Barcelona

El domingo de madrugada llegué a El Prat en Barcelona, alrededor de las dos de la mañana. No fue mi culpa, los tarados de Vueling retrasaron mi vuelo de Nápoles a Barcelona, y en lugar de llegar a las 0:30 de la madrugada, llegué a la 1:50.

La diferencia importa porque el Aerobús que va del aeropuerto a la ciudad deja de circular a la 1:05. Por suerte cuando llegué a la terminal del Aerobús para comprobar que ya no había más autobuses, otros tres pasajeros estaban en la misma situación que yo y entre los cuatros cogimos (je) un taxi.

La idea era ir a Plaça Catalunya, pero viendo Google Maps noté que pasábamos relativamente cerca de mi hotel, les dejé 10 euros a mis compañeros y me bajé del taxi. Caminé tres cuadras y cogí (je) un autobús nocturno que me dejó a 150 metros de mi hotel.

Lo único malo es que no era hotel; era hostal y tenía baños y regaderas compartidos.

Una cosa graciosa de todos mis viajes; nunca me había quedado en un hostal con baños y regaderas compartidos. Siempre pude elegir hotel (o departamento) donde estar, así que fue una nueva experiencia. La verdad no lo hubiera elegido (aunque sea más barato); las fotos del hostal en Booking me engañaron, yo sinceramente creí que tendría mi propio baño.

Al final no estuvo mal; nunca ocurrió que quisiera bañarme y no hubiera regadera disponible (y podría hacer aquí un comentario de cómo muchos europeos no le tienen mucha fe a eso de bañarse diario, pero mejor no), y mis compañeros de hostal al parecer eran decentemente limpios, porque nunca me encontré con un baño sucio.

De cualquier manera, espero no tener que repetir un hostal.

Ese mismo domingo, ya descansado, me salí de mi hostal (que está a una cuadra del Camp Nou) y básicamente recorrí todo el Paralelo para llegar a la Barceloneta y comer en el Paco Alcalde, un restaurante que conocí el año pasado a recomendación de una muy querida amiga mía. Hacía años que no recorría así Barcelona, sencillamente caminando y tomando fotos, deteniéndome a tomar un cortado de vez en cuando.

La semana fue corta, porque ya estoy de regreso en El Prat, ahora rumbo a Viena. Pero estos tres días creo que han sido de los más productivos en investigación que he tenido en mucho tiempo; y pudieron serlo aún más, pero pues no se puede todo en esta vida.

Barcelona se siente a esta altura como casa para mí, y espero poder regresar el año que viene. Ciertamente hay chamba suficiente para justificarlo, lo único que falta es ver de dónde sale el dinero.

Pero no me preocupo demasiado.

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El café italiano

No recuerdo si llegué a mencionarlo en el blog, pero la única otra vez que estuve en Italia (en 2011) me enfermé y entonces sólo probé café una vez, justo antes de treparme a mi avión de salida.

Esta vez no estoy enfermo, así que he estado tomando café italiano todo el tiempo. Y es delicioso.

No sé si sean los granos, cómo los tuestan o cómo los hacen, pero es por mucho el café más suave que yo haya probado. Y con suave no quiero decir débil, quiero decir suave. El café es fuerte, pero suave (como los buenos amantes).

Se siente como si una prostituta milenaria acariciara tu lengua con la suya, mientras recita antiguos hechizos de amor lujurioso en tu oído. Es así de bueno.

Ahora sólo me preocupa que me voy en unos días y no sé dónde encontraré este tipo de café de nuevo.

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Las vueltas

Voy a hacer un ejercicio que casi nunca hago:

  1. Salí de mi casa más o menos a las 17:30 horas del viernes (tiempo de México) para llegar a las 18:00 horas (más o menos) al Benito Juárez.
  2. Esperé el inevitable par de horas antes de abordar mi avión a las 20:15.
  3. El avión hizo aproximadamente 10 horas a Frankfurt, de las cuales pasé unas 7 horas (más o menos) viendo cuatro churros infumables, y el resto tratando de dormir.
  4. Aterricé en Frankfurt a las 14:05 del sábado (más o menos, tiempo europeo) y esperé unas dos horas y media a subir a mi transferencia a Nápoles.
  5. Aterricé en Nápoles a las 18:20 (más o menos) y tardé unos quince minutos en a la estación del transbordador que va a la estación central de trenes y en esperar que el transbordador saliera.
  6. Hice unos veinte minutos en llegar a la Stazione di Napoli Centrale, y unos quince en viriguar dónde y cómo comprar un boleto para el “circumvesuviana”, que terminó partiendo a las 19:41 horas.
  7. El trenecito tomó poco más de una hora en llegar a Sorrento, poco después de las 21:00 horas.
  8. Caminé unos veinte minutos el poco menos de un kilómetro de la estación de trenes al hotel del congreso (está de subida, tengo mi maleta intercontinental, y estuve viajando todo el día).

Contando todas las vueltas y el cambio de zona horaria, es como si hubiera estado viajando todo el sábado, con unas cuantas horas de sueño ahí aventadas.

No me quejo, así es la venida al viejo continente (se desquita uno en el regreso, donde perseguimos al atardecer). Como sea, estoy molido y muero de hambre, así que me daré un regaderazo (tengo el aroma de tres distintos países y dos continentes) y saldré a buscar un lugar donde cenar. Por suerte los italianos son civilizados y tienen restaurantes que sirven comida hasta la media noche.

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Tutte le belle ragazze

Traté de apurarme a escribir las reseñas de películas que tenía retrasadas antes de esta entrada, pero no me alcanzó la vida. Aún me falta reseñar Baby Driver y supongo que la reseña quedará atorada durante las siguientes dos semanas, porque voy a estar fuera de México.

Que es de las razones por las cuales andaba ocupado, por cierto.

Estoy de nuevo en el aeropuerto de la Ciudad esperando abordar mi vuelo a Nápoles, Italia (vía Frankfurt, Alemania). De nuevo vuelo por Lufthansa; la primera vez que fui a Europa fue el mismo vuelo (creo que incluso a la misma hora), y recuerdo que estuvo bien, así que espero se repita.

Voy a un congreso en Sorrento, a tiro de piedra de Pompeya, así que espero conocer las ruinas. Después iré a Barcelona, como generalmente hago, a una corta estancia de investigación; y por último pasaré a visitar a mi amiga Birgit en Graz, Austria. Y ya luego me regreso, espero no completamente molido.

Este viaje tiene de novedoso que las porciones más caras del mismo (boleto de avión, hospedaje en el congreso, inscripción al mismo) no las pagué yo; lo paga el proyecto PAPIIT en el cual participo. No es novedoso que me paguen un viaje académico (de hecho, casi es la única forma en que viajo internacionalmente); lo novedoso es que ocurra ya como profesor de tiempo completo de la UNAM.

El año pasado la Facultad de Ciencias me pagó un parte (bastante pequeña, pero se agradece) de mi viaje a Salamanca, y hace dos años mi viaje a Grecia lo pagué casi todo yo; esta es la primera vez que cosecho los frutos de mi trabajo académico en un viaje (no como estudiante). Que es de las ventajas que tiene el ser profesor universitario, por supuesto.

Me parece que ya lo había comentado, pero mi plan es realizar uno de estos viajes al año (al menos) de aquí a que deje de ser profesor de tiempo completo de la UNAM. No sé si lo consiga, pero llevo tres seguidos así que es únicamente cuestión de mantener la racha.

De verdad disfruto mucho mi trabajo; todas las partes del mismo (aunque claro, algunas más que otras). Lo haría incluso si no tuviera el beneficio de poder viajar a otros países a dar pláticas de las pendejadas en las que estoy trabajando; pero que además me paguen estos viajes es de verdad de las cosas más maravillosas de ser profesor.

Estuvieron tensas las últimas semanas, por la preparación del viaje y la necesidad de tener ciertas cosas terminadas para el mismo (aún no está lista mi presentación para el miércoles, por cierto); paradójicamente, en estos viajes es hasta que me siento en el avión que comienzo a relajarme y a disfrutarlos (incluso sin haber acabado la presentación, que por cierto me pasa casi siempre). Así que en una hora más o menos que me trepe a mi avión espero poder empezar a disfrutar el viaje internacional de este año.

Nos vemos del otro lado del charco. Si el avión no se cae, por supuesto.

Y si no me cancelan el vuelo por lluvia.

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La fibra óptica

Hace unos tres años (meses más, meses menos), Telmex me llamó y de pura chiripa me encontró en mi departamento. Que si quería me podían poner fibra óptica, dijeron. OK, dije yo.

La serie de eventos que siguió es ligeramente bizarra y de las cosas que me ha tocado ver que ocurren en empresas como Telmex.

Primero no fueron a poner la fibra óptica cuando dijeron que irían. Luego de unos meses me volvieron a llamar, fueron, y resultó que no se podía poner fibra óptica porque el edificio de departamentos donde vivo no tiene fibra óptica… a lo cual yo hubiera sugerido que la pusieran como habían ofrecido, pero bueno. Esto se repitió un par de veces; me llamaban, decían que irían, iban, y decían que no podían poner la fibra óptica porque no había fibra óptica.

Debo aclarar que siempre que me llamaban para acordar la cita, yo les recordaba que ya habían intentado n veces y que no se podía poner porque no había, que me sigue pareciendo sumamente bizarro, pero bueno.

Total que una vez vino un chavo, estuvo dándose vueltas por todo el edificio, me dijo que tenía que volar el cable con la fibra óptica por el techo, a lo cual yo resignada y pacientemente dije OK. El chavo procedió a salir del departamento, del edificio y de mi vida, porque jamás volví a oír hablar de él.

Luego se volvió a repetir el primer procedimiento, donde vinieron a poner la fibra óptica y se fueron porque no había fibra óptica. Para este punto yo ya estaba seguro de que Telmex de alguna manera encontraba todo esto sumamente divertido.

Total que hace dos meses (literalmente años después de que me ofrecieran la fibra óptica), vino un chavo que de nuevo se estuvo dando de vueltas por todo el edificio, pero éste sí volvió y de hecho ya con el cable de fibra óptica. Después de hacer que el cable diera de vueltas por no sé qué tantos lados, ya sólo faltaba meterlo a mi departamento, para lo cual procedió a hacer un hoyo en mi pared con su taladro.

Y entonces comenzó a salir agua del hoyo, porque por supuesto le atinó (con precisión casi milimétrica) a la tubería principal del agua de mi departamento. Es en momentos de este estilo en mi vida que pienso que sí puede haber un dios, y que disfruta mucho gastando bromas pesadas.

Podría haber hecho que Telmex me pagara la compostura, supongo, pero preferí hacerme cargo yo para que quedara ese mismo día. El muchacho de Telmex terminó de poner la fibra óptica y yo fui por un plomero (que es de las ventajas de vivir cerca del metro Portales). El portero primero abrió tantito la pared para ver cómo estaba el daño (no sabíamos si el taladro había atravesado por completo el tubo).

El hoyo

El hoyo

Estas fotos me gustaron, porque muestran como el taladro le atinó al tubo mero en el centro, como si le hubiera apuntado.

El hoyo centrado

El hoyo centrado
Acercamiento del hoyo centrado

Acercamiento del hoyo centrado

El plomero estuvo unos cuarenta minutos tratando de hacer que el tubo se vaciara de agua, para poder soldarle un parche al mismo; pero fue sencillamente imposible. Al parecer está en un ángulo tal que el agua volvía siempre al punto donde quería soldar. Así que me informó que tenía que quitar todo un tramo del tubo para poder vaciar el mismo y hacer una soldadura más mejor.

Lo cual por supuesto resultó en que rompiera todavía más de mi pared.

Mi pared rota

Mi pared rota

Debo aquí hacer una pausa para recordar que tengo un doctorado en Ciencias de la Computación, lo cual me proporciona con exactamente cero de los conocimientos de albañilería necesarios para poder reparar ese hoyote; sin embargo me dije que no podía ser tan difícil, así que fui a una tienda de pintura cerca de mi casa y compré un kilo de cemento blanco. Con una tabla (protegida con una bolsa de basura) contuve el cemento, y usé algunas de mis pesas para mantenerla en su lugar.

La tabla contenedora

La tabla contenedora

Al final el peso del cemento empujo algo la tabla, como supuse pasaría, pero no quedó tan mal.

El resultado en crudo

El resultado en crudo

Medio raspé un poco el excedente de cemento:

Cemento raspado

Cemento raspado

Y al final nada más llené lo que faltaba y medio le di forma. La verdad, estoy bastante contento de cómo quedó; no es perfectamente plana, pero tampoco es como si hubiera quedado un escalón.

El resultado final

El resultado final

Aprovechando que me sobró cemento (tuve que comprar otro kilo porque el primero no alcanzó), me puse a resanar todos los pequeños agujeros y grietas que hay por todo el departamento, la mayor parte causada por clavos y taquetes que se han ido poniendo y quitando de sus paredes. También estoy bastante contento de cómo quedó; a menos que se lo haga notar a alguien, ni siquiera se nota.

Ahora debería pintar mi departamento, pero eso lo haré luego.

Ah, y la fibra óptica jala chido. No como para justificar el medio destruir una de mis paredes, pero bueno.

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Cuarenta

Hoy cumplí cuarenta años.

Mi año 39 pasado fue menos turbulento que mi año 38, pero creo que igual de satisfactorio. Comencé a entrar en una rutina profesional anual que espero dure mucho tiempo; dando mis clases, participando en proyectos, leyendo tesis, yendo a congresos y haciendo lo que normalmente hace un profesor universitario. También tengo otro par de proyectos ligeramente más interesantes que los demás, pero todavía no quiero escribir acerca de ellos.

Mis treintas, por mucho, han sido la década más intensa e interesante de mi vida. Hice mi maestría, mi doctorado, conseguí mi plaza, viajé a Europa (cinco veces); y un montón de cosas más. Pero eso está atrás, en el pasado; me interesa más el futuro.

En este momento, me siento muy contento con mi vida. Y como ya he dicho varias veces, no me molesta en lo más mínimo estar envejeciendo; estoy muy contento con mi cuerpo en su actual estado (aunque ya debería comenzar a cuidarlo un poco más, y ciertamente podría perder algunos kilos alrededor de mi cintura); me encanta mi trabajo (si bien creo que sí he estado exagerando con el mismo; tengo que comenzar a bajarle un poco); e incluso mi limitada vida personal es bastante divertida.

Entiendo si a un observador independiente mi vida le pareciera objetivamente un poco (o un mucho) aburrida; me la vivo en la torre de marfil que al fin y al cabo puede parecer la academia y además mis hobbies no son cosas particularmente emocionantes… a menos que ir al cine un viernes en la noche o jugar videojuegos les parezca vivir en el peligro, en cuyo caso creo que deberían hacerse una revisión en la cabeza.

Pero yo sinceramente me divierto horrores. Aunque claro, para bien o para mal, no soy exactamente normal.

Así que hoy llegué, como me lo puso un amigo, al cuarto piso. Vengan los que siguen.

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Dos años con el diablo

Ayer cumplí dos años de que estrené mi Mini Cooper, y entre otras cosas eso significó verificar mi carro por primera vez de forma “normal”. Cuando lo compré, los carros nuevos se verificaban y les duraba dos años; no sé si ese sea aún el caso.

Llevo dos años con mi carro y la verdad lo he disfrutado mucho. Es caro mantenerlo, pero como soy un zángano irresponsable del cual no depende económicamente ningún otro ser humano, pues no me causa muchos problemas. Es de las ventajas que tiene el ser soltero y sin hijos.

No me han pasado cosas terriblemente interesantes con el carro; me multaron una vez por exceso de velocidad (iba a 90 en lugar de 80), y un día se lo llevó la grúa porque lo dejé mal estacionado. En ambas ocasiones sencillamente pagué mi deuda a la sociedad y seguí con mi vida; en el caso de la grúa tuve que ir a mi casa por algunos papeles (copia del pago de la factura, por ejemplo), pero como tenía todo en orden lo único que perdí fue tiempo.

Es gracioso; utilizo mi carro de la manera más aburrida posible, para ir y regresar del trabajo generalmente, y no ando tratando de levantar veinteañeras con él ni corriendo como loco en autopistas. Dentro de la Ciudad generalmente ando debajo del límite de velocidad (cuando me multan, es por 10 kilómetros por hora). Cualquier modelo de carro me serviría para lo que hago.

Y sin embargo mi Mini Cooper me da mucha satisfacción manejarlo, aunque nada más sea para ir a Ciudad Universitaria y el súper los fines de semana. Mi teléfono se conecta por Bluetooth automáticamente al encenderlo y mi música toca mientras manejo en mi Ciudad haciendo las cosas aburridas que normalmente hago.

Y soy feliz de una manera muy simple cuando lo hago… aunque claro, si ya acabara de pagarlo sería aún más feliz.

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Los antibióticos

Hace como un mes me enfermé. Esto solía ser algo muy raro en mí, pero desde hace algunos años cada vez es menos raro. Como sea me enfermé hace un mes; después de una semana sin recuperarme por fin fui al doctor y me recetó antibióticos. Esto sigue (o seguía) siendo raro conmigo; cuando me enfermaba solía recuperarme nada más tomando té.

Total que tomé antibióticos durante una semana y me compuse. Y dos semanas después doné sangre, porque por supuesto que eso hice; y claro que me enfermé de nuevo. Tuve que ir al doctor y tomar antibióticos otra vez.

Sinceramente no puedo recordar la última vez en mi vida en que estuve tan enfermo que tuviera que tomar antibióticos dos veces en un mismo año.

Por supuesto no es nada más que voy a cumplir 40 años en menos de un mes; todo el año he tenido un ritmo brutal de trabajo y llevo meses sin hacer ejercicio y comiendo comida chatarra casi todos los días. Eso y que justo en las últimas semanas retomé una actividad que me ha dejado con todavía menos tiempo y energía disponibles.

Nada de esto ayuda a que escriba en el blog, que tengo criminalmente abandonado desde hace semanas; pero además (y como ya había mencionado hace unas semanas) el blog es en gran medida una válvula de escape para mi necesidad de estar escribiendo, y esta necesidad se ha visto más que satisfecha por otro proyecto que tengo desde finales del año pasado.

Ya llevo varios días sano (al menos físicamente), y espero que las vacaciones me dejen por fin trabajar en paz (y eso es nada más chiste en parte). Así que me gustaría volver a escribir en el blog; pero la verdad mis circunstancias actuales no me están dando muchas oportunidades. Vamos a ver cómo se ponen las siguientes semanas.

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La pausa de febrero

No escribí ninguna entrada en febrero. Técnicamente tampoco en la mitad de enero. Es de las pausas más largas que he tenido en mi blog. Las razones son varias.

La primera y que siempre estoy chillando al respecto, es que tengo mucha chamba. Sé que suena a un pretexto barato, pero es sencillamente cierto. Nada más he podido ir al cine dos veces desde mediados de enero, y aún no escribo de esas películas en el blog (hoy iré a ver Logan).

La segunda es que, en medio de mi apretada agenda, están pasando cosas en mi vida de las cuales no se me pega la gana escribir todavía al respecto.

Y la tercera y última es que al fin y al cabo mi blog ha sido una válvula de escape para mi necesidad y gusto por escribir. Y desde finales del año pasado estoy hundido hasta el cuello en un proyecto que consiste justamente en escribir un montón, así que no es como que tuviera mucha necesidad de escribir cuando ya lo hago diario y todos los días; y menos aún con toda la chamba que tengo encima que me quita todo mi tiempo.

Comentaré más adelante acerca de este proyecto; es grande e importante, y espero sea una parte significativa de mi vida profesional. Pero todavía no estoy listo para hablar de él en detalle. Sin embargo ha llegado a un punto donde ya pasé por la parte más difícil, así que espero poder retomar el escribir en mi blog, aunque probablemente el ritmo de entradas será lento.

Comenzaré escribiendo del puñado de películas que he visto y no he reseñado en el blog. Después ya veré.

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Feliz año 2017

Como todos los años, le deseo un feliz año nuevo a todos mis lectores, en particular a aquellos que se toman la molestia de dejar un comentario de vez en cuando.

2016 fue un año fascinante. Lamentablemente eso no se traduce necesariamente en “bueno”, pero creo que nadie podrá negar que todas las cosas que ocurrieron en el mundo y en el país fueron muy interesantes, si bien es posible que lleven a la destrucción de la raza humana. Claro que, siendo profundamente optimista como soy, no creo realmente que eso pase; pero me parecería irresponsable decir que la probabilidad es cero.

Desde el punto de vista personal, este año también fue fascinante, especialmente los últimos meses. Igual que con el estado del mundo, no todo es calificable como “bueno”; pero creo que sí puedo decir que nada es, técnicamente, malo. Algunas cosas hubiera preferido que se llevaran a cabo de manera distinta, pero incluso como terminaron ocurriendo no me quejo. Al menos no mucho.

Y definitivamente me estoy divirtiendo mucho. Pero esa es mi naturaleza.

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Los huevos

El fin de semana fui a ver a mi mamá a Xochimilco, y pasé a una tiendita a comprar unas cosas. Yendo hacia la tienda, un tipo que venía caminando en la calle con una bolsa de huevos los estrelló contra mi rodilla, rompiéndolos.

Yo iba caminando como suelo caminar, y el tipo (que si me preguntan, como el responsable de los huevos, debía ser el primero interesado en mantener su integridad) los estrelló contra mi rodilla; yo ni siquiera iba viendo hacia abajo.

El tipo comenzó a decirme de cosas muy agresivas, y yo tuve que contenerme para no reírme. No por bravucón; el reírme suele ser mi primer respuesta a casi cualquier cosa, pero además creo que era claro que el tipo hubiera querido romperme mi madre, pero al verme decidió que no le iba a ser fácil. Y de nuevo, no es por bravucón; mis habilidades de combate se reducen a gritar “¡corre!”, pero físicamente doy la impresión de ser bastante rudo… definitivamente no lo soy, pero sí doy el gatazo.

Como sea, yo continué mi camino a la tienda, diciéndole al tipo que se calmara, y procedí a tomar las cosas que iba a comprar. El tipo procedió a volver a entrar a la tienda, todavía insultándome, y golpeó el mostrador con la bolsa de huevos rotos. Lo cual no termino de entender, ¿qué culpa tenía el pobre dependiente? Siguiendo mi naturaleza pacifista, le dije de nuevo que se calmara, y que si quería le compraba otros huevos.

Por alguna razón que tampoco termino de entender, esto lo hizo enojar más y se fue diciendo todavía más improperios.

Para este punto yo estaba de verdad haciendo un esfuerzo muy grande por no soltar una carcajada, y sólo pasé al mostrador a pagar mis cosas. El dependiente, mirando con cierto desagrado la bolsa de huevos rotos en el mostrador, me preguntó que qué había pasado. Le conté, y le dije que no entendía por qué tanto enojo si le había dicho que si quería le compraba otros huevos.

“Le hubiera dicho que qué genio”, me dijo, lacónico, el dependiente.

Qué genio indeed.

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Los sueños adolescentes

Todo mundo tiene sueños a los dieciséis años de edad que por varias razones nunca puede realizar.

Algunos no los realizamos porque eventualmente perdemos el interés en lo que nos hacía soñar a los dieciséis años (“voy a tener la colección completa de los cómics de Batman”). Esto es sencillamente que lo que nos parece importante va cambiando conforme crecemos.

Otros más no los podemos cumplir porque sencillamente son imposibles (“voy a ser un receptor abierto de los 49 de San Francisco”). Y me parece importante el hecho de que, para mí, sencillamente admitir la realidad es una parte fundamental de madurar; no es cierto que podemos lograr “lo que sea” nada más esforzándonos y echándole ganas. Pensar eso es tener la cabeza oculta en la arena, probablemente para evitar pensar en las responsabilidades reales e inmediatas que todos tenemos.

Pero hay todavía una tercera categoría de sueños; aquellos que realmente podrían ocurrir, pero que de hecho no ocurren porque dependen del consentimiento de una tercera persona (“…”). Por muchas y muy variadas razones dicho consentimiento nunca llega, y no hay absolutamente nada que uno pueda hacer al respecto.

Superar eso y seguir adelante con la vida de uno creo que es de las cosas necesarias para llevar una vida sana. Me parece que yo lo hice bastante bien, incluso si consideramos que (si me quiero poner dramático) esa situación me ocurrió relativamente seguido. Y sin duda alguna me ocurrió a los dieciséis años.

Hace unos días cumplí uno de esos sueños de mis dieciséis años, cuando hasta hacía unas semanas ni siquiera había pensado al respecto en casi veinte años.

Fue distinto a lo que había soñado (como suele ser con todos los sueños); pero de muchas maneras fue mucho mejor y mucho más intenso y mucho más divertido de lo que jamás hubiera podido imaginar. También fue aterrador e intimidante, y de manera paradójica y obvia un poquito triste. Y esperanzador.

No tengo que meditar acerca de si haber realizado este sueño cambiará mi vida; yo que (de forma muy sutil y linda) ya la cambió. Lo que no sé es si la cambiará de una manera fundamental.

Lo que sí sé es que no me molestaría. A mi vida no le haría mal atravesar por un cambio fundamental.

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Hasta luego, Barcelona

Dieciséis días después de haber iniciado mi viaje, me encuentro en el Prat esperando abordar mi vuelo de regreso a México vía Atlanta. Siendo como soy, y dado que es un vuelo trasatlántico, llegué tres horas antes del despegue, así que todavía falta para que empiece el abordaje; ya gasté los pocos euros que aún tenía sueltos, y supongo que empezaré a ver videos de YouTube para ver si puedo consumir lo que queda de datos en la tarjeta SIM que compré para mi estadía en Europa.

Fue un viaje… interesante por decir lo menos. También productivo; pero la verdad es que después de hacer viajes similares varias veces en mi vida, se ha vuelto hasta medio difícil que no resulte productivo un viaje de investigación. Ayuda con quien va a trabajar uno, por supuesto.

Dejo una vez más Barcelona, pero contrario a la última vez ahora no tengo ninguna incertidumbre; voy a regresar, y lo haré varias veces en mi vida. Si me salgo con la mía, estaré viniendo a Europa una vez al año; y si todo sale bien, es probable que en casi todas esas ocasiones me dé una vuelta por Barcelona. Aunque espero poder planearlo para junio o julio; no me gusta dejar mis cursos dos semanas.

Estoy molido, y lo entretenido del asunto es que voy a estar volando en total unas quince horas hoy, para mañana entrar a trabajar en caliente. Descansaré cuando me muera, supongo.

Pero a pesar del cansancio y que dejo Barcelona, estoy contento de volver a mi México lindo y querido. Por múltiples motivos; entre ellos, que después de estar comiendo jamón serrano e ibérico durante casi dos semanas, unos tacos de suadero suenan maravillosamente bien.

Nos vemos del otro lado del charco.

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Como local

Hoy presenté una versión extendida de mi plática de Salamanca en la UPC de Barcelona. Me fue mucho mejor que en el congreso, en gran medida porque el proyector sí funcionó (aunque hubo que cambiar de salón y de proyector… debo averiguar por qué a veces no funciona mi adaptador USB Type-C a VGA).

Cuando me presentaron, el coordinador del seminario donde hablé dijo que ahí por supuesto ya me conocían, que había ido a visitarlos varias veces como estudiante de doctorado, y que ahora regresaba como doctor y como profesor de la UNAM. Pero que dada mi historia con la institución, que yo básicamente era local ahí.

Eso me tocó, porque nunca lo había visto de esa manera. Pero creo que tiene sentido.

El trabajo ha sido medio pesado en Barcelona; excepto a un par de restaurantes y bares, no he podido pasear mucho. Pero ha sido muy satisfactorio.

Hoy cenaré en un lugar especial, que me recomendaron ampliamente, para celebrar mi plática. Y después me quedarán dos días en Barcelona.

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Colonia

Estoy a punto de abordar mi avión de regreso a Barcelona, después de pasar alrededor de 48 horas en Colonia, Alemania. Fue mi primer visita a este país donde por omisión nadie le habla a uno en nada distinto a alemán (aunque todos fueron lo suficientemente amables en responderme en inglés cuando les hablaba en ese idioma); creo que me defendí bastante bien.

La ciudadcita está simpática (y la catedral es una obra de arte), pero como les dije a Fred y Anna el motivo del viaje era ponerme al día con ellos; todo lo demás era un bono extra. Hicimos varias cosas durante mi estancia aquí; pero todas y cada una de ellas quedaron completamente opacadas por Ida Maria Luise von Heymann, la hermosa hija de Fred y Anna a quien decidieron ponerle nombre de villana de película de James Bond. Es la niña más hermosa y feliz que he conocido de esa edad; y de hecho conviví con ella, cosa que no suelo hacer con niños chicos, probablemente porque mis amigos con hijos en México les da miedo que los vaya a romper.

Ida Maria Luisa von Heymann

Ida Maria Luisa von Heymann

Vuelvo ahora a Barcelona a hacer investigación durante una semana (y espero reponerme de tanto viaje), para finalmente regresar a México el próximo domingo. No ha sido el itinerario más demente que he seguido en mi vida (ese sería el del 2011), pero creo que sí es el segundo.

Como sea, ya no hay más zarandeos para mí; sólo mi trabajo “normal” en mi querida Barcelona.

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Barcelona

Hoy a las 8:30 (hora local) llegué en autobús a Barcelona. Técnicamente nunca había llegado por autobús, porque siempre he volado a la ciudad, aunque una vez entré manejando un carro rentado. Pero técnicamente siempre he llegado en autobús, porque del Prat usualmente tomo el Aerobús que lo avienta a uno a Plaza Cataluña. Como sea, nunca había llegado en un autobús que tardara once horas.

Todo lo de arriba es para explicar que llegué ligeramente madreado.

Ahorita estoy en el Prat esperando mi vuelo a Colonia, Alemania, donde veré a Fred y Anna y conoceré a su hija Ida. Me pasé el día desayunando, paseando, comiendo, y después perdiendo mi celular. Estaba tan madreado que dejé mi celular en el Aerobús, y no me di cuenta sino hasta que estaba cambiando terminales (porque también tuve que cambiar terminales… dos veces… larga historia).

Cuando cerca de 40 minutos después llegué al puesto de boletos del Aerobús, la linda muchacha a cargo estaba esperando con mi celular sin que yo hubiera tenido que hacer nada. Ahí mismo le pedí que se casara conmigo, pero me dijo riendo que sólo estaba haciendo su trabajo.

Fue tal vez el remate apropiado a un día que fue emocionalmente muy movido. La última vez que estuve en Barcelona fue en 2011, durante una estancia de investigación hacia el “final” de mi doctorado (entre comillas porque no tenía forma de saber que me tardaría otros tres años en doctorarme).

El día que dejé la ciudad hace cinco años, recuerdo muy claramente que no tenía ni puta idea de cómo iba a regresar a Barcelona; pero también estaba seguro de que lo haría (escribí al respecto aquí). Barcelona es una ciudad importante para mí; tal vez la más importante después de la Ciudad de México; regresar hoy, aunque fuera tan sólo por unas horas, fue paso significativo en mi vida. De entre todas las cosas que hecho mal, el volver a Barcelona de alguna manera determina que algunas (y ciertamente varias que me interesan demasiado) sí las he hecho bien.

Me voy dos días a ver a Fred y Anna, pero regresaré el lunes a pasar el resto de mi estadía en Europa en la ciudad que más quiero del viejo continente. Tendré oportunidad de disfrutarla con calma y de trabajar (que siempre que he estado en Barcelona, he estado trabajando).

Pero hoy volví después de cinco años. Y eso fue importante.

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Salamanca 

Salgo de Salamanca rumbo a Barcelona en estos momentos. Me gustó el pueblote; está bonito, la comida es espectacular (aunque es lo común en España), y está lleno de gente joven y hermosa. Además hice buenos amigos, lo cual siempre es un tesoro por sí mismo.

En casi cualquier otra ocasión hasta podría lamentar el irme… pero no esta vez.

Porque voy rumbo a Barcelona.

Elaboraré al respecto más adelante; por ahora voy a tratar de dormir lo más que pueda. Estoy agotado.

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Jamón y vino

Después de dos aviones, un autobús, y una parte en Charles de Gaulle que de verdad pareció salida del metro Pino Suárez un lunes a las 8:00 de la mañana, por fin llegué a Salamanca, donde la XVII Conferencia de la Asociación Española para la Inteligencia Artificial (CAEPIA 2016) se llevará a cabo y donde hablaré el jueves.

(Tengo que comentar la enorme estupidez que cometí al comprar una tarjeta SIM española para mi teléfono celular, pero eso lo dejaré para después.)

Llegué a Salamanca cerca de las 8:00 de la noche, con más ganas de tomar un baño que de cualquier otra cosa, así que cuando salí después de las nueve para ir a cenar, no tenía pensado hacer otra cosa (ni la energía para hacerlo).

Le pregunté a Google a dónde ir, y decidió por mí que Casa Paca era el lugar ideal; concuerdo con su decisión. Pedí una entrada de jamón ibérico de bellota, y le pedí al mesero su sugerencia para una media botella de vino tinto, y cuando probé el jamón y después tomé un sorbo de mi vino, por poco lloro del placer.

Como ya he comentado, regresar a España es importante para mí; incluso aunque nunca haya estado en Salmanca antes. Y creo que lo simboliza muy bien la cena que tuve hoy, con jamón y vino. Pero ahora me voy a ir a dormir, que mañana empieza el congreso.

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Dejando el gabacho

Estoy a punto de abordar mi avión rumbo a España (vía Francia), y dejar gringolandia. Tengo que regresar en unos días, porque mi avión de Barcelona pasará por Atlanta una vez más en su camino hacia la CDMX.

Bromeando con Eddie le dije que venía porque era posible que, a partir del año que viene, ya no pueda entrar si gana Trump. Yo me reí mucho, pero la mayor parte de los gringos que conocí están aterrados de que si quiera exista la posibilidad de que gane.

Fue muy chido ver a Eddie y ponernos al día. Él tiene su plaza en La Crosse, Wisconsin, un soporífero pueblito que (al ser la pasada la primera semana de clases) está repleto de bellísimas chavitas de 18 años, freshwomen en la Universidad; casi todas rubias, casi todas usando shortcitos todo el día.

No me quejo.

Ahora sí vuelvo a Europa, y en particular a España y Barcelona. En unos días escribiré por qué es importante para mí, pero en verdad me alegra.

Llegué varias horas antes de que mi vuelo despegue, así que busqué un lugar de hamburguesas gringas y chafas porque ha sido una tradición para mí siempre que como en un aeropuerto gringo; sin embargo no encontré, y me tuve que “conformar” con una hamburguesa fina acompañada de una copa de Malbec sorprendentemente buena.

Tampoco me quejo.

Esta es la primera vez que paso por el gabacho sin en ningún momento cambiar dinero o sacar efectivo de un ATM. En gran medida fue porque Eddie (siguiendo la tradición que tenemos al visitarnos) insistió en pagar casi absolutamente todo; pero las pocas cosas que yo compré (como mi hamburguesa y copa de vino), sencillamente usé mi tarjeta. Así que también será la primera vez que me vaya sin dólares que me sobran y que luego no sé qué hacer con ellos.

También fue la primera vez que no tuve mi celular en modo avión, ni que compré una tarjeta SIM (para menos de 3 días se me hizo demasiado); sencillamente usé mi SIM Telcel, incluyendo el uso de datos todo el tiempo. Telcel me envió un mensaje anunciándome alegremente que podía usar mi celular con las mismas tarifas que en México; por supuesto no les creo, pero mientras no me cobren de manera irracional (más del doble de lo que normalmente pago, por ejemplo), por mí está bien. De hecho hasta diría que fue buen servicio.

Así que me dispongo a dejar los Estados Unidos; como decía arriba, regresaré el mismo día que llegue a México, pero sólo estaré en Atlanta un par de horas hasta que salga mi vuelo a México.

Espero que ahí sí encuentre un Carl’s Jr.

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