2018: La democracia apesta, pero es lo mejor que tenemos

(Estoy escribiendo una entrada de política por semana, para darme tiempo de ordenar mis ideas en prosa. Esta entrada me costó muchísimo, porque por más que lo intenté de todas formas quedó enorme; es la entrada más larga en el blog, si descontamos dos páginas permanentes y un capítulo de mi novela. Una disculpa por la longitud.)

Como comentaba en mi última entrada en esta serie, necesitamos un gobierno, desafortunadamente. La siguiente pregunta obvia es ¿qué tipo de gobierno? En esta entrada no discutiré acerca de las políticas sociales y económicas que el gobierno debe implementar en mi opinión; sólo discutiré qué forma de gobierno tenemos y si vale la pena intentar reemplazarla por algo distinto.

Después de Porfirio Díaz, México no ha tenido un dictador. Iturbide fue el último emperador (los mexicanos no reconocemos a Maximiliano excepto por lo que es, un tarado que tuvimos que matar por andar queriendo imponerse como emperador). Y nunca tuvimos un rey como tal; nominalmente Nueva España era uno de los múltiples reinos de la corona Española (al mismo nivel que Navarro y Castilla), pero la narrativa nacional es que existía el Imperio Mexica, tuvimos una pequeña intervención española de 300 años, y luego los corrimos.

(Después de matar a miles de españoles, incluyendo mujeres y niños, en la Alhóndiga de Granaditas).

Nunca tuvimos tampoco una “dictadura del proletariado”, ni un gobierno parlamentario donde o bien entre los representantes hay un partido mayoritario o se tienen que poner de acuerdo para formar una coalición.

Desde la constitución de 1824 hemos sido una república presidencial, y después de la Revolución se instituyó la regla básica que ha regido nuestra democracia desde la tercera década del siglo veinte: sufragio efectivo, no reelección. Podemos criticar cuanto queramos a los gobiernos mexicanos post revolucionarios (y, oh sí, los vamos a criticar), pero ningún presidente trató de mantenerse en el poder y de hecho casi todos tuvieron el buen gusto de alejarse de la vida política nacional después de terminar su sexenio. Con casi toda certeza ese fue el factor principal que evitó que en México ocurriera lo mismo que casi en todo el resto de Latinoamérica: no tuvimos una dictadura militar genocida vendida a los gringos, ni la guerrilla “liberadora” correspondiente apoyada por los soviéticos. Tuvimos muchas cosas muy graves, pero no eso.

Aunque el gobierno mexicano ha reprimido y asesinado alegremente a sus habitantes durante toda su existencia después de la Revolución, la verdad es que no ha sido lo común y en general siempre se ha tratado de dar una salida política a los problemas nacionales. Los mexicanos en su mayoría (pero no todos) podíamos y podemos llevar nuestras vidas en paz sin preocuparnos de que el gobierno nos encarcele o asesine por lo que pensemos, digamos o hagamos dentro de la ley. Ojo, no estoy diciendo que esto es una regla universal; tenemos un montón de excepciones (y en algunas zonas y épocas del país incluso se acercan a reglas), pero esto de hecho es lo común en el mundo: todos los países del mundo han encarcelado o asesinado a sus habitantes no importa cómo se autodenominen. Lo que estoy diciendo es que en México ésta no ha sido la regla general; y aunque las excepciones lleguen a miles, siguen siendo excepciones. Y les recuerdo que yo estuve en la cárcel por lo que pensé, dije e hice dentro de la ley.

Todo lo anterior me lleva a hacer una afirmación que probablemente sea polémica: México es una democracia.

El problema con usar el término “democracia” es que además de que tiene como doce mil definiciones que pueden encajar (dependiendo de cómo piense el que lo dice), es (al igual que “libertad”) un término cargado. “Democracia” no quiere decir (necesariamente) algo bueno y encima no es algo binario: no es tan sencillo como “X país es democrático, por lo tanto está bien”, ni mucho menos que todas las democracias funcionen (o intenten funcionar) al mismo nivel.

Existen distintos grados de democracia; Estados Unidos se fundó (nominalmente) como un país democrático, pero sólo podían votar hombres (no mujeres) blancos que fueran dueños de tierra (landlords), y además consideraban (legalmente) a los negros como que valían 3/5 lo que un blanco para razones de impuestos y de representación legislativa. Y por supuesto tenían esclavos. En el Reino Unido existe un subconjunto de personas que cuentan con más derechos y se les aplica la ley de manera distinta únicamente por su familia (la familia real). En México el mismo partido estuvo en el poder durante más de 70 años.

Y sin embargo creo que lo correcto sería decir que en todos esos casos (y muchos más) estamos hablando de democracias. Débiles e imperfectas, pero democracias.

Me parece a mí que si un país permite a sus ciudadanos efectuar cambios reales en las leyes que los gobiernan y en sus gobernantes, de manera pacífica y dentro de un marco legal, entonces ese país es democrático, no importa cómo se autodenomine o cómo lo denominen otros países. Obviamente entre más sencillo y rápido sea reflejar el deseo de los habitantes en las leyes y gobernantes pues más mejor, pero si se permite (si de verdad se permite), entonces el país es democrático. Nótese que no hablo de elecciones, porque si los ciudadanos efectúan esos cambios usando manifestaciones pacíficas, yo lo considero igual de válido (en algunos casos más válido) que con elecciones.

Esa es justamente la característica que me parece define a las democracias: las democracias evolucionan junto con los habitantes del país correspondiente. Y de nuevo, “evolucionar” es un término cargado: no es algo necesariamente “bueno”, sencillamente es un cambio. Y a veces (en algunos casos muchas veces) el cambio será negativo.

Me gusta a mí hablar en términos de “fortaleza” de una democracia. La democracia mexicana nunca ha sido particularmente fuerte, pero se fue fortaleciendo (no lo suficiente) después de la Revolución; fue criminalmente debilitada durante las represiones a movimientos estudiantiles de finales de los sesentas; se fortaleció de nuevo a partir de finales de los setentas cuando permitió a varios grupos de izquierda integrarse a la vida política institucional del país (consecuencia en parte de las movilizaciones estudiantiles de la década anterior); fue particularmente fuerte a finales del siglo XX con la creación del IFE y la transición partidista; y sufrió un terrible revés en 2006 cuando ocurrió el fraude electoral. Existen muchos otros momentos muy importantes en la historia del país: el temblor de 1985, la huelga del CEU de 1986-1987, la “caída del sistema” de 1988, la fundación del PRD en 1989, el levantamiento zapatista de 1994… En todos esos periodos o eventos no me parece correcto decir que México no era una democracia. Sencillamente la fortaleza (o debilidad) de la democracia mexicana ha ido fluctuando a lo largo de su historia, y lo seguirá haciendo mientras exista, porque eso es lo que hacen las democracias. Sólo esperemos que fluctúe a ser cada vez más fuerte.

Porque aún cuando son fuertes, las democracias en general (y la mexicana en particular) apestan.

La democracia es lenta y aburrida

La democracia es, casi por definición, extremadamente lenta. En una democracia deben quedar claras las reglas de convivencia de la población y de las obligaciones del gobierno y las obligaciones y derechos de los habitantes. Esto no puede ser algo que esté dado por convenciones ambiguas; las leyes tienen que especificarlo claramente. Y esto significa tener que entablar una discusión, luego elegir representantes que apoyen los resultados de dicha discusión, luego que los representantes establezcan formalmente las reglas y al final de todo que las leyes se apliquen.

Eso toma años. En Estados Unidos Martin Luther King Jr. lidereó un movimiento que le llevó años (y le costó la vida) el conseguir que se pasara la legislación necesaria para garantizar los derechos civiles de los negros. Y luego pasaron años para que esas leyes se medio empezaran a respetar. En México pasaron décadas antes de que los ciudadanos de la Ciudad de México eligieran a sus gobernantes.

No es de extrañar que mucha gente en algún momento de su vida entretenga ideas de levantarse en armas para cambiar las cosas; cambiarlas dentro del marco legal requiere un chingo de esfuerzo y un chingo de tiempo; y nunca hay garantía de que todo ese tiempo y esfuerzo vayan a rendir frutos satisfactorios. Yo participé (a mis tiernos 14 años de edad) en el Plebiscito Ciudadano que organizó Alianza Cívica en 1991 para exigir que en el DF eligiéramos a nuestros gobernantes. Ese plebiscito fue el resultado de años de labor, que comenzaron en 1985 después de que la sociedad civil rebasó completamente al gobierno durante el sismo de ese año. Y tardaríamos otros seis años en elegir a Cuauhtémoc Cárdenas como nuestro primer Jefe de Gobierno.

Yo participé en varias cosas, pero hubo gente que estuvo más de una década luchando por algo que debería haber sido de sentido común. Y después de todo eso (y más de veinte años después) la Ciudad de México no tiene los mismos derechos que el resto de los estados en la República; el Jefe de Gobierno no es gobernador; los jefes delegacionales no son presidentes municipales; y no tenemos un equivalente de cabildo. ¿Se pueden corregir esas cosas? Seguro; a lo mejor mis hijos llegan a verlo si seguimos peléandolas.

En otros países democráticos los procesos para efectuar cambios son más rápidos; pero nunca son suficientemente rápidos, porque en una democracia no es como en una dictadura donde un único cabrón decide algo y ese algo se lleva a cabo. Hay que discutir y negociar y convencer y terminan haciéndose las cosas a medias para que ningún lado quede realmente contento.

Lo que lleva a que además de todo, sea terriblemente aburrido. Contrario a un levantamiento armado, casi nunca hay romanticismo ni un momento histórico de “triunfo” donde todos celebramos nuestra victoria; no hay toma de la Plaza Roja ni Zapata y Villa sentándose en la silla del águila. Cuando por fin conseguimos elegir a nuestros gobernantes en la Ciudad de México básicamente no hubo celebración; comenzaron las peleas por ver quién se iba a lanzar y después comenzamos a quejarnos amargamente de los gobernantes que por fin habíamos podido elegir.

Así son las democracias: lentas y aburridas.

La democracia es fácilmente corrompida

La democracia es un resultado del sistema capitalista y si no hay una vigilancia constante, la gente que cuente con más recursos siempre intentará utilizar dichos recursos para manipular las cosas en su favor (y así obtener más recursos). Esto es básicamente inevitable: el poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente.

En todos los países “democráticos” del mundo hay corrupción en casi todos los niveles de gobierno; no existe una única excepción. La cosa es qué mecanismos hay para prevenir y detectar la corrupción; y qué se hace cuando se detecta que ha habido corrupción. En México ha sido un problema permanente; en muchísimos casos la corrupción queda impune, incluso cuando ha sido documentada y explicada. Además por supuesto de que si los más altos niveles de gobierno son corruptos, ¿qué se puede esperar de todos los que están por debajo?

Todos los partidos políticos en México que han conseguido escaños legislativos o posiciones en el poder ejecutivo han tenido casos de corrupción, y todos los partidos que existan en el futuro tendrán sus correspondientes casos de corrupción cuando consigan escaños legislativos o posiciones de poder (muchas veces antes de eso). Esperar otra cosa es ingenuo e irreal.

La cosa es cómo se responde a los casos de corrupción.

La democracia es inherentemente burocrática

Que tiene que ver con que sea lenta y aburrida. Si la democracia necesita definir leyes claras para funcionar, entonces eso va a generar burocracia. Punto.

El avance tecnológico (especialmente la computación) puede ayudar mucho con esto; los trámites se pueden hacer en línea y manejar electrónicamente. Pero los trámites tienen que hacerse, por más eficientemente que esto pueda conseguirse. Los restaurantes tienen que tener la cocina limpia; algún empleado del gobierno tiene que ir a checarlo. Las farmacéuticas deben seguir procedimientos específicos para hacer medicinas; algún empleado del gobierno tiene que ir a checarlo. Las escuelas primarias tienen que cumplir estándares de construcción muy por encima de los edificios normales (especialmente en zonas altamente sísmicas, como la Ciudad de México); algún empleado del gobierno tiene que ir a checarlo. Etcétera, etécera; esto crea una burocracia enorme.

Mucha gente dice que la solución a esto es privatizar esta regulación; y ciertamente en algunos casos es posible, pero no en todos. E incluso con nada más un puñado de casos se va a generar una burocracia. Pero además, debe haber un control sobre las empresas que se dediquen a hacer esa regulación… y ya caímos de nuevo en el hoyo del conejo.

La burocracia es inevitable en una democracia.

La democracia se equivoca

Y un chingo. Me parece que a nadie le queda la menor duda de que Vicente Fox ganó las elecciones presidenciales del año 2000 de manera legal y legítima. Y fue de los peores errores que han ocurrido en este país; entre otras cosas porque eso engendró el sexenio criminal de Felipe Calderón (120,935 homicidios dolosos en su sexenio, según cifras del INEGI).

“Democracia” etimológicamente significa “el mandato del pueblo”. Y el pueblo, como seres humanos comunes y corrientes, se puede equivocar. Esta ha sido una evolución de cómo veo yo al mundo; hace una década honestamente pensaba que “el pueblo” (como si fuera un ente homogéneo) no podía “equivocarse”. Claro que puede, y lo hace (y con eso quiero decir, por supuesto, lo hacemos). En una democracia eso significa tener que vivir con esos errores.

Si se le da al ser humano la posibilidad de elegir (ya sea como individuo o como grupo), en algún momento va a elegir mal. Así que más vale que lo tengamos en cuenta y planeemos al respecto.

La democracia limita las opciones disponibles

Como en una democracia deben quedar bien claras y definidas las reglas de quién y cómo se convierte en gobernante, esto automáticamente limita las opciones al momento en que los ciudadanos los eligen, lo que por supuesto lleva a elecciones en las cuales todas las opciones son malas. De hecho, puedo animarme a decir que en casi todo el mundo la mayor parte de las veces esto es lo que ocurre, que todas las opciones son malas.

Y paradójicamente esto resulta en que uno tenga que apoyar a una mala opción, porque la única manera en que una democracia sobrevive a largo plazo es si sus habitantes participan en la misma. La gente que promueve el abstencionismo básicamente se engaña a sí misma (en el mejor de los casos) o sencillamente es su inherente irresponsabilidad reflejada en su participación política (en el peor de los casos).

La democracia puede ser devastadora para minorías y grupos desprotegidos

Como la democracia es, en términos burdos y simplistas, que se ejerza la voluntad de la mayoría, esto fácilmente puede caer en que las minorías se tengan que aguantar crímenes básicamente genocidas cometidos en su contra. O al menos un abandono criminal por omisión.

La urbanización y educación de la población alivian esto de forma automática, aunque terriblemente lenta; pero mientras pueden darse crímenes de lesa humanidad, y lo peor de todo es que dentro de un marco legal institucional. Y esto no afecta nada más a mayorías; todavía viven mujeres en México que les tocó vivir en un país donde no tenían los mismos derechos que los hombres.

Los deseos de las mayorías no pueden pasar por encima de los derechos de las minorías; y es impresionante como absolutamente todas las democracias del mundo han fallado en esto de una manera u otra.

Y la democracia es lo mejor que tenemos

La conclusión de toda esta deprimente perorata (que la digo y la sostengo: la democracia apesta), es que a pesar de todos sus problemas (y tiene muchos más que los que acabo de mencionar), la democracia es la mejor opción que tenemos disponible.

Como mencionaba en mi entrada anterior, necesitamos un gobierno. Y si no hay posibilidad de que nos deshagamos del mismo, entonces la mejor opción que tenemos disponible es que lo elijamos entre todos, porque con un dictador (o cualquier otra alternativa, de hecho) todos esos problemas en general siguen existiendo.

Si entre todos elegimos un gobierno, las cosas van a avanzar de forma lenta y aburrida, van a haber retrocesos casi (o totalmente) criminales, en muchos casos vamos a elegir mal entre varias opciones espantosas, y tendremos que estar vigilantes de la corrupción y de que se respeten los derechos de todos aunque pertenezcan a un grupo minoritario. Pero siempre existirá la posibilidad de elegir a alguien más y de ir mejorando las cosas poco a poco. Muy poco a poco; por eso el PRI duró setenta años, porque había cambio presidencial y porque hubo avances innegables además de los retrocesos criminales, como el 2 de octubre de 1968.

Me parece que casi nadie quiere realmente a un dictador, aunque no dudo que haya gente que en lugar de querer levantarse en armas quisiera que alguien “fuerte” llegara a “poner orden”. Pero creo que México superó eso hace más de un siglo. Tampoco creo que haya muchos que quieran un Estado unipartidista que trate de controlar toda la economía y limite los derechos de los habitantes (porque es la única manera de tratar de controlar toda la economía); no sólo por la pérdida de derechos (yo estaría dispuesto a vivir con eso si se garantizara el bienestar de toda la población), sino porque no funciona: los experimentos que se intentaron el siglo pasado fracasaron estrepitosamente y con violaciones imperdonables de derechos humanos. Y en lo personal tampoco creo en un modelo más “horizontal” (tipo asambleas) por el simple hecho de que vivo en la Ciudad de México y me queda claro que una ciudad de ese tamaño no puede ser gobernada por asamblea (ya viví mi cuota de asambleas en mi vida, gracias). Para comunidades pequeñas es posible que funcione (y repito, en la Ciudad estaría padre que tuviéramos algo equivalente a cabildos a niveles debajo del delegacional), pero no para una ciudad grande; mucho menos para un país del tamaño y diversidad de México.

Así que realmente no existe una alternativa que ofrezca algo mejor que la democracia. Pero incluso si suponemos que existe (que repito, yo sostengo que no existe, al menos no en la actualidad), entonces sólo habría dos maneras de implementarla: o bien el proceso democrático nos lleva a esa “alternativa”, en cuyo caso es sólo una evolución más de la democracia y no es realmente alternativa; o bien se tendría que forzar la implementación vía la violencia de las armas.

Debo dejar claro que la opción de tomar las armas siempre está disponible. Siempre. Decir lo contrario es un sinsentido y básicamente una estupidez, porque a veces no queda de otra; a Nelson Mandela le ofreció el gobierno Apartheid de Sudáfrica liberarlo si prometía no utilizar violencia en su lucha contra el mismo, y por supuesto se negó, porque aunque ya no pensaba usar esa opción (la usó al inicio de su movimiento), la misma siempre está disponible.

Pero que esté disponible no quiere decir que se tenga que tomar, o ni siquiera que sea una buena idea. En el caso de México en particular, tomar las armas para cambiar el gobierno del país es estúpido, además de que está condenado al fracaso porque no hay suficiente apoyo por parte de la población.

Debo hacer aquí el paréntesis obligatorio; creo que el EZLN en 1994 hizo lo correcto al levantarse en armas. De hecho, siendo uno de los sectores de la población más desprotegido y abandonado por parte de los gobiernos federales y estatal de Chiapas, se puede discutir que no tenía otra opción. Pero su levantamiento nunca fue con el objetivo de derrocar al gobierno federal (saben que no pueden) y toda la sociedad civil que nos movilizamos para exigir el alto al fuego (y que lo conseguimos en tiempo extremadamente rápido, por cierto) nunca fue con la idea de apoyarlo para derrocar al gobierno federal (que no era su objetivo, ni el nuestro). Nos movilizamos para que hubiera un alto al fuego y las dos partes se sentaran a platicar, en particular para escuchar a este sector que había sido básicamente abandonado por el país durante los últimos cinco siglos.

Pero para cambiar el país no hay suficiente gente dispuesta a levantarse en armas, punto. Hay muchos sectores de la sociedad en condiciones terribles, pero no hemos llegado al punto en que una masa crítica de ellos su única salida sea comenzar a usar violencia para cambiar las cosas (y los que sí llegan a ese punto, la probabilidad de que se unan al narco es mucho más alta).

Nada más como ejercicio mental, supongamos que sí existe una alternativa a nuestra (débil) democracia y que también hay suficientes habitantes en el país dispuestos a arriesgar su vida para efectuar un cambio en el gobierno por la vía de las armas. Todavía más soñadoramente, supongamos que ganan y tumban al gobierno mexicano e imponen… la que sea la alternativa que se les ocurra imaginar.

Como quince minutos después, nos encontramos con todos los problemas que teníamos antes de levantarnos en armas, con el agravante de haber sacrificado sepan ustedes cuántas vidas humanas y haber destruido sepan ustedes cuánto de la infraestructura nacional, que de por sí no está muy bien que digamos. A reconstruir se ha dicho, con los mismos problemas de antes (ahora agravados por falta de gobierno mientras lo estábamos tumbando), pero eso sí, con un nuevo gobierno que con casi toda certeza será igual de ineficiente e ineficaz, igual de propenso a ser corrompido (no podemos deshacernos del concepto de propiedad, ¿recuerdan?), y con la misma tendencia a generar una enorme burocracia que el anterior.

Pero incluso (ya estamos en Disneylandia en este punto) supongan que existe la alternativa, que hay suficientes habitantes dispuestos a usar la violencia para cambiar las cosas, que lo consiguen y que el gobierno resultante es exitoso. En ese momento tengo que recordar nuestra dolorosa realidad: que vivimos al lado de Estados Unidos y que los mismos jamás permitirían que todo eso ocurriera al sur de su frontera sin hacer nada al respecto. No digo que me guste o no eso, sencillamente es lo que ocurre en el mundo real. Si de por sí los gringos no han respetado nunca nuestra soberanía, no quiero ni siquiera pensar en que pasaría si tuvieran un pretexto de peso para violarla todavía más.

(Noten que en cambio un golpe de estado por parte de fuerzas apegadas a los gringos sería probablemente apoyado por los mismos.)

Así que dentro de las opciones disponibles, la democracia es la mejor que tenemos.

Concluyendo, el punto de esta entrada es nada más explicar por qué creo que México es una democracia (débil), y por qué es la mejor alternativa que tenemos. Esto no quiere decir que ya estén bien las cosas de ninguna manera; mi énfasis en decir todo el tiempo que es débil es justamente porque debemos reforzarla (y no he dicho nada de cómo hacerlo). Además, repito que todavía no menciono nada acerca de las políticas sociales y económicas que me parece el gobierno mexicano debería implementar y que son (hasta cierto punto) independientes de qué tan fuerte sea nuestra democracia.

Entonces, por favor, si quieren discutir si México no es una (débil) democracia o si existen alternativas (posibles en la actualidad) mejores que la democracia, yo encantado. Pero no voy a discutir ningún otro tema en esta entrada, porque ese no es el punto (lo cual se traduce a que borraré cualquier comentario que lo intente). En particular, no me interesa en lo más mínimo la opinión de nadie de que la democracia no apesta, porque es inútil discutirlo cuando mi punto es que es lo mejor que tenemos a pesar de que apeste. Es masturbarse mentalmente cuando de entrada yo concedo que es lo que más nos conviene y no estoy abogando por ninguna alternativa.

En mi siguiente entrada discutiré mis ideas de cómo reforzar la democracia mexicana, que de hecho creo que es lo que más me importa decir. Incluso más que mi opinión de las elecciones de este año y de los participantes en la misma.

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South Park: The Stick of Truth

Una semana después de terminar God of War: Ghost of Sparta, obtuve el platino de South Park: The Stick of Truth. Ghost of Sparta me llevó menos de 20 horas terminarlo; The Stick of Truth me llevó como dos semanas. De hecho mi historial de trofeos es como sigue; jugué y terminé Chains of Olympus, luego comencé The Stick of Truth, me detuve unas horas para empezar y terminar Ghost of Sparta y al final terminé The Stick of Truth. Todo esto ocurrió en enero de 2015, así que no quedan muchas dudas de qué hice en ese periodo intersemestral (todavía no entraba a trabajar en la UNAM).

South Park: The Stick of Truth

South Park: The Stick of Truth

Sout Park suele generar opiniones muy encontradas. Hay quienes defienden a muerte al programa y a sus creadores; otros los consideran insoportablemente vulgares; otros (casi) criminalmente políticamente incorrectos; y está la gente como yo, que a veces me divierten pero generalmente encuentro demasiado infantil para mis gustos.

No me ofendo fácilmente y entonces en general puedo disfrutar Sout Park; el problema es que, muchas veces, sinceramente no es tan divertido. Especialmente cuando lo que realmente quieren hacer es ofender a ciertos grupos, y entonces funciona exactamente igual que con muchos defensores de Donald Trump: no es tanto que apoye o defienda sus ideas, sino que ataca e insulta a los que tienen ideas diferentes. Hay gente que encuentra eso divertido; yo no, porque realmente no lo es.

