La vacuna

El viernes 21 de mayo (hace poco menos de 2 semanas), me vacuné contra Covid. Siendo, como soy, profesor de la UNAM, soy parte del personal docente de la Ciudad de México, y por eso me tocó antes que la población general en mi grupo de edad.

La aplicación de la vacuna (CanSino, que es sólo una dosis) fue espectacularmente rápida; llegué a las 12:00 porque mi cita era a esa hora y decía que no debíamos llegar antes, y nos enfilaron en una cola que básicamente nunca se detuvo hasta que me sentaron en una mesa para verificar mis datos en mi comprobante; luego nos movieron unos cuantos metros a otra mesa donde nos vacunaron como ganado, supongo. El proceso de vacunación tardó menos de quince minutos; aunque luego nos tuvieron esperando más o menos otros quince minutos, supongo que nada más verificando que no nos desmayáramos.

La vacuna me tumbó el viernes y todo el fin de semana me dolió el hombro, pero eran síntomas que ya nos habían advertido era probable que se presentaran. Todavía el lunes amanecí como atropellado; pero para el martes ya estaba bien.

A estas alturas, mi mamá está completamente vacunada; mi papá le falta una vacuna; y mi hermano se jode, porque no es docente y no está tan grande como para que lo vacunen pronto. Sin embargo, es innegable que se está acelerando el ritmo de vacunación en todo el país, a la vez que las infecciones y muertes por el virus continúan disminuyendo.

En otras palabras, en algunos meses probablemente regresemos a algo similar a la normalidad. Aunque quién sabe qué signifique eso, exactamente; al inicio de la pandemia me preguntaron si yo creía que iba a cambiar mucho la sociedad después de la pandemia, y yo dije que no: eventualmente habría una vacuna, y entonces una vez que alcanzáramos la inmunidad social necesaria todo iba a regresar a la normalidad. Cuando la pandemia se extendió a meses y no se veía que jamás fuera a terminar, había cambiado de opinión al otro extremo; en ese momento creía que como sociedad cambiaríamos para siempre: que ya nunca jamás nos saludaríamos de mano, y trataríamos de aplicar la sana distancia y usar cubrebocas durante el resto de la eternidad.

A este punto ya no tengo ni puta idea; probablemente todo se asiente en algo más o menos en medio. Planeo ir a ver Black Widow al cine cuando salga, pero iré con cubrebocas; no he dejado de usarlo cada vez que salgo desde que me vacuné, ni de aplicar la sana distancia cuando es posible. Pero no creo que lo siga haciendo toda la vida. Lo que sí es probable, es que yo en lo personal deje de dar la mano todo el tiempo; siempre ha sido una costumbre asquerosa de cualquier manera.

Aunque aún falte para que salgamos del hoyo (si algún día salimos completamente), supongo que es válido hacerse la pregunta: ¿cómo respondió el gobierno mexicano a la pandemia? Y la respuesta me parece es muy fácil e innegable:

Fue una respuesta pésima.

Nada más el hecho de que a un inicio de la pandemia dijeran que se planteaban como escenario “catastrófico” que llegáramos a 60,000 muertes, y que andemos cerca del cuarto de millón lo justifica; pero hay más indicadores innegables de que la respuesta del gobierno del Peje fue insuficiente, tardía y en múltiples ocasiones atolondrada.

Ahora; en general (con muy pocas excepciones) a todo mundo le fue así: la pandemia agarró a casi todos los gobiernos del mundo con los pantalones en los tobillos. Exceptuando algunos países con gobiernos increíblemente autoritarios e islas con poca población y relativamente poco contacto con el exterior, a todo el mundo (primer, segundo, tercer y todos los demás mundos) les fue del nabo. A algunos les fue del nabo al inicio; otros en múltiples oleadas; otros hasta hace relativamente poco, como la India; y muchos más les fue mal todo el tiempo, básicamente. En México, aunque estuvo cerca, nunca se desplomó el sistema de salud y por mal que lo haya hecho el gobierno y las autoridades de salud, ciertamente la famosa curva se aplanó. Estuvieron mal las predicciones y se pueden (y deben) criticar varias de las medidas; pero se dejó a los expertos de salud tomar las decisiones, aunque en varias ocasiones evidentemente estas decisiones fueran incorrectas.

(También está el hecho de que no se cayó en la provocación de politizar ciertas medidas; si el Peje desde el inicio hubiera llamado a usar cubrebocas, por ejemplo, no habrían faltado los retrasados mentales que lo odian tanto que hubieran dejado de usar cubrebocas nada más para contradecirlo… pero prefiero no entrar mucho en eso.)

Por último, y aunque soy el primero en reconocer que el hubiera es el pretérito pluscuamperfecto de los pendejos, lo cierto es que la respuesta del gobierno mexicano no existe en un vacío: si no hubiera sido éste gobierno el que le hubiera tocado la pandemia, sabemos qué otras posibilidades de gobiernos existen que les hubiera tocado; y no es necesario hacer una análisis muy profundo para justificar que casi con cualquiera de las otras posibilidades, nos hubiera ido mucho peor. Nada más si consideramos que éste es el primer gobierno en décadas que ha tratado (con distintos grados de éxito) de rescatar el sistema de salud pública del país, cuando en las últimas seis administraciones federales sistemáticamente le estuvieron dando en la madre.

Así que aunque la respuesta del gobierno fue pésima, y ciertamente hay que analizar con cuidado qué falló para que nunca jamás vuelva a repetirse (porque no duden que es probable que haya otra pandemia en un futuro no tan lejano), creo que también puede defenderse cómo actuaron las autoridades federales, dadas las circunstancias. Y me parece que éste es el sentir de la mayoría de la población; ciertamente lo sabremos en unos días, cuando tengamos las elecciones intermedias.

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