Hace exactamente un año, tuve un día lleno. Me rasuré, vi a Claudia, fui al cine solo y después fui al cine con Omar y Paola.
Y en algún momento entre rasurarme y ver a Claudia, me hice un tatuaje.
Había querido un tatuaje desde hacía mucho tiempo; una vez que fui a Acapulco con Liliana me hice uno de henna, y me gustó cómo se veía. Por distintas razones (una de ellas que a Liliana no le emocionaba mucho la idea) no me lo hice: pero exactamente hace un año me decidí y fui a que me marcaran de por vida.
Qué me iba a tatuar no me costó decidirlo: básicamente me guié por este pequeño pasaje de la leyenda de la princesa Sac-Nicté, mencionada en el Chilam Balam de Chumayel:
“En el Mayab, cuando Chichén-Itzá, Uxmal y Mayapán se encontraban en su plenitud, nacieron en estas ciudades: Sac-Nicté o Blanca Flor, princesa de Mayapán e hija del rey Hunac-Ceel; Ulil, príncipe de Uxmal; y Canek, o Serpiente Negra, príncipe de Chichén-Itzá.”
Mi nombre en maya es Serpiente Negra.
Mis papás no me bautizaron (y yo no tengo la menor intención de hacerlo nunca) y entonces (como no tenían que preocuparse de que el nombre fuera cristiano) eligieron el nombre de Canek. No por el príncipe de Chichén-Itzá, sino por Jacinto Canek, el rebelde maya que peleó contra los españoles para liberar a su pueblo y que fue derrotado y ejecutado. El personaje fue inmortalizado en la novela Canek, de Ermilo Abreu Gómez, y a mis papás le gustó el nombre y me lo pusieron. La alternativa era Espartaco, así que estoy más que contento:
“Ante la insidia de los blancos,
Canek convocó a los indios semaneros.
Sin hablarles, les señaló
una mesa donde había armas y pan.
Unos tomaron un pan.
A éstos les dio un arma
y les dijo que defendieran sus casas.
Otros tomaron un arma.
A éstos les dio un pan y les dijo que defendieran las trincheras.
Otros tomaron un arma y un pan.
A éstos, como los viera con señales de cautela,
les ordenó que fueran capitanes.”
Mi madre acaba de regresar de Europa, donde pasó un tiempo en España entre otros lugares. Me dijo que si quería un llavero que compró con el escudo heráldico de los Peláez. Yo me reí y le dije que se lo diera a mi hermano. A mí no podría importarme menos la parte de mis raíces que tienen que ver con España: a mí las raíces que me importan son las mexicanas, y la de los pueblos indígenas y mestizos que les precedieron.
Cierto, el Virreinato de la Nueva España fue parte del Imperio Español. Pero no porque quisiéramos. Y en cuanto pudimos, tuvimos a bien a mandarlos mucho a la chingada.
Quiero mucho a los españoles (o debería decir ibéricos, porque los vascos y catalanes no se asumen como españoles), y sé que nuestros pueblos tienen mucho en común. Pero mis raíces están en América, y mis pueblos hermanos son los latinoamericamos. Bien lo dijo Juárez:
“…heredamos la nacionalidad indígena de los aztecas, y en correspondencia con ese legado no reconocemos soberanos, ni jueces ni árbitros extranjeros.”
Así que estoy orgulloso de llevar un nombre que usábamos aquí desde mucho antes de que los españoles siquiera supieran que existíamos, y que lo usó alguien que estuvo dispuesto a pelear y dar su vida por su pueblo y lo que él creía que era justo.
Y además está chido que signifique Serpiente Negra en maya, porque me hizo muy fácil la decisión de qué tatuarme.
Serpiente Negra
Las espinas le dan toda la vuelta a mi brazo:
Espinas
Si se preguntán por qué espinas, pues es que quería una banda que rodeara todo mi brazo; las espinas no eran muy gruesas (o sea, no dolía tanto que me las hicieran), y se veían chidas.
No había puesto fotos del tatuaje porque inmediatamente después de que me lo pusieron, se veía bastante chistoso mi brazo porque me lo rasuraron para hacérmelo. Además, estuve supurando los primeros días, y después se me olvidó poner fotos.
Ahora que se cumple un año que lo tengo se me hizo buena oportunidad para, ahora sí, “presentarlo” formalmente.
Estoy muy contento con mi tatuaje: no sólo porque creo que se ve bien, sino porque de hecho significa algo. Es mi nombre.
Y como seguí las instrucciones que me dieron cuando me lo hice, creo que se sigue viendo bastante bien. He visto bastantes tatuajes que terminan viéndose horrible después de un rato; pero el mío básicamente sigue igual que hace un año (después de que dejé de estar supurando, claro está).
Y qué bueno que esté contento con él, dado que cuando me entierren (o cremen o lo que sea) lo voy a seguir teniendo.
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