Treinta y dos

Hoy cumplí treinta y dos años.

No hice nada por la situación de la influenza, aunque parece que ya vamos de salida por lo menos aquí en la Ciudad; y también porque no ando realmente de humor como para organizar una reunión en mi casa. Originalmente iba a pasar todo el día en mi departamento solo, arreglando cosas que he dejado ya demasiado tiempo.

Al final sólo arreglé uno de mis cortineros (en mi defensa, fue mucho más complejo de lo que originalmente creí), y terminé yendo a pasar una velada que, si bien no ha sido ni la mejor de mi vida ni mucho menos la mejor celebración de cumpleaños que he tenido, ciertamente fue muy agradable. Y la verdad no podría haber escogido a alguien con quien quisiera estar más.

En el recuento de los daños: en el año pasado de mi vida me mudé a mi propio departamento a vivir solo; entré a estudiar mi doctorado; viajé por primera vez a Europa donde me lo pasé bomba; y (je) escribí una novela. Novelita, si quieren.

Ah, y me compré mi televisión de 46″.

Así que creo que fue un año bastante productivo; ciertamente estoy muy contento de lo que logré este año.

¿Qué será de mí este año? No tengo idea; pero espero poder ya comenzar a poner algo de orden a mi vida sentimental. Digo, estoy bien con mi familia, tengo cuates fabulosos, mi vida profesional parece que ahí va, e incluso en el sentido material no me falta nada realmente (o casi; un verdaderamente buen sistema de sonido 5.1 no me caería mal). Así que tener alguien especial con quien poder compartir esta (no por nada) fabulosa vida no estaría mal.

Estoy trabajando en ello.

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La Meyer

En mi familia, el estar encerrado probablemente enfrente de una computadora (máquina de escribir hace unas décadas), es algo que se puede considerar normal.

Recuerdo muchas veces en mi niñez viendo a mi papá o a mi mamá encerrados durante días trabajando sepan ustedes en qué tesis de quién sabe qué grado, o qué artículo o qué libro. Ahora cada uno de nosotros (mi papá, mi mamá, mi hermano y yo) vive solo y cada quién rodeado de las cosas que nos permiten estar encerrados cómodamente durante periodos prolongados de tiempo, en gran medida porque nuestros trabajos nos lo permiten y/o de hecho lo exigen.

Mi punto con todo esto es que, aunque yo en particular extraño el cine y salir a comer a restaurantes, la emergencia por la influenza realmente no nos afecta tanto como he visto a otras gentes, que ya están a punto de picarse los ojos por estar encerrados en sus casas. Yo (y mi familia) podemos estar periodos casi indeterminados de tiempo encerrados leyendo, viendo televisión y películas, oyendo música, jugando en el PS3, navegando, programando, etc. Yo al menos no me siento para nada desesperado. Todavía.

Pero no es de esto de lo que quiero hablar; quiero hablar de Stephenie Meyer.

Como paso más tiempo en mi casa, de las cosas que hice fue terminarme de chutar las novelas de Twilight. Después de ver la película, que apesta, decidí echarme la novela… que apesta aún más. Por alguna razón que todavía no termino de comprender, agarré la segunda novela y decidí que era también basura. Sorprendiéndome a mí mismo tomé la tercera y me la chuté de principio a fin. Sí, también es basura; como lo es la cuarta, que contra toda lógica también me leí sin darme muchas pausas.

Y lo sigo sosteniendo; las novelas de Twilight de Stephenie Meyer son basura. Pero (¡maldición!) son increíblemente entretenidas además de (y esto es como kryptonita para mí) llenas de romance. Romance escrito por y dirigido a adolescentes pendejas y calientes, pero romance al fin y al cabo. Me gusta el romance. Y bueno, para qué me hago güey; a veces parezco adolescente pendeja y caliente.

La Meyer además, por predecible que sea y por intrascendente que sea su prosa, tiene un sentido del humor muy bueno; sus novelas me hacen reír fácilmente. No me emocionan realmente, no me ponen en suspenso. Pero sí me hacen reír. Y de verdad, a mí el romance divertido me mata completamente.

La tercera novela de Twilight en particular me tuvo botado de la risa, y fue la que más cerca estuvo de emocionarme cuando Bella descubre (pinche vieja; lenta y pendeja) que está enamorada de Jacob. Eso fue divertido.

Por supuesto las novelas pierden mucho para mí por la pendeja infatuación que Bella tiene por Edward, y que al final elija al aburrido vampiro en lugar del rebelde y agresivo hombre lobo. En mi vida podría identificarme con Edward (me da mucha hueva), pero sin duda puedo identificarme con Jacob Black. Es indio y usa el pelo largo; no tenía muchas opciones.

Como sea, acabadas sus novelas pendejas de vampiros, agarré su novela pendeja de ciencia ficción: The Host. Por si se lo preguntaban: sí, también es basura. Y sí, también es muy entretenida. Y sí, también tiene mucho romance.

Leer lo que escribe la Meyer es como comer lo que se cocina en McDonalds; no le hace a uno bien, es lo contrario de sustancioso, y sin duda alguno uno puede encontrar muchas cosas mucho mejores. Pero a veces es rico, y un poco un placer que lo hace a uno sentirse culpable.

Me recuerda un poco a Corín Tellado (que descubrí con sorpresa me dolió enterarme había muerto el mes anterior), quién escribió (literalmente) miles de novelas. Todas y cada una de ellas basura. Yo me chuté decenas de sus ridículas novelitas, hasta caer en cuenta que de verdad eran muy malas.

En ese sentido, al menos la Meyer agrega algo de sarcasmo y humor negro a las narraciones de sus personajes. Que, en general, son adolescentes pendejas y calientes… o al menos se portan como tales.

Así que no, no recomiendo sus novelas. A menos que (como yo) de repente sean o se porten como adolescentes pendjas y calientes.

Lo que verdaderamente me desconcierta es que estoy esperando con ansia una continuación de The Host. Incluso con más ansia que las novelas de Eragon.

Que también son basura, por cierto.

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La Ciudad aletargada

Hoy salí a comer con mi amiga Mónica. Como era de esperarse el tráfico era muy reducido, y la mayor parte de la gente que vi en las calles traían puesto un tapabocas.

Anduvimos dando vueltas por varias partes; en primer lugar porque no había muchos lugares para comer abiertos, y en segunda porque tenía cosas qué hacer en Ciudad Universitaria (igual que la Ciudad, aletargada pero viva) y en Tlalpan.

Y he aquí porqué me gusta tanto esta Ciudad de México que tanto quiero; no es la arquitectura, no es el número de restaurantes, cines y teatros.

Es la gente.

La gente que vi, aunque algunos sin duda alguna preocupados, seguía tranquilamente su rutina normal (o tan dentro de lo normal que se puede estar cuando somos el epicentro de una alerta de pandemia nivel cuatro, según la OMS). No histeria, no pánico. Siempre lo he dicho; la gente de esta Ciudad es de las más cívicas de todo el país.

Incluso fuera de los hospitales (pasé cerca del complejo de hospitales de San Fernando) vi a la gente haciendo cola tranquilamente para ser atendidos o esperando familiares, platicando, algunos incluso bromeando.

Las grandes tragedias siempre han sacado lo mejor de la gente de esta Ciudad. Ahora no sabemos exactamente cómo va a acabar todo esto, pero aquí la mayoría (que no todos; nunca faltan histéricos y alarmistas) está sosteniendo las cosas de la mejor forma que puede.

Hasta chistes hacen al respecto (como siempre; es parte de lo que los mexicanos hacemos).

¿Qué le dijo la Ciudad de México a la Influenza?

“Mira cómo tiemblo.”

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La normalidad

Después de dos semanas en la Majestuosa creo que ya estoy regresando a la normalidad. Sólo se me medio olvidó actualizar el blog porque estaba escribiendo el reporte de lo que hice en Barcelona. Y otras cosas.

A partir de ahora este blog regresa a sus diatribas habituales.

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Casa

Llegué ayer a mi hermosa Ciudad, pero por alguna razón Xochitl no respondía y entonces no pude escribir hasta hoy.

Regresé del que fue, sin duda alguna, el viaje de mi vida y no puedo alcanzar a explicar lo mucho que significó para mí y lo bien que me lo pasé. Creo que regreso distinto a como me fui, y (todavía más importante) creo que el cambio fue para bien.

De Europa no me queda mucho más qué decir; quiero regresar, y espero poder hacerlo pronto. Pero más que los lugares que visité, lo que sin duda fue lo mejor de este viaje fue la gente con la que visité dichos lugares; la gente que conocí, los nuevos amigos, los nuevos colegas.

También puedo sin muchos problemas calificar cuánto me gustaron las cuatro ciudades que conocí en Europa; me gustó más Madrid que Barcelona, y me gustó más Londres que París. Eso no quiere decir que París y Barcelona no me gustaran; me encantaron… sólo me gustaron más Londres y Madrid.

Además, y sin duda alguna, me sigue gustando más que todas mi hermosa Ciudad de México, que no tienen idea de qué feliz me hizo regresar a ella. Casi brincaba de gusto en el avión. Este viaje me convenció de algo que yo ya sospechaba; mi Ciudad no tiene nada qué pedirle a cualquier otra ciudad grande del mundo. Y en lo particular para mí sigue siendo mi preferida.

(Ahora voy a esperar con paciencia a los tarados que quieran convencerme de que estoy equivocado, que cómo puedo preferir a la Ciudad de México, cuando por definición estoy en lo correcto porque estoy hablando de mis gustos… pero está bien, voy a ignorar alegremente todos esos comentarios).

Ah, y sólo para acabar de hablar de los lugares: estoy muy contento de (casi) sólo haber ido a ciudades. No tengo el más mínimo interés en conocer pueblos; yo soy de ciudad (y de la Ciudad de México), y en las grandes ciudades me siento siempre a gusto. Los pueblos de verdad no es lo mío (y eso que al único que fui era particularmente bonito).

El viaje fue significativo, repito, por la gente que ahí conocí. Pero también entendí que la gente de Europa es básicamente igual que la gente en México, o Los Ángeles, o (supongo) cualquier otra parte del mundo. Claro que las personas de cada nación y ciudad tienen sus propias idiosincrasias; pero en lo que importa (o al menos lo que a me importa), todos nos comportamos básicamente de la misma manera. Y me cayeron bien los europeos porque se cruzan los altos si ven que no viene ningún carro.

Así que concluyo repitiendo que este viaje fue maravilloso, y en gran medida por toda la gente con la que conviví en él. Y aunque me encantó Europa y espero regresar, si me preguntan mi opinión sincera del Viejo Continente yo voy a responder como Fermina Daza en El Amor en los Tiempos del Cólera.

Es más la bulla.

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La Ciudad Luz

Después de cuatro agitados (y cansados) días en Londres, ahora estoy en París, con mi buena amiga Hilda.

Mi plan original de pasar cuatro días en Londres y cuatro en París para aprovechar al máximo mis 90 días en la Unión Europea (no puedo estar más de 90 días seguidos sin pedir visa) suena ahora un poco idiota, porque descubrí al entrar a Inglaterra que de hecho ya había salido de la Unión Europea. Lo que quiere decir que, si así lo hubiera querido, me hubiera podido quedar semanas en Londres y semanas en París.

Pero la verdad no me arrepiento; no sólo porque no quiero abusar de la hospitalidad de mis anfitriones, sino además porque la verdad ya estoy agotadísimo. Las demandas del viaje se han ido acumulando, y ya ahorita ando como zombie no importa cuánto tiempo duerma (que de todas formas tengo que dormir poco para aprovechar mis días aquí). Así que espero ya con ansias regresar a México y poder descansar indiscriminadamente al menos una semana.

Pero mientras hoy tocó la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo (otro cuantos cientos más de fotos a las miles que se han acumulado durante este viaje), y mañana será el Louvre; si me da tiempo Notre Dame también. El viernes ya veré qué escogeré de las decenas de opciones que tengo disponibles.

Luego el sábado veré algunas cosas más, y en la tarde volaré de regreso a Barcelona donde veré a mi cuate y colega Ruy, y supongo que nos emborracharemos en el Irish Pub y terminaremos la noche en el Shabby Place. Y el domingo en la mañana de regreso a México.

Como ya se acabó mi novela, no espero escribir nada más hasta que vuelva a México; el PDF de la misma y la página especial que haré para ella tendrán que esperar también. Así que no se extrañen de ver esto ligeramente abandonado unos días.

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En el lado incorrecto de la carretera…

Ahora estoy en Londres, quedándome con mi fabulosa prima Elena. Me tomé el resto de la tarde para descansar (llegué a las 3:30 PM, después de levantarme a las 6:30 AM al final de cinco o seis días particularmente intensos y emocionalmente pesados), y mañana empiezo mi recorrido por esta ciudad de casi dos mil años.

Lo único es que cada vez que veo los carros, necesito recalibrar mi cerebro a la idea de que aquí conducen a la izquierda. Así que todo parece estar al revés.

Que es como estar de cabeza, pero de lado.

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It’s alive!

Xochitl tuvo a bien morirse el viernes en la noche, y dado que el fin de semana casi nadie va a la universidad, y que yo estoy a 9,500 kilómetros de distancia, no hubo mucho que pudiera hacer al respecto.

Perdón por la interrupción en el servicio.

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Los hotcakes

Total que en Europa no hay hotcakes.

Por más que busqué y busqué, no es posible encontrar hotcakes “Aunt Jemima” en ningún lado; mi cuate Víctor me dice que él hizo la misma infructuosa búsqueda cuando se mudó a Alemania, y que debía aprender a hacerlos a pie.

Así que conseguí la receta (básicamente se necesita levadura para que la cosa funcione), y me lancé al reto de hacer hotcakes. Y fallé miserablemente; quedaron pasables en cuanto a sabor, pero salieron delgaditos delgaditos, y además se veían horribles. Ya sé que eso no debería importar, pero de verdad daban incluso desconfianza.

Dejé pasar unas semanas y lo volví a intentar, aprendiendo de mis errores. Salieron tan bien, que decidimos hacer un “brunch” tipo buffet, y yo colaboré con unos cuantos hotcakes.

Los hotcakes

Los hotcakes

El “brunch” estuvo divertido, y probé algunas cosas interesantes (aquí le ponen leche a los huevos revueltos… de lo que uno viene a enterarse). Y estuvo todavía más divertido porque Jiří Matoušek nos acompañó; el tipo es cagadísimo.

El primer curso intensivo terminó ayer, y la próxima semana comienza el siguiente, pero este fin de semana voy a utilizarlo para visitar Madrid con un cuate del curso. Va a ser una visita relámpago (no tengo tiempo de más), pero espero aprovecharla al máximo.

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Cuatro años

Ayer presenté en lo que estoy trabajando al resto de los estudiantes del curso; creo que me fue muy bien, pero por estar haciendo la presentación olvidé que el 26 de enero cumplí cuatro años de estar escribiendo el blog.

Algunas estadísticas:

  • 1,260 entradas; casi 50% más que las que había en estas fechas hace un año. Mucho tiene que ver que el año pasado escribí al menos una entrada por día.
  • 12,874 comentarios; casi el doble de comentarios que había el año pasado, lo cual me alegra mucho.

Como sigo en Barcelona, y aquí estaré hasta finales de Marzo, no voy a actualizar el blog muy seguido; pero al menos mi novela seguirá siendo publicada cada 4 ó 5 días.

Y una vez más, muchas gracias a todos los lectores que me siguen, y en particular a los que se toman un momento para dejarme un comentario. Incluso si al final no lo apruebo.

Vamos a ver cómo sale el primer quinquenio de mi blog.

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Vientos huracanados

Ayer (técnicamente hoy) fui de los primeros en irme a dormir, después de haber estado varias horas platicando y tomando vino y whisky, y caí como tapa de excusado en mi cama. En la mañana varios ruidos extraños me despertaron, y yo (todavía borracho) pensé “¿pero qué carajo andan arrastrando allá afuera?” Y acto seguido me volví a dormir.

Cuando desperté en serio (con mi primera cruda desde que llegué, si bien no muy grave), los ruidos continuaban, y hasta ese momento me di cuenta de que todo lo que había estado oyendo era el viento. Con horror descubrí que no había luz, así que me bañé y salí para ver si podía conectarme en la oficina que tenemos disponibles los estudiantes del curso en el CRM.

En el camino comencé a percatarme de la gravedad de las cosas cuando vi dos árboles grandes que habían sido partidos en dos por la fuerza del viento.

Llegué al edificio del CRM para descubrir todo cerrado, y entonces comencé a preocuparme; ando retrasado en mi trabajo, y no tener red complica absolutamente todo. Me estaba regresando cuando alguien de seguridad paró su camioneta y me preguntó que qué hacía ahí. Le dije que había tratado de ir al CRM, y él me dijo (muy serio) que el campus estaba siendo evacuado; que me fuera para mi casa. Le dije que me estaba quedando en la Vila, y él me dijo que pues para allá me fuera.

En el camino encontré una chava, y le dije lo que el tipo de seguridad me había dicho. Ella a su vez me contó que los trenes estaban parados, así que ahí me enteré de que estaba atrapado en la Vila, y que no habiendo electricidad no podía hacerme de comer porque las estufas son eléctricas. La chava era de Galicia, por cierto; la primera gallega que conozco.

En la Vila encontré a varios de mis cuates, y nos reunimos en el cuarto de dos de ellos para discutir qué podíamos hacer. Y me comí (frío) un espagueti con camarones que había hecho el día anterior. Platicando con ellos caí en cuenta de que el resto de mis camarones (sólo pude comprar un kilo, no venden menos; pero está bien, es baratísimo) se estaba descongelando, así que como estábamos viendo qué comer que no necesitara fuego o ingredientes que no pudiéramos conseguir en el supercito cerca de la Vila, sugerí que yo haría coctel de camarones.

No quedó tan rico como esperaba, pero a mis cuates les encantó. Espero poderles hacer luego la versión buena; no tenía ni chile, ni limones, ni aguacate. Así que realmente les di camarones con catsup y tantito jitomate y cebollas picados.

Mientras comíamos la luz por fin volvió, y las cosas se están normalizando; aunque no sabemos si el tren volverá a la normalidad mañana. Eso significa que se cancela el viaje que teníamos pensado a Montserrat, pero la verdad me alegro, porque hoy por las dificultades técnicas no trabajé casi nada.

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El magnesio barcelonés

Al estar albergados en la Vila Universitària tenemos a nuestra disposición un gimnasio bastante bien equipado, ridículamente cerca (obviamente), y (posiblemente lo más importante) completamente gratis.

Así que hoy fui temprano a usarlo, porque por distintas circunstancias no he hecho ejercicio en más de seis meses.

Me duele todo. Espero que mi forzada inmovilidad me haga concentrarme más en el trabajo intelectual.

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Realeza, de hecho

Ayer estaba saliendo de un seminario en la Universitat Politècnica de Catalunya, cuando vi pasar a una chava. La chava me miró. Yo la miré. Nos miramos. Y entonces me acerqué a abrazarla; era mi amiga Amanda.

Ella estudió en la Facultad de Ciencias, así que no es tan raro encontrármela aquí. Pero la conozco desde que estudiaba en el CCH, desde que los dos teníamos quince o dieciséis años, y no la veía hacía mucho tiempo, así que sí me sorprendió encontrármela del otro lado del charco. Está terminando el doctorado, y se casó y tiene un hijo, y espera otro, lo cual todavía me saca un poco de onda porque la imagen que tengo de ella está fuertemente ligada a mi adolescencia.

Y luego en la noche salimos a comer “patatas” bravas (que de bravas tienen lo que yo de güero… aunque ciertamente estaban ricas), y nos acompañó una chica austriaca que no está participando en el curso. Resulta que su abuela era hermana de la segunda esposa de Franz Ferdinand… o algo así.

Así que ayer me encontré en Europa con una amiga de la adolescencia, y me codeé con auténtica realeza europea.

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Trocitos de datos

  • El edificio donde estoy tiene siete pisos.
  • El metro cuesta más caro si recorres más distancia.
  • Mi piso es el nueve.
  • A todo mundo que he hablado en español, me ha contestado amable y cálidamente en español.
  • El primer piso del edificio es el tres.
  • Para saber cuánta distancia recorres en el metro, metes el boleto al entrar y al salir.
  • Todos los participantes del curso alojados en el piso nueve son mujeres. Excepto yo.
  • Sólo he estado en la Universidad y en la zona turística de Barcelona.
  • Todos los participantes hombres del curso están en el piso ocho. Excepto yo.
  • No en todas las estaciones necesitas el boleto para salir.
  • Todos los participantes del curso tienen compañero de cuarto. Excepto yo.
  • El metro cuesta diez veces más que en México, así recorras una estación.
  • A nadie le quieren cobrar una habitación doble completa. Excepto a mí.
  • La chistorra cuesta un euro. Como medio metro de chistorra.
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