La Venganza de la Casa del Lago

Siguiendo con mi al parecer gusto por ver malas películas, ayer fui a ver The Last House on the Left. Se aplican ya saben.

The Last House on the Left

The Last House on the Left

La película es un remake de una que salió hace siglos y que yo ni he visto ni planeo ver. Nunca he sido gran fan de Wes Craven.

Una familia consistente del papá, la mamá y la altamente sabrosa hija (Sara Paxton) se van de vacaciones a su casa del lago; aparentemente había un hermano mayor que murió, pero el hecho es apenas mencionado al inicio y después se vuelve completamente intrascendente, así que no sé si realmente importe.

La hermosísima hija se lleva el carro para ver a una amiga suya, también bastante sabrosa, y las muchachas tardan como diez minutos en tomar las peores decisiones posibles y se ven secuestradas por una familia de psicóticos encabezada por Krug, interpretado por un fabuloso Garret Dillahunt.

Total que la amiga es asesinada con sendos navajazos al abdomen, la hija es brutalmente violada por Krug y, al tratar de escapar, le disparan y la dan por muerta. Como la familia de psicóticos se quedó sin carro, terminan pidiendo refugio en la casa de los padres (¡sorpresa!), que de forma completamente inexplicable les dan asilo.

Por supuesto, la niña no muere; consigue arrastrar su hermoso si bien maltrecho cuerpo a casa de sus padres, que la curan (el papá es médico), y descubren no sólo que fue violada, sino que los responsables son los güeyes a los que les dieron asilo.

Inicialmente planean escapar en el bote que tienen en el lago, pero como no encuentran las llaves del mismo, terminan vengándose de los extraños matándolos bien muertos (siendo la “explicación” que como no pueden salir, tienen que pensar en su bienestar y el de su hija).

Por supuesto al final escapan, incluido el hijo de Krug que era el único “bueno” de la familia psicótica, y los “malos” acaban pagando sus crímenes (que no sé en qué cabeza quepa que una niña muerta y otra violada y herida justifican el asesinato de tres personas).

La trama, como pueden ver, es simple e idiota. Ese no es el principal problema que tengo con la película; el principal problema que tengo es que es absolutamente gratuita al momento de mostrar violencia. Yo no soy mojigato; no me ando persignando al momento de presenciar violencia (incluida sexual) o derramamiento de sangre. Es sólo que cómo lo muestra esta película es completamente morboso; la escena de la violación (de un personaje menor de edad, además) me pareció (no encuentro mejor manera de explicarlo) de mal gusto. Es una escena larga, explícita, y que no contribuye en nada útil a la película; combinado con las prolongadas tomas que hace el director Dennis Iliadis de las hermosas piernas y el resto del cuerpo de Sara Paxton al inicio, me hacen sospechar que el tipo se estaba masturbando al filmarla.

Y ese es el inicio; cuando los padres se convierten (de forma completamente inverosímil) en justicieros vengadores, lo hacen con un lujo de violencia y crueldad que yo sencillamente no puedo creer de nadie que se llame a sí mismo civilizado; hija violada o no incluida. La última escena de la película (y la más estúpida, gratuita y gráfica, por cierto), es el padre metiendo la cabeza de un paralizado Krug a un horno de microondas para que le explote. Es tan exagerada que yo sencillamente comencé a botarme de la risa al verla; cualquier rastro de seriedad que hubiera podido conservar la película hasta ese punto fue completamente eliminado después de verla.

Como sea, la película tiene sus cosas buenas; Sara Paxton es muy hermosa, y actúa decentemente a sus escasos veinte años: ciertamente me imagino que la escena de la violación fue difícil para ella (y supongo lo sería para cualquier actriz). Garret Dillahunt es fabuloso (repito) como Krug; el personaje es una caricatura de maldad y locura, para tratar de justificar la injustificablemente violenta respuesta de los padres, pero Dillahunt consigue darle un carisma y aplome al mismo que casi consiguen que uno crea posible que pudiera existir. Riki Lindhome sale como la novia de Krug, y es maravillosamente sádica, despiadada, cruel, y con un rencor social que es casi tangible. “Creí que serías de esas niñas ricas que nacen con una cuchara de plata metida en el culo” le dice en algún momento al personaje de Sara Paxton.

Pero exceptuando eso la película es tan inverosímil, idiota y violenta que realmente dudo muchos puedan disfrutarla. Así que no, no recomiendo que la vean.

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Ángeles y Demonios

Ayer fui a ver Angels & Demons. Se aplican las de siempre.

Angels & Demons

Angels & Demons

Ay cabrón. Qué mala película.

Basada en la igualmente pésima novela (aunque corregidos ciertos vergonzosos errores de Dan Brown, que pudo haberse evitado si hubiera visto un mapa de Roma antes de escribir su pacheca historia), la película tiene casi exactamente la misma bola de mamadas, imposibilidades físicas e improbabilidades en su ridícula trama que la versión escrita. Ambas (la película y la novela) hacen un trabajo estupendo de mostrar a todo mundo como una bola de imbéciles hasta que llega Robert Langdon a darles una explicación imposible (y en el mundo real falsa) que a nadie más se le puede ocurrir; sólo un gringo estudioso de “símbología” puede resolver el misterio. En toda Europa no hay nadie con más conocimientos que él.

Y por supuesto, todo el caos es generado por dos villanos únicamente; uno de los cuales da muestras de ser un excelente asesino, pero que convenientemente se le olvida revisar que su vehículo de escape no tenga una bomba antes de encenderlo.

Lo terriblemente mala que es la película se disculpa (fácilmente) por una sencilla razón; es increíblemente entretenida. Por supuesto, uno tiene que poner al máximo su suspension of disbelief; pero hecho eso nada más es cuestión de ponerse cómodo y disfrutar el viaje. Creo que Angels & Demons es la película más mala que más me ha gustado en mucho tiempo.

Tom Hanks vuelve a hacer un papel decente como el improbable y aburrido Langdon (si hubiera sido Harrison Ford hace quince años sería otra historia), y esta vez se le une la hermosísima Ayelet Zurer como Vittoria Vetra, aunque todo el romance de la novela fue rasurado para dar tiempo a los personajes a estar corriendo de un lado a otro. Que hacen eso todo el tiempo; esa es una ventaja sobre The Da Vinci Code: en la primera película los personajes se detenían y comenzaban a dar un aburrido discurso. En esta película los aburridos discursos siguen ahí, pero al menos los dan mientras corren de un lado a otro.

Ewan McGregor se roba toda la película interpretando al sedoso y manipulador camarlengo del Vaticano; y salen Armin Mueller-Stahl como el Gran Elector del Consejo de Cardenales, y Stellan Skarsgård como el Jefe de la Guardia Suiza. En general, película donde sale alguno de esos cabrones, película que me gusta, y aquí no me decepcionaron en lo más mínimo.

Encima de todo ello, y por improbable e idiota que sea la trama, la película está magistralmente hecha, filmada en gran parte en los verdaderos sitios de Roma (aunque no dentro del Vaticano, por obvias razones), y con una música tan maravillosa que yo creo que podría hacer que alguien se emocionara viendo un juego de ajedrez, si esa música estuviera de fondo.

Que yo creo que es lo mejor de esta película; es genuinamente emocionante y (por ende) divertida. La escena de la explosión de la antimateria es sin duda alguna de las escenas más emocionantes que he visto, y eso que yo ya sabía qué iba a pasar exactamente; por haber leído la novela y porque la película es más predecible que el juego de hoy de los Pumas contra Puebla.

Dan Brown me parece una versión masculina de Stephenie Meyer; ambos escriben basura altamente entretenida; sólo que la de la Meyer va dirigida a adolescentes calientes, y la de Brown va dirigida a gente que le encanta oír teorías pendejas de conspiraciones. Siendo justos, Brown consigue hacer emocionantes varias partes de sus novelas; pero la Meyer diseña mejores personajes: Robert Langdon es bastante patético.

Altamente divertida y emocionante, creo que todo mundo puede disfrutar enormemente la película si perdonan las múltiples mamadas, inverosimilitudes y sencillas falsedades que se presentan a lo largo de la misma. Así que vayan y véanla; en el cine (ese soundtrack merece ser oído en THX): es de esas pésimas películas que vale la pena ir a ver al cine.

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El temblor

Después de 1985, cómo reaccionan las personas a los temblores depende de la personalidad de cada uno. A mí me curaron de espantos; no he vuelto a espantarme nunca cuando tiembla. De hecho suelo tomarme un segundo para determinar la gravedad del sismo, y decidir si vale o no la pena salir a un punto de encuentro.

Por ejemplo, la última vez que tembló antes de hoy, justo cuando empezaba lo de la influenza, cuando comenzó a temblar yo estaba acostado, y nada más me di cuenta que no era muy fuerte el temblor decidí seguir acostado. De hecho, creo que me volví a dormir.

Cuando hoy comenzó a temblar, sí me preocupé. Yo lo sentí muy fuerte, y después cuando vi que mi teléfono celular no servía y que mi línea de calle estaba muerta (aunque, extrañamente, el Internet está bien), eso me dijo que de hecho había estado duro. Luego Enrique me dijo que en CU se había sentido; eso es rarísimo; por el suelo volcánico los temblores suelen ser imperceptibles en Ciudad Universitaria.

Así que sí me extraña que anden diciendo que fue de 5.9. En mi experiencia eso no es nada; a lo mejor es distinto por el hecho de que el epicentro fue en Puebla y no en Guerrero/Oaxaca, como suele ser común.

Como sea, me alegra que después de 1985 los temblores no me asustan; sí conozco varios casos de gente que se pone histérica nada más comienzan a moverse los platos.

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Maruchans

Con Harry’s en la Facultad de Ciencias generalmente comía tortas de pierna con quesillo. A veces Harry ya ni me preguntaba que qué quería; casi siempre pedía eso.

Sin embargo, a veces iba al puesto al lado de Harry’s y pedía una sopa Maruchan. De camarón con chile piquín, harta salsa Valentina y un limón.

El otro día se me antojó ese viejo placer, y llevo ya como una semana cenando un día sí y otro no una sopa Maruchan (y mandando al carajo la relativamente buena condición física que traía de Europa). Hoy me comí la última, y contra toda razón estoy pensando seriamente en comprar más.

No sé exactamente en dónde radica el placer de tomarme el asqueroso caldillo (que es básicamente agua caliente con chile piquín, salsa Valentina y limón) que queda después de zamparse la pasta consistente de pura harina y camarones microscópicos… sólo sé que me encanta.

Además, ahora caigo en cuenta de lo divertida que es la idea de comerme una “Maruchan”. Je.

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Héroes

Ayer fui a ver Push; hubiera escrito antes al respecto, pero pues no se puede todo en la vida.

Se aplican las de siempre.

Push

Push

Encima de la idiotez de haberle puesto Héroes en español (probablemente para que algún despistado crea que tiene que ver con la serie de televisión), esta debe de ser de las películas de acción más taradas que he visto en mucho tiempo. Y he visto bastantes películas de acción taradas.

La trama, terrible y artificialmente enredada, además de inconsistente, increíble e inexplicable en múltiples partes, se puede reducir a “hay mutantes, los gobiernos los persiguen, ellos huyen”. Y también es bastante tarada la trama.

De cualquier forma a mí la película me gustó bastante. Chris Evans me cae bien desde que salió en los Cuatro Fantásticos, y aquí hace lo que puede con el guión que le dieron. Camilla Belle confirma lo que pensaba desde que la vi en 10,000 BC; la pobre niña es incapaz de actuar dos líneas seguidas, pero la verdad no me importa porque está bien mami. Y está la Dakota Fanning, que no tengo idea de quién la convenció de aparecer aquí, pero que se roba todas y cada una de las escenas donde aparece. Tiene justo la edad donde las niñas comienzan a transformarse en muchachas, y su papel hace muy buen uso de ello. La química fraternal entre ella y el personaje de Evans es de las cosas más chidas de la película.

Y, para rematar, sale Djimon Hounsou, que yo soy fan incondicional del negro desde hace años.

Hay diálogos divertidos, mucha acción, muy buenos efectos especiales, superpoderes y (por ende) superpeleas, y una reina bien mami. La verdad no esperaba mucho más de la película, así que no salí decepcionado.

Si tienen una tele como la mía a lo mejor pueden esperar a que salga en Blu-ray; de otra forma la verdad sí vale la pena verla en el cine, por los efectos. Pero es más dominguera que nada.

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Duplicidad

Después de meses de no ir al cine, ayer fui a ver Duplicity. No había escrito al respecto porque, bueno, no se puede todo en la vida.

Se aplican las advertencias de spoilers de siempre.

Duplicity

Duplicity

La película trata de dos espías corporativos, antes espías “de verdad” (él del MI-6, ella de la CIA), que se ponen de acuerdo para estafar a dos compañías farmacéuticas rivales. Además, por supuesto, son amantes.

La trama tiene más retortijones que el estómago de un europeo después de comer tacos de suadero por primera vez. A mí se me hizo muy divertida e inteligente; pero estoy seguro de que más de uno se perderá entre los múltiples engaños de los espías.

Y la verdad, no importa; lo realmente divertido es ver a Clive Owen y Julia Roberts seduciéndose, engañándose y queriéndose toda la película. Por si eso no fuera suficiente (que para mí lo sería), salen Tom Wilkinson (que cada vez me gusta más como actor), y Paul Giamatti robándose todas las escenas donde aparece en un papel fabuloso.

La fui a ver porque hoy no pensaba salir de mi casa, aunque al final si lo haré pero sólo un ratito, y porque estoy seguro de que mañana la quitarán para poner los estrenos de mayo que se retrasaron por la influenza. Que espero ya comience a ir al cine a mi ritmo normal.

Como sea, aunque la quiten véanla cuando puedan. Altamente recomendable.

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Amorcito corazón…

Cuando mi coche se descompone, lo llevo con el mecánico. Cuando las tuberías de mi departamento fallan, llamo a un fontanero. Si algo le pasa a mi estufa o calentador de agua, llamo a un plomero.

Hago esto no porque considere que tales tareas sean indignas de que me ensucie las manos, ni (mucho menos) porque tenga dinero para tirar a puños al cielo. Lo hago porque me queda clarísimo lo estúpido que soy en este tipo de cosas, y que si intento hacerlas yo lo más probable es que a) pierda mi tiempo y mi esfuerzo, y b) que de cualquier forma tenga que llamar al especialista eventualmente. Por no decir que, dada mi torpeza, es muy probable que termine lastimándome en el proceso.

(Por supuesto soy capaz de cambiar un foco o un fusible, y de destapar el retrete; pero considero esos ejemplos tan triviales que no merecen ni siquiera tomarse en cuenta).

El problema, por supuesto, viene cuando no hay tal especialista o no es sencillo que haga exactamente lo que necesito.

Llevo trabajando esporádicamente en mi Media Center desde hace casi un año; platiqué sobre el software que corre en él hace unos meses. El Media Center está, para motivos prácticos, terminado; lo utilizo día a día para ver videos que bajo de la red (DVDs y Blu-rays los veo en mi PlayStation 3), y para oír mi música. También lo estoy utilizando para poder ver en mi impresionante televisión las fotos que tengo; para ello escribí un plugin de F-Spot para Elisa.

(Faltan un par de cosas para que el software del Media Center sea perfecto; pero realmente son detalles menores.)

La pieza faltante era el gabinete del Media Center; la computadora que corre el software estaba destripada sobre la sala de mi casa. Ningún gabinete me gustaba, principalmente porque estaban horribles; esta es una computadora que va a estar permanentemente en la sala de mi casa, así que más vale que se vea al menos algo decente.

Cuando por fin comencé a encontrar gabinetes que más o menos me gustaban, descubrí con horror que (en todos los casos) no tenían suficiente poder para mi Core 2 Quad y demás componentes de hardware. El problema principal es que los gabinetes “bonitos” para Media Center suelen tener una fuente de poder de juguete, porque en general son gabinetes pequeños y las fuentes de poder no pueden ser ni muy grandes ni (por lo tanto) muy poderosas.

Así que después de estarme rascando la cabeza, llegué a la conclusión de que tendría que construir el gabinete yo, o mandarlo a construir. Si lo mandaba a construir podía ir con un carpintero o un herrero (o alguien que trabajara metales); si lo hacía yo por fuerza tendría que hacerlo de madera. Digo, un taladro puedo usarlo y en el peor de los casos me perforo el pie; con un soldador estoy seguro de que podría hacer volar mi departamento y probablemente todo el edificio donde vivo.

Total que decidí tomar el toro por los cuernos y hacer mi gabinete yo; tenía requerimientos muy específicos y durante varios días estuve pensando en cómo armaría todo: aunque podría haberle explicado a un carpintero cómo quería todo, me pareció que valía la pena el que yo lo hiciera. Además, me daba pretexto para comprar una sierra caladora eléctrica.

Cuatro días después, y con mi departamento pareciendo que lo hubieran bombardeado, terminé el gabinete de mi Media Center. Tal vez no es particularmente bonito (lo cual va en contra de la idea original de armarlo yo, pero bueno), pero lo hice yo solito con mis propias manos, sin herirme (mucho) en el intento, y después de dos prototipos que al final terminaron en la basura.

Por supuesto, estoy orgullosísimo del mismo.

Mi diseño era muy sencillo; dado que necesito una fuente de poder de verdad, decidí que el gabinete debía tener una altura (interna) de 8.5cm, que es lo que mide de alto una fuente de poder estándar. También quería que tuviera dos bahías 5.25″ enfrente; una para el lector de discos Blu-ray, y otra para mi VFD Thermaltake. Dadas esas dos restricciones, todo lo demás salía automáticamente; como la fuente de poder no podía estar arriba de la placa madre, tenía que estar al lado, y eso me daba el ancho, que si lo hacía un cuadrado me dejaba espacio de sobra para todo lo demás.

Por supuesto, no fui tan inocente como para creer que sólo tenía que hacer una caja; también hice los soportes para el Blu-ray y los discos duros, las aperturas enfrente y atrás para la placa madre y las bahías 5.25″, y todo lo necesario para que hubiera un flujo de aire decente (de las cosas que más me gustan de cómo quedó el gabinete es que no se calienta casi nada).

Aquí está el producto final:

El Media Center

El Media Center

En ese mismo álbum de mi galería están más fotos, por si quieren ver el proceso que seguí para construirlo. No voy a entrar en detalles del desmadre que fue el ir aprendiendo por prueba y error cómo ir trabajando la madera, ni las múltiples ocasiones en que me dieron ganas de mandar todo al carajo y prenderle fuego a mis experimentos. El punto es que terminé, y sin daños permanentes a mi persona. Espero.

Eso sí, a pesar de que estoy muy orgulloso de mi gabinete, la verdad qué bueno que estoy estudiando un doctorado. Porque si trataba de vivir como Pepe el Toro, me moría de hambre.

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With a little help from my friends

Estaba en mi carro sobre el Eje Central buscando un carpintero para un proyecto que traigo en la cabeza, y entonces me salí del Eje para estacionarme.

Lo que no vi fue una tremenda zanja que bordeaba la banqueta donde quería estacionarme, y las dos llantas delanteras de mi carro fueron a caer ahí, con un ominoso thud. El carro quedó medio colgando; las llantas seguían soportando el mayor peso del mismo, pero el chasis raspaba el borde de la zanja y entonces las llantas patinaban al tratar de moverlo.

Al poco rato un señor de unas talachas que estaba a unos metros se acercó a ayudarme; primero tratamos de ponerle maderos debajo de las llantas; después tabiques. Después levantamos mi carro con un gato hidráulico y luego tratamos de poner los maderos debajo de la llanta delantera hundida para que pudiera salir.

No funcionó. Mientras tanto algunas personas se habían ido acercando a ver mi desgracia.

Total que cuando hubo suficientes mirones, uno de ellos dijo que sencillamente levantáramos el carro, y lo sacáramos de la zanja. Y entre cinco o seis individuos y el gato hidráulico levantamos mi carro y lo sacamos de la zanja; el daño no pasó de que gasté un poco mis llantas al estar tratando de sacarlo con la tracción.

La banda que me ayudó lo hizo de manera completamente espontánea y altruista; nadie me pidió absolutamente nada a cambio. Sí le di una lana al talachero, porque fue el primero en ayudarme y el que más rato se estuvo ahí pensando conmigo cómo carajo sacábamos mi carro de la zanja; pero estoy seguro de que si no le hubiera dado nada no se habría molestado.

Que, repito, es de las razones por las cuales me encanta vivir en esta Ciudad.

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Treinta y dos

Hoy cumplí treinta y dos años.

No hice nada por la situación de la influenza, aunque parece que ya vamos de salida por lo menos aquí en la Ciudad; y también porque no ando realmente de humor como para organizar una reunión en mi casa. Originalmente iba a pasar todo el día en mi departamento solo, arreglando cosas que he dejado ya demasiado tiempo.

Al final sólo arreglé uno de mis cortineros (en mi defensa, fue mucho más complejo de lo que originalmente creí), y terminé yendo a pasar una velada que, si bien no ha sido ni la mejor de mi vida ni mucho menos la mejor celebración de cumpleaños que he tenido, ciertamente fue muy agradable. Y la verdad no podría haber escogido a alguien con quien quisiera estar más.

En el recuento de los daños: en el año pasado de mi vida me mudé a mi propio departamento a vivir solo; entré a estudiar mi doctorado; viajé por primera vez a Europa donde me lo pasé bomba; y (je) escribí una novela. Novelita, si quieren.

Ah, y me compré mi televisión de 46″.

Así que creo que fue un año bastante productivo; ciertamente estoy muy contento de lo que logré este año.

¿Qué será de mí este año? No tengo idea; pero espero poder ya comenzar a poner algo de orden a mi vida sentimental. Digo, estoy bien con mi familia, tengo cuates fabulosos, mi vida profesional parece que ahí va, e incluso en el sentido material no me falta nada realmente (o casi; un verdaderamente buen sistema de sonido 5.1 no me caería mal). Así que tener alguien especial con quien poder compartir esta (no por nada) fabulosa vida no estaría mal.

Estoy trabajando en ello.

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La Meyer

En mi familia, el estar encerrado probablemente enfrente de una computadora (máquina de escribir hace unas décadas), es algo que se puede considerar normal.

Recuerdo muchas veces en mi niñez viendo a mi papá o a mi mamá encerrados durante días trabajando sepan ustedes en qué tesis de quién sabe qué grado, o qué artículo o qué libro. Ahora cada uno de nosotros (mi papá, mi mamá, mi hermano y yo) vive solo y cada quién rodeado de las cosas que nos permiten estar encerrados cómodamente durante periodos prolongados de tiempo, en gran medida porque nuestros trabajos nos lo permiten y/o de hecho lo exigen.

Mi punto con todo esto es que, aunque yo en particular extraño el cine y salir a comer a restaurantes, la emergencia por la influenza realmente no nos afecta tanto como he visto a otras gentes, que ya están a punto de picarse los ojos por estar encerrados en sus casas. Yo (y mi familia) podemos estar periodos casi indeterminados de tiempo encerrados leyendo, viendo televisión y películas, oyendo música, jugando en el PS3, navegando, programando, etc. Yo al menos no me siento para nada desesperado. Todavía.

Pero no es de esto de lo que quiero hablar; quiero hablar de Stephenie Meyer.

Como paso más tiempo en mi casa, de las cosas que hice fue terminarme de chutar las novelas de Twilight. Después de ver la película, que apesta, decidí echarme la novela… que apesta aún más. Por alguna razón que todavía no termino de comprender, agarré la segunda novela y decidí que era también basura. Sorprendiéndome a mí mismo tomé la tercera y me la chuté de principio a fin. Sí, también es basura; como lo es la cuarta, que contra toda lógica también me leí sin darme muchas pausas.

Y lo sigo sosteniendo; las novelas de Twilight de Stephenie Meyer son basura. Pero (¡maldición!) son increíblemente entretenidas además de (y esto es como kryptonita para mí) llenas de romance. Romance escrito por y dirigido a adolescentes pendejas y calientes, pero romance al fin y al cabo. Me gusta el romance. Y bueno, para qué me hago güey; a veces parezco adolescente pendeja y caliente.

La Meyer además, por predecible que sea y por intrascendente que sea su prosa, tiene un sentido del humor muy bueno; sus novelas me hacen reír fácilmente. No me emocionan realmente, no me ponen en suspenso. Pero sí me hacen reír. Y de verdad, a mí el romance divertido me mata completamente.

La tercera novela de Twilight en particular me tuvo botado de la risa, y fue la que más cerca estuvo de emocionarme cuando Bella descubre (pinche vieja; lenta y pendeja) que está enamorada de Jacob. Eso fue divertido.

Por supuesto las novelas pierden mucho para mí por la pendeja infatuación que Bella tiene por Edward, y que al final elija al aburrido vampiro en lugar del rebelde y agresivo hombre lobo. En mi vida podría identificarme con Edward (me da mucha hueva), pero sin duda puedo identificarme con Jacob Black. Es indio y usa el pelo largo; no tenía muchas opciones.

Como sea, acabadas sus novelas pendejas de vampiros, agarré su novela pendeja de ciencia ficción: The Host. Por si se lo preguntaban: sí, también es basura. Y sí, también es muy entretenida. Y sí, también tiene mucho romance.

Leer lo que escribe la Meyer es como comer lo que se cocina en McDonalds; no le hace a uno bien, es lo contrario de sustancioso, y sin duda alguno uno puede encontrar muchas cosas mucho mejores. Pero a veces es rico, y un poco un placer que lo hace a uno sentirse culpable.

Me recuerda un poco a Corín Tellado (que descubrí con sorpresa me dolió enterarme había muerto el mes anterior), quién escribió (literalmente) miles de novelas. Todas y cada una de ellas basura. Yo me chuté decenas de sus ridículas novelitas, hasta caer en cuenta que de verdad eran muy malas.

En ese sentido, al menos la Meyer agrega algo de sarcasmo y humor negro a las narraciones de sus personajes. Que, en general, son adolescentes pendejas y calientes… o al menos se portan como tales.

Así que no, no recomiendo sus novelas. A menos que (como yo) de repente sean o se porten como adolescentes pendjas y calientes.

Lo que verdaderamente me desconcierta es que estoy esperando con ansia una continuación de The Host. Incluso con más ansia que las novelas de Eragon.

Que también son basura, por cierto.

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El compló

Ya me han dejado un par de comentarios al respecto en el blog, y he recibido algunos correos respecto a un supuesto “compló”. La idea del “compló” sería que el “gobierno” de Calderón está utilizando (en los casos más extremos dicen fabricando) la epidemia de influenza como una distracción de la crisis económica, de las cosas que en estos días se están discutiendo, aprobando o rechazando en la Cámara de Diputados, etc.

Mientras que no dudo que traten de utilizar dicha epidemia como cortina de humo para tapar los numerosos y graves problemas que de hecho ocurren por sus propias estupideces, lo cierto es que la epidemia es real, y se está convirtiendo rápidamente en pandemia… no que eso último nos afecte mucho, dado que fuimos el primer país en presentar infectados y muertos.

Sí me creo que estos tarados se inventarían muchas cosas para distraer la bola de pendejadas que han estado haciendo (cada vez más y más estúpidas); pero en primer lugar no creo que sean lo suficientemente inteligentes como para inventarse algo como esta epidemia, y en segundo lugar es una cosa completamente distinta incluir en un “compló” a la OMS y media docena de otros países en el resto del mundo.

La epidemia es un hecho; la OMS acaba de aumentar la alerta a nivel cinco (que, de nuevo, dado que somos el país con los primeros casos eso no nos afecta realmente), y varios otros países han presentado casos de la misma cepa del virus. Desconfíen todo lo que quieran del “gobierno” de Calderón (yo jamás sugeriría lo contrario, y mis lectores habituales lo saben), pero sigan las recomendaciones (que además son de sentido común): usen tapabocas si hacen uso del transporte público; eviten el contacto físico todo lo que puedan; lávense las manos constantemente y no se las lleven a la cara.

También me molesta el tono de varios de esos correos y comentarios, comentando que la población (en particular la gente de la Ciudad de México) nos hemos “tragado” el “cuento” de la influenza cuando “obviamente” es un “compló”. Bueno pues, pregunto de nuevo; ¿de verdad creen que somos idiotas o qué?

Si estos tarados quisieran aprovechar esto para propósitos más nefastos, por ejemplo el tratar de imponer una cuarentena militar, entonces sí ya verían cómo reaccionaríamos aquí en la Ciudad. Nada más que lo intenten, me gustaría ver.

Mientras tanto no contribuyan a la histeria estúpida e improductiva gritando “¡compló!” cuando tenemos una crisis sanitaria real en nuestras manos, y necesitamos que entre todos trabajemos para contenerla.

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La Ciudad aletargada

Hoy salí a comer con mi amiga Mónica. Como era de esperarse el tráfico era muy reducido, y la mayor parte de la gente que vi en las calles traían puesto un tapabocas.

Anduvimos dando vueltas por varias partes; en primer lugar porque no había muchos lugares para comer abiertos, y en segunda porque tenía cosas qué hacer en Ciudad Universitaria (igual que la Ciudad, aletargada pero viva) y en Tlalpan.

Y he aquí porqué me gusta tanto esta Ciudad de México que tanto quiero; no es la arquitectura, no es el número de restaurantes, cines y teatros.

Es la gente.

La gente que vi, aunque algunos sin duda alguna preocupados, seguía tranquilamente su rutina normal (o tan dentro de lo normal que se puede estar cuando somos el epicentro de una alerta de pandemia nivel cuatro, según la OMS). No histeria, no pánico. Siempre lo he dicho; la gente de esta Ciudad es de las más cívicas de todo el país.

Incluso fuera de los hospitales (pasé cerca del complejo de hospitales de San Fernando) vi a la gente haciendo cola tranquilamente para ser atendidos o esperando familiares, platicando, algunos incluso bromeando.

Las grandes tragedias siempre han sacado lo mejor de la gente de esta Ciudad. Ahora no sabemos exactamente cómo va a acabar todo esto, pero aquí la mayoría (que no todos; nunca faltan histéricos y alarmistas) está sosteniendo las cosas de la mejor forma que puede.

Hasta chistes hacen al respecto (como siempre; es parte de lo que los mexicanos hacemos).

¿Qué le dijo la Ciudad de México a la Influenza?

“Mira cómo tiemblo.”

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La normalidad

Después de dos semanas en la Majestuosa creo que ya estoy regresando a la normalidad. Sólo se me medio olvidó actualizar el blog porque estaba escribiendo el reporte de lo que hice en Barcelona. Y otras cosas.

A partir de ahora este blog regresa a sus diatribas habituales.

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La novela

Mi novela por fin ya tiene su propia página, donde pueden bajarla en PDF si así lo desean e imprimirla si quieren contribuir a matar arbolitos.

Sólo les recuerdo que la novela se distribuye bajo la licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-No Derivadas 2.5 México, lo que básicamente quiere decir que pueden hacer lo que quieran con ella, siempre y cuando se me atribuya claramente como el autor, no traten de ganar dinero con ella, y no la modifiquen de ninguna manera.

Todo ello es negociable si lo discuten directamente conmigo; si alguien quiere publicarla en papel y tratar de vender las copias impresas (por ejemplo), yo puedo dar permiso explícito para ello, pero tienen que negociarlo conmigo. Otro ejemplo es si alguien quiere traducirla a otro idioma; en tal caso también deben pedirme permiso directamente antes de distribuir la versión traducida.

Pero en cualquier caso todo eso son cuestiones técnicas; si sólo quieren leerla y (espero) disfrutarla, por favor háganlo.

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Casa

Llegué ayer a mi hermosa Ciudad, pero por alguna razón Xochitl no respondía y entonces no pude escribir hasta hoy.

Regresé del que fue, sin duda alguna, el viaje de mi vida y no puedo alcanzar a explicar lo mucho que significó para mí y lo bien que me lo pasé. Creo que regreso distinto a como me fui, y (todavía más importante) creo que el cambio fue para bien.

De Europa no me queda mucho más qué decir; quiero regresar, y espero poder hacerlo pronto. Pero más que los lugares que visité, lo que sin duda fue lo mejor de este viaje fue la gente con la que visité dichos lugares; la gente que conocí, los nuevos amigos, los nuevos colegas.

También puedo sin muchos problemas calificar cuánto me gustaron las cuatro ciudades que conocí en Europa; me gustó más Madrid que Barcelona, y me gustó más Londres que París. Eso no quiere decir que París y Barcelona no me gustaran; me encantaron… sólo me gustaron más Londres y Madrid.

Además, y sin duda alguna, me sigue gustando más que todas mi hermosa Ciudad de México, que no tienen idea de qué feliz me hizo regresar a ella. Casi brincaba de gusto en el avión. Este viaje me convenció de algo que yo ya sospechaba; mi Ciudad no tiene nada qué pedirle a cualquier otra ciudad grande del mundo. Y en lo particular para mí sigue siendo mi preferida.

(Ahora voy a esperar con paciencia a los tarados que quieran convencerme de que estoy equivocado, que cómo puedo preferir a la Ciudad de México, cuando por definición estoy en lo correcto porque estoy hablando de mis gustos… pero está bien, voy a ignorar alegremente todos esos comentarios).

Ah, y sólo para acabar de hablar de los lugares: estoy muy contento de (casi) sólo haber ido a ciudades. No tengo el más mínimo interés en conocer pueblos; yo soy de ciudad (y de la Ciudad de México), y en las grandes ciudades me siento siempre a gusto. Los pueblos de verdad no es lo mío (y eso que al único que fui era particularmente bonito).

El viaje fue significativo, repito, por la gente que ahí conocí. Pero también entendí que la gente de Europa es básicamente igual que la gente en México, o Los Ángeles, o (supongo) cualquier otra parte del mundo. Claro que las personas de cada nación y ciudad tienen sus propias idiosincrasias; pero en lo que importa (o al menos lo que a me importa), todos nos comportamos básicamente de la misma manera. Y me cayeron bien los europeos porque se cruzan los altos si ven que no viene ningún carro.

Así que concluyo repitiendo que este viaje fue maravilloso, y en gran medida por toda la gente con la que conviví en él. Y aunque me encantó Europa y espero regresar, si me preguntan mi opinión sincera del Viejo Continente yo voy a responder como Fermina Daza en El Amor en los Tiempos del Cólera.

Es más la bulla.

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La Ciudad Luz

Después de cuatro agitados (y cansados) días en Londres, ahora estoy en París, con mi buena amiga Hilda.

Mi plan original de pasar cuatro días en Londres y cuatro en París para aprovechar al máximo mis 90 días en la Unión Europea (no puedo estar más de 90 días seguidos sin pedir visa) suena ahora un poco idiota, porque descubrí al entrar a Inglaterra que de hecho ya había salido de la Unión Europea. Lo que quiere decir que, si así lo hubiera querido, me hubiera podido quedar semanas en Londres y semanas en París.

Pero la verdad no me arrepiento; no sólo porque no quiero abusar de la hospitalidad de mis anfitriones, sino además porque la verdad ya estoy agotadísimo. Las demandas del viaje se han ido acumulando, y ya ahorita ando como zombie no importa cuánto tiempo duerma (que de todas formas tengo que dormir poco para aprovechar mis días aquí). Así que espero ya con ansias regresar a México y poder descansar indiscriminadamente al menos una semana.

Pero mientras hoy tocó la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo (otro cuantos cientos más de fotos a las miles que se han acumulado durante este viaje), y mañana será el Louvre; si me da tiempo Notre Dame también. El viernes ya veré qué escogeré de las decenas de opciones que tengo disponibles.

Luego el sábado veré algunas cosas más, y en la tarde volaré de regreso a Barcelona donde veré a mi cuate y colega Ruy, y supongo que nos emborracharemos en el Irish Pub y terminaremos la noche en el Shabby Place. Y el domingo en la mañana de regreso a México.

Como ya se acabó mi novela, no espero escribir nada más hasta que vuelva a México; el PDF de la misma y la página especial que haré para ella tendrán que esperar también. Así que no se extrañen de ver esto ligeramente abandonado unos días.

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La Noche del Alacrán: 20

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La Noche del Alacrán escrita por Canek Peláez Valdés se distribuye bajo la licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-No Derivadas 2.5 Mexico.

20

Alejandro y Elena entraron al carro, donde en el asiento de atrás esperaban abrazados Érika y Ernesto, que habían llegado al punto donde hasta el sueño habían perdido.

—¿Todo bien?— preguntó Ernesto, sin que realmente le importara demasiado.

—Ernesto, Érika— dijo Alejandro volteando a verlos —, eh, por segunda vez en la noche, les presento a mi novia.

—Qué bueno que todo salió bien— dijo Érika sonriéndole a Elena.

—Sí, estamos rebosando de alegría por ustedes— dijo, sarcástico, Ernesto —; ¿nos podrían llevar ahora sí a casa de Érika, por favor? Quiero coger.

—¿Sí vamos a mi casa?— le preguntó Érika.

—¿Es lo que querías, no?

—Sí.

—Pues vamos.

Alejandro encendió el carro y se dirigió a casa de Érika.

—¿Qué fue de Mayra?— le preguntó la muchacha a Elena.

—Está bien; se ligó a uno de los hermanos con los que andábamos, e igual y termina consiguiendo novio.

—Órale, qué bueno.

—Y me encantó tu amiga, por cierto.

—Eso oí; si dices que hasta se besaron.

—¿Perdón?— preguntó Alejandro.

—Yo he tratado que me cuente la historia, pero no la pude convencer de hacerlo— dijo Ernesto, interesado.

Elena les contó cómo era que ella y Mayra se habían besado, y por andar explicando las cosas terminó contando todo desde que había llegado al concierto. Alejandro también contó cómo era que se los habían encontrado en la casa del Cacotas, y de repente todos estaban hablando al mismo tiempo de cómo habían llegado al Alacrán. El último en hablar fue Alejandro, que al platicar cómo Elena lo había recibido en el Alacrán casi vomitándole encima causó que todos se rieran.

—Chale— dijo Alejandro —, sí fue una noche divertida.

—Para ti— dijo Elena frunciendo el ceño, pero sonriendo —, que conseguiste dos novias el mismo día y anduviste fajando con ambas. Yo en cambio me la pasé llore y llore y tratando de intoxicarme sin conseguirlo porque me la pasaba vomitando.

—Cabrón— dijo de repente Ernesto —, ¿sí vamos a ver lo de la guía de carreras este fin?

—Gracias, pero ya sé qué voy a elegir— dijo Alejandro, sonriendo —. Voy a escoger física.

Ernesto y Érika se miraron, sorprendidos.

—¿De verdad?— preguntó Ernesto.

—Sí.

—¿Cuándo te decidiste?

—Esta noche— dijo Alejandro sonriéndole a Elena, que puso su mano sobre la de él —. Me ayudó a desembrollar el asunto mi novia.

—Eh— dijo Érika sonriendo —, ¿cuál de las dos?

—La buena— dijo Alejandro mirando a Elena.

—Y a todo esto, ¿tú que vas a estudiar Elena?— preguntó Ernesto.

—Yo creo que sicología.

—¿De verdad?

—Sí; a ver si descubro por qué estoy tan pinche loca.

—Oye, pero así me gustas— le dijo Alejandro.

—Dije que quiero descubrir por qué estoy tan pinche loca; no que desee cambiarlo.

Alejandro llegó a la casa de Érika y estacionó el carro en frente. Todavía era de noche, de hecho; el cielo estaba más oscuro que nunca, y no había nada que indicara que ya fuera a clarear.

—¿Quieres que me estacione más lejos, por si acaso ven que vienes con Ernesto?— preguntó Alejandro.

—No— le dijo Érika —; estoy segura de que mis papás están jetonsísimos. Sólo tenemos que llegar a mi cuarto y es prueba superada.

—Bueno— dijo Alejandro —; pues gracias por todo esta noche. En serio.

—No te preocupes— dijo Ernesto abriendo la puerta de su lado —; ya ves que para eso estamos. Sólo espero que ya dejes de estarnos chantajeando con lo de la vez que rapté el carro de tu papá.

—Chido— dijo Alejandro sonriendo.

Las dos parejas se despidieron; Elena abrazó a Érika y le agradeció por todo: por cuidarla en la casa del Cacotas, por hacerle el paro con regresarla al Alacrán, y por ayudarla a recuperar a Alejandro. Érika y Ernesto descendieron del carro y se encaminaron a la puerta de la casa de ella.

—Yo fui el que pagó los tacos— dijo Ernesto en tono de reproche —, y a mí ni siquiera me abrazó.

—No hagas berrinche mi vida. Y ahora calladito.

Érika abrió la puerta de su casa con todo el cuidado del mundo. Dentro todo estaba oscuro, y con ese ambiente pesado que tienen las casas en la madrugada. Tomando a su novio de la mano lo guió por el recibidor a las escaleras, y de ahí a su cuarto. En ningún momento oyeron ningún ruido.

Nada más estuvieron a salvo dentro del cuarto de ella, comenzaron a besarse con calma y a desvestirse mutuamente, sin hablar, y de hecho sin hacer casi ningún ruido. Hasta que Ernesto contuvo una risa.

—¿Qué?— preguntó Érika sonriendo.

—Nada; que me alegra que tú y yo no tuviéramos que pasar por ninguna de las pendejadas que Elena y Alejandro tuvieron que sufrir para por fin estar juntos.

Érika se llevó la mano a la boca, para callar una carcajada.

—¿Qué?— preguntó Ernesto.

—Ay mi vida, ¿así lo recuerdas tú?

—¿Recordar qué?

—Pues cómo fue para que nos hiciéramos novios.

—No fue tan ridículamente enredado como con Alejandro y Elena.

—Cierto; pero tampoco fue miel sobre hojuelas.

—¿De verdad?

—Uy; podría escribir una novela.

—No, por Dios; qué hueva.

Los dos se rieron, calladitos, y siguieron besándose y dirigiéndose a la cama para, por fin, poder coger sin que nadie los molestara.

En cuanto Ernesto y Érika estuvieron dentro de la casa de la segunda, Elena casi brincó sobre Alejandro para besarlo de forma tiernamente atolondrada.

—¿Qué te pasa?— preguntó riendo Alejandro.

—Si no nos llevas a tu casa y a tu cuarto en el menor tiempo posible, te juro que repito la maniobra de cuando te conocí y te violo aquí mismo en este carro.

—Ya voy, ya voy.

Alejandro se dirigió a su casa. El sueño le había desaparecido del cuerpo, y se sentía alerta y despierto. Elena le acariciaba el cabello y la nuca, y le decía todo lo que planeaba hacerle (y dejar que le hiciera) cuando llegaran a su cuarto, para que se apurara.

Durante el trayecto la negrura del cielo comenzó rápidamente a ser reemplazada por el color lechoso de la Ciudad amaneciendo, que al llegar a casa de Alejandro había llegado a tal punto que ya no estaban protegidos por ningún tipo de oscuridad. Alejandro estacionó el carro en el patio trasero, y le dijo a Elena que lo sentía, pero que sería mejor que subiera por el árbol a su cuarto, porque era muy probable que su papá ya estuviera levantado. Ella le dijo que no importaba, le dio un beso y salió a trepar el árbol. Como él esperaba, su ventana seguía igual desde que él y Ernesto la abrieron para que saliera el olor a mota.

Alejandro entró por la cocina a su casa, y se felicitó a sí mismo por haber sido tan previsor y enviar a Elena por el árbol: su papá estaba tomando el primer café de la mañana, y leyendo el periódico que sin duda había llegado hacía apenas unos minutos.

—Hola hijo— dijo el señor sin levantar la vista del periódico.

—Hola papá.

—¿Todo bien?

—Todo perfecto papá.

El papá de Alejandro levantó la mirada para ver a su hijo, y de inmediato frunció el ceño.

—¿Pero qué te pasó?

—Eh… me golpearon en la nariz.

—¿Te peleaste?

—¿Me creerías si te digo que fue una muchacha?

—No.

—Fue una muchacha.

—No te creo.

—Sí, eso dijiste.

El señor se levantó y examinó a su hijo.

—No estuviste tomando, ¿verdad?

—No papá.

—¿Fumaron yerba?

Alejandro titubeó un segundo. Mentirle a su papá cara a cara le resultaba en general imposible.

—Mis cuates sí. A mí me dieron un toque, pero hace apenas como una hora.

El señor lo miró directamente a los ojos.

—Está bien— dijo después de lo que le pareció a Alejandro una eternidad de tiempo —. ¿Cómo te fue con la muchacha que te invitó al concierto?

—No muy bien.

—¿No?— preguntó sirviéndose más café.

—No; ella fue la que me pegó en la nariz.

El señor volvió a mirar a su hijo; parecía sumamente divertido.

—¿De verdad?

—Sí.

—Entonces me imagino que no la voy a conocer como tu novia pronto, ¿verdad?— le preguntó volviendo a tomar su periódico.

—Es altamente improbable, sí.

—¿Y entonces quién es la muchacha que tan discretamente trepó por el árbol a tu cuarto? Me parece haberla visto antes.

Su papá le dijo esto con una taza de café en la mano y el periódico en la otra, mientras leía la sección de estados, con la más absoluta calma del mundo. Alejandro abrió la boca, pero como no se le ocurrió nada que decir la volvió a cerrar. La abrió una segunda vez, pero de nuevo tuvo que cerrarla porque su cerebro se negaba a funcionar.

—Oh vamos— le dijo su papá, sonriendo —, ¿no creerás que soy tan tonto como para no darme cuenta?

Alejandro siguió sin poder hablar. Ni siquiera era pánico lo que sentía; era un asombro absoluto. En el fondo sí creía (o había creído) que su papá era lo suficientemente tonto como para no darse cuenta.

—Vas a cumplir dieciocho años en mes y medio— dijo tranquilamente su papá —; ya eres casi un hombre. Yo no tengo problemas con que metas muchachas a la casa; pero bien sabes que tu mamá sí. Así que te agradezco que hayas intentado ser discreto; y si te sirve de consuelo creo que tu mamá no ha notado nada. O a lo mejor prefiere no notar nada; no sé. El punto es que no tienes que temer nada; no estoy a punto de regañarte por nada, ni de castigarte, y tampoco de sermonearte. Pero se están cuidando, ¿verdad?

—Sí señor— contestó Alejandro, que cuando tenía miedo de su papá le decía señor.

—Vamos, tranquilízate— dijo sonriendo su papá —. ¿Quién es la muchacha?

—Se llama Elena… es mi novia.

—Ah. ¿Desde hace cuanto?

Alejandro sacó su celular y vio la hora.

—Desde hace como cuarenta y cinco minutos.

El papá frunció el ceño.

—¿Pero ya había estado aquí antes, no? Estoy seguro de haberla visto salir de tu cuarto por el árbol en al menos una ocasión.

—Sí, es mi amiga desde hace casi dos años.

—¿Amiga? ¿Nada más?

—Eh… es complicado.

—Complicado.

—Yo mismo no entiendo ciertas cosas.

—Ajá. ¿Por qué no me lo descomplicas?

—Eh… ¿podría ser después? Te prometo que lo platico bien contigo; y además quiero que tú y mamá la conozcan, pronto. Pero ahorita me está esperando.

—Ah; tienes razón. Está bien; sólo dime una cosa.

—¿Dime?

—¿Es ella la razón de que la otra muchacha te haya pegado en la nariz?

Alejandro no pudo evitar sonreír.

—Sí.

—¿Valió la pena?

—Oh sí.

—Bueno, vete de aquí. Nada más se levante tu mamá y nos arreglemos la voy a llevar a una comida con tu tía Marta en Cuernavaca. Vamos a estar fuera hasta muy noche; a lo mejor nos quedamos ahí a dormir. Así que vas a tener la casa para ti solo.

Alejandro no pudo evitar sonrojarse. ¿De verdad su papá lo estaba prácticamente animando a que usara la casa para coger durante el sábado? El señor le sonrió:

—¿Puedo confiar en que no harás nada particularmente idiota mientras estemos fuera?

—Sí papá.

—Bueno; ahora sí vete de aquí.

—Gracias papá.

Alejandro subió las escaleras, con una enorme confusión en la cabeza. Pero decidió mejor dejar de pensar y nada más alegrarse de que su papá fuera tan chido. Entró a su habitación.

—¿Por qué te tardaste tanto?— le preguntó Elena, que estaba acostada en la cama y arropada por las cobijas. Al ver la ropa de ella regada por todo el cuarto, Alejandro supo que no llevaba nada puesto.

—Mi papá quería platicar conmigo. Te vio subir el árbol.

—No manches— exclamó Elena abriendo mucho los ojos, en pánico.

—Sí; pero no te preocupes. De hecho ya te había visto salir por el mismo árbol.

—¿De verdad?

—Sí.

—¿Y no te regañó?

—No; no tiene problemas con que te meta aquí. Pero sí me dijo que mi mamá sí los tendría.

—Órale, qué chido.

—Sí.

Alejandro seguía en la puerta de su cuarto. Tenía unas ganas increíbles de desnudarse y meterse en la cama con ella, pero también estaba disfrutando mucho el verla acostada ahí, sabiendo que estaba desnuda debajo de las sábanas.

—Se me enfriaron las nachas por estar todo ese tiempo sentada en la banca de piedra helada— le dijo Elena sonriendo pícaramente.

—¿Sí?

—Sí. Vas a tener que frotarlas mucho y darles muchos besitos para que regresen a su temperatura normal.

—Puedo hacer eso.

—Ven aquí mi amor.

Alejandro comenzó a desvestirse y se acercó a la cama.

 
 
 
Ciudad de México, Noviembre 2008
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