2018: Corrupción, crimen y violencia

Como ya he dicho, no sé mucho se “seguridad”. Pero una cosa sí sé: el crimen no es un problema policiaco, es un problema social. En particular, el narcotráfico no es un problema de la policía (ni mucho menos del ejército y/o marina); es un problema social y de salud.

Si se tuviera a la mejor y más incorruptible policía del mundo (que definitivamente no tenemos), es completamente inútil si las condiciones sociales empujan a la población a una vida de crimen porque la desigualdad es enorme y no hay oportunidades honestas de sobrevivir (literalmente).

La gente en promedio cumple la mayor parte de las leyes porque está de acuerdo en cumplirlas; eso está bastante estudiado. Y las pocas leyes que viola (de nuevo, en promedio) es en general porque son leyes estúpidas, como las que penalizan el aborto o el consumo de drogas. Que por eso el aborto está despenalizado y el consumo de drogas debería estarlo (y se puede discutir que la comercialización de las mismas también; altamente regulado, por supuesto).

El aventarle la policía, el ejército y la marina a los narcos sólo sirve para escalar la violencia de los mismos. Mientras haya una porción de la población tan desesperada que la opción de unirse al narco suene mejor que el infierno de pobreza en que viven, por más narcos que asesinen las fuerzas armadas siempre habrá más carne de cañón que los carteles podrán reclutar. Se tiene que resolver el problema de raíz, que es justo darles opciones a la población (especialmente a los jóvenes) de vivir sin necesidad de recurrir al crimen.

Y no, eso no va a mágicamente resolver el problema; siempre habrá crimen en una sociedad donde haya un concepto de propiedad y por lo tanto alguien pueda ser privado de ella. La cosa es que el crimen sea la excepción, no la norma; y que el crimen que exista sea de preferencia no violento.

Por supuesto el reconstruir la infraestructura que le dé oportunidades a la población de vivir en el marco de la legalidad es difícil, tardado y para nada glamoroso. Los noticieros nunca van a cubrir de la misma manera que se abran escuelas y hospitales o que se invierta en el campo a cómo cubren que arresten a un narco o se quemen sembradíos de amapola. Pero es lo que resuelve el problema, no los síntomas del mismo.

Y para combatir al narco, como todo en este mundo, lo inteligente es usar la cabeza, no los músculos. Al narco hay que privarlo de su dinero, no combatirlo con violencia. Que nos lleva al otro problema del país: la corrupción.

No se ataca al dinero del narco porque el mismo llega a todos los niveles del gobierno mexicano, desde el policía que cobra una mordida para no agarrar al narcomenudista (que en el gran esquema de las cosas no es tan grave) hasta a varios gobernadores (y presidentes) que probablemente hayan estado y estén involucrados en el lavado del dinero que genera el narcotráfico (y que eso es gravísimo).

Y aquí es donde yo admito mi absoluta ignorancia: puedo entender el problema, puedo entender cuáles deben ser las soluciones y (de las maneras más burdas) puedo incluso idear cómo implementarlas. Pero todas las soluciones parten de la suposición de que la corrupción que ocurra no quedará impune.

La corrupción existe en todo el mundo; lo que pasa es que en México en muchos casos (especialmente cuando involucra altos funcionarios de gobierno) dicha corrupción queda impune. Y es un problema que se retroalimenta a sí mismo en una espiral perversa; la corrupción generalizada que existe en el país resulta en impunidad para los que la cometen, lo que genera más corrupción por parte de gente que en principio no hubiera participado en ella pero que lo hace porque de otra forma literalmente no hay manera de que las cosas funcionen, lo que a su vez causa más impunidad, etcétera.

Para resolver la corrupción, me queda claro que un primer paso fundamental es elegir funcionarios públicos que no sean corruptos. El primer problema es, por supuesto, que como la corrupción es casi universal, en general hay pocos de esos, y a lo mejor sólo no les han llegado al precio. El segundo problema es que, incluso suponiendo que de ahora en adelante elegimos puros funcionarios que no sean corruptos, un montón de los que están (y continuarán) en funciones siguen siendo corruptos, porque la corrupción permea todos los niveles de gobierno en todas las entidades del país gobernadas por todos los partidos políticos. Lo cual por supuesto en potencia puede resultar en que los nuevos funcionarios elegidos que no eran corruptos, se vuelvan corruptos. Y va de nuevo todo lo anterior.

