Porque si Juárez no hubiera muerto…

Benito Juárez puso las bases para el actual Estado Mexicano. A él debemos agradecerle la separación de la Iglesia y el Estado, el dar a todos los ciudadanos los mismos derechos y obligaciones, el utilizar el nacionalismo como método de defensa ante los imperialismos extranjeros, y el aire liberal y progresista que desde entonces han tenido nuestras leyes y nuestra clase intelectual (en general).

De todo eso, oficialmente se le suele reducir a su efigie obviamente zapoteca, su levita y corbata, y la repetición ad nauseam de “El respeto al derecho ajeno es la paz”, sin nunca hacer mucho análisis de exactamente qué estaba diciendo el prócer mexicano.

Se suele obviar u omitir completamente que Juárez atacó ferozmente a la iglesia, quitándoles el monopolio de la fe y la enorme riqueza que había acumulado a lo largo de siglos de lucrar con las creencias de la gente. En el discurso oficial nunca se menciona que Juárez declaró la moratoria de pagos a las potencias extranjeras, porque la deuda estaba dejando en bancarrota al país; y menos explican que moratoria no significa no pagar, sino no hacerlo hasta que se renegocie la deuda de una manera justa. Y tampoco suele relatarse que cuando Maximiliano fue impuesto como emperador por Napoleón III, le ofreció a Juárez “amnistía”, e incluso el puesto de primer ministro. Juaréz, por supuesto, lo mandó mucho a la chingada.

La derecha en este país, detesta a Juárez. Liberal, laico, indio, nacionalista… casi casi la encarnación de lo que no quiere la derecha mexicana. Cuando Fox ganó, la derecha esperaba ansiosa a que los festejos oficiales al natalicio del Benemérito de las Américas se disminuyeran e incluso que desaparecieran. Y no dudo que Fox lo llegó a pensar; pero el pueblo en este país (en general) adora a don Benito, y la presión fue demasiada.

Así que este sexenio le hizo a la imagen de Juárez… pues lo que el viento a Juárez. De hecho, la hizo más venerada que antes; cuando Fox tomó posesión, las bancadas del PRI y del PRD estaban encabronadísimas (aunque no exactamente por las mismas razones) y comenzaron a gritar “¡Juárez, Juárez!”

Entre las cosas por las que la gente quiere a Juárez, es por su posición firme e inquebrantable frente a la intervención francesa y la imposición de Maximiliano. En general siempre he tenido la impresión de que los panistas (o al menos sus figuras más prominentes) no tienen ni puta idea de lo que es el pueblo de este país; ¿a quién carajo se le ocurrió que era buena idea trar a Aznar a que nos dijera cómo votar? La reacción de la gente fue en general: “mmmh… esto me recuerda a Maximiliano…”

Cuando se ganó la guerra de intervención y se capturó a Maximiliano, una corte marcial lo condenó a morir frente a un pelotón de fusilamiento. Para los que nos fijamos en la forma de las cosas, sabemos que eso es mucho mejor que morir ahorcado; implica cierto grado de respeto al condenado.

Hubo una campaña internacional para pedirle a don Beno que perdonara a Maximiliano; que él era un títere a manos de potencias extranjeras; que el tipo había sido decente dentro de lo razonable; que le había ofrecido a Juárez ser primer ministro; que se había quedado en México cuando había podido huir mucho antes; etc.

Entre otros, Víctor Hugo, Giuseppe Garibaldi y (por supuesto) la Carlota le rogaron que no lo hiciera, que nada se ganaba con ello, que tuviera piedad. Lo que Juárez contestó, me cae de madre que son de las palabras más chingonas que le he oído a un político mexicano:

[Juárez] sostuvo que Maximiliano había sido condenado a la pena de muerte por los crímenes cometidos contra una nación independiente; su condena era el castigo merecido a las potencias imperialistas y a las monarquías absolutas, acostumbradas a avasallar a los países débiles. Nosotros, decía Juárez en el documento que justificaba su determinación, “heredamos la nacionalidad indígena de los aztecas, y en correspondencia con ese legado no reconocemos soberanos, ni jueces ni árbitros extranjeros”.

(Como apareció en Perfil de La Jornada hoy).

Me parece apropiado que, doscientos años después de su natalicio, vaya a ganar las elecciones (o eso parece hasta ahora) alguien que, aunque no le llega ni a los talones a Juárez, ciertamente es el que se más se acerca (y por mucho) a los ideales del mejor presidente que ha tenido este país.

Porque si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría. Y de cierta forma, Juárez no ha muerto. Y nunca lo hará.

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