Para los que han leído y conocen mis posiciones políticas, entenderán que obviamente nunca había ido a un grito de independencia en el Zócalo. ¿Para qué iba a ir a aplaudirle al pendejo en turno? Menos con el traidor que está todavía ahorita hasta noviembre.
Y también entenderán que obviamente este año, en esta coyuntura, tenía que ir.
Estuvo poca madre; mi único y grave error fue no llevar mi cámara, porque los fuegos artificiales estuvieron muy padres.
Fui con mi mamá, mi tía Cheli y Alvarito y María Luisa. Ellos dos son compañeros de lucha de toda la vida; gente decente y trabajadora que lleva décadas luchando desde la izquierda para cambiar al país para bien. Gente como ellos (y mis padres y muchos más, incluyendo muchísimas personas ayer en el Zócalo) son la viva muestra de que la frase esa de que tener 20 años y no ser de izquierda es no tener corazón y que tener 40 y ser de izquierda es no tener cabeza es la más grande pendejada que alguien puede decir.
Fuimos a cenar al Café Tacuba, y después caminamos al Zócalo. Eran como las 10 de la noche, y aunque había bastante gente aún no se llenaba la Plaza de la Constitución. Justo cuando nos acomodábamos relativamente cerca del asta, salió Eugenia León a cantar.
Pinche vieja estaba particularmente inspirada. La gente cantó (y en algunos casos bailó) sus rolas, y para cuando acabó me di cuenta de que la plaza ya estaba llena. Pero además lo más bonito de todo era la gente: iban familias, muchos jóvenes, y en todos lados se notaba un ambiente tranquilo y festivo (y no sólo por ser 15 de septiembre).
Poco después de que acabó la Eugenia, todo se preparó para que Encinas diera el grito. Una de las puntadas más chingonas es que la guardia de Encinas eran bomberos. Los policías luego son corruptos; los militares luego reprimen: pero los bomberos son casi universalmente queridos.
Y llevaban sus hachas.
La gente comenzó a gritar consignas. Que eso fue la otra cosa bonita de esa noche: era el grito, sí, pero además era un mitin, y además era una celebración. La gente gritó “¡sufragio efectivo, no imposición!”, “¡sí se pudo!”, “¡Encinas, Encinas!” cuando salió el gordito en las pantallas y, cuando apareció el tarado de Abascal: “¡muera Abascal, muera Abascal!”
Yo me jodí la garganta; hacía mucho que no gritaba tanto.
Para ese momento el Zócalo estaba pletórico, y entonces Encinas dio el grito: fue la locura. Porque ahí estábamos los que venimos décadas (mis padres, Alvarito y María Luisa, yo mismo desde que participé en el Plebiscito Ciudadano a los 16 años) peleando desde la izquierda para transformar este país. Ahí estábamos los habitantes de la Ciudad de México que nos habían negado siempre nuestra plaza para que diera el grito alguien que nosotros hubiéramos elegido. Ahí estábamos los que no nos vamos a dejar para que nos impongan un presidente espurio, y que estábamos celebrando lo que fue sin duda una enorme victoria política al haber mandado a Fox a que se empapara en Guanajuato (“el viejo pazguato, se fue a Guanajuato”, gritaba la banda).
El ambiente era de fiesta: no sólo por ser nuestras fiestas patrias, sino porque levantamos el campamento del Zócalo y Reforma con una celebración, con una victoria. Esta etapa del movimiento terminó triunfante, y la moral y los ánimos de la gente que participamos en él están altísimos, y seguimos decididos a no dejarnos y continuar luchando.
Yo me considero nacionalista y un patriota. Para mí, ser patriota no significa agitar una banderita y gritar “viva México” el 16 de Septiembre. Para mí ser nacionalista no significa no tirar basura (tenía un cuate que decía que los alemanes son “tan” nacionalistas, que no tiran basura para no ensuciar su nación… como si la nación fueran las banquetas; esa debe ser la definición más estúpida que he oído de nacionalismo). Para mí ser patriota y nacionalista no significa trabajar y ser honesto: en primera, eso no es suficiente. Y en segunda, yo doy por hecho que la gran mayoría de mi pueblo es honesto y trabajador; lo he visto, y estoy convencido de ello.
Para mí ser patriota y nacionalista significa pelear por el país, pelear por defenderlo y por mejorarlo. Pelear contra la injusticia y la desigualdad social. Pelear contra el racismo y el clasismo. Desde cualquier frente: sin duda hay panistas y priistas que toda su vida han peleado por el país.
Pero ayer casi todos los que estaban en el Zócalo eran sin duda patriotas y nacionalistas. Y de izquierda.
Viva México. Porque lo amamos, porque nos preocupa nuestro país y sobre todo su gente, vamos a seguir peleando.
Como toda la vida, como siempre.
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