…ajá, debes alinear tus chakras y entonces se te abrirá el tercer ojo… entonces aparecerá el dragón azul, y a él ya le pides lo que quieres y como si fuera Aladino, fuuuush, en chinga te lo cumple…

Porque a veces tienes tantos pensamientos, que te gustaría sacarte algunos de la cabeza.
Resulta que tengo vida…
…ajá, debes alinear tus chakras y entonces se te abrirá el tercer ojo… entonces aparecerá el dragón azul, y a él ya le pides lo que quieres y como si fuera Aladino, fuuuush, en chinga te lo cumple…
Hay cosas que yo sencillamente no hago. Una de ellas es salir de la Ciudad durante las vacaciones de semana santa. Varios conocidos míos dirían, algo cínicamente debo agregar, que yo nunca quiero salir de la Ciudad; y hasta cierto punto tendrían razón.
Pero en semana santa es todavía más extremo; de verdad tendrían que darme razones muy poderosas para que me pudieran convencer de salir de la Ciudad en estos días. Y digo que tendrían que darme, porque obviamente nunca saldría de mí la idea.
En otras fechas puedo sin ningún problema salir de mi Ciudad. No necesariamente me va a agradar la idea, pero sin problemas puedo hacerlo. En semana santa va casi en contra de mis principios.
No sólo es un infierno entrar y salir de la Ciudad estos días; además son justo los días cuando más chido es andar paseando por la Ciudad, si uno acepta alegremente la idea de que un montón de cosas estarán cerradas.
De hecho, no creo haber salido de la Ciudad durante ninguna de las semanas santas de mi vida.
Como sea, este año no fue excepción; lo que sí es que no salí a ningún lado porque me quedé a trabajar (ya saben, el doctorado y la chingada). Pensé que tendría (como suele ser el caso) paz y tranquilidad para trabajar sin interrupciones.
Hasta que, claro, ayer en la noche uno de mis vecinos decidió tener una mega fiesta. Para ser sincero, no sé si fue mega; pero sí fue muy ruidosa. Con lo cual en general yo no tengo problemas; el problema es que se la pasaron cantando todo el tiempo.
Y sus habilidades de canto eran, por decir lo menos, básicamente inexistentes.
Supongo que podría haber sido peor.
Hoy doné sangre. De nuevo. Eso fue cansado, pero no realmente mucho.
Luego fui en camión y regresé en carro de Pachuca. Eso fue cansado también, pero tampoco mucho.
Y ya luego me cansé. Me duele todo.
Y ahora que de verdad tengo suficientes cosas de qué hablar, me encuentro (y ustedes, queridos lectores, sabrán bastante bien es algo muy raro) literalmente sin palabras.
A punto de salir de regreso para la Ciudad, pondero acerca de este coloquio, el segundo al que atiendo. Fue una semana particularmente interesante; fabulosa en casi todos los aspectos, algo dolorosa en algunas.
Pero antes que nada, me alegro de que al fin y al cabo yo estoy en control de mi vida… o al menos tanto como puede estarlo alguien normal.
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.
Hace cinco años escribí la primera entrada en mi blog. Durante estos cinco años mi blog ha sido una parte importante, si bien no fundamental, de mi vida.
Podría ponerme a ponderar acerca de lo que significa el tener cinco años escribiendo aquí, pero ando medio ocupado… y la conexión a Internet del CIMATEL apesta.
Así que sólo diré que mi blog ha cumplido su propósito fundamental; permitirme el tener un lugar donde puedo escribir las pendejadas que me cruzan por la cabeza, por el simple placer de escribirlas. Y una vez más agradecer a los lectores que me siguen, aunque (como siempre) debo dejar bien claro que no es por ellos (ni por nadie) que escribo en el blog.
Como la mayor parte de las cosas que hago en la vida, lo hago únicamente porque se me da la regalada gana.
Hoy fui a Ciudad Universitaria, con uno de los climas más locos que yo recuerde en mi hermosa Ciudad. Vientos huracanados, un solesote que iba y venía de acuerdo a los caprichos de las nubes que lo tapaban, y lluvia esporádica (incluyendo que cayera a veces mientras el solesote estaba ahí).
Mientras caminaba a mi carro viniendo del IIMAS, una ráfaga de viento azotó los árboles del Circuito Universitario, y yo cerré los ojos por el viento y hojas que levantó en su vuelo. No dejé de caminar, pero escuché un ruido extraño detrás de mí, y me volví para ver qué había sido.
Justo donde yo había estado un par de segundos antes, una enorme rama de un árbol yacía ahora, arrancada sin duda por el viento. No sé cuánto pesaría, pero dudo que hubiera sido divertido que me cayera en la cabeza.
Eso estuvo bastante cerca.
El miércoles la temperatura era de 14°C. Ayer fue de 13°C. Hoy es de 12°C.
A este paso, en dos semanas va a nevar.
Una vez más, les deseo un feliz año nuevo a mis lectores. Generalmente escribo esta entrada en las últimas horas del año viejo, pero hoy la celebración con mi familia estuvo particularmente entretenida.
Espero que este año les vaya mejor que el anterior; yo tengo exactamente un propósito de año nuevo, que espero cumplir. Bueno, es uno y medio; lo que pasa es que el segundo no depende únicamente de mí, y entonces no lo cuento como uno entero.
Feliz año nuevo.
(Claro, no fue lo único que hice en las vacaciones… pero ciertamente fue muy divertido.)
Pagueni cabena espadaguime
Pagueni cabena neshalulu
Jushila kar de nanga espidolo
Jushila kar de nanga espidolo
Nanga ti feo, ti feo ninameni
Neguidubi das indommen
NeseshedanameniSi alguien te habla de mi, mi negrita
Si alguien te habla de mi en tu presencia
Diles que yo soy tu negro santo
Diles que yo soy tu negro santo
Yo soy un feo, un feo que sabe amar
Con todo su corazon y que no te ha de olvidar
Total que llevaba pensado escribir cómo la última semana había sido la peor de mi vida, cuando caí en cuenta de varias cosas. En primer lugar, de que la peor semana de mi vida era bastante inofensiva; me explico: mis seres queridos están sanos y bien, mi vida profesional está estable, yo estoy sano, etc., etc. En ese sentido, la peor semana de mi vida es irrisoria para muchísima gente en este planeta que tiene cosas muchísimo más graves y terribles de las cuales quejarse.
Eso me hizo ponerme a pensar si realmente había sido la peor semana de mi vida, o si sólo estaba azotándome y siendo melodramático. Que siendo justo, no es mutuamente exclusivo; puede ser que en verdad fuera la peor semana de mi vida, y que encima de ello yo esté azotándome y siendo melodramático.
Pero después de analizarlo, resulta que sí; la pasada fue la peor semana de mi vida. Y después de hacer un análisis de ese estilo, sólo una conclusión puedo sacar: soy increíblemente afortunado. Que el evento que ocurrió la semana pasada desencadenara la peor semana de mi vida quiere decir que nada más grave me ha ocurrido nunca, y debería dar gracias a dios por eso.
Claro que, siendo ateo, no agradezco ni madre. Pero sí reconozco lo afortunado que soy.
Soy tan afortunado, que de hecho hoy comenzaron a acomodarse las piezas para que todo pueda resolverse satisfactoriamente para mí. No que de hecho vaya a resolverse satisfactoriamente para mí; pero siendo como soy eternamente optimista, no puedo menos que imaginar un feliz desenlace a todo esto.
Así que no sólo terminó la peor semana de mi vida (que, además, no fue una semana, sino seis días), sino que el hecho me hizo notar lo afortunado que soy, y la multitud de cosas buenas que tiene mi vida.
Es bueno estar vivo.
He muerto de fiebre en los médanos de Singapur.
Después de platicar un rato con mi mamá por teléfono, hace unos días:
Yo: Y otra cosa; no te había querido decir inicialmente, pero quiero que sepas que estoy… contento. Muy contento.
Mamá: ¿Ya tienes novia?
Yo: Es… complicado.
Mamá: ¿Ya tienes novio?
Yo: Mamá, no soy gay.
Mamá: …
Yo: Pero ahora que lo mencionas, qué guapo está el indio de New Moon.
:
Leo Striptease porque, bueno, se llama striptease. Aunque a la fecha no ha habido ningún striptease, así que sigo esperando que me regresen mi dinero.
Como sea, es a veces divertido; la verdad no siempre. Pero la última tira me gustó bastante.
Dos cosas vienen a mi mente:
Hace unas semanas estaba en mi casa sin hacerle daño a nadie, cuando suena el teléfono. Eran los de Bancomer, para decirme que su sistema había “detectado” que el plástico de mi tarjeta tenía defectuosa la banda.
En general no habría puesto en duda su sabiduría; el problema es que yo nunca uso el plástico de mi tarjeta Bancomer. Todas las operaciones que realizo con ella son a través del portal en línea del banco. Y de hecho, sólo realizo una operación al mes; agarrar todo el dinero que Conacyt me deposita, y transferirlo a otro banco.
Así que es sencillamente imposible que detectaran que el plástico estaba defectuoso, porque nunca uso la tarjeta físicamente. Le hice saber esto a la señorita que me llamó, y cada vez que yo le preguntaba cómo era posible que supieran el estado físico de mi tarjeta si ésta para motivos prácticos nunca sale de mi cartera, ella me contestaba que sabían “porque eran Bancomer”.
Sus habilidades telepáticas y telequinéticas son sorprendentes, al parecer.
Le dije a la señorita que me aguantara un minuto, y me metí a mi cuenta a ver mis operaciones, justo para saber si la había usado en algún momento en los últimos meses. Como yo ya sabía, no lo había hecho.
Cuando regresé al teléfono la niña del otro lado nunca me volvió a contestar, así que sencillamente colgué. Hoy que traté de ver el estado de mi cuenta, el sistema en línea me dijo que mi tarjeta había sido reportada como robada y/o extraviada. Llamé al banco, y me dijeron (de nuevo) que era porque habían detectado que el plástico estaba defectuoso.
De verdad no voy a poder dormir los próximos cinco años tratando de descifrar cómo carajo el banco puede detectar el estado físico de una tarjeta cuya banda magnética no ha sido pasada por ningún lector en meses.
Además me dijo que después de que me llamaron, el sistema automáticamente comenzó un conteo para reportar mi tarjeta como robada y/o extraviada, que yo podía haber hecho algo durante ese tiempo. Nadie me dijo de dicho conteo.
Total que tengo que ir al banco por un nuevo plástico, que dentro de todo este surrealismo kafkiano por suerte me lo darán ese mismo día; pero sigo sin entender cómo carajo pueden saber el estado físico de mi tarjeta sí nunca la saco de mi cartera; estoy bastante molesto porque nadie me supo decir bien nunca qué tenía o podía hacer (además de que la chava que originalmente me llamó terminó abandonándome en la línea); y además yo nunca autoricé que se reportara como robada y/o extraviada mi tarjeta.
Pero bueno. Al menos no me ocurrió un viernes en la tarde necesitando dinero con urgencia.
Desde hace unos tres años veo House, porque el personaje principal, Gregory House, es probablemente mi personaje favorito en televisión. O al menos ahí se va con William Adama.
Me gustaría pensar que soy un poco como House, pero no me engaño; no soy lo suficientemente listo, ni lo suficientemente desapegado emocionalmente. Pero con el último episodio sí sentí una identificación muy grande con el personaje:
House: I’ve decided what I’m gonna do about Cuddy and Lucas.
House: I’m going to break them up.
Wilson: Of course.
House: It’s given me a purpose in life, a goal, a raison d’etre.
Wilson: Albeit a selfish, mean-spirited, childish raison.
House: I think of it more as benevolent.
House: There’s only two possible outcomes for their relationship.
House: They split, or they stay together forever.
House: If it’s split, then the sooner it happens the better for everyone.
House: If it’s stay, then my meddling won’t matter.
House: In fact, if they survive it, it might even make their bond stronger.
Wilson: How you manage to elevate your narcissism to beneficence
is masterful.
Y previsiblemente no pude evitar todo el día de hoy estar sonriendo. Tal vez me estoy adelantando un poquito a los hechos, pero ciertamente tengo motivos para estar más contento de lo que he estado en muchos meses, tal vez años.
Como las palmeras, borrachas de sol.
Heaven… I’m in heaven,
And my heart beats so that I can hardly speak.
And I seem to find the happiness I seek,
When we’re out together dancing cheek to cheek.