Hoy fue particularmente interesante la columna de Jaime Sánchez Susarrey en Reforma. Tanto, que me voy tomar la libertad de reproducirla aquí tal cual aparece en la página de Reforma; no sé si viole alguna ley al hacerlo, pero si sí espero que no sea muy grave y que no me demanden. Reproduzco la columa de Sánchez (le quito el Susarrey ya que él le quita el Obrador a AMLO y le dice López) porque no se puede entender del todo lo que voy a decir más adelante sin ese contexto.
Siete ingenuidades
- Esta es una elección como las otras. El país no se hace y se deshace cada seis años. Así que no importa quién gane. México seguirá avanzando.
Falso. Esta no es una elección como las otras. Lo que está en juego es todo el proceso de modernización y, con ello, el futuro de México. La victoria de AMLO (o de MALO, según su acta de nacimiento) implicaría un giro de 180 grados. Equivaldría al regreso del viejo PRI, el de Echeverría y López Portillo. Con un agravante adicional: López Obrador es un líder popular que no se detendrá ante nada ni ante nadie.
- AMLO no come lumbre. Una vez en la Presidencia de la República moderará sus posiciones. Sabe que hay que ser prudentes con la política económica. Al final, terminará aceptando las coordenadas de los organismos internacionales y negociará con ellos.
Falso. Para entender a López Obrador hay que recordar una frase de Mao: la política debe estar al mando del fusil, y otra de Lenin: la política es economía concentrada. AMLO regirá sus decisiones económicas por objetivos políticos. Su prioridad será distanciarse del “modelo neoliberal” y hacer que la población sienta una mejoría tangible e inmediata. Para hacerlo utilizará todos los recursos del Estado. El incremento del gasto y del déficit fiscal se puede dar por descontado.
- No importa que AMLO gane la Presidencia de la República. Él, como cualquier otro, se enfrentará a un Congreso dividido en tercios. El PRD no será la fuerza mayoritaria y el Presidente se verá obligado a negociar.
Falso. López Obrador no tendría el 2 de julio mayoría en el Congreso, pero podría forjarla fácilmente en los meses posteriores. La victoria de AMLO y el fin del PRI son la misma cosa. Lo estamos viendo desde hace tiempo. Los priistas no tienen empacho ni complicaciones para sumarse a la causa de Andrés Manuel. Lo sienten, por razones evidentes, como uno de los suyos. Además de que desde la Presidencia de la República se trabajaría a marchas forzadas para forjar con ellos ese bloque mayoritario.
- México es un país de instituciones fuertes. La separación de poderes es un hecho. Frente al Poder Ejecutivo está el Poder Judicial. AMLO no podrá ni querrá enfrentarse a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ya en la Presidencia se moderará y dejará atrás los arrebatos.
Falso. Una de las convicciones más profundas de AMLO es que cuando hay contradicción entre la Justicia y la Ley hay que optar por la primera y reformar la segunda. Ese fue el principio que utilizó en el caso de El Encino y del Paraje San Juan. Además, está convencido de otras dos cosas fundamentales: a) Mariano Azuela, presidente de la SCJN, fue parte del complot en su contra; b) la reforma del Poder Judicial es inaplazable. Así que el choque es más que previsible. Utilizaría todo el poder de la Presidencia para forzar la renuncia de Mariano Azuela y, posteriormente, para “reformar” al Poder Judicial.
- En el punto 45 de los 50 Compromisos de gobierno, AMLO se compromete explícita y formalmente a respetar la autonomía del Banco de México. Este compromiso es una garantía más de que respetará las instituciones y no impulsará políticas económicas populistas.
Falso. Las descalificaciones constantes y abiertas que ha hecho de Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, no han sido ninguna broma u ocurrencia. Anuncian, como en el caso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que una de sus prioridades como presidente de la República será forzar la renuncia de Guillermo Ortiz y, posteriormente, presionar a la Junta de Gobierno del Banco de México para que no choque con los lineamientos de la Secretaría de Hacienda. Todo eso se hará bajo una consigna: eliminar los reductos y los candados que los neoliberales le quieren imponer al Proyecto Alternativo de Nación del presidente de la República.
- Existen otros contrapesos reales que no hay que subestimar. AMLO ya negoció con las corrientes perredistas. La mejor demostración de ello es que nombró a Jesús Ortega como su coordinador de campaña. Pero, además, está la presencia y la autoridad de Cuauhtémoc Cárdenas en el PRD. Nada de eso desaparecerá el 2 de julio. Así que, como Presidente, López Obrador se verá obligado a entenderse con ellos.
Falso. AMLO conoce bien el funcionamiento interno del PRD. No tiene respeto por las corrientes internas, que él y otros definen como “las tribus”. La tregua que pactó con Ortega es coyuntural. Finalmente, López Obrador sabe y está convencido de que con la sola estructura perredista no puede ganar la elección. Su apuesta fuerte es a las redes ciudadanas que están coordinando Ricardo Monreal y Manuel Camacho. Así que, de ganar la Presidencia, uno de sus primeros objetivos será reestructurar al PRD para acabar de apoderarse de lo que queda del partido. En esa ecuación, Cuauhtémoc Cárdenas y Lázaro Cárdenas no tienen cabida. Son el tumor que hay que acabar de extirpar. Porque, además, en una estrategia de largo plazo, el presidente López Obrador se fijará como objetivo la creación de un partido que esté en movimiento permanente, tal como hizo en Tabasco cuando fue presidente del PRI en 1983.
- No hay que ser tremendistas. La alternancia en el poder es un hecho. La gente ya votó por el PAN y se desilusionó. El giro hacia el PRD cierra un ciclo. Podría incluso ocurrir que los peores pronósticos se cumplieran, pero aun así no hay mal que dure 100 años, es decir, a mediados del sexenio la gente tendría la oportunidad de sancionar al gobierno y al cabo de seis años AMLO tendría que irse para su casa.
Falso o, cuando menos, hay mucho que matizar. En sus 50 Compromisos de gobierno AMLO se ha comprometido a efectuar un plebiscito para que su mandato sea (o no) ratificado. Pero dice el dicho, y dice bien, que cuando alguien se despide muchas veces es que no quiere irse. Y eso aplicado al referéndum se traduce en algo muy sencillo: quien le pregunta al pueblo si debe continuar a la mitad de su mandato, igual le puede interrogar si debe continuar al final del mismo y, consecuentemente, reelegirse. Perogrullo: López Obrador en la Presidencia tendrá el poder de hacer y deshacer un sinfín de cosas; amén de que está convencido de que él y sólo él encarna la oportunidad y la posibilidad de restaurar la República. Así que quienes creen que al cabo de seis años se irá tranquilamente a su casa, bien se podrían llevar una sorpresa. O para decirlo con palabras de Ricardo Pascoe, quien conoce muy bien al candidato de la Alianza por el Bien de Todos: el problema no es que AMLO/MALO llegue al poder, el problema es que no se va a ir.
¿A quién va dirigido el artículo? Evidentemente no va dirigido a la gente que planea votar por Andrés Manuel; va dirigido a la gente que no lo quiere, pero que ya se está resignando a que va a ganar. Esto es muy importante; toda persona que se informe y vea cómo van las cosas, está llegando a la conclusión de que López Obrador va a ganar. Esto no es triunfalismo de mi parte (aunque sí apoyo al Peje); es una realidad aplastante. La campaña de Madrazo se hunde cada día más, y para dolor de los panistas esos votos o quedan inutilizados (se abstienen) o van al Peje… pero definitivamente no van a Felipillo.
La campaña de este último es un fracaso; peleado (o al menos no cercano) a la dirigencia de su partido que le hace “favores” como traer a Aznar a que nos diga cómo debemos votar, sin alianzas con algún partido pequeño para al menos mostrar pluralidad, y cargando con todas las pendejadas del foxismo y escándalos actuales como el de los hermanos Bibriesca, los eventos del michoacano cada vez son más tristes, su mensaje mercadotécnico (que fue de las cosas que le salieron muy bien a Fox) cada vez más errático (ya están viendo si lo cambian de nuevo; voy a creer que no se les ocurriera que eso de “manos limpias” la gente lo iba a tomar como “claro; pues nunca ha trabajado con ellas”), y el mismo candidato aparece cada vez más desesperado. Y lo peor es que se ve débil y acobardado al no deslindarse de la ultraderecha del PAN o de los hijos de Martha. Tal vez no lo hace porque no puede; él no tiene (ni puede tener) una infraestructura paralela al PAN (como la tuvo Fox con sus “amigos”) en la cual apoyarse.
Por supuesto, ambos candidatos (Madrazo y Calderón) siguen con su discurso triunfalista, porque tienen que hacerlo: están en campaña. Pero las encuestas no mienten; y tampoco los eventos de campaña donde a Madrazo lo empujan y a Calderón le sobran sillas vacías.
Ante este escenario negro para los que no quieren que el Peje gane, Sánchez Susarrey (le devuelvo su segundo apellido; ya me dieron lástima todos los de ese bando) escribe a los que están bajando los brazos y dicen: “bueno, va a ganar el Peje… ni modo, habrá que resignarse”, y les presenta las Siete Profecías del Apocalipsis. Si AMLO gana, se acaba el mundo.
Si el Peje gana, el sol dejará de salir.
Los niños dejarán de sonreír.
“Hijos míos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que El Anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es la última hora.”
En la comunidad técnica estás tácticas tienen un acrónimo (lo cual no es de extrañar; en la comunidad técnica todo tiene un acrónimo): FUD: Fear, uncertainty and doubt. Miedo, incertidumbre y duda.
Un ejemplo de FUD es lo que la gente de ventas de Microsoft le dice a las compañías que piensan cambiar de Windows a Linux. Les dicen cosas como “si pasas tus servidores de correo electrónico a Linux, ¡EL SOL VA A ESTALLAR!”
Bueno, exagero; pero de verdad se inventan un montón de cosas. Ahorita está de moda que digan que el TCO (Total cost of ownership, costo total de propiedad) es mayor para Linux que para Windows… aunque Linux sea gratuito. La justificación es que cuesta más entrenar a alguien que sepa usar Linux que a alguien que sepa usar Windows; pero es fácilmente discutible.
Mi punto es que lo que hace Sánchez (le quito el Susarrey de nuevo, porque me da coraje lo que hace), es justamente promover FUD. O MID, en español. Básicamente la idea que quiere transmitir es “no podemos permitir que el Peje gane, porque es irreversible“. Esto último es importante.
Los siete puntos que maneja Jaime Sánchez Susarrey tienen distintos grados de veracidad; por ejemplo, yo sí creo que si el Peje gana, el PRD se aliará con una parte muy importante del PRI (y probablemente del PT, Convergencia y hasta el PVEM) en la Cámara de Diputados. También creo que tratará de quitar a Mariano Azuela y a Guillermo Ortíz de la Suprema Corte y del Banco de México, respectivamente. La diferencia es, yo creo que eso está bien.
No sólo creo que esté bien; yo digo que está a toda madre.
Pero su séptimo punto sí es una completa mamada. No sólo raya en la histeria (que lo hace); es completamente insultante a los miles de mexicanos que hemos peleado por tener democracia electoral desde hace años. Es el tipo de desprecio por las masas que siempre ha tenido la derecha; “estos pinches borregos van a dejar que AMLO se reelija y se instale aquí una dictadura… de izquierda que es lo peor”.
Una de las principales razones por las que el PRI duró 70 años en la Silla del Águila, fue precisamente que nunca permitió la reelección. Pasaban un montón de chingaderas con los presidentes que tuvimos, pero se sabía que cada uno de ellos a lo más duraba seis años. Ni siquera Salinas intentó reelegirse.
Incluso aceptando sin conceder que el Peje tratara de instaurarse como presidente vitalicio, el sugerir que va a pasar de forma inevitable si el Peje gana es un insulto a todos los mexicanos que hemos peleado (y seguiremos peleando) por la democracia; porque es como si nuestra opinión al respecto no importara. Y eso es generalizado a cada uno de los siete puntos; el tipo menciona que el Peje hará y deshará como si no hubiera una sociedad civil activa y madura en este país, que gane quien gane, estará vigilando cada uno de los pasos del próximo Presidente de la República.
Es otra vez esa pinche costumbre de la derecha de despreciar lo que diga la gente desde abajo. Excepto claro cuando lo que dicen es lo que a la derecha le gusta.
Yo lo he dicho varias veces en este blog: el evitar que gane la derecha en este país es una cuestión de seguridad nacional. PEMEX, la CFE, la educación y la salud públicas no aguantan otro sexenio como el de Fox. Pero si gana Calderón no voy a rasgar mis vestiduras y echar ceniza en mis cabellos; voy a hacer lo mismo que he hecho desde los 16 años: pelear en lo que creo que es jsuto. No me voy a poner bien Chicken Little y gritar “¡el cielo se está cayendo!” mientras corro en círculos como histérico.
Que es, básicamente, lo que hace Jaime Sánches Susarrey.
En otras circunstancias, sería sólo patético. Pero es de la derecha de quienes hablamos aquí. Hay que tener mucho cuidado con la derecha.
El discurso que Jaime Sánchez Susarrey está empezando a manejar con este artículo es peligrosísimo, porque si seguimos puntualmente su lógica, la conclusión inevitable es: “hay que hacer cualquier cosa para evitar que el Peje gane”. Porque si gana, el cielo se cae.
Y “cualquier cosa” incluye ponerle un balazo entre ceja, oreja y sien.
La derecha (de quien yo siempre he dicho que Sánchez es un muy claro ejemplo) está aterrada con el Peje. Tan aterrados están, que a lo mejor comienzan a pensar en “soluciones finales”.
Es lo que más me preocupa del artículo de la Séptima Profecía de Jaime Sánchez Susarrey; los ánimos en el ambiente político ya están de por sí bastante enardecidos como para que los analistas políticos entren en histeria. Demasiada gente histérica sólo lleva a la violencia.
Y creo que nadie quiere eso. Al menos eso espero.
