Hecho en México

Hace casi veinte años me compré una televisión Samsung de 46 pulgadas que usé alegremente durante cerca de una década. Y a partir de 2015, más o menos, resultó que comencé a comprar televisiones más seguido de lo que una persona normal lo hace, supongo.

No es que las coleccionara; mi mamá o mi papá o alguna tía me decían que querían una tele nueva, y yo procedía de inmediato a comprarla en Amazon. Me parece que todas las televisiones que compré así fueron Samsung; una vez acompañé a mi mamá en Morelos a comprar una televisión de emergencia (larga historia), y en esa ocasión fue LG; pero normalmente yo compraba televisores Samsung, y generalmente de 55 pulgadas (sólo esa primera televisión fue de 46 pulgadas).

Hasta que un día se me descompuso una tele Samsung más o menos vieja, y al llevarla a reparar y comentarle al reparador que normalmente yo compraba televisores Samsung de 55 pulgadas, el mismo me recomendó que ya no lo hiciera, porque algo había pasado con sus nuevos modelos que al parecer ya no convenía.

Así que hace año y medio que decidí comprar una nueva televisión en Amazon para mi recámara, me puse a ver alternativas. Rápidamente me quedó claro que en términos de precio y especificaciones, las televisiones HiSense sonaban como que una buena idea, así que pedí una HiSense de 43 pulgadas. La televisión llegó al otro día o algo por el estilo, la colgué de la pared en mi recámara (siempre cuelgo mis televisores, a menos que una ventana o algo así me lo impida), y la he venido usando desde entonces.

Siendo como soy, dejé la caja en la sala de mi viejo departamento acumulando polvo unas semanas, hasta que por fin procedí a tirarla. Y cuál sería mi sorpresa al tomar la caja y ver un pequeño sello en un lugar que poco llamaba la atención:

“Hecho en México.”

Resulta que la planta más grande (fuera de China) que tiene HiSense está en Nuevo León, y probablemente eso explique por qué son tan baratas aquí en México. No recuerdo cuándo había sido la última vez que vi una tele moderna (LED o similar) hecha en México.

Ahora que me mudé a mi nuevo departamento, colgué la última televisión Samsung que compré, de 55 pulgadas como era mi costumbre, en la pared que elegí para poner la tele. Y para mi sorpresa se veía diminuta; en mi viejo departamento la televisión estaba básicamente en el único lugar donde podía estar, y se veía confinada por el relativamente bajo techo y la cercanía de la puerta de entrada. En mi nuevo departamento tengo una padersota para colgar mi televisión, lo que hace que mi tele de 55 pulgadas se vea, comparativamente, pequeña.

Entonces hice lo único que alguien como yo podía hacer: procedí a comprar una televisión de 65 pulgadas, la primera vez que hago eso en mi vida. Y por supuesto la compré de marca HiSense; no sólo salió relativamente barata (de hecho doscientos pesos más barata que lo que me costó la Samsung de 55 pulgadas hace dos años), sino que sí me ha gustado la calidad y pues está padre comprar algo que armaron trabajadores mexicanos.

(Podría elaborar por qué esto es posible gracias a la Transformación; pero para este punto del partido o entienden o no entienden por qué apoyamos a este gobierno y por qué obviamente hay múltiples cosas que evidentemente está haciendo bien, así que mejor se los dejo de tarea).

Está muy padre la tele, y me alegra no tener que usar otra cuenta para el ecosistema de Samsung; las teles de HiSense sencillamente utilizan mi cuenta de Google. Lamentablemente, como en general ha sido con todas mis televisiones, no utilizo casi ninguna de sus características “inteligentes”, porque para eso suelo utilizar mis PlayStations.

Pero la tele se ve hermosa; es QLED, es por supuesto 4K y soporta HDR… que la verdad yo no veo gran diferencia, pero pues eso tiene.

Y no se ve diminuta.

Cada vez que cuelgo una tele a alguna pared, que para este punto he hecho un montón de veces, no puedo dejar de pesar en las inmortales palabras de Mark Renton:

Choose Life.
Choose a job.
Choose a career.
Choose a family.
Choose a fucking big television

Y pues eso hice. Hecha en México.

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Un cuarto de siglo

Hace veinticinco años, un cuarto de siglo, la PFP entró a Ciudad Universitaria para romper la huelga que se había extendido más de nueve meses.

Además del fin violento de la huelga, la irrupción de la PFP a CU resultó en el arresto ilegal de cientos de estudiantes, trabajadores, profesores y uno que otro güey que nada tenía que ver (agarraron hasta agente que estaba haciendo ejercicio en CU esa mañana).

Esto a su vez resultó en una respuesta increíble por parte de la población que, incluso muchos que habían estado en contra de la huelga, exigieron que de inmediato nos liberaran, porque por supuesto yo fui uno de los tarados que terminaron primero en Camarones y después en el Reclusorio Norte.

(Hubo un puñado que querían que nos refundiéramos en el tambo por los siglos de los siglos, per sæcula sæculorum, amén; pero como normalmente suele ser en este maravilloso país, fueron muy pocos.)

He escrito múltiples veces de la huelga en este mi blog; no quiero repetirme todavía más de lo que de por sí ya he hecho. Pero sí quiero enfatizar algo que también ya he dicho varias veces aquí: lo que es la UNAM hoy en día, es indiscutiblemente en gran medida por esa huelga que, por muchos errores que hayamos cometido, consiguió mantener a la Universidad Nacional pública, laica y gratuita.

Y aunque probablemente sí es discutible, yo sostengo que lo que el país es hoy en día también es consecuencia, aunque sea parcialmente, de esa huelga. El periodo neoliberal en México llevaba 17 años en marcha cuando estalló la huelga, y la misma sin duda contribuyó a la derrota del PRI, en parte negociada por Zedillo y llevándose por las patas al tarado de Labastida, como él mismo reprocha en su nuevo libro.

Ese periodo neoliberal duraría todavía otros dos sexenios panistas que fueron incluso peores que los de Salinas y Zedillo; y culminaría con el triste sexenio de Peña Nieto, porque durante el mismo ocurriría la avasalladora victoria de Andrés Manuel en 2018, a lo que se seguiría la continuación de la Transformación el año pasado con la avasalladora victoria de Claudia.

La UNAM sufrió repetidos ataques durante todo el periodo neoliberal, comenzando con la huelga del CEU en 1986. Los “históricos” siempre han querido vender ese movimiento como que triunfaron completamente, que es obviamente falso dado que nuestra huelga de 1999-2000 fue necesaria: en retrospectiva, fue tan tibio el “triunfo” del CEU en 1986, que las autoridades federales y universitarias se sintieron confiadas de volver a intentar imponer las cuotas apenas unos años después.

En cambio, después de la huelga del CGH (repito, aún reconociendo el chingamadral de errores que se cometieron), nadie, literalmente nadie ni siquiera ha sugerido de nuevo la idea de instaurar cuotas. De hecho todos los candidatos a rector que ha habido después de la huelga siempre han afirmado que una de las más grandes fortalezas de la UNAM es que sea pública y gratuita.

Internamente puede haber muchas diferencias respecto a muchas cosas; pero para motivos prácticos la gratuidad de la UNAM (en los hechos si bien no oficialmente) se ha vuelto canon de casi toda la comunidad universitaria.

Y eso fue gracias a nosotros

Esto fue fundamental en el periodo en que el gobierno federal estuvo en manos de gente que no solamente nunca estudió en la UNAM, sino que por principio la detestaba; o peor, no les importaba. Esto le permitió resistir a la Universidad hasta el 2018, cuando llegaron al poder equipos que muchos de sus integrantes son egresados de la misma y que además sinceramente la quieren y se preocupan por ella (que se traduce en preocuparse por sus estudiantes, trabajadores y profesores).

Vamos, la presidenta no sólo es egresada de la UNAM; es lamentablemente egresada de mi Facultad. No sé si sabían, queridos lectores, pero todos los egresados de la Facultad de Ciencias son insoportables.

El martes se anunció la eliminación del examen de la Comipems (que era una demanda de múltiples grupos estudiantiles desde hace años), y una reestructuración de cómo se aceptarán alumnos de bachillerato en las universidades públicas en la zona metropolitana, en un sistema que intentará (vamos a ver qué tan bien o mal funciona) maximizar las oportunidades de que nuestros jóvenes puedan continuar con una educación universitaria.

La UNAM y el Poli tendrán para ellos un examen común exclusivo para aspirantes: externos en el caso de la UNAM, porque la gran mayoría de sus estudiantes a nivel universitario consistirá, como ha sido desde hace décadas y como debe de ser, de sus propios egresados de prepas y CCHs. En el caso del Poli poco más de la mitad de sus estudiantes universitarios son egresados de sus propios CECyTs y CETs, pero ellos deben hacer examen. La UAM a su vez implementará un pase reglamento para los Colegios de Bachilleres, que además de darles una buena oportunidad por omisión (además de que de por sí la Metro recibía a muchos egresados de los Bachilleres), automáticamente liberará algo de la presión para la UNAM y el IPN.

UAM, Poli, UNAM, unidos vencerán, compañeros. UAM, Poli, UNAM.

A mí me gusta el plan; pero habrá que ver cómo funciona. El punto es que entiendo la idea detrás de la medida y me parece que las intenciones son inherentemente buenas; pero esto no quiere decir que vaya a funcionar perfectamente. De hecho, probablemente haya múltiples problemas; pero pues se irá lidiando con ellos.

Lo importante es que el gobierno federal (y el local en la CDMX) se preocupa por la educación pública, contrario a básicamente todos los gobiernos del periodo neoliberal (1982-2018). Esto no quiere decir que esté “prohibida” la educación privada; pero no es preocupación del Estado y ni un peso del erario público debe ir a las escuelas privadas. Son negocios; que sobrevivan como sobreviven todos los negocios, bajo la ley de la oferta y la demanda.

Y esto se extiende a becas para estudiantes y estímulos para profesores e investigadores; están “comprando” un producto o trabajando para una empresa; no es el papel del Estado estar destinando recursos públicos a empresas.

Por el bien de todos, primero los pobres.

Y los pobres casi todos estudian en el sistema de educación pública; del cual yo soy orgullosamente producto de la misma. Nunca pagué por mi educación (excepto los veinte centavos semestrales en la UNAM: les digo que es gratuita en la práctica, si bien no oficialmente); y de hecho me pagaban cuando estudiaba el posgrado.

Básicamente esa pudo ser una consigna durante la huelga de hace veinticinco años: por el bien de todos, primero los pobres; aunque me gusta la alternativa que nos inventamos:

Porque sin la raza, ¿cómo va a hablar el espíritu?

La idea fue⧸es⧸será siempre la misma. La educación no es un producto; es un derecho. De la misma manera que debe ser con la salud, es un derecho que financiamos todos con nuestros impuestos y que el Estado está obligado a garantizar que sea de la mejor calidad posible. O al menos que lo intenten, carajo; eso es lo que más nos desespera de la gente que se queja amargamente de que la salud y la educación en México están del nabo: en primer lugar, en general no recordamos que se quejaran cuando los gobiernos neoliberales estaban literalmente dándole en la madre a nuestros sistemas de salud y educación pública; y en segundo lugar, estos últimos dos gobiernos al menos lo están intentando.

Y por eso los vamos a seguir apoyando (junto con la gran mayoría de la población); incluso si fracasan miserablemente, los vamos a seguir apoyando mientras ellos lo sigan intentando. Mientras no salgan con mamadas como que se van a pagar seguros médicos para hospitales privados; o vales para cuotas en escuelas privadas; mientras el énfasis sea en reforzar a nuestras universidades e institutos públicos, a nuestros hospitales y clínicas gratuitas, los vamos a seguir apoyando.

Que nos encontremos en el séptimo año de la Transformación es resultado, como mencioné arriba, de la huelga de la UNAM de hace un cuarto de siglo. Si quieren nada más parcialmente; pero fue de los factores que eventualmente resultaron en que el pueblo de México decidiera que se necesitaba un cambio profundo y radical de cómo se gobernaba el país. De que era necesario transformarlo.

(Se puede discutir que eso decidió el pueblo desde el 2006; o incluso desde 1988… pero no recordemos cosas tristes.)

Yo estoy muy orgulloso de haber participado en ese movimiento, en mi cada vez más lejana juventud. Y todos los que participamos, lo hicimos aunque técnicamente el Reglamento General de Pagos no nos afectara: en un afán perverso de desmovilizarnos, la reforma de Barnés imponía cuotas a los estudiantes futuros de la UNAM, no a los que ya estábamos estudiando. No funcionó: miles nos movilizamos, porque entendíamos (y entendemos) que negarle la entrada a la UNAM a los estudiantes más desprotegidos (que hubiera sido, inevitablemente, la consecuencia de cobrar cuotas), era en los hechos equivalente a destruirla. Convenientemente, a casi todo mundo se le olvida mencionar este hecho cuando hablan de la huelga de hace veinticinco años: que los que participamos lo hicimos no por nosotros, sino por los estudiantes que nos seguían.

Si yo me encontrara de nuevo en la misma situación, volvería a participar en el movimiento sin dudarlo un segundo; incluso sabiendo que terminaría de nuevo en la cárcel. Porque por más errores que se cometieran y más innecesariamente doloroso que fuera el proceso, al fin y al cabo nuestro movimiento terminó en victoria. Si quieren una victoria casi pírrica, pero victoria al fin y cabo.

Se conjuraron las cuotas: la UNAM es y seguirá siendo pública y gratuita.

Porque sin la raza, ¿cómo va a hablar el espíritu?

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Feliz año nuevo 2025

Con casi 3 semanas de retraso, pero como todos los años, quiero desearle a todos mis lectores (incluso a los siempre borro sus comentarios por exceso de retraso mental), un feliz año nuevo.

Este punto medio de la tercera década del siglo XXI se ve interesante, por decir lo menos: la Transformación continúa, aparentemente con más apoyo nacional que nunca antes; en unas horas comenzará Trump 2.0, y aunque hay muchísima especulación, la simple verdad es que no tenemos ni puta idea de qué tanto nos vaya a afectar, positiva o negativamente.

Yo estoy agradablemente sorprendido de la respuesta que hasta ahora ha dado nuestra doctora presidenta junto con su equipo; en ese sentido estoy tranquilo, confiando en que los que están a cargo lo harán tan bien como podríamos esperar que lo hicieran.

Yo comencé este año mudándome a un nuevo departamento; de ahí mi tardanza en escribir esta entrada. Esto agotado de estar mudando la aparente infinidad de pendejadas que uno termina acumulando a lo largo de casi veinte años de vivir en un mismo lugar.

(Me imagino que han oído hablar que todos los hombres tenemos una “caja de cables” que nos negamos a tirar; bueno, creo que a estas alturas yo tengo más o menos dos clósets completos de cables: estoy 97.14% seguro de que se reproducen entre ellos).

Mi nuevo hogar parece zona de guerra; aún me faltan algunas cosas de mover y necesito organizar la gran mayoría de las antes mencionadas pendejadas: pero ya tengo mi televisión con mi PlayStation 5 y mi media center conectados; ya tengo mi interné funcionando; y mi recámara es la parte más avanzada que tengo, así que puedo dormir y todo.

Mi estudio en cambio es posiblemente la parte menos avanzada, que es la razón de que esté escribiendo esto en mi laptop.

Como sea, es una manera interesante de iniciar un año; feliz año a todos ustedes, y vamos a ver cómo nos va con el demente naranja de regreso en la Casa Blanca.

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Silvia Pinal

Este jueves 28 de noviembre, Silvia Pinal falleció.

Silvia Pinal

Silvia Pinal

Silvia Pinal fue una de las representantes más famosas de esa mezcla asquerosa que existió en nuestro país (y aún lo hace, aunque afortunadamente de manera muy desvanecida) de la política clientelar priista y el mundo del espectáculo dominado (así como comprado, corrompido y reprimido) por Televisa: fue asambleísta, diputada y senadora, así como la primera dama de Tlaxcala, todas por el PRI, obviamente.

Pero además de que es posible discutir que en ese papel Doña Silvia se desempeñó de manera relativamente honorable o al menos inofensiva, la verdad es que aunque no fuera así yo le disculparía todo eso, y mucho más, por una sencilla razón.

Actuó al lado de Pedro Infante.

Y sí, fue de las mejores actrices de la época de oro del cine mexicano, además de una mujer brutalmente hermosa y encantadora; probablemente la última gran diva del cine de México. Pero eso a mí no me importa.

Lo que a mí me importa es que Silvia actuó junto a Pedro en la aún hoy en día hilarante El Inocente y que hacen coro cantando a la víbora, víbora de la mar.

Descansa en paz, Mané.

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Las elecciones gringas

Y pues el miércoles se confirmó (aunque se comenzaba a adivinar desde el martes en la noche) que los gringos volvieron a elegir a Trump, que por más que se haya quejado mucha gente de Nixon, Reagan y Bush, es realmente lo más cerca que han coqueteado nuestros vecinos con el fascismo.

¿Por qué pasó esto?

Una explicación, que yo sí planeo discutir más o menos a detalle, es relativamente sencilla: los gringos son muy racistas y misóginos. Por alguna razón decir esto ofende a algunas personas; de donde yo vengo, es como afirmar que el cielo es azul, o que el agua moja.

Obviamente hay que matizar: no todos los gringos son racistas y misóginos; eso sería increíblemente injusto pero además demostrablemente falso. Y yo sinceramente ni siquiera creo que una mayoría de los gringos sean racistas y misóginos.

Pero sí hay un chingo de racistas; que es perfectamente explicable por el hecho de que son un país que fue fundado, literalmente, bajo preceptos racistas. La misoginia es similar (aunque con casos más vociferantes) que en otros países del estilo (o sea, imperialistas). Me centraré entonces en el racismo.

Siendo justos, los gringos llevan décadas (más de siglo y medio, de hecho) progresando en ese problema que literalmente los carcome como un cáncer, repito, desde que fundaron su nación. Siendo honestos, jamás han hecho lo suficiente, ni de lejos, tomando siempre medidas tibias que alivian un poco las cosas, pero nunca atacando la raíz del asunto.

Lincoln abolió la esclavitud; pero un par de décadas después el bienestar de estos negros recientemente liberados quedó en manos de sus antiguos amos. En los sesentas se dio la legislación de derechos civiles para, en teoría, eliminar la discriminación por raza, sexo o religión; pero de nuevo no atacaron el problema de fondo que es, como suele ser en todo el mundo, la desigualdad. Y sí, en 2008 eligieron un presidente negro; pero inmediatamente después eligieron al presidente más racista que han tenido probablemente desde Andrew Jackson.

Yo llevo, literalmente, décadas siguiendo la política gringa desde mi rincón aquí en México; de hecho durante mucho tiempo le hacía más caso a las elecciones gringas que a las mexicanas, porque aquí me deprimía de que siempre perdíamos excepto en la CDMX y otros bastiones.

En los últimos años, y esto comenzó antes de que llegara la Transformación, probablemente desde que trabajé en el IFE y luego le INE, cada vez estoy más convencido de que la democracia mexicana es más fuerte y sana que la democracia gringa. O en otras palabras, que la democracia funciona mejor aquí que allá; y obviamente esto fue un proceso paulatino: en los ochentas (si hubiera tenido la capacidad de analizarlo; era al fin y al cabo un niño) no hubiera dicho esto. Mucho menos en los sesentas; mientras los gringos estaban movilizándose y legislando para al menos tratar de aliviar la profunda discriminación que tenían (todavía la tienen; pero indudablemente con menor intensidad), aquí el gobierno mexicano mataba estudiantes alegremente.

Pero justamente la democracia mexicana, desde mi punto de vista, se ha fortalecido más de lo que se ha debilitado en las últimas décadas: primero en 1988 cuando Cuauhtémoc literalmente le metió un sustote al PRI; después en 1997 cuando se le arrebató al oficialismo la capital; incluso en el 2000 cuando ganó Fox. No fue un cambio de verdad y el idiota guanajuatense resultó ser un fraude y un imbécil (como advertimos muchos antes de las elecciones): pero mostró la capacidad de la ciudadanía de querer cambiar las cosas.

Obviamente el 2006 fue un retroceso y también el 2012 con las “reformas estructurales” (que afortunadamente estamos desmantelando); pero esos dos descalabros empujaron a un sector masivo de la ciudadanía a reagruparse y conseguir un cambio verdadero en el 2018. Y al menos yo nunca voy a ningunear a nuestra ahora oposición en esto: no intentaron la represión o la violencia para evitar dicho cambio. Y siguen sin intentarlo (principalmente porque no pueden; como no podían en el 2018).

Pero regresemos a los gringos, que como afirmo (y me parece queda al menos en parte demostrado por lo que pasó el 5 de noviembre), tienen un chingo de racistas y misóginos.

La pregunta importante, me parece, es por qué hay un chingo de racistas (por parte de todas las razas) y misóginos (por parte de todos los géneros, que cada vez hay más al parecer).

La fundación inherentemente racista de Estados Unidos a finales del siglo XVIII indudablemente tiene que ver; pero no lo explica por completo además de que, al menos de dientes para afuera, el discurso educado ha sido acerca de que el crisol de las culturas que dizque representa a gringolandia según los gringos ilustrados es una maravilla. O bueno, al menos era de dientes para afuera hasta antes de Trump; la cosa con el güero naranja demente es que justamente hace que el racismo se exponga incluso de dientes para afuera.

Yo creo que la explicación de por qué hay tanto racista misógino y por qué ganó Trump (porque obviamente están ligados), es relativamente sencilla: hay un montón de gringos sufriendo económicamente. Esto es innegable; no puede ser de otra forma cuando no han subido el salario mínimo desde hace quince años; cuando los sindicatos han sido sistemáticamente apaleados desde Reagan (y probablemente sea peor con Trump); cuando el sistema de salud está en crisis desde hace décadas (con todo y Obamacare); cuando la crisis de vivienda que inició con la crisis financiera de 2008 realmente no se ha recuperado; y una larga lista de etcéteras.

Por supuesto, un gringo que sufra económicamente es muy distinto a un somalí que sufra económicamente; dependiendo del sapo, la pedrada. Pero de alguna manera esto hace peor dicho sufrimiento: Estados Unidos es de los países con más desigualdad en el mundo, obviamente: ahí vive mucha de la gente más privilegiada del planeta. Los gringos jodidos estarán relativamente bien en comparación con los somalíes jodidos; pero están muchísimo peor comparados con la gente que le va bien en Estados Unidos. Les restregan en la cara todos los días lo bien que les va a los privilegiados en uno de los países más ricos del mundo.

Un montón de gente haciendo campaña por Kamala gritaba a los cuatro vientos lo alto del PIB gringo y de la fortaleza de su bolsa de valores. ¿Eso de qué chingados le sirve a la gente común y corriente en Estados Unidos? En la campaña en México aquí mismo en mi blog varias veces discutí con lectores que se quejaban de que, según ellos, el PIB no había crecido tanto con el Peje. Dejando de lado la pandemia y los distintos análisis (porque depende de con quién hable uno qué conclusiones tendrán al respecto), el punto es que el PIB, por sí mismo, no es tan importante: obviamente es mejor un mayor PIB; pero es muchísimo más importante cómo se distribuye esa riqueza.

Y en México se distribuyó mucho mejor con la 4T que cómo se distribuyó en gringolandia con Biden y los demócratas. Por varios órdenes de magnitud.

Con el resultado de que Claudia ganó de calle y Kamala perdió… no estoy todavía dispuesto a decir que “de calle”, pero Trump ganó el voto popular y según los números disponibles con más del 50%.

Si la gente se siente jodida (no importa que la pobreza gringa no sea comparable con la pobreza somalí), se va a sentir enojada. Si se siente enojada, no es descabellado que se desquiten con chivos expiatorios, especialmente si un güero naranaja demente y todo un sistema de medios les dicen 24 horas al día quiénes son esos chivos expiatorios.

La gente feliz no es racista. El racismo sólo pega si hay gente encabronada; así lo dijo el presidente gringo Lyndon B. Jonhnson:

If you can convince the lowest white man he’s better than the best colored man, he won’t notice you’re picking his pocket. Hell, give him somebody to look down on, and he’ll empty his pockets for you.

El racismo no sólo fue un componente integral de la fundación de los Estados Unidos; también ha sido una herramienta para mantener enajenada y oprimida a su población blanca pobre para que nunca piense en términos de clase o desigualdad económica. Con el agregado de atacar de inmediato cualquier medida que pudiera aliviar dicha desigualdad, por moderada que fuera, como comunismo satánico.

Las cosas tuvieron que ponerse de la chingada en los 30s del siglo pasado después de la caída de la bolsa de valores para que por fin se pusieran las pilas y mejoraran (pero no repararan del todo) las cosas. Roosevelt y su New Deal introdujeron un montón de cosas que justamente se encaminaron a disminuir la desigualdad en gringolandia.

Por cierto, uno de los tres puntos fundamentales del New Deal de Roosevelt se centraba en “relief for the unemployed and for the poor”… o en otras palabras, primero los pobres.

Y por eso perdió Kamala, me parece; ninguna de sus propuestas tenía nada qué ver con primero los pobres. Muy al inicio poco después de que Biden se bajara, Kamala propuso controlar el incremento desmedido de precios que hay en Estados Unidos, muchas veces de manera artificial y justificándolo por “la inflación”, aunque todas las variables indiquen que está bajo control. Y toda la prensa gringa (incluyendo la de “izquierda”) se le aventó encima a gritarle que eso estaba mal y era intervención del Estado y que ya no la iban a querer si lo hacía.

Y la muy tarada se echó para atrás y a partir de ese momento no hizo campaña en nada que fuera directamente encaminado a ayudar a la gente más necesitada económicamente, independientemente de cuál fuera su raza. ¿Aumentar el salario mínimo? ¿Medicare para todos con opción pública? ¿Maternidad y paternidad pagados por al menos seis semanas? ¿Desayunos escolares?

Nada.

Su candidato a vicepresidente, Tim Walz, como gobernador de Minnesota implementó un buen de cosas para beneficiar a los más necesitados; en lugar de soltarlo en la campaña a tratar de vender eso, lo mantuvieron hagan de cuenta que encerrado en su sótano.

Y Kamala en cambio hizo campaña con la hija de Dick Cheney con el sueño guajiro de tratar de jalar republicanos “moderados”. Ya vimos cómo funcionó eso.

Como yo lo veo, Trump tendrá un periodo de 4 años que será un desastre, porque así es Trump y los planes que sea que tengan y esté dispuesto a impulsar (como el Proyecto 2025 y la bola de babosadas que decía en campaña) no veo forma de que sirvan a alguien excepto empresarios y políticos gringos conservadores. Probablemente ganen los demócratas en el 2028, hartos del desastre; pero será una repetición del escenario en 2020, una victoria apenas, si no se ponen las pilas y sacan un plan en donde se comprometan a ayudar a los más necesitados.

Y no de dientes para afuera; los demócratas dicen que quieren pasar cosas, pero tiran la toalla al primer signo de problemas. A estas alturas estoy dispuesto a aceptar el análisis de The Young Turks y suponer que realmente los demócratas no quieren pasar esas legislaciones, porque lo que más les interesa es satisfacer a sus donadores millonarios.

La campaña de Kamala presumió que recaudó mil millones de dólares (una mayor parte de donadores corporativos). ¿Quién en su sano juicio querría votar por alguien que evidentemente está comprado y pagado?

De cómo nos va a ir a nosotros (los mexicanos y el resto del mundo), bueno, aunque es indudable que para México (y probablemente la mayoría del mundo) es mejor que ganen los demócratas, la verdad es que no hay tanta diferencia entre ambos partidos. Yo lo dije en 2008 cuando ganó Obama:

No va a pasar nada sorprendentemente novedoso durante la presidencia de Obama; probablemente invadirá y bombardeará inocentes como lo han hecho todos los presidentes gringos desde Truman (aunque esperemos que en mucho menor medida que Bush Dos: La Venganza), utilizará el poder económico de su país (que por suerte cada vez es menor) para joder a otros países que no quieren seguir su línea, y apoyará, o al menos no condenará, atrocidades como la que Israel hizo estas semanas en el inexistente estado de Palestina (aunque los israelíes se fueron por la segura y atacaron mientras Bush Segundo: El Monstruo Vive de Nuevo seguía al frente del gobierno gringo). Obama probablemente hará todo eso; y todo en el nombre de la democracia, y la justicia, y la chingada.

Y por supuesto tuve razón; y lo mismo hubiera pasado con Kamala. Claro que Trump será peor; pero la diferencia con 2008, es el tipo de gobierno que tenemos los mexicanos. No sólo no les conviene realmente a los gringos jodernos mucho; confío bastante en que nuestra Doctora Presidenta se toree al güero naranja demente.

Paradójicamente, probablemente Trump intervenga militarmente menos en el mundo, lo cual por supuesto en general será algo bueno. Los ucranianos a lo mejor les va de la chingada; pero incluso eso no creo, porque no le conviene al resto de Europa.

Eso sí, no me extrañaría que para el 2028 el número de palestinos muertos exceda los 100,000 y que Israel siga cometiendo las atrocidades que ha cometido desde hace décadas, nada más ahora con más crueldad y enjundia.

A los mexicanos aquí en México no creo que nos vaya muy mal con Trump; incluso hay varios analistas que prevén posibilidades de que nos vaya bien explotando varias de las debilidades conocidas del tarado de Trump. A los paisanos en Estados Unidos yo creo que sí les va a ir de la chingada, incluyendo lamentablemente varios que perderán la vida.

Pero yo creo que los que más van a sufrir a Trump son los mismos gringos. Y a los jodidos, obviamente; los privilegiados progres buena ondita se rasgarán las vestiduras y se escandalizarán, pero realmente no les irá tan mal. Muchos de esos me temo que se van a pasar estos cuatro años perdiendo el tiempo con cosas que, aunque son importantes, no son lo fundamental, como son qué baños pueden usar quiénes o si los atletas trans pueden participar en torneos deportidos o si se respetan o no los pronombres preferidos de alguien.

Cada gramo de esfuerzo que dediquen a eso en lugar de luchar por disminuir la desigualdad de la gente más jodida, aumentará la probabilidad de que esa gente jodida vuelva a votar por los republicanos o que no voten, como no lo hicieron millones de jóvenes el martes.

Tampoco los van a ayudar realmente las políticas republicanas; pero al menos el güero naranja demente dice reconocer que no están bien, aunque les ofrezca soluciones idiotas como deportar migrantes.

Los demócratas, si son inteligentes, van a despedir masivamente a su dirigencia y abrazar un proyecto de nación que se ponga como primera tarea el beneficiar a los sectores de la población más jodidos. Si no hacen ni siquiera lo primero, bueno, serán como los panistas aquí, que se perfilan a elegir a Jorge Romero como presidente del partido. El líder del Cártel Inmobiliario.

Yo digo que es de las razones por las que van a perder en 2030.

Pero ya veremos.

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La reforma va

La reforma va

La reforma va

Les digo que a éstos ya hasta les está gustando la derrota, porque se empeñan en seguir perdiendo una y otra vez.

(Sí voy a escribir de las elecciones gringas, pero después: primero nos hacemos cargo de lo que pasa en casa.)

Quiero aclarar que ya no es reforma; dejó de serlo el 15 de septiembre, que se convirtió en parte de la constitución. Es la constitución.

Nuestra patética y perdedora oposición seguirá pataleando, ahora yendo a chillar a instancias internacionales; que en primer lugar es posible los ignoren por completo, pero incluso suponiendo que no, pues nos harán lo que el viento a Juárez. La elección de jueces, magistrados y ministros es una demanda de la ciudadanía expresada explícitamente en las urnas este 2 de junio. Nadie puede decirnos a los mexicanos cómo gobernarnos: nosotros solitos lo decidimos, muchas gracias.

Fue extremadamente divertido ver a estos tarados retorcerse en el piso inventándose excusas y pretextos tratando de defender lo indefensible; de detener lo inevitable. Originalmente, queridos lectores, yo fui de los que dijeron que había que hacerles juicio político a estos jueces y ministros traidores a la patria; pero reconozco que estaba equivocado. Fue mucho más inteligente y fina la estrategia de mi Presidenta, que sencillamente se burló de ellos llamándole a sus torpes intentos de golpe de estado más bien un golpe aguado.

Se van a elegir a las personas juzgadoras. Se van a desaparecer a los institutos inútiles como el INAI. Se van a eliminar a los legisladores plurinominales (problablemente; se sigue discutiendo). Se van a cumplir las cosas bajo las que el movimiento de Transformación hizo campaña en las últimas elecciones; y que la ciudadanía del país apoyó abrumadoramente en las urnas.

Y como van a cumplir lo que prometieron, aunque seguramente no al 100%, aunque probablemente con modificaciones y negociaciones (porque se sigue escuchando a la oposición, aunque se le podría ignorar), pues yo me animo a predecir que van a volver a ganar en 6 años, en el 2030. Incluso si no funcionan perfectamente estos cambios; incluso si algunos funcionan de plano mal. La legitimidad de los votos justamente permite que en esta nueva forma de hacer política se valga cometer errores. Si esto pasa, veremos cómo resolverlos.

Mientras tanto nuestra patética y perdedora oposición (que sus dirigencias, responsables de la debacle en la que se encuentran, ni siquiera tuvieron la decencia de renunciar), al oponerse de manera empecinada a lo que la voluntad de la gente, reflejada en las urnas, exigía, están preparando su próxima derrota en 6 años, una vez más, de nuevo, otra vez.

Así es como funciona esto; si no lo quieren entender o no lo pueden entender, no estoy seguro de que tenga ni siquiera sentido discutir con ustedes.

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38 años de prisión

Ayer condenaron a Genaro García Luna a 38 años de prisión en un juzgado gringo en Nueva York.

No sé qué medios de información vean, queridos lectores; pero si los mismos no mencionan esta noticia, o no entran en detalle de los innegables crímenes que cometió el antes “súper” policía del usurpador Felipe Calderón, yo les recomendaría que buscaran algunos medios de información alternativos y menos enajenados.

Antes de las elecciones, en absoluta desesperación por la madriza que ya se podía adivinar que pasaría el 2 de junio, la oposición trató de levantar una de las campaña negras más caras, ridículas y fallidas que jamás haya habido en la historia política mexicana: la campaña de “#narcopresidente” y “#narcocandidata”.

Muchos nunca lograron entender por qué no funcionó, a pesar de haberse gastado miles de millones en bots que impulsaban el hashtag.

Y no funcionó, en resumen, porque sencillamente no es cierto. ¿Dónde están las mansiones del Peje y Claudia? ¿Las cuentas bancarias en paraísos fiscales? ¿Las empresas multimillonarias?

No hay tal cosa; ya habrían salido a la luz si existieran. En cambio con García Luna esas fueron de las muchas evidencias que se acumularon en su contra, por bien que trató de limpiar sus rastros.

Pero lo interesante de todo esto es que justamente García Luna no apareció por generación espontánea: es resultado de la corrupción prianista del periodo neoliberal; al parecer García Luna fue el agente en 1994 que sacó de Tijuana al segundo tirador en el asesinato de Colosio.

Sin embargo, fue con los gobiernos panistas con los que el oficialmente (según la justicia gringa) narcotraficante y preso convicto Genaro García Luna llegó a ser el principal policía del país. La historia es fascinante, e involucra la muerte del primer secretario de gobernación del usurpador Calderón (y de las personas más cercanas a él), Juan Camilo Mouriño, que aún hoy en día genera dudas de si no fue un asesinato. Les recomiendo la video columna de esta semana de Álvaro Delgado, si quieren saber un poco más.

El punto es, no sólo falló la ridícula campaña de “narcopresidente” y “narcocandidata” por ser obviamente falsa; falló porque la impulsaron muchos de aquellos que justamente participaron en los gobiernos que apoyaron y celebraron a García Luna.

El usurpador Calderón finge ignorancia, lo que (si le creyéramos) implicaría una incompetencia criminal de su parte. Pero creerle es pecar mucho más que de inocencia; evidentemente sabía y estuvo involucrado.

El verdadero narcopresidente fue el usurpador Felipe Calderón, junto con tal vez Vicente Fox y Enrique Peña Nieto.

Y todavía es posible que la justicia los alcance.

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Hasta siempre, Presidente

Hoy a las 00:00 horas la doctora Claudia Sheinbaum se convirtió en la primera presidenta de México en su historia. Habrá mucho qué escribir y analizar conforme su sexenio vaya avanzando y se generen victorias y fracasos.

De lo que quiero escribir hoy es de lo que implica el inicio del sexenio de Claudia, que es obviamente el fin del sexenio de nuestro querido Peje. Y tampoco es como que haya mucho qué decir; en general ya he expresado todo lo que tenía que expresar. Esto es sólo una despedida.

Andrés Manuel termina su sexenio con un nivel de aprobación básicamente nunca antes visto; con una población que por mucho confía mucho más en el gobierno del país; y con una percepción generalizada (por más que le duela a sus malquerientes) de que su sexenio fue, en lo general, un indiscutible éxito.

No fue perfecto, por supuesto; nunca nada que tenga que ver con humanos lo es. Quedó a deber en múltiples frentes, aunque también es innegable que avanzó muchísimo más que ningún otro presidente en el último medio siglo en casi todos dichos frentes donde quedó a deber. En varios de ellos nada más intentándolo; de las cosas más desesperantes de todo el periodo neoliberal de los gobiernos federales de México, es justamente que sencillamente abandonaron o ignoraron en la práctica muchísimas de las responsabilidades que un gobierno federal debe tener.

Y están por supuesto los intangibles; esos aspectos que son difíciles (si no es que imposibles) de medir, pero que a la mayoría de la población sí nos importan (y mucho). Cosas como la actitud del gobierno frente a otros gobiernos, como Estados Unidos y España; cosas como el lugar que se le da a nuestro pasado como imperio indígena antes de la llegada de los españoles; o durante la resistencia a las intervenciones extranjeras; cosas como enaltecer lo que sea que chingados quiera decir que somos mexicanos, y que es completamente distinto en Chiapas que en Chihuahua que en la CDMX, pero que es paradójicamente lo mismo para todos nosotros.

A lo mejor todas esas cosas les parecen a algunos de ustedes, queridos lectores, como irrelevantes, ridículas o incluso en algunos casos “incómodas” o “peligrosas”. Les puedo asegurar que para la mayoría del país (el país es su gente) no lo son; y que si ustedes lo ven así, probablemente lo hagan en detrimento de ustedes mismos, a menos que no sean mexicanos (obviamente) o cuenten con alguna otra nacionalidad (y no me queda 100% claro en ese caso).

Pero sí importan para muchos de los que únicamente contamos como identidad nacional a la mexicana; que somos, indudablemente, la enorme mayoría del país: más aún si contamos nada más a los que vivimos en México y participamos en su vida política nacional.

El gobierno del compañero ex presidente, Andrés Manuel López Obrador, significó un radical cambio de timón en un montón de cosas tangibles (las grandes obras, los programas sociales, el combate a la desigualdad), pero también en un montón de estos conceptos intangibles. Era algo que millones de mexicanos literalmente ansiábamos que nuestro gobierno hiciera y que agradecemos profundamente que el Peje comenzara a hacerlo. Esperamos lo mismo de Claudia y todo apunta a que así seguirá siendo.

Ahora nuestro Peje se nos jubila y desaparecerá de la vida política nacional. Los que viven en Disneylandia dirán que él seguirá manipulando todo desde La Chingada (el rancho donde se irá a vivir su jubilación), pero no podrán presentar ninguna evidencia concreta al respecto, porque sencillamente no va a ser cierto: si pudieran pensar sensatamente (que evidentemente no pueden, de ahí que vivan en Disneylandia), fácilmente verían que toda la historia política de México en general y de Andrés Manuel en particular le impiden que haga algo de ese estilo. Gran parte del legado por el que ha luchado literalmente toda su vida radica justamente en ser capaz de soltar las riendas del poder en el momento cuando discutiblemente más poderoso en lo personal es él.

Los que empujen la falsa narrativa de que AMLO no se va a retirar lo harán por varios motivos. Uno es sin duda alguna la misoginia que caracteriza a la derecha, particularmente la mexicana, donde en el fondo no pueden concebir que una mujer pueda detentar el poder con tanta legitimidad como lo hará Claudia. Otro es que literalmente han invertido años y millones en posicionar al Peje como su villano favorito, y literalmente es tiempo y dinero tirado a la basura en cuanto el compañero ex presidente salga del escenario por la izquierda. Relacionado con eso, les cuesta mucho aceptar (si no es que tienen pavor a la idea) de que el “problema” (para ellos) no es Andrés Manuel, sino todo el movimiento que encabezó y que ahora lo hará Claudia; quieren creer que si se va el Peje todo se solucionará, porque no pueden aceptar que él únicamente fue uno de los dirigentes (ni siquiera el primero; mucho menos el último) de un movimiento que lleva luchando décadas por un proyecto de nación, discutiblemente desde 1968. Como dicho movimiento continuará alegremente sin el Peje, estos imbéciles dirán que el AMLO debe seguir detrás del mismo porque, ¿cómo va a seguir movilizada esta chusma si no es liderada por su líder carismático, por su “mesías tropical”? Porque, repito por enésima vez, son también en el fondo profundamente racistas y clasistas.

No hay mucho qué hacer por ellos; yo planeo ignorarlos por completo.

Hoy comienza la presidencia de la doctora, y yo sigo entusiastamente optimista al respecto; le deseo lo mejor y estoy bastante seguro de que continuará la Transformación de manera inteligente y exitosa. Pero hoy realmente me quiero despedir del que fue mi primer presidente, en el sentido de que fue el primer ocupante de la Silla del Águila del cual no sólo voté por él, sino que me enorgullezco de haberlo hecho y de poder decir “ese cabrón fue mi Presidente”.

Hasta siempre, Presidente.

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El último pejegrito

Ayer fui al Zócalo de la Ciudad de México a presenciar, por última vez en mi vida, como el Peje daba el grito de la independencia.

Fui porque consideré justo y necesario que fuera, dado que hay mucho qué celebrar: la victoria aplastante del 2 de junio; el increíblemente fuerte cierre de sexenio, con un Peje con una aprobación por parte de la población que supera el 70% y se acerca (según algunas encuestas) al 80%; el fin del sexenio del mejor presidente que ha tenido México en este siglo (y buena parte del anterior); que en dos semanas estrenaremos nuestra primera presidenta… y por supuesto la firma de la reforma al poder judicial, que se hizo ayer unas horas antes del grito y que concluye una de las últimas (y una de las más importante) victorías políticas del tabasqueño.

Fue lo que suele ser este tipo de ocasiones, nada más con bastante lluvia antes de empezar: una plaza abarrotada donde de hecho nos fue imposible llegar a la plancha; y muestras de amor desmedido por parte de un pueblo sinceramente agradecido con un presidente que consideramos nos cumplió en un montón de cosas y que fácilmente le disculpamos en las que se quedó corto.

Eso es algo que en general no puede entender la derecha; el genuino amor que un montón de gente le tiene al Peje. No faltarán los que digan que éramos acarreados, o peor: que éramos borregos idiotas siguiendo a un líder carismático sin ser capaces de pensar por nosotros mismos. En su clasismo y racismo (en muchos casos) no pueden aceptar el hecho de que somos sus iguales como ciudadanos, y por eso se sorprenden cuando pierden de manera humillante en las elecciones.

La banda cada cierto tiempo espontáneamente comenzaba a gritar los estribillos que siempre siguieron al Peje como dirigente: “¡es un honor, estar con Obrador!”; y “¡presidente, presidente!”; una y otra y otra vez. La Jornada comenta en una nota, pero yo lo puedo confirmar porque ahí estuve: ni un sólo chiflido; ni una sola mentada de madre; ni un sólo reclamo al que sin duda alguna es el presidente más querido por el pueblo de México en los últimos tiempos, probablemente desde el General Cárdenas. Esto no fue así con los últimos gritos de los presidentes que antecedieron a Andrés Manuel durante este siglo; la banda les mentó la madre enérgicamente durante los mismos.

Me divertí mucho, aunque moría de hambre porque no pudimos encontrar un lugar para cenar y yo estúpidamente salí de mi casa sin hacerlo; aunque me compré unos esquites que mantuvieron la situación manejable. Me dio gusto poder ir al que será el último acto de esta envergadura del líder indiscutible de la izquierda mexicana que sale por la derecha del escenario después de haber desempeñado un papel que incluso en muchos casos susperó nuestras espectativas.

Quiero terminar con una observación que me sorpendió, al menos al inicio; caminando por 5 de mayo hacia la estación del metro Bellas Artes, pasó un pequeño convoy de vehículos militares (no Guardia Nacional; el Ejército Mexicano), y de manera completamente orgánica y espontánea, la gente que llenaba la calle comenzó a gritarles porras, a saludarlos e incluso algunas muchachas a volarles besos.

Para mí, que me he movilizado en la izquierda desde que soy adolescente, me sorprendió enormemente al inicio; de donde yo vengo, veíamos al ejército (y las fuerzas armadas en general) con desconfianza y a veces miedo. La reacción más positiva que en general podía surgir de una movilización social frente al ejército era tal vez gritar “¡el pueblo uniformado, también es explotado!”

Jamás en mi vida había visto a la gente movilizada (y entiendan esto: la gente que fuimos al último grito del Peje estamos movilizados) alegremente celebrarlos y echarles porras y mandarles besos. Los soldados estaban que no se la creían, sonriendo como idiotas y regresando los saludos y los besos.

Pero mi sorpresa me duró sólo unos segundos, porque me cayó el veinte casi de inmediato. Claro que la banda celebró a ese pueblo uniformado que también es explotado; acabábamos de celebrar a su Comandante Supremo. El Peje y su administración legitimizaron (al menos en parte) al ejército.

Le quedan dos semanas al sexenio del Peje, pero dudo mucho que ocurra algo particularmente interesante en estos quince días. El primero de octubre seremos testigos de cómo comienza el segundo piso de la Transformación, y al menos yo estoy bastante optimista de cómo se ve el futuro de la Nación.

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De la soberanía nacional

Artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos:

Artículo 39.-

La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

El artículo 39 por supuesto estaba escrito desde 1917, mucho antes de que hoy se aprobara en el senado, por fin, la reforma constitucional que fue estandarte de campaña de Claudia y de la continuación de la Transformación. Que, repito por enésima vez, si no se aprobaba esta reforma, quemábamos (metafóricamente) las calles: el 2 de junio fue, entre otras cosas, una contundente orden del pueblo de México de reformar, a fondo, el poder judicial.

Comienzo esta entrada con el artículo 39 porque yo dije algo similar cuando defendí la reforma en una de mis entradas de política en junio:

O confiamos en la ciudadanía o no lo hacemos, no hay medias tintas: en una democracia el poder emana del pueblo, de la ciudadanía. Eso implícitamente implica que confiamos en nosotros mismos para gobernarnos.

Esto no es sólo una bonita idea; está escrito en blanco y negro en el documento que como su nombre indica constituye al Estado Mexicano, y así ha estado plasmado desde que se escribió la constitución de 1917. Es, literalmente, la ley desde hace más de un siglo.

Por supuesto, durante décadas fue en los hechos letra muerta; pero justamente la elección del 2 de junio de 2024 es la primera vez en la historia del país, donde una elección se llevó a cabo con el objetivo explícito de reformar uno de los 3 poderes de la unión, de tal forma que el espíritu del artículo 39 se cumpliera en todas las ramas del Estado Mexicano.

No soy abogado; pero no se necesita serlo para entender el artículo 39 y comprender que, en principio, por sí mismo justifica la reforma constitucional que hoy aprobó la cámara alta. Para que se complete el proceso de reforma constitucional faltará que la mitad más una de las legislaturas estatales la aprueben; pero dado que Morena controla más de veinte, esto no será problema. De hecho, probablemente ocurra esta misma semana.

Yo, por supuesto, apoyo la reforma; apoyaba la que envió el compañero Presidente, pero apruebo y aprecio los más de cien cambios que le hicieron los diputados en la cámara baja. Y por supuesto lo que más me gusta es la elección popular de jueces, magistrados y ministros.

¿Qué pasó con esos rumores de que Claudia estaba tratando de demorar la reforma? ¿Que estaba a punto de “tronar” con el Peje? Uno de los más imbéciles de mis lectores incluso tenía “fuentes” que le “informaban” que dicho “truene” iba a ocurrir un miércoles hace unas semanas.

Pendejadas. Estupideces. Alucinaciones de personas increíblemente enajenadas; o muy ignorantes; o tan perdidos viviendo en Disneylandia que sencillamente están dispuestos a aceptar como verdad cualquier rumor absurdo que cuadre con sus alucinaciones. Y no hay que limitarnos; es posible que estén enajenados, que sean muy ignorantes y que estén perdidos en Disneylandia, todo al mismo tiempo.

Claudia se expresó, antes y después de que se aprobara la reforma, a favor de la misma. No hubo una sola señal de que la Presidenta (electa) estuviera en contra; los que decían lo contrario se lo inventaron o lo leyeron de las tripas de una cabra que sacrificaron.

Y Claudia tenía que apoyar la reforma. Por razones pragmáticas esta reforma constitucional tenía que ser aprobada y la Presidenta (electa) tenía que apoyar dicha aprobación: la mayoría calificada que votamos por continuar la Transformación así lo exigíamos; si no nos cumplían entonces quemábamos (metafóricamente) las calles.

Pero Claudia también apoya esta reforma por razones ideológicas: la izquierda siempre, siempre deposita su fe en el pueblo. Es una de las diferencias fundamentales que tenemos con la derecha: la derecha ve con desconfianza (y un poquito de asco y desprecio, porque son racistas y clasistas) al pueblo de abajo. Nosotros confiamos en que haga lo correcto; y si se equivoca (como en el 2000 con Fox) seguimos confiando en el pueblo, porque el mismo está conformado por seres humanos y los seres humanos somos falibles. Aunque a muchos les moleste recordarlo, la doctora Presidenta (electa) es producto de movimientos populares arropados por la izquierda mexicana; fogueada en las luchas sociales en las que siempre estuvimos metidos.

Si el poder público dimana del pueblo, como dice el artículo 39 de la constitución, entonces es absurdo que una tercera parte de los poderes de la Unión estén por “encima” del mismo. Por supuesto que podemos elegirlos: y es lo que podremos hacer gracias a esta reforma.

Hasta 1913 (ya teniendo electricidad y teléfono en algunas poblaciones), los gringos no elegían directamente a sus senadores federales. Los dos senadores de cada estado eran elegidos por los congresos locales. ¿Por qué?, pues porque evidentemente la gente común y corriente es muy pendeja para saber qué senador le conviene a su estado; eso hay que dejarlo a la gente que sí sabe, como son los diputados locales.

(Estoy siendo sarcástico, si acaso era necesario que lo explicara).

En 1913 los gringos ratificaron su decimoséptima enmienda constitucional, que cambió las reglas para que los senadores fueran elegidos por voto popular. No sólo hubo en ese entonces quien se oponía a la enmienda; cada cierto tiempo sale algún político gringo retrógrada y se queja de que hay que tumbarla.

Y los argumentos que dan son sospechosamente similares a los que se quejan de la reforma que aprobaron nuestros legisladores. Que en el fondo se reducen a lo que decía arriba con sarcasmo: evidentemente la gente común y corriente es muy pendeja para saber qué jueces, magistrados o ministros les convienen; eso hay que dejarlo a la gente que sí sabe, como son los legisladores.

(De nuevo y para que no haya malos entendidos; estoy siendo sarcástico.)

Por más que lo nieguen, esa es una forma de pensar profundamente antidemocrática.

Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste.

O bien esas son palabras bonitas que realmente no creemos; o bien lo creemos y actuamos de manera congruente a las mismas. No hay medias tintas en este caso.

La oposición se empecinó en una “moratoria” legislativa ridícula; se propuso el plan C y el compañero Presidente mandó desde febrero (casi cinco meses antes de las elecciones) un paquete de reformas constitucionales con el objetivo de aprobarlas si se lograba el plan C; los ciudadanos sabíamos en qué consistían las reformas y los motivos y potenciales consecuencias de las mismas; con esta información votamos de manera masiva por Claudia y además por los candidatos a legisladores de la coalición que ella lideraba, sabiendo (y esperando) que se consiguiera el plan C para aprobar las propuestas del Presidente (después de las modificaciones que los legisladores consideraran pertinentes).

Se logró el plan C; se consiguió la mayoría calificada. En cuanto entró en sesión el congreso se continuó el trabajo legislativo de la legislatura anterior y se aprobó la primera de las reformas. Nunca se le mintió a nadie; nunca se dijo una cosa y se actuó de otra manera: dijimos qué queríamos y qué haríamos y justamente eso fue lo que se llevó a cabo.

En cambio la oposición no hizo literalmente ni madres; todo el tiempo (desde el plan A y plan B, que antecedieron al plan C) lo único que hicieron fue criticar y atacar al presidente y negarse a proponer alternativas o a negociar un punto medio. Ellos fueron los que se empecinaron en una postura de todo o nada… y pues se van a quedar con nada.

Porque encima de todo son increíblemente incompetentes; y eso definitivamente no es problema nuestro.

La violencia con que trataron de detener el legal (y legítimo) proceso de aprobar la reforma, que incluyó a una bestia de senadora panista llamando a linchar a los senadores de la oposición que votaran por la reforma, resultó tan patética que incluso daba un poquito de ternura. Literalmente como los gringos trumpistas fanáticos que irrumpieron en su congreso el 6 de enero de 2021; o los seguidores de Bolsonaro en Brasil el 8 de enero del año pasado: nada más consiguieron mostrar el cobre y exhibir la diferencia con nuestro movimiento, que jamás recurrió a la violencia.

Recuerden el 2006, cuando mucha gente estaba increíblemente encabronada por el fraude, pero aún así nunca recurrimos a la violencia; el Peje mismo siempre (siempre) llamó a manifestarse de manera pacífica y a no caer en provocaciones. En cambio una senadora panista estaba llamando a linchar senadores; ese es el nivel que tienen.

Exceptuando la pena ajena que daban esas muestras y llamados a la violencia, la verdad yo me divertí como enano con todo el proceso; fue literalmente como si un escuálido borracho se pusiera en unas vías del tren para tratar de detenerlo, y todo mundo le estábamos diciendo “quítate de ahí, güey, te van a arrollar”. Y dicho y hecho: fue arrollada la oposición, como todo mundo que tuviera dos dedos de frente sabíamos que eso ocurriría.

Igual de divertidos encuentro a la bola de animales que siguen sin entender ni siquiera que no entienden, cuando nos increpan que “disfrutemos lo votado”, como si no estuviéramos de acuerdo con lo que está pasando, como si no supiéramos que justo de esta manera iban a actuar los legisladores de la Transformación. Por supuesto que sí sabíamos; por supuesto que sí estamos de acuerdo; y por supuesto que sí estamos disfrutando lo votado: por eso votamos así.

O a los que chillan que ya estamos en una dictadura; muy simpático que una reforma que le da la toma de decisiones a la ciudadanía de alguna manera implique que entramos a una dictadura; que una dictadura se instaura cuando se deja el poder en manos de la gente.

Porque realmente es eso lo que les molesta: para que las cosas fueran como ellos quisieran, lo único que necesitarían hacer es convencer a una mayoría de la ciudadanía… pero saben que no pueden convencer a una mayoría de la ciudadanía. No sólo sus propuestas son terriblemente malas (como quedó empíricamente demostrado con los sexenios anteriores al Peje); los patéticos dirigentes al frente de los partidos de oposición sabemos que son una bola de rateros y corruptos, además de inimaginablemente incompetentes.

Por supuesto que no pueden convencer a una mayoría. Por eso se aferraron como ratas desesperadas a tratar de conservar el poder judicial, porque era lo único que les quedaba porque no pueden ganar las elecciones. No tienen las propuestas; no tienen las dirigencias; no tienen los cuadros para sacar de ahí candidatos; y por encima de todo no tienen el apoyo popular masivo que nuestro movimiento sí tiene.

La oposición volvió a perder, porque les digo que parece que ya le están agarrando el gusto a hacerlo; están en un hoyo que yo no veo cómo van a poder salir del mismo. En estos días, con sus llamados a la violencia y su increíble incapacidad de proponer o argumentar, defendiendo lo indefendible, los muy idiotas perdieron por adelantado las elecciones intermedias de 2027 y la presidencial de 2030. Y muchos ni siquiera se han dado cuenta.

Es arriesgado hacer una predicción de ese estilo con tantos años de anticipación, pero me voy a animar porque lo único que tiene que hacer la Transformación dentro de seis años, es ofrecer algo mejor que la oposición. Y no veo cómo sería posible que en menos de 70 meses la oposición consiga recuperarse de la bola de imbecilidades que tienen años cometiendo.

Para terminar: los manifestantes que usaron violencia en el senado y en otras manifestaciones, aunque sin duda alguna muchos son un montón de porros, también me queda claro que había quienes nada más eran trabajadores del poder judicial que no están bien informados o que los obligaron a asistir. Independientemente, para todos ellos no debe haber ningún tipo de procedimientos legales en su contra. Hay ahí gente mal informada o utilizada, y no vale la pena afectarlos nada más por ir en contra de los indudables porros. Es lo políticamente correcto; especialmente porque no hubo (hasta donde tengo entendido) heridos ni daños mayores.

Pero Norma Piña, algunos miembros más de la SCJN y los jueces criminales que de manera ridícula otorgaron amparos para detener la discusión de la propuesta, a ellos se les tiene que hacer juicio político, separarlos de su cargo e inhabilitarlos de cargos públicos al menos durante una década. No considero necesario meterlos a la cárcel (aunque probablemente se lo merezcan); pero sí quitarles cualquier tipo de poder o autoridad que pudieran tener: evidentemente no se les puede confiar, porque han demostrado que están dispuestos a abusar de ella.

Golpiña

Golpiña

Y además esperaría al menos una condena formal de ambas cámaras del Congreso de la Unión contra María de Jesús Díaz, la senadora bestia panista que llamó a linchar a sus compañeros de la cámara alta. Si tuvieran madre, los dirigentes partidista del PAN, PRI y MC condenarían ese tipo lenguaje; no tiene cabida en el discurso político nacional. Se vale estar en contra; se vale gritar; venga, se vale insultar y mentar la madre. Pero no se pueden permitir llamados a la violencia. A lo mejor hacen esa condena en los próximos días, aunque yo no aguantaría el aliento; pero nada más que no lo hicieran de inmediato es justamente una de las razones por las cuales yo predigo que van a volver a perder en 3 y 6 años.

Vienen cambios para el país muy importantes en los próximos meses; lo de hoy sólo fue el primer paso. Sigue la Transformación del país y, como se ven las cosas, no hay manera de que la detengan.

Se va a poner muy divertido.

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La mayoría calificada

El viernes, después de uno de los despliegues más patéticos por parte de la oposición y la comentocracia chayotera que los apoya para intentar forzar al TEPJF y al INE a que violaran la constitución sin ningún fundamento, por fin se oficializó lo que todos sabíamos que iba a pasar: que la Transformación obtuvo de sobra los escaños que necesitaba en la cámara de diputados para tener mayoría calificada, además de quedarse únicamente a tres escaños de la misma en la cámara de senadores.

El punto de contención, consecuencia de que no saben leer los que chillaban acerca de la “sobrerrepresentación”, era que no era “correcto” que, habiendo obtenido Morena, el Verde y el PT un 54.7% de los votos para legisladores en el país, que al final terminara con 72.8% de los escaños en la cámara baja. Que eso era tener “sobrerrepresentación”.

Esto es, por supuesto, idiota: o no saben leer, o se están haciendo pendejos. El poder legislativo en México nunca se ha elegido con base en proporciones de la votación total del país; se elige con base en distritos electorales. Cada diputado de mayoría simple es elegido por la población de un distrito en las diferentes entidades del país; y en las elecciones por distritos, la Transformación ganó 256 escaños, o en otras palabras: la Transformación ganó en el 85.33% de los distritos.

Bajo este esquema un partido podría ganar el 100% de los distritos con el 51% de los votos, si en cada distrito ganara justamente con 51% de los votos. O incluso con menos, si el voto opositor se divide en porcentajes menores.

Así ha funcionado el legislativo mexicano desde sus inicios, porque les copiamos a los gringos. Durante décadas (si no es que siglos) los ahora miembros de la oposición nunca se quejaron al respecto. Se quejan ahora porque la ciudadanía mexicana le dio el poder a la nueva legislatura para en los hechos ser un congreso constituyente que va a realizar cambios radicales y muy necesarios en la constitución del país.

(Van a faltar 3 senadores para esto; pero no se preocupen, el kilo de senador va a estar baratísimo en poco menos de dos semanas.)

Aunque la Transformación ganó directa y limpiamente el 85% de los distritos, al final contará con nada más 72.8% de los escaños en la cámara de diputados por justamente los plurinominales, que son la versión mexicana y algo burda del voto por orden de preferencia: para que no sean inútiles los votos de la primera minoría en cada distrito, se sigue una fórmula para asignar los 200 diputados plurinominales que hay, basada en los votos de primera minoría en las distintas circunscripciones del país.

No es terriblemente complicado, pero sí tedioso, así que no lo voy a explicar; pero es lo que le permitirá al PAN tener 72 diputados, a pesar de que únicamente pudo ganar en 32 distritos. Si somos sinceros, esa es la verdadera “sobrerrepresentación”: el PAN tendrá más diputados plurinominales que los que pudo ganar en todos los distritos; pero está bien, para eso justamente son los plurinominales, como lo señala la constitución.

Que hablando de ella, justamente trataron de presionar al TEPJF e INE para que “interpretaran” como se les daba la regalada gana el artículo 54, sección IV:

Artículo 54 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos:

Artículo 54.-

[…]

IV. Ningún partido político podrá contar con más de 300 diputados por ambos principios [mayoría relativa y plurinominales];

Lo que quería la oposición es que se “interpretara” la sección IV del 54 como “ninguna coalición” o “ninguna fuerza política”, para con esto evitar que Morena, junto con el Verde y el PT, excedieran los 300 diputados.

Lamentablemente para estos tarados, no hay nada que interpretar, la constitución es llanamente clara: son partidos, no coaliciones o fuerzas políticas. El nivel de presión, que incluyó a casi toda la comentocracia chayoteril y muchísimos de los intelectuales que chillan por ya no ser apapachados, fue la verdad muy entretenida de ver. Literalmente es como si se hubieran puesto de acuerdo para gritarle a las nubes que la Tierra es plana.

Y con básicamente el mismo nivel de éxito a fin de cuentas: el viernes el INE aprobó por mayoría la asignación de plurinominales en el congreso; y por unanimidad la asignación de plurinominales en el senado.

Va a haber impugnaciones, por supuesto, porque a nuestra patética y perdedora oposición al parecer ya le agarró el gusto a perder; pero es trivialmente previsible que serán desechadas todas y cada una de ellas.

