Como casi todo mundo en México, me fui ayer a la cama pensando que sería bueno comenzar a ahorrar, ahora que vamos a tener que pagar por el muro de Trump.
Estos ocho años de Obama me habían dado cierta esperanza con respecto a los gringos. Por supuesto, es ligeramente descabellado decirle a Obama “de izquierda” en el contexto mundial (dícese, sano); es a lo más centro-derechista moderado. Pero en un contexto local (dícese, gringo; dícese, viciado de origen por ser un país se nació con las leyes escritas especificando que tres blancos son equivalentes a cinco negros), Obama sí es de izquierda, porque mucho más que eso no se les da a los pobres gringos.
Como el resto del universo, desperté el martes suponiendo que la Hilary obtendría la victoria; que tal vez sería más apretada de lo que se pronosticaba, pero que sería victoria al fin y al cabo. Al ir viendo cómo iban entregándose los resultados, fue rápidamente evidente que no sería así.
Por supuesto, no es que con la Hilary nos hubiera ido a toda madre; sin duda nos hubiera ido peor que con Obama, y para empezar no es tampoco que todo haya sido coger y cantar con el negro. Pero sí importa la diferencia, y en esta ocasión importaba mucho más que nunca.
Que haya ganado esta caricatura de ser humano, con ideas no sólo primitivas sino fascistoides y racistas, es una tragedia para todo el mundo. Y, preocupantemente para nosotros, probablemente aún más para México en particular.
Como mexicanos no hay mucho que podamos hacer respecto a esa tragedia; es obra (y responsabilidad) de los gringos. Pero sí hay mucho que podemos hacer respecto a cómo nuestro gobierno responde ante los seguramente inevitables ataques que sufrirá el país a manos de nuestro vecino del norte. Peña Nieto ha demostrado una y otra y otra vez su incompetencia, estupidez, y completa falta de liderazgo; para el 2018 tenemos que poner a alguien en la silla del águila que, al menos, no sea tan increíblemente incompetente. E independientemente de quién quede, habrá que movilizarse para no permitirle a nuestro gobierno el ser pusilánime frente al gobierno encabezado por Trump, a respetar los tratados multilaterales, y a defender a los millones de compatriotas que viven en el gabacho (en la mayor parte de los casos por culpa de malos gobiernos aquí que los obligaron a irse al norte a buscar alguna oportunidad de desarrollo).
Siendo alguien de izquierda en México (y me parece ya lo he dicho varias veces), me he acostumbrado a ser optimista porque como siempre nos va de la chingada, o uno se hace optimista o uno se vuelve loco; no hay muchas alternativas realmente. Siempre perdemos en México, con sus honrosas excepciones como con mi querida Ciudad de México; si no viviera aquí yo creo que ya me habría cortado las venas con pan Bimbo hace varios años.
Así que, como suele ser mi naturaleza, permanezco optimista ante el negro escenario que se nos presenta hacia el futuro. Por mal que nos vaya a ir con el tarado de Trump como presidente gringo (y nos va a ir mal), al fin y al cabo mañana el sol saldrá por el mismo lado y la vida seguirá; y pues tendremos que hacer lo hemos hecho siempre: tratar de resistir los embates de malos gobernantes y de intereses imperialistas. La alternativa es tirar la toalla, que no me parece serviría de mucho.
Pero no puedo evitar sentirme profundamente decepcionado de los gringos; por primera vez en mi vida entiendo cabalmente cómo fue posible que Hitler adquiriera el poder en Alemania en 1933: un mensaje simple y simplista de odio y racismo, y una ignorancia férrea por parte de un electorado enojado y harto.
Y como Polonia en esa década, ocurre que México es el vecino más vulnerable del país que decidió elegir a este tarado.
