De hecho, debería llamarse el intento de salto más estúpido de la historia.
El sábado, Omar, Juan y yo nos vimos en Bellas Artes. La idea era ir a la Plaza de la Computación y después a Plaza Meave, y gastarnos mucho mucho dinero en ambos lugares. Juan y yo acabamos de ser becados, y Omar quería ser partícipe de la alegría que da comprarse gadgets y/o accesorios para gadgets. Enrique estaba invitado; y de hecho a mí me interesaba que fuera, porque quería asesoría respecto a la estéreo que quería comprar… pero tuvo a bien perder el celular y cuando se comunicó con nosotros apenas se estaba levantando y nosotros nos moríamos de hambe. Así que Enrique se perdió la aventura.
Fuimos a comer comida china en la Cerrada de 5 de Mayo, y después nos encaminamos a la Plaza de la Computación. Íbamos recién comidos y de buen humor, y caminábamos por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México como lo que somos; jóvenes adultos acostumbrados a caminar por las calles de la Ciudad de México, sean del Centro Histórico o no. Eran las 4 de la tarde, hacía sol, y había un montón de gente caminando con nosotros; lo cual es perfectamente común un sábado a las 4 de la tarde en el Centro Histórico.
Llegamos al reloj turco de Bolívar y Carranza, y nos metimos en Carranza encaminándonos al Eje Central. Carranza estaba algo más vacía que Bolívar y el Eje Central Lázaro Cárdenas; pero aún así había gente. Era un buen día y nosotros estábamos forrados de dinero y dispuestos a gastárnoslo en juguetes para adultos. Lo que voy a contar a continuación es como yo lo recuerdo; puedo recordar algo mal, mover de orden los eventos y en general (como es el caso casi siempre conmigo) exagerar un poco: pero básicamente así estuvo el asunto.
Un tipo no muy alto (me llegaba al hombro) y gordo se acercó a nosotros y nos preguntó por la calle de Bolívar. En retrospectiva yo sé que veníamos de Bolívar, pero en ese momento no lo sabía… ninguno de los tres, de hecho, porque tratando de dar explicaciones nos pusimos a hablar al mismo tiempo sin poder ponernos de acuerdo en qué calle creíamos que estaba Bolívar. Entonces el monito comienza a saludarnos de mano y dice algo respecto a que habían madreado a su hermano… o algo así. Yo no escuché bien, y creo que Omar y Juan tampoco, porque los tres nos acercamos al tipo, preguntando “¿cómo?”, y entonces el tipo (sosteniendo la mano de Omar) nos dice “no se vayan a espantar…”
Llevo viviendo 28 años en esta ciudad. Me han asaltado como siete veces en mi vida; a mano armada, en bola, en callejones, fuera de mi secundaria, ustedes nómbrenlo. Sé moverme en esta ciudad, y lo más importante: jamás me ha dado miedo moverme en esta ciudad. Todo esto no es porque sea muy valiente o muy pendejo; es sencillamente que sigo ciertas reglas de sentido común. Una de estas reglas es: si hay un arma a la vista cierra el hocico y quédate quieto. Si no hay un arma a la vista, aléjate.
Así que di un paso atrás al mismo tiempo que alejaba a Juan del tipo (Omar estaba del otro lado de Juan, con su mano sujeta por el tipo), y me puse en alerta: piernas separadas, mirando al tipo (sus manos principalmente) y los brazos separados del cuerpo. Les recuerdo que le sacaba 20 centímetros al tipo, y que llevo algún tiempo haciendo pesas; es muy probable que el tipo creyera que me estaba poniendo al brinco. No era el caso; tenía miedo, más no pánico, y estaba actuando de reflejo (hasta ese momento no han pasado más de un par de segundos desde que el tipo dijo que no nos espantáramos: no es mucho tiempo para pensar).
El tipo inmediatamente se puso nervioso, y preguntó que porqué me ponía así, que no me estaba asaltando, que qué me pasaba. Ta bien, decía yo subiendo las manos. Quiero hacer notar que no subía las manos en actitud de que alguien me gritara “¡arriba las manos!”; subía las manos en actitud de “Canek suele mover las manos cuando habla”. Para esto, el tipo no había soltado la mano de Omar, y éste preguntó (muy educadamente, como suele ser Omar), “me podrías soltar la mano por favor”. El tipo lo soltó.
El gordito siguió regañándome por reaccionar como reaccioné, que de donde él venía (entendí por su perorata) por menos que eso mataban. Bueno; de donde yo vengo, la gente habla menos y actúa más: pero no le dije nada. Me preguntó si quería que llamara al que golpeaba; le dije que no, pero me dio risa el pensar en el gordito corriendo a buscar al que golpeaba, mientras nosotros esperábamos sin movernos para que nos golpearan.
