25 años

Hace 25 años (más algunas semanas), entré al CCH Sur a estudiar el bachillerato. He escrito al respecto antes; recuerdo con cariño al CCH, pero no definió mi vida. Sin embargo, sí ocurrieron cosas mientras estuve en el CCH que definieron varias cosas en mi vida.

Una de ellas fue que mi primera manifestación, a la que yo fuera por decisión propia, no porque me arrastraban, fue al 25 aniversario de la matanza del 2 de octubre. Ahí comencé a participar en movilizaciones, cosa que técnicamente no he dejado de hacer (aunque mucho menos que cuando era estudiante), ni espero dejar de hacerlo nunca.

Hoy se cumplieron 50 años, y el país ha cambiado bastante; desde 1968 sin duda, pero también desde 1993. Y la movilización de hace cinco décadas tiene mucho que ver, por supuesto.

No fui a la marcha; me hubiera gustado, pero hubiera resultado en que no hiciera nada de mi chamba hoy. Y sencillamente no creo que sea mi lugar; ciertamente no cuando fue una movilización básicamente conmemorativa: agradezco mucho la inteligencia de los muchachos de ahora, que no permitieron que la provocación de hace unas semanas escalara a más de lo que merecía.

Ya no soy estudiante; lo fui mucho tiempo, básicamente viví más años de mi vida como estudiante que como cualquier otra cosa, pero ya no soy estudiante y dudo volverlo a ser. Que no sea estudiante no quiere decir que no pueda participar en movilizaciones conmemorativas; pero ciertamente ya no es el papel primordial que juego. Confío en los chavos de ahora para que se hagan cargo.

El 1° de julio ocurrió algo en este país que nunca había ocurrido; y dios menguante en un par de meses se concretará en los hechos el resultado de estas pasadas elecciones. Y aunque ciertamente había muchachos hace 50 años que participaron en la huelga pensando que sería el primer paso de una gloriosa revolución, lo cierto es que el movimiento del 68 fue primordialmente por la apertura democrática del país.

Que lo consiguieron, si bien a un precio criminal que nunca debió ser considerado y con una tardanza inmoral; en la siguiente década se le permitió la entrada a los partidos políticos de izquierda, lo que resultaría en la candidatura presidencial oficial de 1982 de Arnoldo Verdugo; la rebelión dentro del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988; la creación del PRD; la victoria en la Majestuosa en 1997; y veinte años después (tras un fraude descarado en 2006), la victoria del Peje a nivel nacional.

Ha sido una marcha desesperantemente lenta, pero innegable, hacia el fortalecimiento de nuestra débil democracia; y todo lo podemos rastrear al movimiento estudiantil de 1968. Falta mucho por hacer; siempre va a faltar mucho por hacer, pero no dudo que, a grandes rasgos, los participantes de hace 50 años estarían, como yo, cautelosamente optimistas del futuro. Ciertamente mucho más que básicamente en todo el tiempo que ha transcurrido desde entonces.

En ese sentido, este aniversario de la matanza del 2 de octubre es fundamentalmente distinto de todos los anteriores. Este país nunca olvidará la masacre de hace 50 años; pero me parece que por primera vez desde entonces podemos estar genuinamente optimistas de que toda esa sangre, todos esos muertos, todas esas movilizaciones y todos estos años de lucha sirvieron de algo. Falta que de hecho así resulte.

Pero repito: cautelosamente optimista.

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