Diaspora

Hace (literalmente) años oí por primera vez de Diaspora, un simulador de vuelo espacial basado en Battlestar Galactica, una de mis series de ciencia ficción favorita. La idea del juego sonaba bien, pero la verdad no le di mucho crédito; hay siempre decenas de proyectos para juegos, y la mayor parte no pasan de ser más que buenas intenciones, o en el mejor de los casos mods de otros juegos. Un buen ejemplo de esto es Parsec, un juego del que oí por primera vez (y esto es en serio) el siglo pasado, y que en 2001 básicamente se murió. En 2003 liberaron el código fuente, y en febrero de este año parecía que volvería a levantar, pero al final ya no supe nada. Probablemente nunca llegue a nada.

Por suerte no ocurrió lo mismo con Diaspora: hace unos días anunciaron que la primera parte del juego estaba lista; pueden ver el trailer en el tubo. Hoy (después de que llegáramos madreadísimos de La Paz) lo instalé, y me sorprendió el profesionalismo con el que está hecho, incluyendo una completa actuación de voz. Lo único malo es que no tengo mi joystick (la verdad, ni siquiera sé si aún funciona), y el ratón no es el mejor modo de jugar este tipo de cosas.

Diaspora

Diaspora

Échenle un ojo; hay binarios para Linux, Windows y Mac OS X, y aunque el juego trae sólo unas cuantas misiones, también incluye un editor para crearlas, así que es diversión garantizada para toda la familia.

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La Paz

Cuando tenía 17 años, mi hermano, un amigo y yo tratamos de irnos a Real de Catorce a comer peyote. Eso no ocurrió, así que nos fuimos a La Paz, y de ahí a Constitución, donde una tía mía vive. Fue un viaje memorable por varias razones, y la primera vez que visité La Paz, aunque sólo unas horas de paso hacia Constitución, y un día de paso en el regreso a la Ciudad de México.

Hotel La Concha

Hotel La Concha

A los 24 años, mis cuates de la carrera y yo hicimos un “viaje de titulación” (aunque ninguno de nosotros se había titulado en ese momento) a La Paz. Estuvimos ahí diez días (más los casi cuatro necesarios para ir y volver: 18 horas de camión más 18 horas de ferry de Mazatlán a La Paz). También fue un viaje memorable, y uno de los viajes que con más cariño recuerdo.

Playa Balandra

Playa Balandra

A mis 35 años me encuentro de nuevo en La Paz, porque Edgar se nos casa aquí el sábado. Ayer Isabel y yo volamos a San José del Cabo, rentamos un carro, y de ahí manejé los 200 kilómetros a La Paz, en uno de los recorridos en carretera más divertidos que he tenido en mi vida (es altamente satisfactorio frenar con motor justo antes de entrar a una curva a 150 Km/h).

Gaviota

Gaviota

Después de asentarnos en nuestro hotel, fuimos a cenar riquísimo a un restaurante sobre el malecón, y después fuimos a un antro repleto de veinteañeras (atraídas por la barra libre para chavas), y de cuarentones libidinosos (atraídos por las veinteañeras).

El Hongo

El Hongo

Hoy fuimos a Playa Balandra, y después a comer a El Tecolote. En la noche habrá un coctel previo a la boda, y mañana es la ceremonia en sí. El domingo Isabel y yo manejamos de regreso a San José del Cabo, y volamos de regreso a la Ciudad de México.

Espíritu Santo

Espíritu Santo

Acaba de llover por aquí (cosa no muy común; no llovía hacía tres años), y todo está verde y exuberante de vida. Hace once años que vinimos era lo opuesto: estaba seco y no se veía nada moverse; pero ahora el cielo está lleno de aves, y por una razón extraña hay cientos de mariposas amarillas por todos lados. Estoy todo el tiempo esperando encontrarme con Mauricio Babilonia.

