La ofrenda

En mi casa mi mamá siempre puso ofrenda. Era de las cosas que sencillamente ocurrían cada año; cerca del día muertos la ofrenda aparecía y la misma permanecía ahí hasta unos cuantos días después.

Aunque sí llegué a pedir calaverita siendo niño, fueron muy pocas veces. Y no íbamos a ningún cementerio, porque como familia no teníamos ningún muertito cerca para ir a visitar. Pero la ofrenda ahí siempre estaba.

Cuando comencé a vivir solo, nunca puse ofrenda. Sí “pongo” un arbolito de navidad todos los años, en el sentido de que lo saco de un clóset, le soplo para quitarle un poco del polvo que ha acumulado, y lo pongo en mi mesa o algún lugar en la sala. El arbolito mide como 35 centímetros, entonces no es mucho trabajo que digamos.

El arbolito

El arbolito

Sin embargo nunca puse ofrenda, porque afortunadamente para motivos prácticos no tenía muertitos a quiénes ofrecérsela. Desafortunadamente ahora sí tengo.

Aunque probablemente debí poner ofrenda desde que David murió, fue la muerte de Susi la que me hizo poner este año. No tengo muchos muertitos que causen que sienta la necesidad de ponerla (por suerte); pero sé que con el paso de los años el número irá en aumento. Es, como la muerte misma que celebramos estos días, inevitable.

La ofrenda

La ofrenda

Así que supongo que de ahora en adelante todos los años pondré mi ofrenda de día muertos; porque para nosotros el 2 de noviembre no tiene que ver con el miedo a la muerte y a lo desconocido; es para celebrar la vida y recordar a los que ya no están con nosotros; para ofrecerles aunque sea un poquito de lo que nos gustaría poder compartir con ellos en persona y que ya no podemos.

Feliz día de muertos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *