La Grande

Me parece adecuado comenzar el análisis de las elecciones por La Grande, la elección presidencial. A tres días de las elecciones, con 95.23% de las casillas registradas en el PREP, la victoria de Claudia es con el 59.35% de los votos.

Morena ganó todas las entidades del país, excepto por Aguascalientes. Es medio desesperante; en 2018 fueron todas excepto Guanajuato, siempre hay una entidad que se sale del huacal. Claro que Aguascalientes’n es chiquitito; tiene 863,893 habitantes, mientras que Guanajuato (que ahora sí ganó Claudia) tiene 6,166,934.

En Aguascalientes Xóchitl ganó con 46.14% contra 42.36% de Claudia; es, por supuesto, una diferencia que puede ser superada: como ya dije, en 2018 Morena y el Peje ganaron la entidad. Habrá que hacer un análisis cuidadoso para ver qué pasó ahí, porque además de los tres distritos federales con los que cuenta la entidad, Claudia ganó dos; eso sí, con márgenes pequeños, mientras que Xóchitl ganó el tercero con un margen de casi 20%.

Fuera de Aguascalientes, la doctora Sheinbaum ganó en todas las entidades del país; desde 44.04% contra 35.99% en Jalisco, hasta 80.14% contra 11.31% en Tabasco. En ninguna entidad tuvo Claudia un porcentaje menor al 42% y de hecho únicamente en 5 entidades tuvo un porcentaje menor al 50%. En 9 entidades tuvo un porcentaje entre 50% y 60%; en 13 tuvo un porcentaje entre 60% y 70%; en cuatro entidades tuvo uno mayor a 70%; y Tabasco tuvo el mal gusto de darle un asqueroso 80%. Creo que desde las épocas de la supremacía priista no se veía algo así.

Y no sólo es la mayoría aplastante; es la diversidad de dicha mayoría: Claudia ganó en todos los grupos por edad; en todos los niveles socioeconómicos (la clase media votó mayoritariamente por Morena); en todas las profesiones; en todos los géneros; vamos, no he visto el dato cruzado, pero estoy seguro que con casi toda certeza Claudia ganó con todas las aficiones de la Liga Mexicana de Futbol.

Estos números son raros, pero no desconocidos, en los regímenes democráticos; en 1964, Lyndon B. Johnson ganó su primera elección (después de reemplazar a Kennedy en 1963, cuando lo mataron), con 61.1% de los votos contra 38.5% de Barry Goldwater, quien sugería que debían usar armas atómicas en Vietnam. Nixon se reeligió con 60.7% de los votos contra 37.5% de McGovern en 1972 (renunciaría un par de años después, por el escándalo de Watergate). En 1984, Reagan se reeligió con 58.8% de los votos, contra 40.6% de Mondale (con Geraldine Ferraro como candidata a vicepresidenta, la primera vez que los gringos hicieron eso). Todas las demás elecciones presidenciales en el resto del siglo XX y lo que llevamos del XXI, los gringos han estado mucho más polarizados, con ningún candidato ni siquiera acercándose al 55%, y de hecho en dos ocasiones ganó el candidato que perdió el voto popular: George W. Bush y Donald Trump, republicanos los dos, obviamente.

El margen de victoria de Claudia es tan avasallador que hace incluso complicado ponerlo en perspectiva: por supuesto, los llamados al “voto útil” fueron (irónicamente) inútiles, incluso sumando todos los votos de Xóchitl y Máynez, éstos se quedan cortos por más de 11 millones comparados a los de Claudia. O visto en porcentajes, el 10.41% de Máynez sumado al 27.90% de Xóchitl siguen estando más de veinte puntos porcentuales debajo del 59.35% de Claudia.

Comparando los resultados del domingo con los de hace seis años, en el 2018 el PAN tuvo el 22.27% de los votos y el PRI el 16.40%. Usando una calculadora para no regarla, veo que entre los dos tuvieron 38.67% de los votos, quedando a 14.52 puntos porcentuales del 53.19% que obtuvo el Peje. En otras palabras, en seis años, vistos en conjunto, el PAN y el PRI perdieron más de diez puntos porcentuales de los votos presidenciales.

En números brutos es, por supuesto, peor: el PAN en 2018 obtuvo 12,610,120 votos y el PRI 9,289,853, para un total de 21,899,973 votos. Con datos preliminares, Xóchitl obtuvo 15,620,726, una pérdida de más de seis millones de votantes. Obviamente hay gente que murió entre 2018 y el domingo; pero evidentemente no fueron seis millones: fueron muchos menos. Esto quiere decir que en seis años el PRIAN perdió millones de votantes: probablemente muchos no salieron a votar (fácilmente puedo imaginar a muchos panistas de abolengo negándose a votar por alguien como Xóchitl y a muchos priistas de la vieja guardia negándose a votar por una panista), pero no es difícil ver que sí debió haber muchos que se brincaron la barda y votaron por Claudia, y me imagino que un par de despistados por Máynez.

(Todas estas cuentas ignoran al PRD; si los consideramos, es peor el resultado para el PRIAN).

