Mi trabajo ideal, del cual firmé mi contrato hace poco más de un mes, es por supuesto como Profesor de Carrera Asociado C de Tiempo Completo en el Departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Universidad Nacional Autónoma de México
ただいま。
De verdad me encantaría poder decir que cuando salió la convocatoria para la plaza (de hecho salió una convocatoria para doce plazas, cosa que no había ocurrido en décadas en la Facultad), y que yo metí papeles para la misma, que todos los profesores de Ciencias de la Computación (la mayor parte de los cuales me dio clases siendo yo estudiante) inmediatamente reconocieron que yo era el mejor candidato para ocupar dicha plaza.
Eso no fue lo que ocurrió. Es por ello que aunque la convocatoria se publicó en julio de 2014, yo no recibí mi cubículo sino hasta finales de abril de este año. La demora para que firmara mi contrato se dio por el monstruo burocrático que es la UNAM; y sinceramente no me extrañó, conociéndola.
(Por cierto; dato interesante de mi cubículo. Cuando era ayudante en mi carrera poco después de la huelga, nos tenían amontonados en el cubículo 031 del Departamento de Matemáticas; siendo como soy, yo básicamente tomé posesión del 031 y ahí medio viví durante un par de años. Hace poco, y porque el Departamento de Matemáticas necesitaba espacio para acomodar a los nuevos profesores contratados, decidieron tomar los cubículos 030 y 031 que eran grandes, y crear tres nuevos cubículos de tamaño normal tirando a pequeño; el 030, 031 y 032. Por esas casualidades que sólo me pasan a mí, me dieron a escoger qué cubículo quería, y cuando dijeron que el 031 estaba disponible de inmediato lo pedí. Así que me encuentro en el mismo lugar donde empecé mi vida como docente; lo cual me parece una buena señal.)
Yo obviamente supongo que algunos de mis ahora colegas actuaron de buena fé y de verdad creían que algún otro candidato tenía más méritos que yo para ocupar la plaza; pero debo dejar perfectamente claro que, por supuesto, yo estoy seguro de que era el mejor candidato. He dado clases aquí desde 1998, tengo mucha experiencia laboral en el mundo real, y además hago investigación y tengo publicaciones (e iré teniendo más; voy bastante avanzado en varias, de hecho).
La dicotomía académica en la discusión en torno a la plaza que gané giraba respecto a qué necesitaba mi carrera; si necesitaba un muy buen investigador que pudiera dar clases, o si necesitaba un muy buen profesor (especialmente de las materias obligatorias de los primeros semestres) que hiciera investigación. Desde la segunda perspectiva, de verdad casi nadie me gana.
¿Por qué es éste mi trabajo ideal? Básicamente porque es lo que he venido haciendo (con algunas interrupciones) desde hace casi veinte años, nada más que ahora bien pagado, y con los recursos (y no hablo nada más del dinero) para hacerlo aún mejor. De aquí a que muera (o me jubile) daré clases, dirigiré tesis, presentaré trabajos en congresos, publicaré artículos en revistas y libros de texto, y haré difusión de la ciencia.
Repito; lo que he venido haciendo desde hace casi veinte años que por primera vez fui ayudante de laboratorio, en agosto de 1998.
No es 100% seguro que tenga este trabajo hasta que muera; estoy contratado por un año, al final del cuál un comité evaluará si cumplí lo que me comprometí a hacer en mi plan de trabajo. Si dicho comité determina que así fue, me volverán a contratar. Después de algunos años así podré solicitar concursar para promoverme a Profesor Titular, y después de algunos años más podré solicitar concursar por mi definitividad. En otras universidades del mundo, a este tipo de posición se le llama tenure track.
(Todo esto es según mi interpretación del Estatuto del Personal Académico de la UNAM; que en verdad necesito estudiarlo con más calma.)
En cada uno de los pasos hacia mi definitividad, existe la posibilidad de que me corran. Sólo que les voy a contar un secreto: no me van a correr. Y no me van a correr porque voy a hacer mi trabajo extraordinariamente bien, porque me encanta hacerlo y soy endiabladamente bueno haciéndolo. Y si eso suena terriblemente arrogante de mi parte, lo siento mucho; siendo así es que he conseguido todo en mi vida.
La vida académica tiene muchas ventajas: no tengo ningún jefe directo (aunque en realidad debo responderle a mucha gente por muchas razones; pero con gusto tomo órdenes de estas personas); no tengo horario excepto para dar mis clases (aunque en realidad casi todos los días llego antes de las 9:00 y me voy después de las 19:00); no tengo que vestirme de ninguna manera en particular (aunque en realidad lo primero que hice cuando me pagaron fue comprar ropa); y en teoría puedo hacer lo que se me venga en gana (aunque en realidad los primeros años me tienen que aprobar mis planes de trabajo, y si no los cumplo me corren).
Estos últimos seis meses de mi vida han sido de los más intensos y felices que he tenido. He trabajado como mula (mi plan de trabajo para este primer año fue un poquito ambicioso de mi parte), pero todos los días llego a la Facultad, entro a mi cubículo, y me pongo a trabajar en las diez mil cosas que tengo que acabar, y lo hago con una sonrisa en la cara y con más ánimo que el que cualquier otra tarea me haya generado en la vida. Me detengo nada más para ir a dar clases, comer e ir al baño, y regreso de noche a mi departamento para básicamente caer como tapa de excusado sobre mi cama, aunque si puedo trato de jugar aunque sea una hora.
El salario es menor que el que podría ganar en la Iniciativa Privada o alguna institución gubernamental; pero ese es el salario base. La antigüedad lo va aumentando (y repito, he dado clases desde 1998), y hay programas de apoyo y becas para académicos que lo suben todavía más (y, por lo que tengo entendido, esos extras son libres de impuestos). Así que cada año que pasa mi salario real sólo va en aumento; y eso que no he mencionado cosas como el Sistema Nacional de Investigadores (al que solicitaré, y entraré, el año que viene) o proyectos que puedo solicitar a CONACyT.
Los que elegimos la vida académica sacrificamos muchas cosas durante muchos años (como bien suelen ponerlo los Simpsons); son años de estar ganando una miseria y estudiando y trabajando como locos, todo con la esperanza (muy lejana en la mayoría de los casos) de poder conseguir plaza en alguna universidad, y la mayor parte sencillamente no lo consigue. Y como discutí en mi entrada anterior, muchas veces los que concursan no tienen la menor culpa de no poder conseguirlo.
Yo mismo, si bien no voy a culpar únicamente a mi decisión de perseguir una vida académica, sí puedo decir que el hecho de que esté soltero y sin hijos tuvo mucho que ver con ello. Mi vida personal ha estado, figurativamente, medio puesta en pausa durante unos doce años porque no sabía qué deparaba el futuro para mí.
Ahora sí lo sé. Todavía existe la posibilidad de que me corran; pero sinceramente creo tener lo necesario no solamente para conservar mi trabajo, sino para brillar en el mismo. Para poder formar nuevos computólogos que sean excelentes programadores (y ciertamente el país necesita muchos de esos); para titular estudiantes dirigiéndoles las tesis; para generar nuevo conocimiento haciendo investigación y publicando artículos y presentándolos en congresos; y para difundir la ciencia en mi área de especialización.
Literalmente nací para esto. Se me da incluso mejor que programar (y eso ya es decir mucho), y no puedo imaginar a qué otra cosa podría dedicarme que me satisfaciera más.
Cuando me doctoré, sentí que se me quitaba un gran peso de encima, y eso obviamente me alegró; pero el hecho de doctorarme no me dio mucha felicidad que digamos. Tampoco jamás me he sentido particularmente orgulloso de que me llamen “doctor”, y de hecho aún me medio saca de onda. En cambio, el conseguir mi plaza y que me llamen, ahora sí de manera técnicamente correcta, profesor… eso sí me alegra. Mucho.
Profesor Canek Peláez de la Facultad de Ciencias en la UNAM, sin duda alguna la mejor universidad del país, y la segunda mejor de Latinoamérica (detrás de la de São Paulo en Brasil).
Eso es lo que quiero que diga mi obituario.
¿Y ahora qué sigue? Supongo que en primer lugar será destrabar la pausa figurativa en que tenía a mi vida personal; aunque antes voy a terminar este semestre, porque sí fui ligeramente ambicioso al presentar mi primer plan de trabajo, y no tengo mucho tiempo libre que digamos; menos aún porque me estoy reintegrando a trabajar en el INE de tiempo parcial.
Después, no lo sé con exactitud. Lo que sí sé es que si cumplo mi trabajo (que lo haré) tengo básicamente garantizada mi seguridad laboral; que económicamente estoy cómodo, e iré estando progresivamente más cómodo conforme pase el tiempo; y por encima de todo que me estoy dedicando a algo que me encanta hacer, y para lo que soy bastante bueno.
Cualquier otra cosa que me pudiera hacer falta en la vida se irá dando naturalmente; no tengo de qué preocuparme al respecto, y no lo haré. De lo único que tengo que preocuparme es de hacer bien mi trabajo, y de disfrutarlo mientras lo hago.
Y eso es lo que planeo hacer durante (al menos, espero) los próximos cuarenta años.
Imprimir entrada