Peach Boy Riverside

El siguiente animé que vi fue Peach Boy Riverside.

Peach Boy Riverside

Peach Boy Riverside

El animé está basado en un manga que se publicó de 2015 a 2024; que a su vez es una nueva versión (mismo autor; diferente artista) de un manga que se publicó a partir de 2008.

La historia sin embargo está basada en una leyenda japonesa que probablemente se originó en el siglo XV, donde un niño mágico nacido de un durazno (momo, durazno; tarō, primogénito; normalmente traducido al inglés como peach boy) combate oni (demonios). En un inicio al parecer los combate nada más por ser demonios; en subsecuentes iteraciones de la leyenda Momotaro defiende a su aldea de demonios que la acosan; y en algunas versiones incluso resulta que las diferencias entre oni y humanos era un malentendido que Momotaro ayuda a solucionar.

La leyenda además es famosa (o infame) porque en varias versiones de la misma Momotaro se convierte en un héroe nacional que defiende a su nación (duh) de invasores que son tan deshumanizados que se les considera demonios. Dado que si algo no le falta a Japón son las tendencias imperialistas y nacionalistas, dichos demonios sirvieron como representación (dependiendo de la época) de los mongoles, los chinos, los británicos y, al parecer por última vez, los gringos durante la Segunda Guerra Mundial.

Con la ocupación gringa de Japón después de Guerra Mundial 2: La Venganza, la leyenda de Momotaro fue extirpada de libros de texto y material propagandístico; pero una figura de leyenda que ha sobrevivido cinco siglos no desaparece tan fácilmente, y sigue siendo inmensamente popular en Japón.

Todo esto a mí me parece fascinante; lamentablemente el animé que hoy reseño no lo es tanto.

Quiero decir; está bien: Momotaro ahora es un muchacho increíblemente bonito (al grado de que casi todo mundo de primera cuenta supone que es realmente una muchacha); la serie le agrega una princesa imposiblemnte chichona como contraparte que tiene básicamente los mismos “poderes de durazno” que él tiene para destruir demonios; y ambos protagonistas a veces trabajan juntos y siempre discuten las dos visiones que tienen para lidiar con los oni: Momotaro quiere matarlos a todos y cada uno de ellos bien muertos; y la princesa quiere intentar construir una convivencia pacífica con ellos.

Eso está interesante; las escenas de acción mientras humanos con poderes de durazno y demonios pelean están padres; y la princesa es, como me parece ya lo mencioné, imposiblemnte chichona.

Saltherine Aldarake

Saltherine Aldarake

Sin embargo creo que el animé se queda corto en comparación a la leyenda (a veces) nacionalista y xenófoba que ha sobrevivido cinco siglos en una nación (a veces) nacionalista y xenófoba. Aprecio el intento de hacer más fácil de digerir la historia a audiencias modernas, presentando al menos la alternativa de la convivencia pacífica como una opción; pero creo que hubiera sido más interesante y honesto presentar a los demonios como entes inherentemente malévolos que la única manera de lidiar con ellos es matándolos bien muertos.

Así le hicieron con Frieren y su espectacular éxito me parece me da la razón. O en menor medida como hizo Goblin Slayer con los orcos.

No ayuda además que yo vi la serie en el orden de transmisión en Japón, que cambia el orden original (y cronológico) de los capítulos; y la verdad no me interesó tanto como para volver a verla en el orden “correcto”.

Como sea, el animé está bien; sólo creo que pudo ser mucho mejor, y el hecho de que después de casi 4 años ni siquiera se haya mencionado la posibilidad de una segunda temporada a mis ojos confirma esto. Que la verdad sí me gustaría ver de nuevo a Saltherine “Sally” Aldarake.

Está en Crunchyroll, si les interesa.

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El Planeta de los Simios: Nuevo Reino

A finales de mayo del año pasado fui a ver Kingdom of the Planet of the Apes.

Se aplican ya saben.

Kingdom of the Planet of the Apes

Kingdom of the Planet of the Apes

Había visto en el cine las primeras dos partes de esta nueva encarnación del Planeta de los Simios; pero por alguna razón (creo que estaba en Europa) no fui a ver la tercera. Que es una lástima, porque es bastante buena.

Como sea; esta cuarta entrega la verdad no me llamaba mucho la atención, pero en primer lugar escuché de varias reseñas que estaba divertida; y (más importante, si soy sincero), sale Freya Allan, que me parecía bellísima desde que la vi en The Witcher en Netflix, pero aquí además sale con el cabello oscuro y oh dos meo es más allá de bellísima.

La película está bien, nada para ponerse a dar de brincos, pero está bien. Lo que pasa es que yo durante toda la película estaba seguro que Nova⧸Mae iba a ser el equivalente de Charlton Heston en su papel en la versión original de 1968. Que al final haya un grupo de humanos que no han sido infectados por el virus (y que ella en los hechos se sacrifica al haberse expuesto), la verdad me sacó de onda: todavía más porque al parecer hay más grupos por ahí perdidos, dado que Trevathan tuvo que haber salido de algún lado.

Como sea, está divertida y exclusivamente por ver a Freya Allan valdría la pena; nada más no estoy seguro a dónde quieren llevar la historia en el futuro. Al parecer la llave de cifrado que Mae lleva al asentamiento humano justo les va a permitir comunicarse con los demás asentamientos humanos que existan. ¿Entonces habrá otra guerra entre especies? No se ve como que haya mucho interés en convivencia pacífica.

Llámenme chapado a la antigua, pero me gustaría ver al Icarus llegar al planeta Tierra y ahora ver esa historia desde el punto de vista de los simios; y ciertamente todavía es posible, con la subtrama de los asentamientos humanos dejándose para otras películas o desarrollándose en paralelo.

No lo sé; me he chutado todas las películas de esta franquicia, pero la verdad no se acerca a mis franquicias favoritas pero ni de lejos. Vamos a ver cómo va evolucionando con el tiempo, porque sin duda alguna van a continuar esta encarnación al menos durante otra película, dado que a ésta le fue relativamente bien.

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Abigail

A finales de abril del año pasado fui a ver Abigail. Se aplican las de siempre.

Abigail

Abigail

Abigail es una película muy divertida.

Originalmente una nueva versión de la hija de Drácula, la película mantuvo a la protagonista pero es una historia completamente original. Un grupo de criminales es contratado para raptar a una niña bailarina de ballet, con el objetivo de pedir un enorme rescate a su padre.

Resulta al final que todo es una trampa: los criminales todos han interferido con los negocios de un gángster muy temido, y descubren que se encuentran encerrados en una mansión con la titular Abigail, que por supuesto es en realidad una guampira y la hija del gángster, que nunca se dice explícitamente, pero que podemos adivinar es Drácula.

No tienen idea, queridos lectores, cómo disfruté esta película.

El elenco es espectacular: el twink de Dan Stevens aquí actúa fuera de su molde normal, haciéndola muy bien de ex policía corrupto y sin duda alguna el más peligroso del grupo; la imposiblemente chula Kathryn Newton por primera vez la veo actuar bien aquí, como la niña rica convertida en hacker en busca de emociones fuertes; el mismísimo Blob (Kevin Duran) aparece aquí como el ligeramente idiota pero algo honorable músculo del grupo; y la paisana (además de bellísima) Melissa Barrera como la “heroína” de la historia, como una médico militar ex drogadicta. Hay otros dos en el grupo de criminales, pero los matan demasiado rápido como para que puedan hacer mucho realmente.

La titular Abigail es interpretada de manera excelente por la jovencísima Alisha Weir; y el guapísimo Matthew Goode aparece en un quasi cameo como su padre vampiro. Por último, pero no por ello en último lugar, el siempre bienvenido Giancarlo Esposito la hace del contacto entre los criminales y el gángster.

La película es de terror como lo eran cuando yo era adolescente: con una increíblemente generosa cantidad de tripas en la pantalla (los guampiros al morir suelen explotar como decían los Hombres G: entre vísceras y sangre) y con violencia gloriosa y gratuita cada quince minutos.

También es, me alegra repetirlo, muy divertida, con un humor negro que se mantiene de manera consistente a lo largo de los bastante razonables 109 minutos que dura la película.

Aunque bien recibida por la crítica, la película no fue un súper éxito, aunque sí recuperó lo que se gastaron en hacerla. Yo la disfruté como no tienen idea y me alegro muchísimo de haberla ido a ver al cine.

La recomiendo encarecidamente.

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My Name is Mayo 2

Al mal paso darle prisa, supongo.

Después de terminar My Name is Mayo, decidí jugar My Name is Mayo 2, porque por qué no.

My Name is Mayo 2

My Name is Mayo 2

Repito, compré estos juegos porque me salieron en menos de un dólar cada uno y porque tenía curiosidad. El primero lo encontré idiota; el segundo, paradójicamente, lo encontré menos idiota.

Ahora, sí sostengo que es menos idiota, pero tengo que admitir que es marginalmente menos idiota: ahora no nada más hay que picarle a nuestra estúpida jarra de mayonesa, además hay historias y minijuegos y así.

De todas formas, me llevó nada más 42 minutos terminarlo: dos minutos más que la primera parte.

Voy a reafirmar que no me da vergüenza haber jugado estos juegos, aunque tal vez debería; me entretuvieron un rato, salieron estúpidamente baratos y además me dieron un par de platinos. Está bien.

Lo que sin duda debería darme vergüenza, pero que no me da porque no tengo, es que escribiendo está entrada vi en la PlayStation Store si había comprado la tercera parte, porque la verdad no me acuerdo (compro muchos juegos, no es raro que se me olvide a veces qué juegos tengo y cuáles no).

Resulta que no lo había comprado… pero estaba en descuento en 1.39 dólares. Esos son menos de 30 pesos; podría comprarme una sopa Maruchan de camarón con limón y chile habanero con ese dinero, o comprar My Name is Mayo 3… o podría comprar ambos: soy adulto que trabaja y que no mantiene a nadie, en algo me debo gastar mi dinero.

Así que ahora tengo My Name is Mayo 3, que quién sabe cuándo voy a jugar; y quién sabe cuándo reseñe (al ritmo que voy será en el 2030 o algo por el estilo).

Además, creo que hoy comeré una sopa Maruchan de camarón con limón y chile habanero.

