Los Desposeídos

Hace ya rato tengo ganas de leer todas las novelas de Ciencia Ficción que hayan ganado el premio Nebula y Hugo; no son realmente muchas, y las que he llegado a leer entran fácilmente dentro de mis favoritas.

Así que a finales del año pasado (je) comencé The Dispossessed, de Ursula K. Le Guin. A Le Guin la leí por primera vez cuando una ex novia me regaló Un Mago de Terramar, la primera de las novelas de Earthsea. Me gustó, pero nada fuera de lo normal.

En cambió The Dispossessed me afectó profundamente. Así como con la serie de His Dark Materials me pude identificar de forma casi absoluta respecto a mis ideas acerca de dios, la religión, la muerte y cosas por el estilo, con The Dispossessed me pude identificar respecto a mis ideas socioeconómicas. Por lo tanto también respecto a las políticas; pero realmente lo político queda rebasado por la filosofía social y económica que presenta esta novela.

La novela, que tiene 35 años, en principio es de dos planetas en un sistema binario, en uno de los cuales se autoexilian los seguidores de una filosofía que en la novela llaman “odonismo”, por Odo, una mujer que la desarrolló durante toda su vida. Los “odonianos” se auto proclaman como anarquistas, pero me parece que es una ingeniosa manera de Le Guin para poderle darle la vuelta al estigmatizado término “comunistas”. Por supuesto mucha gente no sabe que el comunismo y el anarquismo, al menos en teoría, terminan desarrollando sociedades básicamente idénticas.

Los habitantes de Anarres, el planeta de “anarquistas”, son para todos los motivos prácticos comunistas viviendo en una “utopía” comunista. Entre comillas porque realmente no la tienen fácil; Anarres es un planeta árido y difícil, y los odonianos sufren en varias ocasiones hambre y escasez. Eso sí; todos la sufren. Pero cuando no hay sequías, accidentes o cosas de ese estilo, los odonianos son capaces de cumplir las condiciones objetivas materiales; así que al menos en teoría sí es posible que funcione una sociedad comunista del estilo.

La historia es de un físico que viaja de Anarres a Urras, el planeta del que los odonianos se auto exiliaron; el primero en 160 años en hacerlo. El físico sale para tratar de terminar su Teoría Temporal General, para establecer lazos con el otro planeta (para motivos prácticos la gente de Anarres y de Urras no tiene ningún tipo de contacto, excepto algunos intercambios comerciales, muy restringidos), y también para desestancar la revolución en Anarres, que ha comenzado a generar una burocracia parasitaria.

Pero eso es pretexto; lo bonito del libro es oír sobre una sociedad funcional, con sus ventajas y desventajas, donde no hay propiedad, donde no hay gobierno, donde no hay leyes, donde no hay cárcel, donde no hay crimen, donde no hay policía, ejército, tiendas, ricos, pobres, etc. La sociedad odoniana sataniza tanto el concepto de propiedad, que nadie dice “mi mamá”; dicen “la mamá”. Nadie tiene nada; si alguien le presta a alguien más “su” pañuelo, le dice “ten, toma el pañuelo que estoy usando”. El insulto más grave que existe es “profiteer”; usurero.

Y a pesar de ser tan alienígena dicha sociedad, Le Guin muestra de forma muy bonita un conjunto de personas que trabaja y vive su vida en paz, tranquilamente. La novela no es propagandística ni maniquea; Anarres es un mundo horrible, sin animales fuera de sus dos pequeños océanos, lleno de desiertos, seco, árido; y los odonianos se parten mucho la madre para tener casi nada más lo más básico (aunque “se parten la madre” tal vez es exagerado; al parecer en promedio todo mundo trabaja a lo más cinco horas, en situaciones normales). La gente no es “mejor” ni “peor” que en otras sociedades; como en todas partes hay gente mierda, y gente tonta, y gente que le tiene miedo al cambio. Y también, como en todas partes, hay gente maravillosa. Pero eso sí; no hay realmente desigualdad. Todos están igual de jodidos.

No comparto todos los puntos de vista de la Le Guin; por ejemplo, a pesar de que yo sí soy de los que cree en la hipótesis Sapir-Whorf, no creo que fuera necesario crear un lenguaje artificial para crear una sociedad como la odoniana. Tampoco creo que el concepto de “nación” sea inherentemente malo; creo que el poder identificar un cierto conjunto de usos y costumbres como raíces de una sociedad no sólo no es malo, sino incluso deseable. Y por supuesto, si a alguien se le ocurriera hacer un experimento social de ese estilo, yo esperaría que fuera en un planeta menos desagradable que Anarres.

Pero fuera de eso, yo espero (y sinceramente creo) que la humanidad (si no se destruye a sí misma antes) terminará siendo muy parecida a la odoniana. En un planeta más amable que Anarres, espero.

Independientemente de eso, la novela es maravillosa; no es ciencia ficción dura (de hecho la parte de “ciencia” es bastante mamila), pero tiene una trama muy interesante y personajes más que memorables. Así que yo sí se las recomiendo.

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