Lucy

Después de ver Guardians of the Galaxy, fui a ver Lucy. Se aplican las de siempre.

Lucy

Lucy

Luc Besson es un francés demente que de repente dirige películas maravillosas, como Leon, y esperpentos insoportables, como Le Grand Bleu… o esperpentos muy entretenidos, como Lockout.

Lucy es una muestra de la última categoría; es pésima casi desde cualquier aspecto que se quiera analizar (con la posible excepción de efectos especiales), pero es alucinantemente entretenida.

La historia es tan absolutamente absurda, comenzando por el hecho de que repiten la pendejada de que el ser humano sólo utiliza el 10% de su cerebro, que no vale la pena ni siquiera resumirla. Las actuaciones, de todo el elenco, son tan inverosímiles que se vuelven hilarantes a los pocos minutos de que haya empezado la película. La dirección es un desastre de trenes absoluto, porque la película es una serie de escenas sicodélicas mezcladas con algunas escenas de acción mezcladas con algunas escenas que podrían calificarse de normales, si no fueran justamente lo contrario.

Y sin embargo, está muy divertida. Y cuando Scarlett Johansson abre las piernas, la gente muere; estoy seguro de que hecho así ocurre en la vida real.

Yo disfruté enormemente la película; pero no me engaño.

Es terrible.

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Disney Infinity

Hace unas semanas fui a ver a mi hermano, y cuando ya me iba, de buenas a primeras me llamó desde su escalera, y me aventó un juguete a las manos. Era éste:

Venom

Venom

Nada más lo miré, me di cuenta de lo que era, y de que mi hermano a su vez no tenía idea. “¿Sabes qué es esto?”, le pregunté. “Venom”, me contestó el menso.

Por supuesto no es nada más una figurita para tener en algún lado; es parte de Disney Infinity, un videojuego donde uno puede comprar figuras coleccionables, colocarlas en una plataforma especial que se conecta a la consola (existe para todas, y creo incluso para la PC), y jugar con el monito ahí mismo.

Si hubiera existido eso cuando era niño, me hubiera echado a llorar amargamente, porque seguro mis papás no hubieran podido comprármelo.

Así que unos días después le compré el videojuego a mi hermano, en un paquete de inicio que incluye tres figuritas de los Avengers: Thor, Iron-Man y Black Widow. Mi hermano, desoyendo todos los consejos que jamás le di, se compró un Xbox One en lugar de un PlayStation 4, por la patética razón de que existía una edición especial de la consola para Call of Duty, así que le compré esa versión; por suerte los monitos son universales.

Ese día fui a su casa y le ayudé a conectar su Xbox One para poder probar el juego. Cuando era niño, si uno compraba un Atari o un Nintendo, uno podía ir a casa, conectar la consola, meter un cartucho, y ponerse a jugar. Hoy en día, y en el caso del Xbox One, hay que registrarse en línea con Microsoft, bajar no sé cuántos megabytes de actualizaciones, meter el Blu-ray con el juego, bajar quién sabe cuántos más megabytes de actualizaciones del videojuego, y entonces, unas cinco horas después, poder jugar. No me hago ilusiones; probablemente sea igual o peor con un PlayStation 4; cuando me compre el mío les aviso.

Total que no pudimos jugar sino hasta como las 3 de la mañana, y yo ya estaba demasiado madreado para disfrutarlo, así que no estoy seguro de si yo me voy a comprar el videojuego.

Pero las figuritas están lindas.

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Guardianes de la Galaxia

Después de ver How to Train Your Dragon 2, fui a ver Guardians of the Galaxy, porque por supuesto que eso hice.

Les diría que mencionaré spoilers en mi reseña, pero como ya la vieron, varias veces, y luego fueron y la rentaron, varias veces, y luego fueron y la compraron para poder verla todavía más veces, creo que es innecesario.

Guardians of the Galaxy

Guardians of the Galaxy

Guardians of the Galaxy es la Guerra de las Galaxias para el siglo XXI (o al menos lo será hasta que salga el Episodio VII y nos encrememos las pantimedias). Siendo honesto, de hecho es mucho mejor que la Guerra de las Galaxias, pero si digo eso en público me va a querer crucificar la gente que no puede superar el hecho de que toda la nostalgia del universo no hace a una película necesariamente buena.

¿Es Guardians of the Galaxy una buena película? Más o menos; al igual que la guerra de las jaladas, es sin duda alguna divertida, emocionante, entretenida y bien hecha. Eso no quita que la historia sea una pendejada absoluta, y que las actuaciones, por encantadoras que sean, no sean nada de otra galaxia guiño guiño.

Me parece, eso sí, que está muy bien contada y dirigida, aunque en lo segundo creo que el principal factor fue la selección del elenco, que en verdad tienen harta química entre ellos, incluyendo al arbusto sobredesarrollado y la rata que habla.

A mí me encantó la película; es sin duda alguna de mis favoritas este año, y espero con ansias la secuela y el crossover con los Avengers. Chris Pratt en particular me sorprendió, dado que en todo lo demás que lo había visto aparece como un idiota. Claro que aquí también aparece como un idiota, pero al menos guapetón y muy simpático.

Pero no es extraordinariamente buena. Es buena, sin duda; pero es nada más el último churro dominguero prefabricado por los estudios Marvel, que de verdad parece ser que no pueden errar, y que engendraron a la gallina de los huevos de oro.

Disfruté enormemente de esta película; pero también me gustaría ver algo bueno salido de alguien distinto de Marvel. De preferencia DC, pero a estas alturas creo que me conformaría hasta con una buena adaptación de Archie y Torombolo.

Como sea, la recomiendo ampliamente. Que dado que ya todos la vimos, varias veces en múltiples formatos, y posiblemente hasta en distintos idiomas, probablemente no importe mucho.

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Pan, queso, jamón y vino

Las veces que estuve en España durante mis estancias de investigación, se volvió común para mí cenar pan, queso, jamón y vino. El precio del queso, jamón serrano y vino es relativamente menor que aquí, a veces por mucho; me gusta bastante cenar así; y es más que satisfactorio.

Todavía ceno así aquí en México, de vez en cuando, si se me antoja lo suficiente. No es tan barato como en España, pero tampoco es extravagantemente caro; y de hecho lo haría más seguido, si no fuera por el hecho de que no tengo una panadería cercana que venda pan que me guste, ya que parte del chiste es justamente tener pan fresco (aunque hace mucho aprendí el truco para mantener pan por más que unas horas).

La mayor diferencia, sin embargo, es la cantidad de vino que consumo. En España lo común era que me tomara media botella por sentada (dos copas bien servidas), y varias veces de hecho me tomé una yo solo. Y en ocasiones “especiales”, más de una.

Recuerdo en una reunión en la Villa Universitaria de Bellaterra en Cataluña, que un alemán me dijo que él trataba de tomar de las botellas que yo llevaba, porque siempre era bueno el vino que yo escogía. Yo lo miré un poco incrédulo, porque la única estrategia que seguí siempre fue comprar vino que costara al menos cuatro euros; casi sin falla eso siempre fue más que suficiente para agenciarme una botella de vino decente, si no es que buena.

Pero bueno; como decía, la diferencia principal aquí en México (además de la ausencia de mis cuates europeos), es que hoy en día si me tomo una copa de vino, es muy común que a los veinte minutos me esté cayendo de sueño. Y eso me pasa con vino; ya no digamos alcohol más fuerte. El día que me doctoré mi familia me regaló, por alguna razón que no comprendo, un montón de botellas de distintos tipos de alcohol, y la mayor parte ahí siguen, varias incluso sin abrir, porque si me tomo una copa poco después tengo que irme a dormir.

Una explicación podría ser que llevo años sin hacer realmente ejercicio, y que mi condición física es miserable. Algo debe tener que ver; aunque en realidad la explicación más sencilla es que me estoy volviendo viejo.

Pero vamos a decir que es la altura de la Ciudad de México, para me sienta mejor.

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Cómo Entrenar a tu Dragón 2

Después de ver Maleficent, vi How to Train Your Dragon 2.

Se aplican las advertencias de spoilers habituales.

How to Train Your Dragon 2

How to Train Your Dragon 2

Esta secuela de la película de hace cuatro años supera por mucho a la original; la historia es mucho más épica, los personajes tienen el tiempo de definirse mucho mejor, los dragones son todavía más como gatos enormes, e incluso hay algo más de romance que en la primera parte.

El problema principal que tengo con la película es que está repleta de clichés, y que perpetúa la idea idiota (generalmente defendida por dueños de perros) de que un animal inherentemente peligroso se puede controlar únicamente con “amor”. Por más inteligente que sea un animal (incluyendo gatos, que deben ser los más inteligentes de todos los animales domesticados por los humanos), no se puede esperar de ellos que actúen como humanos. Cualquier persona que se haya dedicado a entrenar perros, caballos, o leones en el circo es lo primero que les dirá.

Como sea, a mí me encantó, y espero con ansias la tercera parte, donde Hiccup (supongo) por fin encontrará una hembra con la cual pueda reproducirse Toothless, y donde espero le haga un poco más de caso a su novia Astrid, porque en esta película le presta más atención a su dragón que a ella.

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Punchis punchis punchis punchis

Hace seis años platiqué cómo utilizaba una vieja estéreo de mi hermano como “bocinas” de mi computadura. Bueno, hasta hace dos semanas esa misma (cada vez más) vieja estéreo siguió desempeñándose como las “bocinas” de mi computadora de escritorio. Y creo que hubiera podido seguir haciéndolo durante varios años más; jamás me dieron problemas.

Un par de meses después de esa entrada, escribí cómo me compré mi televisión de 46″. Mi televisión es de las posesiones más preciadas que tengo, y jamás he tenido ningún problema con ella. En algún momento va a fallar (porque así es la naturaleza de las cosas), y entonces estaré muy triste… por unos cinco minutos, porque después me va a dar el pretexto para comprarme una nueva más grande.

Como sea, mi televisión es maravillosa, pero sus bocinas, para mí, suenan como las ardillas de Alvin y las ídem. En algún momento me compré unas bocinas Logitech X-540, originalmente para mi computadora; pero ya con la televisión, decidí que prefería utilizarlas para ver cosas en mi telesota, y para jugar videojuegos.

La verdad, no sé si fue buena o mala idea; hasta hace dos semanas que radicalmente cambié la configuración de bocinas en mi departamento, no se me había ocurrido que a lo mejor hubiera sido más inteligente usar las bocinas en mi computadora, y la viejo estéreo de mi hermano para la tele. No soy fanático del sonido; me gusta que las cosas suenen ferte, y que no se oigan distorsionadas: fuera de ahí, mi entendimiento de audio no da para mucho. En ese sentido, la verdad no sé distinguir cuál suena mejor entre las bocinas Logitech o la vieja estéreo de mi hermano. Lo que sí sé es que las bocinas Logitech son un sistema 5.1 (5 satélites y un subwoofer, ergo el .1), y que la estéreo de mi hermano es, bueno, estéreo, sólo 2 bocinas. Me imagino que por eso decidí usar las Logitech en mi telesota… lo cual por supuesto es idiota, porque lo que hacía era conectar la salida de audio de mi tele a las bocinas, así que sólo funcionaban en estéreo, aunque hacía que se replicara el sonido a los satélites traseros… inútilmente, porque tenía los cinco satélites básicamente atrás de la tele: 4 en la pared, y el central arriba de la misma.

De cualquier forma, funcionaba y la verdad se oía bien. Tal vez no maravillosamente bien, y ciertamente nunca tuve realmente surround sound, pero tapaba el parche, y además en mi computadora tenía la estéreo, que para oír música mientras trabajo bastaba y sobra. Pude haber vivido así hasta que alguna parte fallara, pero como estoy ganando bien, decidí que ya era hora de comprarme un AVR.

Un AVR (audio/video-receiver) permite conectar varias entradas HDMI, puentearlas a una televisión (vía HDMI una vez más), y encargarse del sonido de manera mucho más profesional que una vieja estéreo o que unas bocinitas Logitech, 5.1 o no 5.1. Había estado coqueteando con la idea de comprarme uno, porque (además de que creo que es un lujo, pero me lo merezco) he considerado regalarme un PlayStation 4 de navidad, y entonces ya estaría en el límite de entradas HDMI que mi tele soporta. Además, harto más ferte, como mencionaba arriba.

Como ya expliqué, no soy fanático del sonido; no tengo ni puta idea de qué marcas o qué especificaciones son las mejores en esto, así que fui a comprar mi AVR con sólo unas cuantas ideas vagas: Bose es muy bueno, pero excesivamente caro; Sony es bueno, pero probablemente más caro de lo que ofrece; y Onkyo ahí se va en calidad y precio. Igual y estoy diciendo puras pendejadas, pero eso es lo que saqué de mi superficial investigación. Obviamente, siendo como soy, cuando llegué a la tienda a ver AVRs (en conjunto con un sistema 5.1; en mi departamento de medio metro cuadrado, 7.1 es completamente inútil), iba determinado a comprarme un Onkyo.

Pero entonces ocurrió algo que me pasa muy pocas veces: el chavo que me atendió era competente. No sólo era competente; estaba muy bien informado, y (para mí muy importante) me supo resolver mis dudas muy bien. Estaba debatiéndome entre el AVR Onkyo que había pensado comprar, y el AVR que a final de cuentas me compré, y el muchacho me explicó que el primero tenía un subwoofer pasivo, mientras el segundo era activo. “No entiendo”, le dije, “¿cuál es la diferencia?”; el muchacho sencillamente procedió a mostrarme la conexión del subwoofer Onkyo (dos simples cables con la señal de audio), y la del otro (un cable RCA que permite transmitir información aparte de la señal de audio). Así que compré el otro, del cual jamás había oído la marca. Y no estoy exagerando; jamás la había oído, y si llegué a hacerlo procedí a olvidarlo de inmediato. Estaba seguro de que era una marca piratísima.

La marca es Harman Kardon, y resulta que no sólo no es piratísima, sino que al parecer todo mucho excepto yo había oído hablar de ella.

Así que conecté el Harman Kardon a mi tele, mi media center, PlayStation 3 y servidor Atom al Harman Kardon (me sobran entradas HDMI, así que puedo hacerlo), coloqué los satélites traseros atrás, los delanteros adelante y el central al centro (y aún así no sigo las ridículamente detalladas instrucciones del manual), y lo prendí. Y ay güey.

Además de que mi pobre departamento parece estar a punto de derrumbarse cada vez que subo mucho el volumen, la calidad del audio (para un lego como yo en asuntos de sonido) es ridículamente superior a la que tenían las bocinitas Logitech… aunque siendo justos eso probablemente no sea únicamente culpa de ellas, como ahorita explicaré.

Procedí a mover las bocinas Logitech a mi computadora, porque quiero deshacerme de la vieja estéreo: ocupa mucho espacio, y estoy seguro que también electricidad, además de que se calienta demasiado. Al mover el subwoorfer de las bocinas Logitech, mis dedos rozaron el círculo elástico que sostiene al cono de la bocina (el que permite que “rebote” cuando los bajos están duro que dale; el “surround” en este diagrama), y éste procedió a, literalmente, deshacerse entre mis dedos.

No sé cuánto llevaba deteriorándose sin que yo me diera cuenta (como casi todos los subwoofers, esta bocina apuntaba al piso), pero dado que lo he venido usando desde hace años, tampoco me extraña que lo hiciera. Por suerte lo llevé al centro donde me lo repararon por 150 pesos que, como las bocinas me costaron unas diez veces eso, me parece un muy buen precio. Ahora suenan como nuevas, pero sí siguen sin poder compararse al Harman Kardon.

Así que ahora tengo dos sistemas 5.1 funcionando perfectamente; uno decente (pero bastante normal) en mi computadora, y otro muy bueno en mi televisión en conjunto con mi media center y PS3 (y posiblemente en el futuro, PS4).

De las primeras cosas que hice fue ver una película Blu-ray (Splice; está simpática, sí la recomiendo). En una escena, ocurre un ruido pertubador “atrás” de la misma. Nunca había tenido un sistema surround sound propiamente instalado en mi departamento; así que cuando oí el ruido viniendo de la cocina, además de friquearme bastante, tardé varios segundos en percatarme de que era la película. No ayudó que fuera de terror.

Eso está padre; pero la verdad me hubiera bastado con poder escuchar punchis punchis punchis punchis, y sentir que mi pobre departamento se colapsa con las vibraciones del subwoofer.

No creo que mis vecinos me quieran mucho en estos días.

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Maléfica

Después de ver X-Men: Days of Future Past, vi Maleficent.

Se aplican las de siempre.

Maleficent

Maleficent

Como todo mundo probablemente ya sepa, la película es la historia de La Bella Durmiente de Disney (cambiándole un montón de cosas), desde el punto de vista de Maléfica, la “hada malvada”.

En ese sentido no tiene mucho de interesante; es igual de estúpida que la película original, y una muestra más de por qué Disney es una de las organizaciones más malignas en la historia de este planeta, superando por mucho a los nazis, a la Iglesia Católica y a los ositos cariñositos.

Lo interesante es, por supuesto, Angelina Jolie. Me la puedo imaginar perfectamente leyendo el guión de esta película por primera vez, y relamiéndose los dedos del placer que le causaba verse a sí misma actuando como probablemente sea en la vida real, alas y poderes mágicos incluidos.

Es tan lascivo el placer con el cual interpreta al personaje, que es ciertamente muy difícil no disfrutar la película… especialmente si uno se imagina la cara de Jennifer Aniston al verla.

Así que les diría que la vieran, pero probablemente ya lo hicieron, varias veces, por lo que sólo diré que la disfruté, pero no tengo muchas ganas de volverla a ver.

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Atom

En octubre de 2008 (hace más de seis años) compré una placa madre Mini-ITX con procesador Atom, y un gabinetito diminuto para albergarla. Armé la computadora (con todo un giga de memoria y un disco duro de 2.5″ con 320 Gb), le instalé Gentoo, la prendí, y (con algunas excepciones) así estuvo durante casi seis años.

Obviamente se apagó cuando me fui a Europa 3 meses en 2009, y de nuevo cuando me fui a Europa, Canadá y el Gabacho en 2011; pero fuera de esas pausas (y otras mucho más pequeñas, de horas o días) la chingada máquina estuvo prendida 24×7 durante casi seis años.

Atom era la máquina que usaba como “servidor” en mi casa; una presencia siempre viva donde podía respaldar información y (más comúnmente) dejar bajando cosas. Rápidamente se convirtió en un reflejo mío que, si quería bajar una película, una serie de televisión, música, programas, o cualquier tipo de información que necesitara más que un par de minutos, me conectara a Atom (ya fuera local o remotamente), y lo hiciera. Después (generalmente en la noche del mismo día), verificaba que lo que fuera que hubiera bajado hubiese terminado, y lo pasaba a mi media center para verlo u oírlo.

Antes de Atom, solía utilizar múltiples servidores de la UNAM a los que siempre he tenido acceso para lo mismo. Una vez que tuve Atom (y una conexión a Internet de Infinitum), sin embargo, se convirtió en mi modo normal de bajar cosas pesadas de la red.

Dos párrafos arriba mencioné que Atom “era” mi servidorcito. A inicios de este año comenzó a fallarme de forma medianamente regular; le cambié el disco duro, y cuando eso no funcionó, la desarmé por completo y la limpié a fondo con aire comprimido, lo que hizo que volviera a funcionar unas semanas… hasta que una vez más comenzó a fallar.

Hace unos pocos meses apagué Atom por última vez, y pensé que sencillamente tendría que aprender a vivir de nuevo sin ella. Sin embargo, cuando comenzaron a pagarme, y después de actualizar mi computadora de escritorio, decidí que sí valía la pena recuperarla así que fui de compras de nuevo.

Compré de nuevo un Mini-ITX (reutilicé el gabinetito original, así como el disco duro, que como dije cambié hace unos meses), ahora con un procesador Celeron a 2.41 GHz y 4 Gb de memoria (ya no venden menos, básicamente), le volví a poner Gentoo, y migré la instalación que tenía a esta nueva.

Está un poco más rápido la nueva Atom, pero para motivos prácticos es básicamente lo mismo. Ahora sólo espero que me dure al metros otros 6 años hasta el 2020.

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X-Men: Days of Future Past

Por la grave situación política del país, entre otras cosas, no he escrito mucho en el blog. Se siente ligeramente superficial estar hablando de cultura popular o tecnología, cuando estamos a un error idiota de que todo estalle de manera irreparable.

Sin embargo, esto no ha resultado en que deje de dar mis clases (descontando los paros, obviamente), o que deje de hacer mi trabajo. No veo entonces por qué dejar de escribir de las pendejadas que me gustan, al menos mientras la situación, por precaria que sea, no se vuelva insostenible.

Así que mientras ocurre lo que sea que vaya a ocurrir, voy a tratar de seguir con el blog de la manera más natural que me sea posible.

Después de ver Edge of Tomorrow, vi X-Men: Days of Future Past. Se aplican las de siempre.

X-Men: Days of Future Past

X-Men: Days of Future Past

¿Recuerdan Lost, el programa de televisión que todo mundo veía, pero que después un montón de gente dejó de ver porque se la jalaron durísimo los creadores? Esa serie nunca resolvió satisfactoriamente el montón de preguntas que planteó a lo largo de su existencia, pero la mayor parte de los fans de la misma acabaron medianamente satisfechos al final, porque los realizadores utilizaron un truco baratísimo, pero sin duda efectivo para ello: en la temporada final, para motivos prácticos todos los personajes de la serie volvieron a aparecer, aunque en muchos casos sólo por un par de minutos.

X-Men: Days of Future Past recurre al mismo truco barato: todos los personajes de las películas de los X-Men aparecen, aunque en varios casos sea únicamente en un par de escenas… y maldita sea si no funciona; a mí me encantó.

También es cierto que las películas de los X-Men en general habían sido satisfactorias; exceptuando la tercera entrega, que esta última película trata por todos los medios de obliterar. La trama sigue, con muchas libertades, la misma del cómic del mismo título: un X-Man tiene que viajar en el tiempo hacia el pasado, para evitar que Mystique cometa un crimen que desencadenará la persecución y genocidio de casi todos los mutantes.

Además del truco barato mencionado arriba, la película tiene muchas cosas que la hacen memorable: una vez más James McAvoy y Michael Fassbender toman perfectamente la batuta como Xavier y Magneto, respectivamente; Jennifer Lawrence hace lo que siempre hace en todas sus películas, consiguiendo que Mystique sea entrañable además de estúpidamente sexy; Hugh Jackman es Hugh Jackman, con cada vez más esteroides en su persona; y por último Peter “Tyrion Lannister” Dinklage consigue la no despreciable hazaña de interpretar a un gran villano, sin que el hecho de que sea un enano (paradójicamente, en los hechos un mutante) importe en lo más mínimo.

La película me encantó, porque así de barato soy yo; pero lo importante es que, además de borrar con un manotazo el insulto que fue X-Men: The Last Stand hace ocho años, abre las posibilidades a un montón de películas más acerca de los X-Men, con una nueva generación de actores, más jóvenes y más guapos, tomando las riendas de Patrick Stewart e Ian McKellen.

Así que réntenla, aunque lo más probable sea que de hecho ya la vieron.

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43+11

Durante la interminable huelga de 1999-2000, vi a varios profesores participar en ella. Al inicio, me pareció una cosa muy chida; una muestra muy grande de solidaridad; una forma de apoyar a los alumnos.

Con el tiempo, sin embargo, rápidamente me di cuenta que muchos de esos profesores (no todos, obviamente) les valía madre realmente el movimiento o los alumnos. Era un pretexto para ellos poder empujar sus propias agendas. Terminé despreciándolos, y más aún a aquellos que enviaron a sus tarados seguidores al auditorio Ché Guevara/Justo Sierra para que los agarrara la PFP y tuvieran todavía más capital político/carne de cañón, mientras ellos se escondían cobardemente.

Me prometí que nunca iba a hacer eso yo.

He participado en varias movilizaciones después de la huelga, pero ninguna que fuera lidereada por estudiantes (y, justo después de la huelga, era difícil que una movilización estudiantil surgiera). Cuando comenzó todo esto de Ayotzinapa, decidí que me mantendría al margen, porque me parece que los estudiantes de ahora son los que deben de movilizarse, y porque no quería ni siquiera que pareciera que yo hacía lo que los cobardes de hace 15 años hicieron (y algunos de los cuales todavía hacen hoy en día).

Pero cuando leí que estaban enviando a los 11 detenidos del 20 de noviembre a Nayarit y Veracruz, cambié de opinión. Se puede discutir que los detenidos cayeron o no en una provocación; se puede discutir si cometieron o no algún crimen; se puede discutir lo que ustedes quieran. Pero enviar a cientos de kilómetros de distancia a estudiantes que fueron detenidos mientras protestaban, es el tipo de acciones que Porfirio Díaz hubiera utilizado.

Y lo que me aterra es que estos imbéciles, que se supone están a cargo del país, no parecen entender que estamos al borde de algo mucho más grave que un puñado de muchachos encapuchados, ya fueran provocadores, idiotas, o provocadores idiotas, lanzando unas cuantas bombas molotov a una puerta, no me importa de qué edificio.

Fui hoy a la marcha que convocaron los familiares de los 43 desaparecidos. Dado que se convocó casi de emergencia, y que ocurrió sólo cinco días después de los hechos del 20 de noviembre, fue entendiblemente una marcha no muy grande; pero si tomamos todo eso en cuenta, de hecho fue mucha gente.

Como de cualquier forma no quiero parecerme a los cobardes que mencionaba arriba, decidí que sólo marcharía. No consignas, no aplaudir, sólo marchar. Fue ligeramente bizarro, pero bueno, ya no soy, bajo ninguna definición del término, estudiante; así que más me vale evolucionar cómo actúo incluso en estas cosas.

No sé exactamente qué más puedo hacer; pero sí quiero hacerlo. Esperaría que todos quisiéramos hacerlo, porque en verdad estamos muy cerca de un escenario increíblemente peligroso; y para todos: no sólo para los estudiantes, no sólo para algunas autoridades, no sólo para nuestra patética clase política… para todos. Esto ya rebasa por mucho a los 43 muchachos detenidos y a los ahora 11 aprehendidos y deportados a Nayarit y Veracruz.

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La esquina

Hace mucho (más de un año y medio) que no escribo de política. No porque no me importe lo que pase (todo lo contrario), sino porque no he sentido que tenga mucho qué contribuir yo a la discusión. Pero también en parte porque creo que está quedando cada vez más rebasada la opción de discutir.

Con esto de los 43 muchachos desaparecidos, la situación del país, de por sí precaria, ha degenerado en una situación de la que será cada vez más difícil salir, y ciertamente esto no ocurrirá “discutiendo” ni madre.