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Rascal Does Not Dream Of… Las Películas

A inicios de abril del año pasado fui a ver Rascal Does Not Dream of a Sister Venturing Out y Rascal Does Not Dream of a Knapsack Kid, convenientemente empaquetadas en una sola función de Cinépolis imaginativamente titulada Rascal Does Not Dream Of… Las Películas.

Se aplican no importa realmente; menos si no han visto el animé.

Rascal Does Not Dream Of... Las Películas

Rascal Does Not Dream Of… Las Películas

Me quejaba hace unos años de cuando fui a ver Demon Slayer: To the Swordsmith Village, porque nada más pegaron 3 capítulos juntos. Bueno, estas dos “películas” es lo mismo… dos veces.

Ahora, Rascal Does Not Dream Of normalmente me gusta mucho… excepto cuando no me gusta; que en esas ocasiones causa que me quiera sacar los ojos con un lapicero. Cuando es una dramedia romántica es una serie bastante chida en todos los aspectos: comenzando por los técnicos pero también en el desarrollo de personajes e historia.

Cuando trata de agregar los elementos sobrenaturales que la caracterizan (que en mi humilde opinión falla miserablemente por las explicaciones idiotas que se inventan), es cuando quiero cortarme las venas con pan Bimbo.

Fue entonces interesante ver esta “película”, porque la primera parte (la primera “película”) es casi completamente lo que me gusta de la serie: Sakuta ayuda a su hermanita Kaede a tratar de regresar a la escuela después de que dejó de asistir porque la buleaban, pero en el camino tiene que lidiar con el hecho de que la otra Kaede (la que suplantó a su hermanita durante la serie), a pesar de que no era su hermanita “original”, pues al fin y al cabo terminó también queriéndola; y aunque está sinceramente agradecido y aliviado de haber recuperado a su “verdadera” hermanita, eso significó perder a la otra Kaede.

Casi lloro en esta parte.

Además, tiene la mejor escena de la película cuando Kaede agarra a Mai y Sakuta en la recámara de él, con él en calzones.

Pero entonces la segunda parte sale con las mamadas de universos alternativos y ahora nadie puede ver a Sakuta (como originalmente nadie podía ver a Mai en la serie) y de nuevo quería que me atropellara un perro o me mordiera un tren. Y eso que en esta parte Mai y Sakuta llenan una forma de registro matrimonial, cosa que normalmente es como crack para mí.

Casi lloro en esta parte también, de lo estúpido que encuentro las explicaciones idiotas que dan para el “síndrome adolescente” de los protagonistas en esta serie.

Como sea, salí bastante contento del cine, porque sin duda alguna esta serie me entretiene; cuando me gusta me entretiene como normalmente me entretiene la cultura popular. Pero cuando la detesto, resulta que me encanta detestarla, entonces ganar-ganar, supongo.

La recomiendo con esos bemoles; y además reconociendo que si no han visto la serie, las “películas” no van a tener el más mínimo sentido. Además además, no tengo idea dónde puedan verla.

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Godzilla y Kong: El Nuevo Imperio

A inicios de abril del año pasado fui a ver Godzilla x Kong: The New Empire.

Se aplican literalmente no importa, es más allá de estúpida la película.

Godzilla x Kong: The New Empire

Godzilla x Kong: The New Empire

Tuve la mala puntada de ir a ver esta película unas semanas después de haber visto Godzilla Minus One, lo cual demolió cualquier posibilidad que hubiera podido existir de que me pareciera buena en lo más mínimo.

Es, indudablemente, una película mala; pero eso es más o menos lo que uno por omisión espera de las películas gringas de Godzilla o de King Kong. No, lo grave es que sea aburrida. También es increíblemente estúpida, pero la verdad puede haber cosas increíblemente estúpidas que sean altamente entretenidas.

Godzilla x Kong no es uno de estos casos.

Desde un punto de vista técnico es, meh, he visto peores. Como fatídicamente decían en la serie de Chernobyl, “3.6 roentgen, not great, not terrible”. Pero en comparación con los espectaculares efectos especiales de G-1, esta película tiene efectos lamentables. De nuevo, lo que uno esperaría de una película gringa de Godzilla o King Kong; pero en comparación con la fabulosa película japonesa del enorme lagarto, sí son lamentables.

Lo que destrozó cualquier posibilidad de que fuera más amable con el churro en general, es lo idiota, condescendiente y ligeramente racista de la historia; el inclemente y fallido intento de humor en básicamente todas las escenas; y los execrables personajes que yo le andaba ya rezando al supremo que por favor algún monstruo se los comiera.

En particular Dan Stevens aparece de repente, sin ningún tipo de antecedentes para su personaje, como interés romántico de Rebecca Hall, y haciéndola del veterinario de King Kong para reemplazar un diente rompido del mega chango. Me gustaría decir que todo lo anterior es un chiste mío, pero no, lamentablemente es la verdad que no miente.

Dicho todo lo anterior, eventualmente la película se deja de mamadas y los changos y lagartos gigantes comienzan a darse de madrazos, y pues al fin y al cabo (como casi todos los hombres) sigo teniendo dentro de mí un niño chiquito que se emociona con esas pendejadas, especialmente cuando equipan a Kong con un guante mecha para poder dar madrazos más fertes. Así que no salí de mal humor del cine.

Pero es indiscutible lo pobre que es esta entrega en el universo de kaijus que Warner Bros. ha intentado formar desde hace años; todavía más si la comparamos con la espectacular Godzilla Minus One, que cada vez que la vuelvo a ver de alguna manera se pone mejor y mejor.

Este adefesio está en Max, si por alguna razón quieren verla.

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Mother of the Goddess’ Dormitory

En general creo que me abstendría de escribir acerca de Megami-ryō no Ryōbo-kun; no por lo “controversial” que se le puede considerar, sino porque es muy mala. Para ser un animé “sexi” (ecchi), ademas, la verdad hasta en eso deja mucho qué desear; y más grave que todo eso, es aburrida. También es estúpida: pero la verdad me gustan muchísimos animés estúpidos, nada maś no cuando son aburridos.

Sin embargo sí tengo sentimientos acerca de la serie, entonces quiero expresarlos aquí.

Mother of the Goddess' Dormitory

Mother of the Goddess’ Dormitory

Koshi Nagumo es un adolescente de 12 años que su padre lo abandona cuando su casa se incendia, y entonces el muchacho termina en condición de calle, lo que causa que se desplome en la vía pública muriéndose de hambre.

(La serie deja muy claro, vía subtítulos, éste es un trabajo de ficción y entonces nombres, instituciones, leyes y sentido común quedan en las manos del autor.)

Una estudiante universitaria se apiada de él y lo recoge, llevándolo al dormitorio donde vive que casualmente necesita una “madre” (la persona que se encarga de limpiar y cocinar para las estudiantes universitarias que vivan en el dormitorio), papel que le ofrece a Koshi y que él acepta.

Supongo que se podrán imaginar a dónde va la historia: todas las innecesariamente sexis estudiantes que viven en el dormitorio terminan de una u otra manera restregando sus chichis en la cara de Koshi. Que por supuesto debemos como espectadores encontrar hilarante además de envidiar la “buena suerte” de Koshi.

Sólo como ejercicio mental, supongan que la historia relatara a una muchacha de 12 años que de repente se encuentra viviendo en la calle, y un grupo de frat-boys-dude-bros la recogiera en su fraternidad y terminaran de una u otra manera restregando sus camarones en la cara de la muchacha.

Nunca cambies, Japón.

Ahora: aún con la impropiedad de la historia y el inigualable doble estándar de género con el que los japoneses tratan este tipo de narrativas, yo podría incluso defender un animé de este estilo. La cosa es, tendría que ser bueno; o al menos genuinamente divertido.

No es divertido; no puede serlo cuando toda la historia es el mismo chiste contado de múltiples maneras: oh, miren, a Koshi le están restregando chichis en la cara. De nuevo.

En la historia de repente aparece Sutea Koroya, amiga de la infancia de Koshi (y por lo tanto inevitablemente la heroína perdedora de la historia; creo que es ley en Japón), que es una tsundere pelirroja con coletas dobles, y que por lo tanto yo estoy contractualmente obligado a que me guste… y ni siquiera ella pudo rescatar este animé para mí: no en menor medida porque es obvio que con quien va a terminar Koshi si descartamos la ruta del harén (la unidad básica familiar del animé), es con una de las estudiantes universitarias.

De nuevo, yo no me persigno ni escandalizo con este tipo de historias. No me ofende el estupro en ficción; me ofende que la serie sea mala y particularmente que sea aburrida.

No sé dónde puedan ver la serie; pero si supiera, creo que no se los diría: de verdad no vale la pena.

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Suzume

Después de detectar el error que cometí con The Boy and the Heron, me puse a revisar mis “registros” (o sea, mis correos de confirmación de cuando compro boletos para ir al cine) y descubrí que también me había brincado Suzume, que la vi en mayo de 2023.

Creo, creo que ahora sí ya no hay más huecos; pero esto sin duda ocurrió gracias a que estoy retrasadísimo con mis reseñas cinematográficas. No estoy seguro cómo es que dejé que las cosas se deterioraran hasta este grado, pero sí es algo que pienso reparar: este año de nuestro señor Cuauhtémoc 2025 (500 años de su asesinato), voy a ponerme al día con mis reseñas así sea necesario escribir múltiples consecutivamente.

Como sea, Suzume; se aplican las de siempre.

Suzume

Suzume

Me ecantó esta película; lamentablemente no vi Your Name. en el cine, pero después de verla y saber de la existencia de Suzume, tomé nota mentalmente de que si tenía la oportunidad, la iría a ver al cine. Y eso hice.

La historia es medianamente interesante, donde resulta que los temblores en Japón son causados por gusanos gigantescos que escapan de una dimensión llamada el Para-Siempre-Después, a menos que guerreros espirituales los detengan al cerrar puertas místicas.

El guerrero espiritual en turno, Souta Munakata, llega al pueblo de Suzume Iwato, una preparatoriana de 17 años, a cerrar una de estas puertas místicas, y la muchacha es tan caliente que lo sigue y termina involucrándose con Souta, que acaba con su alma transferida a una sillita amarilla con sólo 3 patas; y con un gato mágico que es la piedra clave del oeste para evitar que escapen los gusanos gigantes.

El estúpido gato escapa, lo que causa que Souta (en modo sillita amarilla con sólo 3 patas) lo persiga; y la caliente de Suzume lo sigue a él a su vez, porque evidentemente la estúpida sillita no va a poder cerrar las puertas mágicas sola.

Muchas aventuras se siguen; pero a mí me gustó la historia principalmente por ser un romance sutil, con Suzume evidentemente queriéndole tronar sus huesitos a Souta; pero todavía más por cómo se presentan los temblores en la historia.

Japón, como ya deben saberlo, queridos lectores, es agobiado por temblores todavía más de lo que nos agobian a los mexicanos, en particular a los de Guerrero, Oaxaca y obviamente la CDMX. Los temblores terminan siendo un protagonista más de esta historia, y es obvio que la película está en gran medida pensada para conectar con personas acostumbradas a sufrir todo lo relacionado con vivir en una tierra agobiada por terremotos.

Fue espectacular verla en el cine, porque casi toda la audiencia (yo incluido) justamente somos parte de ese conjunto de personas; es literalmente parte de la cultura mexicana, en particular en la CDMX (donde vi la película). En algún momento un mega gusano está a punto de caer sobre Tokio, y dados los antecedentes provistos por la historia, los espectadores sabíamos el mega terremoto que iba a causar esto. Yo literalmente sentí como toda la audiencia conteníamos la respiración en anticipación a un desastre mucho peor que un ataque extraterrestre; o un kaiju enfurecido; o una bomba que explotara: porque sabemos que es real; sabemos el alcance de la devastación que puede causar; y además lo hemos llegado a experimentar en carne propia a lo largo de nuestras vidas. Algunos de nosotros múltiples veces, de hecho.

Es muy buena película, y la disfruté mucho en el cine; de hecho más que la última de Miyazaki. La recomiendo ampliamente; está en Netflix si les interesa.

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El Niño y la Garza

Y total que volví a cometer un error en el orden en que reseño películas; fui a ver The Boy and the Heron a mediados de enero del año pasado, entre Godzilla Minus One y Con Todos Menos Contigo; pero como compré el boleto el mismo día que compré el de Godzilla Minus One, en mi correo se agruparon ambas compras.

Como uso mi correo como registro de qué películas he ido a ver, dado que ya nunca compro boletos en taquilla, se me fue la última película de Hayao Miyazaki.

Supongo que no es tan grave, pero sí quería explicarlo.

Se aplican las de siempre.

The Boy and the Heron

The Boy and the Heron

Hace dos décadas, fui con mis cuates a ver un maratón de animé, si mal no recuerdo en la prepa 7, donde entre otras películas presentaron Castle in the Sky, que este año cumplirá 39 años de existencia.

Es mi película preferida de Miyazaki, y cada vez que voy de al cine a ver una nueva película del director japonés, siempre salgo un poco decepcionado de que todavía no haya logrado superar las expectativas que desde hace dos décadas mantengo antes de ver cada una de sus nuevas entregas, esperando con ansias que supere lo que consiguió (y consigue) hacerme sentir con Tenkû no shiro Rapyuta.

Kimitachi wa dô ikiru ka es nada más la última película de Miyazaki que me decepciona de esta manera. Quiero decir, no es mala de ninguna manera; pero sigue quedándose corta (a mi parecer) en comparación con Castillo en el Cielo.

Desde un punto de vista técnico es… lo que suelen ser las películas de Miyazaki. No se le escatiman sus logros, pero la verdad como que ya hemos visto todo esto (aunque la secuencia del incendio de Tokio por un bombardeo donde muere la mamá de Mahito es más o menos original).

El protagonista, Mahito Maki me cayó bien porque aparece cuatro quintas partes de la película en un estado de permanente encabronamiento, primero por la muerte de su madre y después porque su padre tan campantemente decida reemplazarla con su hermana menor; pero la verdad la historia no conectó conmigo, al menos no en su mayoría. Es una historia “caprichosa” y fantasiosa, como suele ser con Miyazaki; pero en general carece del sentido del humor que en otras de sus obras es más prominente, además de que para motivos prácticos no tiene nada de romance. No ayuda en esto que la única protagonista mujer de una edad más o menos cercana a Mahito sea su madre.

Tampoco ayuda que el subtexto de la historia deja claro que el papá de Mahito, además de sustituir a su difunta esposa con la hermana menor de la misma, estaba cooperando con el esfuerzo bélico del imperio fascista japonés en la Segunda Guerra Mundial.

Como sea, sí me gustó la película; pero una vez más salí ligeramente decepcionado de que Miyazaki no haya conseguido (para mí) alcanzar los niveles que alcanzó (para mí) con Kimitachi wa dô ikiru ka cuando la vi hace veinte años en un maratón de animé con mis cuates de la universidad.

De cualquier manera la recomiendo; está en Netflix si les interesa.

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El subwoofer remotamente encendible

Hace unos días platicaba de cómo reviví mi viejo subwoofer Harman⧸Kardon SUB TS15, al comprarle una barata (y admisiblemente chafa) placa de amplificación digital de menos de 250 pesos.

Me ha sorprendido mucho el desempeño de la barata (y admisiblemente chafa) placa de amplificación digital de menos de 250 pesos; a pesar de que mi subwoofer murió cuando la resistencia R146 reventó en la placa original, me imagino que el o los componentes que se habían ido degradando en la misma, y que fueron los responsables de que reverantara la resistencia R146, habían estado disminuyendo poco a poco el desempeño de mi subwoofer durante los últimos años. No debió ayudar que, como ya he mencionado muchas veces, no me considero un snob del sonido (al parecer, audiophile no tiene traducción al español aceptada por la RAE).

Como sea, suena genial el subwoofer; dudo mucho que suene mejor que cuando era nuevo, (sinceramente no recuerdo: fue hace más de una década que lo estrené), pero sin duda suena mejor de lo que sonaba antes de que se muriera: todo tiene unos bajos profundos y en general suaves que no se distorsionan, pero que hacen que las ventanas vibren como si mi nuevo departamento fuera a derrumbarse.

Agarré un rectángulo de triplay de 3 milímetros (envuelto en vinilo negro autoadherible, para que no se viera tan fuera de lugar), y ahí monté todos los componentes que estaba usando: la barata (y admisiblemente chafa) placa de amplificación digital de menos de 250 pesos; un conector de barril para el eliminador de doce voltios que utilizo para alimentar dicha placa; un conector jack de 3.5 milímetros para recibir la salida del AVR; el potenciómetro de la placa chafa que sirve para encender y controlar el volumen del subwoofer; y un convertidor de corriente para poder bajar los doce voltios del eliminador a 3 voltios, que es lo que necesita el LED original de mi subwoofer para anunciar al mundo que está prendido.

El rectángulo de triplay lo corté y redondeé sus esquinas para que fuera de las mismas dimensiones que la placa original del subwoofer; además le hice hoyos en los lugares correspondientes a los tornillos que se utilizan para montarlo al subwoofer. Esto está padre; la placa original venía con una caja que la aislaba al 100% del interior del subwoofer, usando nada más un par de cables para comunicarse con el altavoz y el LED. Pude reutilizar dicha caja con mi rectángulo de triplay envuelto en vinilo, entonces todo queda acomodado de forma bastante limpia dentro del subwoofer. No se ve hermoso; pero se ve decente y además está detrás del subwoofer, entonces nadie lo ve normalmente.

Bueno, todo está bien excepto por un pequeño detalle… tenía que levantarme de mi sofá para prender y apagar el subwoofer, además de que hacerlo por definición modificaba el volumen que ya le había elegido. Supongo que podrán imaginar, queridos lectores, a dónde va esta historia.

Hace un par de años relaté cómo hice un control remoto para el subwoofer usando un Raspberry Pi y la capacidad de la placa original de entrar y salir de stand-by dependiendo de si recibía o no una señal de 12 voltios. La misma solución funciona ahora; la barata (y admisiblemente chafa) placa de amplificación digital de menos de 250 pesos necesita 12 voltios, entonces nada más puenteé el eliminador de doce voltios al Raspberry Pi y conecté la salida a la entrada de la barata (y admisiblemente chafa) placa de amplificación digital de menos de 250 pesos; nada más necesité un nuevo cable para ello.

Con esto ya no necesitaba levantarme de mi sofá para prender y apagar el subwoofer, como un plebeyo, entonces podría haberlo dejado así. Sin embargo, decidí mejorar el diseño; la verdad es que es matar moscas a cañonazos utilizar un Raspberry Pi para esto (aunque ciertamente fue muy fácil de armar), así que esta vez utilicé un Raspberry Pi Pico.

El Pico no es una computadorcita chiquita; es un microcontrolador, está pensado para alambrarle una aplicación sencilla, no como una computadora de uso general que necesita un sistema operativo completo. Así que usé el Pico, básicamente reemplazando lo que hace el Raspberry Pi; resultó ser muy sencillo, porque hay una aplicación de ejemplo para el microcontrolador que se encarga de recibir la señal de un control remoto; y para poder controlar un relé nada más es necesario usar uno de los pines GPIO del Pico.

Además, el Pico es muy chiquito, entonces fácilmente lo pude montar dentro del subwoofer y ya no tengo necesidad de usar una caja completa como era el caso para el Raspberry Pi. También utilicé dos convertidores de corriente: uno para bajar los 12 voltios de entrada a los 5 voltios que necesita el Pico; y otro para bajarlos a 3 voltios para el LED del subswoofer.

El sensor infrarojo VS1838b lo conecté al final de un cable USB; en el otro extremo puse un conector USB-C macho; y en mi rectángulo de triplay envuelto en vinilo hice un gújero para poner un conector USB-C hembra. El sensor además lo monté en la pared.

Cualquier persona que más o menos sepa de electrónica que viera cómo me quedó todo probablemente se reiría de mí, entendiblemente; pero yo me doy de santos de que funciona, que no se ve tan mal, y que no destruí nada, o al menos nada que me haya dado cuenta hasta ahora.

También me alegra liberar mi Raspberry Pi y el hecho de que ya no lo voy a tener prendido 24/7; el Pico gasta mucha menos energía y me gustó programarlo: la aplicacioncita que detecta el botón del control remoto y que corta o conecta el poder a la barata (y admisiblemente chafa) placa de amplificación digital de menos de 250 pesos salió en 50 líneas de C (que así se programan este tipo de microcontroladores), entonces es por definición terriblemente simple.

Lo que sí es que espero no tener que volver a tocar esto al menos durante un par de años.

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My Name is Mayo

Mi siguiente platino fue para My Name is Mayo.

My Name is Mayo

My Name is Mayo

Suspiro.

Me daría vergüenza haber obtenido este platino, si no fuera por el hecho de que, como ya he dicho muchas veces, no tengo vergüenza. Especialmente en lo que respecta a trofeos en mis PlayStations.

My Name is Mayo es un juego que saltó a la fama como uno de los primeros juegos trophy bait: dícese juegos creados con casi exclusivamente el único propósito de darle un platino rápidamente al jugador.

Desde la introducción de los trofeos a los videojuegos para PlayStation hace más de quince años, ha habido juegos donde es muy fácil obtener el trofeo de platino; en algunos casos nada más terminando el juego (Hannah Montana The Movie era uno muy famoso cuando yo comencé a cazar trofeos).

Sin embargo los juegos trophy bait son mucho más descarados, en varios casos pudiendo obtener el trofeo de platino en unos cuantos segundos (mi récord, queridos lectores, es 3 minutos 17 segundos… no estoy muy orgulloso de eso, pero faltan meses para que escriba de ese juego al ritmo que llevo). En algunos casos este tipo de juegos se pueden casi clasificar como estafas, en el sentido de que apenas califican como videojuegos.

My Name is Mayo no llega a estos extremos; es ridículamente fácil, si bien no necesariamente instantáneo obtener el platino: a mí me llevó 40 minutos 16 segundos. El “juego” es picar una jarra de mayonesa, mientras mensajes “chistosos” aparecen en la pantalla y se desbloquean disfraces para nuestra jarra de mayonesa.

Me tardé lo que me tardé porque el último trofeo es picar 10,000 veces la estúpida jarra de mayonesa, que yo al final realicé con ayuda de mi joystick para juegos de peleas, que afortunadamente tiene un modo “turbo” que pica automáticamente un botón.

Ahora, My Name is Mayo está bien hecho, no es un juego vaporware (he visto otros que sí dan literalmente pena); y pues algunas de las pendejadas que aparecen en la pantalla están graciosas. Dicho sea eso, no lo volvería a “jugar” nunca… porque no es particularmente divertido estar picando una jarra de mayonesa.

Mi excusa para haber jugado este juego es que en primer lugar tenía curiosidad respecto al mismo; y además me salió en 99 centavos de dólar en alguna oferta que hubo en la PlayStation Store. No me arrepiento de haberlo jugado, pero sí es increíblemente estúpido.

Lo que definitivamente debería darme vergüenza, pero que no me da porque no tengo, es que también jugué la secuela. Pero de eso hablaré después.

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Zona de Interés

A finales de marzo del año pasado fui a ver The Zone of Interest. Se aplican las de siempre.

The Zone of Interest

The Zone of Interest

A veces, de puro milagro, voy al cine y de hecho veo una película buena. Y con esto quiero decir que no me refiero a que sea divertida o entretenida, o que esté bien hecha; no nada más, al menos. Me refiero a que es objetivamente buena en términos del séptimo arte.

Ésta fuea una de esas veces.

La película es maravillosamente simple; es la historia de un burócrata eficiente y eficaz, junto con la de su familia. Eso es todo, es un drama familiar intercalado con algo de grilla acerca de la chamba del padre de dicha familia.

Nada más ocurre que la chamba del papá es ser el comandante a cargo de Auschwitz, el campo de concentración nazi en Polonia probablemente más tétricamente famoso.

La película raya, superficialmente, en lo aburrido: no hay escenas de violencia física; no hay para motivos prácticos gritos; no hay nada que explícitamente muestre el terror que ocurre a unos cuantos metros de la vida aparentemente idílica de esta familia alemana a inicios de los años cuarentas del siglo pasado.

Implícitamente se llegan a notar estas cosas: balazos apagados de alguna ejecución arbitraria; las casi inaudibles súplicas de algún prisionero rogando por su vida. La suegra del comandante llega a invitación de su hija a vivir con ellos, pero sale corriendo a la primera noche al abrir sus ventanas y ver el cielo negro del humo con destellos rojos de los hornos incinerando a los prisioneros del campo. El papá lleva a sus hijos a nadar al río y los saca horrorizado cuando descubre una quijada humana que fue arrojada a dicho río sin mucho cuidado.

Y está por supuesto el hecho de que nosotros, como espectadores, sabemos qué está pasando. Que por suerte para casi toda la humanidad (exceptuando unos cuantos monstruos que tendremos que lidiar con ellos tarde o temprano), el ver un uniforme nazi inmediatamente conlleva el mensaje: “eso representa lo peor que la humanidad ha producido en la historia”.

No importa qué normal y humano pudiera verse Rudolf Höss al convivir con su esposa y sus hijos, al momento en que se pone ese uniforme, es información suficiente para poder extrapolar todo el terror subyaciente en esta historia que en la superficie es banal e inocua.

Como obra cinematográfica además hay un par de cosas que podrían haber sido ligeramente pretenciosas, pero que a mí sí me gustaron y que me resultaron interesantes. A veces la mamá le lee a las hijas trozos de Hansel y Gretel, mientras se muestran escenas usando una cámara térmica de una niña de la villa escondiendo comida para que los prisioneros la encuentren. Y el diseño de sonido es casi un personaje extra de la película, que deja apenas entrever los horrores detrás de la vida “normal” de la familia.

Y por supuesto no podemos ver una película de este estilo, y dejar de lado el hecho de que ochenta años después, el estado político de Israel, escudándose en los horrores que se cometieron en la Segunda Guerra Mundial contra la población judía (a quien se supone representan), están en los hechos realizando una limpieza étnica en la franja de Gaza, con alrededor de 65,000 palestinos muertos desde que comenzó la matanza por parte de Israel. Y esos son estimados que probablemente estén por debajo de la realidad.

Me gustó mucho la película, me alegro haberla ido a ver al cine. Porque aunque es indudable que normalmente voy al cine nada más para divertirme y escapar de la realidad, también es cierto que de repente, de puro milagro, voy a ver una película buena.

Está en Prime Video si les interesa.

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Hecho en México

Hace casi veinte años me compré una televisión Samsung de 46 pulgadas que usé alegremente durante cerca de una década. Y a partir de 2015, más o menos, resultó que comencé a comprar televisiones más seguido de lo que una persona normal lo hace, supongo.

No es que las coleccionara; mi mamá o mi papá o alguna tía me decían que querían una tele nueva, y yo procedía de inmediato a comprarla en Amazon. Me parece que todas las televisiones que compré así fueron Samsung; una vez acompañé a mi mamá en Morelos a comprar una televisión de emergencia (larga historia), y en esa ocasión fue LG; pero normalmente yo compraba televisores Samsung, y generalmente de 55 pulgadas (sólo esa primera televisión fue de 46 pulgadas).

Hasta que un día se me descompuso una tele Samsung más o menos vieja, y al llevarla a reparar y comentarle al reparador que normalmente yo compraba televisores Samsung de 55 pulgadas, el mismo me recomendó que ya no lo hiciera, porque algo había pasado con sus nuevos modelos que al parecer ya no convenía.

Así que hace año y medio que decidí comprar una nueva televisión en Amazon para mi recámara, me puse a ver alternativas. Rápidamente me quedó claro que en términos de precio y especificaciones, las televisiones HiSense sonaban como que una buena idea, así que pedí una HiSense de 43 pulgadas. La televisión llegó al otro día o algo por el estilo, la colgué de la pared en mi recámara (siempre cuelgo mis televisores, a menos que una ventana o algo así me lo impida), y la he venido usando desde entonces.

Siendo como soy, dejé la caja en la sala de mi viejo departamento acumulando polvo unas semanas, hasta que por fin procedí a tirarla. Y cuál sería mi sorpresa al tomar la caja y ver un pequeño sello en un lugar que poco llamaba la atención:

“Hecho en México.”

Resulta que la planta más grande (fuera de China) que tiene HiSense está en Nuevo León, y probablemente eso explique por qué son tan baratas aquí en México. No recuerdo cuándo había sido la última vez que vi una tele moderna (LED o similar) hecha en México.

Ahora que me mudé a mi nuevo departamento, colgué la última televisión Samsung que compré, de 55 pulgadas como era mi costumbre, en la pared que elegí para poner la tele. Y para mi sorpresa se veía diminuta; en mi viejo departamento la televisión estaba básicamente en el único lugar donde podía estar, y se veía confinada por el relativamente bajo techo y la cercanía de la puerta de entrada. En mi nuevo departamento tengo una padersota para colgar mi televisión, lo que hace que mi tele de 55 pulgadas se vea, comparativamente, pequeña.

Entonces hice lo único que alguien como yo podía hacer: procedí a comprar una televisión de 65 pulgadas, la primera vez que hago eso en mi vida. Y por supuesto la compré de marca HiSense; no sólo salió relativamente barata (de hecho doscientos pesos más barata que lo que me costó la Samsung de 55 pulgadas hace dos años), sino que sí me ha gustado la calidad y pues está padre comprar algo que armaron trabajadores mexicanos.

(Podría elaborar por qué esto es posible gracias a la Transformación; pero para este punto del partido o entienden o no entienden por qué apoyamos a este gobierno y por qué obviamente hay múltiples cosas que evidentemente está haciendo bien, así que mejor se los dejo de tarea).

Está muy padre la tele, y me alegra no tener que usar otra cuenta para el ecosistema de Samsung; las teles de HiSense sencillamente utilizan mi cuenta de Google. Lamentablemente, como en general ha sido con todas mis televisiones, no utilizo casi ninguna de sus características “inteligentes”, porque para eso suelo utilizar mis PlayStations.

Pero la tele se ve hermosa; es QLED, es por supuesto 4K y soporta HDR… que la verdad yo no veo gran diferencia, pero pues eso tiene.

Y no se ve diminuta.

Cada vez que cuelgo una tele a alguna pared, que para este punto he hecho un montón de veces, no puedo dejar de pesar en las inmortales palabras de Mark Renton:

Choose Life.
Choose a job.
Choose a career.
Choose a family.
Choose a fucking big television

Y pues eso hice. Hecha en México.

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Ascendance of a Bookworm

Según mis notas, el siguiente animé que vi fue Ascendance of a Bookworm. Se aplican las de siempre.

Ascendance of a Bookworm

Ascendance of a Bookworm

Ascendance of a Bookworm relata la historia de una joven japonesa estudiante para bibliotecaria, amante de los libros de manera casi obsesiva, que irónicamente muere un día que tiembla en Japón (o sea, un jueves normal) y un librero le cae encima. Con su último aliento, desea reencarnar en un mundo donde pueda leer libros por siempre.

La muchacha entonces se encuentra en el cuerpo de una niña de cinco años en un mundo de fantasía, al parecer habiendo reemplazado el alma de dicha niña que, se puede adivinar, estaba muriendo de fiebre.

Así es, queridos lectores, es un Isekai.

Sin embargo, no es la mensa fantasía de poder que suelen ser casi todos los Isekais; Myne (como se llama la niña y por lo tanto el nuevo nombre de nuestra protagonista) resulta que vive en un mundo similar a la Europa del siglo XVI, con una diferencia enorme: no se ha inventado la imprenta. Los libros son un lujo, que la modesta familia de Myne ni de chiste puede ni siquiera soñar en adquirir.

Myne utiliza sus conocimientos del Japón moderno para ayudar económicamente a su familia (creando cosas como champú, por ejemplo), pero lo que le interesa es poder hacer ella misma libros, porque de otra forma nadie lo hará por ella y entonces no podrá leer, que es como que su más anhelado deseo.

La joven, dentro del cuerpo de una pequeña niña, entonces básicamente recorre todas las etapas de la historia humana en el desarrollo de la transmisión de la palabra escrita: trata de hacer tablillas de arcilla; trata de tejer fibras para poder escribir ahí; trata de crear pergaminos; y trata muchísimas cosas hasta que eventualmente (junto con su familia y una serie de aliados) consigue fabricar papel y tener una imprenta sencilla.

Hay toda otra serie de aventuras al mismo tiempo que Myne persigue su objetivo de poder imprimir libros; el clasismo del mundo donde vive es brutal; hay una iglesia que como suele ser en estos casos causa más problemas de los que resuelve; y hay magia y obviamente Myne resulta que tiene mucho poder: pero rompiendo el estereotipo de este tipo de series, esto le causa más problemas que otra cosa, porque su pequeño y enfermizo cuerpo no puede manejar tanto poder.

La serie a mí me encantó, queridos lectores, porque en mi familia yo crecí, siempre, rodeado de libros. Mis papás por supuesto tenían (y no estoy exagerando) cientos de libros; muchísimos de ellos libros “serios”, pero también decenas de novelas. Leí Cien Años de Soledad a los ocho años; leí Arráncame la Vida y Como Agua para Chocolate poco después de que fueran publicadas; leí a Conan Doyle y Carlos Fuentes; a Mika Waltari y Umberto Eco; a Patrick Süskind y Enrique Jardiel Poncela; a Frederick Forsyth y Fiódor Dostoyevski.

Y además mis padres fueron siempre generosos con la lectura; a ellos no les llamaba en lo más mínimo la atención géneros como la Ciencia Ficción, pero cuando se dieron cuenta de que a su hijo menor esas pendejadas le interesaban, me compraron novelas de Fredric Brown y Robert A. Heinlein; de Isaac Asimov y Ray Bradbury.

La verdad ya casi no leo libros impresos; y de hecho tiene rato que no leo literatura: en mi chamba hacemos lo que mi madre siempre ha denominado como “leer ajeno”. Y yo tenía la idea de que casi no tenía libros en físico, habiendo dejado todas las novelas de mi juventud en Oaxtepec: pero ahora que me mudé a mi nuevo departamento, me sorprendí de la cantidad de libros impresos que tuve que mover.

Hace poco salió la tercera temporada del animé, pero se comenzaron a centrar más en las grillas del reino y cosas por el estilo, entonces la verdad no la terminé. Espero hacerlo, pero la verdad quién sabe cuándo: para este punto en la historia Myne básicamente había conseguido su objetivo de poder imprimir libros de manera económicamente viable, que fue la parte que más me gustó de la serie.

Si les gustan los libros y leer, es una gran serie, al menos las primeras dos temporadas. La recomiendo ampliamente, está en Crunchyroll, si les interesa.

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El SUB TS15

Hace once años, queridos lectores, relataba cómo me compré un AVR, de la marca Harman⧸Kardon. Hace tres años, queridos lectores, relataba cómo me compré un nuevo AVR, de la marca Denon, para subsanar las desventajas de mi viejo y fiel AVR Harman⧸Kardon: básicamente falta de soporte para 4K y que no tenía Bluetooth.

Ahora que me mudé a mi nuevo departamento, tuve que hacer la serie de malabares que yo denomino “configurar la infraestructura”, y que básicamente consiste en acomodar, conectar y configurar la bola de pendejadas electrónicas que tengo, porque si algo he acumulado en mi vida son justamente pendejadas electrónicas.

No me he terminado de acomodar, pero la espina dorsal de mi infraestructura está arriba: tengo múltiples PlayStations en mi sala conectados a mi televisión y a mi AVR; tengo un par de PlayStations en mi recámara conectados a mi otra televisión; y tengo mi computadora de escritorio funcionando.

Además, que no es poco, la red funciona en todas partes y todo está conectado a interné.

Estaba viendo Elevation, porque la rentaron en mi cuenta de Prime y pues ya qué, cuando me di cuenta de que si mi PlayStation 5 (donde generalmente veo streaming) estaba configurado como 5.1, entonces no se oían las voces de los actores. Debo notar que había estado jugando videojuegos y viendo YouTube sin ningún problema.

Me llevó como una hora darme cuenta de que había conectado mal el canal central y los altavoces traseros, pero como había estado jugando juegos muy simples y viendo YouTube, había estado utilizando únicamente la señal estéreo (los canales delanteros) y pues no me había dado cuenta. Resulta que YouTube no utiliza 5.1 en el PlayStation 5 (y el 4, el 3, Linux con Google Chrome; y en general en casi cualquier ambiente que no controle Google al 100%, como un Chromecast), no importa cómo haya uno configurado el sistema; y esto ya lo sabía, pero es conocimiento que adquiero y vuelvo a olvidar cada cierto número de años.

Corregido eso, procedí a reproducir en mi media center (que sí reproduce en 5.1) un video de prueba de 5.1 que ando cargando desde hace como una década, y entonces me percaté de algo preocupante y ominoso: mi subwoofer no estaba funcionando.

Les recuerdo, queridos lectores, que cuando cambié del AVR Harman⧸Kardon a la mejora de Denon, no cambié las bocinas ni el subwoofer. Las bocinas nunca me han dado ningún problema; y el subwoofer nada más había que echarle limpiador de contactos al potenciómetro del volumen cada cierto número de años.

Pero ahora estaba completamente morido, entonces lo abrí y le eché un ojo a la circuitería. Les recuerdo que tengo un doctorado en Ciencias de la Computación, y por lo tanto no tengo ni puta idea de electrónica excepto las cosas más básicas: me doy palmaditas en la espalda cuando mido correctamente un voltaje al utilizar mi multímetro.

Sin embargo el problema era obvio (o al menos así me pareció): una resistencia estaba reventada. La R146 (330Ω, 2W), si acaso tenían duda, que consultando el manual de mantenimiento del subwoofer (modelo SUB TS15; por suerte dicho manual está en línea) pude ver que entre la bola de pendejadas electrónicas que tengo, tenía repuestos.

Procedí a desoldar la resistencia reventada y a soldar el repuesto, cerré el subwoofer y con algo de sorpresa y muchas palmaditas en mi espalda, verifiqué que funcionaba una vez más. Terminé de ver Elevation y me fui a dormir.

En la madrugada me despertó un retumbo electrónico, y yendo a mi sala vi que era el SUB TS15, quejándose amargamente de su existencia. Lo desconecté de la corriente eléctrica, lo que lo calló, y me fui a dormir.

Al otro día lo volví a abrir, y no van a creerlo: la nueva resistencia estaba reventada. La volví a cambiar, revisé el circuito, y me pareció ver que una resistencia hermana (la R149, si tenían curiosidad) no se veía 100% intacta, así que también la cambié. Todo volvió a funcionar y continué usando el subwoofer, nada más desconectándolo de la corriente eléctrica cuando no lo usaba, por si las dudas.

Supongo que sabrán para dónde va la historia: a los pocos días, nada más conectar el subwoofer se volvió a morir, y al abrirlo una vez más la estúpida resistencia R146 estaba reventada, por tercera vez.

Evidentemente un componente en ese circuito está jodido y causa que la resistencia reviente; pero mis conocimientos de electrónica no me alcanzan para poder determinar cuál, mucho menos cómo arreglarlo. El manual de mantenimiento tiene toda la información necesaria para literalmente reconstruir todo el circuito del SUB TS15 (si todos los componentes se pueden encontrar), pero de nuevo: mis conocimientos de electrónica (y mis herramientas) no creo que me alcancen, incluso si mandara a imprimir las placas en PCBway, por ejemplo.

Un poco harto, vi si había un repuesto de toda la placa del SUB TS15; y no muy sorprendentemente sí hay. Y ni siquiera está tan cara; un subwoofer equivalente a mi SUB TS15 está en más de 6,000 pesos, y la placa de repuesto está en más o menos 1,800 pesos… pidiéndola a China, con un envío de casi 2,000 pesos.

No descarto que en algún momento la pida, pero ahorita sí me lo pienso. Mudarse sale caro, como todo mundo probablemente sepa.

Entonces me puse a ver alternativas, y rápidamente descubrí que podía sustituir toda la placa de mi SUB TS15, por una alternativa moderna llamada placa de amplificación digital que cuesta, literalmente, menos de 250 pesos (precio a inicios de febrero de 2025). Lo único es que mi SUB TS15, que es activo, se volvería pasivo.

En la liga que puse al mero inicio, queridos lectores, comentaba que me decidí comprar todo mi sistema Harman⧸Kardon, porque el vendedor me convenció al mencionar que el subwoofer incluido era activo, no pasivo. Lo que nunca mencioné, es que jamás utilicé mi subwoofer de manera activa.

El manual del AVR decía que sí se podía usar el SUB TS15 de forma activa, pero requería más cables, para que se hubieran visto bien habría necesitado conectores de banana (que yo hace más de una década ni siquiera sabía qué eran), y cuando lo conecté pasivamente pues el 5.1 se oía, utilizando el térmico técnico, chingón y el subwoofer vibraba que hagan de cuenta mi departamento se iba a derrumbar.

No sentí que me estuviera perdiendo de nada, por lo que todos estos años lo usé pasivamente.

Por lo tanto procedí a comprar esa placa de amplificación digital por menos de 250 pesos; la conecté a la corriente con un eliminador de 12 voltios (uno de 24 hace que chille el subwoofer como si lo estuvieran torturando en el infierno), hice un cable Frankenstein RCA a jack de 3.5mm (porque la salida para el subwoofer de mi AVR es RCA; y la entrada de la placa es jack de 3.5mm), y conecté los dos cables de salida al altavoz de mi subwoofer; que dicho sea de paso, se ve como si estuviera nuevo: como apunta al piso, ni siquiera tiene polvo.

Y una vez más suena que hagan de cuenta que mi nuevo departamento se va a derrumbar.

Estoy 114% seguro de que los componentes electrónicos originales de Harman⧸Kardon son de mucha mejor calidad que esta placa chafa de menos de 250 pesos; pero les juro que yo no noto la diferencia. Probablemente esto esté acentuado porque nunca usé el subwoofer de manera activa; pero como ya he mencionado muchas veces, nunca he sido snob del sonido: yo sólo quiero que se escuche harto bien ferte.

En este momento la placa de amplificación digital está literalmente encima del SUB TS15 con cables colgando por todos lados; voy a reemplazar el panel donde se montaba la circuitería original con uno hecho por mí acomodando todo de forma que se vea bien, y además reutilizando cosas como el LED del subwoofer para que se prenda cuando se encienda la placa de amplificación. Pero eso será después.

Por ahora, voy a seguir usando mi subwoofer SUB TS15 como lo he usado desde que lo compré hace más de una década: haciendo que se sienta como si mi departamento estuviera a punto de derrumbarse.

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Un cuarto de siglo

Hace veinticinco años, un cuarto de siglo, la PFP entró a Ciudad Universitaria para romper la huelga que se había extendido más de nueve meses.

Además del fin violento de la huelga, la irrupción de la PFP a CU resultó en el arresto ilegal de cientos de estudiantes, trabajadores, profesores y uno que otro güey que nada tenía que ver (agarraron hasta agente que estaba haciendo ejercicio en CU esa mañana).

Esto a su vez resultó en una respuesta increíble por parte de la población que, incluso muchos que habían estado en contra de la huelga, exigieron que de inmediato nos liberaran, porque por supuesto yo fui uno de los tarados que terminaron primero en Camarones y después en el Reclusorio Norte.

(Hubo un puñado que querían que nos refundiéramos en el tambo por los siglos de los siglos, per sæcula sæculorum, amén; pero como normalmente suele ser en este maravilloso país, fueron muy pocos.)

He escrito múltiples veces de la huelga en este mi blog; no quiero repetirme todavía más de lo que de por sí ya he hecho. Pero sí quiero enfatizar algo que también ya he dicho varias veces aquí: lo que es la UNAM hoy en día, es indiscutiblemente en gran medida por esa huelga que, por muchos errores que hayamos cometido, consiguió mantener a la Universidad Nacional pública, laica y gratuita.

Y aunque probablemente sí es discutible, yo sostengo que lo que el país es hoy en día también es consecuencia, aunque sea parcialmente, de esa huelga. El periodo neoliberal en México llevaba 17 años en marcha cuando estalló la huelga, y la misma sin duda contribuyó a la derrota del PRI, en parte negociada por Zedillo y llevándose por las patas al tarado de Labastida, como él mismo reprocha en su nuevo libro.

Ese periodo neoliberal duraría todavía otros dos sexenios panistas que fueron incluso peores que los de Salinas y Zedillo; y culminaría con el triste sexenio de Peña Nieto, porque durante el mismo ocurriría la avasalladora victoria de Andrés Manuel en 2018, a lo que se seguiría la continuación de la Transformación el año pasado con la avasalladora victoria de Claudia.

La UNAM sufrió repetidos ataques durante todo el periodo neoliberal, comenzando con la huelga del CEU en 1986. Los “históricos” siempre han querido vender ese movimiento como que triunfaron completamente, que es obviamente falso dado que nuestra huelga de 1999-2000 fue necesaria: en retrospectiva, fue tan tibio el “triunfo” del CEU en 1986, que las autoridades federales y universitarias se sintieron confiadas de volver a intentar imponer las cuotas apenas unos años después.

En cambio, después de la huelga del CGH (repito, aún reconociendo el chingamadral de errores que se cometieron), nadie, literalmente nadie ni siquiera ha sugerido de nuevo la idea de instaurar cuotas. De hecho todos los candidatos a rector que ha habido después de la huelga siempre han afirmado que una de las más grandes fortalezas de la UNAM es que sea pública y gratuita.

Internamente puede haber muchas diferencias respecto a muchas cosas; pero para motivos prácticos la gratuidad de la UNAM (en los hechos si bien no oficialmente) se ha vuelto canon de casi toda la comunidad universitaria.

Y eso fue gracias a nosotros

Esto fue fundamental en el periodo en que el gobierno federal estuvo en manos de gente que no solamente nunca estudió en la UNAM, sino que por principio la detestaba; o peor, no les importaba. Esto le permitió resistir a la Universidad hasta el 2018, cuando llegaron al poder equipos que muchos de sus integrantes son egresados de la misma y que además sinceramente la quieren y se preocupan por ella (que se traduce en preocuparse por sus estudiantes, trabajadores y profesores).

Vamos, la presidenta no sólo es egresada de la UNAM; es lamentablemente egresada de mi Facultad. No sé si sabían, queridos lectores, pero todos los egresados de la Facultad de Ciencias son insoportables.

El martes se anunció la eliminación del examen de la Comipems (que era una demanda de múltiples grupos estudiantiles desde hace años), y una reestructuración de cómo se aceptarán alumnos de bachillerato en las universidades públicas en la zona metropolitana, en un sistema que intentará (vamos a ver qué tan bien o mal funciona) maximizar las oportunidades de que nuestros jóvenes puedan continuar con una educación universitaria.

La UNAM y el Poli tendrán para ellos un examen común exclusivo para aspirantes: externos en el caso de la UNAM, porque la gran mayoría de sus estudiantes a nivel universitario consistirá, como ha sido desde hace décadas y como debe de ser, de sus propios egresados de prepas y CCHs. En el caso del Poli poco más de la mitad de sus estudiantes universitarios son egresados de sus propios CECyTs y CETs, pero ellos deben hacer examen. La UAM a su vez implementará un pase reglamento para los Colegios de Bachilleres, que además de darles una buena oportunidad por omisión (además de que de por sí la Metro recibía a muchos egresados de los Bachilleres), automáticamente liberará algo de la presión para la UNAM y el IPN.

UAM, Poli, UNAM, unidos vencerán, compañeros. UAM, Poli, UNAM.

A mí me gusta el plan; pero habrá que ver cómo funciona. El punto es que entiendo la idea detrás de la medida y me parece que las intenciones son inherentemente buenas; pero esto no quiere decir que vaya a funcionar perfectamente. De hecho, probablemente haya múltiples problemas; pero pues se irá lidiando con ellos.

Lo importante es que el gobierno federal (y el local en la CDMX) se preocupa por la educación pública, contrario a básicamente todos los gobiernos del periodo neoliberal (1982-2018). Esto no quiere decir que esté “prohibida” la educación privada; pero no es preocupación del Estado y ni un peso del erario público debe ir a las escuelas privadas. Son negocios; que sobrevivan como sobreviven todos los negocios, bajo la ley de la oferta y la demanda.

Y esto se extiende a becas para estudiantes y estímulos para profesores e investigadores; están “comprando” un producto o trabajando para una empresa; no es el papel del Estado estar destinando recursos públicos a empresas.

Por el bien de todos, primero los pobres.

Y los pobres casi todos estudian en el sistema de educación pública; del cual yo soy orgullosamente producto de la misma. Nunca pagué por mi educación (excepto los veinte centavos semestrales en la UNAM: les digo que es gratuita en la práctica, si bien no oficialmente); y de hecho me pagaban cuando estudiaba el posgrado.

Básicamente esa pudo ser una consigna durante la huelga de hace veinticinco años: por el bien de todos, primero los pobres; aunque me gusta la alternativa que nos inventamos:

Porque sin la raza, ¿cómo va a hablar el espíritu?

La idea fue⧸es⧸será siempre la misma. La educación no es un producto; es un derecho. De la misma manera que debe ser con la salud, es un derecho que financiamos todos con nuestros impuestos y que el Estado está obligado a garantizar que sea de la mejor calidad posible. O al menos que lo intenten, carajo; eso es lo que más nos desespera de la gente que se queja amargamente de que la salud y la educación en México están del nabo: en primer lugar, en general no recordamos que se quejaran cuando los gobiernos neoliberales estaban literalmente dándole en la madre a nuestros sistemas de salud y educación pública; y en segundo lugar, estos últimos dos gobiernos al menos lo están intentando.

Y por eso los vamos a seguir apoyando (junto con la gran mayoría de la población); incluso si fracasan miserablemente, los vamos a seguir apoyando mientras ellos lo sigan intentando. Mientras no salgan con mamadas como que se van a pagar seguros médicos para hospitales privados; o vales para cuotas en escuelas privadas; mientras el énfasis sea en reforzar a nuestras universidades e institutos públicos, a nuestros hospitales y clínicas gratuitas, los vamos a seguir apoyando.

Que nos encontremos en el séptimo año de la Transformación es resultado, como mencioné arriba, de la huelga de la UNAM de hace un cuarto de siglo. Si quieren nada más parcialmente; pero fue de los factores que eventualmente resultaron en que el pueblo de México decidiera que se necesitaba un cambio profundo y radical de cómo se gobernaba el país. De que era necesario transformarlo.

(Se puede discutir que eso decidió el pueblo desde el 2006; o incluso desde 1988… pero no recordemos cosas tristes.)

Yo estoy muy orgulloso de haber participado en ese movimiento, en mi cada vez más lejana juventud. Y todos los que participamos, lo hicimos aunque técnicamente el Reglamento General de Pagos no nos afectara: en un afán perverso de desmovilizarnos, la reforma de Barnés imponía cuotas a los estudiantes futuros de la UNAM, no a los que ya estábamos estudiando. No funcionó: miles nos movilizamos, porque entendíamos (y entendemos) que negarle la entrada a la UNAM a los estudiantes más desprotegidos (que hubiera sido, inevitablemente, la consecuencia de cobrar cuotas), era en los hechos equivalente a destruirla. Convenientemente, a casi todo mundo se le olvida mencionar este hecho cuando hablan de la huelga de hace veinticinco años: que los que participamos lo hicimos no por nosotros, sino por los estudiantes que nos seguían.

Si yo me encontrara de nuevo en la misma situación, volvería a participar en el movimiento sin dudarlo un segundo; incluso sabiendo que terminaría de nuevo en la cárcel. Porque por más errores que se cometieran y más innecesariamente doloroso que fuera el proceso, al fin y al cabo nuestro movimiento terminó en victoria. Si quieren una victoria casi pírrica, pero victoria al fin y cabo.

Se conjuraron las cuotas: la UNAM es y seguirá siendo pública y gratuita.

Porque sin la raza, ¿cómo va a hablar el espíritu?

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Rock Band 4

El siguiente platino que obtuve fue el de Rock Band 4.

Rock Band 4

Rock Band 4

Al inicio de este siglo, los juegos musicales de ritmo utilizando instrumentos de plástico dominaron las salas de muchas familias en todo el mundo. Era medio inevitable encontrarse por todos lados con guitarras de plástico baratas y no muy bien hechas; hubo un momento en que parecía que literalmente todo mundo estaba jugando alguna variación de Guitar Hero o Rock Band.

Casi igual de rápido que se volvieron ubicuos en la escena de videojuegos, los juegos musicales de ritmo pasaron a ser irrelevantes, en retrospectiva aparentemente de la noche a la mañana.

Parte del problema fue saturación; en su apogeo uno podía comprar fácilmente una docena de este tipo de juegos. Otra parte fue fragmentación; mientras que al inicio los instrumentos eran generalmente compatibles entre todos los juegos, rápidamente comenzaron a aparecer instrumentos más “complicados” que trataban de hacer más con el género, a costa de dicha compatibilidad.

De cualquier manera, para alguien como yo, que tiene a estas alturas 3 micrófonos, cuatro guitarras (en diversos estados de funcionamiento) y 2 baterías, sí nos surge la duda: ¿qué pasó con todos los fans de estos juegos? ¿Desaparecieron?

Y no, por supuesto que no desaparecieron: muchos emigraron a Clone Hero, cuyo principal problema para que mucha más gente lo utilice es que, por definición, no pueden distribuir todas las canciones que forman el núcleo de lo que se puede jugar en el juego.

Es un proyecto interesante, inetivablemente de software abierto; pero como está completamente desconectado (de nuevo, por definición) de los trofeos de PlayStation, no genera mucho interés para mí.

Que me lleva al resto de los fans de estos juegos, los que no emigraron a Clone Hero: ese resto básicamente resulta que lleva años jugando Rock Band 4 alegremente. El mundo en general se olvidó de los juegos musicales de ritmo; pero la comunidad de Rock Band 4 continúa rockeando todos los días.

Resulta que si uno tenía cuidado (que yo nunca lo tuve), uno podía exportar las canciones de Rock Band, versiones 1, 2 y me parece que incluso 3; así como juegos adyacientes como The Beatles: Rock Band, Green Day: Rock Band y LEGO Rock Band, a la biblioteca musical de Rock Band 4. Y la tienda musical de Rock Band 4 sigue funcionando hasta estos días, sacando nuevas canciones todas las semanas: en los foros en línea de Rock Band 4, hay gente que admite haberse gastado miles de dólares en miles de canciones a lo largo de los años.

Bueno, años antes de que me excomulgaran, cuando me compré mi primer PlayStation 4, un día que salí a comer con una amiga pasamos por una tienda de videojuegos y vi que tenían Rock Band 4, junto con la correspondiente guitarra (o vendían la guitarra y la misma incluía el juego; no recuerdo); ya estaba yo trabajando en la UNAM, tenía dinero y no tenía novia, así que me dije a mí mismo “mí mismo, vamos a comprar Rock Band 4“.

Temeroso de que no pudiera reutilizar mi robot que toca perfectamente las canciones, jugué el juego unas cuantas veces en mi cuenta alterna y después la verdad dejé de hacerlo. En algún momento yo me consideraba relativamente bueno; no como los vagos que puden pasar muchas de las canciones más perras al 100%, pero sí relativamente bueno: uno de mis motivos de orgullo con estos juegos es que conseguí pasar Enter Sandman al 100% en Rock Band 2. En la dificultad intermedia, pero quiero ver que ustedes lo hagan.

Enter Sandman

Enter Sandman

Sin embargo, con la nueva guitarra y el nuevo juego, sentía que apestaba enormemente; ciertamente estaba lejos de poder pasar una canción del nivel de Enter Sandman, incluso tal vez en la dificultad más fácil. Así que dejé de jugar, diciéndome que luego regresaría.

Y años después me excomulgaron, lo que resultó en que comenzara a usar mi cuenta alterna como cuenta principal. Y ahí ya estaban registrados los trofeos de Rock Band 4.

Así que ahora que regresé a jugar videojuegos, y seis años después de que había sacado el único trofeo que tenía del juego, retomé Rock Band 4.

Al inicio, volví a sentir lo mismo que la primera vez que lo jugué en mi PS4: que apestaba horrores. Siendo honesto, mi habilidad con el juego ha decrecido después de años de no practicarlo diario, como hacía en algún momento de mi vida; pero eso no era todo. Investigando qué es lo que podía ser, por fin descubrí qué estaba pasando: en las guitarras de Rock Band, el mecanismo para rasguear (strum) es pésimo. Es básicamente un doble botón (rasguear arriba y rasguear abajo), pero lo que detecta si hubo o no rasgueo es un sensor magnético, con la barra de rasgueo básicamente flotando entre ambos sensores, y usando unas esponjas para que cuando uno está rasgueando frenéticamente no se le dé de putazos a dicha barra.

Esto causa que a veces falle la detección; pero lo realmente grave es que a veces las esponjas hacen que la barra rebote y se registre un doble rasgueo. No tengo idea cómo pude llegar al nivel que tenía hace años en Rock Band, cuando utilizaba guitarras que básicamente imposibilitan que uno pueda rasguear rápidamente.

Así que reemplacé el mecanismo de la barra de rasgueo con uno que imprimí en mi impresora 3D que permite utilizar switches mecánicos. La diferencia es brutal: sigo sin ser particularmente bueno; pero al menos me defiendo al jugar este tipo de juegos.

Jugué casi todo el juego así, con mi banda de un único integrante, hasta que terminé la campaña. Para este punto desempolvé mi robot que toca los instrumentos de Rock Band y Guitar Hero, y me puse a ver cómo hacer que funcionara con Rock Band 4.

Me llevó como media hora; y de hecho al estar reescribiendo varias partes del código, descubrí un error que se me había pasado durante años, que causaba que a veces no se generara perfectamente la secuencia de notas para los instrumentos.

Con mi robot funcionando, fue trivial sacar todos los trofeos de Rock Band 4. Hay un trofeo que tuve que esperar varias semanas para obtenerlo, porque es ténicamente en línea, pero una vez superado nada más gasté $100,000 dólares del dinero que uno gana por tocar en toquines para comprar disfraces e instrumentos (que es el video que muestro arriba), y ya con eso gané el platino.

Debo dejar claro que mi robot puede tocar casi cualquier canción del juego de manera perfecta en todos los instrumentos; el circuito en mi Teensy2.0++ puede emular las guitarras (y por tanto los bajos) y las baterías; y en software puedo generar los tonos que el juego espera en un archivo WAVE (o codificar en MP3) para las partes cantadas. Incluyendo las armonías; para eso tengo tres micrófonos, justamente… que resulta que es medio inútil, porque tengo la cámara del PlayStation 4, que incluye micrófono y dicho micrófono se puede usar en el juego. Pero yo no sabía.

Como puedo tocar casi todas las canciones perfectamente, esto me permitiría tratar de aparecer en las listas en línea como uno de los mejores jugadores por puntuación; pero explícitamente evité esto. Sé lo increíblemente difícil que es tocar como humanos estas canciones, así que no quiero yo quitarle el lugar a nadie que se haya realmente esforzado por obtener esos puntajes.

Jugar Rock Band 4 me reconectó con los juegos musicales de ritmo; incluso compré algunas canciones. Me permitió también (dado que hace años que no oigo radio) descubrir nuevos artistas de los cuales jamás había oído, como Avenged Sevenfold, Heaven’s Basement, Little Big Town, o (que es vergonzoso que como mexicano no supiera de ellas) The Warning.

Y más importante que todo lo anterior, me divertí como enano. Me encantan este tipo de juegos, y planeo seguir jugando Rock Band 4 mientras mis guitarras sigan funcionando.

El cénit de los juegos musicales de ritmo pasó ya hace más de una década; pero hubo un evento en Fortnite que reintrodujo el género a toda una nueva generación, lo que llevó a que hicieran (por primera vez en años) nuevas guitarras. Es posible (si bien no necesariamente probable) que un nuevo juego aparezca próximamente.

Y si no, no importa; Rock Band 4 se puede jugar sin problemas en el PlayStation 5, así que esa comunidad seguirá vivita y coleando por los próximos años, si no es que décadas.

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Duna Parte Dos

A inicios de marzo del año pasado fui a ver Dune: Part Two. Se aplican las de siempre; de manera inútil, probablemente, dado que con casi toda certeza ya todo mundo la vio.

Dune: Part Two

Dune: Part Two

Creo que Dune 2: La Venganza es mi película favorita del año pasado; me gustó incluso más que la primera.

Algunos de los cambios respecto a la novela son desconcertantes, más prominentemente que ninguno el hecho de que reducen significativamente el periodo de tiempo entre la masacre de los Atreides y la Batalla de Arrakeen. En la novela son varios años entre ambos eventos; y en la película esto se reduce a menos de 9 meses, hecho indiscutible nada más de ver la panzota de Lady Jessica durante el duelo entre Paul Atreides y Feyd-Rautha Harkonnen.

Entiendo el razonamiento para reducir así el marco temporal de la historia; en particular, el librarse de tener que lidiar con un personaje tan perturbador como lo es Alya-de-la-Navaja, que es una niña preescolar con la consciencia de una anciana milenaria, pero sí es desconcertante.

En la novela Paul y Chani tienen un hijo que es asesinado por las fuerzas del Baron Harkonnen; es parte de la serie de eventos que fuerzan la mano de Paul para que consuma el Agua de la Vida. Que Chani es otro cambio importante respecto a la novela, mostrando un personaje más en conflicto con Paul y la adquisición hostil que realiza de los guerreros Fremen.

Como sea a mí me encantó la película: el elenco es espectacular y no me importa lo que nadie diga, Christopher Walken como el Emperador Padishah Shaddam Corrino IV es la neta. Austin Butler es espectacular como el sicótico Feyd-Rautha Harkonnen y la interpretación de Giedi Prime es fabulosa, con un sol “negro” que hace que todo se vea como cuando uno le baja toda la saturación a un video y aumenta al máximo el contraste. Florence Pugh es excelente como la Princesa Irulan y me muero de ganas de ver cómo conspira junto con Edric para derrocar a Paul en la secuela. Léa Seydoux está bien como Margot Fenring, pero extrañé no ver a su marido y ella misma aparece muy poco tiempo.

Todos los que regresan de la primera parte son increíbles, pero mención especial merecen Rebecca Ferguson (más hermosa y peligrosa que nunca, si acaso era posible); y sin duda alguna Timothée Chalamet, que sin esfuerzos pasa de adolescente enamorado con ojos de borrego con Chani, a arrogante tirano del universo conocido cuando va con los Fremen sureños a decirles cómo va a estar el pedo.

Lisan al-Gaib!

Lisan al-Gaib!

Por último, pero no por ello menos importante, Zendaya es excelente como Chani; en la novela Chani es Fedykin básicamente cuando conoce a Paul, pero casi inmediatamente después termina siendo poco más que la esposa-niña del protagonista (que también era niño). La película hace mucho más interesante a su personaje, además de que aparece mucho más de los catorce segundos de la primera parte.

Es espectacular la pinche película, con una cinematografía preciosista que nos presenta un mundo cruel y árido como la cosa más hermosa del universo. Y la edición de sonido: los gusanos viajando en la arena; los Fremen aclamando a Paul (Lisan al-Gaib!); los Sardaukar avanzando a su muerte tratando de defender a su emperador. Fui a verla dos veces al cine y no es raro que la tenga reproduciéndose en el fondo mientras hago otras cosas

He sido fan casi incondicional de Denis Villeneuve desde hace años; todas sus películas me han gustado. Prisoners está bien; pero Sicario, Arrival y Blade Runner 2049 son de mis películas favoritas, aunque no les fuera tan bien en la taquilla como a esta (por ahora) duología. Estoy algo decepcionado de que Dune 2: Much More Drier sólo tuviera 5 nominaciones al Oscar, pero no me extrañaría que próximas entregas tuvieran algo más de impacto con la crítica.

Y me emociona mucho el futuro de esta franquicia; disfruté bastante Dune: Prophecy, pero las próximas películas en este universo pueden reparar o aliviar algunas de las partes problemáticas de las novelas (que sí se ponen medio espesas después de Dune Messiah). Espero que corrijan el destino de Alya-de-la-Navaja; espero que permitan a Paul morir en el desierto como debía ocurrirle; y espero que hagan algo interesante con el Emperador-Dios.

Vamos a ver; pero con el declive de las películas de superhéroes y que los tarados de Disney no saben qué hacer con Star Wars, sí espero que el desmadre permanente que es Warner Bros. le permita a esta franquicia florecer como se lo merece bajo la guía de creadores que sí sepan lo que hacen.

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Que febril la mirada

Hace veinte años, queridos lectores, comencé a escribir en este blog.

No es la actividad ininterrumpida que más tiempo haya realizado en mi vida: comencé a programar a los 12 años, hace tres décadas y media; y comencé a dar clases (como ayudante de laboratorio) hace 27 años, en 1998.

Pero sí es la actividad no directamente relacionada con mi ocupación que he realizado por más tiempo en mi vida.

A lo largo de su existencia, he escrito poco más de un millón de palabras en más de 2,300 entradas y 15 páginas; he moderado más de 8,000 comentarios escribiendo yo mismo poco más de 2,000 (y no sé cuántos más haya borrado; el retraso mental es grave desde que ganó la Transformación); y si pusiera mi blog en forma de libro, el mismo cubriría más de 3,400 páginas. Ese fue un ejercicio interesante.

He reseñado películas, series de televisión, videojuegos y obras de teatro; he escrito de política y de ciencias de la computación; y, cómo no, he comentado sobre cosas personales que me han pasado en estas últimas dos décadas.

Aunque no es, ni de lejos, el aspecto central de mi vida, mi blog sí se ha convertido en parte importante de la misma, estando siempre ahí, en la periferia cuando no en el centro del escenario, desde que comencé a escribir en él.

El blog me ha permitido conocer gente, incluso a veces en el espacio de carne; y también enterarme de puntos de vista distintos que, en condiciones normales, probablemente nunca hubiera escuchado/leído. Jamás participé en ninguna red social (excepto Google+; pero era tan patética que me parece ni siquiera cuenta), pero mi blog antecede a casi todas esas redes sociales; y probablemente (mientras yo viva) continúe mientras varias de las mismas desaparezcan.

Sinceramente dudo que mis escritos nunca hayan hecho que alguien cambiara de opinión, particularmente en política; pero creo que mi blog sí refleja aunque sea una parte pequeña de lo que ha sido la trayectoría política nacional desde que el Peje comenzó a ganar prominencia a nivel nacional a finales de su sexenio como Jefe de Gobierno. En ese sentido estoy orgulloso de lo que he escrito y sostengo todo lo que he dicho; incluso en las veces que me he equivocado, porque honestamente creo que fueron errores sinceros: o en otras palabras, bajo las mismas circunstancias, hubiera escrito básicamente lo mismo.

No me arrepiento de nada que haya dicho en el blog (incluyendo los antes mencionados errores); y de hecho todo lo contrario: estoy profundamente orgulloso de muchas de las pendejadas que aquí he plasmado.

En particular, y aunque sé que es una afirmación terriblemente controversial, voy a reafirmar una vez más que Cardcaptor Sakura es el mejor animé que haya visto en mi vida; aunque la continuación de Clear Card es (al menos hasta el momento) completamente innecesaria; y además en los últimos años salieron un par de animés que es posible (aunque no necesariamente probable) que le quiten ese lugar en mi escala personal. Como son series en desarrollo, necesitaré ver cómo terminan antes de poder tomar esa decisión.

Han sido veinte años de mi vida adulta en los que (inevitablemente) he crecido como escritor; he aprendido un montón sobre la condición humana (en particular como el dogma ideológico puede literalmente causar retraso mental); y sinceramente me he divertido como enano, porque sigo sosteniendo que escribir prosa y escribir código son actividades completamente diferentes, pero sorpresivamente similares.

Escribir prosa es tratar de programar una idea.

Así que no planeo dejar de hacerlo, aunque inevitablemente acaecerán periodos donde deje de escribir un tiempo; pero espero sean pocos y no muy largos.

Y de estos últimos veinte años, en las inmortales palabras de Carlos Gardel:

Sentir que es un soplo la vida
que veinte años no es nada
que febril la mirada,
errante en las sombras
te busca y te nombra
vivir con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez

Nos vemos en el cuarenta aniversario.

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Feliz año nuevo 2025

Con casi 3 semanas de retraso, pero como todos los años, quiero desearle a todos mis lectores (incluso a los siempre borro sus comentarios por exceso de retraso mental), un feliz año nuevo.

Este punto medio de la tercera década del siglo XXI se ve interesante, por decir lo menos: la Transformación continúa, aparentemente con más apoyo nacional que nunca antes; en unas horas comenzará Trump 2.0, y aunque hay muchísima especulación, la simple verdad es que no tenemos ni puta idea de qué tanto nos vaya a afectar, positiva o negativamente.

Yo estoy agradablemente sorprendido de la respuesta que hasta ahora ha dado nuestra doctora presidenta junto con su equipo; en ese sentido estoy tranquilo, confiando en que los que están a cargo lo harán tan bien como podríamos esperar que lo hicieran.

Yo comencé este año mudándome a un nuevo departamento; de ahí mi tardanza en escribir esta entrada. Esto agotado de estar mudando la aparente infinidad de pendejadas que uno termina acumulando a lo largo de casi veinte años de vivir en un mismo lugar.

(Me imagino que han oído hablar que todos los hombres tenemos una “caja de cables” que nos negamos a tirar; bueno, creo que a estas alturas yo tengo más o menos dos clósets completos de cables: estoy 97.14% seguro de que se reproducen entre ellos).

Mi nuevo hogar parece zona de guerra; aún me faltan algunas cosas de mover y necesito organizar la gran mayoría de las antes mencionadas pendejadas: pero ya tengo mi televisión con mi PlayStation 5 y mi media center conectados; ya tengo mi interné funcionando; y mi recámara es la parte más avanzada que tengo, así que puedo dormir y todo.

Mi estudio en cambio es posiblemente la parte menos avanzada, que es la razón de que esté escribiendo esto en mi laptop.

Como sea, es una manera interesante de iniciar un año; feliz año a todos ustedes, y vamos a ver cómo nos va con el demente naranja de regreso en la Casa Blanca.

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