Como sea, cuando Parker y Stone son divertidos, son muy divertidos. Indudablemente escatológicos, pero divertidos. Por suerte la mayor parte de los chistes en The Stick of Truth no se basan en querer insultar o escandalizar, sino en pesonajes que están muy bien definidos (y tendrían que estarlo, el programa lleva transmitiéndose por más de dos décadas). Aunque cerca del final del juego sí hay una parte extremadamente escatológica, que conozco gente que sencillamente no podría soportarla.

Mecánicamente el juego es un RPG con combate basado en turnos; no he jugado tantos RPGs, pero en general me gustan. El combate basado en turnos no tanto; soy más orientado a la acción, si no siento que estoy jugando ajedrez… para el cual apesto. Los gráficos son idénticos al programa de televisión, lo cual es admirable pero que tiene la desventaja de que si no les gusta cómo se ve el programa tampoco les va a gustar cómo se ve el juego.

La historia son la bola de mamadas que suele tener South Park, nada más con los niños jugando en un ambiente de fantasía (aunque hay extraterrestres y hombres cangrejo y gnomos, como en el programa). Cartman dirige una facción, el KKK (the Kingdom of Kupa Keep), con Butters, Token (el único personaje negro, por supuesto) y Kyle vistiéndose como princesa. La otra facción la dirige Kyle junto con Stan y Ji-Ji-Jim-Jimmy (como el trovador, por supuesto).

El juego es divertido, pero lo que tiene realmente de maravilloso es cómo los niños juegan, que es justo como yo recuerdo que jugábamos al ser niños (Parker y Stone son mayores que yo, pero no por mucho). Muchos gritos de “eso no se vale” y “te voy a acusar con tu mamá”. Eso fue lo que más disfruté del juego, realmente.

En trofeos es básicamente trivial, con un par de tareas medio repetitivas.

Me gustó bastante el juego, pero realmente es un capítulo largote del programa (de los buenos, eso sí). De cualquier manera, pienso jugar el próximo videojuego de South Park sin ninguna duda.

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2018: Desafortunadamente, necesitamos un gobierno

Este año, como cada seis años desde 1928 (con una extra en 1929 por el asesinato de Álvaro Obregón), habrá elecciones presidenciales. Y por supuesto no cambia nada más el presidente; además de los cambios en ambas cámaras federales (diputados y senadores), hay elecciones locales en las ramas legislativa y ejecutiva y encima de todo, cada cambio ejecutivo a todos los niveles implica un cambio de equipos de gobierno.

Toda esa bola de güeyes, junto con los jueces de la rama judicial, forman el ente heterogéneo de lo que llamamos el gobierno. Y es una discusión válida, dada la crónica ineficiencia e ineficacia de casi todos los miembros de todos los niveles en todas las ramas del gobierno (por no decir corrupción y criminalidad en algunos casos), el preguntarnos si de verdad necesitamos un gobierno. No es una pregunta tonta y de hecho existe la posibilidad de que eventualmente podamos deshacernos del gobierno, pero todas las evidencias apuntan (esto me parece es conscenso no sólo en México, sino en todo el mundo en general) a que por ahora sí lo necesitamos. Desafortunadamente.

Debo enfatizar que el punto de esta entrada es respecto a la pregunta binaria de si necesitamos gobierno o no; en otras palabras, únicamente la pregunta cuya respuesta es exclusivamente o no. El punto de esta entrada no es respecto a la pregunta cualitativa de cuánto gobierno queremos o necesitamos; dicho de otra manera, si necesitamos poquito o muchote gobierno, para esta entrada eso no importa: esas dos respuestas implican que necesitamos gobierno.

A la ideología que promueve la eliminación del gobierno (o sea, no nada más modificar o derrocar al gobierno actual, sino de plano desaparecer cualquier tipo de gobierno) se le denomina anarquismo y (como suele ser con todas las ideologías) tiene como catorce millones de variantes distintas. Yo voy a centrarme nada más en dos, porque es mi parecer que todas las demás gravitan en torno a una o la otra.

Anarcocapitalismo

Aunque muchos no lo crean, el término existe. La idea es básicamente “Uber todo”; que con el avance tecnológico (en particular con las teconologías de la información) todo el mundo pueda ofrecer productos y servicios a todos los demás y que el mercado (la ley de la oferta y la demanda) se encargue de lo demás. Si llevamos esto al extremo, entonces la necesidad de tener un gobierno (sostienen los proponentes) desaparece; todo sería privado: seguridad, carreteras, educación, salud, y el mercado decidiría cuáles son elegidos por los consumidores (no habría ciudadanos entonces).

En mi humilde opinión, esto es algo ligeramente retrasado mental. Para muchas cosas las tecnologías de la información de hecho han democratizado la creación de varios productos; KickStarter y servicios similares permiten conectar directamente a los productores con los consumidores, eliminando intermediarios y permitiendo la creación de productos para mercados especializados. Eso está chido.

Pero para cosas que son derechos humanos, como educación y salud, las leyes del mercado nunca van a producir los mejores resultados. Tampoco para cosas como proteger el medio ambiente o los derechos de mujeres y minorías. Dejar correr libre al mercado en esos casos lleva al desastre, como lo hemos visto una y otra y otra vez. E incluso en los casos donde el mercado eventualmente podría solucionar cosas, el precio a pagar si lo permitimos es demasiado alto; tomen por ejemplo el mercado farmacéutico. Si una compañía farmacéutica crea una medicina que funciona inicialmente pero a largo caso tiene efectos secundarios devastadores (que por cierto, ya ha pasado), ciertamente el mercado la llevaría a la quiebra eventualmente (al menos en teoría); pero el costo en vidas humanas es excesivamente alto como para que dejemos que eso ocurra “naturalmente”. La industria farmacéutica (vista como industria que necesita generar una ganancia) necesita estar regulada. En una sociedad donde exista el concepto de propiedad y por lo tanto haya mercados con orfeta y demanda, se necesita un ente justamente que evite que las leyes del mercado resulten en la explotación inhumana de los sectores más desprotegidos (que suelen ser los que menos tienen) o en la destrucción del medio ambiente o vidas humanas a largo plazo por una ganancia económica a corto plazo.

Ese ente es el gobierno.

Comunismo puro

El comunismo ideal desemboca de manera bastante natural en anarquismo, bajo la idea de que el avance tecnológico liberará al ser humano de la necesidad de trabajar para satisfacer sus necesidades básicas. No sólo comida, ropa y habitación; también cosas como educación, salud, entretenimiento, belleza e incluso cosas que ahora calificamos como lujos. La idea no es tan descabellada como inicialmente pudiera parecer; si imaginamos un futuro donde robots se encarguen de todas las labores manuales, entonces casi automáticamente se pueden producir todas las necesidades de todos los seres humanos sin que los mismos tengan que hacer nada, excepto checar de vez en cuándo cómo van los robots (y con robots suficientemente avanzados, ni siquiera eso).

En ese momento pierde todo el sentido la construcción social de propiedad, porque nadie necesitaría nada (físico) y todos podrían tener cualquier cosa (física) que se les antojara. Y si no hay propiedad entonces no hay necesidad de protegerla y la razón de ser del gobierno básicamente desaparece. También desaparece el mercado, porque no habría demanda en una sociedad de plenitud donde para todo mundo alcanza todo. Casi todos los problemas en la humanidad se reducen a que alguien quiere algo físico que no puede obtener.

Hay mucha gente que no puede meterse ese concepto en la cabeza. Cualquier escenario apocalíptico resultante de que no tengamos que trabajar para producir nuestras necesidades básicas se puede contestar fácilmente si suponemos que algún avance tecnológico se hará cargo de todo el trabajo aburrido. Pero es una suposición muy fuerte y una que está lejos de ser satisfecha.

En la actualidad un montón de nuestras necesidades a su vez necesitan harta labor humana para ser producidas y mantenidas; y (más grave todavía) probablemente no tengamos la capacidad de producirlas y mantenerlas para todo el mundo. Comida y vestido a lo mejor ya podamos (ciertas cifras así lo dejan entrever), pero como menciono arriba, los seres humanos cada vez tenemos más necesidades que sin duda alguna califican como básicas: salud y educación al menos, pero probablemente acceso a Internet (que implica electricidad), sistemas de tuberías, infraestructura urbana y líneas de comunicación (autopistas, rieles ferroviarios, aeropuertos) deban incluirse. No alcanza para todos, todavía, y eso implica que habrá quien tenga más y habrá quien tenga menos. Por cierto, en este punto debería quedar claro que si algún día la tecnología llega al punto de poder proveer para todos, debe ser para todos: todo el mundo. No puede haber un sólo país o bloque comunista y que el resto no lo sea; o todos coludos o todos rabones.

Mientras no lleguemos a ese punto existirá el concepto de propiedad, y entonces debe haber un ente que proteja la propiedad de algunos de aquellos que quieran quitárselas.

Ese ente es el gobierno.

Y entonces necesitamos un gobierno

Por cómo planteo las cosas, debe quedar claro que a mí me parece que una de las opciones para deshacernos del gobierno (el comunismo puro) sí es posible. Así lo creo; y como soy inherentemente optimista me parece que la humanidad se encaminará hacia esa dirección eventualmente. También creo que no me va a tocar verlo; y probablemente tampoco a mis hijos ni a mis nietos, pero sí creo que si la humanidad no se autodestruye ese será nuestro futuro.

Como sea, son sueños guajiros en este momento; ahora necesitamos un gobierno, que defienda la propiedad privada y que evite que las reglas del mercado se apliquen a lo bestia, porque eso siempre conduce al desastre. Y por cierto, nada más existen ese tipo de gobiernos en la actualidad, no importa cómo se autodenominen. En todos los países del mundo existe el concepto de propiedad (al menos para ciertos sectores) que el gobierno correspondiente protege (con distintos grados de éxito); y en todos los países del mundo el gobierno correspondiente trata de influir (con distintos grados de éxito) las leyes de la oferta y la demanda locales (con los habitantes del país) y globales (con los países con los que comercie). No hay países comunistas (por más que China quiera decir que lo son) ni reyes feudales (aunque Arabia Saudita se acerque).

Desde un punto de vista económico y de aplicación e intención de la ley, todos los países del mundo hacen lo mismo; favorecen a ciertos sectores más que a otros al momento de proteger su propiedad privada; e influyen más o menos en sus economías para restringir la ley de la oferta y la demanda.

Hay mucho más que puede (o no) hacer un gobierno, por supuesto; puede permitir o no a su población (o a ciertos sectores de su población) expresarse; puede hacerle caso o no a esas expresiones; puede permitir que todos o sólo ciertos sectores participen en la toma de decisiones; puede permitir o no que todo mundo pueda ser parte del gobierno; etcétera. Eso es lo que diferencia a los distintos gobiernos en el mundo, realmente; qué tanta “libertad” (entre comillas, por supuesto) tienen sus habitantes (incluyendo la libertad de ser parte del gobierno) y qué tan “libre” es el mercado.

Estas dos “libertades” no son completamente dependientes una de otra, pero tampoco son completamente independientes; los Estados Unidos y Sudáfrica eran economías de libre mercado mientras discriminaban genocidamente a sus poblaciones negras, pero esta discriminación resultaba en influir en el libre mercado (si no puedo servirle comida a negros, estoy perdiendo clientes). De la misma manera, no importa mucho que los ciudadanos sean “libres” si el mercado es a su vez tan “libre” que esto resulta en que una proporción desmedida de la población no pueda satisfacer sus necesidades básicas, por lo que esos ciudadanos no pueden ejercer su “libertad” dado que ni siquiera pueden subsistir. Lo cual (por cierto) a su vez afecta al mercado porque son miembros de la población que efectivamente no participan en la economía del país.

Entonces como necesitamos un gobierno, justamente lo que tiene que discutirse es qué tanta “libertad” tienen los gobernados correspondientes y qué tanta “libertad” tienen los mercados. He estado poniendo “libertad” entre comillas porque es un término cargado; en principio todo mundo pensaría que la mayor “libertad” para todo mundo es lo mejor, pero esto no es cierto. Nadie tiene la “libertad” de no pagar impuestos, porque es como el gobierno (que como argumento es necesario) puede proteger a sus habitantes más desprotegidos (idealmente para eso es que queremos un gobierno); nadie tiene la “libertad” de no vacunar a sus hijos bajo la idea pendeja de que las vacunas son “malas”, porque eso afecta la inmunidad social de toda la población; nadie tiene la libertad de negarle un producto o servicio a alguien por su raza u orientación sexual, porque esto afecta la libertad del potencial cliente. Y lo mismo pasa con el mercado; ninguna empresa farmacéutica tiene la “libertad” de vender “medicinas” que no funcionen (o peor: que perjudiquen) bajo falsas promesas; ninguna empresa tiene la “libertad” de pagar tan poco como acepten los empleados, porque esto causaría (siempre) que los salarios (que de por sí en México son malos) fueran inhumanos; ninguna empresa tiene la “libertad” de contratar niños como empleados de tiempo completo, porque son de los sectores más desprotegidos y tenemos (como sociedad) que hacer absolutamente todo lo que esté en nuestras manos para protegerlos; ninguna empresa tiene la “libertad” de nada más contratar hombres bajo la idea de que las mujeres producen menos dado que pueden embarazarse, porque si no interviene el Estado entonces la igualdad de género sencillamente nunca va a ocurrir.

(Sin duda alguna varias cosas de las que acabo de mencionar muchas personas estarán en contra de ellas; sin embargo no las voy a discutir aquí: borraré todo comentario que trate de iniciar una discusión al respecto. Esta entrada en la serie es únicamente acerca de la necesidad de tener un gobierno, sólo permitiré comentarios de ese tema.)

Como necesitamos (y sí, necesitamos, lo queramos o no) un gobierno, hay que discutir este equilibrio entre la “libertad” individual de cada ciudadano y la “libertad” de los mercados que dicho gobierno permitirá (y sí, lo permite en el sentido de no utilizar la fuerza del Estado para contenerla/reprimirla/forzarla). Y todo esto es relativamente flexible; un gobierno puede aumentar o disminuir las libertades de los ciudadanos (por ejemplo, prohibir fumar en espacios públicos o cobrar un impuesto especial en bebidas alcohólicas) o la de las empresas del mercado (por ejemplo prohibir salarios menores al mínimo o disminuir impuestos para impulsar el desarrollo de nuevas tecnologías). Además, es ortogonal (hasta cierto punto) de cómo participa la ciudadanía en el gobierno (si es que éste lo permite en primer lugar).

De esto último es de lo que hablaré en la siguiente entrada; cómo funciona (o no) en México la participación ciudadana en el gobierno, qué otras opciones están disponibles y si tiene sentido intentarlas en este momento. La discusión de qué tanto debe intervenir el Estado en la economía lo dejaré para más adelante.

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God of War: Ghost of Sparta

Una semana después de obtener mi platino en God of War: Chains of Olympus, obtuve el de God of War: Ghost of Sparta. Es divertido destazar mostros míticos. El juego era el segundo en God of War: Origins Collection, también un porte del PSP.

God of War: Origins Collection

God of War: Origins Collection

Laudeado como probablemente el mejor juego para el PlayStation Portable, Ghost of Sparta se defiende bastante bien en el PlayStation 3. La historia (de nuevo) son la bola de mamadas de siempre, pero es ligeramente más interesante al relatar como Kratos trata de rescatar a su hermano Deimos de… algo malo, probablemente. No importa mucho, uno destaza mostros míticos.

Jugar un juego de GoW para mí se ha vuelto medio costumbre; he obtenido el platino de 7 juegos en la serie… básicamente, todos los que tienen platino, incluyendo dos veces God of War III (una vez en el PS3 y otra en el PS4). Probablemente compre nuevo el juego que saldrá este año, aunque dudo comprar la edición especial.

Como sea, acabé muy contento con Chains of Olympus y al siguiente fin de semana me eché Gost of Sparta en 19 horas y 32 minutos (yéndome a dormir a la mitad, por cierto). A la fecha, es el juego (con platino) que menos tiempo me ha llevado completar.

Y es lo mismo de siempre, en resumen; si les gustan los juegos de GoW, les va a gustar Ghost of Sparta. A mí me gustó mucho (tanto que lo acabé en menos de 24 horas), pero no tiene nada particularmente memorable.

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2018: Introducción

Mis dos o tres lectores regulares habrán notado que incrementé el ritmo con el que publico entradas. Aunque inicialmente sólo para poder reseñar las películas que me faltaban (y sí quiero terminar, algún día, con mis platinos en PlayStation), existe otra razón para el cambio.

Este año tenemos elecciones presidenciales y me parece que debo volver a escribir sobre política. Sin embargo, no me interesa tanto decir por quién voy a votar (va a ser por el Peje) ni explicar las razones que tengo para hacerlo (básicamente que, desde mi punto de vista, es la única opción con probabilidades razonables de mejorar las cosas en el país). Para eso, mi página de hace doce años en general se mantiene (reemplacen PRD con Morena).

Pero no es sólo que no quiero repetirme en esos argumentos; también estoy convencido de que, al menos en este próximo sexenio, las cosas no van a cambiar radicalmente. Gane quien gane, las cosas pueden mejorar o empeorar, y en ambos casos será por una fracción perceptible pero no apabullante; en otras palabras, el país no se va a caer por un precipicio ni tampoco se van a solucionar todos nuestros problemas. Repito, gane quien gane.

Con esto no quiero decir que las elecciones de este año no importan; todo lo contrario, importan más que nunca… que paradójicamente es la situación normal en una democracia, incluso una tan dañada como la mexicana.

Justamente de eso quiero escribir; lo que entiendo yo acerca de la democracia mexicana, sus razones de ser, mis motivos para defenderla y mi deseo de mejorarla. Que por supuesto está relacionado con los gobernantes nacionales a todos los niveles, pero que es (al menos en principio) ortogonal a los partidos a los que pertenecen. O en otras palabras; gane quien gane este año la presidencia por supuesto que importará para la vida democrática nacional a qué partido o coalición pertenezca, pero una vez inaugurado será el presidente (o la presidenta) de todos los mexicanos, le guste o no a quien sea. Y lo equivalente con todos los niveles de gobierno; el próximo jefe o jefa de gobierno gobernará sobre todos los habitantes de la Ciudad De México, le guste o no a quien sea, etc.

También me interesa tener una discusión inteligente al respecto con personas que discrepen con mi punto de vista; pero no me interesa entrar en una guerra de insultos. Mi vida se ha vuelto mucho más complicada en estos dos últimos sexenios como para estar perdiendo tiempo con gente idiota. Así que cualquier comentario que yo no califique de inteligente será sencillamente eliminado; no tengo ni interés ni tiempo para lidiar con gente pendeja.

Si alguien cuestiona de manera civil y racional mis puntos de vista con gusto entraré a la discusión; pero al primer momento en que quieran degenerarlo en gritos, insultos generales o ataques personales se acabó, sencillamente borraré el comentario (les recuerdo que modero todos y cada uno de los comentarios que aparecen en mi blog). De la misma manera, cualquier comentario del estilo de “muy bien dicho” o “completamente de acuerdo” sin contribuir sustancialmente a la discusión lo voy a eliminar; es únicamente ruido.

Y lo que pasa es que justamente tiene que cambiar la discusión a largo plazo en el país acerca del papel del gobierno en la vida nacional (básicamente qué tanto interviene) y el papel de la ciudadanía en la política local y nacional (básicamente también qué tanto interviene). Y toda esta discusión es (al menos en principio) independiente de quién en particular sea presidente, jefe de gobierno, senador o diputado. Además de que hay que discutir, de manera pragmática, qué se va a hacer con los temas de delincuencia y corrupción (que van juntos con pegado).

En los próximos meses y semanas estaré escribiendo entradas en esta serie, y la mayor parte de ellas serán aplicables a cualquier elección en este país, no nada más la de este año. Eventualmente, supongo, entraré a detalle con los participantes de este ciclo; pero de verdad no es en lo que me quiero enfocar. Me quiero enfocar en discutir lo que queremos para la vida democrática del país, comenzando (aunque parezca obvio para muchos) por qué en primer lugar queremos una democracia, o incluso un gobierno.

Nada más como advertencia preliminar: me considero alguien razonablemente inteligente, bastante cultivado y sin duda altamente educado (tengo un doctorado, al fin y al cabo). Nada de eso me califica en lo más mínimo como experto para hablar de política, temas sociales o economía, pero justamente de eso es de lo que voy a estar hablando en estas entradas. Mi opinión es únicamente como ciudadano mexicano y sin duda alguna diré cosas erróneas (principalmente por omisión); apreciaré cualquier corrección en los hechos que afirme, pero si está abierto a interpretación entonces necesitaré una argumentación (sin faltar al respeto, por favor) de por qué lo que digo está mal.

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God of War: Chains of Olympus

Dos meses después de mi platino en Guitar Hero Metallica, obtuve mi platino en God of War: Chains of Olympus, un juego originalmente para el PlayStation Portable que sacaron (junto con God of War: Ghost of Sparta) en una colección llamada God of War: Origins Collection.

God of War: Origins Collection

God of War: Origins Collection

Este juego lo jugué a inicios de 2015; de hecho en dos días de inicios de 2015. Me llevó menos de 26 horas obtener todos los trofeos. Y esto fue unos tres años después de obtener mi trofeo en God of War III; como comenté en su momento, acabé un poco hasta la madre de Kratos y me llevó 3 años volver a la franquicia.

Me hizo bien la pausa; disfruté mucho este juego y la ira desquiciada de Kratos.

El juego es muy corto (como digo, menos de 26 horas en acabarlo) y esto es entre otras cosas porque es un porte del PSP al PlayStation 3. Como sea se siente como un juego de GoW, con una historia medio simplona, que ocurre cronológicamente antes del primer juego.

Por lo demás, son las mismas pendejadas de Kratos destazando cualquier cosa que se le ponga enfrente. Es muy divertido.

Durante un tiempo este juego fue el que tuvo mi récord de haberlo terminado más rápido; ocho días exactamente. Al siguiente fin de semana me eché el otro juego de GoW que venía en el mismo disco y de hecho ese es el que mantiene el récord actualmente, al menos de juegos que tengan trofeo de platino.

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Más grandote

Empecé este blog en 2005, cuando la resolución de los monitores todavía andaba por 1024×768 o 1280×1024. Esto resultó en que al momento de decidir el tamaño “estándar” de las miniaturas para imágenes en mis entradas, elegí 300 pixeles. Y de hecho al mero inicio era más pequeño, pero rápidamente lo subí a 300.

Esto se ve ligeramente ridículo en un monitor FullHD, que es el estándar ahora y de hecho quedando rebasado por 4K y nuevas tecnologías. Más grave (je) al ligar las entradas en Google Plus, las miniaturas son tan pequeñas que Google sólo agarra un pedacito de ellas y las pone como si fueran avatares.

Así que decidí aumentar el tamaño de mis miniaturas a 497 pixeles, porque es un ancho que queda perfecto en Google Plus, básicamente. Ahora, esto no es nada más decir que se muestren las imágenes a ese ancho, porque las miniaturas de hecho existen. Con esto quiero decir que está la imagen original y además está la miniatura que es lo que por omisión se baja junto con la página del blog. Como las miniaturas son más pequeñas que las imágenes originales (de ahí su nombre), esto hace que el blog se cargue más rápido; aunque la verdad el ancho de banda actual probablemente permitiría transmitir la imagen original sin problemas.

Como sea; cambiar el tamaño de mis miniaturas implicó tener que generarlas todas de nuevo, con el agravante de que un montón de las imágenes originales tenían un ancho menor que 497. Esto significó salir a cazar con una lanza versiones de las imágenes con mejor resolución, o de plano aumentar el tamaño de la imagen original (y que se vea toda pixeleada).

No tengo tantas imágenes en los trece años del blog (poco más de mil) y de esas sólo como 150 tuve que adaptarlas; y de esas 150 la mayor parte eran pósters de películas, así que en general fue fácil conseguir versiones con mejor resolución. Pero el resto fue una joda.

Me llevó unas cuantas horas, y estuvo divertido ver las pendejadas que estaba escribiendo hace años. Pero preferiría no tener que volver a hacer esto pronto.

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Cardcaptor Sakura: Clear Card

Como he comentado desde hace algunas entradas, no “veo” programas de televisión en este momento porque las series de televisión modernas (o al menos las que yo veo) salen de golpe o duran unas cuantas semanas, contrario a nueve meses como cuando era joven.

Casualmente hace unos días una amiga me hizo notar que, 17 años después de que la serie original terminara, acababa de empezar una nueva temporada de Cardcaptor Sakura. Con el mismo elenco del siglo pasado.

Inicialmente creí que sería una nueva serie que continuaba la original, pero no; es una nueva temporada. Incluso así sale en The TVDB. La música es nueva, pero eso es lo común en los animés; la música es distinta para cada temporada. La estructura de la serie es idéntica a la de hace casi 20 años, incluyendo las pausas antes de comerciales que los niños de hoy en día ni siquiera saben qué son y el pequeño segmento de Kero al final del episodio.

Yo estoy encantado; la nueva temporada ocurre dos años después del final de la anterior, así que los niños tienen ahora doce años y acaban de entrar a secundaria. Supongo que habría que comenzar a decirles jóvenes.

La historia comienza con Syaoran regresando a Tomoeda después de haber terminado sus “asuntos” en Hong Kong y reuniéndose con Sakura. Eso está padre, son “oficialmente” novios y nada más se ven se abrazan. De hecho se abrazan todo el tiempo y andan de la mano, lo que es novedoso; en las temporadas anteriores se habían abrazado como tres veces en total.

Sakura y Syaoran

Sakura y Syaoran

Eso me da esperanza en que ese tierno romance de hecho evolucione; me encantaría ver su primer beso. Claro que como estamos hablando de animé aquí, igual y no se detienen ahí; pero espero se contengan. Besos y manita sudada a los 12 años están bien, no creo estar listo para verlos hacer nada más.

La historia mágica es, de nuevo, andar convirtiendo las Sakura Cards, ahora a Clear Cards, por razones; pero la verdad nunca ha sido lo más importante de la serie, aunque espero que se inventen algo un poco más emocionante que lo que normalmente han hecho.

También he notado (en el prólogo y los dos capítulos que han salido) que yo sí he cambiado en este siglo. Algunas cosas que no me molestaban o que incluso encontraba entrañables hace quince años ahora las encuentro un poco de hueva.

Por ejemplo, cuando está el grupo de niñas juntas (ahora acompañadas por Syaoran y Takashi), todos son desesperantemente educados y propios. Ya son adolescentes por el amor de dios, generen algo de conflicto.

Otra; Kero sigue jugando a hacerse el muñeco de peluche cada vez que Toya está presente, pero Toya sabe que Yukito es Yue (dado que le salvó la vida) y que Sakura tiene aventuras mágicas que él ya no puede intuir (porque sacrificó su magia para salvarle la vida a Yukito). Todo el numerito de esconderse del hermano mayor no lo encuentro ni tierno ni particularmente entretenido.

Además hubo un ligero retcon; al parecer la segunda película (y por lo que sabemos la primera también) no ocurrieron. El prólogo es básicamente un recuento del último capítulo de la serie original y el inicio de la nueva temporada comienza con Sakura y Syaoran reuniéndose (al parecer) por primera vez, como si no hubiera pasado nada en medio.

Nada de eso es terriblemente importante, sólo me encantaron las evoluciones que introdujeron a la serie y me hubiera gustado ver más. Los personajes siguen estando magistralmente definidos y siendo entrañables; la animación es una modernización de la de hace casi veinte años, o sea excelente; la música es un montón de cancioncitas J-pop pegajosas; y todo es bonito y tierno y tenuemente emocionante.

Y el porcentaje de romance como que se triplicó, así que yo estoy encantado.

Como sea, me queda claro que es extraño que un profesor universitario de 40 años le guste una caricatura japonesa dirigida a niñas de doce años (y estoy siendo muy generoso conmigo mismo), así que no necesariamente la recomiendo. Pero sí la recomiendo completamente; es adorable.

Y yo ya tengo algo que ver de manera cotidiana durante los próximos meses.

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Guitar Hero Metallica

Después de mi trofeo de platino en Dead Space 3, obtuve el de Guitar Hero Metallica unos tres meses después.

Guitar Hero Metallica

Guitar Hero Metallica

Rock Band 2 y The Beatles: Rock Band fueros juegos que yo compré con gusto. Guitar Hero Metallica de hecho no lo compré originalmente; mi hermano lo tiene y un día lo puso en mi PS3. Eso registró los trofeos y de hecho ganamos uno al jugar (el de jugar como guitarrista, sin muchas sorpresas), por lo tanto cuando comencé a completar mis trofeos, me vi obligado a completar el de GHM.

No quiero decir que no me guste Guitar Hero Metallica; sólo sí prefiero Rock Band y nunca he sido particularmente fan de Metallica.

Encima de eso, no es tan fácil obtener el platino en este juego incluso con mi bot; tiene varios trofeos que requieren de los cuatro instrumentos al mismo tiempo, e incluso uno que requiere ocho instrumentos (dos bandas de cuatro integrantes cada una). Fueron meses de estarme coordinando con otros jugadores de todo el mundo para poder sacar todos los trofeos.

Para acabarla de amolar uno de los trofeos requiere la batería original del juego, porque no pude emular con mi bot las instrucciones para enviar un taquetazo fuerte. El paquete de información que el dispositivo HID envía es una cadena de bytes bastante sencilla y eso sí puedo hacerlo; pero algo debí omitir algo en la negociación que realiza el dispositivo con el PS3 al conectarse, probablemente la parte donde justo le dice qué cosas puede hacer (como especificar dónde va en la cadena de bytes la información correspondiente a la intensidad del taquetazo).

Y justo si hubiera tenido la batería hubiera podido emularlo… pero quería emularlo porque no tenía la batería.

Total que por ese entonces regresé a trabajar al INE, estaba ganando bien y me dije “fuck it” y compré la batería. Por un estúpido trofeo. En mi defensa salió barata porque ya tenía mucho tiempo de que hubiera salido el juego y además estaba en oferta.

Guitar Hero Metallica es el juego que más tiempo me llevó completar, 5 años y 6 meses: su primer trofeo lo obtuve en abril de 2009 y el último en noviembre de 2015.

Como suelen ser todos los juegos musicales, es brutal con trofeos, incluso con mi bot. Éste fue el último de mis tres juegos musicales que orginalmente tenía y que usé mi bot para completarlo; He comprado más, pero no tantos y definitivamente prefiero los de Rock Band.

De todas formas está divertido tener uno con una mayoría de rolas de Metallica y ciertamente fue interesante modificar mis programas para leer los archivos de Guitar Hero, porque no usan MIDI.

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Travelers

Como comentaba hace un par de entradas, ya casi no veo televisión. Pero este año nuevo mi hermano me recomendó ver Travelers (es original de Netflix) y quedé prendido desde el primer episodio.

Travelers

Travelers

La serie gira en torno a cinco personas que justo antes de morir en el “registro histórico”, sus consciencias son reemplazadas por las de cinco viajeros (los famosos travelers) del futuro. Queda claro rápidamente que el reemplazo de consciencia es equivalente a asesinar al ser humano “original”, el dueño del cuerpo huésped donde se recibe la consciencia del viajero del futuro. La justificación ética es que el huésped iba a morir de cualquier manera; los viajeros sólo aprovechan eso para continuar la vida del huésped y tratar de evitar el futuro horrible del que vienen, aunque esto tal vez resulte en que nunca existan en primer lugar.

La premisa de la serie es fascinante, en particular porque resulta que los viajeros en el tiempo en nuestra época no son nada más los cinco protagonistas; son miles, de los cuales nuestros cinco protagonistas son sólo un equipo que se comporta en los hechos como una célula terrorista. Toda la labor de las distintas células es coordinada por un enigmático director, que cerca del final de la primera temporada resulta que es una inteligencia artificial que se ejecuta sobre una súper computadora cuántica en el futuro. Y se nota que es una computadora porque es implacable; los viajeros cometen un montón de actos éticamente reprobables y permiten que ocurran desgracias de las que saben por el “registro histórico”, todo bajo la suposición que el director sabe lo que hace y que su Gran Plan evitará que el futuro de donde vienen ocurra.

Hay bastante acción muy emocionante y harto drama porque los viajeros deben continuar la vida de sus huéspedes, así que se convierten en esposos, hijos y padres de completos extraños con los cuales tienen que comenzar a llevar relaciones bastante íntimas. Además la serie es increíblemente respetuosa de la ciencia en general y de las ciencias de la computación en particular; creo que nunca había visto una serie que tratara asuntos de computación de manera tan real y respetuosa (dentro de lo que cabe). Y en el futuro los programadores son los que llevan el mando, lo cual por supuesto me encanta.

Todo lo anterior bastaría para que me hubiera prendado de la serie, pero encima de todo eso, la misma cuenta con MacKenzie Porter.

MacKenzie Porter

MacKenzie Porter

MacKenzie Porter es bellísima, por supuesto; pero además es muy buena actriz. Por el detalle de la transmisión de consciencias y de vicisitudes en la trama, su huésped termina actuando con unas cuatro personalidades distintas, y la chava es muy buena en hacerlas realmente diferentes y reconocibles (una de ellas es, como lo dice otro de los personajes, a little bitchy blonde). Yo estoy perdidamente enamorado de ella, y prontamente comenzaré a escribirle extensas cartas donde explico a gran detalle por qué debería casarse conmigo.

But wait, there’s more! Además de todo lo anterior, la serie tiene un montón de romance. Y romance bien hecho con personajes entrañables que uno de verdad quiere que se puedan frotar sus partes íntimas en paz. Y de hecho el mejor romance de toda la serie justamente involucra al personaje de MacKenzie Porter.

MacKenzie Porter

MacKenzie Porter

El antepenúltimo capítulo de la segunda temporada es la cosa más romántica que he visto en muchísimo tiempo, y en gran medida sigo la serie porque quiero ver a dónde puede llegar ese romance entre una viajera del futuro y el personaje masculino más entrañable en la historia del mundo mundial, interpretado por Patrick Gilmore.

Patrick Gilmore

Patrick Gilmore

Al inicio de la serie me enamoré de MacKenzie Porter, pero creo que de hecho ahorita estoy más enamorado de Patrick Gilmore, porque interpreta al hombre más amable, gentil, generoso y simpático del universo. E increíblemente torpe; generalmente el personaje de MacKenzie Porter tiene que estar salvando su pobre trasero todo el tiempo.

La serie tiene de todo: acción, intriga (hay varias facciones del futuro luchando entre sí en el presente), drama, ciencia, romance y un humor bastante bueno para una historia que es seria la mayor parte del tiempo. Y debe costar como trece dólares hacer cada episodio; los efectos especiales son casi inexistentes y todo lo filman en Vancouver sin especificar nunca dónde transcurre la serie. Así que espero dure bastante.

Si tienen Netflix, se las recomiendo ampliamente. La única bronca es que ya vi las únicas dos temporadas y aunque es casi seguro que hagan una tercera (al parecer está teniendo bastante éxito), la misma no estaría disponible hasta finales de este año en el mejor de los casos. Así que una vez más, es como si no estuviera viendo nada en televisión en este momento.

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Dead Space 3

Un mes después de mi platino en The Beatles: Rock Band, obtuve el platino de Dead Space 3.

Dead Space 3

Dead Space 3

He visto una cosa muy común en videojuegos; un videojuego muy exitoso saca una secuela que no es mala, pero que definitivamente no se compara con la entrega anterior, y la crítica hace pedazos a la secuela como si sólo hubiera que criticarla en relación al juego anterior, no por sus propios méritos.

Dead Space 3 es un buen juego; nada más no es tan bueno como Dead Space o Dead Space 2.

Isaac Clarke se encuentra una vez más perseguido por necromorfos, ahora en un planeta congelado al que él llega para rescatar a Ellie, su novia del juego anterior. La historia a estas alturas del partido ya no tiene mucho sentido, pero a mí eso no me molestó mucho; el juego sigue consistiendo en usar herramientas para desmorir necromorfos y hay varias escenas de acción espectaculares.

Disfruté mucho este juego, pero sí tuvo la mala suerte de ser la secuela a dos juegos mucho mejores. Como sea está divertido y no es terriblemente complicado en trofeos; ciertamente no tiene un trofeo similar al de la entrega anterior donde sólo se podía salvar 3 veces.

Como suele ocurrir con muchas terceras partes que no les van muy bien, éste juego al parecer será lo último que sabremos de Isaac Clarke y de la infección de necromorfos que por fin llega al planeta Tierra. El juego de hecho termina con Isaac sacrificándose para salvar a Ellie, pero el único DLC lo revive (de alguna manera) y lo lleva de regreso a la Tierra, donde él y su compañero encuentran al planeta atacado por los alienígenas responsables de todo lo que ha ocurrido.

Hubiera sido entretenido averiguar qué pasaba, pero no se ve que vaya a ocurrir, y la verdad tal vez es para bien; el último juego es disfrutable, pero ya era un poco patear el cadáver de un caballo hacía ya tiempo muerto. Por si eso no fuera poco, EA (Electronic “It’s in the Game” Arts) decidió cerrar el estudio responsable de la serie, Visceral Games, este año, así que eso fue como el último clavo en el cofre de Dead Space.

Como sea es de las series de ciencia ficción de horror más divertidas que he jugado y espero que algo igual de novedoso ocupe su lugar. Siempre habrá lugar en el espacio muerto para historias de ciencia ficción con mostros.

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Future Man

Durante muchos años la televisión fue una parte muy importante de mi vida. Cuando era niño me sabía la programación del canal 5 de memoria; sabía qué tan tarde era por lo que estuvieran pasando en la tele (que yo probablemente estaba viendo).

Esto disminuyó en la universidad y cuando me mudé a mi departamento no tenía una buena recepción de la señal aérea (de hecho todavía no tengo) y no contraté ningún servicio de televisión de paga, así que sólo veía cosas que bajaba de la red.

En algún momento volví a ver mucha televisión, nada más ahora pirateada (generalmente con torrents) de la red. Veía cerca de una docena de programas, y como mi TOC no me permite ser de otra manera, quiere decir que en verdad veía una docena de programas, en el sentido de que no me perdía un solo episodio.

Hace unos pocos años esto comenzó a dejar de ser cierto, hasta este momento en mi vida donde básicamente sólo veo Rick & Morty y Game of Thrones. También veo Stranger Things y The Ranch en Netflix, pero como salen de golpe todos los episodios de una temporada, ya no tiene la regularidad que tenía ver programas de televisión cuando era más joven. Ya no es un ritual ciertos días de la semana llegar a ver un programa, ya sea en la tele o que bajé de Internet. Llevo más de una temporada de The Big Bang Theory que no veo uno de sus episodios.

Tengo dos cuentas de Netflix, por razones, pero la verdad no lo utilizo tanto, ciertamente no con series de televisión. Veo especiales de comedia y películas, pero series es más raro, excepto las que mencioné arriba. Veo mucho más contenido de YouTube (de política, tecnología, videojuegos y cine) que de Netflix. Y lo que me pasa en Netflix es que me angustio al ver la abrumadora cantidad de opciones disponibles. Me ha pasado varias veces que transcurren dos horas revisando lo que puedo ver, antes de llegar a la conclusión de que ya agoté el tiempo que tenía para ver algo en la tele e irme a dormir.

Tiene que ocurrir una serie de circuntancias medio aleatorias para que yo comience a ver una serie, pero una de ellas es que me tiene que gustar de inmediato; si se tarda un poco en ponerse entretenida o interesante, sencillamente dejo de verla (y de por sí hay que pelar un pollo para que algo en primer lugar llame mi atención).

Como sea; no sé cómo es que me enteré de Future Man, porque además de todo está en Hulu, no en Netflix. Pero es una seria que produce Seth Rogen y que protagoniza Josh Hutcherson; y como los dos me caen muy bien comencé a verla. Y a los cinco minutos ya me estaba botando de la risa.

Future Man

Future Man

La historia es un homenaje y parodia (al mismo tiempo) de un montón de películas de ciencia ficción. Josh Futturman es un empleado de limpieza en una compañía que hace estudios para curar el herpes (inserten 18,000 chistes de enfermedades de transmisión sexual), que vive con sus papás y que juega videojuegos. En particular lleva meses atorado en un juego que nadie ha podido terminar en todo el mundo, hasta que una noche por fin lo consigue.

Unos momentos después de que le gana al juego, dos viajeros del futuro (Tiger y Wolf) llegan a explicarle que el juego era una forma de encontrar al “salvador” que les permitirá evitar que ocurra el futuro distópico del que ellos vienen. Josh inmediatamente les hace ver que es la trama tanto de The Last Starfighter como de Terminator.

La serie es hilarante, con homenajes y parodias a esas dos películas, a Back to the Future, a casi toda la labor de James Cameron (y al mismo James Cameron), y con las inevitables referencias a los setentas, ochentas y noventas que una serie con viajes en el tiempo tenía que ofrecer. No se toma terriblemente en serio, pero está muy bien escrita y los chistes me parecen a mí muy divertidos, si bien el particular sentido del humor de Seth Rogen permea todo el asunto y yo sé que eso no le gusta a todo mundo.

(Je, boobies).

Aunque a veces sí puede pasarse de vulgar e infantil, la serie es muy honesta (desde los primeros cinco minutos) acerca de su estilo. Para mí es de verdad hilarante, y haciendo un homenaje del tipo de películas de ciencia ficción con las que yo crecí. Además los tres protagonistas principales son muy buenos y sus personajes (a su manera) entrañables, así que yo sí les recomiendo que si pueden le echen un ojo.

Vi la primera temporada durante las vacaciones y justo acaban de anunciar que harán una segunda; pero como saldrá dentro de meses (si no es que el año que viene), Game of Thrones hasta el 2019 y Rick & Morty hasta quién sabe cuándo, pues en los hechos de nuevo es como si no estuviera viendo nada en la tele.

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The Beatles: Rock Band

Después de mi trofeo de platino en Rock Band 2, obtuve (también con ayuda de mi bot) el de The Beatles: Rock Band.

The Beatles: Rock Band

The Beatles: Rock Band

Para mí The Beatles: Rock Band es el pináculo de los juegos musicales con instrumentos con teclas de plástico, pero la verdad no es tanto por el juego sino por la música de los Beatles. Preordené el juego (con instrumentos) para mi hermano y ha sido de los juegos musicales que más he jugado.

Por lo demás, es un juego de Rock Band. Con la música de los Beatles.

En trofeos es todavía más brutal que Rock Band 2, porque incluye ejercicios de batería que, de nuevo, si alguien los puede pasar todos tal vez debería dejar de estar perdiendo tiempo con videojuegos y comenzar a ensayar en una batería de verdad.

Fue después de este juego que yo percibí que los juegos musicales estaban pasando de moda, y me parece que nunca se recuperaron. Incluso con Rock Band 4 (que tengo para mi PS4) y Guitar Hero Live, el género sencillamente ha dejado atrás sus mejores días, y me parece que así será por varios años más.

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Jumanji: En la Selva

Un día antes de que acabara el año 2017 fui a ver Jumanji: Welcome to the Jungle.

Se aplican.

Jumanji: Welcome to the Jungle

Jumanji: Welcome to the Jungle

Ya no quería ir al cine después de ver Coco, pero me percaté de que expirarían todos los puntos de mi credencial Cinépolis y fui básicamente a gastármelos en un bagui de jamón serrano, que estuvo bastante rico.

Y la película me encantó.

A mí siempre me ha caído bien Dwayne Johnson, pero esta es tal vez la actuación más entrañable que le he visto, o a lo mejor nada más me parezca a mí así porque aunque sigue siendo un gorila de doscientos kilos de músculo, sí parece actuar como un nerd y gamer. Karen Gillan es bellísima y es espectacular como la chava increíblemente hermosa que no se da cuenta de que es increíblemente hermosa. Kevin Hart es muy cagado, como siempre. Y Jack Black vuelve a estar en una película que me guste, que ya tenía rato que no ocurría.

La verdad no esperaba menos del elenco; lo sorprendente es que los cuatro chavillos originales también son bastante buenos, y la película se toma el esfuerzo de establecerlos propiamente y darles más personalidad que una caja de pañuelos.

La película no es una joya de la cinematografía, y no intenta serlo; sólo trata de ser divertida y razonablemente emocionante, trata con respecto a sus personajes y a la historia de la primera película, y me parece que eso es más que suficiente. Además es hilarante en varias partes y tiene incontables referencias a videojuegos y algo de romance adolescente; yo no pido mucho más que eso.

Así que vayan y véanla; la disfruté mucho más que Star Wars, y no debo ser el único porque la destronó como primer lugar de la taquilla.

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Rock Band 2

Después de obtener mi trofeo de platino en Batman: Arkham City, obtuve el platino en Rock Band 2.

Rock Band 2

Rock Band 2

Ya he platicado los detalles técnicos de cómo obtuve los trofeos de Rock Band 2 en mi serie de Rock Band Tools. Es de las cosas más divertidas que he hecho con computadoras en mi vida.

El juego es la secuela de Rock Band, supongo que a estas alturas ya nadie necesita que se le explique de qué consiste. En particular, la selección musical está entretenida y sigue siendo muy divertido estar aporreando teclas de plástico y creyendo uno que es un rock star aunque no podamos tocar ni la puerta.

En trofeos es brutal; incluso con teclas de plástico, pero he leído de bateristas profesionales que si alguien es capaz de sacar estrellas doradas en todas las rolas de Rock Band 2 con la batería, que probablemente esté listo para intentar una batería de verdad.

Por lo que no me arrepiento de haber escrito mi bot que tocara por mí.

Mis juegos musicales son de los pocos que juego nada más por placer, aunque ya haya sacado todos sus trofeos con ayuda de mi bot. Me siguen pareciendo increíblemente entretenidos, y me entristece un poco que hayan pasado de moda. Aunque hay otros juegos musicales (no necesariamente con instrumentos) que me gustaría probar, como los de la serie Hatsune Miku: Project DIVA, sólo que siguen siendo escandalosamente caros aunque hayan salido hace años. Nada más bajen un poco de precio yo los voy a jugar.

Y quiero ver si puedo adaptar mi bot a ellos.

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Coco

Normalmente después de haber visto la última película de Star Wars habría ido al cine para verla de nuevo. Pero como comenté en mi reseña de la misma, eso no va a ocurrir.

Así que en su lugar a finales de diciembre fui a ver Coco. Se aplican las de siempre.

Coco

Coco

No quería ver esta película. Por principio me suele caer mal la imagen que tienen los gringos de México y los mexicanos, y me parecía que la película sólo era una caricatura de México para atraer al público mexicanogringo a las taquillas y como carnada para premios de la Academia.

Luego comenzaron las reseñas y varios amigos me comenzaron a decir que estaba bien bonita y que era respetuosa y que al final todos llorábamos. “Ridículos” me dije yo, pero como Star Wars resultó ser terriblemente decepcionante para mí, por fin fui a verla.

Pasaron unos quince segundos antes de que estuviera berreando como niña chiquita. De hecho, me pasé casi toda la película berreando como niña chiquita.

No estoy de acuerdo en que los gringos necesariamente entiendan a México y nuestra cultura (explico más adelante); pero reconozco que la película al menos intenta ser respetuosa de ambos. Independientemente de eso, la película es un excelente regreso a las mejores épocas de Pixar, con extraordinaria animación, una música excelente y una historia que me hizo llorar como niña chiquita básicamente todo el tiempo.

Me encantó la película, pero no puedo dejar de mencionar algo que me parece no mucha gente ha dicho. Nada más sí quiero dejar claro que la película me gustó mucho y yo sí la recomiendo.

De las cosas que más me gustaron de la película es que Miguel es, de manera natural y obvia, sin duda alguna mexicano. Y obviamente no me refiero a la definición legalera, me refiero justamente a la serie de características que nos definen a casi todos los mexicanos como mexicanos y que de hecho es terriblemente difícil de definir precisamente en qué consisten.

Y el pueblo donde vive Miguel lo mismo, es un pueblo mexicano. Hay como quince millones formas distintas que toman los pueblos mexicanos: un pueblo en Chiapas es completamente distinto a un pueblo en Sonora. Pero uno nada más tiene que ver a cualquiera de los dos y decir: “sí, claro, es un pueblo mexicano”. El pueblo de Miguel (Santa Cecilia) cumple esto.

Así que estamos hablando de una película donde muestran a un niño indiscutiblemente mexicano viviendo en un pueblo indiscutiblemente mexicano… y que ninguno de los dos tienen nada que ver conmigo, y me parece con una proporción enorme de la población mexicana.

En primer lugar está la cuestión de la temporaneidad; nadie usa celulares, los discos son acetatos y las televisiones son CRTs, por lo que la historia bien podría estar ocurriendo en 1983. OK, no importa mucho. En segundo lugar está el hecho de que aunque sin duda una historia de México, no es una historia de México.

Es una historia del México de provincia.

Y eso está muy bien; es probable que la historia sencillamente no pudiera funcionar si no fuera así. Pero eso no tiene realmente nada que ver conmigo ni con muchos otros mexicanos.

Hay una historia que me gusta mucho comentar; cuando vinieron a visitarme Fred y Anna, mis cuates alemanes, cerca del final de la visita Anna me preguntó (después de estarlos paseando) si entonces México no era un país de primer mundo. Y yo me reí y le expliqué que no, sólo que los lados por donde los estuve paseando bien podrían dar esa impresión.

Y obviamente yo soy (ahora al menos) terriblemente privilegiado; pero no me refiero a una situación socioeconómica. La gente pobre de la Ciudad de México tampoco tiene mucho que ver con lo que Coco muestra. Pepe el Toro tiene mucho más que ver (y de hecho puede discutirse que es la representación cultural definitoria de lo que es ser chilango).

Así que la película es respetuosa de un México, pero ciertamente no de México. Mi México es aquel que si uno se descuida, podría dar la impresión de que estamos en el primer mundo. Y probablemente a nadie le interese hacer una película de realismo mágico acerca de ese México.

Sólo es algo que sí me interesaba comentar. La película me encantó y la recomiendo ampliamente; pero como es la película más taquillera de todos los tiempo en México, probablemente no sea necesario.

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Grand Theft Auto V

Dos semanas después de sacar mi platino en Batman: Arkham City, saqué el de Grand Theft Auto V.

Grand Theft Auto V

Grand Theft Auto V

Ya he escrito acerca de GTA y lo mucho que significa para mí como gamer. También escribí acerca de cómo este juego lo compré nuevo; de hecho lo pre-ordené. Es el único juego con el que he hecho eso.

(Todas esas entradas las pueden buscar en el blog usando la palabra clave theft).

Como sea, GTA5 fue algo decepcionante para mí. Es, justo como el anterior que reseñé, Batman: Arkham City, uno de los mejores juegos de la historia, y de hecho sigue vendiéndose bastante bien dado el componente en línea del mismo. Pero a mí no terminó gustándome tanto como GTA4.

Los protagonistas están bien (en particular Trevor es cagadísimo), y el mundo es enorme con cientos de cosas que se pueden hacer, algunas de ellas incluso divertidas. Pero no sé, para mí nunca fue igual el conducir a través de Los Santos que hacerlo en Liberty City. Los asaltos están padres, pero la verdad siempre ha sido mucho más emocionante para mí el asalto al banco en GTA4 que los que vienen en GTA5.

Igual y fue sencillamente que no estaba disfrutando mucho jugar videojuegos en esa época; o tal vez que lo jugué en mi PS3, donde todo es lentísimo. A lo mejor debería intentarlo de nuevo en mi PS4.

Como sea; me llevó seis meses obtener el platino de GTA5, y luego otro año y medio el sacar el 100% de los trofeos en línea (en parte porque los mismos tardaron meses en aparecer).

La memoria que tengo de GTA5 es, básicamente, de una sensación de hartazgo cerca del final. Nunca me pasó eso con GTA4 (de hecho, lo jugué un poco hace unas semanas), y no me queda claro por qué sí me ocurrió con GTA5. Creo que sí tiene que ver con el desempeño del juego, especialmente el componente en línea, que tardaba horas en cargarse y en conectarse.

Yo creo que eventualmente compraré la versión para PS4 y lo probaré ahí; como van las cosas, R no sacará GTA6 en unas dos décadas de cualquier forma.

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Star Wars: Los Últimos Jedi

El fin de semana de su estreno en diciembre, fui a ver Star Wars: The Last Jedi.

Se aplican las advertencias de spoilers regulares; y probablemente no deberían leer esta reseña si no la han visto.

Star Wars: The Last Jedi

Star Wars: The Last Jedi

No fui mucho al cine este año; ciertamente menos de lo que normalmente voy. En gran medida esto fue porque películas que esperara con ansias, básicamente se reducían a ésta.

Salí muy decepcionado del cine.

No voy a decir que The Last Jedi es una mala película, porque eso sería decir una mentira (y algo bastante idiota). La película está bien hecha y actuada; y está competentemente dirigida. La escritura tiene varias críticas justas, pero nada que la haga mala realmente. Sólo es la película de Star Wars que menos se parece a una película de Star Wars en la historia. Con la posible excepción del especial navideño de 1978, pero eso es algo de lo que no hablamos. También me parece que es terriblemente injusta con varios personajes, pero eso sólo causó que a mí no me gustara, no necesariamente la hace mala; aunque sí crea inconsistencias narrativas.

El problema principal, me parece, es que la película decide tirar a la basura un montón de convenciones que las películas de Star Wars seguían; incluyendo Force, porque es básicamente una copia de Hope.

Y en principio no está mal con evolucionar o revolucionar las cosas; el problema es que generalmente esto se hace cuando la audiencia ya está hasta la madre de algo o cuando un ciclo termina. Las cosas que Last decide (literalmente) obliterar me parece que casi nadie tenía problemas con ellas. Y por cierto, si todo ese borrón y cuenta nueva que hace la película hubiera ocurrido en el episodio IX, yo estaría de hecho muy contento. Sí, vamos a cerrar el ciclo y que los episodios X al MCMLXXIII sean acerca de otros ciclos. ¿Pero hacerlo a ocho episodios y medio de una nanología? ¿Dafuq?

Este romper con el pasado me produce problemas principalmente con los padres de Rey. De nuevo, si dejáramos a la familia Skywalker nada más en las primeras 3 trilogías, eso me parece que estaría muy chido. Sí, vámonos al carajo con los Trotacielos, se la pasan quejándose todo el tiempo. Pero, de nuevo, seis películas giran alrededor de ellos y la séptima se pasan mencionando a Luke. Dado que se desmuere (de la manera más anticlimática posible) en el episodio XIII, entonces el episodio IX rompe (sin niguna necesidad) con este hilo narrativo que habían seguido todos los episodios de Star Wars. Y además, así termina el ciclo, de manera anticlimática a la mitad de la última trilogía y sin despedir dignamente a Luke; al menos Anakin se redimió al final de su historia.

Pero además crea inconsistencias narrativas que no tienen el menor sentido; ¿por qué el sable de Luke llama a Rey? OK, La Fuerza. ¿Pero entonces por qué en su visión aparece el corredor donde Vader y Luke pelearon en Cloud City? Ese corredor sólo tiene significancia para los únicos Skywalkers varones vivos en el universo en ese momento, ¿qué tiene que ver con Rey? Si fuera porque ahí fue cuando el sable de luz dejó de tener contacto con Luke, entonces habría aparecido la plataforma donde Vader acorraló a Luke, no el pasillo anterior.

Eso para mí es lo más serio; pero me molestaron también cosas pendejas como que nadie dice “I have a bad feeling about this”. Según un robot lo dice en algún momento, pero que se dijera intelegiblemente era una de las tradiciones de las películas, ¿qué sentido tiene no ponerlo? ¿Por qué no quitamos también el texto inicial y la fanfarria de John Williams?

Luego está el trato a los personajes. Finn es realmente insultante cómo lo tratan, en particular porque nada más hay que pensarlo un poquito para ver que nada de lo que hace en toda la película importa en lo más mínimo. Poe ahora es un amotinado, y en cualquier organización militar que se respetara lo colgarían hasta morir; y sí, estoy diciendo colgar, no fusilar. La pendeja de Holdo (más adelante explico) además se hubiera ahorrado muchísimos problemas nada más diciéndole “güey, tenemos un plan, tranquilo”. No, vamos a mantener secreta la información para que ¿qué? ¿Aprenda una lección? El arco narrativo de Chewie es que se vuelve vegano.

Y por supuesto está Luke, que resulta que rompe con todo su carácter (el fue el que regresó a Darth Vader al lado luminoso) y cuando su sobrino cae en malas influencias, en lugar de hacer lo que cualquier mentor inteligente haría (darle su primer cerveza o algo así), se le ocurre por un momento la idea de matarlo. Y luego se siente tan culpable que dice “Fuck it, que se pudra la galaxia, yo me voy a vivir de leche de vaca espacial y a cuidar libros que jamás leeré porque qué hueva”.

Pero además, ¿qué sentido tenía que se proyectara con la Fuerza a Crait? Porque encima de todo ponen su X-Wing bajo el agua cerca de sus vacas espaciales. ¿No hubiera sido espectacular ver cómo lo sacaba, emulando lo que Yoda hizo en Dagobah hace décadas? ¿Y que con la Fuerza y su sable de luz de verdad evadiera los lásers de la Primera Orden? ¿Y qué se sacrificara como Ben en Hope?

Por último está la increíble incompetencia de ambos bandos. Hux es una caricatura Nazi, entonces que en particular él sea incompetente admito que es divertido. Pero cuando comienzan a perseguir a doce kilómetros por hora a la única nave de la Resistencia, ¿de verdad a nadie se le ocurrió “hey, ¿qué tal si hacemos que un Star Destroyer salte adelante de la nave que estamos persiguiendo a velocidad de bicicleta, y los flanqueamos?” O que mandaran más cazas. O lo que fuera excepto decir “sí, eventualmente se les va a acabar la Magna Sin”

Y Holdo… me encanta que le den papeles prominentes a mujeres; pero ¿podrían hacerlas no incompetentes por favor? Se le ocurre aventar la nave a velocidad de la luz contra la nave de Snoke cuando como la mitad de los transportes de la Resistencia ya habían sido destruidos. ¿De verdad no era evidente que debía hacerlo al momento que salió el último? ¿O en el peor de los casos cuando destruyen al primero?

Por su parte Rey despierta al lado de Kylo después de que inhabilitan la nave de Snoke, y agarra y se va. ¿Ni siquiera intentó patearle la cabeza? Voy a creer.

Puedo seguir durante horas; soy ateo, lo más cercano que tengo a una religión es justamente Star Wars y pendejadas de este estilo.

En mi perorata negativa quiero agregar nada más algo específico y una generalidad. Lo específico: en su afán de “romper” con justo lo que a mí y a muchos otros nos gusta de Star Wars, quitaron tal vez lo más emblemático que tiene: no hay un duelo con sables de luz en toda la película.

En Menace está el espectacular duelo entre Qui-Gon Jinn, Ben y Darth Maul. En Clones está el duelo entre Ben, Anakin, Dooku y Yoda, que es de las cosas que más me han gustado en el cine en mi vida. En Revenge están los duelos entre Ben y Vader y entre el Emperador y Yoda. En Hope por supuesto está el chafísima duelo entre Vader y Ben, donde parece que ambos tienen artrítis. En Empire está el duelo entre Luke y Vader, donde el primero pierde la mano. En Jedi está el duelo entre Luke y Vader, donde ahora Vader pierde la mano… de nuevo. En Force está el espectacular duelo entre Kylo y Rey.

Y en Last no hay nada, porque púdranse si querían ver duelos con sables de luz en una película de Star Wars.

(Y no, la pelea de Kylo y Rey contra la Guardia Roja de Snoke no cuenta, porque ellos no pelean entre sí, pelean juntos… y Luke ni siquiera estaba en Crait para enfrentar a Kylo).

La generalidad; la película es demasiado larga. Ya he oído a varios decir que se aburrieron al verla, lo que no me extraña porque la trama no necesita 150 minutos para contarse. Y en gran medida culpo a los chistes pendejos; en general no tengo nada contra chistes pendejos, si son divertidos (a muchos no los encontré divertidos), pero si esta película se hubiera quedado nada más con un 10% de las bromas idiotas, además de que sería equivalente al resto de las películas en la serie en términos de alivio cómico, duraría menos de dos horas y su ritmo sería mucho mejor. Eso, y la completamente inútil secuencia en el casino de Canto Bight; yo en general siempre seré de los que agradecerán algo de comentario social en una película, pero aquí es forzado, superficial, ridículo, demasiado largo y al final del día ni siquiera tiene un impacto en la trama, así que yo sencillamente lo hubiera quitado.

Como digo arriba, podría seguir durante horas. La cantidad de inconsistencias y acciones sin sentido de los personajes es abrumadora, especialmente si consideramos la historia que viene desde hace siete películas. Quéjense lo que quieran de las precuelas, pero George Lucas quería principalmente contar una historia (girando alrededor del clan Skywalker), y sus películas tenían muchas menos incosistencias y los personajes actuaban de forma mucho más racional. Lo que Rian Johnson proyecta en su película no es el deseo sincero de contar una historia (está, objetivamente hablando, mal contada); es más bien el deseo de decir “púdranse Lucas y Kershner y Marquand y Abrams, como yo quiero que sean las cosas es lo único que importa”.

De verdad espero que la siguiente trilogía no se la den a él, como han amenazado.

Yo disfruté mucho más las precuelas de Lucas que Last, y es por mucho la película de Star Wars que menos me gusta, justamente porque no parece de Star Wars.

Dicho todo lo anterior, obviamente hubo cosas que me gustaron.

Me gusta que lo que impulsa todo el tiempo a Finn es su deseo de reunirse con Rey, y que ella cuando llega el momento en que entiende que es probable que no salga con vida de su plan demente de ir con Kylo, en el que piensa es en Finn… claro que todo esto se medio deshace cuando por fin se ven; el abrazo está padre (y es la única vez en toda la película que Daisy Ridley nos favorece con esa luminosa sonrisa que tiene), pero inmediatamente Finn va a checar a su nueva novia y Rey es abordada por Poe.

Me gusta el sacrificio de muchos personajes, aunque es mucho más inteligente (y productivo) vivir para pelear otro día que sacrificarse a la primera oportunidad.

Me gusta que muchos personajes (incluyendo miembros de la Primera Orden) al verse de cara a la muerte no muestran ni miedo ni arrepentimiento.

Me gusta (a pesar del sinsentido general de la secuencia) cómo Luke se chamaquea a Kylo.

Me gusta como Kylo y Rey se comunican básicamente como adolescentes texteándose a espaldas de sus papás (o al menos ellos creyendo eso).

Me gusta mucho la actuación de Adam Driver; Kylo es un personaje más allá de patético (“just a child in a mask”), pero Driver lo interpreta de manera magistral.

Me gusta (de nuevo, independientemente del sinsentido de la motivación del personaje) que cuando Luke le dice a R2 que no puede decirle nada que lo haga cambiar de opinión, que R2 le muestre el holograma de Leia pidiendo ayuda al general Kenobi.

Me gusta Yoda, no importa que llegue a hacer todavía más cosas sin sentido.

Y por supuesto me gustó la espectacular secuencia de Holdo estrellando el último crucero de la Resistencia contra la nave de Snoke… la pendeja debió hacerlo siete horas antes, pero esa escena es de las mejores cosas que he visto en el cine en mi vida. Y completamente tomado de innumerables animés en la historia (no me quejo; todo mundo debería tomar más cosas de animés).

Pero todas esas cosas (que varias sí son dignas de elogio) no compensan el hecho de que, desde mi punto de vista, esta película quita mucho de lo que hace a una película parte del universo Star Wars. Eso, las inconsistencias narrativas (¿quién era Snoke? Supongo que nunca sabremos y además al parecer ya no importa: “The Supreme Leader is dead! Long live the Supreme Leader!”), el ritmo y duración de la película, y el asalto inmisericorde de bromas infantiles cada tres minutos.

Los que defendimos las precuelas en su momento (que por cierto, ahora lo haré mucho más) recibimos una andana de críticas por parte de la gente que no les gustaron; y las mismas precuelas recibieron críticas que siempre me parecieron injustas.

Yo no voy a denigrarme a ese nivel.

No voy a decir que Last violó mi niñez o que es una ofensa a la humanidad. Tampoco voy a insultar a la gente que le gustó; cada quien. Voy a hacer una cosa mucho más sencilla (y de hecho lo único que tiene sentido hacer, me parece): no voy a volver a irla a ver al cine y no voy a comprar el Blu-ray. La trilogía (cuando salga) la compraré si el episodio IX repara varias cosas; si no, olvídenlo.

Y puede parecer poco, pero las películas de Star Wars en general ganan una cantidad hereje de dinero por gente como yo, que va a verla al cine varias veces y que suelen llevar acompañantes al hacerlo. Y al parecer no soy el único; a pesar de que la película está ganando mucho dinero, palidece respecto a Force. Esto era de esperarse, pero no a este nivel.

En Rotten Tomatoes la película tiene 90% por parte de la crítica y 50% por parte de la audiencia. Hay que tomarlo con un grano de sal, porque yo en general no le creo ya nada a los tomates podridos, pero me parece que sí refleja un descontento (desde mi punto de vista) justificado a lo que la película trata de hacer.

Y el ratón diabólico está en modo de pánico; Mark Hamill se había quejado de cómo habían tratado a Luke y Disney ya lo obligó a retractarse. El director Rian Johnson ya dijo que a lo mejor los padres de Rey no es cierto que fueran borrachines (lo que ahora probablemente haga enojar a los que les gustara esa decisión). Etcétera.

Soy inherentemente optimista, así que espero que JJ repare varias cosas en el cierre del ciclo. Y como digo arriba, lo más cercano que tengo a una religión es Star Wars y pendejadas de ese estilo; voy a estar en el estreno del siguiente episodio y de los que le sigan.

Pero este episodio es el primero de la saga que no me gusta, realmente.

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Batman: Arkham City

Unos días después de obtener mi platino en Zone of the Enders, obtuve el platino de Batman: Arkham City.

Batman: Arkham City

Batman: Arkham City

Debo hacer notar que el platino de Batman: Arkham City me llevó unos tres meses. Obtener el 100% de los trofeos me llevó otro año más. Los desafíos de peleas que trae el juego en DLC son complicados, por decir lo menos.

Arkham City es, sin hipérbole, uno de los mejores videojuegos en la historia; y en mi opinión personal yo estoy dispuesto a decir que (al menos de los videojuegos que yo he jugado) es de hecho el mejor. Y ni siquiera soy original al decir eso; el juego tiene un 96% de calificación en Metacritic, lo cual es bastante raro.

Es (abusando ahora sí un poco de la hipérbole) básicamente perfecto. Los gráficos, el sonido, el espectacular soundtrack, el modo de juego, la historia (el primer juego de la serie Arkham podría haber entrado en la continuidad de los cómics de DC de esos años; este segundo juego comienza a establecer que el universo Arkham existe en su propio Elseworld), la actuación (Mark Hamill y Kevin Conroy regresan de la serie animada a interpretar al Joker y a Batman)… es de verdad un manjar para todos los sentidos. Venga, hasta las imágenes publicitarias son de las más hermosas que he visto.

Catwoman

Catwoman

El sistema de combate en Batman: Arkham City perfecciona el que venía de Batman: Arkham Asylum, elevándolo al que yo creo es de hecho su máximo en todos los juegos de Arkham. Es casi un juego de ritmo, donde uno aprende a leer los ataques de los criminales que quieren madrear a Bats y responder de acuerdo de tal forma que el combo no se pierda, utilizando puñetazos y patadas (obviamente), pero además también una variedad de gadgets que imposiblemente el Caballero de la Noche lleva en su cinturón.

La historia continúa la del primer juego, donde toda una sección de Gotham (justo Arkham City) ha sido básicamente militarizada para albergar a los prisioneros tanto del Asilo Arkham y criminales comunes y corrientes. Bruce Wayne va a dar un discurso oponiéndose a la maniobra, cuando es secuestrado y aventado dentro de Arkham City, donde el doctor Hugo Strange revela (como suele hacer siempre en cada Elseworld de DC) que sabe que Wayne es Batman. Wayne (después de partirle su madre al Pingüino y sus secuaces de manera espectacular) hace que Alfred le mande un drone con el batitraje para que se convierta en el Caballero Nocturno y comience a resolver la trama de Arkham City y el Protocolo 10, que Strange ominosamente refiere en su corta conversación con él.

Salen básicamente todos los villanos importantes de Batman en el juego; hay giros inesperados espectaculares (especialmente cerca del final), y de verdad es tan bueno que no hay mucho más que yo pueda decir, excepto que probablemente deberían jugarlo. No tienen que completar todas las misiones secundarias, ni mucho menos los DLC; incluso nada más con la historia principal el juego es excelente.

En trofeos es brutal, pero justo. El platino (como mencioné arriba) es relativamente sencillo de obtener. Pero los trofeos de combate en el DLC son endemoniadamente difíciles. No son imposibles (yo los saqué), pero sí requieren sentarse y practicar y practicar y practicar; y después de eso probablemente practicar un poco más. En particular porque durante todo el juego uno actúa como Batman (excepto unos cuantos episodios como Gatúbela), pero en el DLC uno pelea como distintos personajes de la Batifamilia, incluyendo Robin y Nightwing.

El juego no es mi favorito, pero ciertamente está cerca. Es de los pocos juegos que de repente agarro y lo vuelvo a jugar, nada más por lo endemoniadamente divertido que es. He acabado la historia principal unas tres o cuatro veces (pero los trofeos de Riddler sólo los he hecho una vez; que se pudran, son cientos de coleccionables). Y de hecho tengo la remasterización de los dos primeros juegos de Arkham para el PS4, así que voy a volver a sacar otra vez todos esos trofeos.

Y la verdad no me molesta la idea; son juegos espectaculares y vale la pena jugarlos múltiples veces, en particular esta segunda parte.

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Kingsman: El Círculo Dorado

A mediados de octubre fui a ver Kingsman: The Golden Circle. Los lectores que me pongan atención notarán que ya estaba reseñando películas de noviembre, así que es medio extraño que de repente mencione una de octubre de nuevo. Fui a ver dos veces Blade Runner 2049, y esta secuela de Kingsman quedó en medio y se me pasó entonces. Demándenme.

Se aplican las de siempre.

Kingsman: The Golden Circle

Kingsman: The Golden Circle

La mayor fortaleza de esta película es que es básicamente idéntica a la primera. Su mayor debilidad es exactamente la misma.

Disfruté mucho esta película, pero contrario a la primera no me sorprendió en lo más mínimo, porque como digo arriba son idénticas. Esto es cierto desde el punto de vista del estilo, pero incluso la historia es desconcertantemente similar: un supervillano, que tiene una mano derecha con una disabilidad, tiene un plan que amenaza a la humanidad, los Kingsmen se ven comprometidos y al final Eggsy y un par de sus compañeros tienen que ir a salvar al mundo. Fin.

No estoy diciendo que sea peor que la primera película, en lo más mínimo. Estoy diciendo que son básicamente iguales, y entonces es bastante decepcionante porque justamente lo mejor que tuvo la primera parte fue lo novedosa que era. La segunda parte no tiene nada de novedosa, y no me extraña que literalmente se me había olvidado que fui a verla al cine.

Disfruté mucho la película, de cualquier manera; Colin Firth, Mark Strong y Taron Egerton regresan (reviven a Harry, de manera decente por cierto); Roxy aparece literalmente dos minutos antes de que la maten; Jeff Bridges y Halle Berry son muy buenos como los equivalentes gringos de los Kingsmen; Julianne Moore es muy divertida como la dulce y sicótica Poppy Adams; Oberyn Martell se roba gran parte de la película al hacerla de stateman gringo con obvia ascendencia mexicana (o al menos latina); y Channing Tatum siempre es divertido. Ah, y sale Elton John dando patadas voladoras; debería existir un premio para ese tipo de papeles.

Pero esta secuela no hace ninguna innovación respecto a la primera, que justamente se caracterizó por ser extraordinariamente innovadora. En ese sentido, es ligeramente decepcionante.

De cualquier manera sí la recomiendo aunque sea en streaming, y si llegan a hacer la tercera probablemente vaya al cine a verla.

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