¡Jálibud!

Hoy, después de regresar de unas “vacaciones” relámpago de dos días (playa incluida) –cuyos deliciosos detalles me los guardaré para mí–, al regresar de CU (fui a hacer un encargo) encontré un sobre para mí arriba de la chimenea.

Tenemos una chimenea inútil que jamás usamos en mi casa, por cierto.

Lo que importa del documento dice: “Bearer is subject to section 212(E). Two year rule does apply.” Es mi visa J-1 (estudiantil) gringa, válida del 18 de abril de 2007 al 17 de julio del mismo año, y que era el único documento faltante para mi estancia de investigación en la California State University, Northdrige, con los doctores Bernardo Ábrego y Silvia Fernández.

No he escrito casi en el blog desde hace varias semanas por estar hasta el cuello de trámites, la mayor parte de ellos relacionados con el mentado viaje de tres meses a Los Ángeles. En diciembre conocí a Bernardo y a Silvia, y en enero fui a una plática que dieron en la UAM Iztapalapa. Después fuimos a comer y platicamos de una posible estancia de investigación con ellos.

Era una posiblidad lejana. Yo no tenía pasaporte, menos visa, y Bernardo y Silvia salen de sabático a finales de este semestre en Northridge; así que aunque lo mencioné en una entrada, realmente no había escrito de nada de este viaje porque de verdad tuvimos que hacer un circo, maroma y teatro para poder arreglar todo en tiempo. Me voy con Armando, que también hará la estancia.

Tuve que sacar mi pasaporte, arreglar mi visa, tramitar la aceptación en Northridge (que de eso se encargó Bernardo), solicitar la beca de DGEP, conseguir cartas de recomendación y de presentación, no sólo de profesores con los cuales tengo la confianza para hacerlo, sino además de gente como el coordinador de mi maestría. Etc., etc., etc.

Y encima de eso estaba haciendo otras cosas: los artículos de lo que sacamos en Guanajuato, mi presentación para el coloquio, donar sangre, etc.

Hace poco más de una semana, milagrosamente, todo cayó en su sitio. De repente lo único que faltaba era la mentada visa gringa, que por suerte la teníamos que pedir estudiantil, y por lo tanto se tramita más rápido. Era lo único que estaba esperando para confirmar, ahora sí, que me voy a la ciudad con más mexicanos en el mundo, después de la Ciudad de México.

Me da mucho gusto realizar este viaje. No sólo porque con la ayuda de Bernardo y Silvia estoy seguro de que encontraré una o varias vertientes combinatorias a los problemas que sacamos en diciembre, y tal vez con ello sacar uno o dos artículos más. Tampoco porque probablemente allá, alejado de las distracciones de aquí y con la presión de tener que hacer un buen papel saque mi tesis mucho mejor y más rápido de lo que podría hacerlo aquí. Y ni siquiera porque sin duda la experiencia me servirá como un adelanto de lo que será hacer mi doctorado en Canadá, si algún día las universidades me contestan.

Me da gusto porque podré salir del país por primera vez en mi vida antes de los treinta años (por un pelito, pero antes), y porque lo hago única y exclusivamente por mis propios méritos. No es un viaje que me paguen mis padres o algún otro pariente, ni es un premio de algún programa de radio. Es un viaje que me paga la más grande y mejor universidad de Iberoamérica, y que lo hace porque considera que mis méritos académicos lo justifican. Pude haber salido antes de otras maneras (solamente mi madre me ofreció pagarme un viaje a Europa varias veces), y yo siempre me negué por razones que en este momento no vienen al caso. Pero me alegro que este primer viaje (espero que ni de chiste sea el último) fue fruto de únicamente mis propios méritos.

Ahora debo demostrar que sí lo valgo.

Y bueno, ahora sí puedo decir, porque ya es seguro (a menos que en las próximas dos semanas y media me atropelle un camión de Coca Cola), que: “Hollywood, here I come!”

O, como probablemente sea más apropiado para mí: “¡Jálibud, ai’ ti voy!”

2 comentarios sobre “¡Jálibud!

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