Lo que todo mundo sabe, pero casi nadie dice, es que con casi toda certeza esos muchachos estén muertos. La detención de ayer del ex alcalde de Iguala y su mujer no aliviará en nada eso; tampoco lo harán las cerca de 60 detenciones que han ocurrido, ni la petición de licencia de Aguirre, ni la aparición de los cuerpos (si es que no los lanzaron al mar), ni ningún “acuerdo nacional” por a ver qué estupidez se inventan estos idiotas.

Lo único que puede aliviar este crimen de estado (y obviamente no me refiero únicamente al estado de Guerrero; por supuesto incluye al estado nacional), es que comiencen a haber cambios reales a lo que permitió en primer lugar que ocurriera. Y yo sinceramente me temo que no hay señales de que nuestra absolutamente desprestigiada clase política tenga la intención o la capacidad de implementar estos cambios.

Y por supuesto hablo de todos los partidos y de todas las fuerzas políticas. Y esto es gravísimo, porque si no es por la vía política, ¿qué opción nos queda?

Como decía al inicio; la opción de discutir queda cada vez más rebasada. El modelo económico que se ha seguido por los últimos 32 años (casi toda mi vida) ha sido demostrado por todas las maneras posibles que no funciona. La corrupción endémica que ha caracterizado a todos los niveles de poder de todas las corrientes políticas no sólo no ha disminuido, sino que ahora es fomentada por criminales que no tienen ningún reparo en utilizar un tipo de violencia particularmente sanguinaria que realmente no existía en el país hace unas décadas, o al menos ciertamente no era tan común. Más grave que la corrupción (que todos los países tienen), la impunidad que existe es cada vez más descarada, y hace cada vez más obvio para el ciudadano común que no tiene el menor sentido en esperar justicia si uno no cuenta con los medios económicos o políticos necesarios.

Eso es lo que permitió que el crimen de Ayotzinapan ocurriera. No es un problema local; no se va a solucionar con que renuncien algunos funcionarios y se encarcelen a un puñado de personas. El mierdero en que se han convertido las instituciones de este país va a seguir ahí, y va a desencadenar de nuevo en una tragedia de este estilo, a menos que de verdad ocurran cambios radicales en las mismas.

Me alegra ver las masivas movilizaciones que se ha generado en repudio a esta tragedia; me alegra ver a los chavos dispuestos a protestar y a exigir… pero lo cierto es que llenando el Zócalo, tomando casetas y haciendo paros tampoco veo que vaya a hacer a estos imbéciles reaccionar. A veces me temo que de hecho aunque quisieran, hemos llegado al punto en que no pueden hacer nada.

Y entonce sí ya valió madre, porque si los partidos e instituciones políticas no sirven, y protestar como siempre hemos protestado tampoco, ¿entonces qué? ¿Entonces qué sigue?

Hace demasiado tiempo decidí que cualquier manera de cambio por la que yo luchara en mi vida, sería pacífica. Y de hecho jamás he creído que usando violencia llegaremos a ningún lado… pero nada más se necesitan unos cuantos mexicanos suficientemente encabronados y hasta la madre que no compartan esa forma de pensar para que la cosa de verdad se ponga fea. Y me temo que gracias a estos idiotas, ahorita ya hay muchos más que unos cuantos.

Durante años en la Ciudad de México fuimos privilegiados. Gracias a tener gobiernos de izquierda que le dieran verdadera importancia a programas sociales, que permitieran a la gente ver una posibilidad de salir de la miseria, de avanzar socialmente, de darles salud, educación y vivienda digna a sus hijos, vivimos muchos años de paz y seguridad que en grandes partes del país hubieran soñado con tener. Todo eso está cambiando; la violencia ha ido acercándose cada vez más a la capital, y de hecho este año hemos tenido ya varios hechos violentos que hacía mucho no ocurrían aquí. Y no es de extrañar; incluso si las autoridades de aquí hubieran sido perfectas (que ni de lejos así ha sido), si el resto país se está pudriendo es imposible que no afectara eventualmente a la Ciudad.

Y si cae la Ciudad, ¿entonces qué? Si se dan aquí las mismas circunstancias que permitieron que ocurrieran los hechos de Ayotzinapan, ¿entonces qué?

No tengo una respuesta a eso. Lo que sí sé es que durante años dije que votar una vez al año no bastaba, que había que hacer más para que las cosas mejoraran. Bueno, ahora es más grave todavía: ir a marchas y mítines tampoco va a ser suficiente. Habrá que hacer más todavía, y si dejamos que sigan pudriéndose todavía más las cosas, la cantidad de acciones que habrá que realizar para salir del hoyo será cada vez más grande.

Nos estamos pintando en una esquina. Y sí, todos; izquierda, derecha, “apolíticos”, gobernantes, estudiantes, profesores, empresarios, obreros, todos.

A mí me parece que ya estamos en el punto en que vamos a necesitar hacer una revolución para cambiar las cosas. También creo (e igual es mi inherente optimismo) que todavía estamos a tiempo de que esta revolución sea pacífica, de que podamos evitar un derramamiento de sangre (aunque, como muestran los 43 desaparecidos, ya hay un derramamiento de sangre).

Pero si la situación sigue empeorando, entonces esa opción también quedará descartada. Y entonces a ver cómo salimos de la esquina en la que nos hemos pintado.

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Acotado por la entrada y la salida

Después de al menos cuatro años, actualicé mi máquina de escritorio. No le había hecho nada al menos desde 2011 que hice mi viaje de seis meses del doctorado, exceptuando un cambio de disco duro del que hablaré más adelante. En gran medida fue por dinero, pero también porque no sentía que realmente lo necesitara.

El disco duro lo cambié en 2012, si mal no recuerdo (pero podría equivocarme). Y no lo cambié en el sentido de que no reemplacé el que ya tenía; sólo le agregué un disco duro de estado sólido (SSD) y ahí transpasé mi instalación de Gentoo.

El cambio fue impresionante; fue como si mi máquina hubiera vuelto a ser joven. Todo comenzó a responder mejor, y desde entonces decidí que todas mis máquinas de uso interactivo (o sea, mi media center y mis servidores excluidos) usarían SSD como disco duro principal. El media center lo he considerado, pero de entrada en mi media center actual no cabe un disco duro extra, y cuando lo vuelva a armar quiero que sea más pequeño todavía, entonces tengo que ver cómo le haré; ahí van todos mis videos, entonces necesito un disco duro grandote grandote.

(Por cierto; el año pasado traté de comprarle memoria extra a mi PC, para descubrir con la memoria en mano que ya no le cabía… así que cambié eso por una impresora).

Como sea: acabo de actualizar mi máquina de escritorio, porque ya tengo dinero y porque decidí que ya era hora, y creo que sí mejoré sustancialmente las especificaciones de mi máquina; ahora tengo un Core i7 a 3.4Ghz con 16 Gigabytes de memoria RAM. Pero esto es lo chistoso: la nueva máquina es sin duda alguna mucho más rápida que la anterior (por poner un ejemplo: webkit-gtk tardaba 1 hora 40 minutos en compilar en la vieja, y 24 minutos en la nueva)… pero en mi uso interactivo de GNOME, no noto la diferencia.

El escritorio responde, desde mi perspectiva, exactamente igual, las aplicaciones se abren básicamente en el mismo tiempo, etc. Hay algunas diferencias, desde luego: páginas con uso desenfrenado de JavaScript ahora jalan mucho mejor, y cosas que realizan cálculos muy pesados en el CPU en uso interactivo, como Inkscape, responden más rápido; pero son más bien las excepciones a la regla. En general, no noto una diferencia entre mi vieja máquina y la nueva.

Lo cual quiere decir que el software que yo uso, en particular, sus problemas de desempeño no están acotados por el poder de procesamiento del CPU, sino por el tiempo de respuesta de leer y escribir en el disco duro. Por eso sentí un cambio tan profundo al poner un SSD, pero no noté tanta diferencia con mi nuevo CPU.

Eso habla muy bien del stack de software que utilizo: el kernel de Linux, systemd, X.org y GNOME es en general software que tiende a ser óptimo en procesamiento (o lo suficientemente cercano a ello para que lo podamos considerar así), lo que causa que el estar leyendo y escribiendo pendejaditas del disco duro sea lo que lo alente, y por lo cual cambiarse a un SSD ocasiona un cambio profundamente perceptible en su funcionamiento.

Por supuesto, es posible que así haya sido desde hace años, sólo que el precio cada vez más bajos de los SSD hizo que hasta ahora me pudiera percatar de ello: no lo sé. Lo que sí sé, es que entonces tal vez ahora sí me sea posible conservar la misma computadora por cinco años sin que lo sufra demasiado (más aún porque ya casi no juego en la PC); vamos a ver.

Hace casi 10 años, cuando compré mi AMD X2 64, recuerdo que soñaba con la idea de que me durara justamente 10 años la computadora que armé alrededor de él. Por supuesto no fue así; pero creo que cinco con ésta actual a lo mejor sí lo sea. El tiempo nos dirá la respuesta.

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Al filo del mañana

Después de Godzilla, fui a ver Edge of Tomorrow.

Se aplican las de siempre.

Edge of Tomorrow

Edge of Tomorrow

En algún punto en el futuro, extraterrestes malos malos invaden la Tierra comenzando por Alemania, y avanzan inexorablemente hasta una batalla en Verdún, donde Emily Blunt les parte su mandarina en gajos a un montón de alienígenas, y el mando unido terrestre supone que es porque es muy chingona (además de bien mami), y por un exoesqueleto mecánico que inventan.

Tom Cruise es un pobre diablo experto en relaciones públicas, que al tronar su empresa se mete al ejército a falta de una mejor idea, y lo ponen a convencer al público de que todo está chingón. El jefe supremo de las fuerzas terrestres (un espectacular, aunque algo desperdiciado, Brendan Gleeson), decidiendo correctamente que es un cobarde, le ordena “cubrir” la contraofensiva terrestre mandándolo al frente. Tom Cruise trata de huir para no tener que hacerlo, y es prontamente arrestrado y degradado a soldado raso.

La famosa contraofensiva es un desastre; matan a mami Emily Blunt como a los cinco minutos, y Tom Cruise trata desesperadamente de sobrevivir, y de milagro consigue matar a un extraterrestre más feo que los normales, sólo para ser morido cuando queda bañado en su sangre. Inmediatamente, Tom Cruise “despierta” en el día anterior, y algunas repeticiones después por fin comprende que está reviviendo en el mismo lugar en el tiempo cada vez que lo matan.

La película es fabulosa; no voy a decir que es la mejor película de ciencia ficción que he visto en mucho tiempo, excepto que totalmente lo voy a decir, porque lo es. En particular, es como catorce millones de veces mejor que Oblivion, el último intento de Tom Cruise por hacer ciencia ficción.

Además, no sé si los productores así lo planearon, pero esta película refleja perfectamente cómo muchas veces trata con videojuegos: Vive. Muere. Repite.

Yo sé que mucha gente detesta a Tom Cruise, por estar loco y pertenecer a un culto criminal. Y ciertamente está loco, y pertenece a un culto criminal: pero también es de los actores más profesionales de Hollywood, y siempre le echa muchas ganas a sus películas, aún cuando sean unos churrotes. Así que dejen eso de lado, y vayan a ver Edge of Tomorrow, porque está súper chida.

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No quiero tener envidia

Comencé a armar mis propias computadoras (que no fueran laptops) hace más o menos quince años. Casi desde la primera que tuve la oportunidad de decidir qué tendría, le puse una tarjeta de video Nvidia; lo hice de manera impulsiva, porque entonces todavía estaba verde, y no verifiqué que la tarjeta estuviera soportada por Linux. De manera fortuita, Nvidia (la compañía) sacó justo por esos tiempos su primer controlador para Linux, lo que me salvó la vida porque de otra manera no hubiera podido correr X. Era una Nvidia RIVA TNT2, que me imagino muchos de mis contemporáneos conocieron.

A partir de ese momento todas mis computadoras de escritorio (y varias de mis laptops) tuvieron tarjeta de video Nvidia; y cada vez que compré una nueva, era mucho más poderosa que la anterior. He de haber tenido del orden de 5 o 6 tarjetas Nvidia; la última fue una GT 8800, que en su momento era ruda, aunque no de las más rudas.

Como estoy trabajando de nuevo (quiero decir, además de dar clases), y me están pagando relativamente bien, decidí actualizar mi computadora de escritorio, que hacía años no la había modificado. Por primera vez en mi vida, armé la computadora sin una tarjeta de video Nvidia.

Las razones son múltiples; en mis varias estancias de investigación en Europa, Canadá y Estados Unidos, trabajé únicamente con laptops, que desde hace años he comprado únicamente con las tarjetas de video Intel integradas, porque con tarjetas de video Nvidia el precio aumentaba considerablemente, y la vida de la batería disminuía casi en la misma proporción. Rápidamente comencé a apreciar que en Linux las cosas de Intel generalmente funcionan sin que uno tenga que hacer absolutamente nada, y que su desempeño ha ido mejorando lenta, pero inexorablemente.

En cambio los controladores binarios de Nvidia han tenido un comportamiento errático desde hace años; de repente funcionan de manera impecable, para luego comenzar a dar broncas que es medio imposible descifrar. Su tamaño ha también aumentado de forma ridícula a lo largo de los años; la última versión mide 67 megabytes comprimidos, y un montón de eso termina ejecutándose en la memoria del kernel.

Que fue la otra cosa que comenzó a molestarme; durante más de una década le he estado dando mi dinero a Nvidia, y la compañía no ha hecho nada en lo más mínimo para abrir el código de sus tarjetas a los programadores de Linux (lo que llevó a Linus a decirle a Nvidia que chingaran a su madre).

Así que ahora que actualicé mi máquina, decidí que suficiente era suficiente, y decidí utilizar el GPU integrado de Intel en mi Core i7.

La verdad, estoy encantado. Al igual que en mis laptops, funciona de pelos sin que yo tuviera que hacer nada, y el desempeño es igual (y en algunos casos, mejor) que el de Nvidia para mi escritorio GNOME. Me refiero al uso normal del escritorio, incluyendo reproducción de video y las ligeras animaciones que se incluyen. Para OpenGL en bruto, sin duda Nvidia le gana; pero yo realmente ya no juego en mi PC, sólo en mi PlayStation 3, así que no es gran pérdida.

Y desde el punto de vista tecnológico aparentemente no importa, pero ideológicamente sí me alegra que mis computadoras Linux ya todas tienen controladores que son software libre. Y digo que en lo tecnológico es aparente que no importa, porque me parece que al final sí importa; hace años que no tengo ningún problema con mis tarjetas de video Intel, y no puedo decir lo mismo de las Nvidia.

Si por alguna razón llego a necesitar poder OpenGL en bruto, voy a comprarme una Radeon (que también ofrece controladores de software libre), y si sólo necesito OpenGL “normal”, Intel me basta y sobra.

A partir de ahora, ya no quiero tener envidia.

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Godzilla

Hace unos meses vi Godzilla. Se aplican ya saben.

Godzilla

Godzilla

Yo nunca he sido gran fan de Godzilla. En general mostros que consisten de un pobre güey dentro de un traje de plástico me resultan más bien risibles. Dicho eso, esta película es como que una infinidad de veces mejor que la de 1998, que tampoco tenía a un pobre güey dentro de un traje de plástico. Aunque claro, no es muy difícil superar la última versión del siglo pasado.

La película no tiene (ni hace) mucho sentido, y el titular mostro aparece como quince minutos en ella (y es posible que esté siendo generoso). Toda la historia es dolorosamente previsible en cada una de sus escenas, incluyendo aquellas que uno no ve venir. Los personajes son completamente bidimensionales, y Bryan Cranston tiene el descaro de morirse después de como media hora (y de nuevo es posible que esté siendo generoso)… y Juliette Binoche a los diez minutos. Kick-Ass no le patea el trasero a nadie.

Pero es altamente entretenida, y cuando el viejo (en todos los sentidos de la palabra) lagarto aparece en la pantalla y da su espectacular rugido, el pinche cine se calló por completo porque no mamen qué chingona escena. Y sé que a muchos no les gustó, pero cuando Godzilla vomita radiación azul sobre el otro mostro, yo me vine un poquito porque pues así soy yo.

No estoy seguro de que esas dos escenas justifiquen las dos horas de película, pero pues la verdad no me arrepiento de haberla visto en el cine. Ah, y me resultó simpático que, desde esta primer entrega, Godzilla sea casi desde el inicio considerado uno de los “buenos”.

Así que véanla, porque es probable que hagan unas cuarenta y tres secuelas.

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Como Pedro por su casa

Como comentaba hace unos días, leí de nuevo Cien años de soledad. El punto de esta entrada es cómo lo leí; inicialmente no pensaba leerlo, sólo quería la cita que andaba buscando. Lo que hice fue lo que he hecho en otras ocasiones: me puse a buscar un PDF pirata de la novela.

He comprado Cien años de soledad varias veces en mi vida, generalmente para regalarlo, porque me parece trágico cuando encuentro a alguien que no la ha leído; no siento el menor remordimiento de conciencia de también haberlo conseguido (en múltiples ocasiones) de forma pirata en PDF, generalmente justo porque quiero una cita exacta.

Pero esta vez no pude, así que me metí a Google Play y lo compré en 89 pesotes. No me arrepiento en lo más mínimo; si hay libros que quiero tener siempre disponibles en mis dispositivos ligados a mi cuenta de Google, Cien años de soledad es sin duda alguna el primero en la lista. Me sacó un poco de onda que le piqué a “Comprar”, y Google lo hizo de inmediato, sin en ningún momento pedir mis datos o una contraseña. Ya había comprado antes ahí, así que no es que sacaran los datos de mi tarjeta de crédito del éter; pero de todas maneras fue ligeramente desconcertante picarle “Comprar”, y que Google alegremente me informara que ya tenía un nuevo libro en mi tableta, y que el cargo correspondiente a mi tarjeta de crédito ya se había realizado. Se metió a mi cuenta de banco como Pedro por su casa.

No me preguntó ninguna contraseña, ningún dato, un CCV, nada. Sólo de repente Google agarró y se metió en mi cuenta del banco y dijo “banco, dame dinero”, y el banco dijo “chingón”, y yo quedé 89 pesos más pobre, pero con una versión digital bastante bonita de la obra maestra de Gabo.

Como ya dije, no me arrepiento. Sólo no me gusta tanto la idea de que gastar dinero sea tan sencillo en un dispositivo amarrado a mi tarjeta de crédito.

El lector de libros digitales de Google está poca madre; en mi Nexus 7 al pasar las páginas, hay una animación como si uno literalmente pasara la página. Hay marcadores, se pueden hacer anotaciones, búsquedas, y hasta donde pude ver no tenía un solo error la edición; lo más que puedo quejarme es que de repente una “página” se quedaba en blanco a la mitad, para continuar en la siguiente. No tengo idea de por qué; un error en el algoritmo espaciador de párrafos, me imagino.

Leer en el Nexus 7 es la neta; mucho más ligero que un libro y sin problemas de iluminación (ya sea en la calle o bajo techo). Por supuesto ya había leído PDFs antes; pero este es el primer libro digital que de hecho compré, y debo admitir que me apantalló bastante. Estoy pensando seriamente comprar otros libros usando Google Play; lamentablemente, muchos de los que me interesan son en inglés, y no tengo ni puta idea de cómo conseguirlos en su idioma original. Google Play sólo me ofrece versiones en español.

Si logro resolver eso, voy a comenzar a hacerme de una copiosa biblioteca digital.

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El Gran Hotel Budapest

Después de ver 12 Years a Slave, fui con mi mamá a ver The Grand Budapest Hotel. Se aplican las de siempre, si es que acaso no la han visto.

The Grand Budapest Hotel

The Grand Budapest Hotel

Antes de empezar a hablar de esta película, quiero hacer la mención de que yo jamás en mi vida había visto una película de Wes Anderson, hasta a inicios de este año o finales del anterior (la memoria me falla al respecto).

Recuerdo que me recomendaron ampliamente The Royal Tenenbaums, y que yo tenía ganas de ver The Life Aquatic with Steve Zissou (en gran medida porque soy fan de Bill Murray); pero por alguna razón nunca vi ninguna de las dos. Aunque había oído críticas favorables, la verdad no tenía mucho interés en ver nada de Anderson por él mismo.

