Medio litro de sangre fresca

Una de mis múltiples tías (tengo más o menos doce tías) será operada, y necesitaba donaciones de sangre. Dado que soy joven, sano, no he tenido hepatitis y además mi vida sexual es mucho más aburrida de lo que me gusta admitir, me mandaron a mí a que fuera a donar medio litro de sangre fresca.

No es la primera vez que he donado sangre; hace dos años doné en las campañas que se hacen en la UNAM (hace un año no podía: no se puede donar sangre durante un año después de hacerse un tatuaje).

Había bastante gente, pero una de las enfermeras comentó que eran muchos más en las mañanas (yo llegué como a las 11:30). Después de cerca de dos horas de estar sentado esperando (y un ligeramente perturbador cuestionario), por fin me sentaron y me sacaron medio litro de sangre. Fresca.

Y he aquí la cosa: le tengo pánico a las agujas. Es ridículo; realmente no duele, y yo estoy más que consciente de eso. Pero nada más veo a la enfermera acercarse con la aguja (que además esa aguja se ve descomunalmente gruesa), y me entra pánico. Tengo que mirar a otro lado cuando me pican, porque si no no creo poder controlarme.

Después me dieron mi almuerzo (sandwich, huevo duro, dos juguitos Pascual, una gelatina y una manzana), y me dijeron que le llegara. Si ya han pasado 45 días, supongo que donaré en las campañas de la UNAM de nuevo; eventualmente tengo que superar mi pánico a las agujas.

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Extraños placeres

Sigo en Perisur después de haber visto tres películas y esperando que empiece la cuarta (la idea en este momento en que me estoy cayendo de sueño ya no parece tan buena como hace casi doce horas).

Fui a comer al Sanborn’s (¡wireless!), y me pasó algo extraño. Algo tan raro en mí que merece que platique de ello en el blog.

Se me antojó una chela.

Para sorpresa de mucha gente que me conoce, el hecho de que se me antoje una chela sí es rarísimo, mas no completamente nuevo. Ya ha habido ocasiones en que se me ha antojado una chela; sobre todo en días de muchísimo sol, y donde veo un cartel o anuncio de una chela que se friísima. Pero en esas ocasiones, era sólo cuestión de elaborar en la idea o (en los raros casos en que de hecho alguien me ponía una chela enfrente) el olerla o darle una simple probada para que esos heréticos pensamientos abandonaran mi cerebro.

Pero hoy no. Así que me vi de hecho pidiendo una michelada.

Lo sorprendente (oh sí, se pone más sorprendente), es que de hecho me gustó. Y todavía más interesante, hubo un momento en que pasé un pedazo de mis enchiladas de mole poblano, y que inmediatamente después le di un trago a mi michelada, y en ese momento me supo particularmente sabrosa.

Tal vez muchos de mis lectores no lo sepan, pero eso es rarísimo en mí. Rarísimo en serio, no “hoy hubo tres manifestaciones y cuatro accidentes y sin embargo el tráfico estaba rapidísimo” rarísimo.

Mis padres eran máquinas de transformar cebada fermentada en libros y artículos. Digo “eran” no porque hayan renunciado a los placeres ethílicos, sólo porque han reducido muchísimo su consumo y siguen produciendo más o menos la misma cantidad de artículos y libros; así que deben haber encontrado algún otro combustible. Pero sí hubo una época en que se echaban dos caguamas cada uno. Diario.

Lo sé bien porque era yo el que iba por ellas. Los de la tienda (los míticos mixes) han de haber creído que yo era un adolescente con graves problemas de alcoholismo.

No sé si eso tenga que ver, pero el punto es que a mí nunca me gustó la cerveza. Y es casi el 100% de las veces que la pruebo y mi conclusión es la misma: sabe a meados de burro. No que yo jamás los haya probado; pero deben de saber similar, porque (para mí) sabe horrible.

Y no hablo sólo de cerveza “común y corriente”; varios cuates en distintos momentos han intentado introducirme al (según ellos) maravilloso mundo de la chabochachevecha y me han dado a probar meados de burro de distintos lugares del mundo. Los resultados de esos experimentos han sido en general siempre los mismos: los burros producen meados muy similares no importa si son ingleses, irlandeses, holandeses o alemanes.

Para mí es muy sencillo: la cerveza sabe mal. La gente la toma no porque cheachabocha: se la toma porque chechubealacabecha. Eso medio puedo entenderlo; el acto de fumar mota no es pero para nada agradable: lo chido son los efectos. Contrario al tabaco, que ese sí creo que es el vicio más imbécil del universo, con fumar puro el rey de la estupidez en vicios: se llenan la boca de humo y después no la avientan a los demás.

Pero bueno. El punto es que no me gusta la cerveza. El 99% del tiempo al menos, porque hoy sí me gustó. Incluso por un ratito me gustó mucho; pero no creo que vuelva a ocurrirme en mucho tiempo. Porque al final de la chela la verdad ya no me estaba gustando. No “esto sabe a meados de burro” no gustarme, pero sí definitivamente dejó de ser placentero.

Necesito un toque.

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“…Every step that I take is another mistake to you”

I’m tired of being what you want me to be
Feeling so faithless lost under the surface
Don’t know what you’re expecting of me
Put under the pressure of walking in your shoes
(Caught in the undertow just caught in the undertow)
Every step that I take is another mistake to you
(Caught in the undertow just caught in the undertow)
And every second I waste is more than I can take

I’ve become so numb I can’t feel you there
I’ve become so tired so much more aware
I’m becoming this all I want to do
Is be more like me and be less like you

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Los resultados de una educación de altura

Desde hace meses me llegan correos apócrifos de Banamex, diciendo que mi cuenta no sé qué y que tengo que entrar para arreglarlo. Por supuesto, la dirección es falsa, redirigida a decenas de servidores (con dominios como “bannamex.com”, o “bancanet-banamex.com”, etc.) que, si fuera lo suficientemente idiota como para entrar, seguro me limpiaría mi cuenta en menos de lo que canta un gallo.

Hoy me llegó uno de Santander Serfín; me extrañó porque de esos no me habían llegado, pero más aún porque no tengo ninguna cuenta en Santander Serfín. Por supuesto también era apócrifo, pero lo divertido fue que la liga que ponían decía:

http://www.santander.com.mx/Personas/login.asp?verificaridentidad=tru
e&controlacceso=true

Pero la liga real era:

http://pi.tol.itesm.mx/www.santander.com.mx/Personas/index.htm

La página está arriba, pero por favor si la visitan no vayan a dar ningún dato; es una página de criminales. Torpes e idiotas, pero criminales.

Por supuesto, pi.tol.itesm.mx (dirección IP 132.254.101.16) es una máquina del Tecnológico de Monterrey:

inetnum:     132.254/16
status:      assigned
owner:       Instituto Tecnologico y de Estudios Superiores de
ownerid:     MX-ITYE3-LACNIC
address:     Av. Eugenio Garza Sada 2501 Sur
address:     Monterrey, NL 64849
country:     MX
owner-c:     NA300-ARIN
inetrev:     132.254/16
nserver:     DNS4.ITESM.MX
nsstat:      20060815 AA
nslastaa:    20060815
nserver:     HPSERV.CEM.ITESM.MX
nsstat:      20060815 AA
nslastaa:    20060815
created:     19890406
changed:     20020110
source:      ARIN-LACNIC-TRANSITION

nic-hdl:     NA300-ARIN
person:      Net Admin
e-mail:      netadmin@RMX.ITESM.MX
address:     Instituto Tecnologico y de Estudios Superiores de Monterrey
address:     Carretera a Lago de Guadalupe Km 4
address:     Atizapan de Zaragoza, Mexico 52926
country:     MX
phone:       +52 55 5864-5981
source:      ARIN-LACNIC-TRANSITION

Es divertido ver los resultados de una educación de altura. Y que los tarados del Tec que hicieron esto ni siquiera se les ocurrió tapar bien sus huellas.

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Serpiente Negra

Hace exactamente un año, tuve un día lleno. Me rasuré, vi a Claudia, fui al cine solo y después fui al cine con Omar y Paola.

Y en algún momento entre rasurarme y ver a Claudia, me hice un tatuaje.

Había querido un tatuaje desde hacía mucho tiempo; una vez que fui a Acapulco con Liliana me hice uno de henna, y me gustó cómo se veía. Por distintas razones (una de ellas que a Liliana no le emocionaba mucho la idea) no me lo hice: pero exactamente hace un año me decidí y fui a que me marcaran de por vida.

Qué me iba a tatuar no me costó decidirlo: básicamente me guié por este pequeño pasaje de la leyenda de la princesa Sac-Nicté, mencionada en el Chilam Balam de Chumayel:

“En el Mayab, cuando Chichén-Itzá, Uxmal y Mayapán se encontraban en su plenitud, nacieron en estas ciudades: Sac-Nicté o Blanca Flor, princesa de Mayapán e hija del rey Hunac-Ceel; Ulil, príncipe de Uxmal; y Canek, o Serpiente Negra, príncipe de Chichén-Itzá.”

Mi nombre en maya es Serpiente Negra.

Mis papás no me bautizaron (y yo no tengo la menor intención de hacerlo nunca) y entonces (como no tenían que preocuparse de que el nombre fuera cristiano) eligieron el nombre de Canek. No por el príncipe de Chichén-Itzá, sino por Jacinto Canek, el rebelde maya que peleó contra los españoles para liberar a su pueblo y que fue derrotado y ejecutado. El personaje fue inmortalizado en la novela Canek, de Ermilo Abreu Gómez, y a mis papás le gustó el nombre y me lo pusieron. La alternativa era Espartaco, así que estoy más que contento:

“Ante la insidia de los blancos,
Canek convocó a los indios semaneros.
Sin hablarles, les señaló
una mesa donde había armas y pan.
Unos tomaron un pan.
A éstos les dio un arma
y les dijo que defendieran sus casas.
Otros tomaron un arma.
A éstos les dio un pan y les dijo que defendieran las trincheras.
Otros tomaron un arma y un pan.
A éstos, como los viera con señales de cautela,
les ordenó que fueran capitanes.”

Mi madre acaba de regresar de Europa, donde pasó un tiempo en España entre otros lugares. Me dijo que si quería un llavero que compró con el escudo heráldico de los Peláez. Yo me reí y le dije que se lo diera a mi hermano. A mí no podría importarme menos la parte de mis raíces que tienen que ver con España: a mí las raíces que me importan son las mexicanas, y la de los pueblos indígenas y mestizos que les precedieron.

Cierto, el Virreinato de la Nueva España fue parte del Imperio Español. Pero no porque quisiéramos. Y en cuanto pudimos, tuvimos a bien a mandarlos mucho a la chingada.

Quiero mucho a los españoles (o debería decir ibéricos, porque los vascos y catalanes no se asumen como españoles), y sé que nuestros pueblos tienen mucho en común. Pero mis raíces están en América, y mis pueblos hermanos son los latinoamericamos. Bien lo dijo Juárez:

“…heredamos la nacionalidad indígena de los aztecas, y en correspondencia con ese legado no reconocemos soberanos, ni jueces ni árbitros extranjeros.”

Así que estoy orgulloso de llevar un nombre que usábamos aquí desde mucho antes de que los españoles siquiera supieran que existíamos, y que lo usó alguien que estuvo dispuesto a pelear y dar su vida por su pueblo y lo que él creía que era justo.

Y además está chido que signifique Serpiente Negra en maya, porque me hizo muy fácil la decisión de qué tatuarme.

Serpiente Negra

Serpiente Negra

Las espinas le dan toda la vuelta a mi brazo:

Espinas

Espinas

Si se preguntán por qué espinas, pues es que quería una banda que rodeara todo mi brazo; las espinas no eran muy gruesas (o sea, no dolía tanto que me las hicieran), y se veían chidas.

No había puesto fotos del tatuaje porque inmediatamente después de que me lo pusieron, se veía bastante chistoso mi brazo porque me lo rasuraron para hacérmelo. Además, estuve supurando los primeros días, y después se me olvidó poner fotos.

Ahora que se cumple un año que lo tengo se me hizo buena oportunidad para, ahora sí, “presentarlo” formalmente.

Estoy muy contento con mi tatuaje: no sólo porque creo que se ve bien, sino porque de hecho significa algo. Es mi nombre.

Y como seguí las instrucciones que me dieron cuando me lo hice, creo que se sigue viendo bastante bien. He visto bastantes tatuajes que terminan viéndose horrible después de un rato; pero el mío básicamente sigue igual que hace un año (después de que dejé de estar supurando, claro está).

Y qué bueno que esté contento con él, dado que cuando me entierren (o cremen o lo que sea) lo voy a seguir teniendo.

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Ayudando

Leyendo la entrada de “gatos” en la Wikipedia:

Even well-fed domestic cats will hunt and kill birds, mice, rats and other small animals in the vicinity. They often present such trophies to their owner. The motivation is not entirely clear, but friendly bonding behaviors are often associated with such an action. It is probable that cats in this situation expect to be praised for their symbolic contribution to the group. Some theorize that cats see their owners gone for long times of the day and assume they are out hunting, as they always have plenty of food available. It is thought that a cat presenting its owner with a dead animal thinks it’s ‘helping out’ by bringing home the kill.

Así que por querer “ayudar” Tigger me llena la casa de trozitos de rata despedazada regularmente.

Qué tierno.

Ojalá sus “ayudas” no fueran tan asquerosas.

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Anticongelante

El plan era ir a comer con Mónica, e iba en Periférico sin hacerle daño a nadie, cuando vi vapor escapándose del cofre. Cuando me detuve en la salida a Insurgentes, un chingo de vapor se dejó escapar, lo cual en definitiva me preocupó. Vi entonces el medidor de la temperatura del aceite, y estaba arriba del máximo crítico.

Estacioné el carro cerca del Universum (donde Mónica trabaja), y abrí el cofre. Una de las mangueras que sirve para transportar el anticongelante había reventado, y además de embarrar todo mi motor con ídem, había dejado casi vacío el radiador. Utilizando uno de los dos trapos que siempre llevo en mi carro, ahora sí que le amarré un trapito a la manguera, y le puse el poco anticongelante que llevaba. Le llamé a Mónica para decirle que comeríamos otro día.

Por supuesto no era suficiente (supongo que como dos terceras partes de mi anticongelante quedaron desparramadas en todo Periférico), así que arriesgándome a evaporar el aceite de motor llevé el carro a una gasolinería, porque en gasolinerías es donde siempre compro anticongelante (fui a la que está saliendo de CU, en Avenida Universidad). Me salieron con que no venden en vacaciones, pero pude dejar ahí el carro y cruzar Universidad para comprar un galón de anticongelante en el Superama.

Vacíe con mucho cuidado como cuatro quintas partes del anticongelante en la válvula del radiador, respirando alegremente los vapores tóxicos y quemándome un dedo en el proceso, y también eché un poco en el tanque del anticongelante. Cuando prendí mi carro, vi con alivio que la temperatura del aceite estaba normal de nuevo, aunque se prendió en mi tablero la advertencia de revisar el motor (medio predeciblemente). Me eché un salto de fe para que mi trapito amarrado en la manguera rota aguantara hasta el taller donde llevo a mi carro cerca de mi casa, y me aventé el viaje.

El trapito aguantó, si bien ya estaba goteando anticongelante al llegar al taller. Justo hace como dos semanas había llevado mi carro a servicio general (afinación, cambio de aceite, cambio de anticongelante, revisión de líquido para frenos, etc.) Fue mala suerte que la manguera tronara ahora; así que les pedí que revisaran todas las mangueras, que me revisarán los faros delanteros (está medio tuerto mi carro ahora), y que me cambiaran las plumas de los limpiaparabrisas. Espero que lo tengan listo mañana o pasado.

Y ahora voy a recostarme; me siento mareado de estar respirando vapores tóxicos.

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Fuerza bruta

Hoy por fin fui con el Dr. Arturo a que me puliera la pieza que repuso de mi muela del juicio, que se había caído por descalcificación. El tipo está loco; no quería cobrarme nada, porque él era el que me había puesto la pieza anterior.

Como sea, recordé que la primera entrada que puse acerca del Dr. Arturo fue con motivo justamente de que había leído en el blog de Federico Mena su aterrorizante historia de cómo le extrajeron las muelas del juicio superiores. “Fuerza bruta” fue básicamente como lo describió.

Como ya lo dije, yo no tengo ese problema: mis muelas del juicio están sanas, rectas, y caben sin ningún problema en mi quijada. Planeo morir con ellas, si se puede. Pero aún platicado la idea de que un dentista esté tirando con forceps una muela para arrancarla de la quijada se me hace medieval, por decir lo menos.

Me puse investigar con varios conocidos (a casi todo mundo le quitan las muelas del juicio), y resulta que en general así le hacen: tiran con forceps una muela para arrancarla de la quijada. En el mejor de los casos: en otros es una cirugía con anestesia general y dolor durante meses.

Pero la idea se me hacía salvaje, así que le pregunté al Dr. Arturo si así era. Y me miró horrorizado y me dijo “por supuesto que no. Pero que (lamentablemente) así le hacían muchos dentistas.

Me contó que él lo que hace es bajar gentilmente las encías, y después sencillamente ir separando la muela suavemente de la quijada con una especie de cuña especialmente diseñada para eso. La muela termina botándose casi solita, sin en ningún momento utilizar mucha fuerza. Dice que el proceso es lento (más de media hora por muela), pero prácticamente indoloro (después, por supuesto el paciente está anesteciado localmente durante el proceso), y además es la única manera de garantizar que no quede un trozo de la raíz de la muela dentro, o que se haga daño a la quijada.

Y pasó entonces a contarme las historias de horror de varios casos donde una extracción de muela del juicio terminó en complicaciones horribles porque justamente el tarado del dentista aplicó fuerza bruta. La peor de todas las historias fue la de una señora que se le astilló la quijada en el proceso, pero además quedó un trozo de muela que se infectó lo que causó que tuvieran que extirparle la mitad de la quijada.

Después de eso me alegré mucho de que no tengo que pasar por eso; pero si su dentista es de los que quitan las muelas a jalonazos, yo consideraría seriamente el cambiarlo por otro.

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El Dr. Arturo

Hace dos semanas, estaba jugando en mi boca con un revolvedor de esos que dan en los puestos de café de CU. No estoy muy seguro de cómo fue, pero el punto es que apliqué presión, y la amalgama que tengo en mi muela del jucio de “arriba a la izquierda” (que debe tener un nombre más científico, pero me da hueva buscar), se desprendió.

“Oh oh” me dije, “hora de ir a ver al Dr. Arturo”.

Una de las cosas que me gustan de mí, es mi dentadura. No fui al dentista hasta los quince años; no hubo necesidad. Y tengo absolutamente todos mis dientes, incluyendo mis cuatro muelas del juicio, que según el Dr. Arturo están perfectamente rectas, caben sin problemas en mi quijada, y terminarán de salir en unos cinco años.

El no haber ido al dentista en mis primeros 15 años hizo que me salieran unas tres caries, todas más bien minúsculas. Y a partir de entonces, las broncas más grandes que he tenido con mis dientes son descalcificaciones, que según el Dr. Arturo es algo genético y no tiene nada que ver con mi higiene dental. Y de hecho, fue una descalcificación lo que hizo que mi amalgama se aflojara y se cayera cuando apliqué presión sobre ella (también fue una descalcificación lo que hizo que en primer lugar tuviera una amalgama en mi muela del juicio, por cierto).

Así que hace dos viernes, fui a ver al Dr. Arturo para que me hiciera hojalatería y pintura en la boca.

El Dr. Arturo me lo recomendó mi tía Carmela, y después de la primera cita decidí nunca más cambiar. Es un egresado de la UNAM (por supuesto), cirujano dentista en varios hospitales de la ciudad, y actualmente hace investigación en la UNAM. Tiene una experiencia de años en un montón de áreas, regularmente va a congresos donde suele ganar premios por presentar sus investigaciones, y siempre que voy resulta que acaba de regresar de alguno y tiene una nueva técnica que, generalmente, utiliza en mí.

Me gustan dos cosas de él como dentista: en primer lugar, siempre trata de salvar el diente. Sacar una pieza es lo último que hace, y sólo si realmente ya no hay posibilidades de salvarla. En segundo lugar, lo que a él le interesa es dejar la pieza sana y funcional. Si puede además hace que se vea “bonito”, pero no es una de sus prioridades. Y como bono, el tipo prefiere la técnica Europea a la gringa.

Para darles una idea de su ética, un día le pregunté que qué pensaba él de que me blanqueara los dientes. El tipo me hizo una prueba en una muela, me dijo que no valía la pena (no había diferencia perceptible en el cambio de color), y me advirtió que no fuera a comprar esos blanqueadores que anuncian en la tele; que sí blanquean, pero que dañan el esmalte. No me cobró nada por la prueba… que es otra de las ventajas de el Dr. Arturo; muchas veces me da la impresión de que tiene su consultorio como hobby, porque cobra ridículamente barato.

Total que ese viernes me puso una pasta para limpiar la cavidad (sin broncas; no es caries, así que no me dolía en lo más mínimo), y el viernes pasado me puso una base de cerámica, y tapó todo con una amalgama. El viernes que viene me va a pulir dicha amalgama, y supongo que me hará la limpieza de sarro que siempre me hace; por mala alimentación se me genera más sarro de lo que es normal, y me había dicho que comprara unas pastillas (que, por supuesto, no he hecho).

Gran dentista el Dr. Arturo.

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Las llantas

Cuando compré el Tsuru, tenían casi cinco años las llantas. Comenzaron a darme broncas en serio el año pasado, y harto de estar cambiando llantas cada 15 minutos, le compré cuatro llantas nuevas. Desde entonces no he tenido ni un problema con mis llantas; excepto un día que me estacioné frente a una casa cerca de ING y yo creo que a los dueños no les gustó porque me la desinflaron. No la poncharon, sólo le sacaron el aire.

Yo me volví experto en cambiar llantas, aunque tengo que reconocer que no es ciencia de cohetes; pero es de las cosas que cualquier gente de ciudad debería saber cómo hacer.

Hoy mi mamá fue a la tienda y me dijo que se llevaba mi carro. Al rato me llama y me dice que la llanta “se ponchó”. Resulta que se pegó mucho a la banqueta, con la mala suerte de que había un pedazo de concreto particularmente filoso que sobresalía, y de un solo banquetazo mi mamá me ponchó una llanta. Que tenía poco más de un año, por cierto.

Fui con el carro de mi mamá, le dije que se fuera, y cambié la llanta del mío en diez minutos. Y pues me regresé a la casa; hoy no abre la llantera.

Así que mi carro anda cojo, porque la llanta de repuesto de los Tsurus (al menos del mío) es de esas marca Mi Alegría, que no deben usarse más que para ir a que le pongan la llanta nueva. Que supongo será mañana.

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Captcha

Desde que vengo utilizando captcha, mi SPAM en los comentarios se había reducido a básicamente cero. Pero desde hace unos días se han estado filtrando algunos; no tengo idea de cómo puede estar ocurriendo, porque además no encuentro en los logs el acceso que manda el comentario.

Acabo de subir el número de caracteres que usa el captcha de 5 a 6; espero que eso detenga el SPAM.

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Elección

Con Juan en Perisur:

Yo: Pobre Jennifer Aniston…
Juan: ¿Por qué?
Yo: Pues porque la dejó Brad Pitt por Angelina Jolie.
Juan: Ah.
Yo: Imagínate: eres mujer y te dejan por Angelina Jolie. ¿Qué haces? Pues te echas a llorar…
Juan: Mucha gente ponía a Jennifer Aniston al nivel de Brad Pitt…
Yo: Excepto él…
Juan: Sí, lo que quiero decir es que si yo fuera Brad Pitt, que puede elegir a la mujer que quiera, no hubiera elegido a Jennifer Aniston.
Yo: Bueno, déjame decirte que yo he llegado a la conclusión de que eso “elegir” es muy relativo…
Juan: Sí, para ti: para Brad Pitt es otra cosa…

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Veintinueve

Hoy cumplí veintinueve años. El año pasado no hice nada, porque estaba envuelto en otras broncas, pero este fui a comer con mis cuates matemáticos (al Potzolcalli, porque por el tráfico por el bloqueo a Insurgentes era muy difícil llegar al lugar originalmente planeado), y después a tomarnos un café en Coyoacán. Después Ana Laura y yo fuimos al cine.

Ana Laura me regaló una funda para mi Palm Tungsten C que se puede colgar del cinturón. Es el mejor regalo que me han hecho en años: algo que yo quería, que es útil, y que muestra que mi novia de hecho pensó qué podría gustarme antes de ir a comprarlo, además de que lo hizo con tiempo. Y ciertamente es mucho mejor que cualquier cosa hecha con sopa de coditos pegada con resistol y pintada a mano.

Me la pasé muy chido; y el domingo iré a comer con mis cuates computólogos.

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La doctora

Suena el teléfono:

Yo: ¿Bueno?
Extraño: Bueno, ¿se encuentra la doctora?
Yo: No, salió a la universidad.
Extraño: Ah, ¿y no sabe a qué hora vuelva?
Yo: La verdad no estoy seguro, pero calculo que como a las 4 ó 5.
Extraño: Ah. Disculpe, ¿podría dejarle un recado?
Yo: Sí, claro.
Extraño: Nada más dígale que habló el papá de Mariana Trujillo, que ya salió de la fiebre pero que todavía tiene un poco de moquito–
Yo (interrumpiendo): Perdón, ¿buscaba a la doctora Valdés?
Extraño: No, a la doctora Alba.
Yo: No, se equivocó de número.
Extraño: Ah, disculpe.

Weird.

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Luna de abril

Hoy la luna estaba particularmente hermosa en la ciudad. Así que decidí tomarle una foto.

Lamentablemente, mi cámara no está hecha para eso.

Luna de abril

Luna de abril

Y no ayuda que además mi tripié se quedó en casa de Omar el día del fondue, y no lo he visto para que me lo regrese. Tuve que usar mi mini tripié, que sirve para tomar fotos en restaurantes, pero ciertamente no para esto.

Luna de abril

Luna de abril

Pueden ver el resto de mis pobres intentos en mi galería.

Lunota

Lunota
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La vida sana

Hace casi seis meses, tuve la torcedura más idiota de la historia.

En ese entonces corría; antes de entrar al IIMAS lo hacía casi diario, y conforme fue avanzando el semestre cada vez menos, pero sí lo hacía una vez cada semana o algo por el estilo. Corría más o menos una hora cada vez, sin muchos problemas.

A mí no me gusta hacer deporte. Nunca me ha gustado. Y mucho menos correr; es bastante idiota (yo al menos me siento bastante idiota). Lo hago porque me queda claro que lo necesito, y porque gracias a mis genes no necesito mucho deporte para verme bien.

Después de la torcedura, correr quedó descartado duran bastante tiempo. Al inicio apenas si podía caminar, y siguió doliéndome mucho después. Pero hoy, aprovechando que es semana santa y que desde hace un tiempo ya no me duele el tobillo, decidí volver a correr.

Corrí media hora. Mejor dicho, corrí veinte minutos, y caminé otros diez; se notó que no lo hacía en mucho tiempo, pero estoy contento porque el tobillo me reaccionó bastante bien, y no me duele ni nada. Y no estoy muriéndome del dolor después.

Además, fue un buen pretexto para usar el arm band de mi iPod.

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