No creo escribir más entradas en el blog mientras esté aquí; pero estoy actualizando todo el tiempo mi perfil en Google Plus; es mucho más cómodo subir fotos al momento por ahí, y además durante el día la verdad yo no noto la diferencia entre mi cámara digital, y la incluida en mi teléfono.

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Valiente

Por último, hace una semana, fuimos a ver Brave. Se aplican yada yada.

Brave

Brave

Tenía muchas ganas de ver esta película; porque se veía increíble, porque es de Pixar, y porque el elenco me parece maravilloso. Salí algo decepcionado del cine.

En primer lugar, no pudimos encontrar la película en inglés y en 2D; a mí no me gusta el 3D, pero Isabel senciallmente no puede ver las películas así, por lo que la vimos en español. Y luego sencillamente la película resultó ser demasiado para niños.

Sé que suena medio idiota quejarse de que una película para niños es demasiado para niños, pero una de las cosas en general maravillosas de las películas de Pixar, es el hecho de que generalmente son muy buenas para adultos también. Brave no es así, y sí es demasiado infantil en muchas partes.

Por último, y esto para mí sí es un deal breaker, la película no tiene absolutamente nada de romance. Es una historia de una princesa adolescente “rebelde”, y cómo llega a entenderse con su estricta e inflexible madre. Lo cual ha de ser fabuloso para adolescentes que se creen “princesas” y “rebeldes”, pero a mí me dio más bien hueva.

Estoy siendo algo duro con la película; la verdad es que sí está muy bien hecha (el pelo de Merida, y algunas escenas con partículas de agua en particular son impresionantes), sí es muy divertida la mayor parte del tiempo, y la historia está bonita. Sólo que yo creo que pude haberla visto en Blu-ray sin muchos problemas.

Si tienen niños chiquitos (o adolescentes que se creen “princesas” y “rebeldes”), no duden en verla. Si no, igual y vale la pena; sólo sí me parece que no está al nivel del estándar normal de Pixar.

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Treinta y cinco

Ayer cumplí treinta y cinco años. El año pasado salí de México durante seis meses, donde me la pasé dando vueltas por Europa, Canadá y Estados Unidos, escribí una parte más que sustancial de tres artículos y más de la mitad de mi tesis doctoral, y mi novia y yo comenzamos a vivir juntos. También estuve a punto de morirme por intoxicación con gas, pero suena más dramático de lo que realmente fue.

Así que creo que puedo llamar al anterior un buen año. No sé qué me depare el año que viene en general; pero tengo que doctorarme, y además conseguir un trabajo que de hecho pague dinero, porque nomás no se da en los árboles.

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Y de hecho a más de 88 millas por hora

Ya regresé a la Majestuosa de Querétaro. El taller yo sentí que no obtuve ningún resultado, pero la verdad tengo tantas cosas que hacer que tal vez sea algo bueno. No me quedé a emborracharme hoy entre otras cosas porque Isabel regresa mañana de Nueva Zelanda, y de hecho es referente a ello por lo que escribo esta entrada.

Isabel sale el sábado 25 de febrero a las 19:30 PM de Nueva Zelanda, y llega a México el sábado 25 de febrero a las 19:00 PM. Así que de hecho viaja 30 minutos al pasado.

Lo cual me parece fabuloso.

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Los pases

Tuve que ir a mi viejo departamento a buscar unos papeles para mi posgrado, relacionados a mi viaje el año pasado. Entre las cosas que hallé, estaban los pases de abordar de todos los vuelos que tomé el año pasado durante mis estancias de investigación.

Los pases

Los pases

Si a alguien le interesa, los vuelos fueron:

  • México – Washington
  • Washington – Madrid
  • Madrid – Roma
  • Roma – Trieste
  • Ljubljana – París (de Trieste llegamos a Bled en carro, y en carro fui de Bled a Ljubljana)
  • París – Madrid
  • Sevilla – Barcelona (de Madrid fui a Alcalá en autobús, y de Alcalá a Sevilla en tren via Madrid)
  • Barcelona – Amsterdam (puro tren cuando me moví entre Amsterdam, Delft, Den Haag y Rotterdam)
  • Amsterdam – Madrid
  • Madrid – Washington
  • Washington – Toronto
  • Toronto – Nueva York
  • Nueva York – Toronto
  • Toronto – Los Ángeles
  • Los Ángeles – México

En varios lugares me quedé sólo un par de horas (en Washington, las dos veces, que fueron las estadías más cortas). En otros me quedé varias semanas, el máximo siendo Los Ángeles durante dos meses.

Espero nunca más hacer un viaje así. Fue demasiado agotador.

Pero valió la pena.

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Siete años

Este año sí me pasé: entre que Xochitl estuvo muerta y que estaba mudándome, escribiendo artículos y trabajando en mi tesis, se me olvidó celebrar que cumplí siete años “blogueando” el pasado 26 de enero.

El año pasado fue muy intenso académica y personalmente; pero creo que he comentado en el blog a grandes rasgos lo que ha ocurrido con mi vida este año, así que no comentaré mucho más al respecto. Del año que empieza no sé: debo doctorarme, pero más allá de eso no tengo ni puta idea de qué deparará el futuro.

A lo mejor por fin cumplo mi sueño de toda la vida y me compro un micro.

Como sea; una vez más gracias a aquellos lectores que me siguen, y espero que este año sea algo más prolífico con mi escritura en el blog.

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Eso sí, encantador

Isabel se fue a Nueva Zelanda el pasado jueves, y la fui a dejar al aeropuerto. De eso no es esta entrada; esta entrada es de la conversación que tuvimos mientras escuchábamos en el carro la rola Hello de Martin Solveig con Dragonette:

Yo: Está pegajosa la cancioncita.
Isabel: Es insoportable.
Yo (escandalizado): ¡Pero te encanta!
Isabel (cagándose de la risa): Tú también me encantas… eso no te quita lo insoportable.

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Pensando y escribiendo

Ya se va a cumplir un mes de que me Isabel y yo comenzamos a vivir juntos, pero el proceso de la mudanza no ha terminado por completo; a veces me pregunto si algún día terminará. Complica las cosas el hecho de que tengo una cantidad enorme de mamadas que debí haber tirado hace siglos, pero que como no me molestaban mucho cuando vivía solo (y tenía el espacio para arrinconarlas), nunca me tomé la molestia de hacerlo. Y no es de que sencillamente agarre todo y lo tire, porque lamentablemente están mezcladas con cosas que no quiero tirar (hey, miren; encontré mi cédula profesional).

Como sea; además del proceso interminable de reacomodar las cosas de ambos en nuestro nuevo departamento, he estado como loco escribiendo. Lo ideal sería que fuera ya mi tesis en sí, pero sigo terminando los artículos y versiones para congresos de los mismos; lo bueno es que al fin y al cabo eso será mi tesis. Sólo en español.

Y encima, Isabel se fue el jueves a Nueva Zelanda, y no la veré en tres semanas.

Esas son las razones por las que no he escrito últimamente, pienso corregir eso, al menos un poco, en los próximos días.

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La mudanza

Y total que Isabel y yo nos fuimos a vivir juntos. Para mí en particular eso normalmente significaría contratar un camión de mudanzas con dos tipos fornidos que llevaran todas las cosas pesadas de mi departamento al que ahora compartiré con Isabel; sin embargo Isabel tuvo la fabulosa idea de mejor conseguir una camioneta con su familia, y poner a cargar al indio. Dícese, yo.

Entonces ahí me tienen cargando mi lavadora mientras Isabel me echaba porras. De verdad espero no volver a pasar por una situación similar en mucho tiempo.

Ya hemos transportado casi todo, y básicamente sólo falta mi escritorio y pendejaditas diversas. Falta acomodar un buen de cosas en el que ahora es nuestro departamento, pero como ya están conectados la tele y el PlayStation, el resto a mí me parecen sólo superfluosidades.

Así que ahora comienza otra etapa de mi vida, aunque la verdad no creo que cambie mucho las cosas entre Isabel y yo: básicamente ya vivíamos juntos. Sólo que ahora será en un solo departamento, en lugar de dos.

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Xochimilco

Total que resultó que no sólo no tengo diabetes, sino que sigo igual de sano que siempre.

El idiota de mi plomero instaló mal el calentador de agua de paso que puse en mi departamento para reemplazar el viejito que se había podrido. No conectó la salida de gas quemado (básicamente CO₂) al hoyo en la pared, y entonces todo el veneno se quedó en mi departamento. Eso, aunado al agotamiento que tenía, causó mi episodio.

Por suerte había dejado las ventanas de mi departamento abiertas, de otra forma probablemente me hubiera muerto.

Mis últimos exámenes médicos muestran que estoy con la misma excelente salud de siempre, aunque sigo agotándome fácilmente (subir escaleras es particularmente cansado para mí ahora). Después de reclamarle amargamente a mi plomero, él accedió a cambiarme el calentador de agua (al parecer, no hay forma de instalarlo bien en un departamento como el mío), pero me pidió unos días para conseguir el dinero para hacerlo.

Por miedo a que algo similar volviera a ocurrir, Isabel y yo nos negamos a usar el calentador nuevamente, lo cual quiere decir que no hay agua caliente en mi departamento. Y eso obviamente apesta… literal y figurativamente.

Resulta que mi mamá acaba de irse a Europa de vacaciones durante el fin de año; así que aprovechando decidí regresarme a Xochimilco mientras ella no está: así no me tengo que bañar con agua fría, y alguien cuida la casa de mi madre (Susi también se fue a su pueblo, como hace todos los años a fin de año). Mi departamento se queda solo, pero se quedó solo seis meses; dudo que unas semanas más sean motivo de preocupación.

Así que ahora estoy en Xochimilco recuperando el tiempo perdido que tenía de no jugar en mi PS3 (que me traje conmigo, obviamente), y regresando a trabajar a un ritmo mucho más tranquilo que el que traía de mis estancias.

Me alegra mucho saber que mi cuerpo realmente no fue el que me falló. Supongo que en algún momento de mi vida lo hará; pero con suerte aún falta mucho para eso.

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Y entonces me hospitalizaron…

El jueves llegué a mi hermosa Ciudad de México cerca de las once de la noche. Después de pasar aduana sin ningún problema, Isabel me recogió fuera del aeropuerto y fuimos a cenar tacos enfrente de mi casa. Después regresé a mi departamento casi seis meses después de haberlo dejado, y me encontré conque el calentador de agua había dejado de funcionar.

En ese momento no me importó demasiado, así que nos fuimos a dormir con la idea de solucionarlo al otro día. El otro día (viernes) llegó, y después de levantarnos muy tarde fuimos a comer a El Gran Rábano, donde me eché un fabuloso mixiote, aunque primero pasamos al departamento de mi hermano a que me diera las llaves de mi carro. Mientras comíamos yo saqué un duplicado de la puerta principal de mi departamento (la cambiaron mientras estaba fuera; no tienen idea de lo divertido que es llegar a la media noche a tu casa después de seis meses, y descubrir que no puedes entrar… por suerte una vecina mía se apareció en ese instante), y al terminar recogimos un plomero cerca del mercado de Portales para que fuera a revisar el calentador.

Isabel nos dejó al plomero y a mí en mi departamento y se fue a comprar víveres en el supermercado. El plomero bastó que le echara un ojo al calentador para que lo declarara inservible; y ciertamente me mostró cómo estaba completamente podrido. Así que siguiendo su recomendación (y porque he oído que ahorran mucho gas), fuimos a Portales donde compré un calentador de paso y otras piezas necesarias, y regresamos a mi departamento a que lo instalara. Mientras los plomeros trabajaban poniendo el nuevo calentador, yo pagué las cuentas que tenía pendientes (que milagrosamente no eran tantas), y cuando por fin acabaron los llevé a Portales, y se llevaron el calentador viejo con ellos. Es fue bueno, porque entonces no tuve que preocuparme de cómo deshacerme de él, y malo, porque me ensució el tapete de la cajuela con todo el metal podrido que tenía.

Así que de regreso a mi departamento limpié un poco, porque con el quitar y poner calentadores había quedado hecho un desastre, y ahí tuve la primera señal. En algún momento al agacharme para recoger una jerga, cuando me levanté la habitación comenzó a darme vueltas. Otra persona se hubiera sentado; yo supuse que estaba cansado y decidí mejor apurarme a limpiar. Fui a mi carro por el tapete de la cajuela, y subí hasta la azotea de mi edificio para lavarlo del metal podrido. El único problema es que se me olvidó la llave de la azotea, así que bajé y subí de nuevo. Y después lavé el tapete y lo tendí.

Regresé a mi departamento sintiéndome ya fatal para ese momento, pero seguí limpiando (Isabel iba a regresar para que comiéramos y viéramos una película), y después me metí a bañar estrenando mi nuevo calentador. La ducha yo sentí que me cayó bien, pero al salir de nuevo me empecé a sentir muy mal; medianamente preocupado, le mandé un mensaje a Isabel de que me sentía mal y que ya regresara, y me senté en mi sofá a descansar. Todavía alcancé a leer el mensaje de Isabel diciéndome que ya se apuraba para regresar.

Hasta ahí es que yo recuerdo. Cuando volví a abrir los ojos, en mi departamento estaban Isabel, mi hermano, policías y paramédicos haciendo quién sabe qué mierdas, y yo comencé a vomitar de forma espectacular. No recuerdo que me hubieran sacado de mi departamento; cuando volví a recobrar la consciencia estábamos afuera de mi edificio, donde volví a vomitar espectacularmente, me subieron a una ambulancia, y recuerdo a mi hermano e Isabel discutiendo quién se iba conmigo. De nuevo no recuerdo haber llegado al hospital; cuando volví en mí la tercera vez estaban moviéndome de camilla, y recuerdo claramente (¿cómo adivinaron?) vomitar espectacularmente y ya no más.

La siguiente vez que abrí los ojos, vi a María, una doctora amiga de Isabel de toda la vida, que me miraba con ojos preocupados y que me preguntó que qué me dolía.

“El orgullo”, dije yo, estoico.

Me cuentan que esto es lo que pasó cuando yo perdí el sentido: Isabel llegó a mi edificio y empezó a tocar el timbre (yo tenía las llaves), y cuando no contesté lo primero que pensó fue que estaba jugando en mi PS3 a todo volumen. Al pasar los minutos comenzó a preocuparse en serio, y después de un rato una vecina mía muy buena gente la dejó pasar y meter su carro, y al ver que yo no abría la puerta del departamento se ofreció a ir por un cerrajero; Isabel comenzó a llamar gente, aunque no mi familia porque no sabía todavía qué pasaba. El cerrajero llegó y tardó casi veinte minutos en abrir mi puerta (resulta que tengo una puerta particularmente segura), y al verme tirado en mi sofá lo primero que hizo fue comprobar que tuviera signos vitales.

Los tenía, y bastante fuertes: mi corazón latía, respiraba, y reaccionaba en automático al dolor; pero no volvía en mí. Isabel hizo lo que cualquier persona sensata hubiera hecho; me agarró a madrazos a ver si yo reaccionaba. Le escribió a María y ella (que estaba muy lejos) le dijo que llamara una ambulancia, cosa que Isabel procedió a hacer. También ahora sí llamó a mi familia.

Los primeros en llegar fueron los policías, que al verme por supuesto que lo primero que pensaron fue que yo me había metido vayan ustedes a saber qué psicotrópicos de alta intensidad. De cualquier forma dice Isabel que se portaron muy bien; ellos fueron por los paramédicos que fueron los que me pusieron suero por vía intravenosa, que fue lo que causó que yo comenzara a responder (y vomitar espectacularmente… ay, mi mixiote).

Los paramédicos lamentablemente no llevaban ambulancias; era el primer viernes de diciembre, y sencillamente no había disponibles, así que entre mi hermano e Isabel consiguieron por fin una de un hospital privado, donde por fin me llevaron. Pero si hubiera sido algo de verdad de emergencia, sencillamente me hubiera muerto.

Y entonces me hospitalizaron.

Los doctores del hospital también estaban convencidos de que yo me había metido sicotrópicos de alta intensidad, y no fue sino hasta que salieron mis análisis que vieron que lo único que tenía para ese momento en el cuerpo era suero, porque mi pobre mixiote acabó desparramado entre mi departamento y la entrada de mi edificio (en el hospital ya no vomité mixiote; para ese momento había llegado al alegre estado que mi cuñada define como “vomitar las entrañas”).

Cuando por fin volví en mí, yo no me sentía exactamente mal; me dolía la cabeza, pero eso era todo. Lo único es que tenía una agotamiento que no creo haber tenido jamás en mi vida. No podía ni siquiera sentarme en mi cama. Como sea, convencieron a los doctores de que me dejaran dormir en casa, porque no estaba descansando en la cama del hospital y a mí me parecía de simple viveza que lo que más necesitaba en ese momento era de hecho descansar. De cualquier forma me estaban abarrotando de antibióticos (detectaron una infección con mis análisis), y no pude salir del hospital hasta cerca de las cuatro de la mañana. Me quedé en casa de mis suegros, por la sencilla razón de que era la más cercana; y estuvo bien, porque no hubiera aguantado el viaje hasta Xochimilco. Por poco vomito de nuevo en los diez minutos que hicimos Isabel y yo del hospital a casa de sus padres.

El sábado me llevaron a hacerme más análisis, y pasé todo el día acostado. El domingo ya me sentía mejor, y fui a ver a María a que me checara una vez más, y ayer por fin me dejaron regresar a mi departamento. Ya estoy bien, sólo sigo muy cansado y cualquier actividad física me agota en un tiempo ridículamente corto.

¿Qué me pasó? No tenemos ni puta idea; tengo una infección, pero no sabemos dónde y probablemente no sea muy fuerte, porque no tuve mucha fiebre ni me duele nada. Existe una posibilidad distinta de cero de que tenga diabetes, pero yo de verdad espero que no, porque eso apestaría mucho; además, mi azúcar parecía estar regresando a niveles normales. Yo en particular (que no soy doctor, ni he interpretado a uno en televisión) creo que sencillamente estoy muy cansado del viaje demencial que tomé, y que mi cuerpo estuvo aguantándose hasta llegar a casita para tener un completo meltdown.

Como sea, ahora estoy en reposo casi absoluto, tengo prohibidísimo manejar así que me quedo en casa, y como no tengo permiso de cansarme ni estresarme, yo creo que me voy a pasar una semana jugando en mi PS3. Tal vez debería ponderar más acerca de que pude haberme muerto, de que Isabel, mis vecinos y familia (y la familia de ella) salvaron mi vida, y de que mi puerta es muy difícil de abrir incluso con cerrajero; pero la verdad ahorita sólo quiero descansar y regresar a mi estado normal. El que sea que es.

Ya luego consideraré las repercusiones que este “evento” tendrá en mi vida. Ahorita al parecer estoy bien, y eso es lo más importante.

Eso, y que tengo mucha gente que me quiere, a la cual preocupé horriblemente durante unas horas, y a la que no quiero volver a preocupar de ser posible.

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Dos días

Pasado mañana, a esta hora, estaré abordando el avión que me llevará de regreso a mi Ciudad de México, que tendrán que amenazarme de muerte para que vuelva a dejarla por lo que resta del año. Y probablemente ni así lo haga.

Hoy es mi último día en el campus de Northridge, en la Universidad Estatal de California. Como ha sido con casi todo lo académico en este viaje, acabé de hacer todo lo que me había propuesto hacer cuando lo planeé. Bueno, me falta una cosita con unas cotas inferiores, pero en este momento no dudo que lo acabe en lo que me queda del día.

Mañana haré mi maleta, y abandonaré los que fueron mis aposentos en California; pasaré la noche en la casa de mis asesores, y pasado mañana partiré al aeropuerto.

Y cinco horas y media después, si el avión tiene a bien a no caerse, estaré de regreso en casa.

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The Inheritance Cycle

Cerca de que saliera la película basada en la primera novela de Eragon, decidí leerla antes de que estrenaran la adaptación. Después, me chuté las dos siguientes: escribí al respecto aquí, aquí y aquí. Mi reseña de la película la pueden ver aquí.

Iba a empezar a leer la cuarta, cuando me percaté de que no me acordaba de ni madre, consecuencia de que no volví a leerlas nunca (señal de una mala calificación por mi parte; yo releo múltiples veces las novelas que me gustan). Así que me las chuté todas de corrido.

Las novelas están bien, supongo. Están medianamente bien escritas, los personajes (especialmente Roran Stronghammer, quien me parece el verdadero héroe, y Nasuada) son suficientemente entrañables como para que uno se preocupe por ellos, y la historia está entretenida. El problema principal que tienen las novelas es que en general no tienen un ápice de originalidad.

Siendo honesto, la cuarta novela sugiere un par de cosas interesantes para un trabajo de fantasía: la capacidad de los seres con magia de convertir instantáneamente materia en energía, creando básicamente lo que sólo puede definirse como bombas atómicas, con todo y contaminación por radiación; y una escena donde Eragon y Saphira vuelan tan alto que se percatan de que el mundo es redondo… que sin duda no ayudará a disipar el mito de que en la Edad Media la idea de una Tierra plana era generalizada.

Pero quitando eso, las novelas son una copia pasada por agua de todos los otros trabajos de fantasía que se han escrito en los últimos 500 años. Además el autor, Christopher Paolini, es ateo y fue educado en su casa por padres liberales; muchos mensajes que comunica la novela yo en principio estoy de acuerdo con ellos. Pero contrario a His Dark Materials de Philip Pullman, en las novelas de Paolini dicho mensaje es embarrado en la cara del lector todo el tiempo, de la manera más burda posible. Y por último agravio, Paolini pone referencias al Dr. Who en varias partes, que no vienen al caso de ninguna manera, y lo cual me pareció de pésimo gusto.

Dicho eso, sí disfruté leer las novelas, pero no creo volver a hacerlo nunca más en mi vida. Y una vez más entendí por qué le fue tan mal a adaptación cinematográfica de la primera novela, y por qué el proyecto se desplomó por completo evitando que saliera ninguna adaptación de las secuelas: sencillamente no vale la pena.

El mundo de Eragon y Saphira está simpático, y la historia está suficientemente entretenida como para que acabara de leer los mazacotes que son los libros; pero la verdad no me dejó un buen sabor de boca el haberlo hecho. Y como queja pendeja mía, le falta mucho romance a las novelas; el romance de Roran y Katrina es bastante simple, y el de Nasuada y Murtagh es demasiado poco en muy corto tiempo. El “romance” entre Eragon y Ayra es patético y lamentable; yo ni siquiera lo definiría como tal.

Paolini está chavo (es más joven que yo), y a lo mejor puede sacarle más jugo al universo que creó (lo cual es admirable, dada la edad a la que lo hizo… aunque haya inicialmente sido una mala copia de Star Wars). Con suerte, en los años venideros podrá explotar ese universo de mejor forma, o tal vez crear uno nuevo. Yo creo que sí leeré algo más que él escriba, lo cual me parece es alabo suficiente. Pero sí creo que hubiera podido terminar su ópera prima de forma mucho más espectacular, si hubiera sabido cómo.

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