En dos semanas por fin regreso a México. Sólo catorce días más.

Porque a veces tienes tantos pensamientos, que te gustaría sacarte algunos de la cabeza.
Resulta que tengo vida…
En dos semanas por fin regreso a México. Sólo catorce días más.
Hoy se cumplieron exactamente cinco meses desde que salí de México. Mi viaje se acerca rápidamente (aunque no tan rápido como yo quisiera) a su fin, y ciertamente me alegra.
Ya estoy ligeramente hasta la madre, y ya quiero irme a mi casa. Ha sido demasiado tiempo lejos de casa, especialmente por el hecho de que como me he quedado (relativamente) poco tiempo en cada lugar, vivo de mi maleta y no puedo sacudirme la impresión de que estoy de arrumbado todo el tiempo.
Pero ya falta poco más de dos semanas nada más, y podré volver a casa.
A este inútil “gobierno” repleto de incompetentes, que usurparon el poder hace cinco años, ni siquiera hay que pensar en tirarlo.
En tres semanas me voy a casa. Sólo veintiún días más.
En mi Ciudad de México, me encanta que llueva. En parte tiene que ver que detesto el sol del DF, pero independientemente de eso hay un genuino gusto por mi parte de ver a mi Vieja Ciudad de Hierro reflejando sus luces por todas partes, y el olor a concreto y asfalto mojado.
En California es tan raro que llueva, que hay una promoción de Subway para días lluviosos. Me ha tocado lluvia tres veces en todo el tiempo que he estado aquí (incluyendo mis tres meses en el 2007, y el mes en el 2009), y generalmente sólo era más bien chipi-chipi y cielo nublado.
Hoy de verdad está lloviendo.
Cuando salí en la mañana, sólo estaba nublado. Comenzó a llover hace como una hora, y para mí sorpresa (y creo que por primera vez en la vida), el ver la lluvia me apachurró. Claro que está la cuestión pragmática de que ir pedaleando en la bicicleta bajo la lluvia no es algo que se me antoje en lo más mínimo (y algo que jamás [espero] me ocurrirá en la Ciudad), pero como no voy a mi casa hasta la noche creo que podré evitar la experiencia. Pero independientemente, el sólo ver la lluvia me apachurró, y la verdad sí me sorprendió esa reacción, porque para mí que llueva siempre ha sido motivo de alegría.
Probablemente sea sólo que extraño a mi Ciudad y sus lluvias. Probablemente sólo estoy ya muy cansado y extrañando mucho mi casa.
Pero el caso es que hoy vi llover y no me gustó.
En Barcelona, cuando todavía estaba trabajando con mi amiga Adriana, un día ella hizo una exclamación de felicidad porque sólo le faltaban 5 días para volver a México. Intrigado, me metí a un contador de días para ver cuánto me faltaba a mí. En ese momento, todavía en Europa, me faltaban más de 140 días para volver a casa.
Por poco me echo a llorar en ese instante.
Conforme ha pasado el tiempo en este agotador viaje, de vez en cuando me he vuelto a asomar al contador de días, e inevitablemente he estado a punto de echarme a llorar de nuevo cada vez que lo veo. Hoy no es la excepción, pero dado que hoy justo se cumple que el tiempo que me falta para volver a casa es menos de un mes (para cualquier definición de mes que uno quiera utilizar), hoy comenzaré a contar las semanas que me faltan para regresar, hasta que falte menos de una, cuando empezaré a contar los días.
(Sí, así de ridículo soy.)
Así que, sin más distracciones, comienzo.
Faltan cuatro semanas.
Con horror descubrí que llevo más de una semana sin actualizar mi blog; esto generalmente es señal de que estoy de hecho trabajando, y no pendejeando en la computadora. Lamentablemente, no puedo pendejear en mi PS3, por la sencilla razón de que está en México.
Hoy Omar se quejó amargamente conmigo de que GNOME 3 no jalaba en su Ubuntu, y que no buscó cómo solucionar el problema porque había decidido que, como sólo usa un editor, una terminal, un navegador, y varios compiladores, que entonces realmente no importa que escritorio utiliza; que incluso en otros sistemas operativos se siente cómodo. Yo comencé a explicarle que como de hecho cada vez uso más aplicaciones de Linux en general, y de GNOME en particular, que entonces a mí sí me importa.
Entonces, aprovechando, voy a hacer un recuento de las aplicaciones que estoy utilizando cotidianamente en mi laptop. Hago notar que ahorita me estoy dedicando a trabajo académico, y más específicamente de investigación; mis patrones de uso serían diferentes si me dedicara nada más a dar clases, o si regresara a trabajar de programador. Por lo tanto, varias de estas aplicaciones están pensadas para un conjunto de usuarios bastante acotado.
Por supuesto Emacs es la primera aplicación que debo mencionar; ahorita lo uso principalmente para escribir y programar algunas cosas, pero es mi editor para básicamente cualquier cosa que tenga que hacer como usuario. Como superusuario utilizo JED, que es como Emacs desnutrido.
Mi navegador ahorita es Chromium. Me cambié de Firefox hace unos meses, y la verdad no he encontrado razones para volver. Especialmente porque bloqueo Flash, que era el único motivo por el cual no funcionaba mucho más rápido que Firefox, al menos la última vez que lo probé.
Chromium es casi idéntico a Chrome, pero no exactamente. Es la versión completamente Open Source, así que no incluye Flash ni el visor de PDF que Google le mete a Chrome, pero por lo demás son idénticos. Dado que compilo todo el software en mi laptop, no quise no hacerlo para mi navegador, así que tuve que elegir Chromium, porque Chrome sólo está disponible como binario.
Mi visor de documentos por omisión, Evince reemplazó a la bola de aplicaciones que utilizaba hace años. Atrás quedaron Ghost View, GGV, XPdf, el horrible visor de archivos Djvu incluido con djvu (escrito en Java), etc. Evince puede abrir casi cualquier documento de texto de “sólo lectura” en existencia, incluyendo aberraciones como los archivos XPS de Microsoft.
Evince es, me parece, la aplicación modelo de lo que aspira GNOME a ser: es sencilla, nunca hay que configurarle nada, y funciona siempre. Excepto cuando no. Como GNOME.
Bromas aparte, a mí me ha funcionado muy bien durante los últimos años, y la prueba definitiva de eso es que no he tenido que instalar el Acrobat Reader para Linux desde entonces.
Ésta sí es algo especializada. Referencer es básicamente para clasificar artículos académicos; no sólo el título, los autores, la revista/libro/congreso en que salió publicado, sino también etiquetas personalizadas y otras cosas. Además, el programa tiene la maravillosa característica de, dado el digital object identifier del artículo (muchas veces incluido dentro del mismo PDF), el programa baja los metadatos relacionados al mismo, si existen. Esto evita muchas veces el tener que llenar a mano los metadatos de cada artículo.
También incluye un exportador a BibTeX, el sistema bibliográfico de , y varias cosas más. Actualmente estoy usando una versión parchada por mí, porque no han actualizado el programa para las últimas versiones de Poppler. Si tienen que lidiar con un montón de artículos, lo recomiendo altamente.
El navegador de archivos de GNOME, me encuentro usándolo más y más conforme pasa el tiempo. Sigo haciendo un montón de cosas a través de la línea de comandos, pero Nautilus hace varias cosas muchísimo más sencillas (como cambiarle el nombre a los PDFs de artículos para que tengan su título como nombre). Además, Nautilus puede abrir directorios remotos usando ftp:// y sftp://, lo cual lo hace muchísimo más cómodo de usar que scp. En particular, todas las imágenes de esta entrada las he estado subiendo a mi blog a través de Nautilus, como se puede ver en la siguiente captura de pantalla.
Si hay un pedazo de software que de verdad me impresione en Linux (para usuarios “normales”, o sea no el kernel o systemd o alguna otra cosa de más bajo nivel en el stack), es Inkscape. Jamás en mi vida he trabajado con Adobe Illustrator, o ningún otro equivalente de Windows, pero Inkscape hace casi cualquier cosa que yo quiera que haga, y las figuras quedan preciosas.
En particular que uno pueda insertar fórmulas (y texto en general) de (¡vectorialmente!), lo ha hecho indispensable para los artículos de geometría computacional que he estado escribiendo. Más aún, que el formato de sus archivos sea algo tan sencillo y fácil de generar como lo es SVG, me ha permitido escribir multitud de programas que hacen uso de ciertas construcciones geométricas, y luego sencillamente escupir SVG para poder retocarlo en Inkscape.
Durante años generaba mis figuras dentro de usando antigüedades como PSTricks y cosas similares; y lo hacía no sólo porque soy capaz, sino porque de verdad ninguna otra cosa se le acercaba a la calidad de las figuras generadas. Inkscape fue la primera herramienta que (desde mi perspectiva) lo hizo, y sigo sin encontrar nada que se le acerque, y que sea tan sencillo de usar.
Hace años salió Tomboy, y resultó ser una aplicación muy divertida. Le permite tomar a uno notas, y dichas notas mantienen una estructura tipo “wiki” dentro de ellas: si uno, escribiendo dentro de una nota, escribe el nombre de otra nota, una liga aparecerá automáticamente, y si uno le hace click la segunda nota se abre.
La idea es maravillosa; el único problema es que Tomboy está escrito en C# con Mono. Lo cual en principio no tiene absolutamente nada de malo, pero esto hace que la aplicación sea lentísima al iniciar, y que consuma una cantidad de memoria ridículamente alta para lo que hace.
Yo durante mucho tiempo traté de usar Tomboy, pero de verdad alentaba mi laptop de forma imperdonable, así que dejé de usarlo y actualmente ni siquiera lo tengo instalado (a lo mejor ya repararon esos problemas, por cierto). Con GNOME 3 incluyeron Gnote, que es un clon de Tomboy. El programa no sólo se basa en Tomboy; es una copia en muchos casos línea por línea de Tomboy, pero utilizando C++ en lugar de C#.
No sé si sea la falta de máquina virtual, o que C++ no use recolector de basura, pero jala muchísimo más rápido que Tomboy, y además no consume memoria a lo idiota. El ver la diferencia entre Tomboy y Gnote me hizo en cierta medida perder la esperanza de que los lenguajes con manejo automático de memoria (Java, C#, Python) tengan de verdad una esperanza de suplantar a C y C++ en el escritorio de Linux (Inkscape, por cierto, también está escrito en C++). A lo mejor Vala sí pudiera hacerlo. A lo mejor Tomboy sólo está pésimamente escrito.
Como sea, cuando tomo notas, suelo hacerlo con Gnote ahora; que sea un clon implica entre otras cosas que es completamente compatible con Tomboy.
Empathy es el programa de messenger para GNOME. Antes usaba Pidgin, pero a últimas fechas me daba algunos problemas, no se integraba muy bien con GNOME, y además tienen una historia bastante desagradable de “despreciar” a los usuarios de Gentoo. Empathy en cambio venía incluido con GNOME, y en la versión 3 además altamente integrado con el mismo.
La verdad, no estoy tan seguro de cuánto me guste la dichosa integración, pero lo cierto es que funciona con las tres redes de mensajería instantánea que utilizo, y ciertamente (al parecer) ocupa menos memoria que Pidgin, así que estoy contento. Además, de repente me da sorpresas, como el otro día que descubrí que de hecho puedo usarlo para tener conversaciones (habladas, no escritas) con mis contactos.
Pero al fin y al cabo es un programa de mensajería instantánea, y sigue las guías impuestas por GNOME: es sencillo, no se mete en mi camino, no tengo que configurar casi nada, y siempre funciona. Excepto cuando no.
Vengo usando Rhythmbox para oír música desde hace años. Me gusta que funciona, que no ocupa muchísima memoria, y que tiene un montón de extras que puedo activar si así lo elijo. Por ejemplo, se puede conectar a last.fm para darme información inútil acerca del artista que esté oyendo, y para darme recomendaciones de rolas similares que no me van a gustar.
Por lo demás, es un reproductor de música. Funciona básicamente igual que los otros doscientos millones en existencia.
Por qué en el nombre de todo lo que es puro sigo usando Evolution no lo sé. El correo electrónico es algo que debe leerse dentro de un navegador; la existencia de clientes “nativos” para hacerlo es, desde casi cualquier definición del término, absurda.
Si todavía utilizara sus otras tres características principales (el calendario, la lista de contactos y la lista de tareas) tal vez entonces tendría sentido que lo siguiera usando; pero no lo hago, así que podemos descartar eso como razón.
Me sigo diciendo a mí mismo que uso Evolution porque me gusta tener una copia en mi máquina de todo mi correo personal; vengo arrastrando dicha copia desde hace años, y siempre la he mantenido con Evolution. También uso Evolution para enviar correos firmados digitalmente; pero como a nadie en absoluto en este universo le importa si un correo está o no firmado digitalmente, no sé si tenga caso.
Como sea; para enviar y recibir correo, Evolution funciona. Por supuesto funciona mejor GMail, pero bueno; si por alguna razón necesitan un cliente de escritorio para leer y escribir correo, Evolution es una buena opción.
Hace años, mi uso de Evolution tenía sentido: fue el primer cliente de correo electrónico que me permitió integrarle fácilmente SpamAssassin (y después bogofilter) para filtrar SPAM. Pero como ya todo mi correo pasa por GMail (incluyendo mi más viejo correo oficial, el que tengo de la Facultad de Ciencias), y GMail filtra SPAM mejor que casi cualquier tipo de filtro, esa razón ha realmente desaparecido.
En México casi nunca veo videos en mi computadora (¿para qué querría hacer eso si tengo una televisión de 46 pulgadas?). Cuando ando de viaje, no tengo de otra.
Durante muchos años de mi vida, MPlayer fue mi reproductor de videos favorito. Es endiabladamente rápido, y reproduce casi cualquier cosa que uno le tire enfrente. La cosa es que con el tiempo cada vez me dio más hueva el estarlo llamando desde la línea de comandos, y además Totem se fue volviendo más y más rápido, y GStreamer ha llegado al punto donde de hecho reproduce más videos que MPlayer (y en algunos casos mejor), así que eventualmente me pasé.
Totem, como suele ser con GNOME, simplemente funciona… excepto cuando no. Pero cuando sí (que es la enorme mayoría de los casos), es cosa de picarle al video y sentarse a ver.
La aplicación con el nombre más idiota de todo GNOME, es también de las más sencillas. Su principal ventaja es que es muy, muy rápida: uno le pica a una imagen en Nautilus, y EoG aparece casi instantáneamente con dicha imagen. Eye of GNOME es un visor de imágenes, así que no hace mucho: puede uno escalar la imagen para arriba y para abajo, y girarla en múltiplos de 90°. Fuera de eso, no hace más; pero lo que hace lo hace muy bien. Eye of GNOME funciona perfecto para ver imágenes en grupos, por ejemplo.
Ahí le voy a parar, porque ya me cansé. Pero lo interesante es que uso todavía más aplicaciones en Linux, si bien ciertamente con mucha menos frecuencia que las que acabo de mencionar. Y aunque todas y cada una de ellas tienen equivalentes en Mac OS X y/o Windows (por no decir KDE), yo estoy muy contento con estas versiones para Linux, y me sé mover de forma bastante ágil con ellas; podría hacer lo mismo en otros sistemas operativos, pero ciertamente me tardaría más.
Una última cosa: todas y cada una de las aplicaciones que mencioné son aplicaciones de GNOME, o aplicaciones “que se llevan bien” con GNOME (usan Gtk+). En mi laptop no tengo un solo componente de KDE, y de hecho ni siquiera tengo su biblioteca gráfica principal, Qt.
Soy por completo un usuario de GNOME. Y uno muy contento.
Hoy salí de la universidad y me alejé algunos kilómetros de mi cuarto, ya que Anna’s Linens tenía una barata y yo había decidido comprar un edredón porque, a pesar de que ha hecho calor durante el día, en la noches sí cae la temperatura.
Saliendo de ahí me encaminé a mi casa; aún en bici, el trayecto es largo y me empezó a dar harta hambre, y entonces vi un lugar de comida rápida llamado El Pollo Loco.
Entré, y de inmediato me gustó el lugar. Todos los empleados y la mayor parte de los clientes hablan español, la comida es simple pero sabrosa, las porciones están generosas, y sirven tortillas de maíz y una salsa bastante rica. Las tortillas son de Maseca, y la salsa no pica realmente, pero pues qué se le va a hacer.
Esperando por mi orden, el empleado que me atendió preguntó acerca de mi nombre, que vio en mi tarjeta al pagar, y ya le conté. El suyo era Enoch, que también es raro oírlo, y como él lo pronunciaba sonaba un poco como Chanoc, lo que hace que así le digan. Alguna vez en mi vida alguien trató de ponerme Chanoc como apodo, pero como siempre ha sido conmigo, no duró.
Como sea, el lugar me gustó y creo que volveré: la comida está rica, y a pesar de ser una cadena de comida rápida, ciertamente está mejor que KFC, y mucho mejor que McDonalds. Y dada la cantidad, incluso más barato.
Ayer llegué a LAX, tomé el autobús que lo lleva uno de ahí a Northridge, y de ahí me recogió Silvia, mi co-asesora en el doctorado. De ahí partimos a reunirnos con su esposo Bernardo (que también está en mi comité tutoral), y sus hijos, que tenían partidos de futbol para niños menores de ocho.
De ahí fui a mis nuevos aposentos. En todo este viaje, me quedé con amigos, o con contactos de amigos (o de Isabel). En California no tengo realmente eso (Bernardo y Silvia están suficientemente ocupados como para ocuparse de esas pendejadas), así que estos aposentos los conseguí vía Craiglist, que fue de las razones por las que les pedí me acompañaran a dejar mis cosas ahí: no me parecía la mejor idea del mundo llegar con mis cosas y el dinero de un mes de renta a un lugar desconocido con gente a la que nunca he visto en mi vida.
Por supuesto, todo eso fue una precaución tal vez innecesaria: el lugar está bien (nada del otro mundo), y durante dos meses tendré la fortuna de dormir (una vez más en mi vida) en un colchón inflable. Yay.
También ya tengo una vez más el (en mi caso) inevitable dolor en las nalgas resultante de estar andando de nuevo en bicicleta, y aquí andamos a 30 grados centígrados, con miras a que suba más durante el día. Eso, y el maldito sol de California, que aunque no tan castrante como el de la Ciudad de México, sigue siendo sol.
Lo único bueno de todo esto es que las California gurls siguen vistiendo chanclitas y shortcitos diminutos, como si fuera verano. Poco consuelo para mí, que ando ahí en chinga con la bicicleta bajo el inclemente sol.
Hoy descansaré un poco porque el día de ayer sí fue medio pesado (¿acaso comenté que tuve la fortuna de inflar yo solito el colchón inflable? ¿Con una bomba de mano? Yay), y ya mañana temprano me presentaré a la California State University, Northridge, a seguir dándole.
Estoy a minutos de abordar mi avión a Los Ángeles, y de dejar Toronto y Canadá hasta no sé cuándo. Me imagino que volveré, pero si no ocurriera no creo que sufriría tanto: la ciudad está padre (o al menos lo que me tocó ver de ella), pero nada del otro mundo.
En cambio dejo a mi novia aquí por dos meses, y eso sí no está nada padre. Pero ya son sólo dos meses más de trabajo, y podré regresar a mi hermosa ciudad para que estemos juntos.
Y también, como bien me hizo notar un cuate austriaco, salgo corriendo de aquí antes de que empiece el frío. Lo cuál está chido.
(Esta será, espero, la única entrada que exista a la vez en mi blog y en Google+).
(To my English speaking friends: TL;DR: I’m going to write in my blog in Spanish as usual and post the links in Google+: You can use Google Translate if you feel so inclined. Also, I will post in Google+ little snippets, mostly from my phone, when I feel like it. All the content from me in Google+ from now on will be in English, except the titles from my blog posts.)
Y resulta que, en cuanto estuvo disponible, me uní a Google+. Y de inmediato lo primero que hice fue deshabilitar que alguien viera (desde mi perfil) quién está en mis círculos, o en los círculos de quién estoy, y además evité escribir absolutamente nada en la dichosa red social.
Por qué me uní a Google+ es, básicamente, irracional; pero si tuviera que racionalizarlo sería así: estoy dispuesto a apoyar cualquier cosa que ayude al derrumbamiento de Facebook (al cual nunca pertenecí ni perteneceré), y ciertamente considero a Google una compañía más “confiable” que el resto de las que existen en el mundo de la tecnología. Esto no quiere decir que crea que de hecho es “confiable”, sólo que estoy dispuesto a darle el beneficio de la duda.
Pero después de unirme a Google+ no hice nada con eso, y en cambio seguí escribiendo en mi blog. Mi blog ha sido mi espacio virtual desde hace seis años (yendo para siete), y un espacio como Google+ se me hace que difícilmente pueda remplazarlo. Y la capacidad de censurar despóticamente comentarios en mi blog me parece irremplazable.
Dicho eso, comenzó a parecerme que tal vez estaba desperdiciando el potencial que Google+ ofrece, que a lo mejor la gente que me ha agregado a sus círculos de hecho quiere oír de mí de vez en cuando. Así que comencé a pensar en formas de conciliar las dos cosas, y llegué a lo siguiente: voy a seguir escribiendo en mi blog, y pondré las ligas en Google+. Además de eso, en Google+ pondré pequeños trocitos de texto, en general desde mi teléfono mamón, y lo haré en inglés porque en Google+ estoy conectado con mis amigos de habla inglesa. En otras palabras, usaré Google+ como Twitter, otro servicio que (dado que me asumo escritor) nunca había querido usar, pero que en contexto de cómo funciona Google+ creo que tal vez podría funcionarme.
La cosa es (y muchos que me tienen en sus círculos en Google+ a lo mejor no lo saben) que estoy enamorado de cómo escribo. Entonces en general las entradas en mi blog son laaaaargas diatribas en las que vuelco la bola de pendejadas que inundan mi cabeza, y no creo entonces que sea pertinente verter dichas pendejadas en el stream de nadie en Google+. Mejor sólo pongo la liga, y si alguien quiere que la lea, y si no, pues no. Y de vez en cuando si estoy en algún lugar y quiero comentar algo en pocas palabras o tomo una foto que me parece interesante, eso sí lo pondré en Google+ (y de paso libro a mi blog de mini entradas espurias).
En Google+ comenzaré publicando ligas a las últimas entradas de mi blog, para tener algo de contexto, y en mi blog más bien las cosas seguirán como han seguido hasta ahora. Sólo una cosa más (y esto lo digo porque de verdad me he encontrado con cada bestia en línea que en serio dan miedo): a la menor provocación voy a comenzar a utilizar el botón de “ignorar” de Google+, sin ni siquiera pensarlo. Si alguien quiere comenzar a esparcir veneno, bien por ellos: sólo yo no quiero verlos.
Hace poco más de una semana, me estaba bañando sin hacerle daño a nadie, cuando me entró agua en el oído. Eso es más o menos común: me lavo bien las orejas, al fin y al cabo. Lo que ocurrió fuera de lo común fue que el agua no quería salir.
En el pueblo de mi papá (ubicado cerca de la costa de Guerrero), el remedio común a este problema es orinarse en la oreja. Bueno, no realmente orinarse en la oreja, sino echarse orina en el óido. No, agua caliente no funciona; al parecer tiene que ver conque la orina contiene amonia.
Por supuesto, mi perspectiva citadina es que en el pueblo de mi papá son unos salvajes, y entonces procedí a hacer lo más civilizado que se me ocurrió: meterme un Q-tip en la oreja y estarle meneando hasta que el agua se absorbiera.
Lo que ocurrió fue: 1. el agua no se absorbió, y 2. me causé una infección en la oreja. Creo que orinarme en la oreja, por salvaje que suene, hubiera sido mucho más sensato.
Hago la distinción de que me causé una infección en la oreja, no en el oído. Nunca me he infectado el oído, pero por lo que he escuchado puede ser terriblemente doloroso y con problemas de escucha para toda la vida.
Al cabo de casi una semana con distintos tipos de dolores en mi oreja, Isabel por fin me arrastró a ver a un doctor en Canadá. La experiencia me resultó muy similar a ir al ISSSTE cuando era chiquito (lo hice decenas de veces): uno va, da su nombre, y se sienta a esperar. Y espera, espera, espera y espera, y luego lo ve a uno un doctor diez minutos, y lo manda para fuera con una receta.
La única diferencia es que en Canadá me cobraron cincuenta dólares, y también las medicinas (otros cincuenta dólares), cuando en México (cuando era niño) era gratis. En defensa de los canadienses, si tuviera mi tarjeta médica (el equivalente a la tarjeta del ISSSTE, supongo), me hubiera salido gratis.
La doctora que me atendió me metió un foquito en la oreja, y me dijo: “sí, tienes el canal infectado”. Yo tuve la genial idea de preguntarle cómo sabía que no estaba infectado “más hondo”, y ella, mirándome como un pendejo, me dijo que con el foquito también veía “más hondo”.
Así que me recetó unas gotitas (sí, costaron cincuenta dólares las chingadas gotitas), y me mandó para fuera.
Ahora sólo espero que mi seguro médico (que me obligan a comprar en México siempre antes de salir al extranjero) me pague el chiste.
El domingo (ahora sí, el anterior), fuimos a las cataratas del Niágara.
Hay mucha agua ahí.
Fuera de broma, sí es impresionante el chorrito de agua, y como fuimos en uno de los últimos días de verano (que aquí en Canadá parece durar como quince minutos), nos tocó ver cosas como la siguiente:
Es medio chistoso ver el puentecito que los gringos hicieron para poder ver las cataratas desde su lado. Del lado de Canadá se ven muy padres.
Mi estancia aquí se acerca a su fin: me voy en menos de dos semanas. Como el resto de mi viaje, ha sido satisfactoriamente muy productivo, que ha sido la razón principal por la que no he escrito la bola de cosas que hecho: entre otras tareas, acabé de escribir una parte del trabajo que Fred, Víctor y yo estamos haciendo, y que Fred y yo retomamos en Holanda hace casi dos meses.
Después seguirá California. Pero por ahora, terminaré la chamba que aquí me queda, y aprovecharé lo que me queda de estar en Toronto y con mi novia.
El domingo (no el que acaba de pasar, sino el anterior), fuimos a comer a la CN Tower.
Está alto.
Me quedé hoy en el edificio de departamentos donde Isabel y yo nos estamos alojando, porque amanecí muerto después del día extra que tuvimos que aventarnos en Nueva York por nuestro vuelo cancelado, y porque en el Instituto Fields mi oficina aún no está disponible (lo estará la próxima semana), así que de hecho puedo trabajar mejor en el departamento que allá. Tienen tablas para laptops y tengo conexión a la red en el instituto, pero no es muy cómodo que digamos.
Así que estaba trabajando en el piso 17, donde está el departamento, cuando sentí la inconfundible sensación de que estaba temblando. Mi altamente entrenado instinto para estas cosas de inmediato me dijo “hey, un temblorcito”, y no presté mucha atención… hasta que caí en cuenta que, según tenía entendido, generalmente no tiembla en Toronto. Me puse a pensar si sería posible que un viento muy fuerte moviera el edificio.
Resulta que no: sí tembló… sólo que en Virgina. Los gringos se espantaron y evacuaron el Pentágono en Washington porque les da miedo un temblorcito de 5.9 grados. Principiantes, ellos. En Toronto (a 550 kilómetros del epicentro) se sintió muy poquito: yo lo noté porque estaba en el piso 17 de un edificio. Y porque suelo notar estas cosas.
Es bueno saberse bien entrenado en estas cosas.
El hermano de Isabel se doctoró la semana pasada en NYU, así que decidimos ir al examen y turistear la ciudad el fin de semana. Fueron sólo unos cuantos días, pero ha sido de los mejores viajes que he hecho. En toda mi vida.
Aunque la ciudad no me apantalló de forma abrumadora (soy de la Ciudad de México al fin y al cabo), ciertamente me encantó y estoy muy feliz de haberla recorrido hasta el agotamiento estos días. Luego y con más calma platicaré bien lo que hice y a los sitios que fui, del musical de Broadway que vi y los restaurantes donde comí, porque no traje mi laptop y estoy escribiendo esto con mi celular.
Lo que quiero contar es que hoy debíamos regresar a Toronto, pero nos cancelaron el vuelo por la tormenta que cayó, y que probablemente hubiera causado que nuestro avión tamaño mosquito se desplomara si trataba de volar a través de ella.
Así se estamos atrapados otro día en Nueva York, esperando que mañana el clima nos permita regresar a Canadá.
Ciertamente es muchísimo mejor que estar atrapados en, no sé, Winnipeg. Por ejemplo.
Llegué a Toronto el martes, pero de inmediato al otro día comenzó el Canadian Conference on Computational Geometry 2011, y ya no tuve tiempo de escribir aquí. Mi presentación fue el primer día, y la verdad no estoy tan contento con ella. Ser el primero entre otras cosas implicó que más de la mitad de los espectadores fueron entrando a la plática después de que ya la había empezado, y eso me sacó de onda. De cualquier forma quedó bien, me parece.
Ahora voy a empezar a trabajar en el Instituto Fields durante las próximas semanas. Espero también llegar a conocer mejor esta ciudad, dado que sólo pude estar en ella menos de 48 horas el año pasado, cuando vine a visitar a Omar (que ahora está en Boston). En el congreso estuvieron varios amigos míos, y algunos se van a quedar aquí más tiempo, lo cual me dará la oportunidad de convivir con ellos.
Y, mucho más importante que todo lo anterior, mi novia está aquí. Es bueno verla después de casi dos meses de estar separados.
El lunes me presento en el Instituto Fields, pero este fin de semana sencillamente voy a descansar: llevo para motivos prácticos del tingo al tango durante las últimas seis semanas.
Ahora estoy una hora en Washington, esperando mi vuelo a Toronto. Tengo que escribir de mi último día en Madrid y Europa, porque fue muy cagado, pero creo que será hasta que esté en Canadá.
Sólo quiero comentar que, como mis lectores de mucho tiempo sabrán, yo jamás como comida rápida gringa en Europa. Es una especie de disciplina que mantengo: en general uno puede encontrar mucho mejor comida en Europa que la burda comida rápida gringa, así que jamás he comido en un MacDonalds o KFC en el Viejo Continente (aunque muchas veces de hecho sería la opción más económica).
En Canadá solamente he estado una semana el año pasado, pero tampoco comí “comida” gringa, y me imagino que podré evitarlo hacerlo los casi dos meses que estaré ahí ahora. Sin embargo, estando en Estados Unidos no me parece tan mala idea comer aquí “comida” gringa, así que me zampé alegremente una hamburguesa de Wendy’s aquí en el aeropuerto.
Y la neta estaba muy rica.
Con Fred y Eddie en Amsterdam, comiendo comida tibetana (la comida holandesa de verdad no vale la pena):
Yo: Hey, can I pay the meal with my card and you guys give me your part in cash? I don’t have cash anymore.
Fred: Don’t worry man, you are our guest.
Yo: Oh, thank you.
Fred: Don’t mention it.
Yo: Of course it would have been better to know it, you know, before my last day here.
Eddie: But this way is cheaper.
Fred: Yeah.
Eddie: And we still get to look like nice guys.
Estoy a punto de tomar mi avión rumbo a Madrid, donde pasaré una noche y al otro día volaré a Toronto, vía Washington.
Esta semana fue de las más intensas que he tenido, hablando acerca de trabajo. Mi amigo Fred y yo demostramos básicamente lo que queríamos demostrar, y además fue interesante trabajar con él porque él está acostumbrado a hacer demostraciones de forma radicalmente distinta a como yo estoy acostumbrado: yo suelo usar argumentos geométricos, Fred suele escribir todo como ecuaciones y demostrar lo que sea que haya que demostrar resolviendo dichas ecuaciones.
Esto causó que, por primera vez en años, volviera a hacer una demostración donde tuve que probar un límite. Mi cálculo estaba bastante oxidado, pero todo salió bien. Y mi entrenamiento en geometría computacional de hecho sirvió, porque en una parte de lo que queríamos demostrar nos atoramos, y yo di un argumento geométrico que nos permitió poder conseguir la prueba.
La semana fue muy pesada, trabajando diario con Fred, y luego yo quedándome en las tardes en la universidad (TUDelft) escribiendo mi presentación para el CCCG: doy la primera plática el primer día en la primera sala, así que no puedo llegar al congreso sin mi plática preparada. También tengo que acabar un artículo en las próximas dos semanas, así que sí estaba bastante ocupado.
Como sea, un día cené con Fred en Rotterdam, aunque realmente no conocí la ciudad, el sábado fuimos a La Haya (Den Haag) a cenar comida coreana varios cuates, y el domingo Fred y Eddie me acompañaron a Amsterdam a conocer la ciudad y a visitar el museo Van Gogh. Sí, fui a las vitrinas. Y sí, es ligeramente decepcionante. Delft lo conocí un poco más, pero es tan chiquito que realmente no era muy difícil.
(De hecho todas las ciudades en los Países Bajos son muy chiquitas, pero no voy a meterme a esa discusión.)
También conocí a una banda muy buena onda en la universidad, y por encima de todo tuve la oportunidad de convivir con dos de mis amigos más queridos en Europa. Eddie se va en septiembre a una posición (potencialmente permanente) en Corea, así que no tengo idea de cuándo pueda volver a verlo, y Fred seguirá en los Países Bajos otro par de años, pero conmigo sin saber si podré viajar o no cuando acabe mi doctorado tampoco sé cuándo lo volveré a ver. Va a ocurrir que los vuelva a ver, por supuesto: sólo no sé cuándo.
No escribí en el blog porque de verdad estuvo muy intenso el trabajo, y además el poco tiempo que tuve de verdad lo utilicé para convivir con mis amigos… eso y ayudar a Fred a mudarse de Delft a Rotterdam el domingo pasado. Que fue divertido, por cierto.
Como sea, hay un par de entradas que planeo hacer, mientras espero abordar mi vuelo Amsterdam – Madrid. A ver si me da tiempo, porque creo que ya sólo tengo 10 minutos.