En ese momento seguía yo con miedo, pero ya estaba mucho más tranquilo. A menos que llegara un carro con gente armada, no nos podía pasar nada; era medio día, estaba lleno de gente, y estábamos a 200 metros del Eje Central y de los policías. En ese momento llegó otro tipo, igual de zotaco, y mucho más flaco, que también procedió a regañarme por reaccionar así. Yo seguí diciendo “ta bien”, moviendo las manos, y los tipos seguían diciéndome que bajara las manos. A lo cual yo volvía a decir “ta bien” moviendo las manos, y ellos volvían a decirme que las bajara, que me calmara. Lo cual es muy cagado, porque realmente Juan, Omar y yo estábamos muy calmados. De hecho, creo que los tipos estaban más nerviosos.
El segundo tipo nos comenzó a encaminar al Eje; ninguno de los tres puso resistencia porque ahí estaba la muchedumbre, y por lo tanto la seguridad. Mientras nos encaminaba, además de seguir regañándome, nos explicó que su jefe los había enviado porque unos chavos de Tepito habían madreado a alguien (o algo así), y les habían dicho que eran barbones como nosotros. Fue algo más larga su explicación, pero básicamente era eso; que nos habían confundido. Y luego volvió a regañarme todavía más por mi actitud, y básicamente a averiguar si teníamos o no dinero. Le dijimos que éramos de la UNAM, y eso bastó para convencerlo de que no teníamos dinero. Pero siguió regañándome, que por mi actitud podía darle en la madre a mis amigos, o a mi familia, etc. etc. Muy poco coherente. La idea era básicamente que si ellos querían me madreaban a mí y a mis amigos, y que con mi actitud pude conseguir eso. Recuerdo tres cosas muy claras:
- Que mi físico no me iba a servir de nada si me querían madrear… lo cual me hizo notar todavía más lo zotacos que estaban.
- Que me paraba en la calle con una liga en el pelo… lo cual aparentemente es signo de opulencia en estos días.
- Que me preguntó si era hijo de Presidente. Tal cual. Dije que no.
En algún momento el gordito regresó (había desaparecido poco después de que el flaco nos empezó a encaminar), y dijo algo así como que el jefe decía que todo estaba tranquilo o algo por el estilo. El flaco nos dejó cerca del Eje, pidiéndonos una disculpa si nos habían asustado, y que si nos agarraban que dijéramos que ya nos habían interrogado (o algo así); yo pedí una disculpa por mi actitud (dado que me regañaron tanto parecía la mínima cortesía), y por fin seguimos solos hacia el Eje.
Cinco segundos después, después de procesar mentalmente todo el asunto, lo primero que le dije a Omar fue: “hubiera preferido que nos robaran.”
A la conclusión que llegué (y conforme más la pienso más me parece la correcta), es que los tipos nos querían espantar o engañar para llevarnos a un sitio más solitario donde nos pudieran robar o estafar. Dudo mucho de la historia de los chavos de Tepito; y dudo aún más de un supuesto Jefe que ni siquiera para darle celulares a sus compinches tenía. Y en retrospectiva, mi actitud (esa que hizo que me estuvieran regañando por diez minutos), fue no sólo la correcta, sino la mejor. Les mostramos que no nos íbamos a espantar, y ciertamente que no nos íbamos a dejar hacer algo fácilmente.
Me molesté también. ¿Con qué derecho me regañaban de cómo me portaba? Como si yo no supiera portarme en esta Ciudad. Creo que por eso estaban tan molestos con mi actitud; fue en gran medida la que impidió que nos pudieran hacer nada. Eso y que Omar, Juan y yo estuvimos todo el tiempo tranquilos. Creo que toda la perorata y el “baja las manos” fue para que no llamáramos la atención de algún policía o de la gente. En retrospectiva, hubiera sido mejor en cuanto el tipo soltó a Omar darnos la media vuelta e irnos, y que nos siguieran si querían.
Me molestó que me confundieran con alguien que no sabe moverse por la ciudad. Me molestó que hace años vengo diciendo que esta Ciudad es segura, y particularmente el Centro, y que después de eso todo el resto de ese día miré a ambos lados de las calles más de lo que acostumbro. Pero lo que más me molestó fue que quisieran verme a mí y a mis cuates la cara de idiotas; jefe mis huevos. Era un par de radonzuelos patéticos, que no sé en qué momento se les ocurrió tratar de asaltar a tres güeyes, que además vestimos bastante mal, y que no nos vemos fáciles de asaltar.
Después fuimos a comprar nuestros gadgets y nos la pasamos bomba. Y nos la pasamos riéndonos del asunto todo el día.
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