Fondue en casa de Omar y Paola

Y nos dimos cuenta (un mes después) de que no les habíamos regalado nada a Omar y Paola por haberse casado. Que no es que pensemos que se merecen un premio; es sólo la costumbre socialmente establecida.

Así que Enrique tuvo la buena idea de darles una cazuela para hacer fondue. Y ya sé que debe tener un nombre más específico; pero básicamente es una cazuela (de acero inoxidable) y ahí se echa queso y se funde y se come y la gente le dice fondue. Para el ojo poco experimentado pueden parecer quesadillas.

Sin tortillas. Y con vino.

Enrique tiene a bien llamarle al paquete completo (cazuela, queso, pan y vino) un paquetecases. Dice él (y no tengo razones para dudarlo), que uno llega a la casa de la víctima chava, con la cazuela bajo el brazo y la botella de vino y el baguette en las manos (el queso va dentro de la cazuela, para fácil transportación), y después de una cena romántica a la luz de las velas (o al menos de la flama de la cazuela para fondues), la chava accede a casarse, o a compartir el lecho al menos.

No me pregunten por el tipo de chavas que Enrique se liga. No lo sé, y no quiero saberlo.

La bronca con Omar y Paola es que ya se casaron, así que le pusimos un paquetembaraces y dijimos todos (i.e., Juan, Enrique y yo) “sí, démosles eso”.

Un mes después, de hecho lo hicimos.

Ya avisados los palomos de que íbamos a ir a comer a su casa (no les preguntamos si estaban de acuerdo), quedamos de caer ahí a las cuatro de la tarde. Le dije a Enrique: “Enrique, pasas por mí a las dos y media, para ir a comprar el queso Oaxaca y el tepache. A las dos y media.”

“Sí”, dijo él.

A las 3:20 le hablé a Enrique. Me contestó que ya iba, que de hecho le había salido todo lo que tenía que hacer con tiempo, pero que (oh, destino cruel), se había quedado dormido en el baño de vapor del club.

Pasó por mí y después de casi chocar con un micro, llegamos a Cotsco conde compramos no queso Oaxaca y tepache, pero sí baguettes, queso especial para cazuela de fondue, y vino tinto. Y después tardamos diez minutos en la caja porque (oh, destino cruel), por alguna razón el cajero tenía que hacer corte de caja en ese momento.

Mientras esperábamos, Enrique me dijo “Háblale a Omar”. Para qué, pregunté. “Para que nos diga cómo irnos”. No va a saber, contesté, él no usa carro. “Pero vive ahí; seguro sabrá las condiciones del tráfico”. Enrique mencionó el Metrobús, como si su existencia garantizara el que Omar supiera las condiciones del tráfico.

Le hablé a Omar. “Bueno” dijo él. “Fue culpa de Enrique” dije yo. Después de explicarle porqué era culpa de Enrique, le pregunté de las condiciones del tráfico y de La Ruta Más Corta (MR) para llegar a su casa. Omar me contestó que no tenía idea, que él no usaba carro. Le preguntó a Paola, que tampoco usa carro, y tampoco sabía. Colgamos ambos sin ninguna satisfacción por la llamada.

Enrique y yo pasamos de ahí a la Comercial, donde compramos otro baguette y dos botellas de Asti Martini. No soy de vino (o alcohol en general), así que quería llevar al menos uno que yo sí me gusta. En la caja (si lo pueden creer) perdimos otros diez minutos porque la cajera (oh, destino cruel) tuvo que verificar un precio de una falda. Y Enrique de necio que no quiso dejarla.

Después de pagar y de bajar (y subir de nuevo a que nos sellaran el boleto del estacionamiento), por fin emprendimos la marcha a casa de Omar y Paola. Cagadamente, hicimos menos de media hora; las condiciones del tráfico y el destino cruel por fin nos dejaron en paz.

Llegamos a casa de Omar y Paola, y después de confirmar que Juan no había llegado, nos pusimos a preparar todo. Enrique, Paola y Omar picaron pan:

Omar, Paola y Enrique

Omar, Paola y Enrique

Prepararon la cazuela del fondue:

La cazuela del fondue

La cazuela del fondue

Pusieron la mesa:

La mesa

La mesa

Y yo tomé fotos. Excepto esta, que la tomó el tripié:

Paola, Omar, Enrique, Juanjo y yo

Paola, Omar, Enrique, Juanjo y yo

Fue una velada muy divertida. El fondue quedó delicioso (especialmente con las carnes frías de Enrique), y las cuatro botellas de vino que llevábamos desaparecieron como por arte de magia. Además de que todo el tiempo estuvimos riéndonos y teniendo una charla más que agradable.

Por cierto: las carnes frías de Enrique era un paquete que se le ocurrió comprar en el Cotsco. No vaya a darse un malentendido como el del Enrique Porno CD. Que no voy a explicar ahorita.

Cuando la comida acabó, que nos dimos cuenta porque Enrique le estaba rascando el queso a la cazuela con una cuchara

Enrique rascando el queso

Enrique rascando el queso

decidimos que el asunto había tocado fondo y partimos. Pero de verdad fue una velada muy divertida. Espero que la podamos repetir pronto, y sin que alguien se tenga que casar para ello.

Sobre todo porque los corchos de los Asti Martini fueron a pegarle a Omar, que decidió conservarlos para amenazar a Paola de que lo trate bien.

Todos

Todos

5 comentarios sobre “Fondue en casa de Omar y Paola

  1. No quisiera sonar quisquilloso, peor ahora escribiste “fondeu” y no “fondue” o “fondu” (he visto ambas, pero supongo que “fondu” es más correcto porque es masculino, al igual que “fromage”, “le fromage fondu”: “el queso fundido”) .

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