Corriente

Hoy fui con Enrique a revivir mi carro.

(Últimamente ando reviviendo muchas cosas.)

Cuando acabé la tesis, de las primeras cosas que hice fue ir por mi carro al departamento. Si ya no voy a estar encerrado prefiero andar en carro, obviamente, así que un día que iba a ir a ver a mi papá decidí pasar antes por el tsurito.

Sólo que el tsurito no quiso encender. De nuevo.

Cuando me lo regresaron del servicio la última vez, todo estaba poca madre… hasta que prendí la alarma. Entonces comenzó a hacer cosas rarísimas, como prender la luz interior de forma completamente aleatoria, o sonar la alarma nada más porque sí. Un corto, evidentemente, pero yo estaba con la tesis y no tenía tiempo de preocuparme por eso, así que fui a aventarlo al departamento (que, de nuevo, el porqué de eso no viene al caso), y le apagué la alarma.

Pero evidentemente eso no fue suficiente, porque ese día que fui a ver a mi papá la cosa no quiso encender. Y eso que la batería era nueva.

Así que fui a ver a mi papá y me regresé en el democrático metro, lo cual es bastante cómodo si uno lleva algo que leer y música que escuchar, y yo llevaba ambos.

Hoy invité a comer a Enrique y aprovechando que me pasara corriente con su carro. Nos vimos una hora después de lo previsto, porque Enrique por alguna razón cree que las estaciones del Tren Ligero Registro Federal y Las Torres están juntas. Después fuimos al Gran Rábano (el de Taxqueña, no el de Portales), que yo sigo diciendo que es el mejor lugar de mixiotes de la Ciudad de México, y luego fuimos a revivir a mi carro.

Después de discutir unos momentos dónde iba la tierra en mi carro por fin logramos hacer que encendiera, y Enrique se fue, yo agradecido por su ayuda. Ya me preparaba para irme, cuando me di cuenta de que mi carro seguía con los bastones puestos, y dudé un segundo si apagarlo o no. Como llevaba encendido unos cinco minutos supuse que no habría problemas, y lo apagué para quitar los bastones.

Por supuesto, no encendió.

Por suerte cuando le llamé a Enrique sólo estaba unas cuadras lejos de ahí, porque se había perdido (suerte para mí), y regresó a darme corriente.

De nuevo.

Ya dejé el carro en el taller y espero que esté pronto, porque debo ir a Guanajuato (de nuevo) para que Bernardo y Silvia me den sus correcciones y le demos una última revisada al texto de la tesis.

Tengo mucha suerte de tener un cuate como Enrique. Entre otras muchas cosas porque se pierde en momentos convenientes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *