Y tuvimos a bien a levantarnos hoy con la (previsible) novedad de que el dinosaurio priista está vivo y coleando, y que Peña Nieto probablemente ya se imagina sentado en la silla del águila.
Digo previsiblemente porque las elecciones intermedias del sexenio son un referéndum acerca de cómo está actuando el presidente; y en este caso, con un “presidente” que llegó a través de fraude electoral, que no le ha salido ninguno de sus planes, y que además es un incompetente (él y todo su equipo), era previsible que su partido perdiera legisladores, gobernadores y presidentes municipales. Que es por supuesto lo que pasó.
Claro que si la izquierda electoral mexicana, patéticamente lidereada por un PRD que ha sido asaltada su estructura burocrática por una bola de personajes mezquinos (y, para empeorar las cosas, también sumamente incompetentes), hubiera llegado unida a estas elecciones, y respaldando el proyecto de nación cuyo impulso (nos guste o no a muchos) encabeza Andrés Manuel López Obrador, yo creo que la historia sería distinta. Pero como el hubiera es el pretérito pluscuamperfecto de los pendejos, no entraré mucho a eso.
Dado eso, la incompetencia y pendejismo de este “gobierno” ilegítimo e ilegal, y la incompetencia y mezquindad de la dirigencia nacional del PRD (y varios otros lamentables personajes de la izquierda mexicana), por supuesto que era previsible el resurgimiento del PRI como la primera fuerza política nacional.
No sólo era previsible; hasta cierto punto era deseable. No porque me alegre que gane el PRI (desde que tengo uso de razón nunca he apoyado a ese partido), sino porque la dirigencia nacional del PRD que tiene secuestrado a ese partido le debe quedar bien claro que ellos no ganan elecciones, porque la izquierda en general tenemos que ponernos las pilas y dejar de pelear pendejadas para centrarnos en el proyecto de nación (salud y educación universales y gratuitas; explotación estatal e inteligente de la generación de energía; defensa de la soberanía nacional), y porque después de nueve años confirmo lo que he venido sospechando desde hace como cinco: creo que prefiero a los priistas que a los panistas. Rateros y tramposos como son, al menos no son tan incompetentes como esta bola de imbéciles que se robaron la elección hace tres años.
No veo entonces tan desastroso el triunfo del PRI estas elecciones. Cierto; la dirigencia de Beatriz Paredes es capaz de vender hasta a su abuela con tal de negociar con el panismo, pero una de las ventajas del resultado de estos comicios es que el PRI es un desmadre desde hace años; no hay una dirigencia única, no hay plan, no hay unidad entre ellos. Y sigue habiendo gente decente ahí (que de verdad al menos yo ya no encuentro en el PAN).
Y (más viendo cómo salieron las cosas) hay que ir promoviendo cosas que le quiten poder a los partidos políticos; hay que implementar pero ya la reelección de diputados y senadores; y hay que exigir cosas como el referéndum y plebiscito, y más aún: hay que tener revocación de mandato. Estoy seguro que el pobre de Calderón no tendría la más mínima oportunidad si votáramos para revocar mandato.
Dentro de todo este relajo, yo me alegro de varias cosas. En primer lugar que el llamado estupidísimo al voto nulo apenas rebasara el 6%. Eso me dice que los mexicanos en general no cayeron en esa pendejísima idea (el abstencionismo fue enorme, pero también fue dentro de lo normal para unas elecciones intermedias).
En segundo lugar, de que la izquierda (en este caso a pesar del PRD) conserve indiscutiblemente la Ciudad de México. La dirigencia local en mi Ciudad apoyó siempre al Peje (que no es apoyarlo a él, es apoyar un proyecto de nación), y creo que en gran medida por eso no le fue tan mal al PRD ahí (que por el comportamiento del partido merecía que le fuera mal). E incluso estuvo cerca de quitarle Benito Juárez y Miguel Hidalgo a los panistas.
En tercer lugar, del resultado en Iztapalapa; yo lo dije: si en algún lugar podía funcionar el plan demente del Peje, era ahí. Claro que falta que todo mundo impugne la elección (y todo mundo la impugnará), y de que Juanito cumpla su palabra (ante notario… como si eso alguna vez hubiera importado), y de que no salga quién sabe qué corte con qué excusa para seguir jugando sucio. Pero es mi impresión que Clara Brugada será la jefa delegacional en Iztapalapa, por más coraje que hagan los panistas y la asquerosa dirigencia nacional del PRD. Y, uy, yo sí les diría que aguas con meterse con la gente de Iztapalapa.
Lo que pasó en esa delegación es un enorme triunfo (político, de ingenio y además legal) del Peje… que de nuevo, no podría importarme menos que él fuera el triunfador; lo que me importa es que lo realmente central es el proyecto de nación que (de nuevo, nos guste o no) su principal impulsador es AMLO.
En último lugar, me alegro de un resultado más, y aquí sí tengo razones muy personales para alegrarme. Cuando comenzó la campaña por las jefaturas delegacionales, el candidato del PAN, Obdulio Ávila Mayo, estaba arriba en las encuestas. Claro que era una encuesta del Milenio (que siempre debe ponerse en duda), y además Obdulio llevaba seis años haciendo campaña; es difícil andar por Coyoacán y no ver alguna barda con su nombre.
Cuando me enteré de que estaba arriba, yo sí me preocupé. Hace pocos años tuve el “gusto” de conocerlo en persona, y lo único que voy a decir es que me preocupaba gravemente que ganara, y que me alegro mucho de que perdiera; especialmente porque Raúl Flores (por gris y poco carismático que sea) lo que he investigado de él me dice que es un tipo trabajador y decente. Desde que corrieron a Obdulio a gritos de un debate que trató de tener en la UNAM, y cuando me enteré que Flores iba como candidato común por el PRD, PT y Convergencia, me empecé a relajar.
Además, creo que Obdulio nunca ha ganado una elección; al menos como diputado federal, “ganó” como plurinominal. También participó en la elección general, pero ahí perdió. Por mucho.
Así que dentro de todo no veo una tragedia lo que pasó ayer. Ciertamente es un llamado de atención a la izquierda mexicana; voy a creer que cuando los gringos eligen a un presidente que sólo puede calificarse de izquierda (gringa, pero izquierda; al negro sólo le faltó acabar su discurso de inauguración con “por el bien de todos, primero los pobres”) nosotros estemos enfrascados en luchas mezquinas por posiciones de minúsculo poder. Y me parece que Chucho Ortega estaría obligado a renunciar (sobre todo porque su llegada a la dirigencia del PRD fue en contra de lo que los afiliados al partido querían, y sólo gracias a la intervención ilegal del Tribunal Electoral); más aún cuando hasta Germán Martínez ya anunció que lo hará. Es hasta por tener tantita vergüenza.
Pero para mí lo más importante es que estos resultados son la confirmación de lo que yo vengo diciendo desde hace tres años; el “gobierno” (por decirle de alguna manera) de Felipe Calderón es ilegítimo e ilegal, y la gente sencillamente no lo apoya. Porque el más de 50% de electores que no votaron me parece más que claro que no lo hicieron por apoyarlo, ¿verdad?
Muchas cosas ahora van a depender de cómo se comporte el PRI. Eso sin duda alguna me preocupa; pero que podamos olvidarnos de qué va a decir el PAN (no necesariamente que vaya a ocurrir, pero que la posibilidad exista) la verdad me alivia bastante.