Todo esto cambió cuando mi mamá (yo no, mi mamá) rentó Moonrise Kingdom, y me convenció de verla (la verdad, no se me antojaba tanto de los avances). La película me dejó completamente bañado de asiento: dícese, anonadado.

Se ha convertido rápidamente en una de mis películas favoritas; me parece espectacular en casi todos los aspectos. Y aunque el hecho de que aparezcan varios de mis actores favoritos (Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances McDormand y Harvey Keitel, por mencionar a algunos) no le hace daño, son los dos jóvenes protagonistas, y el candor y verosimilitud con el cual interpretan su inocente romance, los que hicieron que me enamorara de esta película.

Si no fuera porque no he tenido tiempo (y, hasta recientemente, tampoco dinero), ya habría visto todas las películas de Wes Anderson.

Como sea, vi con mi mamá The Grand Budapest Hotel. Podría tratar de hacer una sinopsis de la trama, pero no le veo mucho sentido; es una mamada, como probablemente también podría categorizarse la trama de Moonrise Kingdom. Lo importante es que está bonita, magistralmente actuada (especialmente por Ralph Fiennes y Tony Revolori), y es delirantemente hilarante la mayor parte del tiempo (Agatha, interpretada por la maravillosa Saoirse Ronan, tiene un lunar en la mejilla con la forma de la República Mexicana… porque por qué no).

Así que váyanla y véanla; pero también vean Moonrise Kingdom, porque me sigue gustando más.

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Los años de soledad

Ahora que me encuentro soltero una vez más, comencé a leer de nuevo Cien años de soledad. Lo hago al menos cada dos o tres años, desde que tengo ocho años; pero esta vez fue precipitado porque andaba buscando la cita exacta de la entrada pasada. Tuve que hojear el libro buscando la cita (ya sabía cuál, sólo no recordaba las palabras exactas), y pues terminé por empezar a leerlo de nuevo.

Como el nombre de la novela indica, la característica principal de la historia es la soledad al parecer genética de los Buendía; el aire de soledad de la familia. Exceptuando a José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, los patriarcas de la extirpe, ninguna pareja que se ame realmente consigue tener un hijo que sobreviva: el coronel Aureliano Buendía y Remedios Moscote se amaban, pero sus gemelos mueren al momento de su nacimiento (y de paso matan a su madre, y desencadenan la serie de eventos que causa que el coronel inicie 32 guerras civiles, todas fallidas); Jose Arcadio y Rebeca se amaban, pero nunca tuvieron un hijo; Aureliano Segundo y Petra Cotes se amaban también, pero tampoco pudieron tener un hijo… y así durante cien años, hasta que Aureliano Babilonia y Amaranta Úrsula tienen al fatídico niño con cola de puerco, que es devorado por las hormigas por la negligencia de su padre.

Casi todos los Buendía entonces son engendros de uniones generalmente fortuitas y sin amor real o duradero, condenados a la soledad que los persigue durante toda la vida.

Gabo describe la soledad básicamente como el peor estado de la condición humana. En el mejor de los casos, los Buendía consiguen llevar una existencia semifuncional dentro de la aplastante soledad, como el coronel Aureliano Buendía en sus años de vejez, haciendo pescaditos de oro; o Amaranta bordando y recociéndose en sus rencores contra Rebeca, contra Pietro Crespi, contra el coronel Gerineldo Márquez, contra todos los sobrinos a los que abusó sexualmente. Otros se pudren en vida dentro de su soledad, como José Arcadio Segundo reviviendo toda la vida la matanza de las bananeras, o Meme en un hospital de Cracovia, añorando a Mauricio Babilonia.

Aureliano José es un personaje interesante en ese aspecto. No sólo es el único que combina los nombres de los hijos varones de los patriarcas; también es el único que supera de forma mental y emocionalmente sana los abusos sexuales de Amaranta; es el único que regresa de la guerra sin haber sido destruido interiormente por ella; y finalmente es el único que pudo haber sido feliz, engendrando siete hijos con Carmelita Montiel, muriendo en sus brazos de viejo, si la bala destinada al capitán Aquiles Ricardo no le hubiera destrozado el pecho.

Yo no concuerdo con Gabo. Tampoco me voy a ir al extremo de decir que estar solo es lo mejor del universo (he pasado mi justa cuota de años de soledad para saber que esto no es cierto); pero sí creo que a veces es lo que uno necesita.

No sé cuánto tiempo vaya a estar solo esta vez; uno nunca lo sabe (y es parte de lo divertido), pero incluso si termina siendo mucho tiempo, creo que trataré de disfrutar los años de soledad que me toquen en esta ocasión.

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12 años de esclavo

Después de tener una buena racha actualizando mi blog, durante casi todo agosto estuve en chinga haciendo Cosas Muy Importantes®. El lunes de hecho terminé con eso, pero entonces tuve que ponerme al día con todo lo que dejé de hacer durante tres semanas.

Como sea; después de ver The Amazing Spider-Man 2, fui a ver con Mina 12 Years a Slave.

No se aplica nada, porque me imagino que ya todo mundo la vió.

12 años de esclavo

12 años de esclavo

La película me gustó mucho, obviamente; es básicamente impecable en todos los aspectos obvios (dirección, actuación, producción, escenografía, vestuarios, etc.) Y sin embargo, es algo irónico que una película que retrata de manera brutalmente directa el crimen de los Estados Unidos de construir gran parte de su poderío económico sobre la espalda de negros esclavos, tenga un póster como el de arriba.

Si no lo alcanzan a leer, la lista de actores es:

  1. Chiwetel Ejiofor
  2. Michael Fassbender
  3. Benedict Cumberbatch
  4. Paul Dano
  5. Paul Giamatti
  6. Lupita Nyong’o
  7. Sarah Paulson
  8. Brad Pitt
  9. Alfre Woodard

Nueve actores listados en el póster de una película denunciando la injusticia contra los negros. Y de esos nueve actores, únicamente dos son negros. Uno es el principal, porque no podía ser de otra forma (es la historia de un esclavo). La otra es la maravillosa (y de rebote mexicana) Lupita Nyong’o… que aparece debajo de Paul Giamatti, aunque el personaje de ella sea mucho más importante y aparezca mucho más tiempo y actúe mucho mejor ella que él.

Ese póster dice mucho más acerca de la situación racial en los Estados Unidos que la misma película; explica cosas como lo que pasó en Ferguson, Missouri las semanas pasadas. Han avanzado los gringos, les concedo eso; pero están muy lejos de pagar sus crímenes contra la humanidad que vivía en su mismo suelo (después de robárselo a los indios, por supuesto).

Me encontré un artículo fascinante hace unas semanas, y les recomiendo que lo lean si tienen tiempo; me parece que es un análisis muy interesante del sur “profundo” gringo: Not a Tea Party, a Confederate Party.

Regresando a la película; sí, está padre. Pero no es una historia de un “trágico” pasado que ha quedado atrás; es una historia de un pasado que los sigue permeando hasta nuestros días.

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