendejos para creerles. Tampoco pueden decir que la mayor parte de las cosas salieron mal, porque evidentemente no son la mayoría; sí hay cosas que salieron mal, pero en general las cosas salieron bien. Entonces están condenados a negar la realidad diciendo que todo o casi todo está mal, porque es la única oportunidad que tienen de tratar de ganar lo que sea en las próximas elecciones; de ahí que estén tan desesperados y tan tristes.

Sin embargo, no voy a profundizar aquí sobre nuestra desesperada y triste oposición; esta entrada ya va para ser de las más largas de mi blog, entonces eso lo dejaré para una entrada aparte más adelante. Así que mejor sólo mencionaré una última cosa, que convenientemente a muchos medios se les ha olvidado mencionar últimamente.

Como se puede extrapolar de lo que puse arriba, los datos duros justifican el decir que hemos tenido un buen gobierno en este sexenio que termina; no perfecto, no infalible; sólo bueno. Si quieren ni siquiera muy bueno (aunque en mi opinión así es); si quieren nada más bueno a secas. Pero incluso si no quieren admitir eso (que es medio tapar el sol con un dedo, dada la información objetiva con la que contamos), entonces al menos deberían admitir fue mejor que las administraciones anteriores en este siglo. Podríamos de hecho discutirlo incluso hasta Miguel de la Madrid Hurtado; pero en un afán de extender una mano amiga vamos tratar de llegar a un punto medio y decir que únicamente fue mejor (relativamente hablando) que las administraciones de Fox, Calderón y Peña Nieto.

Bueno: pues todos esos resultados positivos se dieron a pesar de la pandemia de 2020. A pesar de que casi se detuvo por completo la economía, este gobierno está entregando resultados económicos positivos al final. En algunos casos, muy positivos. ¿Por qué fue eso? Por que esta administración le dio prioridad a la gente; no a las empresas o inversionistas, mucho menos a la oportunidad de ver qué se podían robar los gobernantes en turno.

Por el bien de todos, primero los pobres.

Sólo imaginen (de manera honesta, de preferencia), cómo hubiera resultado la pandemia con las políticas económicas y sociales de las anteriores administraciones. Si hacen ese ejercicio sinceramente y con honestidad, en una de esas consiguen comprender porqué en algunas encuestas los mexicanos le dan una aprobación de más de 70% a Andrés Manuel López Obrador.

Feliz año nuevo 2024

Como todos los años, queridos lectores, les deseo un feliz año nuevo. El año pasado fue fascinante en el aspecto político, principalmente porque al parecer la elección del próximo 2 de junio se decidió de antemano en dicho año. Eso en principio hace que no sea muy emocionante la elección de este año; pero no le quita lo divertido de ninguna manera.

Faltan cinco meses para que elijamos a la que (con casi absoluta certeza) será la primera presidenta del país, y aunque indudablemente tendremos una de las campañas más sucias de toda nuestra historia, incluyendo cosas como audio y video falsos generados con la mal llamada inteligencia artificial que se ha popularizado en los últimos meses, no tengo la menor duda de que la ciudadanía mexicana (en su mayoría) se elevará al nivel requerido por las circunstancias y que los resultados de casi todas las elecciones serán aceptados por virtualmente todo mundo, estando casi dispuesto a apostar que incluso lo harán el mismo 2 de junio.

Me puedo equivocar, por supuesto: 5 meses son muchos meses; pero al parecer todo se está encaminando a que no haya mucho qué discutir de los resultados. Vamos a ver; en una de esas nuestra desesperada y triste oposición saca su colectiva cabeza de su colectivo trasero y dejan de hacer estupidez tras estupidez tras estupidez tras estupidez.

No dan muchas señales de ni siquiera intentarlo, sin embargo.

El quinto grito de la 4T

El viernes fui, por segunda vez en mi vida, al grito presidencial del Día de la Independencia. Fui con mi mamá, que de hecho fue su idea el ir; y como era predecible sólo nos pudimos acercar hasta un punto donde justamente dos arbustos nos tapaban el escenario y además el balcón presidencial del Palacio Nacional… no que hubiera importado que no estuvieran los arbustos, porque estábamos bien pinche lejos.

El peor lugar posible

El peor lugar posible

En todas las otras administraciones federales que ha habido en el país desde que yo tengo memoria, los presidentes en turno eran merecedores de mi más absoluto desprecio, si no es que de plano odio bien ganado en muchos casos.

Justamente por eso fui el 2019 al grito: el primer grito de la 4T. En ese punto en la presidencia del Peje todavía no había casi nada que la administración pudiera cacarear; no fui tanto por apoyarlo a él o a su entonces naciente sexenio: fui porque era celebrar que por fin estuviera un presidente en la Silla del Águila por el cual yo hubiera votado; y también de que habíamos sacado a patadas al PRIAN de la misma.

Luego, como todos sabemos, vino la pandemia y no hubo grito masivo en el Zócalo en el 20 y 21. Siendo honesto, la verdad no sé si hubiera ido; durante los primeros años de la 4T, a pesar de que yo en general estaba de acuerdo con las políticas siendo implementadas por el equipo del tabasqueño, no es como que hubiera todavía mucho por qué celebrar. El año pasado la pandemia seguía muy presente en la vida diaria, entonces volví a usarla de pretexto para no ir; pero ya comenzaban a verse las señales que me hicieron regresar al grito este año.

Este año fui otra vez al pejegrito, a celebrar los resultados parciales entregados por el que es indiscutiblemente el mejor presidente que ha tenido México en el siglo XXI; y realmente en el último medio siglo, si no es que más. Eso y convivir con la banda que indudablemente adora al tarado del Peje, que siempre me han caído muy bien (son un sector fundamental de lo que denominamos como la “chilanguiza”, de la que soy parte, al fin y al cabo).

Si no están de acuerdo con la primera parte del párrafo anterior: 1: están equivocados; y 2: es muy probable que estén siendo manipulados, que sean tan dogmáticos que literalmente se nieguen a ver la realidad objetiva, o algo por el estilo. Independientemente, si ese el caso literalmente no me interesa en lo más mínimo oír su opinión al respecto; no planeo escribir o discutir de política este año, porque me voy a esperar al siguiente, donde me parece tendrá sentido. Así que si quieren dejar veneno en los comentarios, son bienvenidos a hacerlo: procederé a borrarlos de inmediato.

Ese lugar pésimo que nos tocó para el grito, resultó al final que estuvo muy bien para ver los fuegos artificiales, que estuvieron particularmente padres este año. Eso y cantar los lugares comunes que siempre cantamos los mexicanos cuando nos apelotamos todos, nada más con el plus de hacerlo con mi banda chilanga (fundamentalmente; supongo había bastante gente de provincia).

Los fuegos artificiales

Los fuegos artificiales

Falta un año y dos semanas para que acabe el sexenio del Peje; y todo se está acomodando para que termine siendo mucho más exitoso de lo que yo había imaginado; eso entre otras cosas probablemente implicará que se dé la continuidad de la 4T el próximo sexenio, aunque por supuesto un año es una vida entera en política. Pero son tantas las señales que apuntan a ese pronóstico, que yo me animo a hacerlo; vamos a ver, espero no equivocarme.

Como sea, si todo sale bien, probablemente vuelva a ir al grito en 2024, que esperemos sea para celebrar un muy buen cierre de sexenio y la continuidad de las políticas de protección para los más necesitados que objetivamente están dando buenos resultados.

Charla de la huelga en la USAC

La semana pasada, el 30 de agosto, participé en un conversatorio de la Universidad de San Carlos de Guatemala, cuyos estudiantes se están movilizando por la última elección de rector que tuvieron (este video de Facebook expone el problema desde su punto de vista).

Me pidieron a mí y a Argelia Pérez que comentáramos nuestras experiencias en la huelga de la UNAM de 1999-2000; no sabía si escribir de ello en el blog, porque en general no pongo ligas a los videos de YouTube donde termino apareciendo. Especialmente porque desde la pandemia el número aumentó bastante, dada la pandemia.

Como sea, al final decidí que sí, así que aquí está:

No digo ahí absolutamente nada nuevo; todo lo he comentado con anterioridad en el blog. Más interesante para mí fue la participación de Argelia, que siendo mucho más profesional que yo hizo una presentación con gráficas y fotos (que aparezco en un par de casualidad). Fue divertido rememorar varias de esas cosas.

Como sea, ahí lo dejo si a alguien le interesa verlo.

Las tres categorías del animé para adultos

Hay varios animés que planeo reseñar que entran en la categoría de animé para adultos. Aunque esto le haga pensar a un montón de gente en básicamente tentáculos, muchachas adolescentes en uniformes de marinerito y a lo que todos sabemos que esto lleva, hay un montón de animé para adultos que no tiene nada de sexual; únicamente está pensado para adultos. Y por supuesto, también hay muchos más animés que cubren todo el rango desde sexualmente juguetón (imaginen el equivalente de múltiples películas de Marilyn Monroe), hasta básicamente pornografía que no sólo es hardcore, sino que abarca cosas mucho más depravadas que cualquier película pornográfica con seres humanos pudiera cubrir, porque es justo la libertad que da el dibujar las escenas: la imaginación es el único límite (una vez más: tentáculos).

No voy a cubrir pornografía en mis reseñas: pero sí voy a cubrir múltiples animés que me parecen sí son para adultos (como de hecho creo que lo son Citrus y Goblin Slayer, que ya reseñé); y un par que si somos sinceros probablemente rayen en la pornografía… si bien todos han sido transmitidos en la televisión abierta en Japón (aunque este par que menciono generalmente de madrugada).

Todo lo que sigue es lo que yo entiendo del medio; sin duda alguna puedo equivocarme y a lo mejor doy algunas de definiciones mal. Se aceptan correcciones.

En animé básicamente se tienen tres categorías para adultos: la primera, animé que sencillamente está pensado para adultos, por los temas que cubre, pero que no tiene contenido sexual, siguiendo la idea mocha de que ver un humano destrozado de la manera más violenta no es tan “grave” como mostrar un par de nalgas o un triste pezón.

En la segunda categoría básicamente puede haber desnudos (pero nunca genitales; particularmente en Japón… aunque cagadamente genitales de niños varones chiquitos se consideran casi como chistes), pero no hay nunca sexo explícito. A lo más una pareja puede abrazarse y besarse poco antes o poco después del coito, pero el acto mismo no se muestra… aunque a veces se escucha mientras la cámara enfoca una esquina del cuarto, o las caras de los participantes… o sus pies, como la famosa escena de Shinji viendo las memorias de Misato teniendo sexo con Ryoji en End of Evangelion.

Los pies de Misato

Los pies de Misato

Esta segunda categoría también abarca los animés que simpáticamente evitan desnudos utilizando trucos de cámara para ocultar pezones y/o genitales. Como siempre, Evangelion vuelve a dar aquí un buen ejemplo, en este caso en la segunda parte de Rebuild of Evangelion, Evangelion 2.0: You Can (Not) Advance.

Asuka y las cervezas

Asuka y las cervezas

A esta segunda categoría, que es básicamente todo lo que cubre a imágenes sexualmente sugestivas más que explícitas, se le suele denominar (al menos fuera de Japón) ecchi, y es la gran mayoría del animé para adultos que se transmite en la televisión abierta en Japón. Como digo arriba, hay animé para adultos sin contenido sexual, generalmente porque trata cosas como alta violencia, uso de drogas y cosas por el estilo; y también hay animé para adultos que sencillamente no está pensado para niños: de cualquier manera, todo esté animé para adultos sin contenido sexual está en la minoría.

Ahora: contenido sexual no necesariamente quiere decir contenido sexual. Dentro de ecchi se suele aventar, junto con pegado, a todo el animé (que se puede discutir es la mayoría) que utiliza el famoso fan service, en mayor o menor medida. El fan service ha evolucionado, en particular fuera de Japón; hoy en día por ejemplo, la escena con Dr. Strange en Thor: Ragnarok se le puede clasificar como fan service porque es literalmente en servicio de los fans. En Japón y con animé en particular, sin embargo, fan service es básicamente muchachas bonitas enseñando los calzones o el inigualablemente imposible zangoloteo de senos que produce la animación japonesa. Obviamente hay más variedad, pero en general son panty shots, muchachas (casi invariablemente muchachas) en vestimenta ridículamente reveladora y/o ceñida en poses sugestivas, o el antes mencionado imposible zangoloteo de senos como si estuvieran hechos de gelatina.

Aunque no es el 100%, el fan service sí permea a casi todo el animé; incluyendo múltiples series indiscutiblemente para niños y que la enorme mayoría de los espectadores no necesariamente clasificaríamos como ecchi. Para bien o para mal, es como ha sido el medio básicamente desde el inicio, y no se ve que vaya a cambiar pronto: pero sí es importante señalar que existen animés (muy buenos varios) que no tienen absolutamente nada de ecchi ni de fan service.

La tercera categoría es básicamente dibujos animados pornográficos; el sexo es explícito (aunque, hilarantemente, con genitales pixelados, por varias leyes arcaicas en Japón) y en un porcentaje no pequeño de los animés en esta categoría la historia es nada más un pretexto para mostrar encuentros sexuales entre los protagonistas… justamente como en las películas pornográficas; aunque también hay varios con historias muy buenas. A esta categoría se le conoce (de nuevo, fuera de Japón) como hentai, y exceptuando un puñado de casos nebulosos, los animés en esta categoría nunca se transmiten en televisión abierta en Japón; las series se compran vía Blu-ray (me parece que no hay realmente distribución digital).

La línea divisora entre las distintas categorías es borrosa, por decir lo menos, y como muchas cosas en la vida todo depende del cristal con que se mira: como ya mencioné, hay animé que tiene fan service pero es discutible si realmente es ecchi nada más por mostrar de vez en cuando calzones de muchachas; y animé ecchi que bajo cualquier definición legalera de pornografía debería ser hentai, si no fuera por el hecho de que habemos muchos que sentimos literalmente en las tripas que el animé en cuestión merece más que esa categorización. Como decía Potter Stewart, juez de la suprema corte gringa: “I could never succeed in intelligibly [define hardcore pornography…] But I know it when I see it“.

¿Por qué estoy dedicando tantos pixeles a tratar de enmarcar estas categorías? En primer lugar, porque me parece que cualquier expresión artística tiene el derecho de existir (módulo la paradoja de la tolerancia), incluso si la intención del o los artistas que la crearon sólo era ganar dinero. En segundo lugar, porque creo sinceramente que muchos animés ecchi (y un puñado de hentai) no tienen únicamente la intención de excitar a adolescentes urgidos; sino que sinceramente intentan ser sexo positivos, que me parece es algo que el mundo podría hacer más uso de (especialmente ciertos sectores de las izquierdas en todas las culturas1). Y en tercer lugar, porque mucha gente tiene la idea de que todo el animé es inherentemente ecchi (si no es que hentai); esta idea, en defensa de quienes la tienen, se la ha ganado Japón a pulso, porque ciertamente la enorme mayoría del animé es al menos un poquito arrecho2… pero como ya dije no todo el animé es así: mi serie favorita de todos los tiempos, Cardcaptor Sakura no tiene nada de arrecha, así como tampoco, por ejemplo, Violet Evergarden… aunque, paradójicamente, Violet es sin duda alguna adulta, nada más sin temas sexuales (excepto una insinuación de abuso sexual).

Obviamente que una expresión artística tenga el derecho de existir automáticamente implica que todo mundo tiene derecho de criticarla; y dicha crítica puede ser tan inmisericorde como el mismo crítico decida. Eso es perfectamente válido: lo que no es válido es llamar a la censura bajo ninguna circunstancia (entendiendo que clasificar algo como “sólo para adultos” no es censurar); mucho menos satanizar al creador, que tiene el derecho de expresarse de todas las maneras que quiera (módulo la paradoja de la tolerancia); y mucho menos el caer en kinkshaming. Los fetiches y perversiones de cada quien, siempre y cuando sean con el consentimiento de todos los involucrados y sin violar los derechos de nadie, son asunto individual de cada persona, y nadie tiene el derecho de criticar a nadie más por ellos.

¿Es mucho del animé que existe (y que probablemente seguirá existiendo) arrecho? Eso es indiscutible; se puede incluso argumentar si es una característica semidefinitoria del medio. ¿Es esto algo malo? No necesariamente; que es justamente el punto de esta clasificación que planeo utilizar en mis reseñas: un montón de animé del que he escrito y del que escribiré es sin duda alguna arrecho: pero eso no es en sí mismo algo malo, y en muchos casos (como cuando es sinceramente sexo positivo) de hecho es algo bueno, me parece. Y, lo siento, sé que es juvenil y que puede hacer sentirse incómodas a ciertas personas, pero a veces que una muchacha enseñe los calzones sí es honestamente divertido. No digo que sea el paragón del humor inteligente; pero sí puede ser fuente sincera de humor bien intencionado.

¿Hay animé misógino? Por supuesto que hay animé misógino; en una cultura tan machista, conservadora, conformista y tradicional como la japonesa, sería absurdo imaginar que mensajes o tendencias misóginas no se filtraran en uno de los productos más emblemáticos de dicha cultura: los personajes femeninos son rutinariamente cosificados; las mujeres que suelen ser ostentosamente sexuales son casi invariablemente villanas; y en el siglo XXI el ideal femenino sigue siendo (con sus debidas excepciones) la mujer callada, abnegada, sumisa y buena para las labores del hogar. Y no sólo hay misoginia; hay una tradición ya añeja en el animé de mensajes homofóbicos y transfóbicos, donde los personajes codificados como queer son representados como sujetos de los cuales hay que desconfiar o tenerles cierta repulsión, incluso cuando son aliados de los héroes, como Leeron Littner en Gurren Lagann; o son de plano villanos deformes, como el Barón Ashner en Mazinger Z.

Leeron Littner y el Barón Ashner

Leeron Littner y el Barón Ashner

Y dejen ustedes la misoginia, homofobia y transfobia; la japonesa es una cultura históricamente xenofóbica y racista, incluso (o particularmente) contra “razas” cercanas como los chinos y koreanos, ya no digamos contra negros, donde en el animé suelen ser, valga la rebuznancia, una caricatura, como Mr. Popo en Dragon Ball; que paradójicamente es una serie en general adorada por los negros gringos.

Mr. Popo

Mr. Popo

Todo esto es cierto: hay mucha misoginia, homofobia, transfobia, xenofobia y racismo en el animé: los ejemplos abundan y en muchos casos hay personajes profundamente insultantes a un montón de sectores en todo el mundo. Nada de eso, necesariamente, afecta la calidad de un animé. Se vale criticar estos aspectos, por supuesto, pero los mismos no necesariamente demeritan a una serie en su conjunto.

Se está dando una tendencia desde hace varios años ya en este siglo, en círculos académicos y de gente educada y “progresista”, de tratar de clasificar como “mala” a toda expresión artística que no incluya los mensajes “correctos” de los árbitros de la moral moderna; donde se espera que toda historia incluya personajes diversos y la representación de todos los grupos sea “apropiada”, donde sepa la chingada qué quiere decir “apropiado”, pero lo que sea que definan probablemente esté mal para múltiples personas y/o grupos. Peor aún, se trata de “cancelar” a los creadores que producen cualquier tipo de contenido que no cumpla esta imposiblemente alta vara de medir, donde los postes se van moviendo constantemente de cuál es el mensaje “correcto” que una expresión artística debe tener. O peor aún, si un creador abre el hocico y dice alguna estupidez, hoy en día hay quien aboga por casi casi destruir sus obras o al menos satanizarlas (retroactivamente en muchos casos, además).

En mi humilde opinión, esto es una bola de pendejadas.

Mi novela favorita de todos los tiempos, Cien Años de Soledad, se puede discutir que es básicamente misógina, donde todas las mujeres son santas o putas (o santas bien putas). Una de mis novelas favoritas de ciencia ficción, Starship Troopers es básicamente un ensayo en favor del fascismo, e incluso se podría discutir que raya en la paradoja de la tolerancia (yo no creo que sea así, pero se puede discutir). Gone With the Wind es innegablemente racista y pro esclavitud, y parte del mensaje absurdo de la causa perdida de la confederación gringa. Todos esos son ejemplos de obras de arte innegablemente buenas (aunque me da hueva Gone With the Wind; debería durar 45 minutos menos); el mensaje de las mismas incluye estos componentes misóginos, fascistas y racistas, pero su calidad como expresión artística es ortogonal a esto.

O el caso de J. K. Rowling, que lleva ya varios años sin poder cerrar el hocico de la bola de pendejadas transfóbicas que se le ocurren, lo que ha causado que haya quienes quisieran básicamente quemar los libros de Harry Potter. Con todo respeto, váyanse mucho al carajo: en primer lugar los libros de Harry Potter son increíbles; en segundo lugar los mismos tienen varios de los mensajes más liberales, de izquierda y progresista de las últimas décadas; y en tercer y más importante lugar, sólo los Nazis queman libros.

Critiquen los componentes que merezcan la pena ser criticados de una obra; pero eso no necesariamente define a la obra en su conjunto. Critiquen a los creadores, si lo consideran pertinente, pero lo que dicen y hacen los creadores es en general ortogonal a la calidad de las obras que producen, y las mismas deben ser criticadas por su valor innato. Y ciertamente no critiquen a los fans de ciertas obras/medios/genéros, si los mismos no se meten con nadie. Es una extensión de que hacer kinkshaming está mal: si una persona no infringe los derechos de nadie más, no le hace daño a nadie, entonces nadie más tiene el derecho de criticarlos porque tienen ciertos gustos. Cada quien.