Si desmuéganeamos al PRIAN, a la coalición del corazón partido, los resultados son todavía más desgarradores: el PAN pasó de 12,610,120 votos (22.27% en 2018), a 9,130,979 (16.31% en 2024), una pérdida bruta de 3,479,141 votos y de casi seis puntos porcentuales. El PRI, el partido “revolucionario”, pasó de 9,289,853 votos (16.40% en 2018) a 5,399,566 de votos (9.66% en 2024), una pérdida bruta de 3,890,287 votos y de casi siete puntos porcentuales. Es un partido que camina como muerto viviente: en este momento está debajo de lo que recibió Movimiento Ciudadano (5,827,671 de votos), convirtiéndose en la cuarta fuerza política nacional.

(Repito de nuevo que son datos preliminares, faltan unos días para que salgan los definitivos, pero los cambios serán minúsculos. Además, la suma de las diferencias por partido no cuadran porque explícitamente estoy ignorando al PRD, ya que no importa.)

Son resultados apabullantes para nuestra patética y perdedora oposición, y se cumple lo que yo dije en marzo:

El PAN nunca ha representado a mucha gente en el país, de nuevo, porque nunca ha sido un partido de masas. Electoralmente, en su mejor momento con Fox, el PAN obtuvo el 42% de los votos, 16 millones […] Con Calderón el 2006, y haciendo fraude, llegaron apenas a 35.89%, 15 millones. En el 2012, con Josefina Vázquez Mota, tuvieron 26%, 12.7 millones; y en 2018, el 22.28%, 12.6 millones. ¿Ven para dónde va la tendencia?

Esto último me parece importante: después de las elecciones del año 2000 (sin duda alguna el “cénit” del PAN en la vida política nacional), el Partido Acción Nacional siempre ha perdido votos en elecciones presidenciales; nunca ha ganado votos en bruto, ni tampoco en porcentaje. Es un partido, que aunque sigo sosteniendo que no va a desaparecer, lleva décadas en decadencia. Y no es algo que sienta mi corazoncito: ahí están los números.

Votos por el PAN en elecciones presidenciales

Votos por el PAN en elecciones presidenciales

Repito lo que dije el lunes: viendo a las elecciones del domingo como una gran consulta, ganó el Peje, ganó la Transformación, ganaron los programas sociales y ganó un modelo económico que pone en primer lugar a la gente, no a las empresas o al gran capital. Visto desde una perspectiva más visceral, ganó el voto de premiación, que es el contrario al voto de castigo: lo cual es particularmente interesante dada la intensa guerra sucia y el mensaje de odio y miedo que eligieron como estrategia los partidos de la oposición.

Pero por supuesto no fueron nada más los aciertos de la campaña de Claudia y del proyecto al que representa: fue la increíble inutilidad de nuestra patética y perdedora oposición y su candidata. Hace seis años, en 2018, la ciudadanía de este país mandó al PRI y al PAN (el PRD ya era intrascendente) a que por favor fueran a comer camote; cualquier dirigencia política responsable e inteligente hubiera hecho una profunda reflexión y un análisis introspectivo para tratar de entender por qué se había dado ese rechazo y qué estrategias o acciones se podían adoptar o llevar a cabo para contrarrestar esa opinión de los votantes.

El PRI y el PAN (el PRD no importa) no hicieron nada de ese estilo; se dedicaron durante seis años a básicamente atacar al compañero Presidente y a quejarse de sus programas y propuestas, a veces con algo de razón, pero en general de manera visceral y caricaturesca, en muchas ocasiones mintiendo descaradamente y recurriendo a exageraciones ridículas.

La gente, el pueblo mexicano, no se tragó sus mentiras: vieron claramente el intento de engaño y manipulación y, de manera muy decidida y contundente, los mandaron, de nuevo y con más ganas, a comer camote.

¿Ustedes se creyeron esas mentiras, queridos lectores? ¿El “narcopresidente”? ¿Los libros de texto “comunistas”? ¿La “casa gris”? ¿El “desabasto” de medicinas? ¿La “mala” respuesta a Otis? ¿La “militarización”? ¿Y como esas, muchas más? Porque fueron eso: mentiras, en el peor de los casos; y vulgares exageraciones, en el mejor. Por no decir directo sabotaje, en múltiples casos.

Un porcentaje avasallador de votantes no se creyó esas mentiras y de hecho premiaron cómo se ha portado el gobierno federal los últimos seis años, que de manera tangencial resultó en castigar a esta oposición que da pena ajena por su incapacidad de ofrecer un proyecto de nación coherente y postular a un candidato decente que pudiera defenderlo.

Los resultados son tan contundentes, que para motivos prácticos cualquier cuestionamiento que se haga a la elección (incluyendo las campañas) queda automáticamente invalidado. Un puñado de ilusos ha sugerido que hubo fraude: que hagan sus impugnaciones de casillas y que presenten pruebas, si las tienen. Algunos cuantos más han tratado de equiparar al Peje en esta elección con Fox en el 2006: además de que es ridículo (Fox admitió que fue por él que le robaron las elecciones al Peje), no hay punto de comparación.

En 2006, la diferencia entre el usurpador Calderón y el Peje fue de 243,934 votos, 0.57% del total; y eso con un fraude cibernético plenamente demostrado por múltiples investigaciones periodísticas. Con datos preliminares, la diferencia entre Claudia y Xóchitl es de 17,600,912 votos, 31.45% del total. Eso es del orden de más de 70 veces más amplia.

Aún así, están amenazando con impugnar la elección: y están en todo su derecho. Siendo honestos, en cualquier elección donde la diferencia entre el ganador y el segundo lugar sea de más de 5% es medio ridículo impugnar; pero si quieren perder su tiempo y el del INE y el TEPJF, dense. ¿Quieren volver a contar los votos, voto por voto, casilla por casilla? Yo lo apoyo; en una de esas aumenta el margen de victoria de Claudia. De por sí se va a hacer un recuento de más del 60% de las casillas (es un trámite; en el 2018 fue un recuento del 77%): por mí que de una vez lo hagan en el 100%. Voto por voto, casilla por casilla; nosotros sí lo apoyamos, contrario a los ojetes de hace casi 20 años en el 2006 (porque eso hubiera desenmascarado el fraude).

Pero las patadas de ahogado de nuestra patética y perdedora oposición no son sólo señal de lo mezquinos y malos perdedores que son; es justo una muestra más de por qué perdieron. No están dispuestos a admitir que el principal problema es que no tienen un proyecto de nación para ofrecerle a los votantes, dejen ustedes que sea bueno. No están dispuestos a admitir la corrupción, amiguismo, nepotismo y tráfico de influencias que carcome como un cáncer a ambas dirigencias partidistas (el PRD, repito, es intrascendente). No están dispuestos a admitir que eligieron como candidata a alguien que les sugirió su principal adversario político, entre otras razones, porque se han quedado sin cuadros competentes.

Este desastre que fue para ellos las elecciones presidenciales de 2024, según su discurso es únicamente por cuestiones externas y fuera de su control: que el Presidente les dijo cosas feas en la mañanera; que fue una elección de estado; que los programas sociales se usaron como soborno y/o amenaza (de quitarlos); que el “piso no estaba parejo”. Nada desde su punto de vista es culpa de ellos.

Pero además, entre el PRI y el PAN (el PRD, repito, está al borde de la desaparición) gobernaron al país durante casi cien años; ¿se quejaron del “piso disparejo” en las demás elecciones de este siglo? ¿Se quejaron de la intervención presidencial de Fox (que fue mucho más allá de conferencias de prensa) en el 2006? Y bueno, obviamente no se quejaron de programas sociales porque no sólo no los ofrecieron, en muchos casos los quitaron o destruyeron.

Por último, ¿quiénes contaron los votos, quiénes cuidaron las urnas, quiénes checaron que los votantes estuvieran en las listas de electores y que se les entintara el dedo después de ejercer su voto? No fue “el estado”; fue, como lo ha sido desde finales del siglo pasado, la ciudadanía mexicana: llamar el impresionante ejercicio del domingo una “elección de estado” es un insulto a los miles de mexicanos que sudaron la gota gorda en algunos casos hasta por 16 horas seguidas para garantizar que las elecciones se realizaran de manera justa y en paz, como fue el caso en más del 99% de las casillas. Hasta Lorenzo Córdova está de acuerdo con eso.

Pero de nuestra patética y perdedora oposición escribiré en extenso más adelante; porque cuando por fin se les pase el berrinchito, tienen que hacer algo más inteligente que lo que hicieron los últimos seis años. Eso, o continuar perdiendo elecciones; no nada más el PAN ha perdido votos consistentemente desde hace casi un cuarto de siglo: en los últimos seis años la alianza opositora ha perdido 25 gubernaturas 25.

La elección presidencial es por supuesto La Grande y la más importante; pero en este año no fue particularmente interesante (excepto tal vez por la abrumadora magnitud): sabíamos que Claudia iba a ganar básicamente desde que nuestra patética y perdedora oposición decidió hacerle caso al Peje y pusieron a la candidata que él les sugirió.

Son más interesantes varias de las elecciones locales, incluyendo algunas donde perdió Morena; no necesariamente más importantes, pero sí más interesantes. De esas hablaré en mis siguientes entradas.

2 comentarios sobre “La Grande

  1. Si hay recuento de votos Claudia sacara aun mas votos. A Xochitl le saldra el tiro por la culata.

    Eso mismo le paso a Amlo en 2006. Amlo pidio recuento de casillas y resulto en una ganancia de votos para Felipe Calderon.

    1. En el 2006 no se recontaron todas las casillas. Se recontaron un número diminuto muy mañosamente escogido. Hoy nosotros apoyamos recontar TODAS las casillas. Voto por voto, casilla por casilla. Esa es la diferencia.

      Es triste la ignorancia que existe respecto a nuestra historia política.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *