El doctorado

La vida son las cosas que ocurren sin que nosotros las planeemos.

El año pasado, antes de entrar a mi último periodo de claustro con la tesis, fui a ver a Jorge y le platiqué que mis solicitudes al doctorado en Canadá habían sido rechazadas. Jorge me preguntó que qué iba a hacer una vez que acabara la tesis, y yo le contesté que pues trabajar. El dinero no crece en árboles, al fin y al cabo.

Jorge entonces me hizo una propuesta: que por qué no me quedaba a hacer el doctorado aquí en México, y que siguiera trabajando con Bernardo y Silvia ahora como asesores oficiales. Me dijo que si me iba a hacer el doctorado afuera tendría que comenzar de cero con quien sea que fuera a trabajar, y que al fin y al cabo yo ya estaba trabajando bien con él, Bernardo y Silvia. También me dijo que al hacer aquí el doctorado con él significaba (por cómo hace Jorge con sus tesistas) que tendría que salir del país; obviamente a California de nuevo, para seguir trabajando con Bernardo y Silvia: pero también a Europa (Aichholzer está en Alemania), y con los contactos que él tiene en España y en Canadá.

Salí de esa reunión diciéndole que lo iba a pensar; todavía me pesaba algo la depre.

La oferta de Jorge era buenísima, y además yo sabía que no se la hacía a cualquiera. Desde un punto de vista práctico era inclusive idiota que lo tuviera que pensar; pero lo cierto era que yo siempre había querido hacer mi posgrado en el extranjero. Era un sueño de alguna manera.

Así que lo platiqué con la gente que quiero; con mi familia, y con mis amigos, y con la gente que me ha apoyado y aconsejado a lo largo de toda mi vida académica. Medio obviamente casi todos me dijeron que qué carajo estaba pensando, que aceptara la propuesta de Jorge; sólo tres de a todos los que les pregunté no les pareció tan obvia la respuesta a mi dilema.

Pero al fin y al cabo la decisión era mía, y entonces me puse a pensar (de verdad pensar) qué iba a hacer.

Y al final decidí quedarme.

Lo que terminó por convencerme no fueron las obvias ventajas prácticas, ni tampoco las académicas. Tampoco fue el que casi todo mundo me dijera que me quedara. Ni tampoco fue que de verdad quiero seguir trabajando con Bernardo y Silvia, porque como tutores y amigos han resultado ser maravillosos.

Lo que me convenció fue que llevaba los últimos siete años posponiendo mi vida. Siete años en que no me salí de casa de mi mamá porque siempre estaba “a punto” de irme a estudiar al extranjero, y entonces no tenía sentido que me saliera. Siete años que no me comprometí a ningún trabajo en serio porque siempre la idea era que me iba a ir. Siete años en que mis relaciones con chavas se vieron seriamente afectadas por el hecho de que según yo tenía claro que tenía que irme del país a hacer primero la maestría, y después el doctorado.

No voy a decir que mis dos últimas novias (que, para qué me hago pendejo, son las únicas realmente importantes que he tenido) troné con ellas porque quería irme a hacer el posgrado, porque no es cierto. Pero ciertamente no ayudaba.

Y en el momento en que eso me quedó claro, la decisión fue muy sencilla. Sí podría haber seguido intentando irme, pero sencillamente ya no quería esperar a las decisiones de alguien distinto de mí. Y decidí quedarme a hacer aquí el doctorado.

Y entonces sentí claramente cómo un terrible peso se me quitaba de la espalda, además uno que no me había dado cuenta tenía desde hacía años. Casi siete.

El viernes me inscribí a mi primer semestre en el doctorado; en julio me aceptaron sin muchos problemas, y espero que me den la beca de Conacyt (no hay razón para que no me la den… espero).

Y estoy entrando al doctorado con una actitud completamente distinta a la que tenía cuando entré a la maestría. Quiero volverme a meter al gimnasio de CU y sacar de nuevo mi credencial de la alberca; estoy dando dos cursos en la Facultad de Ciencias; estoy viviendo solo y disfrutándolo enormemente; y además estoy comenzando a salir con una chava que me encanta… aunque se resiste a dar su brazo a torcer.

Pero bueno; en ese aspecto esa es la historia de mi vida.

Así que al final de cuentas no hice mi posgrado en el extranjero, con tanto que estuve cacareando que eso haría. Pero al fin y al cabo hay ciertas cosas que uno no controla, y yo estoy bien y a gusto con mi decisión. Porque fue mi decisión; no fue que ya no tuviera de otra.

Ahora sólo tengo que preocuparme de que cuando acabe el doctorado (y, posiblemente, un post-doctorado) consiga plaza en algún lado. Pero realmente no me preocupa; si no consigo plaza, ya veré yo qué hacer con mi vida.

Lo que importa es que ya siento que en verdad la estoy viviendo.

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El ancla

Mañana (técnicamente hoy) la UNAM abre de nuevo sus puertas. Eso no debería ser particularmente importante para mí; tengo llave de varios lugares en la UNAM, entonces puedo ir cuando sea, esté o no de vacaciones la universidad.

Sin embargo, en la práctica sí termina afectándome que CU esté “cerrada”. Ahora que no estoy trabajando (no en horario de oficina, al menos), la universidad tiende a ser una especie de ancla en mi rutina, sin la cual termino un poco a la deriva.

Así que me alegro que mañana por fin abra de nuevo sus puertas.

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Diría destino, pero no creo en él

Ayer fui alegremente a ver The Dark Knight. Llegué a la taquilla a las 8:00 PM, y pedí mi boleto para las 11:00 PM. Me dijeron que no había. Que sólo había boletos para las salas donde la pasaban doblada.

Y no voy a verla doblada, obviamente.

Desde que pedí mi mebresía, no había ocurrido que no pudiera conseguir boleto para una película que empezaba tres horas después. Me quedé como estúpido un minuto o dos, pensando qué podía hacer. Por supuesto lo más sencillo era irme; pero entonces me acordé que luego hay gente que aparta su boleto por teléfono o por Internet, y que no aparece a la hora que la función empieza.

Mientras que en teoría estos boletos se liberan media hora antes de la función, en la práctica lo hacen diez o quince minutos antes. Así que me fui a Ciudad Universitaria a aprovechar la conexión a Internet, y con la idea de presentarme en la sala una media hora antes de la función y ver si se liberaba algún boleto.

Qué bueno que hice eso; acabé teniendo una de las noches más agradables que yo recuerde.

Ahora sólo tengo que ir a ver The Dark Knight; ayer siempre no pude verla.

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Pelos

No tengo problemas con lavar la ropa; de hecho me gusta el olor del suavitel. Tampoco tengo problemas con lavar los trastes, y si hay agua caliente y música agradable, hasta lo disfruto. Mucho menos tengo problemas con mantener ordenado todo; soy lo suficientemente neurótico que de cualquier forma lo haría. Incluyendo tender la cama, que además para mí la definición básica de “cuarto arreglado” siempre ha sido que la cama esté tendida.

Pero sí tengo un problema con barrer, y eso es justamente lo que más tengo que hacer, porque tengo una cantidad tal de pelos sobre todo el cuerpo que tienden a desprenderse y caer al suelo, donde se juntan además con el polvo, y a las pocas horas de que barrí y trapeé ahí están de nuevo esas bolas de pelos que estoy seguro que si dejara que se acumulasen me permitirían construir un montón de Canekitos.

Además, la no despreciable cantidad de pelos que tengo en el pecho, los brazos y (para motivos prácticos) todo el resto de mi cuerpo, mientras que es discutible qué tan bien se ven ahí sobre mi cuerpo (hay opiniones muy firmes en uno u otro extremo), lo cierto es que todos y cada uno de ellos, desprendidos de mí, tienen todo el aspecto de pelos púbicos.

(Lo cual daba motivo a todo tipo de comentarios en la oficina, cuando trabajaba y me ponía a limpiar mi teclado; salían decenas, centenas de dichos pelos).

Mi pequeña aspiradora de mano alivia en algo la situación, pero la realidad es que sencillamente tengo que barrer más seguido; casi diario.

Y con barrer sí tengo un problema.

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Comentarios

Hace ya rato que no escribo una aclaración de este estilo, así que va de nuez: yo modero todos y cada uno de los comentarios que aparecen en el blog. Eso quiere decir, por supuesto, que los leo toditos, y que yo (y solamente yo) decido cuáles son publicados y cuáles no.

Inicialmente para evitar que se filtrara el SPAM, seguí haciéndolo porque hay gente idiota que sólo quiere insultar o atacar. Creo (y me precio particularmente de mi blog) de que son la minoría; pero como éste no es un espacio para darle voz a gente estúpida, ese tipo de comentarios sencillamente son eliminados.

Quiero dejar claro que no borro los comentarios de la gente que piensa distinto a mí; al contrario, si se dan una vuelta por la sección de Política e Ideología verán que la mayoría de los comentarios son de gente que piensa distinto a mí. Pero si el comentario sólo es un insulto, o un ataque personal (a mí o alguno de mis lectores), y además es como el que haría un adolescente berrinchudo de doce años, generalmente lo borro. Si está bien argumentado en general lo apruebo todo; incluso ataques a mi persona.

Hay otro tipo de comentarios que también borro, pero son más sutiles. Hay gente que deja comentarios contrarios a mi opinión, y que aunque no son descaradamente infantiles, después de un rato se nota que la única razón de ser que tienen es chingar. Son comentarios que responden a mis entradas diciendo cosas como “eso no es cierto”, o “pues yo no estoy de acuerdo”; pero no dan ningún tipo de argumentación o justifiación, y cuando yo los respondo (genrealmente cuestionando las razones del comentario) no vuelven a responderme. Eventualmente detecto a quien hace ese tipo de comentarios y sencillamente dejo de aprobarlos; como en el salón de clase cuando detectas que hay un alumno que sólo hace preguntas queriendo molestar y le dejas de dar la palabra.

Lo malo con este segundo tipo de comentarios es que es posible que borre el comentario de alguien que sinceramente sólo quería dar su opinión, pero cuya falta de capacidad de comunicación (o de inteligencia) hace que sólo pueda balbucear cosas negativas en lugar de armar un comentario inteligente. Pero en ese caso el blog tampoco pierde nada si el comentario no es aprobado.

(Debo admitir que muchos comentarios que recibo, generalmente en entradas que tocan temas atractivos para niños –como Kim Possible, o Harry Potter, o las Winx–, sí los apruebo. En esos casos sencillamente doy por sentado que son realmente niños los que los escriben, y no le veo mucho daño en aprobarlos.)

Yo agradezco sincera y profundamente los comentarios que me dejan; pero son los comentarios inteligentes los que de verdad me gustan (en otras palabras; que los agradezca no quiere decir que me gusten… y hay cada comentario que qué bárbaro). Así que si algún día no apruebo alguno de sus comentarios, sólo piensen tantito antes de escribir el siguiente.

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El lago

Ayer jueves le di un aventón a una amiga que vive muy cerca de la Fuente de Petróleos en Periférico.

Me fui a dar la espantada de mi vida; había inundaciones por todos lados (incluyendo el Segundo Piso), con una lluvia bestial, y para colmo sin luz en varias partes del trayecto.

Hubo un momento en que mi tsurito estuvo nadando en (al menos) un metro de agua, y yo aferrado al volante esperando por la providencia para que no se me apagara el carro. No lo hizo, por suerte, y pude dejar a mi amiga y regresar a mi casa sin broncas.

Pero de verdad ayer Tláloc se enojó.

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La rebanada

Hace poco más de un mes me operé los ojos con LASIK.

La operación es más o menos así: rebanan la córnea y levantan el pedazo rebanado; muy parecido a como cuando pela uno una naranja o mandarina, sólo que la “cáscara” (la córnea) no se divide, el pedazo rebanado no se separa nunca del todo.

Abajo de la “cáscara” queda una como gelatina, que es el interior de la córnea. Ese interior es, literalmente, tallado con un láser de precisión ridículamente alta, de tal forma que cuando el pedazo de córnea rebanado vuelva a ponerse encima, toda la córnea adquiere la forma que uno requiere para ver bien. El cirujano entonces vuelve a poner el pedazo rebanado, y se asegura de que las “orillas” queden como estaban; de esta forma la “cicatrización” (explico ahorita las comillas) se reduce a una curva sobre la córnea, y el resto está en el interior de la misma (que no está expuesta a los elementos).

Hace años cortaban un trozo de la córnea (como un pedazo de pastel), y literalmente cosían las partes separadas; por eso es que antes sólo se podía corregir miopía o hipermetropía, pero no astigmatismo, porque en el astigmatismo la deformidad de la córnea no es “bonita”: en la miopía sólo tenían que calcular el ángulo del trozo de córnea a cortar.

El siguiente paso fue rebanar directamente el exterior de la córnea; aunque esto permitió reparar astigmatismo también, la parte que necesitaba “cicatrizar” era enorme; básicamente todo lo tallado. En consecuencia el paciente se la pasaba con dolor durante días, y en los casos graves semanas.

La operación que a mí me hicieron fue la de rebanada que expliqué (flap le dicen en inglés); como la parte a “cicatrizar” expuesta es únicamente una curvita, generalmente saliendo de la operación ya no duele.

Poco antes de la operación le pregunté a mi doctor que qué podía salir mal. Él claramente me dijo que lo peor que podía pasar (y que era reparable), era que el corte inicial (la rebanada, el flap) saliera mal; en tal caso ponen todo en su lugar, se espera uno un mes, y vuelven a hacerla una vez que haya “cicatrizado” la córnea. Lo mismo se hace si el paciente no se puede estar tranquilo y se mueve, lo que causa un corte incorrecto.

He puesto “cicatrizado” entre comillas porque la córnea no es músculo o piel; la “cicatrización” es un proceso químico (iónico, me explicaron) donde las células que forman la córnea se pegan las unas a las otras, quedando casi casi exactamente que si no hubiera habido corte.

Me pasaron entonces a operar, y el ojo derecho salió perfecto; no me moví para nada, todo salió de pelos, y rapidísimo (la operación dura como 5 minutos por ojo). Pero, como platiqué en su momento, tuve la mala suerte de que en el ojo izquierdo salió mal el corte inicial.

La córnea (de forma exagerada) en ojos como el mío tiene “montañitas” y “vallecitos”. Entonces en mi corte inicial la rebanada, el flap, quedó con un hoyito en uno de los vallecitos. El doctor pudo seguir con la operación, pero decidió (y yo creo que fue lo correcto), mejor dejar todo como estaba, dejar que cicatrizara, y esperar un mes a realizar de nuevo la operación.

Yo no estaba para nada contento, obviamente, pero como tengo fe en en la ciencia, decidí esperar… además de que no tenía muchas opciones.

La verdad sí me quedé con la duda de porqué no había hecho el flap más grueso, el corte más profundo, la primera vez, pero eso se respondió solito en la segunda operación.

Mientras tanto pasé mes y medio de mi vida medio tuerto. Más bien como un cuarto tuerto; veía con los dos ojos, pero el izquierdo veía igual de mal que antes de la operación. El cerebro es bastante inteligente, y automáticamente procesa la información del ojo bueno nada más; pero de todas formas sí era medio desesperante. Pero viví mi vida sin ningún problema; fui al cine, vi tele, programé en la computadora y todo… nada más con ojo malo malévolo.

Ayer por fin (después de dos retrasos) me rebanaron el ojo izquierdo de nuevo. El doctor antes de la operación me dijo que esta vez iba a rebanar no uno, sino dos pasos más profundos que la otra vez. Yo dije chingón, ahora ya todo saldrá bien.

Y sí, todo salió bien… sólo que el hacer el primer corte más profundo es, haciendo una analogía burda, la diferencia entre un rasguño en la mano, y un corte que llegue al hueso: después de la operación, y cuando la anestesia se disipó, me empezó a arder al ojo como no tienen idea. Estaba llorando del dolor, sintiendo como si unos enanitos malvados estuvieran navajeando mi córnea si abría el ojo, si lo cerraba, si lo movía o si sólo lo dejaba estar.

Encima de todo, y como me siento Supermán, fui solito. Se me hizo fácil porque pues el ojo derecho ya está perfecto, y sólo me iban a operar el izquierdo. Por supuesto, salí sin ver ni madre del ojo izquierdo (todo lagrimeado), y con el derecho cerrándose porque también lo anestesiaron (porque tenían que lavarlo también antes de la operación). Y para empeorar la cosa, comenzó a caer un diluvio de esos que sólo en esta hermosa Ciudad caen.

Total que no me maté (de milagro), y llegué a mi departamento a tirarme en la cama, donde dormí doce horas seguidas. Y hoy amanecí perfecto… con el ojo izquierdo algo enrojecido, pero perfecto.

Y ya pude manejar, trabajar en la compu y todo lo que normalmente hago; de hecho la primera vez fue más difícil, porque el ojo derecho recién operado hacía toda la chamba. Ahora el izquierdo está recién operado, pero lo ayuda el derecho que ya sanó completamente.

A pesar de todas las broncas (que no fueron tantas, realmente), ahora estoy muy contento. Dejar de usar lentes de verdad es una ventaja enorme (especialmente si uno llevaba veinte años usándolos), e incluso recién operado siento que se me cansan menos los ojos que con los lentes.

Me dijeron que me va a regresar el 10% de mis dioptrías en unos 10 años; así que cuando tenga cuarenta necesitaré lentes para ir al cine o manejar de noche. Lo cual a mí me parece perfecto; tendré unos diez años de vista perfecta (de hecho poquito más que perfecta; tengo como 103% ahorita).

Hace veinte años mi mamá me llevó al oculista, y ahí nos dijeron que usaría lentes toda la vida, para todo; que no podría hacer casi nada sin anteojos. En su momento me deprimió cabrón eso; y aunque con el tiempo me acostumbré, nunca fue algo que me gustara realmente. Mucho menos los de contacto.

La ciencia y la tecnología me han regresado la oportunidad de levantarme y poder bien todo a mi alrededor. Eso es una maravilla, y por las cosas que me da gusto de vivir en estos tiempos.

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Que no digan que no les dije

Fui al banco a depositar mi cheque de Google (que llega entre cada cuatro y seis meses). El cheque es de Citibank (que es dueña de Banamex), y está en moneda nacional; dícese en pesos. Lo deposito en una cuenta que también es de Banamex.

Llego a la caja y la cajera se le queda mirando al cheque y le pregunta algo a su compañera de al lado. Yo inmediatamente le digo “está en moneda nacional”. Ella no hace mucho caso de eso, y después de dialogar con su compañera me dice que tengo que ir con un ejecutivo a que lo autorice. “No” le digo, “no tengo que hacer eso; ya otras veces me han depositado el cheque sin problema”.

No, que tengo que ir con el ejecutivo porque no puede meter el cheque directo en su caja, me dice, y me ofrece pasarme directo. Yo le digo que está bien, pero que no tengo que ir con el ejecutivo, que el cheque se puede meter directo, y que así ha sido en otras ocasiones.

Total que voy con la ejecutiva, que me pregunta que desde hace cuánto tengo mi cuenta. Le digo que unas semanas, y el siguiente diálogo ocurre:

Ejecutiva: Es que para hacer depósitos de cheques en dólares tienes que tener al menos un año con tu cuenta.
Yo: El cheque está en moneda nacional.
Ejecutiva (mirando sorprendida el cheque): ¿Entonces por qué te mandaron aquí?
Yo: ¡No lo sé!
Ejecutiva: Esta operación se hace directamente en cajas.
Yo: ¡Ya lo sé!

Total que perdí como veinte minutos entre la ejecutiva y la segunda caja a donde me enviaron, que creo que es a donde envían a todas las víctimas de cajeras incompetentes.

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