Stray

Después de Doki Doki Literary Club, obtuve el platino de Stray. Casualmente fue el primer platino que obtuve para un juego que jugué en mi PlayStation 5.

Stray

Stray

Stray es un juego que salió como que de la nada; lo anunciaron en 2020 y salió un par de años después, con aclamo de la crítica y de los jugadores.

El juego se volvió disponible para miembros de PlayStation+ de forma inmediata, así que lo comencé a jugar en cuanto salió, gratis para mí con mi suscripción.

A mí me gustó mucho; lo disfruté enormemente. Pero me parece que objetivamente ha sido sobrevalorado; estuvo nominado en múltiples premios como mejor juego del año, y me parece que incluso ganó en un par, además de arrasar la categoría de juego “indie” o independiente; dícese, no respaldado por cientos de millones de dólares o una compañía con centenas de desarrolladores.

Y, aunque sin duda alguna divertido e interesante, la verdad no es para tanto.

Es mi impresión que el inusitado éxito de Stray viene del hecho de que, por alguna razón, muchos seres humanos perdemos la cabeza con cualquier cosa que tenga que ver con gatos; particularmente si son relativamente pequeños y “tiernos”. El juego tiene un botón que cuando uno lo presiona, el mentado gato maulla; creo que eso tuvo más que ver con sus decenas de nominaciones, que la objetivamente fascinante historia o el indiscutiblemente entretenido modo de juego.

El juego sigue a un gato stray, que solemos traducir aquí como “callejero”, pero que no tiene sentido ese término porque al inicio del juego el famoso gato no está ni siquiera cerca de una calle. El gato vive con su familia gatuna en una selva o bosque con rastros de civilización, en particular desagües y otras estructuras que dejan adivinar algo relacionado con el manejo o distribución de agua. Después de brincar hacia una tubería que estaba floja y que se rompe, el gato cae una muy considerable distancia y termina en una ciudad donde únicamente viven robots, ayudando a una inteligencia artificial que lo acompaña ocupando un pequeño dron.

La historia de dónde acaban los humanos y por qué los robots viven básicamente atrapados bajo tierra está entretenida, si bien algo previsible; pero el juego realmente consiste en andar corriendo con el gatito, haciendo que brinque por todos lados, se frote en las pienas de los robots o se ponga a dormir en un lugar donde probablemente va a estorbar, porque eso hacen los gatos. Para motivos prácticos no hay combate, y aunque existen enemigos que lo pueden lastimar a uno en control del gato, realmente es difícil que se pierda una vida: hay un trofeo después de perder 9 vidas, y uno tiene que esforzarse para conseguirlo, porque naturalmente es difícil que ocurra.

En trofeos tiene un par de coleccionables que hay que tener un poco de cuidado en obtener, y una parte medio desesperante donde hay que huir de los enemigos sin que nos toquen una sola vez, que es medianamente más difícil que el resto del juego; fuera de eso son medio triviales, lo que resultó (repito) en que fuera mi primer trofeo de platino para un juego del PlayStation 5.

Como ya dije múltiples veces, a mí me gustó mucho; pero creo que sí ha sido exaltado de forma ligeramente exagerada, porque uno termina controlando a un gatito tierno que da de brincos y afila sus garras con los muebles, porque eso hacen los gatos, y porque hay un botón que si uno presiona dicho gatito maulla.

Si eso les suena apetecible (y si no les apetece, desde mi punto de vista lo más probable es que sean una bola de psicópatas), se los recomiendo ampliamente. Está disponible hasta en lavadoras, me parece.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *