Hasta luego, Barcelona

Dieciséis días después de haber iniciado mi viaje, me encuentro en el Prat esperando abordar mi vuelo de regreso a México vía Atlanta. Siendo como soy, y dado que es un vuelo trasatlántico, llegué tres horas antes del despegue, así que todavía falta para que empiece el abordaje; ya gasté los pocos euros que aún tenía sueltos, y supongo que empezaré a ver videos de YouTube para ver si puedo consumir lo que queda de datos en la tarjeta SIM que compré para mi estadía en Europa.

Fue un viaje… interesante por decir lo menos. También productivo; pero la verdad es que después de hacer viajes similares varias veces en mi vida, se ha vuelto hasta medio difícil que no resulte productivo un viaje de investigación. Ayuda con quien va a trabajar uno, por supuesto.

Dejo una vez más Barcelona, pero contrario a la última vez ahora no tengo ninguna incertidumbre; voy a regresar, y lo haré varias veces en mi vida. Si me salgo con la mía, estaré viniendo a Europa una vez al año; y si todo sale bien, es probable que en casi todas esas ocasiones me dé una vuelta por Barcelona. Aunque espero poder planearlo para junio o julio; no me gusta dejar mis cursos dos semanas.

Estoy molido, y lo entretenido del asunto es que voy a estar volando en total unas quince horas hoy, para mañana entrar a trabajar en caliente. Descansaré cuando me muera, supongo.

Pero a pesar del cansancio y que dejo Barcelona, estoy contento de volver a mi México lindo y querido. Por múltiples motivos; entre ellos, que después de estar comiendo jamón serrano e ibérico durante casi dos semanas, unos tacos de suadero suenan maravillosamente bien.

Nos vemos del otro lado del charco.

Como local

Hoy presenté una versión extendida de mi plática de Salamanca en la UPC de Barcelona. Me fue mucho mejor que en el congreso, en gran medida porque el proyector sí funcionó (aunque hubo que cambiar de salón y de proyector… debo averiguar por qué a veces no funciona mi adaptador USB Type-C a VGA).

Cuando me presentaron, el coordinador del seminario donde hablé dijo que ahí por supuesto ya me conocían, que había ido a visitarlos varias veces como estudiante de doctorado, y que ahora regresaba como doctor y como profesor de la UNAM. Pero que dada mi historia con la institución, que yo básicamente era local ahí. 

Eso me tocó, porque nunca lo había visto de esa manera. Pero creo que tiene sentido. 

El trabajo ha sido medio pesado en Barcelona; excepto a un par de restaurantes y bares, no he podido pasear mucho. Pero ha sido muy satisfactorio.

Hoy cenaré en un lugar especial, que me recomendaron ampliamente, para celebrar mi plática. Y después me quedarán dos días en Barcelona. 

Colonia

Estoy a punto de abordar mi avión de regreso a Barcelona, después de pasar alrededor de 48 horas en Colonia, Alemania. Fue mi primer visita a este país donde por omisión nadie le habla a uno en nada distinto a alemán (aunque todos fueron lo suficientemente amables en responderme en inglés cuando les hablaba en ese idioma); creo que me defendí bastante bien.

La ciudadcita está simpática (y la catedral es una obra de arte), pero como les dije a Fred y Anna el motivo del viaje era ponerme al día con ellos; todo lo demás era un bono extra. Hicimos varias cosas durante mi estancia aquí; pero todas y cada una de ellas quedaron completamente opacadas por Ida Maria Luise von Heymann, la hermosa hija de Fred y Anna a quien decidieron ponerle nombre de villana de película de James Bond. Es la niña más hermosa y feliz que he conocido de esa edad; y de hecho conviví con ella, cosa que no suelo hacer con niños chicos, probablemente porque mis amigos con hijos en México les da miedo que los vaya a romper.

Ida Maria Luisa von Heymann

Ida Maria Luisa von Heymann

Vuelvo ahora a Barcelona a hacer investigación durante una semana (y espero reponerme de tanto viaje), para finalmente regresar a México el próximo domingo. No ha sido el itinerario más demente que he seguido en mi vida (ese sería el del 2011), pero creo que sí es el segundo.

Como sea, ya no hay más zarandeos para mí; sólo mi trabajo “normal” en mi querida Barcelona.

Barcelona

Hoy a las 8:30 (hora local) llegué en autobús a Barcelona. Técnicamente nunca había llegado por autobús, porque siempre he volado a la ciudad, aunque una vez entré manejando un carro rentado. Pero técnicamente siempre he llegado en autobús, porque del Prat usualmente tomo el Aerobús que lo avienta a uno a Plaza Cataluña. Como sea, nunca había llegado en un autobús que tardara once horas.

Todo lo de arriba es para explicar que llegué ligeramente madreado.

Ahorita estoy en el Prat esperando mi vuelo a Colonia, Alemania, donde veré a Fred y Anna y conoceré a su hija Ida. Me pasé el día desayunando, paseando, comiendo, y después perdiendo mi celular. Estaba tan madreado que dejé mi celular en el Aerobús, y no me di cuenta sino hasta que estaba cambiando terminales (porque también tuve que cambiar terminales… dos veces… larga historia).

Cuando cerca de 40 minutos después llegué al puesto de boletos del Aerobús, la linda muchacha a cargo estaba esperando con mi celular sin que yo hubiera tenido que hacer nada. Ahí mismo le pedí que se casara conmigo, pero me dijo riendo que sólo estaba haciendo su trabajo.

Fue tal vez el remate apropiado a un día que fue emocionalmente muy movido. La última vez que estuve en Barcelona fue en 2011, durante una estancia de investigación hacia el “final” de mi doctorado (entre comillas porque no tenía forma de saber que me tardaría otros tres años en doctorarme).

El día que dejé la ciudad hace cinco años, recuerdo muy claramente que no tenía ni puta idea de cómo iba a regresar a Barcelona; pero también estaba seguro de que lo haría (escribí al respecto aquí). Barcelona es una ciudad importante para mí; tal vez la más importante después de la Ciudad de México; regresar hoy, aunque fuera tan sólo por unas horas, fue paso significativo en mi vida. De entre todas las cosas que hecho mal, el volver a Barcelona de alguna manera determina que algunas (y ciertamente varias que me interesan demasiado) sí las he hecho bien.

Me voy dos días a ver a Fred y Anna, pero regresaré el lunes a pasar el resto de mi estadía en Europa en la ciudad que más quiero del viejo continente. Tendré oportunidad de disfrutarla con calma y de trabajar (que siempre que he estado en Barcelona, he estado trabajando).

Pero hoy volví después de cinco años. Y eso fue importante.

Jamón y vino

Después de dos aviones, un autobús, y una parte en Charles de Gaulle que de verdad pareció salida del metro Pino Suárez un lunes a las 8:00 de la mañana, por fin llegué a Salamanca, donde la XVII Conferencia de la Asociación Española para la Inteligencia Artificial (CAEPIA 2016) se llevará a cabo y donde hablaré el jueves.

(Tengo que comentar la enorme estupidez que cometí al comprar una tarjeta SIM española para mi teléfono celular, pero eso lo dejaré para después.)

Llegué a Salamanca cerca de las 8:00 de la noche, con más ganas de tomar un baño que de cualquier otra cosa, así que cuando salí después de las nueve para ir a cenar, no tenía pensado hacer otra cosa (ni la energía para hacerlo).

Le pregunté a Google a dónde ir, y decidió por mí que Casa Paca era el lugar ideal; concuerdo con su decisión. Pedí una entrada de jamón ibérico de bellota, y le pedí al mesero su sugerencia para una media botella de vino tinto, y cuando probé el jamón y después tomé un sorbo de mi vino, por poco lloro del placer.

Como ya he comentado, regresar a España es importante para mí; incluso aunque nunca haya estado en Salmanca antes. Y creo que lo simboliza muy bien la cena que tuve hoy, con jamón y vino. Pero ahora me voy a ir a dormir, que mañana empieza el congreso.

A España cinco años después

Una vez más estoy en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México esperando abordar mi vuelo. Tengo un congreso en Salamanca y una estancia de investigación en Barcelona; regreso el 25 de septiembre. Este fin de semana aprovecharé para visitar a mi cuate Eddie en Wisconsin, y el próximo a Fred y Anna en Colonia, Alemania.

Este viaje es significativo por varias razones, sobre las cuales elaboraré a lo largo del mismo; ahorita sólo comentaré que el proceso para planificarlo fue radicalmente distinto a mi viaje a Grecia el año pasado. Mientras a Atenas viajé de forma apresurada y ligeramente atolondrada, este viaje que empieza hoy lo planeé con bastante tiempo de anticipación, y con mucho más cuidado.

Ya tengo los boletos de avión y autobús de todas las paradas (el tren sencillamente no me convenía), mis hoteles reservados, mis cuates saben dónde y cuándo llegaré y ya planeamos casi todo, etc. También, para variar, llevo mi ponencia terminada (aún me falta afinar algunos detalles de uno de los programas que ejecutaré durante la presentación), y algunos contactos que me pasaron en Salamanca, donde nunca he estado.

Mi primer pasaporte expiraba en enero del año que viene, así que durante este viaje habría tenido menos de seis meses de vigencia, y resulta que así no se puede viajar. Lo renové, lo que causa que ande cargando mi nuevo pasaporte y el viejo invalidado, porque ahí va mi visa gringa. Ya que andaba en trámites renové mi credencial de elector, y tengo mi cita (hasta noviembre) para sacar mi cédula de doctor. También ya tengo mi título de doctor, lo cual es una historia para otro día.

Va a ser un viaje pesado, al menos al inicio; toco siete ciudades en dos continentes y tres países antes de regresar a México, pero la última semana estaré nada más en Barcelona, así que me dará tiempo de relajarme, espero.

Toda la planeación del viaje junto con el inicio de semestre en Ciencias causaron que estuviera bastante estresado estas últimas semanas, así que ahora que estoy por abordar el avión pienso sencillamente descansar y disfrutar el viaje.

Nos vemos del otro lado.

Que veinte años no es nada

En agosto de 1996 comencé a tomar clases en la Facultad de Ciencias.

Me parece que había ido un par de veces antes a la misma; la primera vez a recoger mi tira de materias, y la segunda a la bienvenida y examen médico. Me parece, recalco, porque como ocurrió hace veinte años la verdad no recuerdo todo con certeza.

Como sea, en agosto comencé a ir diario a tomar clase y percatarme de que, aunque hacía mucho había notado que yo nunca era de los mejores en casi nada académico, en Ciencias se multiplicaba exponencialmente el asunto. Los primeros meses sí consistieron en básicamente comenzar a entender la magnitud de mi ignorancia y estupidez en un rango bastante amplio de temas.

En esos primeros meses del semestre 1997-1, hace veinte años, no sabía (no había forma de que pudiera saberlo) de que la Facultad de Ciencias iba a definir muchos aspectos de lo que me caracterizan hoy en día como persona. Mucho menos iba saber (aunque sin duda alguna lo comencé a desear casi de inmediato) que iba a terminar trabajando aquí como profesor de tiempo completo.

El mundo, el país, la Ciudad de México, la Universidad, la Facultad y yo mismo hemos cambiado radicalmente en estos veinte años. El PRI aún llevaba setenta años ininterrumpidos gobernando; todavía no podíamos elegir a nuestros gobernantes en el aún existente Distrito Federal; muchos no nos imaginábamos que un asalto a la gratuidad de la UNAM venía en marcha; el edificio del Tlahuizcalpan de la Facultad estaba en construcción (y así seguiría por toda mi estadía como estudiante en la carrera); y casi ningún estudiante contaba con teléfono celular (mucho menos laptop), y faltaba todavía mucho para que esos teléfonos celulares reprodujeran música y video y pudieran acceder datos en Internet casi en cualquier lugar. Era otro mundo.

Y sin embargo muchas cosas permanecen iguales, o casi sin cambios; los pasillos que a partir del lunes recorreré para impartir clases en el semestre 2017-1 son básicamente los mismos que recorrí hace veinte años en el semestre 1997-1 para tomar (en algunos casos) esas mismas clases. Los estudiantes, como cuerpo estudiantil, no han cambiado tanto realmente (aunque sin duda yo los veo cada vez más jóvenes). Y los profesores tampoco; sólo ahora varios de los que éramos estudiantes nos pasamos al lado oscuro.

Aún no es técnicamente cierto que he pasado más de la mitad de mi vida en la Facultad de Ciencias. Después de titularme trabajé varios años en la industria, y aunque durante una parte del posgrado estuve dando clases, también hubo periodos largos durante los cuales ni siquiera puse un pie en la Facultad. Pero es la institución con la que he estado asociado más tiempo en mi vida, por mucho; la UNAM también, por supuesto, pero mi permanencia en la UNAM es básicamente la Facultad de Ciencias y unos cuantos años salteados en distintas partes de la Universidad Nacional.

Todavía le tengo (y siempre le tendré) un gran cariño al CCH Sur, pero la verdad no afectó en mucho mi vida, y los recuerdos que tengo del mismo (por más agradables que sean muchos de ellos) cada vez pierden más el brillo y la claridad; hace años que no voy de visita. A su vez el posgrado siempre fue más bien como un escalón, un simple periodo de transición, y los últimos años del mismo ni siquiera estuve físicamente en la UNAM la mayor parte del tiempo.

En cambio la Facultad de Ciencias, de una forma u otra, siempre estuvo ahí, y varios de los momentos que viví (que, como digo arriba, me definieron) los recuerdo con una claridad y nitidez asombrosa. Tal vez por el simple hecho de que sigo recorriendo esos mismos pasillos y salones.

Por estos días (no recuerdo la fecha exacta) se cumplen veinte años de que comencé a tomar clases en la Facultad de Ciencias. Espero al menos poder pasar otros veinte siendo profesor aquí.

Y creo que no me molesta la idea de pasar otros cuarenta.

El reporte

Una de las cosas que tengo que hacer ahora, como profesor de tiempo completo, es entregar reportes anuales de lo que he estado haciendo, para que no me corran bajo la impresión de que ando de huevón.

Me sorprendió un poco, porque oficialmente entré en agosto de 2015 y entonces supuse que mi primer reporte anual sería hasta agosto de 2016. Resulta que no, tuve que entregar mi reporte anual que cubrió seis meses.

Eso implicó también entregar mi plan de trabajo para 2016. Lo cual también me sorprendió un poco, porque cuando entré hice un plan de trabajo de agosto de 2015 a agosto de 2016. Y entonces ahora tuve que entregar un plan de trabajo que se empalma con el que ya había entregado antes.

Algún día la UNAM dejará de sorprenderme, supongo. Sólo no creo que ocurra pronto.

El pago

Hace poco más de tres meses escribí que por fin había firmado mi contrato como profesor de tiempo completo de la Facultad de Ciencias de la UNAM. Hoy por fin me pagaron.

Aunque firmé en octubre, mi contrato comenzó desde agosto. Y, por situaciones administrativas en las que no quiero elaborar, de hecho yo comencé a trabajar en la UNAM en mayo.

Eso significa que tardaron ocho meses y medio en comenzar a pagarme. Lo cual, lamentablemente, no es tan descabellado para la Universidad Nacional Autónoma de México.

Cuando comencé a dar clases como ayudante de laboratorio, literalmente el siglo pasado, lo común era dar clases y recibir un pago único al siguiente semestre. Esto fue mejorando a lo largo de los años; hoy en día los muchachos que comienzan a dar ayudantía en agosto suelen recibir su primer cheque en octubre o a más tardar septiembre.

Yo regresé al esquema del siglo pasado, al parecer por la situación particular de mi caso; yo recibí pagos ininterrumpidos por parte de la UNAM desde 2013 como profesor de asignatura, y paradójicamente al parecer eso causó que mi pago como profesor de tiempo completo se retrasara más de lo “normal”. Y también significa que, a partir de cierto momento, la UNAM comenzará a descontarme de mis cheques todos los pagos que me hizo como profesor de asignatura de agosto hasta diciembre.

Mi querida UNAM; enorme y burocrática como siempre.

Me enteré de que había ganado mi plaza más o menos por abril de 2015, pero hasta hoy siento que por fin se está normalizando mi situación. Firmar mi contrato fue un paso importante; pero recibir mi pago por el trabajo realizado es, desde cualquier punto de vista que se quiera ver, algo mucho más concreto que firmar un papelito. Especialmente si dicho papelito se ve igualito a los tristes contratos que he firmado semestre a semestre desde 1998 que comencé a dar clase (nada más que ahora decía “Profesor de Tiempo Completo”).

La firma en el papelito

La firma en el papelito

Así que ya estoy trabajando en dos chambas que me pagan más que decentemente. La buena noticia es que a partir de este momento (bueno, nada más pague las deudas en las que incurrí durante los ocho meses y medio que sólo recibí mi salario de profesor de asignatura) básicamente ya no tengo que preocuparme de cosas materiales.

La mala es que, de nuevo, no tengo mucho tiempo libre. De hecho casi no tengo tiempo libre.

Así es complicado andar buscando esposa.

Los días extremos

Fui profesor de asignatura de la Facultad de Ciencias durante 17 años (aunque con pausas). Esto significa que, en general, yo no me paraba en la Facultad el día antes de que cerraran la Universidad por vacaciones, ni el día en que volvían a abrirla. Durante los días extremos del calendario universitario yo generalmente estaba en mi casita haciéndome güey.

Ahora que soy profesor de tiempo completo, me encontré en la Facultad durante esos días; el viernes 11 de diciembre del año pasado, y hoy 4 de enero del presente. El 11 de diciembre comenzó rápidamente a sentirse que se iba quedando vacío el Departamento de Matemáticas; hoy más bien se sintió medio vacío todo el día.

Técnicamente podría no ir estos días extremos, pero la verdad es que ya extrañaba mi cubículo. Trabajo mucho mejor ahí que en mi departamento (donde tengo demasiadas distracciones). Y como está casi vacía, pues de hecho se trabaja mucho mejor.

Sólo sí se ve medio desolada mi Facultad.

El trabajo de Canek: La Universidad Nacional Autónoma de México

Mi trabajo ideal, del cual firmé mi contrato hace poco más de un mes, es por supuesto como Profesor de Carrera Asociado C de Tiempo Completo en el Departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Universidad Nacional Autónoma de México

Universidad Nacional Autónoma de México

ただいま。

De verdad me encantaría poder decir que cuando salió la convocatoria para la plaza (de hecho salió una convocatoria para doce plazas, cosa que no había ocurrido en décadas en la Facultad), y que yo metí papeles para la misma, que todos los profesores de Ciencias de la Computación (la mayor parte de los cuales me dio clases siendo yo estudiante) inmediatamente reconocieron que yo era el mejor candidato para ocupar dicha plaza.

Eso no fue lo que ocurrió. Es por ello que aunque la convocatoria se publicó en julio de 2014, yo no recibí mi cubículo sino hasta finales de abril de este año. La demora para que firmara mi contrato se dio por el monstruo burocrático que es la UNAM; y sinceramente no me extrañó, conociéndola.

(Por cierto; dato interesante de mi cubículo. Cuando era ayudante en mi carrera poco después de la huelga, nos tenían amontonados en el cubículo 031 del Departamento de Matemáticas; siendo como soy, yo básicamente tomé posesión del 031 y ahí medio viví durante un par de años. Hace poco, y porque el Departamento de Matemáticas necesitaba espacio para acomodar a los nuevos profesores contratados, decidieron tomar los cubículos 030 y 031 que eran grandes, y crear tres nuevos cubículos de tamaño normal tirando a pequeño; el 030, 031 y 032. Por esas casualidades que sólo me pasan a mí, me dieron a escoger qué cubículo quería, y cuando dijeron que el 031 estaba disponible de inmediato lo pedí. Así que me encuentro en el mismo lugar donde empecé mi vida como docente; lo cual me parece una buena señal.)

Yo obviamente supongo que algunos de mis ahora colegas actuaron de buena fé y de verdad creían que algún otro candidato tenía más méritos que yo para ocupar la plaza; pero debo dejar perfectamente claro que, por supuesto, yo estoy seguro de que era el mejor candidato. He dado clases aquí desde 1998, tengo mucha experiencia laboral en el mundo real, y además hago investigación y tengo publicaciones (e iré teniendo más; voy bastante avanzado en varias, de hecho).

La dicotomía académica en la discusión en torno a la plaza que gané giraba respecto a qué necesitaba mi carrera; si necesitaba un muy buen investigador que pudiera dar clases, o si necesitaba un muy buen profesor (especialmente de las materias obligatorias de los primeros semestres) que hiciera investigación. Desde la segunda perspectiva, de verdad casi nadie me gana.

¿Por qué es éste mi trabajo ideal? Básicamente porque es lo que he venido haciendo (con algunas interrupciones) desde hace casi veinte años, nada más que ahora bien pagado, y con los recursos (y no hablo nada más del dinero) para hacerlo aún mejor. De aquí a que muera (o me jubile) daré clases, dirigiré tesis, presentaré trabajos en congresos, publicaré artículos en revistas y libros de texto, y haré difusión de la ciencia.

Repito; lo que he venido haciendo desde hace casi veinte años que por primera vez fui ayudante de laboratorio, en agosto de 1998.

No es 100% seguro que tenga este trabajo hasta que muera; estoy contratado por un año, al final del cuál un comité evaluará si cumplí lo que me comprometí a hacer en mi plan de trabajo. Si dicho comité determina que así fue, me volverán a contratar. Después de algunos años así podré solicitar concursar para promoverme a Profesor Titular, y después de algunos años más podré solicitar concursar por mi definitividad. En otras universidades del mundo, a este tipo de posición se le llama tenure track.

(Todo esto es según mi interpretación del Estatuto del Personal Académico de la UNAM; que en verdad necesito estudiarlo con más calma.)

En cada uno de los pasos hacia mi definitividad, existe la posibilidad de que me corran. Sólo que les voy a contar un secreto: no me van a correr. Y no me van a correr porque voy a hacer mi trabajo extraordinariamente bien, porque me encanta hacerlo y soy endiabladamente bueno haciéndolo. Y si eso suena terriblemente arrogante de mi parte, lo siento mucho; siendo así es que he conseguido todo en mi vida.

La vida académica tiene muchas ventajas: no tengo ningún jefe directo (aunque en realidad debo responderle a mucha gente por muchas razones; pero con gusto tomo órdenes de estas personas); no tengo horario excepto para dar mis clases (aunque en realidad casi todos los días llego antes de las 9:00 y me voy después de las 19:00); no tengo que vestirme de ninguna manera en particular (aunque en realidad lo primero que hice cuando me pagaron fue comprar ropa); y en teoría puedo hacer lo que se me venga en gana (aunque en realidad los primeros años me tienen que aprobar mis planes de trabajo, y si no los cumplo me corren).

Estos últimos seis meses de mi vida han sido de los más intensos y felices que he tenido. He trabajado como mula (mi plan de trabajo para este primer año fue un poquito ambicioso de mi parte), pero todos los días llego a la Facultad, entro a mi cubículo, y me pongo a trabajar en las diez mil cosas que tengo que acabar, y lo hago con una sonrisa en la cara y con más ánimo que el que cualquier otra tarea me haya generado en la vida. Me detengo nada más para ir a dar clases, comer e ir al baño, y regreso de noche a mi departamento para básicamente caer como tapa de excusado sobre mi cama, aunque si puedo trato de jugar aunque sea una hora.

El salario es menor que el que podría ganar en la Iniciativa Privada o alguna institución gubernamental; pero ese es el salario base. La antigüedad lo va aumentando (y repito, he dado clases desde 1998), y hay programas de apoyo y becas para académicos que lo suben todavía más (y, por lo que tengo entendido, esos extras son libres de impuestos). Así que cada año que pasa mi salario real sólo va en aumento; y eso que no he mencionado cosas como el Sistema Nacional de Investigadores (al que solicitaré, y entraré, el año que viene) o proyectos que puedo solicitar a CONACyT.

Los que elegimos la vida académica sacrificamos muchas cosas durante muchos años (como bien suelen ponerlo los Simpsons); son años de estar ganando una miseria y estudiando y trabajando como locos, todo con la esperanza (muy lejana en la mayoría de los casos) de poder conseguir plaza en alguna universidad, y la mayor parte sencillamente no lo consigue. Y como discutí en mi entrada anterior, muchas veces los que concursan no tienen la menor culpa de no poder conseguirlo.

Yo mismo, si bien no voy a culpar únicamente a mi decisión de perseguir una vida académica, sí puedo decir que el hecho de que esté soltero y sin hijos tuvo mucho que ver con ello. Mi vida personal ha estado, figurativamente, medio puesta en pausa durante unos doce años porque no sabía qué deparaba el futuro para mí.

Ahora sí lo sé. Todavía existe la posibilidad de que me corran; pero sinceramente creo tener lo necesario no solamente para conservar mi trabajo, sino para brillar en el mismo. Para poder formar nuevos computólogos que sean excelentes programadores (y ciertamente el país necesita muchos de esos); para titular estudiantes dirigiéndoles las tesis; para generar nuevo conocimiento haciendo investigación y publicando artículos y presentándolos en congresos; y para difundir la ciencia en mi área de especialización.

Literalmente nací para esto. Se me da incluso mejor que programar (y eso ya es decir mucho), y no puedo imaginar a qué otra cosa podría dedicarme que me satisfaciera más.

Cuando me doctoré, sentí que se me quitaba un gran peso de encima, y eso obviamente me alegró; pero el hecho de doctorarme no me dio mucha felicidad que digamos. Tampoco jamás me he sentido particularmente orgulloso de que me llamen “doctor”, y de hecho aún me medio saca de onda. En cambio, el conseguir mi plaza y que me llamen, ahora sí de manera técnicamente correcta, profesor… eso sí me alegra. Mucho.

Profesor Canek Peláez de la Facultad de Ciencias en la UNAM, sin duda alguna la mejor universidad del país, y la segunda mejor de Latinoamérica (detrás de la de São Paulo en Brasil).

Eso es lo que quiero que diga mi obituario.

¿Y ahora qué sigue? Supongo que en primer lugar será destrabar la pausa figurativa en que tenía a mi vida personal; aunque antes voy a terminar este semestre, porque sí fui ligeramente ambicioso al presentar mi primer plan de trabajo, y no tengo mucho tiempo libre que digamos; menos aún porque me estoy reintegrando a trabajar en el INE de tiempo parcial.

Después, no lo sé con exactitud. Lo que sí sé es que si cumplo mi trabajo (que lo haré) tengo básicamente garantizada mi seguridad laboral; que económicamente estoy cómodo, e iré estando progresivamente más cómodo conforme pase el tiempo; y por encima de todo que me estoy dedicando a algo que me encanta hacer, y para lo que soy bastante bueno.

Cualquier otra cosa que me pudiera hacer falta en la vida se irá dando naturalmente; no tengo de qué preocuparme al respecto, y no lo haré. De lo único que tengo que preocuparme es de hacer bien mi trabajo, y de disfrutarlo mientras lo hago.

Y eso es lo que planeo hacer durante (al menos, espero) los próximos cuarenta años.

El trabajo de Canek: La UAM

La única otra oportunidad de trabajo que tuve (que remotamente me interesara) fue en la Universidad Autónoma Metropolitana.

Universidad Autónoma Metropolitana

Universidad Autónoma Metropolitana

Debo hacer énfasis en algo que ha caracterizado mi vida académica y docente; jamás he dado clases en una institución de educación privada, y puedo decir ahora con toda certeza que jamás lo haré. Soy producto del sistema de educación pública en México, y desde mi punto de vista eso conlleva cierta lealtad al mismo; por lo tanto jamás presté ni prestaré mis servicios a una institución de educación privada. Una vez lo consideré, por razones que no vienen al caso; pero únicamente lo consideré.

Como sea; esa restricción por supuesto no aplica a universidades públicas. El Poli, la UACM, la UAM, etc. siempre estuvieron disponibles como opciones para buscar trabajo; sólo en general no lo busqué con mucha dedicación.

La única excepción, por supuesto, fue la UAM.

Mi madre ha sido profesora investigadora de la UAM por más de 20 años; fuera de la UNAM, si tengo alguna conexión con alguna otra universidad pública, es sin duda con la UAM, y con la UAM Iztapalapa en particular. Mi mamá me llevaba ahí cuando era chiquito (me descalabré en sus jardines una vez), y ha sido siempre, de manera indirecta, parte de mi vida.

Cuando me quedé sin novia, sin casa, sin dinero y sin trabjo, mi madre me empezó a sugerir que viera las convocatorias de plazas en la UAM, a ver si había alguna en la que pudiera concursar.

Como casi todas las universidades, la UAM abre cada cierto tiempo dos tipos de plazas; de tiempo completo y por asignatura, aunque en términos de la Metro les dicen concursos de oposición y de evaluación curricular. La primera convocatoria a concurso de oposición se me pasó, por güey, pero sí alcancé a meter papeles para una de evaluación curricular (en Iztapalapa, casualmente), la cual me dieron sin mucha faramalla.

Fue divertido dar clase en la UAM Iztapalapa, aunque también fue una chinga; contrario a la Facultad de Ciencias, uno como profesor no cuenta con ayudantes, lo que se traduce en tener que calificar todo uno mismo. Además, el ritmo de los trimestres es mucho más pesado que el de los “semestres” de 4 meses que tiene la UNAM. Ese primer trimestre (el 13-I, donde 13 es de 2013 e I es de “invierno”) me tocó un grupo bastante chido de Estructura de Datos (como son trimestres, sólo da tiempo de ver una), y la verdad me la pasé bastante bien.

Y hasta ahí llegó mi romance con la Metropolitana.

Al siguiente trimestre metí papeles para cinco concursos de evaluación curricular, y me rechazaron de cuatro. El quinto de hecho me confirmaron que lo gané con el trimestre dos semanas ya empezado, lo cual fue bastante grave porque de por sí son cortos los trimestres, y perder dos semanas es mucho del curso. Y para acabarla, el grupo era terriblemente apático.

Y eso fue lo menos grave.

Terminé metiendo papeles en cinco distintos concursos de oposición en la UAM, y mi récord es invicto: jamás perdí un concurso de oposición en la Universidad Autónoma Metropolitana… porque nunca me dejaron concursar.

Siempre dijeron que no cubría el perfil.

Aunque el perfil dijera que el candidato debía tener licenciatura en Ciencias de la Computación, con posgrado en Ciencias de la Computación (o afín), y experiencia enseñando a programar orientado a objetos (que a ese perfil básicamente sólo le falta mi foto), siempre decía la dictaminadora que yo no cumplía el perfil. Esto siempre me dejó un muy mal sabor de boca; puedo entender participar en un concurso de oposición y que un mejor candidato me gane: eso es entendible y tiene todo el sentido del mundo. Pero ni siquiera me dejaban concursar.

La UAM tiene una serie de reglas muy claras y precisas de cuántos “puntos” vale cada entrada en el currículum de un aspirante, y cada convocatoria dice explícitamente cuántos puntos debe cumplir un candidato para poder concursar (además de tener que cumplir el perfil). Cuando a uno lo dejan concursar, se hace una evaluación del currículum de los distintos concursantes, y (en teoría) se lleva la plaza aquel que saque más puntos. Según mis cálculos, mi puntaje era bastante alto; cada entrada curricular tiene un rango (un puntaje mínimo y máximo), entonces uno puede calcular fácilmente cuál es el puntaje total mínimo o máximo que puede obtener dado su currículum. Pero como nunca me dejaron concursar, pues nunca publicaron un cálculo de qué puntaje me correspondía, y nunca supe entonces, según la Metro, cuánto valgo.

Después de platicarlo con varias personas, en uno de los concursos sí metí recursos de inconformidad y de impugnación… que procedieron a rechazar de manera casi automática. Por fin me harté y dejé de concursar en la UAM, aunque habría de hacerlo un par de veces más cuando obtuve mi doctorado… para que me rechazaran dos veces seguidas de nuevo.

En su momento estaba bastante molesto con la UAM, pero ya con el tiempo de hecho comprendo el motivo de que jamás me dejaran particiar en un concurso de oposición. Por bueno que fuera mi currículum (y, me parece, lo es), al final del día nadie me conocía en la UAM. No sabían si era buen o mal profesor (tener experiencia de más de una década dando clases no necesariamente garantiza ser buen profesor), no sabían si era alguien en quien podían confiar o no, y no sabían si era alguien con quien mis potenciales compañeros podrían o no trabajar cómodamente. Yo era completamente ajeno a la vida académica de la UAM.

Así que entiendo que bloqueran mis intentos de concursar. Es irregular, ilegítimo y (en términos de los mismos estatutos de la UAM) ilegal, pero lo entiendo.

No nací ayer y sé cómo funcionan las cosas en las universidades… y no hablo únicamente de las universidades en México, he oído historias de terror de un montón de universidades en todo el mundo (incluyendo Estados Unidos, Canadá y Europa). Se puede discutir si es bueno o malo que las cosas funcionen como funcionan; pero el punto es que, al menos en la coyuntura actual, así funcionan en este momento. Y yo no veo que vayan a cambiar las cosas próximamente.

A casi dos años de la última vez que concursé en la Universidad Autónoma Metropolitana (y habiendo obtenido mi trabajo soñado), no le guardo ningún rencor a la Metro. Sigue siendo la universidad donde mi madre trabaja (y donde me descalabré siendo un niño), y espero poder colaborar con profesores de ahí, a nivel personal e institucional, durante el resto de mi vida.

Sólo sí me hubiera gustado que me dejaran concursar alguna vez. Aunque hubiera perdido; pero que me dejaran intentarlo.

El trabajo de Canek: El INE

Otra oportunidad que tuve (o tengo) de trabajo, fue el Instituto Nacional Electoral.

Instituto Nacional Electoral

Instituto Nacional Electoral

A mediados de 2013, con mi tesis de doctorado básicamente abandonada, ganando la miseria que se gana como profesor de asignatura en la UNAM, y con una novia en Guadalajara, un día me llamaron para ofrecerme un trabajo con David Romero, que en ese entonces era el director del Instituto de Matemáticas sucursal Cuernavaca.

David estaba asesorando al entonces IFE en el proceso de distritación en ese momento en curso, y de repente se le ocurrían ideas (eso pasa mucho con los matemáticos). Cuando les decía dichas ideas a los programadores que habían en el Instituto, estos lo miraban extrañados, esperando a ver cuándo empezaba a hablar en español (esto también pasa mucho con los matemáticos).

Entra Canek, que a veces hasta le entiende a los matemáticos, y que algo sabe de programación.

El trabajo en el IFE fue de los más divertidos y satisfactorios que he tenido en mi vida, y salí de ahí completamente energizado para terminar mi tesis de doctorado, cosa que hice, y terminé doctorándome en abril del año pasado.

Para agosto del 2014 los del ahora llamado INE me convocaron, que si quería volver a trabajar con ellos, y yo encantado los dije que sí. Todo el final del año pasado, y hasta finales de abril de éste, estuve trabajando con ellos, programando las ideas locas de David (y dando sugerencias yo también, que algo de modelación conozco).

Esto fue padre porque me subieron el sueldo respecto al 2013 con motivo de que ya soy doctor, y entonces durante esos meses gané bastante bien, lo que me permitió comprarme mi amado carrito.

Pero cuando empecé a trabajar en mi trabajo actual, tuve que renunciar al INE, lo cual hice de inmediato el 30 de abril de este año. Y regresé a ganar únicamente mi salario de profesor se asignatura, que literalmente no alcanza para nada.

Por suerte, en mi nuevo trabajo (y ya habiendo firmado mi contrato, que tardó meses) pude pedir permiso para regresar a trabajar con el INE de tiempo parcial; tengo derecho a hacerlo, siempre y cuando no afecte mi trabajo principal, y no exceda cierto número de horas a la semana chambeando en el INE. Eso me lo autorizaron hace una semana; con suerte entonces el INE comenzará a pagarme de nuevo pronto.

Lo cuál está bien, porque llevo meses ganando una miseria de dinero.

Como sea; espero poder apoyar a la gente del INE durante mucho tiempo. No por el dinero (aunque no me quejo); espero poder producir material para mi trabajo principal basándome en la chamba del INE, y otras cosas de las cuáles hablaré cuando explique, por fin, dónde terminé trabajando.

Pero la chamba del INE pudo haber sido a lo que me hubiera dedicado si no hubiera conseguido mi empleo actual, y me alegro de poder seguir trabajando en los dos lugares (aunque no me deja mucho tiempo libre). En el INE he conocido gente muy fregona, y se están haciendo cosas muy interesantes desde el punto de vista tecnológico. Y dado que yo no creo que podamos salir del hoyo como país excepto por la vía electoral, pues es también una forma de poner mi granito de arena.

Sólo quedan dos entradas en esta serie: un trabajo más que al final no se dio, y concluiré por fin explicando cuál es mi trabajo actual (y que seguirá siéndolo el resto de mi vida, espero).

El trabajo de Canek: La Iniciativa Privada

La primera opción que tuve para trabajar el resto de mi vida (porque siempre está esa opción), y que obviamente no tomé, fue regresar a la Iniciativa Privada.

La Iniciativa Privada

La Iniciativa Privada

Trabajar en la Iniciativa Privada tiene una ventaja, y básicamente una nada más: se puede ganar muy bien.

Hago énfasis en puede porque no todo mundo puede. Falta de habilidad, o de capacidad de negociación, o sencillamente de los contactos necesarios pueden causar que dos personas con exactamente la misma capacidad técnica ganen salarios terriblemente disparejos. Y (como todo en la vida) la suerte juega un papel muy importante.

Yo mismo creo que estuve criminalmente mal pagado en al menos dos de los primeros trabajos que tuve. Y estoy descontando “chambitas”, que mucha gente que le mueve a las computadoras suele terminar haciendo (yo rápidamente decidí que era una completa pérdida de mi tiempo).

Como sea; terminando las materias de la licenciatura me metí a mi primer trabajo de programador en la IP, donde duré menos de dos meses, lo que sería un patrón para mí en mi carrera profesional: me aburro extremadamente fácil. Después dejé de trabajar para terminar la tesis, y volví a trabajar en la IP durante algunos años antes de regresar a hacer mi maestría. Entre la maestría y el doctorado (en 2008) tuve mi última chamba en la IP, y a partir de ese momento no he vuelto a trabajar para la Iniciativa Privada en México.

Dos cosas estoy orgulloso de mi tiempo trabajando en la IP: la primera, jamás hice una entrevista de trabajo en traje y corbata, y a pesar de ello siempre conseguí chamba; y la segunda, durante varios años después de dejar de trabajar para varias empresas, constantemente me contactaban mis antiguos jefes para pedirme que, por favor, regresara a chambear con ellos.

La opción de trabajar para la IP, como mencionaba arriba, siempre ha estado (y está, técnicamente) abierta; no sobra la gente que hace lo que yo hago y que tenga mi experiencia. Sin embargo, nunca fui terriblemente feliz trabajando en una oficina; sí me la llegué a pasar bien, y conocí cuates que de hecho todavía lo son, pero no era la vida para mí.

Yo estoy en la minoría; la mayor parte de los egresados de mi carrera (y un montón de los que nunca egresan) terminan en la Iniciativa Privada. Es de hecho parte del por qué mi carrera tiene índices de terminación tan bajos: para el 5° semestre nuestros estudiantes pueden encontrar chamba bien pagada, y muchos deciden perseguir eso en lugar de titularse.

Es una buena vida para mucha gente: trabajan en una oficina, en horario de oficina (más las horas extras que al parecer siempre son inevitables al estar programando), ganan bien, aprenden y van haciendo contactos, hasta que eventualmente los ascienden a puestos de administración, subdirecciones y finalmente direcciones.

Es una buena vida. Nada más no para mí.

Dado que esta entrada lidia con mi experiencia en la IP, no puedo dejar de mencionar la otra cara de la moneda: abrir una empresa. Jamás me interesó hacer eso; me parece que soy terriblemente malo para los negocios, y además soy intrínsecamente inútil para ventas, porque la primera impresión que le doy al resto del universo es que soy insoportable… porque lo soy.

Soy programador, no hombre de negocios. Nunca lo intenté; aunque sí traté (infructuosamente) de hacer que mis cuates de la carrera abrieran sus empresas para que me dieran trabajo. No me arrepiento de no haber intentado jamás abrir una empresa; no es lo mío, no me interesa, y qué hueva.

Al obtener mi doctorado no tenía ofertas para trabajar en la Iniciativa Privada… al menos no en México. Pero de las ofertas que tuve fuera de México, prefiero hablar de ellas en otra entrada de esta serie.

La vida productiva

No he escrito no por falta de interés; sencillamente he estado muy ocupado. De buenas a primeras me ofrecieron una chamba temporal en el IFE, y como la paga era ridículamente buena, ni siquiera pensé en no aceptarla.

Tengo que ir a reuniones entre dos y tres veces a la semana, pero fuera de eso trabajo desde mi casa, y puedo seguir dando clases. Pero lo mejor es que de hecho está divertida la chamba; programo bastante en cosas entretenidas, y la gente con la que estoy trabajando es en su gran mayoría una banda interesante.

Lo que sí es que ha resultado en estarme desvelando mientras programo (siempre he sido más productivo de noche), y esto ha causado que tenga muy poco tiempo libre.

De ahí la falta de entradas en el blog.

Y por eso luego me multan

Siendo idiota como soy, me las ingenié para poner mal la dichosa fórmula. Por suerte en las cuentas “de verdad” (las que hice para el banco etc.) sí estaban bien, sólo cuando puse esto en el blog logré hacerlo mal.

Y lo pongo entre otras cosas para que no se me olvide cómo debo hacerlo, así que aquí va la fórmula correcta:

  • Cantidad: C
  • IVA: V=C\times\frac{15}{100}
  • Sub-Total: S=C+V
  • Retenciones ISR: RS=S\times\frac{10}{100}
  • Retenciones IVA: RV=S\times\frac{10}{100}
  • Total: E=C-\frac{S}{10}
  • Total Facturas: F
  • IVA de Facturas: FV=F\times\frac{15}{100}
  • Impuestos a pagar: RV\times\frac{50}{100}-FV

Y por supuesto notar que no se vale contar todas mis facturas; que sólo sirven las que legalmente pueda deducir por ser indispensables por mi profesión.

La fórmula

Y sólo me llevó cuatro años de darme de alta en el SAT encontrarla:

  • Cantidad: C
  • IVA: V=C\times\frac{15}{100}
  • Sub-Total: S=C+V
  • Retenciones ISR: RS=S\times\frac{10}{100}
  • Retenciones IVA: RV=S\times\frac{10}{100}
  • Total: E=C-\frac{S}{10}
  • Total Facturas: F
  • IVA de Facturas: FV=F\times\frac{15}{100}
  • Impuestos a pagar: V-FV

Sí, los impuestos pueden salir negativos. Eso significa (si he entendido todo bien) que en mi declaración anual puedo (y debo) pedir lo que me deban.

Si algún contador (o alguien que entienda de esto) encuentra algún error, por favor díganmelo porque sería muy estúpido tener que pagar alguna multa por haber entendido esto mal.