La semana después

Hoy que se cumple una semana del triunfo del Peje me gustaría escribir algunos comentarios al respecto. Pero de verdad no quiero estar escribiendo de las pendejadas que haga o deje de hacer el Peje durante su sexenio; a menos que sea algo realmente significativo (ya sea positiva o negativamente), espero obviar mis comentarios. Tengo demasiadas cosas que hacer en mi trabajo de verdad como para estar además siguiendo cada movimiento del tabasqueño.

Lo primero que noté esta semana es que qué bonito es ganar, porque de repente un montón de gente que siempre atacó al Peje ahora está de acuerdo con él y lo encomiendan y abrazan y le desean suerte y demás. Hubiera estado padre que lo hicieran hace 12 años, nos hubiéramos evitados cientos de miles de muertes en la guerra criminal de Calderón y Peña Nieto, pero supongo que es mejor tarde que nunca.

Lo segundo es lo ardido del mensaje del sub Marcos (o como sea que se haga llamar ahora, no me interesa realmente). Por supuesto los zapatistas son de los que (potencialmente) más debilitados quedarán si el Peje cumple aunque sea una fracción de lo que prometió; pero claro que ese debilitamiento comenzó cuando decidieron intentar lanzar la candidatura de Marichuy. Primero porque mostraron que (exceptuando para evitar que los maten) no pueden movilizar a un porcentaje importante de la población en el país; pero además porque varios de los que siempre los han apoyado se sintieron traicionados de que le entraran (por más sarcásticamente que fuera) al juego electoral.

Lo tercero es que el pobre Peje ni siquiera ha podido descansar unos días, y ya hay ataques por la izquierda (que cómo que elogia a Peña Nieto o que se abraza con empresarios) y de la derecha (que no va a poder cumplir nada de lo que prometió). De lo primero no sé quién se puede sentir extrañado; el Peje siempre ha sido pragmático (entre otras cosas por eso voté por él). La verdad tampoco me gusta, pero lo entiendo perfectamente. De lo segundo un montón (bueno, ni tanto; perdieron de calle las elecciones) se les olvida que aquí se cumple la regla del apocalipsis zombi: cuando los zombies comiencen a comerse a todo el mundo, para seguir sobreviviendo uno no tiene por qué ser el más rápido de los sobrevivientes. Sólo hay que ser más rápido que algún otro.

Los únicos que de verdad ven al Peje como un mesías y que esperan que resuelva todo mágicamente, son justamente los que le van a perdonar lo que sea (o lo justificarán por “interferencias” de “la mafia del poder”). Todos los demás que votamos por él nada más esperamos una mejora (por pequeña que sea) del terrible trabajo que han hecho los últimos 3 o 4 presidentes; entonces el Peje tiene su chamba bastante sencilla: conque no sea igual o peor de tarado que Fox, Calderón y Peña Nieto, nos vamos a dar por bien servidos.

Si además consigue mejorar las cosas significativamente, el tarado va a pasar a la historia como uno de nuestros mejores presidentes, nada más porque los demás presidentes fueron increíblemente incompetentes. Vamos a ver, yo sigo cautelosamente optimista.

Nada más para cerrar y aprovechando que ya escribí del Peje; es algo pequeño, pero de las cosas que justifican que votara por él: que la UNAM regrese en masa al gabinete de gobierno. Una muestra de la incompetencia de los últimos presidentes es que dejaran (en su mayoría) fuera del gabinete a los egresados de la mejor universidad de Latinoamérica. Nueve de los miembros del gabinete (más de la mitad) son de la UNAM; y dos y dos de la UAM y Chapingo, que son universidades hermanas. Ah, y que dicho gabinete contenga tantas mujeres.

Y por supuesto el Peje es egresado de la UNAM.

Eso de entrada magnifica mi cauteloso optimismo.

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God of War: Ascension

Un par de semanas de obtener mi platino de Prince of Persia, obtuve el de God of War: Ascension.

God of War: Ascension

God of War: Ascension

Este juego no lo compré, me salió gratis con mi subscripción a PlayStation Plus, donde regalan juegos gratis cada mes, aunque dentro de poco menos de un año dejarán de hacerlo para el PS3. Me parece que es el primer juego que obtuve gratis con PS+ y del que obtuve el platino.

El segundo título de God of War en salir para el PlayStation 3, es tal vez el más intrascendente en historia o mecánica de juego; incluyendo el indudablemente fallido intento de incorporar una componente multijugador en línea a la franquicia. La historia ocurre seis meses después de que Kratos asesinara a su familia, y lo más interesante de la misma es que es de las pocas ocasiones (si no es que la única), en que Kratos se hace de un amigo al que aprecia… y que procede a matar al final del juego, porque es Kratos al fin y al cabo.

Como sea, está divertido el juego si bien consiste en como siempre estar despedazando todo lo que uno se encuentra en su camino. No me quejo; para eso jugaba uno las aventuras del sicótico Kratos (éste lo jugué antes del nuevo juego de 2018). Mecánicamente es una sutil mejora sobre GoW3, pero nada del otro mundo.

En trofeos es sencillo, como suelen ser los juegos de God of War; y tienen el buen gusto de no requerir nada del componente en línea, excepto crear un avatar y jurar lealtad a un dios del Olimpo.

De todas las entradas de God of War, ésta es la que menos impacto deja; incluso me parecen más trascendentes los portes del PSP. De cualquier forma está divertido, y dado que ya había jugado todos los juegos de Kratos hasta ese momento, no había forma de que me lo perdiera. Más aún porque el juego me salió gratis en PlayStation Plus.

Y el juego se vuelve todavía más soso si lo comparamos con el espectacular juego de la franquicia que salió este año; pero de esa entrega escribiré más adelante.

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2018: Epílogo

Para sorpresa de absolutamente nadie, dadas las encuestas y la increíble incompetencia de las campañas de Ricardo Anaya y José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador ganó de calle las elecciones este 1° de julio. La sorpresa fue la magnitud de la victoria: yo estaba seguro de que el Peje ganaría, pero me conformaba con un 46% de los votos; esperaba 48%; y soñaba con que alcanzara el 50%.

El Peje ganó las elecciones con más del 53% de los votos contabilizados (según el análisis estadístico del INE, es imposible que baje de eso), lo cual lo convertirá en el presidente más legítimo y con un mandato más claro de los últimos 30 años; si todos los mexicanos que votaron por alguien distinto al Peje o que anularon su voto hubieran votado por un contrincante único, AMLO hubiera ganado de cualquier manera. La última vez que algo remotamente similar ocurrió se supone fue con Salinas, que también “ganó” con más de 50% de los votos, pero el análisis histórico hace muy dudable que haya sido limpiamente. Encima de todo lo anterior, la coalición que lidera Morena consiguió una mayoría absoluta en el Congreso de la Unión. Sumen a eso que con casi toda certeza el PRI y el PRD se van a desfondar y muchos de sus diputados votarán con la coalición lidereada por el presidente electo, y entonces tenemos una situación donde impulsar reformas constitucionales es de hecho posible.

Todo indica que hubo fraude en todo el país para tratar de minimizar la victoria del Peje (compra y supresión de voto, principalmente); no me extrañaría que en una elección más limpia su victoria hubiera sido más amplia. Pero incluso con todas sus imperfecciones, hay que reconocerle al INE el haber realizado una segunda elección que vaya a resultar en cambio de régimen, esperemos real en esta ocasión. Estas elecciones servirán para que el Instituto recupere mucho de la legitimidad perdida después del fraude de 2006 y de la compra masiva de votos en el 2012, pero de cualquier manera se debe seguir trabajando para que no se viole la ley electoral en ninguna parte del país de ninguna manera. Por muy pocos que sean los votos que puedan resultar de fraude, siempre se debe buscar que sean cero.

Después del 2012, la verdad yo no le tenía mucha fe a la izquierda mexicana; y de hecho voté por el PT ese año, porque ya me tenía hasta la madre el PRD. Cuando el Peje anunció que crearía su propio “movimiento”, yo supuse que su carrera política estaba terminada y que era posible que no me tocara ver a la izquierda ganando unas elecciones presidenciales en el país. No podría haber estado más equivocado.

Después de las elecciones del 2015 (y de que un montón de conocidos estuvieran jodejode con que me uniera a Morena), comencé a darle el beneficio de la duda. Pero fue en noviembre de 2016 que vi que el Peje sí tenía una oportunidad real de ganar este año. Al otro día de que Trump ganó las elecciones presidenciales gringas, de inmediato me quedó claro que Andrés Manuel iba a llegar a la campaña con una situación nacional básicamente ideal para que ganara.

Y en cuanto se definieron los candidatos de las demás coaliciones fue que empecé a decirle a todo el que me preguntaba que el Peje iba a ganar, pero que no le dijeran a nadie. Literalmente como niño chiquito no quería que la cosa se chispeara y cuando me preguntaban yo respondía que el Peje iba a ganar, pero que no le dijeran a nadie. Por esa razón también tardé tanto en comenzar a volver a escribir de política en el blog; y cuando empecé de hecho fue con cosas muy generales, relativamente alejadas de la elección.

La situación que parecía ideal justo después de que Trump ganara por el mecanismo demente de Colegio Electoral que usan los gringos, y que mejoró más cuando quedaron claros que los tarados de Anaya y Meade serían los contrincantes del Peje, sólo fue mejorando y mejorando para Andrés Manuel y Morena. Si uno ve casi todas las encuestas, la preferencia a favor del Peje fue en aumento casi permanente. Hay que reconocerle su ritmo demencial de trabajo visitando todo el país y la labor impecable que realizó Tatiana Clouthier como Coordinadora de campaña.

¿Y ahora qué?

Yo estoy cautelosamente optimista de la situación. Ciertamente estoy convencido de que nos irá mejor con el Peje que como nos hubiera ido con Anaya o Meade; pero incluso creo que pueden mejorar algunas cosas. Ya no soy adolescente para creer que todo se va a resolver mágicamente, pero sí creo que en ciertas cosas (educación, salud, energía, seguridad, corrupción) en seis años es posible que el balance sea positivo. Posible, no seguro.

(Y más le vale al tarado del Peje tratar de legalizar la mariguana lo más pronto posible; es de las cosas más sencillas que podría hacer que son populares, que le quitan poder al narco y que me parece el mundo está llegando al consenso de que es lo más sensato.)

También me da mucho gusto que toda una nueva generación de mexicanos jóvenes, sus primeras elecciones presidenciales hayan resultado en un cambio verdadero; con casi toda certeza esto resultará en que sigan participando en la vida política nacional. Esperemos también que este cambio sea positivo; pero como digo arriba, sí lo creo posible. Soy inherentemente optimista, pues soy de izquierda.

Y aunque no siento una euforia como estoy seguro hubiera sentido en el 2006, sí estoy contento. No es una izquierda terriblemente progresiva la que llega al poder; pero sí es izquierda (más rosada que roja, pero izquierda). Más importante todavía, el triunfo de Morena y el Peje es el resultado de una movilización izquierdista que comenzó antes de que yo naciera; la izquierda es la que realmente consiguió la apertura política a nuevos partidos; la izquierda es la que consiguió que se instituyera el IFE (ahora INE); la izquierda fue la que ha gobernado a la CDMX desde hace más de 20 años con un balance generalmente positivo. No estoy minimizando el trabajo que el Peje y su equipo hicieron estos últimos seis años; pero sí se cuelga de un trabajo que comenzó realmente con las movilizaciones estudiantiles de 1968 y 1971 (si no es que antes).

Eso vale la pena celebrarlo.

Hacia el futuro nos esperan las responsabilidades que nos tocan a todos como mexicanos, pero que convenientemente muchas veces olvidamos. Debemos ser vigilantes del Peje cuando haga tarugadas (y sin duda alguna hará tarugadas); pero esa responsabilidad es todavía más fuerte para los que votamos por él. Cuando haga una estupidez, debemos ser los primeros en criticarlo.

Pero también entiendan los que no votaron por el Peje que no vamos a criticarlo por cosas que nosotros queremos que haga. Si logra echar para atrás las “reformas estructurales” o la reforma educativa, yo no voy a criticar al Peje; todo lo contrario, lo voy a aplaudir. Por eso voté por él, entre otras cosas.

Vamos a ver qué es lo que pasa; como les digo, me mantengo cautelosamente optimista. Pero hoy, hoy yo voy a celebrar que por fin ganó la izquierda una elección presidencial y que mis padres, luchadores de izquierda de toda la vida, pudieron vivir para verlo.

(Creé una página para agrupar todas las entradas de esta serie; la pueden ver aquí.)

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Las peores decisiones son las que no se toman

Hace 21 años, en 1997, salí a votar por primera vez. Desde esa vez, cada 3 años, he participado en todas las elecciones que me han tocado; excepto hace 3 años que estaba en Grecia y me acordé estando allá que habían elecciones esa semana.

El poder votar (en el caso de la Ciudad de México) nos costó sangre, sudor y lágrimas; el que nuestros votos de hecho sirvieran de algo nos costó todavía más. El no aprovechar este derecho y cumplir con esta obligación no sólo es una monumental estupidez dado que afecta todos los aspectos de nuestras vidas; es una falta de respeto a todos los mexicanos que literalmente dieron su vida luchando, por definición dentro de la vía pacífica, para que fuera posible.

Así que salgan y voten. Por la opción menos mala, si ese es su punto de vista; al fin y al cabo una de esas opciones es la que va a quedar y determinará (en gran medida) cómo se distribuyen los recursos que al pagar impuestos generamos.

Voten

Voten
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2018: Conclusiones

Comencé esta serie en enero porque sí quería dejar plasmadas mis ideas acerca de lo que yo entiendo de la democracia mexicana (por débil que ésta sea) y en menor medida porque sí quería comentar acerca de los candidatos. La conclusión obvia (y por suerte al parecer se ha convertido en un gran consenso nacional) es que hay que salir a votar y hacerlo por el Peje. Esperaba más resistencia por parte de mis lectores (y según Google Analytics sí tengo más de tres lectores), pero me parece que justo por este gran consenso nacional realmente nadie quiso (o pudo) dar un solo buen argumento para votar por alguien distinto a él. Como dije en mi entrada dedicada a el Peje, la discusión la pierden los otros candidatos por omisión.

Así que además de esa obvia conclusión, sólo quiero cerrar con lo siguiente: salgan a votar. Incluso (o tal vez especialmente) si van a votar por alguien distinto del Peje; no me interesa tanto que gane el Peje, me interesa que como nación comencemos a participar más activamente en la política nacional, porque de ahí se desprende todo lo que nos afecta.

Así que salgan y voten. Participen. Involúcrense.

Especialmente si al final sí resulta (como todo apunta) a que esta elección será realmente histórica. Independientemente de nuestras preferencias políticas, juntos hagamos historia.

(Perdón, no pude resistirme… pero sí salgan a votar).

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Prince of Persia

Un par de meses después de mi trofeo de platino en Guitar Hero 5 obtuve el correspondiente en Prince of Persia.

Prince of Persia

Prince of Persia

Después del fenomenal éxito que tuvo la trilogía de las arenas del tiempo en la sexta generación de consolas, Ubisoft decidió reiniciar (reboot) la franquicia para la séptima generación. Este juego fue el resultado.

Esta versión del príncipe me hartó como a los cinco minutos de juego. No es príncipe, para empezar; es un ladronzuelo (como en el juego original) que se encuentra con Elika, una princesa y la salva de sus guardias. La princesa está rebelándose contra su padre porque renegó de su deber de guardar a un antiguo dios oscuro, el cuál está a punto de ser liberado, así que recluta al “príncipe” para que la ayude a detener a los lugartenientes de dicho dios oscuro.

Típica historia para un juego de príncipe de Persia.

Como sea; la voz del príncipe la provee Nolan North, que es el mismo actor que interpreta a Nathan Drake de la serie Uncharted. El actor es entrañable como Drake; el problema es que el príncipe aquí suena exactamente como Nathan Drake, y eso definitivamente no le queda al príncipe de Persia.

Quitando eso, es un muy buen juego, con gráficos maravillos que emulan un poco ser dibujos animados, muy buenos niveles, una música pasable y un sistema de combate mucho más profundo y vistoso que el de la trilogía de las arenas del tiempo, donde además de todo Elika se integra en varios de los combos de manera espectacular. Que dicho sea de paso, probablemente Elika sea lo mejor del juego.

Elika

Elika

El problema es que, aunque el combate y gráficos sean (en mi opinión) mejores que en la trilogía que lo precede, la música e historia de éstos lo superan por mucho; por no hablar de la mecánica de juego. Se pierde la habilidad de regresar en el tiempo, y esto es reemplazado por Elika salvando al “príncipe” cada vez que está a punto de morir. El jugador no hace nada; sencillamente Elika sale de la nada y salva al “príncipe” cada vez que está a punto de caer a un precipicio. Es bastante aburrido (por no mencionar que no tiene sentido en varias partes del juego).

De cualquier forma Prince of Persia (versión 2008 para PS3) es un muy buen juego; pero en la comparación con la trilogía de las arenas del tiempo queda muy mal parado. A mí me gustó bastante; y en trofeos obliga a uno a dominar el sistema de combate, que sí es excelente. Casi al nivel de los juegos de Arkham, nada más que uno se la puede pasar todo el juego usando nada más un par de combos si no se quiere conseguir los trofeos.

Después de la historia original hubo un único DLC, sencillo pero pasable, y básicamente ahí murió esta instancia del “príncipe” de Persia. Y probablemente la franquicia completa.

Cómo al parecer el príncipe de Persia está muerto para siempre es una historia interesante; después de la trilogía de las arenas del tiempo, Ubisoft decidió llevar al príncipe en una nueva dirección, donde el príncipe era controlado por la computadora y el jugador controlaba a un asesino con la misión de protegerlo. Después de pensarlo mejor, Ubisoft decidió crear una nueva propiedad para esa idea y entonces escribieron dos juegos: el que estoy reseñando en esta entrada y además el del asesino. Ambos juegos (el del asesino y el del príncipe) salieron casi el mismo año.

El juego del asesino se llamaba Assassin’s Creed.

Mientras que Prince of Persia no fue un fracaso, ciertamente dejó mucho qué desear en ventas. En cambio Assassin’s Creed fue un inesperado éxito que opacó completamente al príncipe. Ubisfot se dedicó los siguientes diez años a hacer básicamente un juego de Assassin’s Creed cada doce meses, mientras que el pobre príncipe fue básicamente abandonado: todavía salió un último juego conectado con las arenas del tiempo en 2010 (The Forgotten Sands), aprovechando que había salido la película con Jake Gyllenhaal, pero fue rápidamente olvidado por todo mundo. Yo ni siquiera lo he jugado.

En cambio Assassin’s Creed se ha vendido como pan caliente, y de hecho el último juego de la franquicia (Origins, que ocurre en Egipto) dicen que es de los mejores en la serie.

Todo esto apunta a que el pobre príncipe de Persia no volverá pronto; ni siquiera creo que aparezca un juego del mismo para el PlayStation 4. O quien sabe, tal vez Ubisoft se le ocurra una idea para revivir la franquicia.

No lo sé; pero si ocurre probablemente yo compre ese juego.

A todo esto, nunca he jugado un juego de Assassin’s Creed. Probablemente debería hacerlo; si mataron al príncipe de Persia al menos debería ir y checar si valió la pena.

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2018: Andrés Manuel López Obrador

Me cae muy mal el tarado del Peje.

Siempre me ha caído mal; aunque es razonablemente educado y ciertamente se sabe al dedillo la historia y política mexicanas (tiene múltiples libros al respecto, bien escritos por lo que he oído), yo lo encuentro vulgar y desagradable; sus tendencias mesiánicas son innegables; en aspectos sociales y morales es demasiado conservador y mocho para mis gustos; y aunque comprendo el principio de su plan de tratar de abrir las puertas de las universidades a más jóvenes mexicanos, me da terror que quiera violar la autonomía de la UNAM y el resto de las universidades públicas con cualquier cosa que debilitara su compromiso con la excelencia.

El Peje me caía mal cuando era presidente nacional del PRD; me cayó mal como candidato a jefe de gobierno; me cayó mal como jefe de gobierno; me cayó peor como “presidente” en rebeldía; y me cayó aún más mal como líder mesiánico de su propio movimiento/organización/partido, Morena. Además, la función de mi desagrado es estrictamente creciente, porque conforme más pasan los años peor y peor me cae.

Esta campaña me negué a ir a ningún mitín, a oír sus tarugadas o a ver los debates. En primer lugar porque en lo sustancial siempre dice lo mismo (cuando de hecho dice cosas con las que concuerdo, suele aburrirme), pero además porque de verdad me cae muy mal. Me pone, literalmente, de mal humor. Trump al menos me da risa; el Peje me produce una combinación de aburrimiento, hartazgo y desagrado.

Y es el mejor candidato a la presidencia de la República en estas elecciones. Lo que es más; ha sido el mejor candidato presidencial en las últimas tres elecciones, como en general ha quedado demostrado en los últimos dos sexenios, pero bueno.

El Peje no es el candidato que quiero; el candidato que quiero además de haber hecho labor de calle en movilizaciones sociales y favorecer el fortalecer la red de seguridad social del Estado de bienestar, tiene posgrado, ha trabajado como académico, es demoledoramente inteligente y culto, es defensor de la equidad de género, el derecho al aborto y los derechos de los homosexuales, y se expresa de forma ágil e impecable todo el tiempo. Además probablemente sea mujer, por cierto.

Ese candidato no existe en estas elecciones y es posible que nunca exista. Mientras tanto, lo mejor que tenemos es el Peje.

Parafraseando a The Dark Knight, el Peje no es el candidato que necesitamos; pero probablemente sea el que nos merezcamos, por permitir que vergüenzas nacionales como Vicente Fox o Enrique Peña Nieto llegaran a la silla del águila.

Lo que hace que más mal me caiga el Peje, es que por las situaciones políticas nacionales de los últimos veinte años, me he visto en la penosa necesidad de a) votar por él; y b) tener que defender sus políticas. Porque encima de todo, las cosas que hace normalmente hay que defenderlas porque tienen todo el sentido del mundo; sólo que el que las plantea, empuja e implementa es él, que me cae muy mal en lo personal.

Que un candidato nos caiga mal (o bien) personalmente no es argumento para darle o no nuestro voto. Como con todo con política, los hechos hablan; y es un hecho innegable que el Peje entregó la Ciudad de México mejor de lo que la recibió. Esto por supuesto es en promedio; mientras que hubo cosas que mejoraron, también hubo otras que empeoraron, pero el balance general es sin duda alguna positivo. Obviamente hay gente que no está de acuerdo con ese balance; pero los niveles de aprobación (más del 80%) y de apoyo hacia el Peje por parte de los habitantes de la Ciudad es sencillamente un hecho. A mí me parece que es lo que importa: qué opinamos los que de hecho fuimos gobernados por él.

Básicamente ese es el único argumento que debería importar; es también un hecho innegable que los planes de gobierno y modelos económicos de los últimos tres presidentes (y se puede discutir que los últimos seis) no funcionan. La pobreza y desigualdad han ido en aumento casi absoluto; las inversiones en salud y educación (incluyendo investigación) se han desplomado; el poder adquisitivo del promedio de los mexicanos se ha decrementado. Y eso es sin contar la incompetencia y corrupción de las últimas administraciones, por no hablar de la “guerra contra el narcotráfico” que nada más ha resultado en cientos de miles de muertos y en una violencia que está llegando a niveles incontrolables.

Mucha gente no sabe (o no considera) que al país no le ha ido todavía peor en gran medida por la Ciudad de México. Las administraciones de la CDMX (incluyendo, aunque en menor medida, al tarado de Mancera) han seguido políticas (especialmente en el ámbito social) que han permitido a la Ciudad (junto con menos corrupción en promedio que el resto del país) el mantenerse por encima de los peores estragos de las pésimas políticas de los gobiernos federales. Y dado que la economía de la Ciudad de México es la más importante de la nación (si fuera un país independiente, la economía de la Majestuosa sería la quinta de Latinoamérica), es un factor importante en haber sostenido a la República en este último par de décadas.

Por supuesto que queremos que se extiendan las políticas de la Ciudad de México a toda la nación. Y el único candidato que ofrece eso (por más mal que me caiga) es el Peje.

Hay otros argumentos, obviamente. El Peje me caerá muy mal, pero no es corrupto básicamente por eliminación; es probablemente el político mexicano que más han vigilado las distintas administraciones federales en los últimos años. Si hubiera una cosa turbia en su conducta, ya la habrían sacado hace mucho tiempo. Por eso es que le siguen intentando inventar cosas cada cierto tiempo; hasta ahora siempre han resultado falsas o inofensivas. Claro que su ridícula manera de ser “austera” ayuda. Esto también lo pone muy por encima de los otros candidatos en la contienda.

De los argumentos para llamar a no votar por el Peje básicamente tenemos dos ejes principales: que su plan de gobierno y modelo económico son o bien muy radicales; o bien un retorno a las “políticas del pasado” (ya saben, esa época horrible cuando se invertía más en salud y en educación). Son argumentos ridículos, por supuesto: el plan de gobierno del Peje es lo menos radical o revolucionario que existe en este mundo. No hay absolutamente nada extremo en el mismo; si uno tiene la paciencia de leerlo, se parece al de Obama: tratar de reconstruir la red de seguridad social del Estado de bienestar y regular a las corporaciones, además de combatir la corrupción (pero siendo justo todos los candidatos dicen que combatirán la corrupción). Eso es todo; es aburridísimo.

Y lo de regresar a “las políticas del pasado” es todavía más ridículo, porque el Peje jamás ha llamado a nacionalizar empresas que se han venido privatizando desde los ochentas, y como la política económica mexicana proteccionista de antes de 1982 se basaba en eso, entonces no tiene sentido. El Peje ha llamado a revisar por ejemplo la “apertura” de Pemex; pero como las “reformas estructurales” no eran privatización (eso es lo que siempre dijeron, ¿no?), entonces no tiene nada que ver con “regresar” a nada. Dada la corrupción de estas últimas administraciones tiene todo el sentido del mundo revisar con lupa los contratos; es simple sanidad contable.

Cualquiera que quiera usar un argumento apocalíptico contra el Peje amenazando con que las cosas se pondrán muy mal si él gana, pierde el argumento por omisión. Las cosas ya están muy mal (desigualdad social, violencia, crimen, corrupción, etc.), ¿de qué nos quieren espantar? Me parece que es por esta razón que las cantaletas histéricas de siempre no están funcionando en esta ocasión. El cielo no se va a caer si gana el Peje y todos los sabemos. A lo mejor no mejoran las cosas de manera extraordinaria (que es lo que yo en lo particular me temo), pero un cambio verdadero es justo y necesario, y el único candidato (serio) que lo ofrece, es Andrés Manuel.

Nos caiga bien o mal.

Encima de todo lo anterior, toda su vida López Obrador ha elegido consistentemente luchar a través de la vía electoral; y cuando ha encabezado movilizaciones, siempre ha enfatizado que las mismas sean pacíficas. AMLO no sólo ha dicho siempre que la vía violenta está de entrada descartada, sino que en los hechos cuando hubo la coyuntura y los voluntarios necesarios dispuestos a tomar la vía violenta (por ejemplo, en el 2006), él fue la principal fuerza para evitar que estallara. No le hubiera costado nada mandar a miles de sus seguidores (que los conozco; algunos son bastante fanáticos) a que fueran reprimidos y él poder explotar la subsecuente crisis política y social. Y no lo hizo; eso me da mucha confianza en votar por él, porque conozco demasiados dirigentes de izquierda que siempre estuvieron dispuestos a mandar a sus seguidores al matadero con tal de obtener alguna ganancia política.

Para terminar, se le puede criticar mucho a Andrés (y hay que hacerlo, en particular porque luego dice muchas tarugadas), pero hay que reconocerle que es uno de los políticos más trabajadores en la historia de este país. Y no me refiero nada más a entrar a trabajar a las 6 de la mañana y ridiculeces de ese estilo; me refiero a la labor política más pesada que existe, que es ir y de hecho platicar con la gente. No sólo con líderes comunitarios y con empresarios y con organizaciones; ir con gente común y corriente a todas partes en el país. En esta campaña Andrés Manuel es por mucho el candidato que más ha recorrido la nación y que más pueblos y ciudades ha visitado; bajo esa métrica supera a Meade y Anaya juntos. Ha llegado a ocurrir que tiene cuatro eventos en poblados diferentes el mismo día; los otros candidatos no le llegan ni siquiera a los talones en el ritmo de trabajo. Y no es nada más la labor de campaña; la formación y dirección de Morena en tan sólo seis años es algo que básicamente no se había escuchado antes en este país; y es todavía más impresionante dado el éxito que ha tenido (dada su edad como partido) y que al parecer va a tener el 1° de julio. A mí me cae muy mal el Peje; pero reconozco que nunca ha dejado de trabajar en el proyecto que él cree es el que México necesita y además que es de los pocos políticos en este país que se ha mantenido firme en la arena política aún sin tener un cargo público.

(Por cierto, si quieren leer una perspectiva profunda del Peje por parte de la prensa extranjera, lean el artículo de él que escribieron en The New Yorker; además de ser un artículo espectacular, me parece bastante objetivo y tiene analogías fabulosas como comparar a Juárez con Lincoln o a Tabasco con Louisiana.)

Antes de concluir esta entrada, supongo que debo justificar por qué votaré por el Peje a pesar de las cosas que mencioné al inicio. La respuesta sencilla es, ninguna de ellas es suficientemente grave como para votar por alguno de los otros dos tarados (el Bronco, como ya he dicho, es una broma); y como he mencionado es indispensable que votemos, así que la mejor opción sigue siendo el Peje. De cualquier manera voy a cubrir las cosas que mencioné al inicio una por una.

Que me parezca vulgar y desagradable es algo subjetivo de mi parte y no debería afectar mi decisión de votar por él.

Sus tendencias mesiánicas sólo son un problema si tratara de mantenerse en el poder después de que acabe su sexenio (si gana), y no hay ninguna señal en su comportamiento pasado que sugiera que eso haría; en particular, siempre ha dicho que jamás trataría de reelegirse.

El conservadurismo y mochismo del Peje son, para mí, su principal defecto como candidato; y sin embargo estoy parcialmente de acuerdo con lo que él dice: la equidad de género, el derecho al aborto, los derechos de los homosexuales, todos son temas muy importantes y que siempre he defendido… pero no son los temas más importantes. Pelear por los derechos de las mujeres y de grupos desprotegidos se vuelve secundario si vivimos en una desigualdad económica brutal o bajo una violencia inmanejable: se convierte en pelear por mujeres y homosexuales privilegiados (de clase media alta y alta), porque serían los únicos que podrían aprovechar esos derechos. Si alguien se está muriendo de hambre o es asediado por la violencia del narco, lo que menos le interesa es si se puede casar con su pareja del mismo sexo o si le van a dar una promoción a pesar de su género o preferencia sexual. Bajo esas condiciones esos temas se convierten en secundarios o terciarios.

Por último, las universidades. No me importa si el Peje crea universidades en todo el país modeladas como la Universidad Autónoma de la Ciudad de México… siempre y cuando aumente el presupuesto de la UNAM, el resto de las universidades públicas y del Conacyt; y además respete la autonomía de las mismas. Y otra vez, no hay nada en su comportamiento pasado que apunte a que no será así.

Si en algún momento el Peje al menos insinuara que quiere reelegirse; o definir el matrimonio como exclusivamente entre hombre y mujer; o penalizar el aborto; o reducir el presupuesto de la UNAM y el Conacyt; yo seré el primero en criticarlo y movilizarse para evitarlo de cualquier manera que me sea posible. Pero mientras no lo haga, le voy a dar el beneficio de la duda.

Así que en resumen; me cae muy mal el Peje y definitivamente no es el candidato que a mí me gustaría; pero es la mejor opción disponible (por mucho) y aunque no espero nada terriblemente revolucionario si él gana, ciertamente creo que nos irá mejor que con cualquiera de las otras (muy tristes) opciones disponibles. E incluso creo que hay espacio para que mejoren ciertas situaciones en el país. No muchas y no de manera espectacular (la democracia es lenta y aburrida), pero sí algunas un poco.

Por todas estas razones yo el 1° de julio voy a votar por Andrés Manuel López Obrador. Por cuarta vez (tercera para presidente).

Aunque me caiga mal.

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The Clear Cards

Después de 22 episodios, terminó Cardcaptor Sakura: Clear Card, que por supuesto me aventé completita.

Cardcaptor Sakura: Clear Card

Cardcaptor Sakura: Clear Card

17 años después de terminar la serie original, la misma me sigue sorprendiendo. Comentaba en mi primera entrada de esta nueva temporada que algunas cosas me empezaban a desesperar. No tardé mucho en ver de nuevo lo profunda y original que puede ser la serie.

Lo primero que me pareció extraordinario es cuando Syaoran invoca su espada por primera vez; antes, al igual que Sakura, Syaoran cargaba su herramienta mágica de manera reducida, que al activarse crecía hasta su tamaño normal. Ahora Syaoran hace un hechizo que al parecer extrae la espada de su mano.

Me acabo de dar cuenta que todo lo anterior suena terriblemente obsceno, así que mejor muestro una imagen.

Espada de Syaoran

Espada de Syaoran

No estoy seguro de que eso haya ayudado.

Luego están los sutiles cambios entre varios personajes. Toya sabe de las aventuras de Sakura, pero ahora además varias veces platica con Yue directamente, a veces a espaldas de Yukito. Takashi por alguna razón comienza a dejar de decir historias inventadas. Cosas por el estilo.

Y por último están las revelaciones de lo que saben los personajes y cómo afectan las relaciones entre todos. Syaoran está en comunicación con Eriol, siguiendo sus instrucciones para proteger a Sakura, pero sin decirle a ella. Al enterarme yo de esto me hizo sentir incómodo; pero me sacó más de onda cuando queda claro que Sakura sabe que Syaoran le está ocultando cosas y que sabe que lo hace porque la quiere. Y entonces (por supuesto) ella le oculta que sabe que él sabe, también porque lo quiere.

Toya al parecer está recuperando su poder (que había sacrificado para salvar a Yukito/Yue), en gran medida porque el de Sakura está creciendo a un ritmo muy acelerado. Y sin embargo cuando introducen a un mago inglés, que es el mayordomo de Akiho, una nueva amiguita de Sakura (y que al parecer es su equivalente de Yue/Ruby Moon para Sakura/Eriol), Sakura no detecta su magia pero Syaoran sí. Y contrario a sus reacciones cuando era más inmaduro, el muchacho no hace otra cosa sino parpadear y en cuanto puede comunicarse con Eriol para avisarle de la nueva amenaza.

Por último lo más interesante es que resulta que el papá de Sakura también ha sabido todo el tiempo que algo pasa con su hija, pero confía lo suficiente en ella (y en Toya) como para no intervenir, a pesar de intuir que no es algo “natural” y potencialmente peligroso. Esto contrariamente de que el animé siempre ha dejado claro que Fujitaka nunca ha tenido poderes mágicos.

La serie es increíble; cuando introducen a Akiho, Kaito y Momo, es dolorosamente obvio que es un nuevo trío mágico, como Sakura/Kero/Yue o Eriol/Spinel/Ruby Moon, pero las subsecuentes revelaciones son fabulosas (Akiho al parecer no sabe absolutamente nada de las cosas mágicas que ocurren a su alrededor).

Después de 22 episodios comienza a adivinarse qué es lo que está ocurriendo con las cartas transparentes y qué papel juegan Akiho y sus guardianes, pero la verdad que todavía no queda claro nada. Y aunque ha avanzado un poco (muy poco) la relación de Sakura y Syaoran, yo sí me quedé esperando más; sobre todo porque dudo que la nueva temporada salga pronto.

Sakura y Syaoran

Sakura y Syaoran

Me está encantando esta continuación de mi animé favorito de hace casi veinte años; pero me desespera la velocidad a la que se mueve la historia (más aún si consideramos que varias aventuras son versiones nuevas de las que tuvo Sakura la primera vez que capturó las cartas Clow).

Y ya quiero ver a Sakura y Syaoran dándose un beso.

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2018: Ricardo Anaya Cortés

Siendo, como soy, no es de extrañar que generalmente encuentre analogías a mi forma de pensar en cosas que mucha gente descartaría como intrascendentes: cine, literatura o videojuegos, por ejemplo. A mí me parece que pequeñas pepitas de sabiduría muy profunda se pueden encontrar casi en cualquier lugar, y por eso quiero comienzar esta entrada con una cita de Albus Dumbledore:

It is a curious thing, Harry, but perhaps those who are best suited to power are those who have never sought it. Those who, like you, have leadership thrust upon them, and take up the mantle because they must, and find to their own surprise that they wear it well.

Es una buena frase y una que me parece todos los que hemos de hecho vivido a través de situaciones que requerían liderazgo efectivo, ciertamente el mejor suele venir de aquellos que no es su objetivo en la vida dirigir, pero que están dispuestos a hacerlo, aunque en sus ojos sea de hecho un sacrificio. La contrapuesta me parece (con ciertos detalles aclarados) también cierta: los peores líderes son aquellos para los que dirigir, ser el líder o “jefe”, es lo más importante en la vida.

Como digo, hay que aclarar ciertos detalles.

A ciertos niveles (que sin duda incluyen la presidencia de la República, pero muchos otros también como gobernaturas, rectorías de grandes universidades, jefes de gabinete, etc.), es básicamente imposible llegar a ser el líder si no es algo que se está buscando de forma absoluta e implacable. Para motivos prácticos nunca (o casi nunca) ocurre que alguien que no lo buscaba de repente se encuentre siendo presidente de la República.

Entonces hay que matizar la contrapuesta de la cita de Dumbledore: hay que analizar el por qué alguien quiere dirigir. Y aunque es un universo de posibilidades bastante complejo, me parece que hay dos extremos fácilmente identificables que (al menos desde mi punto de vista) básicamente determinan en qué políticos hay que desconfiar y cuáles se merecen el beneficio de la duda (por principio, no creo que haya que “confiar” en ninguno).

Los dos extremos son (de manera simple y maniquea): hay quien busca el poder para ayudar a la gente; y hay quien lo busca porque quiere ese poder.

Por supuesto es mucho más complicado que eso y todos los políticos siempre dirán que quieren ayudar a la gente (y algunos hasta sinceramente lo creerán) y todos los políticos (hasta cierto grado) buscan el poder porque quieren ese poder. Es básicamente prerequisito de esa vocación.

Y es por eso que en general no hay que hacer mucho caso de lo que digan los políticos (especialmente en campañas), ni mucho menos tratar de leer sus pensamientos: lo único real son las acciones concretas. Cómo han actuado cuando de hecho han tenido poder.

Es por esa razón que siempre he preferido a los políticos (de todo el mundo y cualquier ideología, incluyendo de derecha) que comenzaron sus carreras saliendo a la calle a trabajar con (o a veces literalmente darse de madrazos junto a) la gente a la que esperan liderear algún día y por la cual me generan mucha desconfianza aquellos que escalan puestos políticos a través de compadrazgos, contactos familiares, maquinaciones y politiquerías; y en particular para mí los peores son los que utilizan su poder político para enriquecerse. Un muy buen ejemplo son los últimos dos presidentes gringos: Barack Obama trabajó cinco años como organizador comunitario en Chicago antes de continuar sus estudios de leyes; Donald Trump siempre abusó del dinero e influencia de su familia para hacer cualquier cosa y nada más llegó a la presidencia comenzó a beneficiar sus negociones y los de sus hijos. No estoy diciendo que Obama sea “bueno” ni que Trump sea “malo” (no hay “buenos”; sólo hay menos “malos”), lo que digo es que sin duda prefiero a Obama sobre Trump.

Lo que nos lleva a Ricardo Anaya.

Anaya podría ser descartado (a mis ojos y, al parecer, los de mucha gente) nada más por venir del PAN (los dos sexenios presidenciales panistas han sido de los peores en la historia del país; particularmente el de Calderón), por su trayectoria (jamás ha ejercido una posición ejecutiva) y por el equipo de gente con la que se ha rodeado (todos provenientes de las filas del PAN y de la carcasa medio podrida de lo que queda del PRD). Pero para mí eso no es lo peor; para mí lo peor es que Anaya ha actuado de forma implacable para eliminar a sus enemigos; sean quienes sean, de la forma que sea necesaria y sin importar las consecuencias.

Esto no es algo malo en todas las facetas de la vida; si yo fuera el dueño de una empresa y sólo me importaran sus ganancias, querría a alguien de ese estilo dirigiéndola. ¿Pero como servidor público, alguien que de hecho es empleado de la gente? No, gracias. Ricardo Anaya ha maquinado toda su vida cómo adquirir más y más poder y al parecer no para tener mejores oportunidades de ayudar a nadie excepto a él mismo. Además lo hizo, repito, eliminando a quien sea (como la Zavala) y como sea (como una alianza impensable con el PRD) para conseguirlo.

Dadas sus acciones, se puede concluir que Ricardo Anaya jamás en su vida se ha preocupado por nadie que no sea el mismo y que las posiciones de poder que adquirió fueron, siempre, sólo un paso para poder brincar a la siguiente o una oportunidad para hacer negocios (y financiar su siguiente brinco). Fue presidente de la cámara de diputados federales; ¿qué legislación diseñó, llevó al pleno y defendió cuyo principal objetivo fuera mejorar la vida de los mexicanos en su conjunto (empresas no valen)? ¿Qué hizo similarmente como diputado local en Querétaro?

Fue presidente nacional del PAN; después de la derrota del 2012 (y las increíblemente incompetentes administraciones de Fox y Calderón), el PAN estaba mal, pero no en la crisis en la que se encuentra ahora. La apuñalada por la espalda que le dio a Margarita Zavala, aunado con la alianza delirante con lo peor que queda del PRD, que va en contra de los pocos principios que el PAN no había violado durante sus dos sexenios al frente del ejecutivo federal, han hundido al PAN en una de sus crisis más graves de la historia. En gran medida, Anaya es responsable.

Y nada más por no dejar de mencionarlo, están las múltiples acusaciones de triangulaciones de dinero y de abuso de sus puestos para hacer negocios, ya fuera directamente o a través de terceros. La verdad es que no sabemos exactamente qué ha pasado; y al igual que con Meade, mientras no tengamos una impartición de justicia honesta, nunca lo sabremos. Pero para ser alguien tan joven (es menor que yo), Anaya ciertamente ha acumulado una serie de acusaciones (varias de ellas difícilmente justificables) que si él sonara como un candidato perfecto a ser presidente excepto por dichas acusaciones, las mismas serían suficiente como para generar una duda razonable a elegirlo. Aunadas a todo lo demás (la ambición desmedida, las traiciones, la incapacidad de generar consensos y facilidad para causar divisiones; por no hablar de sus posturas políticas y económicas), lo convierten en el peor posible candidato a la presidencia en esta elección.

En mi entrada anterior comentaba que entre el Bronco, Meade y Anaya, yo eligiría a Meade. Pero incluso entre el Bronco y Anaya, yo eligiría a el Bronco.

En toda esta serie de entradas no he hecho muchas predicciones, pero me voy a animar a hacer una aquí. Si Anaya pierde el 1° de julio (que por suerte cada vez parece más y más probable), su carrera política estará acabada. A lo mejor consigue un cargo burocrático en algún gobierno local, pero lo dudo: ha cruzado a demasiadas personas, ha sembrado demasiada discordia, tiene demasiada cola que le pisen y para acabarla de amolar, resultó ser terriblemente tarado como candidato.

Y si se cumple que su carrera política termina después de las elecciones, a mí me va a dar mucho gusto. Desde mi perspectiva, gente como Ricardo Anaya no debe estar nunca al frente de cargos públicos.

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El Legado del Diablo

Ayer (vaya, esto de escribir de política me está poniendo al día con mis reseñas) fui a ver Hereditary.

Se aplican las advertencias de spoilers habituales; les recomiendo ampliamente no leer mi reseña si no han visto la película (y me parece que deben ver la película).

Hereditary

Hereditary

Fui a ver esta película porque vi la reseña que hizo Grace en Beyond the Trailer. Me cae bien Grace, pero la verdad es terriblemente limitada cuando las cosas son un poquito más intelectuales del promedio gringo (que ya es decir). Así que cuando básicamente acusó a la película de ser pretenciosa y sin trama, decidí que iría a verla.

En defensa de Grace, la película sí es muy pretenciosa… pero se lo gana.

La historia es de la familia Graham, donde la abuela acaba de fallecer. La familia consiste de Annie (Toni Collette), la mamá que acaba de perder a su madre; Steve (Gabriel Byrne), el marido más pusilánime de la historia; Peter (Alex Wolff), el hijo adolescente dolorosamente simple; y Charlie (Milly Shapiro), la hija de 13 años con “capacidades diferentes”. La película es perturbadora la mayor parte del tiempo, pero un elemento muy sutil es que, escudándose de manera magistral en la cultura de “políticamente correcto” que siguen muchos gringos educados, jamás nadie menciona qué carajo es lo que le pasa a la niña. Evidentemente es deforme, pero no parece ser enanismo ni síndrome de Down; y más claro aún es que está mal de la cabeza, pero de nuevo no parecer ser síndrome de Down ni retraso mental. La actriz es espectacular, por cierto.

Después del funeral de la abuela (que parecía ser particularmente cercana con Charlie), Annie confiesa en un grupo de ayuda que su madre era manipuladora y al final senil, y que su hermano se había suicidado en la recámara de su madre, acusándola de “querer meterle a alguien”. A Peter lo invitan a una fiesta, y como buen adolescente el muchacho quiere ligar, así que le pide al carro a su mamá que se lo da con la condición de que lleve a Charlie con él y que no beba. Peter cumple ambas cosas, porque no le gusta beber, le gusta la mota harto rete mucho.

En la fiesta, Peter abandona a su hermanita poniéndola a comer pastel (la niña parece tener una obsesión con el chocolate) para poder ir y seguir los comandos de su pene (primer error). Por supuesto, Charlie comienza a entrar en un choque anafiláctico, porque el pastel tenía cacahuates y ella es alérgica, y por motivos de la trama no llevaban su epinefrina (segundo error). El muchacho en modo de pánico sube a Charlie al carro sin ponerle el cinturón de seguridad (tercer error) y se lanza hecho la madre al hospital. En el camino Charlie va ahogándose, así que abre la ventana y saca la cabeza tratando de respirar, cuando justo en ese momento Peter ve el cadáver de un perro en el camino, da un volantazo y un poste en el camino procede a decapitar a Charlie.

Es una de las escenas más intensas, dramáticas y terribles que he visto en mi vida. No es exactamente terror lo que se siente en esa escena; es algo mucho más primordial y mucho peor que simple terror.

Completamente en shock Peter se va a su casa y se acuesta en su cama, para despertar al otro día con los alaridos de su madre al encontrar el cadáver decapitado de su hija. Y no ponen la escena, pero se deja a la imaginación la tarea de tener que ir a recoger la cabeza abandonada de la niña al lado de la carretera. La cabeza sí la muestran, medio podrida y siendo devorada por moscas, porque por qué no.

De aquí en adelante las cosas se van poniendo de mal en peor, pero todo podría atribuirse a nada más muy mala suerte y una familia con historial de problemas mentales; incluso el título (Hereditary) podría dar eso a entender, dado que cosas como la esquizofrenia tienen factores genéticos que se heredan. Pero no, siguiendo la pauta de películas como Roser Mary’s baby y The Exorcist, es el diablo el culpable de todo.

A mí me encantó la película; no abusa de los sustos de pegar brincos; las actuaciones son espectaculares (Wolff y Collette en particular); la música es perfecta para el ambiente de la película; y desde el punto de vista artesanal es una obra maestra, probablemente el mejor uso que he visto este año de las herramientas visuales del medio cinematográfico. Y la historia es excelente también; no sé si sea porque soy ateo (lo único malo de no creer en dios es que tampoco creo en el diablo), pero todas las películas de terror que utilizan la mitología cristiana para dar fundamento a su historia yo generalmente las encuentro entretenidísimas. Lo único es que sí es terriblemente incómoda de ver la película en muchas partes; yo lo sentí en la sala donde la vi, todo mundo estaba aterrado.

Junto con A quiet place, es la mejor película de terror que he visto este año y la recomiendo ampliamente. Sólo sí es de terror y sin duda habrá gente que encontrará varias porciones de la película posiblemente insoportablemente incómodas.

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2018: José Antonio Meade Kuribreña

Soy académico de la Universidad Nacional Autónoma de México y llevó años (décadas, si expandimos la definición) en el medio académico. Además varias personas en mi familia también son académicos (o aspiran a entrar a la academia), así que se puede discutir que desde chiquito estoy aprendiendo cosas del medio académico por ósmosis.

Una cosa importante que he visto durante años de conocer, platicar, trabajar y tratar en general a personas con un alto nivel educativo: ningún grado garantiza que alguien no sea un tarado. Y de hecho es relativamente común que la gente altamente educada sea terriblemente ignorante en cosas que estén fuera de su esfera de estudios.

Me incluyo en esto, por supuesto.

Meade es alguien indudablemente educado; pero por su actuación en las secretarías de energía, hacienda, relaciones exteriores y desarrollo social podía discutirse que es un tarado. Esta campaña lo demostró de manera dolorosamente obvia.

También está el hecho de que Meade es economista. La economía es, en el mejor de los casos, una ciencia social (se puede discutir que es una de las humanidades); pero existen muchos economistas que de verdad creen que es una ciencia exacta, lo cual probablemente sea de los factores más determinantes para que ocurrieran las peores crisis económicas del siglo XIX, XX y XXI.

No hay ciencia más dada al pensamiento dogmático que la economía (si acaso concedemos que la economía es ciencia).

La teoría de que el Estado debe intervenir poco en la economía y dejar que el mercado determine por sí mismo el costo de los productos y la calidad de los mismos, ha sido desacreditada de manera empírica una y otra y otra y otra vez. No me importa qué digan tus modelos matemáticos; no me importa qué digan tus proyecciones en el mercado: si los hechos muestran que existe cada vez más desigualdad; que los pobres son cada vez más y se vuelven más pobres; que los ricos son cada vez menos y se vuelven cada vez más ricos; que el valor adquisitivo de tus trabajadores no ha crecido; y que siguen dándose crisis económicas cíclicas, entonces tu modelo económico no sirve.

Y la necedad de insistir que son factores externos los que evitan que funcione: “hay que implementar más reformas”, “hay que darle más tiempo”… es exactamente lo que decían los regímenes comunistas. La ciencia justamente consiste en ajustar modelos a la realidad, no al revés.

José Antonio Meade es en gran medida la personificación del modelo económico que ha perseguido el país en los últimos 30 años y que ha resultado en que México esté dentro del 25% de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo, donde vive el hombre más rico de América Latina junto con más de 50 millones de personas pobres. Trabajó en las administraciones de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto, discutiblemente las más ineptas de toda la historia del Estado moderno mexicano y sin duda alguna de las más corruptas. Como secretario de Hacienda y Crédito Público implementó justamente esta idea idiota de “desregularizar” a las empresas, siendo el ejemplo más descarado las famosas Zonas Económicas Especiales, donde empresas no pagan ISR ni IVA durante un tiempo determinado; seguramente ninguna empresa va a abusar de eso. Y por supuesto la gente común y corriente sí sigue pagando IVA.

Por no mencionar la misma corrupción en la que ha participado Meade. Podríamos elucubrar acerca de su involucramiento en “La Estafa Maestra”; mientras no tengamos una impartición de justicia que no sea corrupta no sabremos a ciencia cierta. Pero sin elucubrar, lo cierto es que Meade vio cosas en la administración de Peña Nieto como el caso Odebrecht o el escándalo de la mansión de Angélica Rivera y no dijo nada.

Nada más eso lo descalifica (en mis ojos y los de un enorme sector de la población, aparentemente) como posible presidente; y ni siquiera he mencionado cosas como seguridad, educación, manejo del sector energético, etc. Agréguenle además que su campaña ha mostrado a alguien torpe, desconectado de las necesidades de los mexicanos comunes y corrientes y con el carisma de una suela de zapato, no es de extrañar entonces que esté en último lugar de los candidatos “serios” a la presidencia.

En defensa del tarado de Meade, cualquier candidato del PRI la hubiera tenido difícil; después de las tragedias nacionales que fueron los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, muchos mexicanos estuvieron dispuestos a darle una oportunidad más al PRI, el partido de nuestra dictablanda durante todo el siglo XX después de la Revolución.

Como decía mi directora de tesis de la licenciatura; “todo mundo se merece una segunda oportunidad… ¡pero sólo una!”

De alguna manera la candidatura de Meade es el resultado de la descomposición que ha sufrido el gobierno de Enrique Peña nieto y el PRI. El país está en una crisis muy profunda (únicamente en un país en crisis asesinan a más de 100 políticos durante el proceso electoral) y el grupo en el poder fue completamente incapaz de elegir a un candidato que tuviera al menos la esperanza de llega a ganar. Se puede incluso discutir que eligieron al peor.

A mí me parece que hay una muy alta probabilidad de que Meade haya participado en varios actos de corrupción en las administraciones de Calderón y Peña Nieto; y de hecho, dado el nivel de sus cargos en esas administraciones, me parece que lo difícil sería que no hubiera participado. Si no fuera por eso, me daría pena el tarado de Meade: es patético, como candidato y como muchas otras cosas. Es literalmente un pobre burócrata, por más doctorado de Yale que tenga. Su posición en las encuentas con casi toda certeza se deba más a la maquinaria del PRI que todavía existe en el país que a los logros de su campaña o a su “carisma” como candidato.

Y sin embargo, dicho todo lo anterior, si no estuviera la opción del Peje probablemente votaría por él (y después haría buches de cloro). El Bronco es una broma, como ya he dicho; y de Anaya escribiré más adelante. Y si soy congruente con lo que he escrito (que hay que participar en las elecciones aunque todas las opciones sean una mierda), entonces la opción menos peor entre el Bronco, Meade y Anaya, sin duda alguna (para mí) sería Meade.

Eso no habla de nada bueno de Meade; habla de la espantosa opción que representa Anaya (el Bronco, repito, es una broma… mala). Pero de Anaya escribiré en la siguiente entrada.

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Han Solo: Una Historia de Star Wars

El jueves pasado fui a ver Solo: A Star Wars Story. Fue una decisión consciente de mi parte; me negué a ir el día del estreno después de Last Jedi, y además no fui en fin de semana, porque la ganancia en fines de semana es la métrica que usa Hollywood para determinar qué tan bien le está yendo a una película. Iba a ir a verla al cine (siempre voy a ir a ver al cine las películas de Star Wars, son lo más cercano que tengo a una religión), pero sí quería mostrar mi descontento con la última película con numeración.

Al parecer funcionó; bajo cualquier métrica, pero más aún porque costó cerca de 400 millones de dólares hacerla (incluyendo retomas y publicidad), la película fue un fracaso financiero. Con los mercados auxiliares probablemente recupere lo que costó hacerla; pero es la película de Star Wars que peor le ha ido en la historia del mundo mundial. Ahora sólo espero que el ratón diabólico entienda el mensaje y corrija las cosas con el episodio IX.

Se aplican las de siempre.

Solo: A Star Wars Story

Solo: A Star Wars Story

Debo dejar claro que yo no tenía nada en contra de esta película en particular; la postura que yo y un montón más de fans (al parecer) tomamos de no ir en masa a ver Solo el día de su estreno fue únicamente por lo que hicieron con el episodio VIII.

A mí me gustó el churrito.

Alden Ehrenreich hace un papel pasable dada la situación semi imposible en la que lo pusieron; tratar de reemplazar a Harrison Ford. Emilia Khaleesi Clarke siempre me ha encantado; y Donald Glover es espectacular como Lando. Woody Harrelson y Thandie Newton hacen lo que suelen hacer; Paul Bettany mastica el escenario con gusto. La historia son la misma bola de mamadas que suele ser Star Wars, relatando los puntos más famosos de la mitología de Han Solo; su encuentro con Chewie; el Kessel Run (y por qué se mide en distancia y no en tiempo); cómo le gana el Halcón Milenario a Lando en una mano de sabacc; etc. Es una película promedio de Star Wars.

Hay quien se está quejando de que hubiera sido mejor no saber exactamente cómo ocurrió la mitología de Han Solo; mamadas, está divertido verlo y la película está bien hecha y razonablemente contada. Pero me alegra que no le esté yendo muy bien (aunque me gustaría ver de nuevo a Alden Ehrenreich como Han Solo).

Sólo sí quiero comentar el cameo inesperado que hay al final de la película; toda la película es un chantaje emocional nostálgico, entonces no era de extrañar que apareciera Darth Maul al final. Eso me encantó; yo soy de los que le gustaron las precuelas. Pero incluso a mí me pareció ridículo que terminando de hablar con Qi’ra, Maul encendiera su sable de luz doble. ¿Qué razón tendría de hacer eso? “¡Ira, ira mi sable de luz!”

Como sea es un churrito de Star Wars entretenido y yo sí lo recomiendo. Pero más vale que el ratón diabólico repare las pendejadas del episodio VIII, porque si no el IX sí está objetivamente en peligro.

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Deadpool 2

Fui a ver Deadpool 2 el día de su estreno. Se aplican ya saben.

Deadpool 2

Deadpool 2

Fui a ver esta película con mis espectativas bastante altas, y la verdad no me decepcionó en lo más mínimo.

Es una comedia oscura de acción un poco más pelada de lo que normalmente se esperaría y bajo esa métrica es básicamente perfecta. Sí, refrigeran a Morena Baccarin y de verdad los escritores de Hollywood deberían dejar de utilizar ese trauma tan choteado como motivador del protagonista; pero por el lado positivo sale en pantalla grande la versión más espectacular de Take On Me en la historia del mundo mundial. Sí, Negasonic Teenage Warhead sale muy poquito; pero por el lado positivo conocemos a Yukio, su novia, que tiene los intercambios más cagados del universo con Wade. Sí, Black Tom Cassidy lo destazan como personaje; pero por el lado positivo los chistes de Deadpool de que Cable es racista hacen que valga la pena. Y sí, los avances fueron un engaño y asesinan a casi todos en X-Force cinco minutos después de que los introducen; pero por el lado positivo Zazie Beetz es espectacular como Domino y el cameo de Brad Pitt es muy divertido.

Y Josh Brolin como Cable es muy cagado.

Esta película vale la pena por las razones por las cuales vale la pena; dícese, chistes ininterrumpidos y acción con una cantidad ridícula de violencia innecesaria. Cualquiera que espere cualquier cosa diferente de ella necesita que le revisen el cerebro, probablemente. Pero además tiene un par de escenas un poco más profundas que están muy bien hechas y que creo que valen la pena.

Yo me divertí como enano viéndola, así que sí la recomiendo; y como le fue suficientemente bien (aunque no tanto como a la primera), espero con ansias la tercera parte del plan de jubilación de Ryan Reynolds.

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2018: Los candidatos

Aunque empecé esta serie con tiempo (en febrero), he estado muy ocupado y las elecciones ya son en menos de 4 semanas. Sí me gustaría escribir mis ideas acerca de los candidatos a la presidencia antes de que votemos; por suerte Margarita Zavala “se bajó” y entonces ya nada más tengo que escribir de 4. Y de hecho de 3, si somos serios.

Las siguientes cuatro entradas de esta serie serán de los candidatos en el orden de preferencia electoral inverso que tengan según la última encuesta de El Financiero, así que escribiré del Bronco, Meade, Anaya y el Peje. Si me da tiempo, escribiré una última entrada concluyendo esta serie a finales del mes.

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Avengers: Infinity War

Unos días después de su estreno fui a ver Avengers: Infinity War con mis cuates.

Se aplican las de siempre.

Avengers: Infinity War

Avengers: Infinity War

Aunque he sido bastante crítico del MCU, lo cierto es que también he sido bastante fiel al mismo: he visto todas sus 18 películas (además de la que hoy reseño) en el cine. Algunas de ellas múltiples veces.

Marvel Cinematic Universe

Marvel Cinematic Universe

El MCU ha comenzado a funcionar en los hechos como una serie de televisión en esteroides anabólicos: cada película (episodio) puede en general verse por sí misma, pero lo común es suponer que el espectador conoce a los personajes, sus relaciones interpersonales y la trama general de la historia. Siguiendo esta analogía, las películas de los Vengadores han servido como finales de temporada. Esta última entrega es la más grande, ambiciosa y espectacular de las tres que ha habido.

Desde un punto de vista logístico, tecnológico y artesanal, Avengers: Infinity War es uno de los logros más impresionantes de la historia de la industria cinematográfica. Que esté además basada en un cómic es fuente de regocijo para todos los fans de este medio, como lo soy yo.

Desde un punto de vista artístico, Avengers: Infinity War es una mierda.

Esto no es algo malo; para motivos prácticos todo el MCU es una mierda, con contadas excepciones. Son películas que siguen una receta cuidadosamente planeada a lo largo de 10 años y 19 películas para maximizar el entretenimiento de los espectadores (y por lo mismo la ganancia que las películas obtienen); estas películas (en general) no buscan contar una historia interesante y emocionante con personajes bien definidos y profundos explotando los mecanismos artísticos que el medio cinematográfico ha desarrollado en el poco más de un siglo que lleva existiendo.

Buscan ganar dinero entreteniendo de la manera más efectiva a sus espectadores. Y lo consiguen.

A mí me gustó Avengers: Infinity War, aunque la verdad está lejos de ser mi película preferida del MCU (si me preguntaran, supongo que Winter Soldier o Homecoming serían mis preferidas). Es un churrito entretenido y es innegable el placer que sentí al ver juntos a estos personajes que llevamos conociéndolos desde hace 10 años.

Pero la historia es imposiblemente mala y llena de hoyos. Las relaciones entre varios de los personajes son inexplicables. Y (probablemente lo peor de todo) el final es tan ridículo que a mí literalmente me sacó de la película. Mi suspension of disbelief, que generalmente la tengo magistralmente sintonizada (puedo disfrutar casi cualquier churro, por increíble que sea), fue destrozada por el hecho de que “mataron” (o desaparecieron) a varios personajes que sabemos que van a regresar (Spidey y Black Panther tienen secuelas en preproducción).

De cualquier manera disfruté la película. Es muy divertida, especialmente por varios puntos concretos: la relación entre Peter y Tony; el magnetismo de Thor y su toma-y-daca con los Guardianes; el pissing contest entre Tony y Dr. Strange; la espectacular actuación de Brolin com Thanos y el respeto que le nace hacia sus adversarios (en especial Tony); y las múltiples secuencias de acción, por poco sentido que tengan varias.

Vale la pena verla en el cine (que no tengo que decirles; todo mundo ya fue a verla al cine).

Pero salí del cine sintiéndome extraño. No decepcionado; pero sí extraño. Tardé un rato en darme cuenta, pero al final lo descifré: cuando acabó The Matrix Reloaded, casi pegué (o igual y pegué) un grito en el cine, porque no podía creer que me dejaran durante meses esperando con la angustia de saber qué iba a pasar.

Cuando acabó Avengers: Infinity War, especialmente después del truco barato de hacer polvito a un montón de personajes, sencillamente no me importó. Voy a ir a ver Avengers 4 (o como sea que le llamen), al cine; voy a seguir yendo al cine a ver todas estas películas. Pero la verdad no me interesa en gran medida cómo van a resolver la historia: va a ser divertida, con muy buenas escenas de acción, pero con casi toda certeza una completa mamada.

No tengo ninguna prisa para ver la secuela.

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2018: La reforma educativa

No ha habido una reforma educativa en el país; lo que pasó en 2013 fue una reforma laboral.

Esto es obvio para cualquier persona que haya leído los cambios de la reforma; no hay nada que mencione cosas de educación, planes de estudio, pedagogía, impacto socioeconómico de los estudiantes. Literalmente nada que una reforma educativa debería tener.

La reforma es una reforma laboral, con el único objetivo de joderse a los maestros de educación primaria del país, en sus derechos laborales.

Aquí voy a decir otra de esas cosas que a mucha gente no le va a gustar: en México (como casi todo el tercer mundo) los maestros de las primarias públicas son en su gran mayoría héroes y deberíamos hacerles “estuatas” en lugar de estar demonizándolos en la televisión.

Esto por supuesto no es absoluto ni mucho menos cubre a los dirigentes magisteriales, ni del SNTE (que un montón son rateros y corruptos) ni de la CNTE (que en mucho casos sólo podemos calificarlos de “dementes”… además de que varios también son rateros y corruptos).

Pero los maestros comunes y corrientes que salen diario a darles clases a los millones de niños que tiene el país, son en su gran mayoría héroes que literalmente evitan que este país le vaya peor de lo que le va bajo unas condiciones miserables en el mayor de los casos e inhumanas en algunos.

Yo soy producto de la educación pública en México; estuve en una guardería pública (del ISSSTE) y toda mi vida estudié en escuelas públicas: la República Española (país que no existe) fue mi primaria pública; la René Cassin y República Argentina (larga historia) fueron mis secundarias públicas; el Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Sur fue mi bachillerato público; la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México fue mi licenciatura pública; y el Posgrado en Ciencia e Ingeniería de la Computación de la Universidad Nacional Autónoma de México fue mi posgrado público. Todas esas instituciones fueron públicas y gratuitas; yo nunca (ni mi familia) pagamos cuotas para que realizara mis estudios. Y de hecho en el posgrado me pagaron.

Los maestros que tuve en primaria no fueron todos buenos (aunque realmente sólo una fue mala, como la carne de cerdo en chile verde); pero casi todos siempre hicieron lo mejor que pudieron dadas las circuntancias. Y mis circunstancias eran realtivamente decentes; ni me quiero imaginar las condiciones en Chiapas, Oaxaca y Guerrero, por ejemplo.

La educación pública en México (especialmente la de nivel básico) tiene una cantidad de problemas enorme. Son problemas tan graves que muchos de ellos yo literalmente no tengo ni idea de cómo ni siquiera comenzar a resolverlos.

Lo que sí sé, es que la solución no va a ser joderse a los maestros. Especialmente a aquellos héroes que salen todos los días de madrugada a dar clases en salones que son sencillamente un techo de zinc con algunas bancas, donde ni pizarrones tienen. Cualquier solución (o intento de solución), comienza, pasa e incluye a los cientos de miles de maestros de primarias públicas en el país.

Y lo primero que debe hacerse, es detener la campaña de años de querer mostrarlos en los medios como (literalmente) haraganes y violentos que no quieren perder sus “privilegios”. De verdad, vayan a las escuelas públicas de Oaxaca; ¿de qué privilegios hablan? No es posible que la SEP se gaste literalmente miles de millones de pesos en publicidad, mucha de ella para atacar a maestros, cuando las condiciones de las escuelas públicas en grandes partes del país es miserable.

Por supuesto debemos evolucionar el sistema de escuelas normales del país; fue una buena idea después de la Revolución, pero muchas cosas han cambiado. Pero esa evolución debe darse con la participación de los maestros y de los estudiantes de las normales, no puede imponerse desde arriba, especialmente si no hay un estudio (conducido por instituciones nacionales; no dictado por la OCDE) que respalde las propuestas. Por supuesto debe detenerse el tráfico y asignación arbitraria de plazas; pero eso no significa joderse a todos los maestros quitándoles sus derechos. Por supuesto debemos incorporar a un sector significativo de profesionistas en el país para que se dediquen a dar clases en primaria; pero esto no significa que tiremos a la basura a los maestros que ya están dando clases, particularmente los que llevan años haciéndolo y tienen una relación establecida con las comunidades a las cuales sirven.

Cualquier reforma educativa (que de verdad sea educativa), tiene que incluir a los maestros de primaria, o está condenada al fracaso, como al parecer será el caso de la del 2013.

Por suerte.

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Cuarenta y uno

El viernes (no el pasado, sino el anterior) cumplí 41 años.

El año pasado fue medio brutal en relación al trabajo, principalmente por un proyecto que espero termine ya en unos meses. En particular este año comencé a escribir con un ritmo medianamente bueno, pero el último mes sí fue demasiado intenso. Espero que se calmen las cosas un poco, especialmente con el fin de semestre a la vista.

Está resultando ser un año muy interesante por varios factores; espero poder escribir al respecto con más regularidad. Tengo también varios planes para el año que viene, pero escribiré al respecto en su momento.

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Un lugar en silencio

El fin de semana fui a ver A quiet place.

Se aplican las de siempre; y va en serio, no lean la reseña si no han visto la película (y deben ver la película).

A quiet place

A quiet place

A quiet place está anunciada como una película de terror; y lo es, pero es mucho más que eso. Es también un drama familiar y una representación brutal de lo que dos padres están dispuestos a hacer para proteger a sus hijos.

John Krasinski (que siempre he sido su fan, desde The Office) y Emily Blunt (que la adoro, por supuesto) interpretan a los padres de una familia que vive bajo la amenza de monstruos ciegos que atacan al escuchar ruido. Los dos son marido y mujer en la vida real, además de padres; y John Krasinski dirige la película (espectacularmente), mientras su mujer tiene el primer crédito como actriz.

La historia está contada de manera inteligente, sin recurrir en ningún momento a narración o texto en la pantalla, y siguiendo la pauta de los protagonistas en un silencio casi absoluto toda la película (las partes con música son pocas y espaciadas). Uno de los niños (la hija mayor) es sorda (interpretada magistralmente por una actriz sorda en la vida real), y en las escenas centradas en su personaje de hecho el sonido se corta por completo.

Esto contribuye a hacer las partes donde aparecen los monstruos de verdad aterradoras.

La familia se comunica con lenguaje de señas, y se entiende que lo manejaban por la hija sorda; hay algo hipnótico de ver el lenguaje de señas (que en muchos casos es posible entender), un ritmo que hace más agudos los sentimientos que están tratando de expresar los personajes. Las interacciones de la familia son lo mejor que tiene la película, por mucho.

La película tiene varios momentos tiernos entre los miembros de la familia; pero es completamente carente de humor. Esto me parece muy bueno para el tono de la trama; pero además es un agradable respiro de que un montón de géneros últimamente no pueden evitar insertar chistes en todos los guiones. Y aunque me encantó Get Out, me parece que A quiet place es mucho mejor justo porque tiene la disciplina de mostrar un mundo silencioso, pero terriblemente angustiante y (en varias partes) terriblemente triste. Un mundo donde reír cuesta la vida.

Es todavía más sorprendente porque los antecedentes de Krasinski son en el mundo de la comedia. No sólo dirige una película de terror/drama de forma excelente; además su interpretación de un papel dramático es buenísima. La última escena de él vivo (hey, avisé de spoilers) es espectacular. La Blunt no se queda atrás, con una escena ella dando a luz mientras los mostros acechan su casa y ella teniendo que contener sus gritos al parir.

La película es maravillosa; de lo mejor que he visto en el cine en varios meses (desde It) y sin duda lo mejor que he visto en el año. Pero además de lo buena que es, tiene el final más satisfactorio que he visto en años. Se las recomiendo ampliamente, porque además verla en el cine con el público tan cautivado que no es capaz de hacer ningún sonido es una experiencia que no deben perderse.

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2018: La relación bilateral

México y Estados Unidos tienen una relación simbiótica. Así ha sido desde el siglo XIX y probablemente así será para siempre. Con casi toda certeza además ninguno de los dos países deje de existir nunca (a menos que todos los países dejen de existir), por lo que dicha simbiosis sólo seguirá estrechándose cada vez más. Esta relación simbiótica además es un hecho, le guste o no a quien sea (ellos o nosotros, o algunos de ellos y algunos de nosotros).

Lamentablemente (para nosotros principalmente) la relación será simbiótica, pero no simétrica. Desde cualquier punto de vista que importe, México es un país más débil que Estados Unidos.

En general, si a Estados Unidos le va mal, a México le va mal. Pero si a México le va mal, esto no necesariamente implica que a Estados Unidos le vaya a ir mal; la proporción en que la situación en Estados Unidos afecta la situación en México es enorme en comparación de cómo la situación en México afecta a la situación en Estados Unidos (aunque los afecta). Peor aún, si a Estados Unidos le va bien, tampoco se traduce esto en que a México le vaya bien.

Entonces, como política nacional, nunca nos ha convenido y probablemente nunca nos vaya a convenir que le vaya mal a los gringos. Tenemos que ser sus aliados nada más por simple supervivencia.

Esto me costó mucho a mí admitirlo, porque detesto cómo hacen muchas cosas los gringos y si por mí fuera, preferiría que no tuviéramos nada que ver con ellos; pero es completamente irreal y de hecho ni siquiera tiene sentido: la historia de México está ligada a la de Estados Unidos y viceversa, ya que ambos somos el vecino más grande que tiene el otro. Esto es cierto al menos en población (Canadá será muy grande territorialmente, pero no llega a los 40 millones de habitantes), pero se puede discutir que en muchas otras cosas también. Las diferencias culturales entre gringos y canadienses, aunque reales, son relativamente menores dado que ambos países fueron originalmente colonias inglesas que masacraron a las poblaciones nativas (Quebec no importa, como siempre1); cómo nos influenciamos cultural y socialmente entre gringos y mexicanos es un fenómeno fascinante y de hecho objeto de estudio de toda la vida para un montón de sociólogos y antropólogos de ambos países.

Aceptar esta realidad, sin embargo, es algo muy lejano a lo que han hecho los gobiernos mexicanos durante las últimas tres décadas, que es querer actuar como sirvientes de los gringos esperando que con eso nos traten mejor. Literalmente como la chava que su novio le pega y que entonces se esfuerza más por complacerlo para que ya no le pegue, es una estrategia estúpida y con la cual México no ha ganado nada significativo. Como México es el socio más débil en la relación bilateral (y también en la trilateral con Canadá, por cierto), la única estrategia que tiene sentido es siempre decir que, de entrada, no gracias; pero que (con algunos asuntos) estamos dispuestos a discutirlo.

Esto es porque, si de verdad quieren jodernos, los gringos siempre van a poder jodernos. Existen mecanismos internacionales y de diplomacia que se pueden utilizar, pero en general si llevamos a los extremos las cosas, los gringos siempre van a ganar, porque tienen todas las de ganar económica y militarmente. Los retrasados mentales que han dirigido la política exterior nacional en los últimos 30 años entienden esto de la peor manera (igual que la economía, por cierto) y entonces toman una estrategia servil ante los gringos, cuando obviamente lo único que esto resulta es en que los gringos abusen. Una y otra y otra vez.

Si lo pensamos como en niños peleando por juguetes, México es el niño chaparrito y escuálido y los gringos son el niño gordo y alto que pesa tres veces más. Si el niño escuálido se porta servicialmente ante el gordo, el gordo siempre se va a aprovechar de la situación. En el otro extremo, si el niño escuálido se le pone al brinco al gordo a lo puro pendejo, se lo van a madrear. Lo que hay que hacer (como casi todo en la vida y que por supuesto es más difícil) es justamente buscar ese tenue equilibrio donde podemos defender nuestros derechos, pero sin dar pie a una madriza. Que por cierto, cada vez se hace más difícil esa madriza mientras sigamos colonizando el sur de los Estados Unidos2.

No sugiero esto ni por nacionalismo ni por simple orgullo; literalmente es economía y teoría de juegos. Que además se alinee con la defensa de la soberanía nacional es una agradable consecuencia secundaria. Estamos demasiado cerca de y en una situación de debilidad comparativa muy grande con los Estados Unidos como para poder actuar de otra forma. Una actitud servil en el mejor de los casos resultaría en algo a similar a lo que tienen los puertoriqueños; y ya ven qué bien les ha funcionado a ellos. Con casi toda certeza Puerto Rico jamás será una nación independiente ni un estado más de los Estados Unidos. Sus ciudadanos (mientras se queden en su isla) están condenados a ser “ciudadanos” de segunda clase que no pueden votar por presidente y que no tienen representación en el congreso y senado federales.

Pero además Puerto Rico puede al menos masturbarse mentalmente con la idea de ser algún día estado de los gringos; tienen menos de 4 millones de habitantes. México tiene más de la tercera parte de la población gringa; una actitud servicial (como la de los puertoriqueños) nada más resultaría en que fuéramos una especie de colonia, en el mejor de los casos. Un traspatio olvidado es más probable.

Siendo justos con las últimas administraciones federales mexicanas, era más fácil en los 60s y 70s para el servicio diplomático mexicano el resistirse a los gringos; la existencia de la Unión Soviética benefició mucho a México en ese aspecto. No porque nos alineáramos con ellos; era imposible hacer eso por nuestro valor económico y social y nuestra cercanía a los gringos. Simplemente por el hecho de que hubiera un contrapeso a los gringos le servía de palanca (por débil que fuera el albur) a los diplomáticos mexicanos para poder defender la soberanía nacional.

Pero eso no justifica la postura y actitud de los últimos gobiernos mexicanos respecto a la relación bilateral. En particular, la respuesta que ha habido al intervencionismo gringo en Latinoamérica (que por estas fechas suele ser más económico y mediático que militar) ha sido vergonzoso; especialmente porque (por simple viveza) el ponernos del lado de la nación Latinoamericana intevenida es siempre la opción que nos conviene, por simple supervivencia nuestra. Cada país latinoamericano que los gringos comienzan injerir en su vida política y que México no protesta formalmente, es salir a gritar a la calle que no vamos a quejarnos si injieren (más) con la nuestra.

Vivimos al lado de un gigante demente. No podemos madreárnoslo; pero eso no significa que debamos ponernos de pechito para que abuse de nosotros.

Relacionado justo con lo anterior, otra manera que tenemos de defendernos en la relación bilateral es ver las opciones que tenemos fuera de la relación bilateral. Debería ser obvio que lo que le conviene a México es estrechar, por todos los medios posibles, todas las relaciones con Latinoamérica. Con los Estados Unidos nunca tendremos una relación de iguales; pero con Argentina y Brasil sí es posible. Pero además tenemos mucho más en común con nuestros hermanos latinoamericanos que con los gringos; juntos podemos hacer un frente real a los Estados Unidos.

Esto lo ha entendido mucho mejor Europa; ningún país europeo (incluyendo Alemania y el Reino Unido) puede ponerse de tú a tú con Estados Unidos. Pero la Unión Europea sí, lo que hace todavía más demente el Brexit. América Latina debería impulsar algo por el estilo; en este momento juntos todavía no tenemos el poder económico de la Unión Europea, pero con tiempo e inteligencia tenemos los recursos humanos y naturales para ser una potencia mundial. Por supuesto a los gringos nunca les va a gustar esa idea, que es de las razones por las que siempre han intervenido cultural, económica y militarmente en toda Latinoamérica; pero justamente si hubiera una alianza real entre todo el continente americano, de México a Chile, no hay mucho (fuera de una acción militar descarada) que los gringos pudieran hacer.

Pero eso es sueño guajiro ahorita; de cualquier manera, una estrategia diplomática inteligente para México es siempre mirar primero al sur antes del norte. Y no hay necesidad de limitarnos; podemos negociar con China directamente también (que es de las razones por las que no le conviene a México el TPP, ni el esperpento que le siguió).

Como sea, lo importante es siempre desconfiar de los gringos y siempre decirles que no a la primera para después negociar, con el mayor cuidado posible, cualquier cosa con ellos. Porque si se los permitimos, los gringos siempre van a abusar: según ellos, es su destino manifiesto.

1 Esto es un chiste, ríanse.
2 Chiste… en su mayoría.
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