La minoría que no aprueba

En mi anterior entrada demostré, con datos duros, por qué el Peje es el mejor presidente mexicano del siglo XXI… lo cual es medio obvio, dada la incompetencia y corrupción de las administraciones anteriores a la suya, además de que utilizaban un modelo económico que empíricamente se ha demostrado (en todo el mundo) que no funciona.

Sin embargo existe, si les creemos a las encuestas de opinión, un %25-35% de la población que no aprueba el desempeño de Andrés Manuel; esto es, por si eso de las matemáticas no se les da, una minoría que, encima de todo, al parecer disminuye en tamaño con cada día que pasa.

También es necesario mencionar que una parte significativa de ese cuarto o tercio de la población tal vez no apruebe; pero eso no necesariamente quiere decir que desapruebe: es posible (y altamente probable) que un 10% o 15% de la población le valga madre y ni apruebe ni desapruebe.

Esta minoría disminuyente, si descontamos a los que les vale madre, se puede dividir (a grosso modo), en cuatro sectores:

  • Los ultras.

    El primer sector, y desde mi punto de vista el menos importante, son los que les gustaría rebasar a la Transformación y al Peje por la izquierda: los que quisieran, por ejemplo, nacionalizar de un golpe toda la banca; y a las televisoras; y quitarle los medios de producción a la burguesía (según la definición marxista).

    Obviamente simpatizo con ellos y me generan una cierta ternura; pero alguien debe explicarles que la política es el arte de lo posible (“Die Politik ist die Lehre vom Möglichen”). No porque una política sea justa o buena, quiere decir que la podemos implementar de inmediato o a mediano plazo: en una democracia hay que convencer a la mayoría. Y si algo ha demostrado el Peje durante este sexenio, es que se pueden atraer más moscas con miel que con mierda: a los burgueses de este país les ha ido mejor este sexenio que en otros (exceptuando un puñado que perdió muchísimos privilegios).

    ¿Por qué digo que este sector es el menos importante? Porque este tipo de personas jamás van a votar por el PRIANRD, ni tampoco por MC. Si votan y son consecuentes, lo harán por Morena o sus aliados; y en el peor de los casos no votarán, pero numéricamente son tan pocos que no es algo terriblemente importante para el resultado final de las elecciones. Sigue siendo una tragedia que no voten; pero no porque pudieran afectar el resultado de la votación: no pueden.

    Como sea, este sector es justo y necesario que exista: alguien (quien sea) siempre debe luchar por lo imposible, si queremos que algún día se haga posible.

  • La oligarquía.

    El segundo sector son la gente que vio directamente afectados sus intereses por las políticas del lopezobradorismo; y me refiero a los grandes intereses, no cosas relativamente pequeñas como bonos, estímulos o seguros de gastos médicos mayores para hospitales privados. Hablo de los grandes empresarios que no pagaban impuestos o estaban coludidos en negocios con políticos gobernantes; esos mismos políticos gobernantes que hacían negocio con sus cargos y con los grandes empresarios antes mencionados; de los pseudoperiodistas chayoteros que ya no les pagan pon echarle flores a ciertos gobernantes, o hacerse de la vista gorda de sus crímenes o abusos, como los negocios infames entre los antes mencionados grandes empresarios y políticos gobernantes.

    Este sector es muy poderoso (principalmente en lo económico y mediático) y están encabronadísimos porque el sexenio de AMLO detuvo o al menos disminuyó lo que era esa corrupción normalizada en el sistema político mexicano. Son los más interesados en recuperar esos privilegios que rayaban en lo ilegal (si no es que descaradamente lo eran). También, gracias a Marx, son muy poquitos: todos en este sector son literalmente ricos y famosos, y una de las grandes ventajas de la democracia, es que el voto de Salinas Pliego vale lo mismo que el voto de cualquiera de los trabajadores que barren los edificios de alguna de sus empresas.

  • Los dogmáticos.

    El tercer sector son aquellos que creen, básicamente como dogma religioso, que las políticas de este sexenio no funcionan porque no pueden funcionar. Regresando al ejemplo del salario mínimo de mi entrada anterior en esta serie, ellos toman casi como artículo de fé que la intervención del estado en la economía está destinado al fracaso, entonces mucho de lo que ha hecho el Peje en el sexenio está destinado al fracaso, no importa cuánta evidencia empírica se presente de que sí está funcionando. Y hago notar de nuevo que el compañero Presidente ha negociado exitosamente con empresarios y la iniciativa privada en general para echar a andar múltiples programas; no todo ha sido inversión pública, aunque sí ha habido también mucho de ella.

    Este sector es más numeroso que el anterior, pero me parece que no son tantos: empíricamente ha quedado demostrado en todo el mundo que el neoliberalismo no funciona y la gente que lo sigue defendiendo a muerte son intelectualmente equivalentes a la gente que todavía defiende el socialismo estilo de la Unión Soviética. Además de que no funciona, el neoliberalismo tiende a sacar lo peor del sistema capitalista y generar abusos contra los sectores más pobres que rayan (si no es que caen) en lo criminal.

  • La búrbuja.

    El último sector son gente que, con todo respeto, me parece que un porcentaje significativo sencillamente están mal informados. Como el segundo sector que mencionaba incluye a la gran mayoría de los dueños de los medios de comunicación corporativos, los mismos se han pasado todo el sexenio echando lodo a la administración, en algunas ocasiones de manera justa; pero en la gran mayoría de manera terriblemente injusta. Como muestran las encuestas de opinión, esta guerra sucia no está funcionando en general; pero siempre hay un porcentaje de la población en la que funcionará: y yo estoy seguro que esa gente es la mayoría de los que componen este sector.

    Este sector son gente común y corriente; no son grandes empresarios ni políticos. Son pequeños y medianos comerciantes, profesionistas, profesores de todos los niveles, amas de casa como las que desprecia Guadalupe Loaeza. Pero si estos ciudadanos escuchan nada más a los medios de comunicación que hablan pestes del Presidente y su administración, y se rodean nada más de gente que también nada más habla pestes del Presidente y su administración, pues medio se puede entender que crean que el Presidente y su administración apestan.

El primer sector (los ultras) como menciono arriba me generan simpatía, pero no hay mucho que yo les pueda decir: viven, como muchos en ese grupo lo hacen desde la década de los sesentas del siglo pasado, esperando una gloriosa revolución que probablemente nunca va a llegar. Vayan en paz y coincidamos en que no vamos a coincidir.

El segundo sector (la oligarquía) tiene toda la razón del mundo para odiar al Peje: les arruinó sus negocios millonarios, muchos de los cuales eran ilegales. No hay nada que yo tampoco pueda decirles además de que estoy seguro ningún miembro de este sector leerá mi blog: púdranse si cometieron crímenes y espero que se les estén cobrando los justos impuestos que determina la ley.

Discutir con el tercer sector (los dogmáticos) es como discutir la existencia de dios con alguien creyente; es un sinsentido. Tienen sus dogmas que los confortan, y si la cruda realidad no los despierta de sus sueños neoliberales, tampoco nada de lo que yo pudiera decir lo hará. Sigan en su sueño donde la mano invisible del mercado soluciona todos los problemas del mundo.

En mis cuentas hechas en la parte de atrás de una servilleta de Sanborn’s, estos tres sectores no creo que lleguen al 5% de la población, y probablemente esté siendo generoso con ellos. Los que me interesan son los ciudadanos del cuarto sector, que es la mayoría de la población que no aprueba la Pejeadministración, y en particular aquellos que (desde mi punto de vista) simplemente están mal informados. Para ellos es esta entrada, aún si ninguno de ellos me lee.

Yo crecí, queridos lectores, en un hogar donde mis padres eran miembros del Partido Comunista. Desde muy joven me di cuenta de lo peligroso que es el dogmatismo y la visión de túnel política; porque aunque mis padres siempre fueron muy críticos incluso de los personajes políticos que apoyaban, mucha gente que de repente caía a mi casa no compartía este pensamiento crítico.

Recuerdo, a mis no tan tiernos 17 años, en 1994, un volante donde se insinuaba que Salinas había mandado a asesinar a Colosio; uno de los “argumentos” que daban era: “¿sabe usted de algún chiste que no sugiera que Salinas mató a Colosio?” A esa edad tan cerca de la adultez pero sin haber llegado a ella, me resultó obvio que era un argumento muy imbécil para explicar por qué podía atribuírsele el magnicidio a Salinas.

Me aterra, desde hace treinta años que me movilicé por primera vez, que me esté equivocando en mi ideología y mis preferencias políticas. Siempre estoy, de una u otra manera, cuestionando si tenemos o no razón en las movilizaciones en las que he participado; por eso siempre he tratado de mantener un oído u ojo abierto a las posiciones que difieren de las mías.

Mis padres estaban en contra de las cuotas en la UNAM; pero estaban terriblemente preocupados de que la huelga estuviera durando tanto tiempo (como el resto del país) y eran de los que querían que se levantara incluso antes de que se derogaran; yo no estaba (entonces y ahora) de acuerdo con eso. Mi directora de tesis de la licenciatura estaba completamente en contra de la huelga (y del Peje y la izquierda mexicana en general); pero siempre nos respetamos, nos quisimos y pudimos trabajar juntos independientemente de nuestras posturas políticas encontradas. Tengo un par de amigos, de los más cercanos y que más quiero, que múltiples veces se han movilizado en cosas completamente en contra de las que yo apoyo. Venga, tuve una novia panista alrededor de las elecciones del 2006, cuando los panistas se robaron las elecciones presidenciales.

Y en la misma huelga tenía yo que estarme peleando con muchos compañeros, porque yo votaba por el PRD en ese entonces (el PRD valía la pena en ese entonces) y creía (como siempre he creído; como siempre creeré) en la vía pacífica y electoral para cambiar las cosas en el país.

Esto que cuento no es para alardear de lo “diversa” que es la esfera de opiniones que oigo; es sólo tratar de explicar que, por más fallas que pueda yo tener como persona, de verdad intento (por definición no puedo saber qué tanto éxito tengo) de estar escuchando a las opiniones que difieren de las mías y sopesar sus méritos aunque contradigan muchas cosas que yo sostengo como verdaderas. Es bien pinche difícil estar cuestionando todo el tiempo si las cosas por las que he estado luchando desde que era adolescente sí son las correctas. Sería mucho más fácil tomarlo como dogma y no preocuparme; pero sí me preocupo, porque realmente quiero que mis estudiantes puedan vivir en un mejor país del que a mí me tocó cuando tenía su edad.

En el contexto de esta entrada, yo oigo a López Dóriga y Ciro Gómez Leyva; a Eduardo Ruiz-Healy y Denise Maerker. Trato de escuchar a muchos de los que han sido señalados (con casi toda certeza de manera justificada) como parte de los chayoteros que mencionaba arriba; porque hay que escuchar las críticas para poder analizar si son justas o no. También oigo a los que apoyan al Peje, descaradamente como son los de Sin Censura (que no me caen tan bien porque [y esto es decir mucho de mi parte] me parecen muy vulgares); o los de Sin Embargo que sí me caen muy bien; o medios que son sin duda alguna de izquierda pero (ocasionalmente) ferozmente críticos del Peje, a grados que me parecen a veces excesivos, como Julio Astillero.

(En un afán de ser transparente, debo admitir que me niego a ver o escuchar a Carlos Loret de Mola: me parece que ha quedado demostrado más allá de toda duda de que, en el mejor de los casos es un pseudoperiodista tan incompetente que no sabía distinguir cuándo algo era un montaje; y en el peor es uno de los individuos comprados por Genaro García Luna).

Todo medio de información tiene un sesgo; yo en principio desconfío de un medio que no admita al menos que sí tiene sesgo. Me parece que hay que tratar de escuchar o leer al menos un par de medios que su sesgo contradiga al nuestro, y sí quiero enfatizar en que deben de ser medios; no posts en redes sociales: las redes sociales son una mierda y no sirven en lo más mínimo para informarse ni mucho menos para tener discusiones inteligentes. Los medios chayoteros son mucho mejor que casi cualquier grupo en Facebook o subreddit en Reddit; la cantidad de desinformación y manipulación de las redes sociales es apabullante. En particular, por favor no utilicen como principal medio de análisis político el triste blog de un profesor universitario de Ciencias de la Computación; con todo respeto, sería muy estúpido si hicieran eso.

Si ustedes son de los que no aprueban de la administración del Peje, queridos lectores; y en particular si son de los que están muy enojados contra sus políticas, ¿están escuchando a la otra parte? ¿Están cuestionando si sus posturas podrían estar equivocadas? ¿Pueden al menos entretener la idea de que tal enojo podría ser resultado de manipulación por parte de ciertos medios/redes sociales?

Yo les puedo decir (allá ustedes si me quieren creer o no) que yo sí trato de escuchar al otro lado, a las posturas encontradas. Y lo que he oído no sólo no me convence; es (desde mi muy personal punto de vista) medio patético, la verdad; porque como justamente lo que quiere el segundo sector de arriba, es recuperar sus privilegios, entonces en general sólo critican incesamente, incluso cuando no es meritorio; o incluso bajo información falsa (no, la gasolina no amaneció a 30 pesos el litro este primero de enero). Si estos medios comienzan a admitir las cosas que están bien, entonces se cae el castillo de naipes; por lo tanto, todo tiene que estar mal todo el tiempo.

O casi todo mal casi todo el tiempo: debo ser justo y mencionar que en México aún no hemos llegado al nivel de toxicidad de Estados Unidos. Mientras que en Fox “News” es básicamente imposible que admitan algo bueno que hagan los demócratas o que critiquen a Donald Trump, aquí en México, a pesar del lodazal que en general lanzan los medios corporativos a la Pejeadministración, de vez en cuando admiten algunos avances: Ruiz-Healy de repente admite que la economía va bien; López-Dóriga de repente reconoce que el Peje sí termina obras que otras administraciones abandonaron; Ciro Gómez Leyva tiene a Epigmenio Ibarra todos los miércoles en su programa… luego es medio güey, el Epigmenio, pero se agradece el espacio.

De cualquier manera, en general para los medios corporativos casi todo tiene que estar mal casi todo el tiempo; y ustedes, queridos lectores, como ciudadanos deben estar enojados; muy enojados, para que quieran correr a patadas a este gobierno incompetente y autoritario y antidemocrático y comunista y neoliberal y lo que se les ocurra llamarlo en la transmisión en turno, para que sea repetido por bots en las redes sociales y se llenen las publicaciones de comentarios enfurecidos que no contribuyen en nada a una discusión inteligente pero que podrían dar la apariencia de que hay mucha oposición a esta administración aunque todas las encuestas de opinión nos digan que es una minoría que además va en decremento.

Es la técnica de los republicanos en Estados Unidos: hacer enojar a la población (o al menos un sector significativo de la misma) para distraerlos de las cosas que realmente importan. No, el problema no es que el salario mínimo esté estancado en gringolandia desde hace quince años; es que los inmigrantes ilegales se están robando los trabajos. No, el problema no es el racismo sistémico, es que las escuelas públicas quieren “enseñarles” a ser homosexuales a los niños de primaria. No, el problema no es que Citizens United haya permitido la entrada de dinero negro a las elecciones gringas, es que “hombres disfrazados de mujeres” quieren entrar a los baños de las damas para abusar de ellas.

Es lo mismo aquí: no, el problema no es que ciertos grupos junto con las autoridades hicieran negocios millonarios con los medicamentos; es que este gobierno no consigue medicinas para los hospitales. No, el problema no es que ciertos grupos junto con las autoridades hicieran negocios millonarios con los libros de texto gratuito; es que los nuevos libros indoctrinan con comunismo. No, el problema no es que el poder judicial tenga una partida de 253 millones de pesos para vesturio y 56 millones de pesos para renta de casas; es que el ejecutivo quiere golpetear a otro poder autónomo para poder ser más autoritario. No, el problema no es que ante la marejada democrática que por fin ha permitido a la población en general del país tomar control del ejecutivo y legislativo, tanto a nivel federal como la mayor parte de los locales, la oligarquía se haya entramado en el poder judicial para bloquear las reformas que evidentemente apoya la mayoría del país; es que tenemos un presidente narco.

De nuevo, las encuestas de opinión nos dicen que esta campaña que ha durado todo el sexenio (y que se recrudecerá conforme se acerquen las elecciones) no está funcionando… excepto por una minoría de la población. ¿Son parte ustedes de esta minoría, queridos lectores? ¿Se han detenido a pensar si acaso es posible que estén equivocados? Sólo como ejercicio mental, ¿están dispuestos a intentar escuchar al otro lado? ¿De verdad escuchar?

No dejen de escuchar a los medios chayoteros; al contrario, asegúrense de seguirlos escuchando, por favor. Pero también escuchen a los que a su vez los critican; si no, están viviendo en una burbuja que, si todo continúa como van las cosas en este momento, va a tronar como ejote el dos de junio.

¿Es mi intención convencer a algunos de ese cuarto sector a que voten por la Transformación el próximo 2 de junio? Por supuesto que no; desde hace muchos años entendí que no importa qué bien o mal escriba, o qué datos presente o deje de presentar, en general no le voy a hacer cambiar la forma de pensar a absolutamente nadie. Pero sí necesitamos todos salir de nuestras burbujas informativas.

Además, si me permiten ser sincero, queridos lectores, no necesitamos los votos de ese cuarto sector: ganamos sin ellos, fácilmente (aunque faltan cuatro meses para las elecciones; y esos son muchos meses para que ocurra una desgracia). Y para el plan C, además de que hay muchas opciones incluso si no conseguimos las dos terceras partes legislativas directamente, es mucho más sencillo convencer a más gente que vote por primera vez a tratar de convencer a los que no aprueban: en el 2018 votaron por primera vez 11 millones de mexicanos. Ese porcentaje de ciudadanos que ni aprueba ni desaprueba es muy probable que contenga un montón de paisanos que nunca han votado (justo porque como que les vale madre, realmente); si este dos de junio aumentamos el número de votantes la mitad de la última vez, unos 5 millones, creo que fácilmente conseguiríamos esas dos terceras partes. Vamos a ver.

Como sea: no todos los miembros del cuarto sector están mal informados; algunos (no sé cuántos) de manera honesta, sin caer en dogmatismo, sencillamente no están de acuerdo con las políticas de la Transformación. Estos ciudadanos mexicanos, junto con los dogmáticos del tercer sector, están equivocados, si hacemos caso a las toneladas de evidencia empírica que existen; pero tienen derecho de estar equivocados. Tienen todo el derecho del mundo de proselitizar su ideología y tratar de convencernos de que los programas del Peje no pueden funcionar aunque al parecer sí estén funcionando; tienen derecho a organizarse políticamente y perseguir los espacios políticos que puedan ganar; y a través de ellos tienen todo el derecho de hacer un contrapeso a las políticas de Estado de la Transformación y tratar de detenerlas o retrasarlas.

Pero siguen siendo minoría y por lo tanto no tenemos (nosotros como sociedad y la Transformación como la que cuenta con la legitimidad, autoridad y fuerza del Estado) por qué hacerles caso.

Si se juega el juego político, tienen derecho a ciertas concesiones y definitivamente siempre a ser escuchados; pero evidentemente no se van a hacer las cosas como ellos quieren, porque son minoría. No importa que algunos, como los dogmáticos, estén 100% convencidos (como los fanáticos religiosos) que tienen la razón de su lado.

Tienen que aceptar este hecho, si hay una participación política de buena fé por parte de ellos; si no quieren que ciertas políticas se implementen, deben convencer a un porcentaje significativo de la sociedad para que voten por los candidatos que los representen o para movilizarse con fortaleza y de manera continua si quieren que se les escuche. Una marcha no basta; nosotros marchamos durante décadas (generalmente con cientos de miles), llenando el Zócalo docenas de veces, antes de que pudiéramos convencer a suficientes paisanos de que éramos la mejor opción.

Si quieren que las cosas se hagan como ustedes quieren, tienen que convencer a una mayoría del país. Y si no lo logran, no se harán las cosas como ustedes quieren, obviamente. Así de simple.

Relacionado a todo lo anterior, hay dos cosas que mucha gente dice con las que yo no estoy de acuerdo: una, que la discusión política está muy “polarizada”; y dos, que el país está muy “dividido”.

De la polarización: nadie (y de verdad, jamás lo he visto u oído) está abogando por la destrucción absoluta de los adversarios políticos (a lo más la derecha hace comentarios clasistas y racistas, como que hay que obligar a miembros de Morena a vivir en Iztapalapa), y ninguno de los bandos está ensimismado en que el bando propio es 100% correcto y el opuesto está 100% equivocado: como mencioné los medios chayoteros admiten cosas buenas del sexenio del compañero Presidente; y obviamente también mencionan aunque sea parte de las pendejadas de la oposición (entre otras razones porque cometen muchísimas pendejadas). De la misma manera, los medios izquierdistas que mencioné reconocen cuando los adversarios de la Transformación tienen un punto y no se tientan el corazón en mencionar cuándo piensan que la administración la está cagando.

Me da la impresión de que la gente que dice que la política está muy polarizada, tiene esta noción porque cometen el error de usar redes sociales; yo por supuesto no hago eso, porque (repito una vez más) estoy convencido de que son una mierda absoluta. Pero además, ¿les consta que las señales de esta “polarización” las dan seres humanos de carne y hueso? Porque me parece que está demostrado que la enorme mayoría de engagements en redes sociales son bots alegremente mentándose la madre entre ellos, en ocasiones sin que ni siquiera una persona de verdad vea dichas discusiones.

Además hay que entender que si uno da una postura política y alguien más nos responde: “no, eso no es correcto; estás equivocado”, eso no es polarización: eso es que pensamos distinto. Es perfectamente normal y de hecho sano y bueno en una democracia. No tenemos que pensar igual; y de hecho me consta que entre la mayoría que apoyamos a la administración de Andrés Manuel, muchísimos diferimos en muchísimas posturas. Pasa lo mismo con la minoría que no aprueban a la Pejeadministración. Eso está bien; qué bueno que así ocurra.

De la “división”: el país no está dividido; al contrario, está más unido que nunca en apoyo de un proyecto de nación. El consenso es tan grande que es de verdad abrumador ver cómo los que apoyamos la Transformación superamos 2 a 1 a los que no, si no es que de hecho por más. Porque además, les recuerdo, los que no aprueban no quiere decir que desaprueben; hay un montón que no aprueba que con casi toda certeza de hecho les vale madre.

Los que de hecho desaprueban son una minoría que además va disminuyendo; el resto (o la gran mayoría del resto) estamos en general bastante contentos y vemos con optimismo el estado actual del país y el rumbo en el que está encaminado. Reconocemos y estamos conscientes de los errores, limitaciones y pendejadas que ha cometido la Transformación; pero (en general) no nos queda duda que es mucho mejor que las administraciones anteriores y que los programas sociales y modelo económico funcionan. Lo vemos con nuestros propios ojitos, al abrir las puertas de la calle y ver los hospitales; las carreteras y autopistas; los trenes y aeropuertos. Lo vemos al llenar el tanque de gasolina, al comprar la canasta básica, al pedir cosas en Amazon con un dólar históricamente bajo.

Y la enorme mayoría de los que apoyamos la Transformación, nos orgullece y alegra ver a un Presidente que habla del legado histórico del pueblo mexicano; de las bondades de la cultura nacional; de cómo ser mexicanos es algo de lo que nos podemos sentir orgullosos. Si ustedes no están de acuerdo o les parece que esas son cosas superficiales o irrelevantes (o peor aún, que es “peligroso” pensar así), de verdad no sé qué decirles: tomen de nuevo sus clases de civismo en la secundaria, o algo. Lo que sí sé es que, si una parte no trivial de sus años formativos transcurrieron en México, y no les importa o les da vergüenza ser mexicanos, nada más se están poniendo el pie ustedes mismos, porque su cultura es la mexicana les guste o no, y forman parte de este pueblo, nos guste o no a nostros.

No hay división; hay una gran fiesta nacional, y todos los mexicanos están invitados. No es obligatorio que asistan, pero si no lo hacen se están perdiendo un gran huateque.

Para terminar, debo enfatizar que en esta entrada no hablé de lo que yo denomino nuestra desesperada y triste oposición. Algunos de los miembros de los cuatro sectores que mencioné forman parte de ella, pero para , nuestra desesperada y triste oposición consiste de la oposición formal: los partidos políticos de oposición, en particular sus dirigentes, (algunos) gobernadores, legisladores y candidatos; no realmente a sus militantes.

Hago la distinción, porque una de las cosas que hace todavía más trágico (y enfuriante) el estado de nuestra desesperada y triste oposición, es que la misma no representa a casi nadie de la ciudadanía. Representan a un sector oligárquico diminuto y a una bola de burócratas partidistas que mayormente están traficando fueros legislativos para tratar de, literalmente en muchos casos, evitar terminar en la cárcel.

Pero de nuestra desesperada y triste oposición escribiré en otra entrada.

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