Entonces, ¿qué podemos hacer, como ciudadanos? Lo mismo que he estado diciendo: participar en la vida política. Demandar que los funcionarios corruptos sean removidos de su cargo. Demandar a los partidos por los que en general votamos que no les ofrezcan candidaturas a personas con un historial de corrupción. No votar por candidatos corruptos. No participar en la corrupción; si me pasé un alto, deme mi multa, oficial.

Eso no soluciona el problema, sólo comienza a solucionarlo, y como todo en una democracia el proceso va a ser largo, arduo y aburrido. De manera perversa, en muchos casos detener la corrupción resultará en que la misma quede impune: para deshacernos de un funcionario corrupto, la solución más rápida será a veces decirle “OK, no te metemos al bote, pero tienes que renunciar a tu cargo”; eso ocurre mucho en Estados Unidos, por ejemplo. No es ideal, pero probablemente sea lo más eficiente. Ahorita regreso a este punto con un ejemplo particular de esta campaña.

En la Ciudad de México yo he visto este lento progreso desenvolverse en los últimos veinte años. La corrupción en la Ciudad ha indudablemente disminuido desde que comenzamos a elegir a nuestros propios gobernantes; no ha desaparecido (sigue existiendo un chingo de corrupción), pero entre los gobernantes que elegimos y una sociedad vigilante, sí se ha vuelto menos perniciosa. Yo no he pagado una mordida en más de quince años; por supuesto porque me he negado, pero en justicia a muchos policías y funcionarios de la Ciudad, también porque no lo han solicitado. O al menos no descaradamente.

Como sea, el tema de la corrupción es muy difícil porque literalmente es como un cáncer que se esparce por toda la sociedad. Será un paso muy importante si quien gane la elección en julio no sea corrupto (como indudablemente lo han sido los últimos cinco presidentes de la República); pero no es una solución mágica, un montón de funcionarios corruptos van a seguir en sus cargos. La corrupción no va a desaparecer en un sexenio (no importa qué prometan los distintos candidatos); puede comenzar a ser combatida en serio, pero reducirla a grados manejables va a llevar años, probablemente décadas.

Para terminar, y porque está muy relacionado con este tema, sí quiero mencionar la propuesta del Peje de ofrecer amnistía a criminales y funcionarios corruptos. Por supuesto en principio la idea misma me parece aborrecible, porque deja (potencialmente) impunes los crímenes de un montón de gente; pero es probablemente una de las mejores ideas que se le han ocurrido al tarado del Peje. No sólo porque da una salida a un montón de gente que comenzó a recibir dinero ilegal o que entró a una vida de crimen porque literalmente no veían otra manera de hacer su trabajo o sobrevivir; sino porque la corrupción y el crimen han llegado a un nivel tal en el país que es virtualmente imposible ejercer la justicia sobre todos los que han participado en ellos: tendríamos que meter a la cárcel a un porcentaje inaceptable de la población adulta del país.

Pero además lo primero que pensé cuando oí la propuesta del Peje fue en Mandela y Sudáfrica. Cuando Nelson Mandela y el ANC ganaron las elecciones en Sudáfrica, una de las primeras cosas que hizo fue ofrecer a los ex-miembros del gobierno Apartheid una amnistía generalizada. Y hay que tener en cuenta que esos pinches racistas asesinos hicieron (en general) cosas mucho peores de lo que el narco mexicano o nuestros gobernantes corruptos han hecho: literalmente cometieron genocidio desde el gobierno contra una porción enorme de su propia población, a la cual mantenían discriminada y oprimida, y además fue algo que hicieron durante décadas.

Y lo primero que hizo Mandela fue ofrecerles amnistía a quienes lo mantuvieron preso durante 24 años.

¿Merecían la cárcel o incluso ser fusilados muchos de los sudafricanos blancos que hicieron uso de esa amnistía? Sin duda alguna; pero el encarcelarlos o fusilarlos no hubiera resuelto los problemas de Sudáfrica; con casi toda certeza sólo los hubiera exacerbado. Y lo mismo pasa con los narcos y funcionarios corruptos aquí en México.

No me gusta la idea de darles amnistía; pero probablemente sea la manera más eficiente de comenzar a resolver el problema de fondo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *