Mudándome… de nuevo

Como muchos se habrán dado cuenta (espero), moví el blog de mi servidor virtual en OpenHosting al Instituto de Matemáticas (henceforth known as iMate).

La razón es muy simple: mi último pago de la beca llegó en junio, y mis ahorros calculo me durarán hasta diciembre, pero sólo si llevo una vida austera; lo cual incluye no tener que pagar por el alojamiento del blog.

OpenHosting me dio un servicio bastante bueno, pero resulta que mi blog ya no está en la categoría de “página personal”; lamentablemente para mis finanzas está en la categoría de “sitio mediano”, y sin beca no puedo darme el lujo de pagarlo hasta que tenga un ingreso estable de nuevo. Mientras tanto, abusaré de la universidad unos meses.

Tendré levantado canekpelaez.com un mes más, redireccionando el tráfico aquí automáticamente, y después lo daré de baja. Así que les aconsejo que actualicen sus ligas.

Del aspecto técnico de la mudanza no hay mucho que decir: fue bastante sencillo transferir todo a xochitl, y de paso actualicé WordPress y Gallery2. Según yo todo está funcionando exactamente igual que en el sitio anterior; si ven alguna falla por favor díganme.

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La depre

depresión

  • (Del lat. depressĭo, -ōnis).
  1. f. Acción y efecto de deprimir o deprimirse.
  2. f. En un terreno u otra superficie, concavidad de alguna extensión.
  3. f. Período de baja actividad económica general, caracterizado por desempleo masivo, deflación, decreciente uso de recursos y bajo nivel de inversiones.
  4. f. Psicol. Síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos.

Yo lo tiendo a definir sucintamente como sentirse de la verga.

Cuando era adolescente tendía a deprimirme bastante; generalmente por cosas intrascendentes, como que una chava no me hacía caso o algo por el estilo. Cumplía con los ritos estereotípicos: me la pasaba acostado en mi cuarto oscuro, escuchando música deprimente y sintiendo lástima por mí mismo.

No sé en qué momento dejé de ser así; pero me queda claro que desde hace bastante no lo hacía. Si me obligara a definir un momento específico en que dejé de hacerlo, supongo que sería a partir de que estuve en la cárcel por la huelga; pero la verdad es que ya tenía tiempo dejando atrás ese comportamiento cuando alguna cosa no salía como a mí me hubiera gustado, y también hubo momentos después en que medio volví a recaer. Sólo que sí es innegable que pasar una semana en la cárcel cambia la perspectiva de lo que es que le vaya “mal” a uno.

También está el hecho de que en casi todos los aspectos de mi vida soy inmensamente afortunado, y entonces creo que es medio hipócrita estarse deprimiendo porque una reina lo desaira a uno o alguna otra nimiedad del estilo. Aunque debo dejar claro que por intrascendentes que sean mis problemas, suelo tomarlos bastante en serio porque, bueno, son mis problemas… sólo en la enorme mayoría de los casos no dejo que me depriman.

Cuando regresé de California, mi madre me dio la noticia (que no me había dado antes porque la red dejó de funcionar en la casa) de que todas las universidades a las que solicité entrada al doctorado me habían rechazado. Venía suficientemente excitado (y agotado) de mi estancia como para que la noticia no mi hiciera el efecto esperado de forma inmediata; y al otro día comí con mis cuates y fui a la fiesta de una amiga muy querida. Enrique me hizo el favor de arrastrarme fuera de mi casa ese día: si me hubiera quedado en casa probablemente me hubiera caído el veinte de la noticia, y algo me dice que me hubiera afectado peor de como lo hizo después.

Al otro día de la fiesta ocurrió otra cosa que retrasó el ponerme a pensar en la noticia de las universidades: salió el séptimo libro de Harry Potter, y me sumergí en el mundo de la Rowling sin muchos problemas, disfrutando enormemente la novela y huyendo alegremente del mundo real. E inmediatamente después de terminar el libro lo primero que hice fue escribir mi entrada en el blog comentándolo, cosa que tenía planeada desde semanas antes.

E inmediatamente después me cayó el veinte: y ahora qué carajo voy a hacer.

Por supuesto, suena más dramático de como es; pero la depresión es justamente hacer un drama enorme de cualquier cosa (con perdón de los que sufren la depresión como condición clínica).

En realidad no hay gran duda de qué tengo que hacer: tengo que titularme. Para diciembre; era el plan por si me iba a hacer el doctorado en enero, y lo sigue siendo porque firmé un contrato con Conacyt para acabar en esa fecha. Mis ahorros me alcanzan para vivir perfectamente (aunque algo austero) de aquí a entonces, y después (dado que no me van a becar los canadienses), pues tengo que trabajar.

Sencillamente no hay de otra; y dado que para entonces ya seré maistro albañil, espero ganar considerablemente más que en mis últimas chambas. Y como varios de mis ex-jefes me siguen ofreciendo trabajo regularmente, tampoco creo que me cueste mucho el encontrar uno que me guste.

Pero eso se los digo después de un mes del hecho; en el momento en que me cayó el veinte realmente fue un y ahora qué carajo voy a hacer.

La última vez que me sentí así de mal fue hace dos años cuando Conacyt se negó a darme la beca cuando Waterloo ya me había aceptado para la maestría. Sólo que en esa ocasión no tenía tiempo de sentirme mal; estaba dando una clase, estaba chambeando, tenía que ver si podía hacer algo para hacer cambiar de opinión a Conacyt, y después (cuando vi que no iban a cambiar de opinión) tuve que moverme para meterme al IIMAS (porque no tenía ya de otra), y entonces sencillamente hice a un lado el sentirme mal y me moví para hacer todo lo que tenía que hacer.

Ahora en cambio no tenía que hacer nada; ya había planeado tomarme unas semanas de vacaciones al regresar de Los Ángeles. Así que decidí sencillamente el permitir hundirme en la depresión, sin ofrecer nada de resistencia.

Pero resulta que ya no tengo diecisiete años; me da mucha hueva estar en mi cuarto a oscuras escuchando música deprimente y sintiendo lástima por mí mismo. Además, eso quita tiempo para escuchar música no deprimente, ver una buena película, animé o serie, o leer un buen libro o cómic.

Así que sí dejé de hacer ciertas cosas: casi no salí de mi casa, no escribí en mi blog, no escribí nada de Geom y ni siquiera pensé en mi tesis; pero en cambio leí comics y novelas, vi películas, animés y series, y escuché música como no había hecho en años. Y de repente (en las noches, generalmente) sí pensaba en mi “predicamento”… pero es que es el “predicamento” más idiota de la historia: tengo que titularme, y después tengo que buscar trabajo.

A partir de la semana pasada comencé a ver el plan de acción, y ahorita ya estoy retomando las cosas: ya hablé con Jorge y tenemos todo planeado para que acabe mi tesis en octubre, y ya me “inscribí” en el IIMAS para poder sacar libros este semestre (un truco que hace el posgrado justamente para que los estudiantes de maestría podamos usar la biblioteca aunque ya hayamos terminado las materias).

También creo que intentaré una vez más hacer solicitudes para el doctorado. Sólo que esta vez no las enviaré el último día… espero. Pero lo importante es que me titule.

Y tengo montones de cosas que contar; para empezar las películas, animés y series que vi, y los comics y novelas que leí, pero también de mi Nokia N800 que compré en el gabacho, del libro que nos publicaron a mí y a Elisa, de la mudanza de mi blog a xochitl, y del ruso, el gringo y el alemán que entraron a un bar.

Bueno, eso último no necesariamente, pero sí es chistoso.

Así que no fue exactamente como mis depresiones de la adolescencia; pero creo que sí me sirvió para descargar mi cerebro de muchas cosas que tenía dentro, y para ponerme al día con los Teen Titans.

Lamento mucho la ausencia de un mes (exactamente); pero creo que sí necesitaba un descanso: no sólo del blog y del viaje a California, también un descanso de alguna manera de mí. No sé si pueda explicarlo de una mejor manera; pero este blog ciertamente en gran medida es para mantener un diálogo honesto y constante conmigo mismo, y sí necesitaba (y merecía, creo) escapar de la realidad un rato. Y no podía hacer eso y escribir en el blog al mismo tiempo; sólo hubiera podido si hubiera dejado de ser honesto. Y esa no es la onda.

Así que regresamos a partir de este momento a la programación regular. Gracias por aguantar la espera.

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“Please keep your hands out of your pockets, sir…”

Yo: Look, I just stayed here studying during the night in the cubicule of professor Fernandez (en ese momento meto mis manos a los bolsillos de mis bermudas para sacar las llaves del cubículo)…
Policía (en tono educado, pero firme, y sin quitar la vista de mis manos): Please keep your hands out of your pockets, sir…
Yo (alejando lentamente las manos de mis bolsillos) : Okeeeey…

Y después de eso fue que me cachearon.

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Menos chido

Menos chido: Quedarse dormido en el sofá del salón de profesores, y al salir del baño ver a dos policías esperando para interrogarme muy despacio y muy detalladamente que qué carajo hago durmiendo en la universidad.

Lo peor del caso, es que todo el tiempo me siento apenado porque la idea orginal era no dormir.

Menos chido aún: Que haya dejado mi identificación de la CSUN en el cúbiculo de Silvia, y tener que subir cuatro pisos con dos policías que me miran como si me creyeran nadita.

Al menos no me esposaron, aunque no me salvé de de la cacheada.

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Chido/no chido

No chido: Estar a las 2 de la mañana en la universidad trabajando.

Chido: Que cuando me de hambre haya un McDonald’s abierto las 24 horas a dos cuadras.

No chido: Que únicamente haya un McDonald’s abierto.

Menos chido: Que tenga que hacerle señales a los empleados de dicho McDonald’s porque no tengo carro y la máquina para hacer pedidos me ignora.

Chido: Que al salir del elevador un negro que me saca 20 centímetros de altura y probablemente me doble la masa muscular, diga que yo “scared the shit out of him”.

Primera cosa que haré al llegar a la Ciudad de México: ir a comprar tacos de suadero en la madrugada.

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La caída de la Serpiente Negra

No había podido escribir porque había estado particularmente ocupado estos días, reescribiendo en C un programa que Bernardo y Silvia habían hecho en Mathematica, así que no conté del suceso que terminamos llamando La caída de la Serpiente Negra.

El martes en la mañana, antes de las nueve, salimos en las bicicletas rumbo a la universidad. La ida a la universidad puede ser muy rápida, porque es de bajada aunque de pendiente poco pronunciada. Íbamos bastante rápido, y a lo puro güey porque de hecho íbamos con tiempo de sobra.

Un carro unos cincuenta metros adelante de nosotros salió de uno de los múltiples estacionamientos de la universidad, y se quedó ocupando como el 80% de la banqueta. Armando iba adelante, y como no dio muestras de querer detenerse yo me seguí tras de él.

La cosa estuvo así: Armando se bajó un poco de la banqueta por la pendiente de la salida de carros, y cuando trató de subir de nuevo la llanta delantera se le enrrieló con el pequeño desnivel que hay entre la pendiente de la salida y la calle. Entonces se cayó.

Yo iba a unos tres metros detrás de él, con frenos básicamente inservibles, y me vi de repente volando en el aire, cuando mi bici utilizó la llanta trasera de la suya como rampa. Dudo mucho que hubiera alguien con una cámara listo para inmortalizar nuestra pendejada, pero hice un escueto diagrama de cómo estuvo la situación:

La caída de la Serpiente Negra

La caída de la Serpiente Negra

Realmente no me separé de la bici hasta tocar el suelo, pero creo que es válido tomarse ciertas licencias dramáticas. Como sea; en algún momento algo golpeó mi pantorrilla derecha (estoy casi seguro que el pedal), otra cosa golpeó mi muslo izquierdo (el manubrio, creo), mi hombro se raspó cuando lo metí para rodar tratando de protejer la laptop (que siempre cargo), y dejé de rodar cuando mi cabeza decidió que quería frenar. Usando el suelo como medio de fricción.

En ese momento pasaron varias cosas. La primera es que me detuve, y tardé medio segundo en recuperarme del golpe en la cabeza (estoy acostumbrado; hubo una época de niño que diaro me golpeaba la cabeza). En ese medio segundo, mis lentes salieron volando con el golpe, y mi mochila que venía detrás de mí en el aire golpeó el suelo. Como fue mi medio segundo de pendejez dada la contusión craneal, no me di cuenta de eso último.

De mis lentes sí me di cuenta, y en cuanto me recuperé (en medio segundo, repito), lo primero que hice fue ver que estuvieran bien. Lo estaban, si bien algo más abiertos que lo normal (son de titanio, pero el cristal es fácilmente rompible). Después dejé mi mochila en la banqueta, y olvidándome de la bicicleta atravesada en el primer carril de la calle, caminé unos pasos evaluando los daños en mí y preguntándole a Armando si estaba bien.

Por supuesto lo estaba; a pesar de que fue él quien se cayó primero, fui yo el que tuvo la caída más aparatosa. Y por cierto, la pinche gringa que sacó el carro agarró y se fue sin ni siquiera preguntarnos si teníamos todas nuestras partes funcionando.

El golpe en la cabeza fue bastante leve (repito; tengo experiencia), el golpe en el muslo no pasaba de molesto, y el raspón del hombro más que nada ardía al frotarse con mi ropa. Pero lo más doloroso fue la pantorrilla; no sé cómo fue el golpe, pero se me hinchó de forma bastante impresionante, y dolía mucho al caminar. Mas nunca se hizo ningún moretón, y era obvio que no tenía fractura de ningún tipo (el dolor era muscular), así que lo dejé ser y hoy ya casi no duele.

Lo más doloroso no tuvo que ver con mi cuerpo sin embargo; al sacar mi laptop de la muchila, reparé en el golpe que inicialmente ignoré porque fue concurrente con mi golpe en la cabeza. La laptop golpeó en la esquina de atrás a la izquierda, por debajo, protegida en gran medida por la mochila, pero sí se rompió un poco la cubierta de plástico. Pero lo feo fue que se rompieron los ganchillos de plástico que hacen que la laptop permanezca cerrada; se los pegué con kola loka (que contrario a lo que pudiera pensarse, aquí se llama krazy glue), pero quedó medio descuadrada y no es tan fácil cerrarla ahora como antes, pero sí se puede.

Fuera de eso, la maldita máquina está perfecta; tenía la laptop suspendida y supongo que el golpe desconectó un segundo la batería, porque tuve que prenderla: pero todo funciona como debe ser, DVD incluido. Realmente me impresioné; dada la fractura en la cubierta de plástico se ve que el golpe estuvo cabrón, pero la laptop básicamente está intacta. Siempre había tenido la impresión de que las VAIO eran medio frágiles; cambié totalmente de opinión.

Es el único accidente digno de mención que hemos tenido con las bicicletas, y más que nada nos hemos estado riendo al recordarlo (aunque sí estuve preocupado unas horas por mi laptop). Sólo espero que sea el único.

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Treinta

Hoy cumplo treinta años, que no celebraré porque estoy trabajando y porque todos mis amigos y seres queridos están a varios miles de kilómetros de distancia.

Pero al menos en la noche iré a ver Spider-Man 3.

Se acabaron mis veintes, y la verdad estoy bastante contento con cómo fueron. Muchas veces oigo de gente que recuerda con nostalgia las “épocas pasadas”, y se queja de cómo “antes” todo era más simple, y en algunos casos “mejor”.

Yo nunca he sido así. Creo que mi niñez fue bastante buena y divertida, pero no la extraño en lo más mínimo, ni mucho menos mi adolescencia. De hecho, en general cada vez que estoy en un periodo de mi vida, he sentido siempre que es el mejor periodo de mi vida… siendo la más obvia excepción la secundaria. Dios, detesté la secundaria.

Ahora se han acabado mis veintes, puedo decir que siento que los aproveché bastante, y que estoy razonablemente contento con cómo resultaron. Pero no me molesta ni angustia en lo más mínimo que se hayan terminado; porque estoy seguro que esta década será todavía mejor.

Uy, y ni decir de las que le sigan.

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Easy Wring Mop

Instrucciones:

  1. Empape la cabeza de la trapeadora en agua.
  2. Tire de la parte posteriora del apretón del escurridor (A) sobre el trinquete.
  3. Tuerza el apretón del escurridor (A) a su izquierda para sacar fuera del agua.
  4. Empuje el apretón del escurridor (A) hacia abajo más allá del trinquete (B) y tuerza a la su derecha.

Por sólo once noventa y nueve.

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Más vale…

Con Armando, mientras cortaba el pollo para mi primer experimento (y debo decir que exitoso, si se me permite) de hacer pasta, cuando descubrí que la cocina viene con una tabla para picar incluida, que se saca y mete de la alacena:

Yo: ¿Ya viste la tabla? Está poca madre; se puede sacar completamente.
Armando: Pues más le vale que esté poca madre; pagamos una fortuna.

He estado haciendo de comer casi diario, y aunque el número de platillos que conozco es muy limitado y crece lentamente, también es cierto que me han quedado razonablemente ricos. Aunque uso cosas ya preparadas en lata/sobre/caja siempre que puedo.

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“Es como andar en bicicleta”

El refrán va en el sentido de que andar en bicicleta no se olvida. Creo.

El punto es que Bernardo y Silvia nos prestaron unas bicicletas viejitas que tenían, y después de comprarles cámaras nuevas, Armando y yo podemos andar ahora en bicicleta.

Es un gran alivio; nos estaba quitando mucho tiempo ir a pie a todos lados. Y además, vamos a hacer unas piernotas. Espero.

Pero volviendo al refrán; es cierto. Yo hacía (fácil) diez años que no me subía a una bicicleta. Y exceptuando un par de segundos de titubeo mientras mi cuerpo recordaba, comencé a manejarla sin ningún problema casi inmediatamente. Nunca fui un experto ciclista, pero todo lo que sabía hacer lo sigo sabiendo, y ni me fui de hocico al suelo ni atropellé a nadie.

Ahora sólo tengo que bajarle el asiento a la mía: me duele el trasero.

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“It’s a switch…”

Con Mark (el “manager” del edificio):

Mark: Hi, this is the manager.
Yo: Hi, Mark? This is Canek, from 62.
Mark: Oh yeah, how you doin’?
Yo: Fine; I just wanted to tell you, yesterday the electricity guy came in and activated the line, but he leaved the main switch off. He said we needed to go to the Power Room and turn it on.
Mark: Oh, OK. I will go there and turn it on for you guys.
Yo: That’s the thing; I took the liberty to go to the Power Room myself and turned on the main switch. I hope there is no problem.
Mark: You managed to turn the switch on? Wow, I’m impressed.
Yo: … it’s a switch

Ya tenemos luz. Desde ayer en la noche. Hubo que prender un interruptor, pero parece que aquí lo consideran toda una hazaña.

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El paso peatonal

Ayer al ir a cenar/comer, llegamos a una avenida más o menos grande (Reseda Bulevard, por Prairie Street). No hay semáforo, así que nos detuvimos para esperar a que el tráfico disminuyese y pudiéramos cruzar, como se hace en la Ciudad de México en estos casos.

Para nuestra sorpresa, los carros comenzaron a detenerse. Nos tomó un par de segundos entender que estaban esperando que cruzáramos. No apretamos ningún botón (repito, no había semáforo), ni hicimos ninguna señal que indicara que queríamos cruzar: sólo nos quedamos parados en la banqueta a la altura del paso peatonal. Y los carros se detuvieron.

Fue la primera cosa que pasó que realmente me hizo sentirme en un lugar extranjero.

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1, 2, 3… switch!

Fuimos a cenar/comer (era tarde) a “Kings Burguer”, que irónicamente no tiene nada que ver con “Burguer King”, y el siguiente diálogo se dio entre la chava del mostrador y yo:

Yo: Two number three combos, please.
Ella: Two number three?
Yo: Please.
Ella: $14.27.
(Le doy mi tarjeta de débito).
Ella: Credit or debit?
Yo: Debit.
(Pasa mi tarjeta, y me da un teclado numérico).
Ella: Your NIP please.
(Meto mi NIP, y unos segundos después ella mira el recibo de papel sorprendida).
Yo: It was rejected?
Ella: It says “cancelled”.
(Repitimos la operación; mismo resultado).
Ella: You said debit?
Yo: Yeah.
Ella: Mmmh.
(Se voltea a otro empleado).
Ella: Algo pasa con la tarjeta.
Él: Si la rechazó ya no va a pasar.
(Mientras, yo llamo a Ronquillo y comenzamos a ver si nos alcanza en efectivo, y el chavo pasa de nuevo mi tarjeta).
Ella: ¿Es de débito?
Yo: Sí.
Ella: Pues sólo pasa como de crédito.
(La miro sorprendido, porque además acabábamos de juntar el efectivo necesario).
Yo: ¿De verdad?
Ella: Sí. ¿Te cobro como si fuera de crédito?
Yo: Pues… sí, supongo que sí.
(Me cobra y yo firmo el recibo).
Ella: OK. In a moment we’ll give you your order.
Yo: OK. Thank you!

Si no se dieron cuenta cuándo pasamos de inglés a español y luego de regreso, les pasó lo mismo que a nosotros.

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“…de Iztacalco”

Hoy saliendo de la universidad, Armando y yo buscamos dónde cenar. Comimos en un resturante hindú (buffet; “all you can eat for $7!!!”), y estábamos buscando para cenar básicamente lo que fuera, porque llovió y hacía algo de frío y queríamos entrar a un lugar calientito.

Sí consideramos “Kings” (Mexican Burguers!), y “Las Fuentes” (Mexican food), y “Chipotle” (Mexican Grill), y “Acapulco” (donde tiene una promoción “cinco de mayo”), pero irónicamente terminamos en un Subway, porque era lo más cercano y sí teníamos frío.

Resultó una decisión acertada; resulta que tienen una promoción para días lluviosos, y nos salió casi a la mitad nuestro subway (más barato que en México, de hecho). Pero además Armando llevaba una playera del América (en su defensa, dice que se la regalaron), y cuando entramos el chavo que atendía se puso tan sinceramente contento de ver compatriotas, que por poco y nos regala la comida. Bueno, tal vez exagero un poco, pero sí le alegró ver a connacionales.

Ya cuando nos íbamos le pregunté que de dónde era, y resulta que es de Iztacalco, donde pasé mis primeros dieciséis años de vida.

¿Mencioné que hay un restaurante que se llama “Chipotle”? Pero además, parece ser de los finos.

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El aereopuerto

Y pues ya estamos en el aereopuerto, con poco más de una hora para que nuestro vuelo salga. Ayer recogí mi boleto de avión y mis travelers cheques (fue afortunado que estuvieran listos antes del día de mi vuelo), y comencé a hacer mi maleta, cosa que no terminé hasta hoy. Pero creo que ahora sí todo está listo y preparado.

Llevo conmigo casi todos mis gadgets, y una cantidad ridícula de calzones y calcetines. No sé cuánto tiempo pase hasta que estemos cómodamente instalados, y hasta que encontremos una lavandería dónde llevar nuestros trapos sucios; pero ante la duda, me prevengo.

Y pues sólo falta esperar a que podamos abordar el avión. Creo que tengo suficiente batería en mi laptop, pero de cualquier forma voy a racionar su uso. Quiero ver el nuevo episodio de las Gilmore Girls durante el vuelo.

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El Alka-Seltzer es vomitivo

Hace más de quince años, cuando estaba en secundaria, un día me levanté sintiéndome mal del estómago. Tenía que irme a la secu, entonces llené un vaso de agua y le eché lo primero que encontré que (supuse) me serviría para mi malestar: dos tabletas de Alka-Seltzer.

Cuando el dióxido de carbono dejó de salir del vaso tomé el brebaje resultante, y lo primero que pensé fue: “rayos, esto sabe a mierda”. Pero me dolía la panza, y quería ya irme a la escuela (con mis padres eso de “me siento mal, hoy no voy a la escuela” como que no jalaba), así que me lo seguí tomando, cada vez más asqueado.

Un torrente de vómito emergió repentina e imparablemente de mi estómago, y fue a parar al único lugar donde yo podía dirigirlo sin desgraciar feamente la sala: al vaso.

Y desde entonces no volví a tomar Alka-Seltzer. Hasta hoy.

Me estuve sintiendo mal del estómago todo el día; pero no era nada grave. Sólo era persistente; era más incómodo que otra cosa. Pero en la noche comencé a sentirme peor, y me recomendaron un Alka-Seltzer. Conté mi triste historia con las pastillotas efervescentes, pero me convencieron de tomarme un vaso del brebaje ese, y así hice.

Lo primero que pensé, de nuevo, fue: “rayos, esto sabe a mierda”, pero me lo tomé todo. Después me tomé un vaso de agua sola, para quitarme el mal sabor, y me senté. Esta vez pude sentir el torrente de vómito que emergía de mi estómago a tiempo, y fui a la taza del baño donde estuve alegremente vomitando cinco minutos.

Así que ahí lo tienen: el Alka-Seltzer es vomitivo.

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Cuatrocientos cincuenta mililitros de sangre fresca… de nuevo

Hoy (bueno, ayer viernes) fui a donar sangre.

De nuevo.

Esto comienza a ser ridículo: todo mundo me está agarrando de fábrica de plaquetas móvil. Por supuesto, tienen razón: soy joven, sano, razonablemente fuerte y no he tenido hepatitis ni nada que se le parezca. Y para rematar, soy donador universal.

Esta vez le tocó el turno al ISSSTE: ya había donado en la UNAM (que creo que son del ISSSTE también), en el IMSS, y en un sitio privado. Como peor sigue quedando el sitio privado, y después la UNAM (que no es culpa de los que me atendieron; sencillamente es un poco incómodo estar recostado en una camilla en el pasillo de la facultad mientras te desangran). Del ISSSTE y del IMSS, pues por ahí se van; pero sin duda han sido los lugares donde mejor me han tratado. Y donde más tiempo he hecho cola, también sin duda.

Ahora sí no me importó y me monté en la camilla con un libro (Cien Años de Soledad, para los curiosos… debe ser mi trigésima lectura de la novela cumbre de Gabo, por cierto), y estuve leyendo mientras la sangre abandonaba alegremente mi cuerpo. Creo que de tanto donar sangre últimamente (tres veces en unos siete meses), le estoy perdiendo miedo a las agujas; aunque sí apreté los dientes mientras me picaban las dos veces (una para la muestra, otra para la desangrada), no me dieron ganas de hacerme bolita y tirarme al piso, como generalmente ocurre.

La sangre es para un tío, que van a operar. Ahora sólo espero que ningún otro familiar necesite de mi sangre en los próximos cuarenta y cinco días.

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El Pumabús

Hoy, realizando una de las múltiples cosas que me tienen en chinga, estrené el Pumabús.

Está bastante chido el camioncito, y ciertamente es muy cómodo de usar el estacionamiento. En particular, me gustó mucho que sacara mi credencial de estudiante, y que el lector de código de barras funcionara sin ningún problema para darme mi boletito. Que digo, como computólogo yo que no es nada del otro mundo, pero eso no le quita lo chido.

Sólo tiene una desventaja perceptible. Es lentísimo, y se nota más cuando le da toda la vuelta al estadio olímpico.

Pero bueno, es ecológico.

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El clavo

En la línea “Elseworlds” de DC comics se exploran realidades alternas al universo “real” de DC. Una de esas historias es The Nail, que Vid publicó aquí en México con el apropiado nombre de El Clavo.

Es uno de mis Elseworlds favoritos. La historia es básicamente que el día que Martha y Jonathan Kent iban a descubrir el cohete donde viajaba Kal-El, un clavo les poncha una llanta y entonces no encuentran al bebé. Consecuentemente no hay un Superman, y una historia bastante chida se desarrolla a partir de ahí.

Lo que voy a relatar no tiene nada que ver con eso, por cierto. Excepto la parte del clavo y la llanta ponchada.

El viernes antes de ir a Guanajuato fui al IIMAS, pero escuchaba un ruidito en el carro. El ruidito era un “tik, tik, tik”, que se hacía más rápido conforme aumentaba la velocidad. Ya he pasado por cosas similares anteriormente; suele ser una piedrita que se mete en el dibujo de la llanta y suena en cada revolución de la misma. Así que me bajé del carro e inspeccioné la llanta de donde creía venía el ruido. Me encontré con esto:

El clavo en la llanta

El clavo en la llanta

Ahora, le estoy diciendo clavo, pero realmente es un remache. O algo similar. El punto es que a primera vista no estaba seguro de que de hecho perforara la llanta, así que usando mis llaves lo saqué. Nada más comencé a hacerlo, resultó obvio que sí perforaba la llanta, pero seguí sacándolo de cualquier forma. Por qué, no sé; a veces hago ese tipo de estupideces.

Obviamente, nada más saqué el clavo, la llanta comenzó a desinflarse rápidamente. “Pffffffffffffffffffffffffffffffffffffff” hacía la llanta, mientras el aire escapaba por el hoyito que quedó cuando saqué el clavo. Que estaba grandecito, por cierto:

El clavo

El clavo

En ese momento, y ligeramente paniqueado, hice lo único que cualquier persona sensata hubiera hecho en una situación similar.

Volví a poner el clavo en el hoyo. Y le pegué con una piedra hasta que quedó más o menos cuando estaba antes de que lo sacara.

Sorprendentemente, funcionó. Al otro día me levanté convencido de que la llanta estaría ponchada, pero para mi sorpresa seguía conservándose bien. Ni siquiera se bajó perceptiblemente. Así que llevé mi carro con todo y llanta perforada con mi talachero habitual, que tardó menos de diez minutos en quitar la llanta, sacarle el clavo, parcharla, inflarla y ponerla de nuevo.

La llanta siendo parchada

La llanta siendo parchada

La llanta aguantó el camino de ida y vuelta de Guanajuato sin ningún problema, y no ha dado ningún problema. Y eso que a la mitad del camino a Guanajuato nos paramos en una gasolinería, y ahí me dijeron que llevaba las llantas con 36 PSI de presión, que lo recomendado en carretera es 28.

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“Pero sin café…”

En el Cimatel, tratando de solucionar la falta de Internet:

Yo: Disculpa, ¿sabes dónde hay un Café Internet por aquí?
Policía: Híjole… pues aquí arribita hay uno… bueno, o sea… te puedes conectar a Internet… pero café… no, sin café… para café e Internet necesitas bajar al centro.
Yo:

Creo que se tomaron particularmente a pecho lo de Café Internet.

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