Y de hecho, si ciertas expresiones artísticas les parece tienen un mensaje incorrecto o los hace sentir incómodos, por supuesto están en su derecho de analizar y criticar dichas expresiones, si bien no de llamar a que se censuren o que se destruyan. Pero, ¿no sería más sencillo (y productivo) si no consumieran dichas expresiones en primer lugar? Que es el otro factor moderno problemático: la cultura de hoy en día de “compartir” y mezquinamente pelear por likes y similares recompensa mucho más la crítica destructiva (entre más vociferante mejor), que el alegremente platicar de las pendejadas que nos gustan sin meternos con los gustos de los demás. Sin duda alguna se va a generar más tráfico si me pongo a explicar, de la forma más agresiva o condescendiente posible, por qué ésto que le gusta a ciertas personas está mal, y encima por qué ellos fallan como seres humanos por tener esos gustos.

Ésta era la clara diferencia entre ser liberal y conservador hace unas décadas; los conservadores eran los que querían controlar qué pensaban y qué gustos tenían las personas: de ahí las “terapias de conversión” para los homosexuales; literalmente la idea era “cambiarles el gusto” para que quisieran andar con el sexo opuesto. Los liberales eran los que abogábamos por la libertad de cada quien de cómo pensar y de tener nuestros propios gustos, siempre y cuando no se infringieran los derechos de nadie más.

Ahora hay un sector no pequeño de gente que se autodenomina de izquierda, liberal y “progresista” que literalmente quiere humillar a otras personas por los gustos que tengan aunque no le hagan daño a nadie. Critiquen a las obras en su conjunto, no nada más por un aspecto que no les gusta (es su gusto; no el de todos); critiquen a los creadores, pero entiendan que las obras existen independientemente de los creadores (y siguen existiendo mucho después de que los creadores mueran); y definitivamente no critiquen a la gente que disfruta estas obras, si los mismos no le hacen daño a nadie.

Yo no quiero que los productos culturales que consumo tengan mensajes idílicos y los personajes en los mismos sean ejemplos intachables de cómo se deben comportar los seres humanos perfectos (bajo sepan ustedes qué definición de “perfecto”); quiero héroes y villanos dañados y falibles, que realicen acciones que yo nunca podría llevar a cabo, y con historias cuyos mensajes puedan contradecir lo que pienso y lo que digo, incluso cuando dichos mensajes estén mal. Si no qué hueva.

Y por supuesto me reservo el derecho a criticar inmisericordemente todas estas obras; o a no hacerlo si sólo ciertos aspectos son criticables y en su conjunto las encuentro de mi agrado.

No voy a ser parte de esta policía moral que se comporta como lo hacen los conservadores: tratando de determinar qué es o no lo “correcto” en ficción, y criticando a gente nada más por sus gustos. Así que en mis reseñas de cualquier tipo, pero particularmente de animé, porque ahí se darán los ejemplos más “controversiales”, no necesariamente mencionaré estos aspectos “negativos” si me parece que en general no demeritan a la obra en su conjunto.

Eso sí, siempre diré en cuál de las tres categorías del animé para adultos pertenecen, en mi opinión. Y si son o no arrechos, porque me encanta el término y quiero usarlo más seguido.

1Hablando de eso, vayan y vean Sex Education en Netflix: es espectacular y un ejemplo excelente de qué es ser sexo positivo.

1El término en inglés es, por supuesto, horny; la traducción obvia al español sería caliente, pero además de que no me parece que encapsule exactamente lo que quiero decir, el término usado en la Costa Chica de Guerrero (de donde es mi padre) es arrecho (especialmente cuando es aplicado a una mujer, arrecha), y creo que es un término que vale la pena que se recupere en español.

El aborto a nivel nacional

Hace catorce años escribí una de las entradas de este blog de las que más orgulloso estoy: mi entrada del aborto. Cerca del final de esa entrada yo predecía:

El aborto durante las primeras doce semanas de gestación debe ser y será despenalizado en la Ciudad de México. Y de ahí seguirán otros estados, y eventualmente todo el país. Esta derecha estúpida, medieval y mocha que se opone podrá vociferar mucho, pero se van a chingar.

Nos llevó catorce años que ocurriera, y lo que pasó exactamente ayer es que la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucional el castigo penal contra las mujeres que aborten en todo el país. Y llevó tanto tiempo, porque la democracia es lenta y aburrida.

No voy a escribir aquí de nuevo acerca de las obvias razones por las cuales el aborto debe ser despenalizado: no es por nada, pero mi entrada de hace casi década y media se ha preservado bastante bien; me parece que los argumentos que expongo en ella siguen (y seguirán) siendo válidos. También, si algún mocho quiere discutir acerca de por qué sí debería penalizarse el aborto, alegremente voy a borrar su comentario sin ni siquiera pensarlo: es una discusión absolutamente rebasada que ya perdieron (a nivel mundial, encima de todo); y además, como predecía en mi entrada de hace catorce años: ya se chingaron; pónganse a chillar si quieren, no nos importa. Son minoría, para hacer más intrascendente su opinión.

De lo que quiero escribir es de lo que muchos van a obviar o tergiversar respecto a esta decisión histórica en favor de los derechos de las mujeres por parte de la SCJN: la misma es un logro de la 4T.

No es un logro del Peje, de ninguna manera; pero sí es un logro de la 4T. Y que es justamente lo que muchos nunca han entendido acerca de los que votamos por AMLO en 2018 (y 2012, y 2006…): nunca fue acerca de él. Fue acerca del proyecto de nación; un proyecto que justamente permitió que de manera “natural” (je) la Suprema Corte de Justicia de la Nación declarara como derecho constitucional la potestad de las mujeres de decidir por ellas mismas lo que ocurre con su cuerpo.

Hay múltiples sectores que no se sienten representados por la 4T, discutiblemente con mucha razón; un montón de mujeres feministas y sus aliados siendo uno de ellos. Pero lo que pasa no es que la 4T (tomando en cuenta que es realmente un cúmulo nebuloso desde el punto de vista ideológico) estuviera en contra de sus demandas (en general); es sencillamente que se decidió priorizar otras cosas, siendo la corrupción y la desigualdad social los temas con más alta prioridad, sin duda alguna.

Por el bien de todos, primero los pobres. En ese sentido (y en casi todos) el Peje ha sido desesperantemente consistente.

Eso nunca significó que no se estuviera trabajando también en los temas de interés de estos sectores, como quedó obviamente reflejado en lo que pasó el martes. Es sólo que no era el tema político estándarte ni del Peje ni de su administración, porque hay cosas más importantes. Ojo: no estoy diciendo que las exigencias de los grupos feministas no importen; estoy diciendo que el capital político se invirtió en otros temas porque se podían satisfacer (al menos algunas de) estas exigencias sin caer en el desgaste político correspondiente. Que es justamente lo que ocurrió.

