2018: Ricardo Anaya Cortés

Siendo, como soy, no es de extrañar que generalmente encuentre analogías a mi forma de pensar en cosas que mucha gente descartaría como intrascendentes: cine, literatura o videojuegos, por ejemplo. A mí me parece que pequeñas pepitas de sabiduría muy profunda se pueden encontrar casi en cualquier lugar, y por eso quiero comienzar esta entrada con una cita de Albus Dumbledore:

It is a curious thing, Harry, but perhaps those who are best suited to power are those who have never sought it. Those who, like you, have leadership thrust upon them, and take up the mantle because they must, and find to their own surprise that they wear it well.

Es una buena frase y una que me parece todos los que hemos de hecho vivido a través de situaciones que requerían liderazgo efectivo, ciertamente el mejor suele venir de aquellos que no es su objetivo en la vida dirigir, pero que están dispuestos a hacerlo, aunque en sus ojos sea de hecho un sacrificio. La contrapuesta me parece (con ciertos detalles aclarados) también cierta: los peores líderes son aquellos para los que dirigir, ser el líder o “jefe”, es lo más importante en la vida.

Como digo, hay que aclarar ciertos detalles.

A ciertos niveles (que sin duda incluyen la presidencia de la República, pero muchos otros también como gobernaturas, rectorías de grandes universidades, jefes de gabinete, etc.), es básicamente imposible llegar a ser el líder si no es algo que se está buscando de forma absoluta e implacable. Para motivos prácticos nunca (o casi nunca) ocurre que alguien que no lo buscaba de repente se encuentre siendo presidente de la República.

Entonces hay que matizar la contrapuesta de la cita de Dumbledore: hay que analizar el por qué alguien quiere dirigir. Y aunque es un universo de posibilidades bastante complejo, me parece que hay dos extremos fácilmente identificables que (al menos desde mi punto de vista) básicamente determinan en qué políticos hay que desconfiar y cuáles se merecen el beneficio de la duda (por principio, no creo que haya que “confiar” en ninguno).

Los dos extremos son (de manera simple y maniquea): hay quien busca el poder para ayudar a la gente; y hay quien lo busca porque quiere ese poder.

Por supuesto es mucho más complicado que eso y todos los políticos siempre dirán que quieren ayudar a la gente (y algunos hasta sinceramente lo creerán) y todos los políticos (hasta cierto grado) buscan el poder porque quieren ese poder. Es básicamente prerequisito de esa vocación.

Y es por eso que en general no hay que hacer mucho caso de lo que digan los políticos (especialmente en campañas), ni mucho menos tratar de leer sus pensamientos: lo único real son las acciones concretas. Cómo han actuado cuando de hecho han tenido poder.

Es por esa razón que siempre he preferido a los políticos (de todo el mundo y cualquier ideología, incluyendo de derecha) que comenzaron sus carreras saliendo a la calle a trabajar con (o a veces literalmente darse de madrazos junto a) la gente a la que esperan liderear algún día y por la cual me generan mucha desconfianza aquellos que escalan puestos políticos a través de compadrazgos, contactos familiares, maquinaciones y politiquerías; y en particular para mí los peores son los que utilizan su poder político para enriquecerse. Un muy buen ejemplo son los últimos dos presidentes gringos: Barack Obama trabajó cinco años como organizador comunitario en Chicago antes de continuar sus estudios de leyes; Donald Trump siempre abusó del dinero e influencia de su familia para hacer cualquier cosa y nada más llegó a la presidencia comenzó a beneficiar sus negociones y los de sus hijos. No estoy diciendo que Obama sea “bueno” ni que Trump sea “malo” (no hay “buenos”; sólo hay menos “malos”), lo que digo es que sin duda prefiero a Obama sobre Trump.

Lo que nos lleva a Ricardo Anaya.

Anaya podría ser descartado (a mis ojos y, al parecer, los de mucha gente) nada más por venir del PAN (los dos sexenios presidenciales panistas han sido de los peores en la historia del país; particularmente el de Calderón), por su trayectoria (jamás ha ejercido una posición ejecutiva) y por el equipo de gente con la que se ha rodeado (todos provenientes de las filas del PAN y de la carcasa medio podrida de lo que queda del PRD). Pero para mí eso no es lo peor; para mí lo peor es que Anaya ha actuado de forma implacable para eliminar a sus enemigos; sean quienes sean, de la forma que sea necesaria y sin importar las consecuencias.

Esto no es algo malo en todas las facetas de la vida; si yo fuera el dueño de una empresa y sólo me importaran sus ganancias, querría a alguien de ese estilo dirigiéndola. ¿Pero como servidor público, alguien que de hecho es empleado de la gente? No, gracias. Ricardo Anaya ha maquinado toda su vida cómo adquirir más y más poder y al parecer no para tener mejores oportunidades de ayudar a nadie excepto a él mismo. Además lo hizo, repito, eliminando a quien sea (como la Zavala) y como sea (como una alianza impensable con el PRD) para conseguirlo.

Dadas sus acciones, se puede concluir que Ricardo Anaya jamás en su vida se ha preocupado por nadie que no sea el mismo y que las posiciones de poder que adquirió fueron, siempre, sólo un paso para poder brincar a la siguiente o una oportunidad para hacer negocios (y financiar su siguiente brinco). Fue presidente de la cámara de diputados federales; ¿qué legislación diseñó, llevó al pleno y defendió cuyo principal objetivo fuera mejorar la vida de los mexicanos en su conjunto (empresas no valen)? ¿Qué hizo similarmente como diputado local en Querétaro?

Fue presidente nacional del PAN; después de la derrota del 2012 (y las increíblemente incompetentes administraciones de Fox y Calderón), el PAN estaba mal, pero no en la crisis en la que se encuentra ahora. La apuñalada por la espalda que le dio a Margarita Zavala, aunado con la alianza delirante con lo peor que queda del PRD, que va en contra de los pocos principios que el PAN no había violado durante sus dos sexenios al frente del ejecutivo federal, han hundido al PAN en una de sus crisis más graves de la historia. En gran medida, Anaya es responsable.

Y nada más por no dejar de mencionarlo, están las múltiples acusaciones de triangulaciones de dinero y de abuso de sus puestos para hacer negocios, ya fuera directamente o a través de terceros. La verdad es que no sabemos exactamente qué ha pasado; y al igual que con Meade, mientras no tengamos una impartición de justicia honesta, nunca lo sabremos. Pero para ser alguien tan joven (es menor que yo), Anaya ciertamente ha acumulado una serie de acusaciones (varias de ellas difícilmente justificables) que si él sonara como un candidato perfecto a ser presidente excepto por dichas acusaciones, las mismas serían suficiente como para generar una duda razonable a elegirlo. Aunadas a todo lo demás (la ambición desmedida, las traiciones, la incapacidad de generar consensos y facilidad para causar divisiones; por no hablar de sus posturas políticas y económicas), lo convierten en el peor posible candidato a la presidencia en esta elección.

En mi entrada anterior comentaba que entre el Bronco, Meade y Anaya, yo eligiría a Meade. Pero incluso entre el Bronco y Anaya, yo eligiría a el Bronco.

En toda esta serie de entradas no he hecho muchas predicciones, pero me voy a animar a hacer una aquí. Si Anaya pierde el 1° de julio (que por suerte cada vez parece más y más probable), su carrera política estará acabada. A lo mejor consigue un cargo burocrático en algún gobierno local, pero lo dudo: ha cruzado a demasiadas personas, ha sembrado demasiada discordia, tiene demasiada cola que le pisen y para acabarla de amolar, resultó ser terriblemente tarado como candidato.

Y si se cumple que su carrera política termina después de las elecciones, a mí me va a dar mucho gusto. Desde mi perspectiva, gente como Ricardo Anaya no debe estar nunca al frente de cargos públicos.

6 comentarios sobre “2018: Ricardo Anaya Cortés

  1. Sorprendentemente esta entrada está bien escrita, mesurada y razonada. No como la desgracia de post que fue el de Meade.

    Estoy de acuerdo en casi todo o que dices.

  2. Hola de nuevo.

    Me parece que describes muy bien a Anaya, menciona LorLop que tu entrada está bien escrita, es mesurada y razonada, concuerdo con él.

    No sé si tienes cuenta en alguna de las redes sociales, si tienes deberías compartir lo que escribes porque eres muy agudo para describir situaciones y realidades.

    Al terminar de leer lo que escribes sobre Anaya me dieron ganas de compartirlo con muchos amigos y conocidos que están convencidos (más bien tienen una fobia por ya sabes quién), de que Ricardo Anaya es el que logrará que nuestro país continue siendo tan bueno como es ahora, lo digo así porque para ellos AMLO nos convertirá en Venezuela y dejarán de percibir su super salario el cual es casi idéntico al que pagan en algún país nórdico. Al final no compartiré tu texto porque creo que te estaría faltando al respeto al hacerlo ya que la gente convencida por Anaya viven en otra dimensión y protestan o levantan la mano porque el “loco” de Trump separa niños de sus padres pero no protestan porque aquí no se generan políticas para evitar que muchos padres dejen a sus hijos con algún familiar para buscar oportunidades en EEUU.

    En fin. Que pases buena noche.

      1. Una estrategia para que Anaya no desaparezca para siempre y hasta pueda llegar a ser presidente sería la de convertirse en el Amlo de Amlo.

        Es decir, con los pocos que lo sigan crear un “movimiento” y pasarse recorriendo el país hablando pestes de Amlo y de la “nueva mafia en el poder” o terminología similar, y a cada oportunidad echarle la culpa a Amlo de la corrupción, falta de crecimiento, inseguridad, pobreza, etc. (puede contar con que todo eso seguirá existiendo).

        Las acusaciones de corrupción en su contra las puede batear diciendo que es un complot de los poderosos, etc. y hacerse la victima.

        Dentro de 6, 12, o 18 años cuando el régimen de AMLO y sucesores haya caído en desprestigio, él puede ofrecerse como el salvador de la patria.

        Es básicamente la estrategia de Amlo. Hay que aprender de los maestros.

        1. Es el último de tus comentarios pasivo/agresivos que apruebo. Si quieres tener una discusión inteligente de lo que escribo de los candidatos, adelante; si sólo quieres aducir al significado de acepciones o elucubrar del futuro para de manera indirecta y apocada (sin dar un argumento inteligente) atacar a cualquier candidato (no nada más el Peje), no me interesa en lo más mínimo.

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