Cuarenta y ocho

Hace cuarenta y ocho revoluciones alrededor del sol de esta canica azul donde vivimos, ocurrió que nací.

Esto enojó muchísimo a muchas personas y ha sido en general reconocido como una mala jugada de mi parte.

En lo personal, este año me compré un departamento; que es a la vez de las cosas más mundanas que existen (mucha gente compra en su vida una o varias propiedades), pero también lo suficientemente notorio como para que valga la pena mencionarlo.

A nivel más global el año pasado de mi vida estuvo marcado, por supuesto, por la apabullante victoria de Clauda Sheinbaum en las elecciones presidenciales; la consecuente continuación de la Transformación; la derrota de nuestra oposición que cada vez da más pena; el inicio de la implementación del plan C (falta menos de un mes para ver cómo funciona por primera vez este ejercicio); el regreso de Trump con nuestros tarados vecinos; y todo el megadesmadre a nivel mundial que está causando con la bola de pendejadas que se le ocurren.

Me puedo quejar de múltiples cosas; pero no de que haya sido un año aburrido.

Dada mi naturaleza, continúo en general optimista respecto a casi todo; y sí, eso incluye el mundo en general: por más daño que llegue a hacer, Trump dejará de estar en el poder en unos años.

Durante años pasados mis pasatiempos han estados regidos por cine, animé (con algo extra de televisión por ahí) y videojuegos; este año además le he hecho a la plomería, albañilería, carpintería y electricidad, porque he estado divirtiéndome como enano haciendo varias cosas en mi nuevo departamento. Soy en general pésimo para dichas cosas y probablemente saldrían más rápido (y barato) si contratara a alguien más que las hiciera por mí y que de hecho supiera lo que hace (y ya tuviera las herramientas y materiales para hacerlo); pero pues me divierte mucho hacerlo.

Vamos a ver cómo me va este año que viene; será el penúltimo de mis cuarentas porque me acerco de manera inevitable al quinto piso de mi vida.

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El tirol planchado

Odio el tirol planchado.

Mi viejo departamento tenía paredes con tirol planchado; y el techo tenía tirol sin planchar.

Odio el tirol planchado.

¿Por qué odio al tirol planchado? Porque yo ando haciendo gújeros en las paredes básicamente cada cinco minutos; cuelgo televisiones, bocinas, cuadros, barras de sonido y sepa la chingada cuántas pendejadas más, todo el tiempo.

Inevitablemente, tarde o temprano muevo varias de esas cosas, y entonces hay que tapar el gújero. Y si uno no tiene una tirolera, es básicamente imposible tapar el gújero de manera perfecta. Si uno no sabe dónde se hizo la reparación, probablemente no lo note; pero por definición yo siempre voy a saberlo, y la única manera de no notarlo sería tener una tirolera.

No tengo tirolera; y no quiero comprar una tirolera. No sé si sabría cómo usar una tirolera.

Pero además se acumula polvo y demás en el tirol; de verdad lo detesto, casi tanto como detesto alfombras y carpetas.

Mi nuevo departamento tiene paredes lisas y blancas, y es de las cosas que más me han gustado del mismo. Cometí errores al instalar el soporte del monitor de mi computadora y el de mi televisión, y fue trivial llenar los gújeros y dejar las paredes básicamente inmaculadas de nuevo.

Pero va más allá; comentaba hace unos años, queridos lectores, que cuando Telmex por fin se dignó a ponerme fibra óptica, el técnico fue y taladró una de las tuberías de agua de mi viejo departamento, lo cual forzó al plomero a tener que hacer un gújero bárbaro para repararla; y que yo reparé con las pocas habilidades que cuento para ese tipo de cosas. En ese momento no me molestó cómo había quedado, porque de por sí la pinche pared tenía tirol planchado, pero la verdad mi reparación fue bastante mediocre. Pasable, pero mediocre.

Bueno, la misma estupidez me pasó en mi nuevo departamento: pero para añadir heridas al insulto, la pendejada la cometí yo al tratar de montar unas repisas, y a lo puro güey, porque era obvio que por ahí bajaba una tubería… de hecho era obvio que bajaban tres tuberías. Pude haber taladrado las tres, pero por suerte sólo fue una.

Así que realicé de nuevo la peregrinación a Portales para recoger un plomero que me hiciera el favor de reparar una tubería taladrada. Ese es el tipo de cosas para las cuales me declaro 100% inútil: ¿cambiar el empaque de un grifo?, no hay problema; ¿reemplazar la ducha de una regadera?, lo hago en cinco minutos; ¿poner un bidet?, lo he hecho como siete veces. Pero para reparar una tubería de cobre que requiere soldar estaño me declaro absolutamente inútil: necesito un profesional que lo haga por mí.

Los dos plomeros que repararon mi tubería inevitablemente me cayeron muy bien, porque ya estaban viejitos y eran indudablemente de la vieja escuela; les llevó menos de media hora hacer la reparación, y más de la mitad de ese tiempo consistió en estarle dando en la madre a mi pared para poder descubrir la tubería taladrada.

El gújero

El gújero

Una vez reparada la tubería, procedí a reparar yo la pared: pero contrario a la reparación similar que hice hace unos años, en esta ocasión ya sabía más al respecto y además las paredes son (como ya mencioné) lisas y blancas. De hecho justo en esa pared no son perfectamente lisas, pero lo suficiente como para que no importe.

En lugar de mezclar cemento blanco y tratar de contenerlo en el gújero vertical, utilicé espuma expandible, que es una maravilla por todo lo que he leído al respecto; es bastante dura pero increíblemente ligera, e incluso al parecer proteje las tuberías. Una vez endurecida la espuma, corté el exceso con una sierra y la limé al nivel de la pared.

La espuma

La espuma

Luego cubrí eso con un resanador especial, que también es la neta: no hay necesidad de mezclar nada, se aplica directamente y después se puede lijar fácilmente.

La resanada

La resanada

Por último lijé la pared y pinté encima con exactamente el mismo color (y marca) con el que se había pintado originalmente. Y la verdad el resultado es básicamente perfecto; yo dónde se hizo la reparación, pero a menos que ponga mi cara a unos cuantos centímetros de la pared, no puedo notarla.

La reparación

La reparación

El proceso me gustó tanto, que me puse a destruir paredes por mi cuenta. Pero eso es cuento para otra entrada.

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Que febril la mirada

Hace veinte años, queridos lectores, comencé a escribir en este blog.

No es la actividad ininterrumpida que más tiempo haya realizado en mi vida: comencé a programar a los 12 años, hace tres décadas y media; y comencé a dar clases (como ayudante de laboratorio) hace 27 años, en 1998.

Pero sí es la actividad no directamente relacionada con mi ocupación que he realizado por más tiempo en mi vida.

A lo largo de su existencia, he escrito poco más de un millón de palabras en más de 2,300 entradas y 15 páginas; he moderado más de 8,000 comentarios escribiendo yo mismo poco más de 2,000 (y no sé cuántos más haya borrado; el retraso mental es grave desde que ganó la Transformación); y si pusiera mi blog en forma de libro, el mismo cubriría más de 3,400 páginas. Ese fue un ejercicio interesante.

He reseñado películas, series de televisión, videojuegos y obras de teatro; he escrito de política y de ciencias de la computación; y, cómo no, he comentado sobre cosas personales que me han pasado en estas últimas dos décadas.

Aunque no es, ni de lejos, el aspecto central de mi vida, mi blog sí se ha convertido en parte importante de la misma, estando siempre ahí, en la periferia cuando no en el centro del escenario, desde que comencé a escribir en él.

El blog me ha permitido conocer gente, incluso a veces en el espacio de carne; y también enterarme de puntos de vista distintos que, en condiciones normales, probablemente nunca hubiera escuchado/leído. Jamás participé en ninguna red social (excepto Google+; pero era tan patética que me parece ni siquiera cuenta), pero mi blog antecede a casi todas esas redes sociales; y probablemente (mientras yo viva) continúe mientras varias de las mismas desaparezcan.

Sinceramente dudo que mis escritos nunca hayan hecho que alguien cambiara de opinión, particularmente en política; pero creo que mi blog sí refleja aunque sea una parte pequeña de lo que ha sido la trayectoría política nacional desde que el Peje comenzó a ganar prominencia a nivel nacional a finales de su sexenio como Jefe de Gobierno. En ese sentido estoy orgulloso de lo que he escrito y sostengo todo lo que he dicho; incluso en las veces que me he equivocado, porque honestamente creo que fueron errores sinceros: o en otras palabras, bajo las mismas circunstancias, hubiera escrito básicamente lo mismo.

No me arrepiento de nada que haya dicho en el blog (incluyendo los antes mencionados errores); y de hecho todo lo contrario: estoy profundamente orgulloso de muchas de las pendejadas que aquí he plasmado.

En particular, y aunque sé que es una afirmación terriblemente controversial, voy a reafirmar una vez más que Cardcaptor Sakura es el mejor animé que haya visto en mi vida; aunque la continuación de Clear Card es (al menos hasta el momento) completamente innecesaria; y además en los últimos años salieron un par de animés que es posible (aunque no necesariamente probable) que le quiten ese lugar en mi escala personal. Como son series en desarrollo, necesitaré ver cómo terminan antes de poder tomar esa decisión.

Han sido veinte años de mi vida adulta en los que (inevitablemente) he crecido como escritor; he aprendido un montón sobre la condición humana (en particular como el dogma ideológico puede literalmente causar retraso mental); y sinceramente me he divertido como enano, porque sigo sosteniendo que escribir prosa y escribir código son actividades completamente diferentes, pero sorpresivamente similares.

Escribir prosa es tratar de programar una idea.

Así que no planeo dejar de hacerlo, aunque inevitablemente acaecerán periodos donde deje de escribir un tiempo; pero espero sean pocos y no muy largos.

Y de estos últimos veinte años, en las inmortales palabras de Carlos Gardel:

Sentir que es un soplo la vida
que veinte años no es nada
que febril la mirada,
errante en las sombras
te busca y te nombra
vivir con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez

Nos vemos en el cuarenta aniversario.

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Feliz año nuevo 2025

Con casi 3 semanas de retraso, pero como todos los años, quiero desearle a todos mis lectores (incluso a los siempre borro sus comentarios por exceso de retraso mental), un feliz año nuevo.

Este punto medio de la tercera década del siglo XXI se ve interesante, por decir lo menos: la Transformación continúa, aparentemente con más apoyo nacional que nunca antes; en unas horas comenzará Trump 2.0, y aunque hay muchísima especulación, la simple verdad es que no tenemos ni puta idea de qué tanto nos vaya a afectar, positiva o negativamente.

Yo estoy agradablemente sorprendido de la respuesta que hasta ahora ha dado nuestra doctora presidenta junto con su equipo; en ese sentido estoy tranquilo, confiando en que los que están a cargo lo harán tan bien como podríamos esperar que lo hicieran.

Yo comencé este año mudándome a un nuevo departamento; de ahí mi tardanza en escribir esta entrada. Esto agotado de estar mudando la aparente infinidad de pendejadas que uno termina acumulando a lo largo de casi veinte años de vivir en un mismo lugar.

(Me imagino que han oído hablar que todos los hombres tenemos una “caja de cables” que nos negamos a tirar; bueno, creo que a estas alturas yo tengo más o menos dos clósets completos de cables: estoy 97.14% seguro de que se reproducen entre ellos).

Mi nuevo hogar parece zona de guerra; aún me faltan algunas cosas de mover y necesito organizar la gran mayoría de las antes mencionadas pendejadas: pero ya tengo mi televisión con mi PlayStation 5 y mi media center conectados; ya tengo mi interné funcionando; y mi recámara es la parte más avanzada que tengo, así que puedo dormir y todo.

Mi estudio en cambio es posiblemente la parte menos avanzada, que es la razón de que esté escribiendo esto en mi laptop.

Como sea, es una manera interesante de iniciar un año; feliz año a todos ustedes, y vamos a ver cómo nos va con el demente naranja de regreso en la Casa Blanca.

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La mudanza

He escrito en este blog durante casi veinte años; en ese tiempo ha vivido en múltiples computadoras y múltiples servidores. No hablo nada más del hardware; me refiero a la dirección en internet: si mal no recuerdo mi blog nació en Abulafia, el que era el servidor de Elisa (mi directora de tesis de la licenciatura) en la Facultad; después lo pasé a Xóchitl, el que era el servidor de Jorge (mi director de tesis de la maestría y doctorado) en el posgrado; y finalmente lo moví a Aztlán, mi servidor en la Facultad.

En todas esas encarnaciones, el blog vivió debajo de mi usuario canek. En Abulafia y Xóchitl esto era una necesidad ineludible: esas computadoras eran generalmente utilizadas por todos los tesistas y alumnos de mis profesores, entonces yo era uno de múltiples usuarios y tenía que tener mi blog bajo mi usuario.

(Normalmente yo terminaba siendo el súper usuario de esas computadoras; pero no entremos mucho en esos detalles).

Cuando por fin levanté Aztlán, que ya es mi computadora (en todos los sentidos: todo el hardware lo compré yo), puse al blog debajo de mi usuario por costumbre; así llevaba más de una década usándolo y ni siquiera me pasó por la cabeza hacerlo de alguna otra manera.

Eventualmente me pasó por la cabeza, pero descarté la idea casi de inmediato: no le vi sentido y me dije “¿pero qué necesidad?”

Probablemente así hubiera seguido años, pero hace cinco años pasé mi instancia de GitLab a Docker. Al final de esa entrada, comentaba que me había gusado tanto el chisme ese, que estaba jugueteando con la idea de pasar mi blog y mi lector de RSS a Docker también.

Bueno, hoy por fin después de cinco años lo hice. Fue medio un desmadre.

Primero me llevó todo un fin de semana averiguar cómo demonios funcionaba correctamente el redireccionamiento entre el Apache de Aztlán (que es el que maneja todo lo de SSL con Let’s Encrypt) y el Apache del contenedor Docker. Esto es relativamente más complicado que con GitLab, porque GitLab está de origen diseñado para correr dentro de un contenedor: en cambio WordPress fue escrito en el año 2003, en uno de los peores lenguajes de programación que jamás ha creado el hombre (PHP), y es mi opinión como programador profesional que nadie diseñó WordPress, sino que gente que no sabía realmente programar (lo común con usuarios de PHP) se puso a aporrear el teclado hasta que algo medianamente funcional ya estaba listo.

Aunque evidentemente exagero, y ha mejorado muchísimo en sus 21 años de existencia, WordPress sí es medio macabro cuando uno le comienza a picar al código. Como sea, por fin pude configurar la parte necesaria en WordPress para que funcionara bien el redireccionamiento.

Yo creí que ya podría hacer la mudanza, pero descubrí con terror mientras hacia pruebas que WordPress era del orden de diez veces más lento en mi contenedor Docker que si lo corría directamente. Esto por supuesto es inadmisible; más aún porque jamás me ha dado problemas de desempeño mi instancia de GitLab.

Leyendo en red vi que esto era una queja más o menos común y corriente, y procedí a hacer lo que esas viejas entradas en la red aconsejaban hacer para aliviar el pésimo desempeño. Pero nada parecía funcionar; además, todo indicaba que era un problema dentro del contenedor mismo, no la comuniación con el mundo exterior.

Total que tuve que usar un profiler para literalmente ver dónde estaba perdiendo tiempo WordPress, y cuando por fin lo vi me dije a mí mismo: “mí mismo, eres un pendejo”. Porque se me había olvidado que mi configuración de WordPress utiliza memcached: evidentemente la instancia de WordPress en el contenedor Docker no tenía el servidor de memcached y cada solicitud intentaba conectarse al mismo miles de veces.

Podría haber conectado la instancia dentro del contenedor al servidor memcached de Aztlán; pero mejor también metí eso en su propio contenedor (como también está el servidor de MariaDB) y corrí todo junto con Docker compose. Con esto podré deshacerme del servidor memcached en Aztlán.

Habiendo hecho eso, el blog volvió a funcionar a una velocidad desde mi punto de vista idéntica a la que tenía antes de que lo metiera en un contenedor; y además mudé la dirección de mi usuario (/~canek/pensadero) a una al nivel superior en Aztlán (/pensadero). Voy a redireccionar la vieja dirección algunos años, pero eventualmente la borraré, así que les recomiendo que actualicen sus ligas.

Quiero deshacerme de todos los servidores nativos en Aztlán, excepto Apache por Let’s Encrypt y SSH por obvias razones, y correr todos los demás servicios que tengo dentro de contenedores. Creo que mi blog en WordPress era el más complicado de todos, entonces espero poder hacer esto poco a poco: al parecer las ventajas en seguridad son enormes y ya no tengo que depender de que Gentoo maneje todos los paquetes que mis servicios necesitan.

Me gusta la idea de Docker: es elegante; y sorprendentemente fácil de usar.

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Center

De vez en cuando le doy mantenimiento a mi blog.

No me refiero a mantener actualizado el software del blog (WordPress) o las dependencias correspondientes; eso sí es muy regular que lo haga. No, me refiero a mantener el contenido: revisar que no haya ligas muertas, actualizar la manera en que formateo ciertos elementos, cosas de ese estilo. No es muy común, porque en general el blog hace el uso más aburrido que exista de HTML, entonces es relativamente raro que tenga que regresar a contenido viejo a actualizarlo.

La última actualización importante que hice (que tenga memoria) fue cuando reemplacé mi sistema de galería en línea para fotografías; de Gallery3, a un sistema que yo mismo escribí porque dejaron de mantener Gallery3.

De hecho, preparando esta entrada fue que por primera vez en años me asomé a ver qué había sido de Gallery3, y con algo de tristeza y nostalgia descubrí que el software había recibido su último commit hace una década; y que en los foros las últimas respuestas eran de hace más de seis años.

Que es la razón por la cual escribí Galería (hey, nunca he dicho que me caracterizara por ser original): básicamente el mercado de aplicaciones web de software libre para mantener una galería en línea se volvió un enorme desierto.

Culpo de eso a los teléfonos celulares; miles de millones de personas toman billones de fotos, y nadie quiere hacerse cargo de mantener eso a mano. De ahí que casi todo mundo mejor le dice a Google o Apple o Facebook o Instagram que se encargue por ellos de mantenerles sus galerías, sincronizando automáticamente sus fotos con la nube. “Inteligencia” artificial y múltiples heurísticas son utilizadas para llenar los metadatos que mi simple galería en línea necesita sean introducidos de manera manual.

Por no hablar del espacio en línea; cuando comencé a guardar fotos digitales con cierto cuidado, la resolución no era raro que fuera 640×480; hoy en día veinte megapixeles no son raros, que corresponden a 5472×3648: el espacio utilizado por esas fotos crece geométricamente.

Como sea; al cambiar a mi galería, tuve que actualizar todas las ligas de mi blog a mi galería; escribí un programa por supuesto, no soy un cavernícola. Fuera de eso en general no he tocado el contenido de mi blog si no es para agregar nuevas entradas o muy de vez en cuando corregir un error de dedo que cada cierto tiempo descubro.

Sin embargo, las pasadas vacaciones de verano inicié un proyecto para tratar de convertir todo mi blog en un libro, usando \LaTeX. Sólo tengo curiosidad de saber cuántas páginas de un libro habré escrito para cuando mi blog cumpla veinte años el año que viene.

Casualmente, ya he trabajado en convertir \LaTeX en HTML; lo hice para construir las versiones de mis libros en versión electrónica; pero éste es justamente el paso inverso, convertir HTML en \LaTeX. Es, sin que exista la menor duda, muchísimo más simple; especialmente porque HTML es bastante estructurado y en mi blog, como ya dije, nunca he utilizado nada terriblemente complicado en sus entradas.

Pensé en usar Pandoc, dado que es lo que uso para convertir \LaTeX a HTML; pero decidí que era matar moscas a cañonazos, dado que HTML es de verdad muy simple (al grado de ser casi idiota). Entonces escribí un pequeño compilador de HTML a \LaTeX, para el caso muy específico de mi blog. Además aprovecha la información de las entradas para construir un documento que parezca un libro: cada año es un capítulo y cada entrada es una sección.

Como sea, para hacerme la vida más sencilla corregí algunas cosas que tenían unas cuantas entradas, especialmente las más viejas en mi blog (las que se acercan a cumplir veinte años). Y entre ellas fue descubrir que seguía utilizando la etiqueta <center> de HTML. Muy al inicio; la última vez que lo hice fue en 2011.

No es de extrañar; es, como bien dice el abuelo Simpson, lo que estaba de moda en esos días: si uno quería centrar algo en HTML, uno lo ponía dentro de una etiqueta <center> y seguía con su vida.

Y lo que pasó a partir de 2011 es que comencé a únicamente centrar las imágenes que suelo poner en mis entradas, que todas siguen el mismo formato y lo hacen de la manera correcta en HTML moderno: utilizando CSS. Desde hace casi quince años no centro nada que no sean imágenes; y ya tiene años que había actualizado todas las imágenes centradas en mi blog al formato moderno.

Pero antes de eso sí llegué a centrar otras cosas; no muchas veces (conté 20), pero sí suficientes como para tener que decidir qué hacer al respecto, porque <center> está obsoleta desde hace años.

Podría no haber hecho nada, por cierto: para motivos prácticos todos los navegadores (o sea, Chrome y Firefox) respetan la dichosa etiqueta y a mi compiladorcito le pude haber puesto una regla más para aceptarla.

Pero no, mejor decidí regresar a entradas que había escrito cuando literalmente era un mozo veinteañero, para reemplazar el uso de <center> por el moderno <div> combinado con un poquito de CSS moderno. De hecho resulta que mi compilador sea un poco más complejo, pero fue un ejercicio interesante.

En el camino reemplacé unas imágenes viejísimas que tenían menos de 300 pixeles de ancho y para mi sorpresa descubrí que perdí en la neblina del pasado el primer video con una captura de pantalla que hice, que usaba Flash entre todas las posibles opciones disponibles. Por no decir de todo lo relacionado con mi programita de geometría, Geom; perdí el repositorio, las capturas de pantalla tanto en imágenes como videos, y de hecho no tengo idea de si exista por ahí una copia del código. En algún momento de mi vida perdí un disco duro de 500GB y creo que ahí se fueron algunas cosas, como todo lo relacionado con Geom

El proyecto escaló a estar revisando y corrigiendo entradas en un montón de partes de mi blog (especialmente en la década de los dieces, que es la única década completa en mi blog), cada vez que mi compiladorcito encontraba algo que no le gustaba o veía patrones de uso que sencillamente no tienen sentido utilizar hoy en día (solía abusar de <span> con el atributo style para dar formato local, por ejemplo).

Total que terminé echándole un ojo a decenas de entradas de mi blog que escribí hace más de una década. Todo este ejercicio del blog que comencé hace casi veinte años nunca tuvo un objetivo definido claro: para motivos prácticos ha servido para que comente (a veces, cada vez menos) de mi vida personal; para dejar registro de cosas que a veces llaman la atención (una conversación con un amigo, la letra de una canción, y esto también cada vez es menos); para escribir ensayos de política (generalmente alrededor de años electorales); y para lo que creo que ha terminado siendo la espina dorsal del contenido del Pensadero, el reseñar ciertas obras de cultura popular, primordialmente cine, videojuegos y animé.

En 2007 escribí el ensayo más largo (y me parece el más popular) que tengo en mi blog, Harry Potter y las 4,100 páginas de magia; y cuando digo el más largo es por mucho. Mis entradas largas “normales” andan por debajo de las 5,000 palabras; mi ensayo de Harry Potter tiene más de 37,000. Según Google, esa página ha sido visitada varios miles de veces; y es un cálculo estimado, porque Google Analytics sólo rastrea cosas a partir de 2015. Tiene 100 comentarios, que es de las entradas con más interacción en el blog.

Hoy en día tengo suerte si me dejan un puñado de comentarios; y, para bien o para mal, siguen siendo las entradas de política las que más incitan esto. No tengo idea de cuántos de esos comentarios son de seres humanos de carne y hueso y cuántos son de bots. Según Google Analytics tuve en el último año alrededor de 19 mil usuarios que dejaron 34 mil vistas:

Google Analytics

Google Analytics

Lamentablemente los registros de años pasados los perdí, porque moví mi blog a la versión G4 de Google Analytics y no se me ocurrió respaldar la información de la versión vieja; pero vamos a suponer que al año tengo 10 mil visitantes y unas 15 mil vistas.

La verdad me sorprendería que más del 10% de esos visitantes fueran seres humanos de carne y hueso; yo soy un firme creyente de la Teoría del Internet Muerto: casi todas las interacciones que ocurren en internet probablemente son realizadas por sistemas automatizados.

Ciertamente me resulta muy sospechoso que mis entradas con más comentarios sean las de política: no sólo es objetivamente irrelevante qué pueda opinar un profesor universitario cuarentón de la vida política nacional; además, y sin afán de ofender a nadie, queridos lectores, pero la mayor parte de dichos comentarios reflejan un retraso mental tan trágicamente cómico, que no puedo sino pensar que sólo una máquina idiota podría haberlos escrito.

Lo que me lleva a ponderar otro de esos grandes misterios (al menos para mí) de mi blog: no tengo ni puta idea de dónde carajo salen mis lectores. No promociono mi blog en ningún lado (¿por qué haría eso?); estoy en exactamente cero redes sociales, entonces no ligo mis entradas; y dudo muchísimo que alguien más ligue lo que yo escribo: de nuevo, ¿por qué a nadie le importaría las opiniones de política de un profesor universitario cuarentón? Según Google Analytics el 82.37% de mis lectores en el último mes llegaron a mi blog a través de “organic search”… pero no me explico por qué Google o Bing ligarían a mi blog en lugar de ligar a alguien que, pongan ustedes, de hecho sabe de lo que está hablando.

Si realmente me importara, supongo que podría averiguarlo; pero les tengo una confesión, queridos lectores: más bien me vale madre. Aunque genuinamente agradezco a cualquiera que me lea, la verdad no escribo por nadie más que no sea yo mismo; si de repente perdiera a absolutamente todos mis lectores y ya nunca nadie más volviera a dejar un comentario, no afectaría en nada lo que escribo en mi blog o la frecuencia con que lo hago.

Como sea; limpié las ocurrencias de <center> de mi blog y le di un muy necesario mantenimiento. Sí pude generar el libro en \LaTeX que me interesaba, pero me voy a reservar el decirles de cuántas páginas salió, hasta que llegue el vigésimo aniversario del pensadero en unos cuantos meses.

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La bolsa de Caprabo

Hace más de quince años fui a un DocCourse en Barcelona durante 3 meses; fue una estancia muy bonita al inicio de mi doctorado donde hice a casi todos mis amigos europeos e incluso un par de gringos.

En 2009, si mal no recuerdo, en México aún no estaban prohibidas las bolsas de plástico en los supermercados; y de hecho creo que ni siquiera lo estaban en Europa (o al menos España), pero como tenía que recorrer varias estaciones del tren de los Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya para llegar a algún súper, era más sencillo tener una bolsa grande y resistente donde pudiera aventar mis magras compras.

Así que en uno de esos supermercados, que se llama Caprabo y que aún existe, me compré una bolsa que es, sin la menor duda, súper ruda. No es de tela; parece más bien de lona plastificada y me ha durado todos estos años porque, siendo como soy, me la traje a México.

Por supuesto ahora tengo más bolsas reutilizables, pero realmente ninguna es tan grande o conveniente como la bolsa de Caprabo, excepto por un pequeño detalle: lleva quince años descosiéndose.

Para remediar esto he recurrido a un truco muy sencillo: cada cierto número de años, agarro mi engrapadora y puck, puck, puck, engrapo una nueva sección que se haya descosido. Ha funcionado sorprendentemente bien: la estúpida bolsa tiene quince años conmigo y aguanta, literalmente, un piano (electrónico, no muy grande).

Hace unos días le tocó mantenimiento de nuevo; me parece que a estas alturas he reemplazado más de la mitad de sus costuras con mis grapas, que llegan a un número tal que me parece es posible que haga sonar a un detector de metales.

La bolsa se ve del nabo; era negra originalmente, pero ahora tiene un montón de partes descoloridas; tiene múltiples “hilos” (son más bien como tiras de plástico endemoniadamente fuerte) de la costura original colgando por varias partes; y por supuesto están mis catorce millones de grapas que le dan una apariencia muy similar al del monstruo de Frankenstein.

Me gusta mi bolsa de Caprabo (obviamente; no la hubiera andando cargando desde hace más de quince años si no fuera así), y me queda muy claro que es un sinsentido que la siga utilizando después de quince años cuando tengo bolsas de tela que no se ven del nabo y que probablemente no hagan sonar a un detector de metales.

Pero pues es un recuerdo más de esa estancia de hace más de quince años y mal que bien sigue aguantando un piano (electrónico, no muy grande); así que planeo seguir utilizándola hasta que literalmente se haga pedazos.

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Cuarenta y siete

Ayer cumplí cuarenta y siete años.

El año pasado creo que es el primero donde de verdad sentí que ya no estábamos en pandemia, aunque sin duda alguna se siguieron percibiendo consecuencias de la misma. No todas negativas, por cierto.

No tengo mucho qué reportar: siempre sí volví a escribir de política, pero en un volumen definitivamente menor a otros años electorales. Una explicación de esto, además del hecho de que nuestra desesperada y triste oposición es tan lamentable que realmente hasta da pena ajena hablar de ellos, es que no siento tanta necesidad de explicar cómo veo yo las cosas.

Hace 18 años en 2006, que fue el año que más escribí de política, sí sentía que era necesario explicar (al menos para mí mismo, en el peor de los casos) mi análisis de la situación además de aventurarme a hacer algunas predicciones. No siento eso ahora, porque me parece que (por más que le moleste a algunos) sí ha habido una transformación de las conciencias en el país.

No es muy difícil determinar que un enorme sector de la población está mucho más y mejor informado que hace casi dos décadas; y no nada más enterándose de qué rayos ocurre en el país y en el mundo, sino participando e involucrándose también. Y es mi impresión que un porcentaje significativo (si no es que abrumador) de este sector bien informado apoya, en algunos casos de forma casi fanática, a la Transformación encabezada por el compañero Presidente y el Movimiento de Regeneración Nacional.

Esto no son nada más sentimientos cálidos que siento en mi corazoncito; hay evidencia básicamente irrefutable al respecto, como el hecho de que la inclemente guerra sucia en contra de Andrés Manuel y de Claudia no está funcionando. En algunos casos (como la aprobación del Presidente aparentemente muestra), al parecer dicha guerra sucia está terminando por favorecer a la Transformación.

Me acerco precipitosamente a los cincuenta años, y sinceramente no veo cambios muy grandes en mi pensamiento e ideología política a como era cuando tenía dieciocho. Tal vez algo de idealismo romántico ha sido reemplazado por pragmatismo cínico, pero ni siquiera creo que sea mucho: en 1995, cuando tenía dieciocho años, aún con la novedad del zapatismo yo creía (como creo ahora) en el cambio pacífico a través de la vía electoral; y las convicciones que tenía entonces permanecen para motivos prácticos idénticas.

Sigo creyendo que la salud y la educación deben ser públicas y gratuitas, provistas por el Estado (pero permitiendo opciones privadas, si alguien así lo desea); sigo creyendo que teníamos razón en estallar la huelga en 1999, y por más errores que cometimos sigo creyendo que somos la razón de que la UNAM sea lo que es hoy en día; y sigo creyendo que una intervención firme y decidida por parte del Estado puede y debe contener los peores excesos del capitalismo y del libre mercado. Sigo creyendo, como siempre creí, que el enfocarnos en ayudar en los que menos tienen resultará, medio inevitablemente, en que nos vaya mejor a todos.

Y dado el espectacular éxito del Peje en su sexenio, me parece que ha quedado comprobado que tenía(mos) razón.

Por el bien de todos, primero los pobres.

Como sea, por eso no siento que deba andar yo escribiendo de política; no hay necesidad (si es que alguna vez la hubo) de que yo explique nada, la banda (incluyendo a un buen de la chaviza) está informada e involucrada en la vida política nacional, que es la más sencilla explicación de por qué las encuestas (serias, no como Massive Caller) arrojan los resultados que están arrojando.

Así que este blog seguirá siendo lo que realmente ha sido durante los últimos casi veinte años; un espacio para que yo practique mi amor por la escritura bajo el pretexto de reseñar películas, animé y videojuegos, con las ocasionales desviaciones para escribir de mi vida o de política.

Sin embargo sí tengo preparadas unas cuantas entradas más de política este año, una más antes de las elecciones; y algunas más después, si se cumple lo que al parecer será el resultado inevitable de las mismas.

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Diecinueve años

Caí en cuenta de que los últimos tres aniversarios de mi blog ni siquiera los mencioné en el mismo. Mucho tuvo que ver la pandemia, supongo; aunque la verdad siempre he sido malo para conmemorar ciertas fechas.

Y de hecho este año lo estoy mencionando, pero se me pasó por casi una semana.

Como sea, lo estoy retomando, porque el próximo año se cumplirán veinte años de que tengo este blog; lo cual suena demencial, de alguna manera.

Comencé este blog en 2005, en la segunda mitad de mis veintes; y me encuentro ahora, diecinueve años después, en la segunda mitad de mis cuarentas y habiendo pasado por multitud de pendejadas, además de vivir los cambios por los cuales ha transitado el país.

En ambos casos muchas veces escribí al respecto en este blog, que es la actividad “cotidiana” (luego dejo pasar meses sin escribir) que más ha durado a lo largo de mi vida.

Vamos a ver qué nos espera en este último año de las primeras dos décadas de mi blog.

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Feliz año nuevo 2024

Como todos los años, queridos lectores, les deseo un feliz año nuevo. El año pasado fue fascinante en el aspecto político, principalmente porque al parecer la elección del próximo 2 de junio se decidió de antemano en dicho año. Eso en principio hace que no sea muy emocionante la elección de este año; pero no le quita lo divertido de ninguna manera.

Faltan cinco meses para que elijamos a la que (con casi absoluta certeza) será la primera presidenta del país, y aunque indudablemente tendremos una de las campañas más sucias de toda nuestra historia, incluyendo cosas como audio y video falsos generados con la mal llamada inteligencia artificial que se ha popularizado en los últimos meses, no tengo la menor duda de que la ciudadanía mexicana (en su mayoría) se elevará al nivel requerido por las circunstancias y que los resultados de casi todas las elecciones serán aceptados por virtualmente todo mundo, estando casi dispuesto a apostar que incluso lo harán el mismo 2 de junio.

Me puedo equivocar, por supuesto: 5 meses son muchos meses; pero al parecer todo se está encaminando a que no haya mucho qué discutir de los resultados. Vamos a ver; en una de esas nuestra desesperada y triste oposición saca su colectiva cabeza de su colectivo trasero y dejan de hacer estupidez tras estupidez tras estupidez tras estupidez.

No dan muchas señales de ni siquiera intentarlo, sin embargo.

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Cuarenta y seis

Hoy cumplí cuarenta seis años.

Este año supongo que lo más importante es que nos seguimos acercando a la normalidad, pero sin llegar a ella del todo.

Mis idas al cine disminuyeron mucho aunque ya no estemos (del todo) en pandemia; y he jugado muchos videojuegos. También he dejado de ver televisión “normal” casi por completo, pero sigo viendo bastante animé y (medio inevitablemente) leyendo algo de manga; no mucho realmente.

También, para mi sorpresa dada mi evidentemente avanzada edad, adquirí un nuevo pasatiempo, por primera vez en décadas. Más aún, es un pasatiempo que consiste en crear, más que consumir, lo cual es todavía más extraño para mí. Pienso escribir al respecto más adelante, si se me pega la regalada gana.

En política este año todavía va estar medio aburrida la cosa (por más escándalos que nuestra desesperada y triste oposición trate de inventarse); pero se puede poner medio interesante el próximo. Vamos a ver qué tan interesante y si tengo el estómago para escribir al respecto.

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Feliz año nuevo 2023

Como todos los años, le deseo un feliz año nuevo a todos mis lectores y a aquellos que me dejan comentarios medianamente razonables. A los retrasados mentales que me dejan comentarios idiotas, también como siempre que se pudran.

Este año marcó para mí en particular la muerte de Susi; nada más por eso el año apestó. La pandemia de alguna manera continúa (me dio Covid por fin el fin de año) aunque las medidas de precaución se han reblandecido. No me queda claro si algún día regresaremos a algo parecido a la “normalidad”, lo que fuera que era eso.

Vamos a ver cómo nos va este año.

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El Covid

Después de casi tres años escapando de este virus que ha terminado definiendo nuestras vidas, por fin me contagié de Covid la semana pasada.

De hecho probablemente me contagié hace dos semanas; pero la semana pasada comencé a presentar síntomas y el miércoles me hice la prueba que salió positiva. A esto se siguieron cuatro días bastante miserables con lo peor de los síntomas; hoy ya me siento bastante mejor, pero sigo sin salir de la enfermedad, sin duda alguna.

Aunque ya no soy joven bajo ninguna definición del término, tampoco soy anciano; soy relativamente fuerte, siempre he sido muy sano y además (y esto no puede enfatizarse demasiado) estoy vacunado, reforzado y doblemente reforzado. En ningún momento me preocupé realmente de que la enfermedad escalara a algo más grave.

De cuaquier manera me sentí de la chingada durante un par de días; aunque también debo admitir que como casi nunca me enfermo (porque siempre he sido muy sano), entonces las veces en que ocurre me porto como niña chiquita y llorona. Cualquier dolorcito o malestar lo sufro que hagan de cuenta que fuera cáncer estomacal.

Como sea; sigo débil y duermo mucho más de lo que normalmente acostumbro, además de que sigo moqueando, pero fuera de eso lo peor ya pasó. Voy a esperar las dos semanas necesarias para volver a hacerme la prueba y espero que ya para ese momento salga negativa.

Todo este semestre que termina di clases con un tapabocas en la cara; yo esperaba proponer que dejáramos de hacerlo el próximo semestre, pero después de esto creo que lamentablemente seguirá siendo necesario por un tiempo. No ha terminado esta estúpida pandemia; y lo que me temo es que realmente nunca termine y que los estúpidos cubrebocas sean sencillamente una cosa que tendremos que seguir usando durante los próximos años.

Como sea, por fin me tocó. Por suerte me tocó estando yo en las mejores circunstancias posibles, incluyendo que estamos de vacaciones en la UNAM; me hubiera gustado que nunca me tocara, pero de hecho lo que es más probable es que me vuelva a dar, supongo, dado que al dar clases convivo con muchas personas (mis alumnos) que se la viven moviéndose de un punto de la ciudad a otro, en muchos casos muy lejanos. Por mucho cuidado que tengamos, el virus sencillamente seguirá esparciéndose y mutando de aquí a la eternidad.

Supongo que hay que irnos acostumbrando.

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La ofrenda

En mi casa mi mamá siempre puso ofrenda. Era de las cosas que sencillamente ocurrían cada año; cerca del día muertos la ofrenda aparecía y la misma permanecía ahí hasta unos cuantos días después.

Aunque sí llegué a pedir calaverita siendo niño, fueron muy pocas veces. Y no íbamos a ningún cementerio, porque como familia no teníamos ningún muertito cerca para ir a visitar. Pero la ofrenda ahí siempre estaba.

Cuando comencé a vivir solo, nunca puse ofrenda. Sí “pongo” un arbolito de navidad todos los años, en el sentido de que lo saco de un clóset, le soplo para quitarle un poco del polvo que ha acumulado, y lo pongo en mi mesa o algún lugar en la sala. El arbolito mide como 35 centímetros, entonces no es mucho trabajo que digamos.

El arbolito

El arbolito

Sin embargo nunca puse ofrenda, porque afortunadamente para motivos prácticos no tenía muertitos a quiénes ofrecérsela. Desafortunadamente ahora sí tengo.

Aunque probablemente debí poner ofrenda desde que David murió, fue la muerte de Susi la que me hizo poner este año. No tengo muchos muertitos que causen que sienta la necesidad de ponerla (por suerte); pero sé que con el paso de los años el número irá en aumento. Es, como la muerte misma que celebramos estos días, inevitable.

La ofrenda

La ofrenda

Así que supongo que de ahora en adelante todos los años pondré mi ofrenda de día muertos; porque para nosotros el 2 de noviembre no tiene que ver con el miedo a la muerte y a lo desconocido; es para celebrar la vida y recordar a los que ya no están con nosotros; para ofrecerles aunque sea un poquito de lo que nos gustaría poder compartir con ellos en persona y que ya no podemos.

Feliz día de muertos.

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5,000 días

Yo soy gamer.

Aunque debería ser obvio, me parece que de vez en cuando sí necesito decirlo en voz alta (o escribirlo aquí), porque aunque es de mis pasatiempos preferidos, no es raro que a veces se me olvide que soy gamer. Literalmente: al grado de que se me olvida que para ser gamer hay que, ya saben, jugar videojuegos de vez en cuando.

No tuve consolas cuando era niño, porque a mis papás no les alcanzaba; siendo adolescente tuve un Atari 2600 de esos piratotas, con como 100 juegos incluidos; y un Famicom todavía más piratota, porque era fayuca completamente ilegal. Cuando mi mamá se compró su primera computadora para escribir su tesis de maestría, yo comencé a jugar en ella casi de inmediato.

Ahora, “jugar” en la computadora no necesariamente se traducía en ese momento a jugar videojuegos; para mí nada más estar descubriendo qué podía hacer en una computadora (incluyendo mis primeros temblorosos pasos como programador) era estar jugando. Pero sí jugué varios juegos de computadora, hasta al menos el inicio de la licenciatura, donde el estar programando reemplazó el jugar videojuegos casi por completo.

Pero no por completo; aunque fuera esporádicamente seguí jugando, aunque cada vez menos y más infrecuentemente. El hecho de que tenía que reiniciar mi computadora para usar Windows no ayudaba, ciertamente.

Y entonces mi hermano me regaló un PlayStation 3, a inicios de noviembre de 2008.

Todavía me tomó algunos años el volver a jugar cotidianamente; jugué RockBand y Grand Theft Auto IV, pero recuerdo claramente que no me sentía motivado a jugarlos más que esporádicamente; lo cual suena extraño, que uno tenga que estar motivado para disfrutar un hobby, pero que es indudablemente uno de los problemas de ser adulto: además de tiempo libre, uno tiene que estar motivado para disfrutar de ciertas cosas.

Así que durante los primeros años de tener mi PS3 el mismo funcionó básicamente como reproductor de Blu-rays en esteroides; en ese entonces ni siquiera veía mucho YouTube y Netflix era una idea futurista, así que ni siquiera para streaming usaba mi consola.

Todo esto cambió en 2011, cuando descubrí (o mejor dicho, caí en cuenta de) los trofeos que se registran en la PlayStation Network al ir jugando videojuegos. Esos ridículos premios, inútiles e irrelevantes, se convirtieron en el gancho que necesitaba para reasumir mi identidad de gamer, me dieron un propósito (por insustancial que sea) para seguir jugando mis juegos. Parafraseando a Palpatine:

It gives me focus, makes me stronger.

He platicado de mis trofeos muchas veces aquí; y me quedan a mí claro las razones que tengo para que mi vida como gamer gire casi completamente en torno a los trofeos de la PlayStation Network. También me queda claro que todas y cada una de esas razones no tienen el más mínimo sentido; no importa, realmente: son lo que me permite poder disfrutar mi pasatiempo de jugar videojuegos en mi PlayStation.

Así que fue, literalmente, devastador cuando en julio de 2019, mi cuenta de la PlayStation fue excomulgada (banned) por Sony.

No voy a entrar a detalles de porqué Sony excomulgó mi cuenta original; sí estaba haciendo trampa (para conseguir trofeos, obviamente); sí violé los términos del EULA de Sony; y de todas formas me parece que fue un castigo desmedido para mi falta.

La consecuencia práctica de esto fue que básicamente dejé de jugar videojuegos en mis PlayStations a partir de ese momento (no tenía mucho que había comprado mi PlayStation 4). Ahora, YouTube (que soy de los que paga el servicio Premium, porque no soporto sus anuncios), Netflix, Prime Video y HBO Max (y ahora Paramount+, que viene gratis con Infinitum) los veo en mi PlayStation 4, así que no fue como que dejara de prender la consola; pero básicamente dejé de prender mi PlayStation 3 y además casi no jugué; jugué un poco, pero sin muchas ganas… excepto por Jedi: Fallen Orden, porque Star Wars es lo más cercano que tengo a una religión; y volver a jugar God of War, versión 2018, porque además de que es probablemente el mejor videojuego en toda la historia, es muy reconfortante estar matando a Sigrun en la dificultad más alta una y otra y otra y otra vez.

Para ese momento, el estado de jugar videojuegos en Linux había mejorado enormemente, en gran medida por Steam; yo tenía ya años comprando juegos en las ventas de verano de Steam (salen absurdamente baratos), así que mi biblioteca de Steam no es nada despreciable. He jugado realmente nada más como 3 juegos, pero mi biblioteca no es nada despreciable.

Estando excomulgado, regresé a jugar en la computadora realmente por primera vez en casi dos décadas. La verdad sólo vale la pena mencionar Kerbal Space Program y Oxygen Not Included, que sí jugué bastante en la pandemia; el resto de mis juegos en Steam hay varios que ni siquiera he iniciado una vez. De KSP y ONI sólo diré que son los videojuegos más nerds que pueden existir, donde uno literalmente tiene que estar resolviendo ecuaciones para jugarlo (de órbitas espaciales en el primero y equilibrio energético y térmico en el segundo). También son extremadamente adictivos para alguien como yo, especialmente por el hecho de que ninguno de los dos termina jamás, si uno quiere seguirlos jugando eternamente.

Pero sí extrañaba jugar en mi sofá, enfrente de mi televisor grandote con mi sistema de sonido 5.1 (mi computadora también tiene 5.1, pero ni es lo mismo ni es igual). Estuve inútilmente durante años tratando de hacer que Sony me desexcomulgara (¿incomulgara?, ¿comulgara?), pero sencillamente es imposible, literalmente le cuelgan a uno el teléfono (cuando recibían llamadas; ya ni siquiera hacen eso).

Y entonces por fin, casi tres años después de mi excomulgación, me acordé de 3 cosas:

  1. Mis trofeos siguen ahí, nunca los quitaron (y por lo que tengo entendido, nunca los quitarán).
  2. Los trofeos son importantes de acuerdo a como a mí se me dé la gana que sean importantes.
  3. Soy programador.

Ya había escrito una aplicación en Linux para poder tener una base de datos local con mis trofeos para poder contemplarlos amorosamente en las noches que no puedo dormir; así que sencillamente la modifiqué ligeramente para poder combinar múltiples cuentas en una sola cuenta virtual.

No es por nada, pero está bastante padre; además de que puedo decidir qué cuenta real usar para cada juego individual en la cuenta virtual, puedo hacer cosas que Sony nunca ha permitido, como ocultar juegos por completo (en la PlayStation Network uno puede ocultar juegos, pero los puntos de los trofeos en los juegos ocultos se siguen contabilizando). Así que, para mí, mi cuenta excomulgada está congelada en el tiempo con 100% de compleción en todos sus juegos (sencillamente oculto los que no me dejaron completar antes de excomulgarme).

Mi cuenta excomulgada

Mi cuenta excomulgada

Y en mi cuenta virtual tengo todos los trofeos de mi cuenta excomulgada, además de los que tengo en mi cuenta nueva.

Mi cuenta virtual

Mi cuenta virtual

Por supuesto habrá quien diga que eso no se vale; pero pues los trofeos son premios inútiles e irrelevantes; literalmente a nadie además de mí les importan. Así que los que digan eso púdranse; yo así defino cómo llevo mis trofeos en la PSN; y, para lo que importe, sigo ganando todos y cada uno de esos trofeos al jugar. Muchas veces haciendo trampa, por supuesto; ¿si no qué chiste?

Este sutil masaje mental que realicé en mí mismo me permitió regresar a uno de mis pasatiempos preferidos: estar cazando trofeos en la PSN, jugando videojuegos. Y la verdad me liberó de la camisa de once varas en que yo solito me había metido por tratar de mantener mi cuenta siempre con la posibilidad de obtener el 100% de mis trofeos todo el tiempo; hubo múltiples juegos que ni siquiera intenté jugar porque los trofeos se veían muy difíciles de conseguir.

Ahora ya no importa; sencillamente oculto el juego si no logro completarlo.

Y regresé a mi pasatiempo que hagan de cuenta que estuviera vengándome de alguien: me compré mi PlayStation 5 en mi cumpleaños; por fin compré una silla especial para poner mi volante al jugar videojuegos de carreras; me suscribí a la nueva versión de PlayStation+ (la versión Extra; aunque estoy considerando seriamente la Deluxe), que según mis cuentas ya se pagó solita por los cientos de juegos que vienen incluidos (o bueno, si juego los suficientes antes de que los saquen de la rotación); y básicamente el volver a jugar por el simple placer de escuchar la campanita cuando por fin consigo un trofeo.

Una cosa que hace mi aplicación es desplegar el tiempo desde el primer trofeo que obtuve (Off The Boat, el primer trofeo que aparece automáticamente en Grand Theft Auto IV) hasta hoy; y justamente hoy se cumplen 5,000 días que he estado obteniendo trofeos en la PSN. Esos son 13 años, 8 meses y una semana; y espero poder seguir jugando durante varios miles de días más.

Así que volveré a comentar de mis platinos aquí; me faltaban varios que obtuve antes de que me excomulgaran, y pues ya obtuve un par desde que regresé a jugar regularmente (y Jedi: Fallen Order, porque Star Wars es lo más parecido que tengo a una religión).

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Feliz año y diecisiete años y cuarenta y cinco

Durante casi toda la existencia de mi blog, he deseado feliz año nuevo a mis lectores; comentado el aniversario del blog; y escrito el día de mi cumpleaños. Los últimos dos años fueron una excepción; pero me parece que todo mundo podemos estar de acuerdo en que los años mismos fueron excepcionales.

¿Por qué dejé de escribir tanto tiempo? Por la razón común conmigo; estaba escribiendo otro libro. Otros dos, de hecho.

¿Voy a regresar a escribir regularmente? Sinceramente me gustaría, pero sencillamente no siento tener el tiempo libre necesario (y el que tengo, lo prefiero utilizar en otras cosas). La entrada de Susi, que me sentí obligado a escribir, me despertó el deseo de nuevo estar escribiendo aquí; pero la verdad es que, además de animé, videojuegos y cine, no tengo muchas ganas de escribir de mucho más.

(Debo hacer mención de que aunque encuentre hilarante la vida política nacional –y un poco la internacional– bajo la 4T, no creo tener mucho muy original que contribuir a la discusión; pero además no tengo el estómago para lidiar con la gente pendeja que se opone a todo lo que hace el Peje: con esfuerzos tengo el estómago para lidiar con la gente inteligente que se opone a ciertas cosas que hace el Peje.)

Así que vamos a ver cuánto me dura este periodo de escribir en el blog; mientras tanto: feliz año “nuevo” a todos mis lectores; este blog lleva 17 años en existencia (con pausas de varios meses de vez en cuando); y este año cumplí 45 años, así que creo que bajo cualquier definición del término dejé mi juventud hace ya varios años. No que me sienta viejo; pero eso no le importa a los que hacen encuestas y me ponen en el rango de la mediana edad.

Vamos a ver cómo es este año; al menos estamos regresando (poco a poco) a algo similar a la “normalidad”.

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Susana

Ayer murió Susana.

Susi

Susi

Susi llegó a mi vida siendo yo tan joven que sencillamente no recuerdo un mundo sin ella. Tenía yo menos de 2 años cuando, siendo una adolescente, Susi comenzó a ayudar a mi mamá con las labores del hogar.

Como tuvo bien a recordarme mi mamá cuando se enteró ayer de la noticia, Susi llegó a trabajar a la Ciudad teniendo alrededor de 15 años de edad; sin saber una palabra de español (hablaba mazateco); sin saber leer y escribir; y habiendo estado trabajando desde los 3 años en su pueblo cosechando granos de café. La reacción inicial al escuchar eso es por supuesto suponer que eso era abuso infantil, para aprovecharse de que los niños chiquitos pueden hacer mejor esa labor por sus manos pequeñitas; y en un mundo ideal sin duda alguna sería abuso infantil.

En el pueblo de Susi era sencillamente lo que tenían que hacer para sobrevivir; por eso nunca fue a la escuela, por más que oficialmente la SEP reporte que el porcentaje de inscripción a la primaria sea del 100% desde hace décadas. El pueblo de Susi era de esas zonas donde la Revolución Mexicana nunca llegó, junto con muchas de sus reformas.

No recuerdo haber conocido a Susi; sencillamente ahí estuvo toda mi vida. No por despreciar de ninguna manera lo que mi madre hizo para criarme; pero Susi sin duda alguna participó muchísimo en esa crianza: soy el hombre que soy no en menor medida por cosas que Susi me enseñó, activa y pasivamente.

En una casa donde resultó al final que vivían 4 intelectuales (al menos en potencia en el caso de mi hermano y mío, porque no publicamos hasta la edad adulta), Susi en muchas ocasiones mostró más inteligencia y cordura que nosotros 4 combinados. Especialmente combinados; Susi era práctica, eficiente e intuitiva; y trabajadora a grados que yo soñaría poder alcanzar.

Susi no podía tener hijos biológicos; años de malnutrición y nula atención médica causarón que no pudiera embarazarse por más que le hubiera gustado; y dada su tormentosa vida amorosa no podemos acusarla de que no lo intentó. Pero yo soy su hijo sin duda alguna; siempre la felicité en el día de las madres con el mismo cariño que he felicitado a mi madre; y sé que ella me quiso como al hijo que nunca pudo tener (a mi hermano también; pero esa es otra historia).

Hace unos años, por 2014, Susi se enfermó del páncreas; el azúcar de repente se le subía y en más de una ocasión perdió el conocimiento. Mi mamá vivía sola con ella para ese momento, y decidió que no podía ella (que es mayor que Susi) hacerse cargo; así que la jubiló. Le siguió pagando lo que le pagaba y la mandó a su pueblo, donde Susi iba cada año a visitar a su familia, y donde se había convertido en una matriarca adorada y respetada entre otras cosas porque había conseguido apoyar a múltiples miembros de su familia para que salieran de ese pueblo y pudieran conseguir una educación, trabajo o ambos. Ahí tenía una casa que había construido con el dinero que ahorraba, y ahí vivió los últimos años de su vida, rodeada y cuidada de su familia.

Yo le regalé una televisión LCD y una antena (no hay hospital, pero sí llega Televisa) para que pudiera ver sus adoradas telenovelas; uno de los muchos placeres simples que Susi disfrutaba. Nos comunicábamos por teléfono unas veces al año; en los cumpleaños y en el día de la madre; y en navidad y año nuevo. Era difícil, porque en el pueblo no hay recepción de Telcel; pero Susi me marcaba cuando iban al pueblo más cercano con señal, para preguntarme cómo estaba y con qué muchacha andaba ahora. Yo le preguntaba cómo andaba del azúcar (tenía un coso electrónico, de esos que usan los diabéticos, para medirse todos los días sus niveles).

He tenido la enorme fortuna de contar con mis padres hasta esta edad que tengo; pero más importante que eso, es que convivo con ellos. Platicamos y discutimos; de política y economía; de películas y series; de tecnología e internet. Ahora como adulto puedo tener una relación cercana con ellos, casi de iguales.

El único pesar que tengo con Susi, es que nunca tuve eso con ella. Nunca conviví con ella compartiendo intereses o pasatiempos; nunca fui a verla a su pueblo. Pensé que habría tiempo; yo daba por hecho que Susi viviría más que mis padres porque era menor que ellos por varios años. Y sin ninguna duda yo di por hecho que sería yo el que se haría cargo de ella; pensé que podría ir a verla en persona y conocer su pueblo y a varios miembros de su familia que nunca conocí. Pensé que me iba a durar más.

Pero eso es algo realmente menor; Susi pasó los últimos años de su vida descansando después de haber estado trabajando básicamente desde que podía caminar; rodeada de su familia y todavía apoyándolos para que pudieran mejorar su condición; y por lo que tengo entendido la del mismo pueblo. Si alguien en este mundo se merecía pasar sus últimos años en paz, era Susi; y eso sí lo tuvo.

Ayer en la madrugada se quejó de que se sentía mal; un par de familiares la estaban ayudando a prepararse para ir al doctor cuando de repente perdió el conocimiento. Nunca más volvió a despertar.

No sufrió mucho; y al parecer fue muy rápido.

Yo perdí a mi mamá mazateca, un pueblo que se autodenomina como Ha shuta Enima: “los que trabajamos el monte, humildes, gente de costumbre”. Susana (que ese no era su nombre: era Rosa Ana, pero como hablaba tan mal el español mi mamá le entendió “Susana” y así se quedó para siempre con nosotros) fue una parte fundamental en mi vida; de las personas que más he querido; y de las que más sincero e incondicional cariño me dieron.

Nunca más en mi vida tendré a alguien como Susi; y un poco de mí muere con ella. Ese ser un niño chiquito en la cocina, esperando a que Susi me sirviera un café (oaxaqueño, evidentemente), muy cargado y con mucha azúcar; porque como en el pueblo de Susi le daban de tomar café a los niños chiquitos para que pudieran ir a trabajar desde temprano a cosechar granos de café, a ella le parecía de lo más normal darle a un chiquillo chilango de menos de siete años una taza de café en la mañana.

La voy a extrañar horrores. Descansa en paz, mamá.

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El cine

El jueves, después de casi año y medio, volví a ir al cine. Esta entrada es acerca de la experiencia, no de la película que fui a ver (Black Widow); de eso hablaré cuando me haya puesto al día con mis reseñas.

Normalmente cuando iba al cine solo, lo hacía cerca de la media noche; pero como me acerco peligrosamente a la mediana edad (o ya estoy ahí, si soy más sincero), fui a las 7pm. El cine estaba bastante libre, pero no vacío; además, decidí ir a una función VIP, porque me pareció apropiado.

Usé mi cubrebocas todo el tiempo, excepto cuando comí (decidí cenar ahí), y los que atendimos me parece que cumplimos en general con la sana distancia. El personal de Cinépolis parecía bastante hábil con mantener todo desinfectado; no estoy 100% seguro de que de verdad desinfecten toda la sala entre funciones, pero al menos sí lo hacían con todo lo que tocaban al tomar órdenes y servir los alimentos.

Sí extrañaba mucho ir al cine, lo que no es de extrañar dado que es de las actividades de esparcimiento que antes de la pandemia con más regularidad hacía. El usar el cubrebocas no fue tampoco tan incómodo; claro que en las elecciones tuve mi cubrebocas durante casi 14 horas continuas, así que un par en el cine de verdad no son nada en comparación.

La cosa es, no fue en lo más mínimo un regreso a la “normalidad”; eso no va a existir durante meses, es posible que años. Entonces no fue, como me hubiera gustado, un cierre simbólico de este periodo exasperante que hemos vivido durante casi año y medio; fue recuperar un pedazo, muy diminuto, de lo que podíamos hacer antes de que este virus infectara, literalmente, a todo el mundo. Un respiro; pero para nada un triunfo o una causa real de celebración. Y en mi caso, sólo el poder decir que continúo habiendo visto todas las películas del MCU en la pantalla grande.

No sé cuándo regrese al cine de nuevo; la experiencia no fue mala, pero el hecho es que los casos han estado subiendo de nuevo, y es indudable que el descuido de aquellos que ya hemos sido vacunados ha contribuido a eso. Por desesperante que sea, creo que lo más responsable es seguir encerrados; tal vez no tan religiosamente como fue al inicio, pero sí mantener la guardia en alto. ¿Una película muy de vez en cuando? Seguro. ¿Una cada semana? Creo que sería mala idea; al menos mientras la curva mantenga pendiente positiva.

Como sea; ir al cine es la neta, y me da gusto haber ido de nuevo. Nada más no creo que lo repita muy pronto.

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Las elecciones intermedias

En 1997, a mis tiernos 20 años, fui representante del PRD en casilla en las elecciones intermedias del sexenio de Zedillo, que entre otras cosas marcaron el inicio de los gobiernos de izquierda ininterrumpidos que ha tenido la CDMX en este último cuarto de siglo; y que Vicente Fox anunciara su candidatura a la presidencia al otro día, asustado con razón por la apabullante victoria que tuvo Cuauhtémoc Cárdenas en la Majestuosa. Eso salió bien para Fox; no tanto para el país y Cárdenas.

Como sea; hace casi 25 años fui representante en casilla por el simple hecho de que los del PRD me preguntaron si estaba dispuesto. Ayer fui representante de MORENA en casilla por básicamente la misma razón; me preguntaron si estaba dispuesto. Probablemente vuelva a estar dispuesto, si me vuelven a preguntar.

Las cosas han cambiado enormemente en este casi cuarto de siglo; tuvimos un curso de capacitación, nos dieron un manual del representante (que tenía varios errores, pero bueno), y todo el día estuvimos en comunicación constante los representantes de casilla de la zona que me tocó con el representante general de MORENA, que estuvo coordinando todo.

Es una joda participar en la jornada electoral, ya sea como funcionario de casilla (que nunca me ha tocado), o como representante de partido (que fue la segunda vez que participé). Hay que levantarse de madrugada para estar a las 7 de la mañana en la casilla, contabilizar qué ciudadanos han votado, y en general observar que todo transcurra de la manera en que debe transcurrir. Son más de doce horas de chamba, que además encapsulan perfectamente lo que tengo años diciendo de la democracia: es lento y aburrido.

Sin embargo fue altamente satisfactorio; es muy padre ver a los funcionarios y representantes hacer su chamba porque les interesa que la democracia funcione (estoy seguro de que la enorme mayoría que acepta esta ingrata chamba es por eso que lo hace), y ver a los ciudadanos ir a emitir su voto con distintos niveles de entusiasmo. El proceso se legitimiza más entre más ciudadanos participemos y podamos comprobar con nuestros propios ojos que todo se hace de la mejor manera posible. A mí siempre me ha parecido que esa es la labor de los representantes de partido en las casillas: nada más el hecho de que representantes de partidos adversarios puedan ver, en condiciones iguales, cómo se desarrolla el proceso, hace que de forma innata podamos confiar más en el mismo.

Por supuesto el proceso no es perfecto y todavía hay problemas, en algunos casos muy graves; que todavía haya lugares donde llega gente armada a destruir la paquetería electoral es inadmisible, por no hablar de la práctica de compra y supresión de votos, que también sigue existiendo. Pero sin duda alguna la idea fundamental del proceso es sólida, y se ha ido fortaleciendo y profesionalizando a lo largo de los últimos treinta años; varios de los pasos que se llevaron a cabo en mi casilla 1997, se volvieron a llevar a cabo de forma idéntica en mi casilla en 2021, lo que los va convirtiendo en ritos y tradiciones de la democracia mexicana. Que nos ha costado sangre fortalecerla en todas estas décadas.

De los resultados de la elección; falta que finalice el cómputo oficial de todas las casillas, pero sin duda alguna ganó MORENA (y la coalición que encabeza) en el congreso y en la mayor parte de las gubernaturas que estaban en juego, así como en la mayor parte de las alcaldías de la Ciudad de México. No fue un triunfo como el de hace tres años, pero eso era básicamente imposible; la victoria del Peje y MORENA (más aliados) en 2018 fue histórica entre otras cosas por la magnitud de la misma. La victoria de 2021 es mucho más moderada; pero sigue siendo victoria.

Desde el punto de vista legislativo la consecuencia pragmática inmediata es que con casi toda certeza no se puedan hacer más enmiendas constitucionales, a menos que sea para cosas que básicamente todos los partidos grandes estén de acuerdo. Eso está bien; las enmiendas necesarias en gran medida se llevaron a cabo en la legislación pasada, y en esta legislación los partidos allegados al Presidente pueden pasar por sí mismos y sin problemas las cosas importantes como son los presupuestos y leyes generales. Por supuesto, si se generan consensos entre todas las bancadas, pues tanto mejor.

Si los resultados de estas elecciones intermedias los sorprendieron: en primer lugar, no están poniendo atención. En segundo lugar; salgan de sus burbujas y de sus cámaras de eco. Está bien que se junten con gente que piensa como ustedes; pero están desfasados de cómo piensa la mayor parte del país (y se puede decir eso ahora sí con números duros). Les conviene al menos tratar de entender porqué la mayor parte del país volvió a votar en apoyo del proyecto del Presidente.

En tercer lugar: dejen de tratar de argumentar con cosas que evidentemente no les funcionan. Todavía a estas alturas hay gente que llamó a votar en contra del proyecto Peje por cosas como el aeropuerto en Texcoco, el avión presidencial o la política de recursos energéticos (particularmente petróleo). Esa discusión la perdieron y la siguen perdiendo; muchos de nosotros votamos por el Peje justo para que se llevaran a cabo esas medidas, tratar de usarlas como negativos para el proyecto del Presidente y de MORENA y partidos allegados no les va a servir de mucho. Incluso en cosas que no han salido como nos hubiera gustado (y de forma cagadísima en algunos casos, como con el avión presidencial), seguimos estando de acuerdo con la idea detrás de la medida; que a ustedes siga sin gustarles no importa demasiado, porque son minoría (y si siguen actuando como lo han venido haciendo la primera mitad del sexenio, lo van a seguir siendo).

En último lugar, pero no por ello menos importante: la oposición se tiene que poner las pilas. MORENA y sus aliados volvieron a ganar en gran medida porque la mayor parte de la población sigue apoyando el proyecto de país que proponen; pero también volvieron a ganar porque la oposición está hecha mierda. No tienen un plan coherente (excepto oponerse a lo que diga el Peje); no tienen una ideología concreta (excepto que el Peje es malo como la carne de cerdo en chile verde y en ayunas); y no tienen una dirigencia inteligente y capaz. Vamos, en algunos casos (ajem, Alito) esas dirigencias con corruptas y rateras, que afortunadamente se está volviendo algo anatema en el país.

Y a todos nos conviene tener una oposición inteligente y capaz; si no el tarado de Peje se va solito a Disneylandia.

La gente en este país votó por un cambio en 2018; estas elecciones intermedias demuestran que a) sí ha habido un cambio (si no, no habría tantos gritos histéricos a todo lo que ha venido haciendo el Peje y los partidos alineados a él), y b) que la mayor parte del país sigue de acuerdo con dicho cambio. No es una mayoría tan apabullante como lo fue en 2018 (de nuevo, era casi imposible); pero sigue siendo mayoría. La oposición tiene que hacer un mejor trabajo en ofrecer una alternativa a lo que ofrezcan MORENA y su candidato(a) presidencial en 2024 (no importa quién sea, con casi toda certeza continuará el proyecto del Peje), porque si no van a perder de nuevo. Pero si lo único que pueden ofrecer es de nuevo darle en la madre a la educación pública y al sistema de salud; a regalar el mercado energético; y a enfrentar al narco con balas, van a volver a perder. Especialmente si todas esas propuestas además de todo están bañadas en un hálito de corrupción.

No es que lo que proponen el Peje y MORENA sea lo mejor del universo; es que lo que proponen los demás no nos convence a la mayoría. Es así de simple.

Y ni siquiera tienen que sacrificar sangre, sudor y lágrimas para recuperar el poder, como tuvo que hacer la izquierda durante décadas; la democracia mexicana, por débil que sea, sí permite la transición pacífica entre partidos y la libre expresión de los partidos de oposición. Incluso pueden ganar; como fue el caso en la casilla donde fui representante, donde el PAN le dio una putiza a MORENA en las tres boletas. El caso más pabullante fue en la elección para alcalde, donde el PAN obtuvo 282 votos, contra 64 de MORENA.

Yo creo que por eso me invitaron los de MORENA a participar; me sacaron de la sección que me tocaba (donde también gana el PAN, pero no tan apabullantemente), y me pusieron en la boca del lobo: en el centro del bastión panista en la CDMX. Probablemente porque casi no hay base morenista en esa zona. Si no pudimos quitarles Benito Juárez en 2018, yo no tengo idea de cómo carajos se las vamos a quitar algún día. Me voy a tener que mudar a otra delegación, si algún día quiero vivir en un lugar donde en todos los niveles y ramas del gobierno estén las personas por las que yo haya votado.

Fue una jornada agotadora, pero me da mucho gusto haber participado. La democracia mexicana dista mucho de ser perfecta; pero sin duda alguna ha venido fortaleciéndose en las últimas décadas (con sus debidas recaídas, como en el 2006). Y si todos podemos actuar como actuamos funcionarios y representantes de partido ayer en mi casilla, de forma cordial y educada, poniendo nuestro granito de arena para fortalecer a nuestra débil democracia (y les repito que yo estaba rodeado de panistas), como siempre yo me siento cautelosamente optimista del futuro de éste nuestro querido México lleno de defectos.

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Cuarenta y cuatro (y dieciséis años)

Hace un mes cumplí cuarenta y cuatro años. Y hace casi cinco meses el blog cumplió dieciséis años.

Durante casi toda la existencia del blog no he dejado de mencionar ni su aniversario ni mi cumpleaños (aunque no es raro que se me pase por algunos días). Este año (tanto del blog como de mi vida), habiendo sido una pesadilla, la verdad ni siquiera me cruzó por la cabeza escribir al respecto, porque llevo meses sin escribir en el pensadero.

Quiero cambiar eso; pero la verdad he querido cambiarlo muchas veces desde que empezó a bajar el ritmo de mis entradas hasta que se detuvieron básicamente por completo. Espero que ahora sí tenga la combinación de tiempo, ganas y energía para poder hacerlo.

Y del año pasado, que se pudra. Esperemos éste sea mejor.

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