El Peje inteligentemente dejó la papa caliente en la SCJN, y la misma lo resolvió sin ningún tipo de drama; por unanimidad por parte de los 10 ministros de la corte presentes (completamente fortuito: no hubo ahí un acuerdo con la presidencia y la dirigencia legislativa de la 4T, cómo creen). Más aún, el Peje procedió a lavarse las manos negándose a pronunciarse al respecto en ningún sentido, nada más remarcando que debía seguirse la ley que de facto estableció la Suprema Corte. Habrá quien lo acuse de pusilánime al no dar su apoyo explícito a la despenalización del aborto; y peor aún, habrá quien diga que lo que pasa es que él realmente está en contra de despenalizarlo. Y los que hemos seguido al insoportable tabasqueño por más de 20 años nos meamos de la risa porque le están haciendo un favor. No importa si el Peje está o no en lo personal a favor o en contra de la despenalización del aborto; es uno de los políticos más hábiles y pragmáticos que ha tenido México: lo que le importa es que se siga el proyecto de nación que él impulsa.

Hay un montón de católicos y cristianos que se oponen a la despenalización del aborto, pero que apoyan los programas de justicia social de la 4T (siguiendo de hecho las enseñanzas de Jesús, si suponemos que existió); el lavarse las manos, independientemente de qué crea el Peje en lo personal, le permite seguir recibiendo el apoyo de estos sectores para sus programas sin desgastarse en un conflicto que para muchos no nos es primordial. Y además, el lavarse las manos implica que tampoco obstaculiza la decisión de la SCJN, por lo que también gana puntos con los sectores (o al menos con una parte) que impulsábamos la despenalización del aborto desde hace décadas.

Él mismo lo dice con casi exactamente esas palabras:

Es una decisión del Poder Judicial, de la Corte que fue prácticamente unánime, que debe de respetarse, no debemos nosotros, en mi caso, tomar partido porque hay posturas encontradas, yo no debo en este caso pronunciarme más que en favor de lo que ya resolvieron los ministros de la Suprema Corte.

Es de verdad una maniobra política magistral; más aún si se toma en cuenta la coyuntura nacional, con los imbéciles senadores del PAN habiendo recibido unos días antes al líder de VOX (partido español fascistoide que está en contra del aborto, como el mismo PAN); y la internacional, con Texas habiendo pasado una ley que en los hechos prohíbe el aborto en todos los casos. Si no lo pueden ver, bueno, no hay mucho que yo pueda hacer por ustedes.

Y las feministas que votaron por el PAN en julio, porque se creyeron que ahora convenientemente resulta que a ese partido sí le importan los derechos de las mujeres: vean lo que siguen diciendo (encima del papelón respecto a VOX). Como dije en mi entrada de que la democracia apesta: nunca hay opciones perfectas, sólo hay opciones menos peores, y esas son las que debemos elegir.

¿Por quiénes les va a convenir votar en 2024? Porque fue durante el primer sexenio de la 4T cuando el aborto por fin se despenalizó a nivel nacional en México. Eso puede ser por muchas cosas; pero les puedo garantizar que no fue por casualidad.

Las elecciones intermedias

En 1997, a mis tiernos 20 años, fui representante del PRD en casilla en las elecciones intermedias del sexenio de Zedillo, que entre otras cosas marcaron el inicio de los gobiernos de izquierda ininterrumpidos que ha tenido la CDMX en este último cuarto de siglo; y que Vicente Fox anunciara su candidatura a la presidencia al otro día, asustado con razón por la apabullante victoria que tuvo Cuauhtémoc Cárdenas en la Majestuosa. Eso salió bien para Fox; no tanto para el país y Cárdenas.

Como sea; hace casi 25 años fui representante en casilla por el simple hecho de que los del PRD me preguntaron si estaba dispuesto. Ayer fui representante de MORENA en casilla por básicamente la misma razón; me preguntaron si estaba dispuesto. Probablemente vuelva a estar dispuesto, si me vuelven a preguntar.

Las cosas han cambiado enormemente en este casi cuarto de siglo; tuvimos un curso de capacitación, nos dieron un manual del representante (que tenía varios errores, pero bueno), y todo el día estuvimos en comunicación constante los representantes de casilla de la zona que me tocó con el representante general de MORENA, que estuvo coordinando todo.

Es una joda participar en la jornada electoral, ya sea como funcionario de casilla (que nunca me ha tocado), o como representante de partido (que fue la segunda vez que participé). Hay que levantarse de madrugada para estar a las 7 de la mañana en la casilla, contabilizar qué ciudadanos han votado, y en general observar que todo transcurra de la manera en que debe transcurrir. Son más de doce horas de chamba, que además encapsulan perfectamente lo que tengo años diciendo de la democracia: es lento y aburrido.

Sin embargo fue altamente satisfactorio; es muy padre ver a los funcionarios y representantes hacer su chamba porque les interesa que la democracia funcione (estoy seguro de que la enorme mayoría que acepta esta ingrata chamba es por eso que lo hace), y ver a los ciudadanos ir a emitir su voto con distintos niveles de entusiasmo. El proceso se legitimiza más entre más ciudadanos participemos y podamos comprobar con nuestros propios ojos que todo se hace de la mejor manera posible. A mí siempre me ha parecido que esa es la labor de los representantes de partido en las casillas: nada más el hecho de que representantes de partidos adversarios puedan ver, en condiciones iguales, cómo se desarrolla el proceso, hace que de forma innata podamos confiar más en el mismo.

Por supuesto el proceso no es perfecto y todavía hay problemas, en algunos casos muy graves; que todavía haya lugares donde llega gente armada a destruir la paquetería electoral es inadmisible, por no hablar de la práctica de compra y supresión de votos, que también sigue existiendo. Pero sin duda alguna la idea fundamental del proceso es sólida, y se ha ido fortaleciendo y profesionalizando a lo largo de los últimos treinta años; varios de los pasos que se llevaron a cabo en mi casilla 1997, se volvieron a llevar a cabo de forma idéntica en mi casilla en 2021, lo que los va convirtiendo en ritos y tradiciones de la democracia mexicana. Que nos ha costado sangre fortalecerla en todas estas décadas.

De los resultados de la elección; falta que finalice el cómputo oficial de todas las casillas, pero sin duda alguna ganó MORENA (y la coalición que encabeza) en el congreso y en la mayor parte de las gubernaturas que estaban en juego, así como en la mayor parte de las alcaldías de la Ciudad de México. No fue un triunfo como el de hace tres años, pero eso era básicamente imposible; la victoria del Peje y MORENA (más aliados) en 2018 fue histórica entre otras cosas por la magnitud de la misma. La victoria de 2021 es mucho más moderada; pero sigue siendo victoria.

Desde el punto de vista legislativo la consecuencia pragmática inmediata es que con casi toda certeza no se puedan hacer más enmiendas constitucionales, a menos que sea para cosas que básicamente todos los partidos grandes estén de acuerdo. Eso está bien; las enmiendas necesarias en gran medida se llevaron a cabo en la legislación pasada, y en esta legislación los partidos allegados al Presidente pueden pasar por sí mismos y sin problemas las cosas importantes como son los presupuestos y leyes generales. Por supuesto, si se generan consensos entre todas las bancadas, pues tanto mejor.

Si los resultados de estas elecciones intermedias los sorprendieron: en primer lugar, no están poniendo atención. En segundo lugar; salgan de sus burbujas y de sus cámaras de eco. Está bien que se junten con gente que piensa como ustedes; pero están desfasados de cómo piensa la mayor parte del país (y se puede decir eso ahora sí con números duros). Les conviene al menos tratar de entender porqué la mayor parte del país volvió a votar en apoyo del proyecto del Presidente.

En tercer lugar: dejen de tratar de argumentar con cosas que evidentemente no les funcionan. Todavía a estas alturas hay gente que llamó a votar en contra del proyecto Peje por cosas como el aeropuerto en Texcoco, el avión presidencial o la política de recursos energéticos (particularmente petróleo). Esa discusión la perdieron y la siguen perdiendo; muchos de nosotros votamos por el Peje justo para que se llevaran a cabo esas medidas, tratar de usarlas como negativos para el proyecto del Presidente y de MORENA y partidos allegados no les va a servir de mucho. Incluso en cosas que no han salido como nos hubiera gustado (y de forma cagadísima en algunos casos, como con el avión presidencial), seguimos estando de acuerdo con la idea detrás de la medida; que a ustedes siga sin gustarles no importa demasiado, porque son minoría (y si siguen actuando como lo han venido haciendo la primera mitad del sexenio, lo van a seguir siendo).

En último lugar, pero no por ello menos importante: la oposición se tiene que poner las pilas. MORENA y sus aliados volvieron a ganar en gran medida porque la mayor parte de la población sigue apoyando el proyecto de país que proponen; pero también volvieron a ganar porque la oposición está hecha mierda. No tienen un plan coherente (excepto oponerse a lo que diga el Peje); no tienen una ideología concreta (excepto que el Peje es malo como la carne de cerdo en chile verde y en ayunas); y no tienen una dirigencia inteligente y capaz. Vamos, en algunos casos (ajem, Alito) esas dirigencias con corruptas y rateras, que afortunadamente se está volviendo algo anatema en el país.

Y a todos nos conviene tener una oposición inteligente y capaz; si no el tarado de Peje se va solito a Disneylandia.

La gente en este país votó por un cambio en 2018; estas elecciones intermedias demuestran que a) sí ha habido un cambio (si no, no habría tantos gritos histéricos a todo lo que ha venido haciendo el Peje y los partidos alineados a él), y b) que la mayor parte del país sigue de acuerdo con dicho cambio. No es una mayoría tan apabullante como lo fue en 2018 (de nuevo, era casi imposible); pero sigue siendo mayoría. La oposición tiene que hacer un mejor trabajo en ofrecer una alternativa a lo que ofrezcan MORENA y su candidato(a) presidencial en 2024 (no importa quién sea, con casi toda certeza continuará el proyecto del Peje), porque si no van a perder de nuevo. Pero si lo único que pueden ofrecer es de nuevo darle en la madre a la educación pública y al sistema de salud; a regalar el mercado energético; y a enfrentar al narco con balas, van a volver a perder. Especialmente si todas esas propuestas además de todo están bañadas en un hálito de corrupción.

No es que lo que proponen el Peje y MORENA sea lo mejor del universo; es que lo que proponen los demás no nos convence a la mayoría. Es así de simple.

Y ni siquiera tienen que sacrificar sangre, sudor y lágrimas para recuperar el poder, como tuvo que hacer la izquierda durante décadas; la democracia mexicana, por débil que sea, sí permite la transición pacífica entre partidos y la libre expresión de los partidos de oposición. Incluso pueden ganar; como fue el caso en la casilla donde fui representante, donde el PAN le dio una putiza a MORENA en las tres boletas. El caso más pabullante fue en la elección para alcalde, donde el PAN obtuvo 282 votos, contra 64 de MORENA.

Yo creo que por eso me invitaron los de MORENA a participar; me sacaron de la sección que me tocaba (donde también gana el PAN, pero no tan apabullantemente), y me pusieron en la boca del lobo: en el centro del bastión panista en la CDMX. Probablemente porque casi no hay base morenista en esa zona. Si no pudimos quitarles Benito Juárez en 2018, yo no tengo idea de cómo carajos se las vamos a quitar algún día. Me voy a tener que mudar a otra delegación, si algún día quiero vivir en un lugar donde en todos los niveles y ramas del gobierno estén las personas por las que yo haya votado.

Fue una jornada agotadora, pero me da mucho gusto haber participado. La democracia mexicana dista mucho de ser perfecta; pero sin duda alguna ha venido fortaleciéndose en las últimas décadas (con sus debidas recaídas, como en el 2006). Y si todos podemos actuar como actuamos funcionarios y representantes de partido ayer en mi casilla, de forma cordial y educada, poniendo nuestro granito de arena para fortalecer a nuestra débil democracia (y les repito que yo estaba rodeado de panistas), como siempre yo me siento cautelosamente optimista del futuro de éste nuestro querido México lleno de defectos.

La vacuna

El viernes 21 de mayo (hace poco menos de 2 semanas), me vacuné contra Covid. Siendo, como soy, profesor de la UNAM, soy parte del personal docente de la Ciudad de México, y por eso me tocó antes que la población general en mi grupo de edad.

La aplicación de la vacuna (CanSino, que es sólo una dosis) fue espectacularmente rápida; llegué a las 12:00 porque mi cita era a esa hora y decía que no debíamos llegar antes, y nos enfilaron en una cola que básicamente nunca se detuvo hasta que me sentaron en una mesa para verificar mis datos en mi comprobante; luego nos movieron unos cuantos metros a otra mesa donde nos vacunaron como ganado, supongo. El proceso de vacunación tardó menos de quince minutos; aunque luego nos tuvieron esperando más o menos otros quince minutos, supongo que nada más verificando que no nos desmayáramos.

La vacuna me tumbó el viernes y todo el fin de semana me dolió el hombro, pero eran síntomas que ya nos habían advertido era probable que se presentaran. Todavía el lunes amanecí como atropellado; pero para el martes ya estaba bien.

A estas alturas, mi mamá está completamente vacunada; mi papá le falta una vacuna; y mi hermano se jode, porque no es docente y no está tan grande como para que lo vacunen pronto. Sin embargo, es innegable que se está acelerando el ritmo de vacunación en todo el país, a la vez que las infecciones y muertes por el virus continúan disminuyendo.

En otras palabras, en algunos meses probablemente regresemos a algo similar a la normalidad. Aunque quién sabe qué signifique eso, exactamente; al inicio de la pandemia me preguntaron si yo creía que iba a cambiar mucho la sociedad después de la pandemia, y yo dije que no: eventualmente habría una vacuna, y entonces una vez que alcanzáramos la inmunidad social necesaria todo iba a regresar a la normalidad. Cuando la pandemia se extendió a meses y no se veía que jamás fuera a terminar, había cambiado de opinión al otro extremo; en ese momento creía que como sociedad cambiaríamos para siempre: que ya nunca jamás nos saludaríamos de mano, y trataríamos de aplicar la sana distancia y usar cubrebocas durante el resto de la eternidad.

A este punto ya no tengo ni puta idea; probablemente todo se asiente en algo más o menos en medio. Planeo ir a ver Black Widow al cine cuando salga, pero iré con cubrebocas; no he dejado de usarlo cada vez que salgo desde que me vacuné, ni de aplicar la sana distancia cuando es posible. Pero no creo que lo siga haciendo toda la vida. Lo que sí es probable, es que yo en lo personal deje de dar la mano todo el tiempo; siempre ha sido una costumbre asquerosa de cualquier manera.

Aunque aún falte para que salgamos del hoyo (si algún día salimos completamente), supongo que es válido hacerse la pregunta: ¿cómo respondió el gobierno mexicano a la pandemia? Y la respuesta me parece es muy fácil e innegable:

Fue una respuesta pésima.

Nada más el hecho de que a un inicio de la pandemia dijeran que se planteaban como escenario “catastrófico” que llegáramos a 60,000 muertes, y que andemos cerca del cuarto de millón lo justifica; pero hay más indicadores innegables de que la respuesta del gobierno del Peje fue insuficiente, tardía y en múltiples ocasiones atolondrada.

Ahora; en general (con muy pocas excepciones) a todo mundo le fue así: la pandemia agarró a casi todos los gobiernos del mundo con los pantalones en los tobillos. Exceptuando algunos países con gobiernos increíblemente autoritarios e islas con poca población y relativamente poco contacto con el exterior, a todo el mundo (primer, segundo, tercer y todos los demás mundos) les fue del nabo. A algunos les fue del nabo al inicio; otros en múltiples oleadas; otros hasta hace relativamente poco, como la India; y muchos más les fue mal todo el tiempo, básicamente. En México, aunque estuvo cerca, nunca se desplomó el sistema de salud y por mal que lo haya hecho el gobierno y las autoridades de salud, ciertamente la famosa curva se aplanó. Estuvieron mal las predicciones y se pueden (y deben) criticar varias de las medidas; pero se dejó a los expertos de salud tomar las decisiones, aunque en varias ocasiones evidentemente estas decisiones fueran incorrectas.

(También está el hecho de que no se cayó en la provocación de politizar ciertas medidas; si el Peje desde el inicio hubiera llamado a usar cubrebocas, por ejemplo, no habrían faltado los retrasados mentales que lo odian tanto que hubieran dejado de usar cubrebocas nada más para contradecirlo… pero prefiero no entrar mucho en eso.)

Por último, y aunque soy el primero en reconocer que el hubiera es el pretérito pluscuamperfecto de los pendejos, lo cierto es que la respuesta del gobierno mexicano no existe en un vacío: si no hubiera sido éste gobierno el que le hubiera tocado la pandemia, sabemos qué otras posibilidades de gobiernos existen que les hubiera tocado; y no es necesario hacer una análisis muy profundo para justificar que casi con cualquiera de las otras posibilidades, nos hubiera ido mucho peor. Nada más si consideramos que éste es el primer gobierno en décadas que ha tratado (con distintos grados de éxito) de rescatar el sistema de salud pública del país, cuando en las últimas seis administraciones federales sistemáticamente le estuvieron dando en la madre.

Así que aunque la respuesta del gobierno fue pésima, y ciertamente hay que analizar con cuidado qué falló para que nunca jamás vuelva a repetirse (porque no duden que es probable que haya otra pandemia en un futuro no tan lejano), creo que también puede defenderse cómo actuaron las autoridades federales, dadas las circunstancias. Y me parece que éste es el sentir de la mayoría de la población; ciertamente lo sabremos en unos días, cuando tengamos las elecciones intermedias.

Cuatro años kafkianos

Hoy por fin terminaron cuatro año que básicamente sólo se pueden definir como kafkianos. Después de hacerla mucho de emoción, Donald Trump por fin dejó la Casa Blanca gringa, y esperemos que eso resulte en que a México le vaya menos peor de lo que le iría con el dictador wannabe.

Porque le va a ir mal a México con Biden (nos va mal casi con cualquier presidente gringo); pero como todo en la vida, hay niveles, y Biden sin duda alguna era la mejor de las dos opciones para nosotros.

Desde mi punto de vista (que no es terriblemente original ni mucho menos único), la ascendencia de Trump a la presidencia gringa es medio paradójica; que Trump estuviera en la Casa Blanca definitivamente ayudó a que el Peje ganara de calle en 2018: probablemente hubiera ganado también con Hillary Clinton, pero la amenza de Trump para México (y el mundo) sin duda alguna lo favoreció. Y sin embargo, si Trump hubiera conseguido un segundo término (que si no hubiera sido por la pandemia, igual y ocurría), probablemente eso hubiera significado el fracaso absoluto del sexenio de Andrés Manuel. De nuevo, a lo mejor se le hubiera podido dar la vuelta; pero las probabilidades hubieran sido mucho más pequeñas.

(Por cierto, de ninguna manera que Trump se vaya de la Casa Blanca garantiza el éxito del sexenio del Peje; sólo lo hace mucho más probable).

Gracias a que Trump sólo estuvo un término al frente del gobierno gringo, el Peje necesitó torearlo nada más durante dos años; con alguien relativamente sensato (o al menos no demente) del otro de la relación bilateral, el margen de maniobra es mucho más alto. Como suele ser conmigo, me encuentro cautelosamente optimista.

Vamos a ver; pero como casi todo el resto del mundo, hoy vale la pena celebrar el fin de estos cuatro años kafkianos.

Veinte años atrás

Veinte años atrás la PFP me detuvo junto a cientos de estudiantes (y uno que otro colado), cuando rompieron la huelga más larga que ha sufrido la UNAM en su historia.

48 horas después de haber sido detenido, me encontraba en el Reclusorio Norte, donde pasaría varios días, en general, aburridísimos; lo emocionante ya había pasado.

He escrito bastante acerca de la huelga y del impacto que tuvo en mi vida; no creo que sea necesario machacar aquí una vez más mis ideas al respecto. Sólo repito que estoy muy orgulloso de haber participado en la huelga; que sigo sosteniendo que teníamos la razón al estallarla (e incluso mantenerla); y que estoy convencido de que la UNAM es hoy lo que es (la mejor universidad de Hispanoamérica), en gran medida porque sigue siendo pública y gratuita, y que esto es gracias a la huelga.

También debo agregar que México vive su primera presidencia de izquierda como consecuencia indirecta de la huelga, si bien un montón de participantes en la misma jamás se lo hubieran planteado como objetivo.

Es un aniversario importante, 20 años; y es bueno recordar ese conflicto cuando la Universidad se encuentra bajo ataque por obvios provocadores. Pero eso es otra discusión.

Hoy sólo quiero recordar el sacrificio que tuvimos que hacer para mantener la Universidad pública y gratuita, y las consecuencias positivas de haberlo hecho. Personalmente, valió la pena estar unos días en la cárcel, y lo volvería a hacer sin dudarlo un solo instante. Una y mil veces.

A un año de la 4T

El domingo se cumplió un año de que el Peje se colgó la banda del águila y dio comienzo a lo que la gente denomina (con solemnidad o burla, dependiendo de las posturas correspondientes) la 4T. Planeaba escribir al respecto el domingo, pero ya saben; una vida ocupada.

Hace casi dos años escribí:

…también estoy convencido de que, al menos en este próximo sexenio, las cosas no van a cambiar radicalmente. Gane quien gane, las cosas pueden mejorar o empeorar, y en ambos casos será por una fracción perceptible pero no apabullante; en otras palabras, el país no se va a caer por un precipicio ni tampoco se van a solucionar todos nuestros problemas. Repito, gane quien gane.

Y, por supuesto, tenía razón; era una predicción bastante sosa.

¿El Peje ha hecho todo bien? Por supuesto que no; ha cometido un montón de pendejadas, algunas serias y muchas más no tanto, comenzando porque no puede dejar de abrir el hocico para decir estupideces, literalmente todos los días.

¿El Peje ha hecho todo mal? Por supuesto que no; un montón de cosas (se puede argumentar que la mayoría) no sólo no han estado mal, sino que eran necesarias hacía décadas y es excelente que alguien las esté llevando a cabo. O al menos dando los primeros pasos para que se lleven a cabo.

El país no se está cayendo a pedazos. Tampoco se está convirtiendo en una utopía. Sólo se está dando un cambio de régimen; y me parece que, exceptuando los tarados que siguen esperando la gloriosa revolución, nadie puede negar que esta vez (contrario a Fox hace casi dos décadas), sí se está dando un giro importante a las políticas que sigue el estado mexicano: o sea un cambio de régimen. O al menos se está intentando.

Así que yo sigo cautelosamente optimista; el único cambio respecto hace un año es que mi cautela va disminuyendo, porque aunque me sigue cayendo muy mal el tarado del Peje, me parece que sí tiene un plan para el país con el que concuerdo; y además los medios para llevarlo a cabo. Se han dado muchos pasos en falso (y se darán muchos más), pero la dirección es una que me agrada.

Y debo dejar claro que varias de las políticas del Peje me han afectado directamente de forma negativa en cómo desempeño mi trabajo; la “austeridad republicana” ha afectado a la UNAM indudablemente. Pero aún así entiendo el por qué de esas medidas y espero que sólo sea un periodo de transición, especialmente una vez que la corrupción más obvia y descarada sea eliminada. Y a mí no me va a venir nadie a decir que no había (o que no hay) corrupción en la UNAM.

Y a todos los que quieran discutir conmigo las políticas del Peje: con todo respeto, váyanse mucho al carajo. Voy a borrar sus comentarios de inmediato; estoy muy ocupado como para perder el tiempo en esas cosas. Si de verdad están en contra de dichas políticas; movilícense para echarlas atrás; organícense para empujar otras políticas; y salgan a votar por otros partidos para que el Peje no tenga mayoría absoluta en las dos cámaras del Congreso de la Unión. Es lo que hicimos durante décadas muchos de los que votamos por Andrés Manuel.

Buena suerte con eso.

Feliz año nuevo 2019

Como todos los años, les deseo un feliz año nuevo a todos mis lectores. Una vez más gracias por leerme, y si es el caso, por dejarme comentarios inteligentes. Los retrasados mentales por supuesto no los agradezco, ya que tengo que borrarlos.

El 2018 fue un año que, para bien o para mal, pasará a la historia como parteaguas en la vida política nacional y, tal vez de manera más importante, en la política económica nacional. Llevamos exactamente un mes de la “cuarta transformación” y aunque ya han ocurrido un par de cosas interesantes, todavía es muy pronto como para emitir un juicio amplio de cómo va la cosa… lo que por supuesto no ha evitado a varios actores nacionales que nunca tragaron al Peje de anunciar que todo lo que hace es una desgracia; y a varios de sus incondicionales el decir que todo lo que hace es perfecto y maravilloso.

Yo me espero; todavía es muy pronto, repito.

En lo personal, múltiples cosas positivas me pasaron este año, con la publicación de mi primer libro como autor único siendo de las más importantes. Por supuesto no es lo único (no hablo de todo lo que me pasa en el blog), pero sí es lo más significativo en mi vida profesional.

Vamos a ver cómo nos va en 2019, pero yo sigo cautelosamente optimista. En general, el 2018 fue un muy buen año (incluyendo la abrumadora victoria del Peje); me siento optimista de que el 2019 será aún mejor.

Las especulaciones

Qué cabrón el Peje, que ni siquiera les dejó festejar la navidá a la gobernadora de Puebla y su marido antes de mandarlos matar.

(Como a la gente retrasada mental hay que explicarles todo como la canción, despacito; eso fue una broma… de muy mal gusto, pero broma al fin y al cabo).

Ayer murieron la gobernadora de Puebla y su marido, el ex-gobernador de Puebla cuando el helicóptero donde iban se desplomó. Más tardó en difundirse la noticia que a que varios retrasados mentales empezarán a acusar al Peje de haberlo hecho; lo cual es por supuesto la idea más estúpida que he oído en mi vida (pero debo admitir que la imagen del Peje blandiendo una bazuca es muy entretenida).

Y la idea es estúpida porque al actor político que más negativamente le afecte eso sea probablemente el Peje, que ni siquiera tiene 4 semanas en el cargo.

Del otro lado, hay quien está susurrando que es una provocación contra el Peje; justamente por lo que digo arriba, que él será el que terminará más afectado. Perversamente por eso mismo esta otra idea idiota tiene más sentido que la primera; pero me parece que cualquier persona sensata no cree (al menos hasta que no sepamos más) que eso haya ocurrido.

Lo más probable es que haya sido un accidente; si le pasó al secretario de gobernación hace 10 años, no veo por qué no puede ocurrirle ahora a la gobernadora de Puebla. Pero pues hay que esperar a que se haga la investigación correspondiente; todo lo demás son especulaciones. Eso no evitará a muchos retrasados mentales afirmar, sin prueba alguna, que fue el Peje; o los enemigos del Peje; o Salinas; o Trump; o la llorona.

No importa, realmente; si algo demostraron las elecciones del 1º de julio, es que esa gente retrasada mental es minoría en este país. Lo que importa (en particular a mí) es qué se hace ahora; el Estado Libre y Soberano de Puebla necesita un gobernador, al fin y al cabo.

La ley es clara; la cámara local (que en los hechos controla Morena, como casi todo el país) elige un gobernador interino que debe convocar a elecciones a más tardar en dos años. Y aquí esperaría que Morena mostrara tantita clase política y buen gusto; el gobernador interino tiene que ser del PAN y lo más allegado posible a Martha Erika Alonso y su marido.

Las elecciones de julio fueron bastante irregulares en Puebla y el triunfo de Alonso a muchos nos pareció manchado por la intervención descarada de su marido; pero la gobernadora constitucional era ella y la tragedia de ayer sobrepasa casi cualquier otra cuestión, así que lo honorable desde el punto de vista político es que Morena no se aproveche de dicha tragedia para poner un gobernador interino allegado al Peje (además de que se vería pésimo). Incluso si algunos creemos sinceramente que sería mejor para el estado.

Lo otro es que en las elecciones que se deben convocar en los próximos dos años, Miguel Barbosa no puede ser candidato. Aunque yo honestamente creo que no tuvo nada que ver en la tragedia, de nuevo es lo honorable desde el punto de vista político. Que alguien más lo intente, pero definitivamente no el último principal adversario de la fallecida gobernadora.

De qué fue lo que pasó, vamos a esperar qué dice la investigación. Espero que se conduzca de forma transparente y expedita; y si ese no es el caso, yo seré de los primeros en señalarlo.