El pueblo votó el 2 de junio, claramente; y bajo las reglas establecidas (que son básicamente las mismas desde hace décadas), Morena y sus aliados ganaron legal y legítimamente una mayoría calificada en la cámara de diputados; y una muy cercana en la cámara de senadores. Todos los lloriqueos de la oposición son exactamente eso: lloriqueos. No tendrán ninguna consecuencia significativa: el domingo 1º de septiembre se instalarán ambas cámaras con los números que aprobó el INE el viernes.

Por cierto, honor a quien honor merece: Mario Delgado, que fungió como presidente de Morena durante las elecciones y a quién nuca había mencionado en este blog porque me cae muy mal, hizo un trabajo excelente contando los frijoles y poniéndose de acuerdo con el Verde y el PT para decidir cómo competirían en la cámara de diputados los candidatos de la coalición; en algunos distritos fueron en coalición, mientras en otros fueron los tres partidos separados, para así poder maximizar (con base en las encuestas y análisis de cada distrito) el número de diputados que podían ganar los partidos de la coalición, tanto por mayoría como por segunda minoría.

Es un problema NP-duro, y estoy seguro de que varios cuentafrijoles bien informados los asesoraron, porque un resultado de este estilo no es casualidad. Así que me caerá muy mal Mario Delgado, pero la verdad hizo muy bien su chamba.

Con este trámite ya superado, sólo faltará el trámite de desechar todas las ridículas impugnaciones de la oposición para que en exactamente una semana se instaure nuestro congreso (en los hechos) constituyente y comiencen a aprobarse las reformas que tanta falta le hacen al país para continuar la Transformación.

Se va a poner muy divertido.

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La doctora presidenta (electa)

En la Facultad de Ciencias (y, me imagino, toda la UNAM), cuando haces tu examen profesional y lo pasas, no te dan tu título: te dan un vale por un título, que en mis tiempos tardaba como seis meses en estar listo y que me dicen que ahora es un poco menos, pero siguen siendo meses. Estando listo el título, uno va con su vale por un título y lo intercambia por el artículo genuino.

Algo así pasa con las presidentas, al parecer, porque el jueves le dieron a Claudia Sheinbaum un vale para ser presidenta en un par de meses.

La doctora presidenta (electa)

La doctora presidenta (electa)

Esto por supuesto ya sabíamos que iba a ocurrir, después de la madriza histórica que le dio la Transformación a la derecha en México el 2 de junio. Lo interesante son las circunstancias bajo las cuales se emitió la famosa constancia de presidenta electa para la doctora.

Primero: el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación desechó todas las impugnaciones que, de manera caricaturesca, interpusieron los de la oposición. Digo caricaturesca porque después de interponerlas no se les ocurrió ir a argumentarlas ni presentar pruebas válidas. Se desecharon absolutamente todas y no se anuló ni un solo voto de los millones emitidos para Claudia el pasado 2 de junio.

Segundo: los magistrados del TEPJF determinaron por unanimidad, que el Peje no intervino en los resultados de los comicios del pasado 2 de junio. En toda la historia del país, legalmente, el único presidente que ha intervenido en una elección fue Vicente Fox en el 2006; los muy cobardes magistrados de hace casi veinte años no anularon las elecciones entonces, pero sí dejaron en el registro histórico que Fox había intervenido en las mismas… no sólo porque la evidencia al respecto era abrumadora, sino porque eventualmente el tarado de Fox mismo admitiría que así había sido

Esto es un pequeño detalle que quedará para la historia, pero que a mí me parece es necesario resaltar: la elección de Claudia fue legal bajo cualquier definición del término: la autoridad máxima electoral así lo determinó. Unánimamenete. Pero más importante que eso, es que fue una elección legítima: el compañero Presidente no intervino en la elección, ni en términos legales ni mucho menos en términos de legitimidad: fue un triunfo limpio e incólume.

Mucha gente no entiende qué significa que algo sea legítimo; y en defensa de todos ellos, la definición misma es relativa, no absoluta. Por cierto, si quieren oír a alguien que de verdad sabe del tema, mi mamá se le ocurrió abrir un canal en YouTube de Ciencia Política, y justamente su último video es acerca de qué es la legitimidad.

El usurpador Calderón, aunque técnicamente fuera el presidente legal, nunca fue presidente legítimo, después del descarado fraude de 2006; justamente su ilegitimidad fue parte de lo que lo llevó a iniciar una criminal “guerra contra el narco” que inundó de violencia al país durante décadas y donde, de pura casualidad, resultó que el Secretario de Seguridad Pública que él designó trabajaba para los narcos.

Similarmente, Salinas trató de comprar su legitimidad después del fraude de 1988 con varias obras que intentaron distraer de los enormes robos a la nación que ocurrieron durante su sexenio, pero al final y para la historia, fue un presidente ilegítimo, aunque de nuevo técnicamente lo fuera legalmente.

Los mejores presidentes mexicanos que se sentaron en la Silla del Águila fueron presidentes con una legitimidad avasalladora: y me refiero por supuesto a Benito Juárez y Lázaro Cárdenas. Y por más que les duela a sus malquerientes, con casi toda certeza el Peje será recordado como uno de los presidentes más legítimos de este país, tal vez incluso acercándose a don Beno y al general Cárdenas.

Porque además de ser relativa, la legitimidad es dinámica: cambia con el paso del tiempo. Vicente Fox fue electo presidente de México legal y legítimamente: ganó limpiamente las elecciones de 2000 y llegó al poder con un gran capital político respaldándolo. Llegó con mucha legitimidad.

Sin embargo, la bola de imbecilidades que un día sí y otro también cometía el tarado de Fox fueron mermando esa legitimidad: fue una decepción, en el mejor de los casos, y un embustero que engañó a los que votaron por él, en el peor; por no decir de justamente participar en el fraude electoral e intervenir en las elecciones de 2006, como ya mencioné que él mismo admite. Terminó diluyendo por completo o casi por completo su legitimidad.

En cambio el Peje se puede discutir que incrementó su legitimidad; que es fácilmente argumentable por el hecho de que Andrés Manuel ganó con el 53% de los votos en 2018 y su sucesora lo hizo con el 59%.

Y, repito con cierto placer en mi voz, Claudia ganó sin que el Peje interviniera en las elecciones: así lo determinaron, por unanimidad, los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Será la presidenta legal del país, pero más importante, será la presidenta legítima; tal vez la presidenta que llega al poder con más legitimidad en casi cien años de transiciones pacíficas en el país.

Por supuesto habrá quienes nieguen la realidad y digan que el Peje, o Claudia, o los dos en los casos más delirantes, son, de alguna manera, ilegítimos. Esta gente está más allá de toda posibilidad de que tratemos de razonar con ellos; pero son muy poquitos y podemos fácilmente ignorarlos. No importan demasiado, en este tema al menos; y tampoco en muchos otros.

Son los mismos que no entienden que venimos ganando de calle la discusión durante los últimos años. Creen que, dado que no los convencemos a ellos (porque encima de todo son risiblemente necios), que entonces eso de alguna manera implica que ellos ganan la discusión. No entienden (en algunos casos no pueden entender), que el objetivo de este tipo de discusiones no es convencer a todos, ni mucho menos a ellos: el objetivo es convencer a la mayoría.

Y como quedó apabullantemente demostrado el 2 de junio, hemos convencido a la mayoría. A una gran mayoría.

A una mayoría calificada, de hecho.

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Disneylandia

Quiero terminar (al menos por el momento) esta serie de entradas de política enfocándome en un comentario que me dejó uno de mis lectores en una de las entradas que escribí antes de las elecciones.

Podría parecer, inicialmente, que lo hago para burlarme de dicho lector; nada más lejano de la verdad. Lo hago para analizar lo desconectados que pueden estar algunos ciudadanos de la realidad, pero en particular los que sienten un odio visceral contra la Transformación y en particular contra el Peje.

De hecho, yo sospecho que ese odio es la principal explicación de dicha desconexión con la realidad; los afecta tanto su furia contra el Peje y su gobierno, que están dispuestos a aceptar casi cualquier narrativa que justifique esa emoción que los consume, por más ridícula que sea.

Y así es como terminamos con ciudadanos que viven en Disneylandia, completamente desconectados de la realidad.

En parte me preocupa, porque es justo la estrategia que los republicanos han seguido en gringolandia desde Ronald Reagan: alimentando mentiras descaradas a sus bases para que voten por ellos, aunque en los hechos sea votar en contra de sus propios intereses.

En parte no me preocupa, porque como quedó plenamente demostrado este 2 de junio, nuestros connacionales viviendo en Disneylandia son una minoría: la enorme mayoría del país sigue con sus dos pies firmemente plantados en la realidad, y no solamente mucho mejor informados, sino interesados en mantenerse así y con deseos de participar en la discusión política nacional.

Estos ciudadanos son los que le permitieron a la Transformación llegar al poder en 2018; y son los que abrumadoramente eligieron apoyar su continuación el 2 de junio.

Primero voy a poner el comentario del lector íntegro, aunque me permití corregir errores de ortografía y darle formato. Después atenderé cada punto.

Mi pronóstico para la 4T es el siguiente;

  • Claudia va a ganar por 5 a 10 puntos, gracias a la aplanadora del gobierno y el presupuesto.
  • En las cámaras de diputados y senadores la 4T va a ganar una mayoría modesta, lejos de ser suficiente para cambiar la constitución. Esto va a beneficiar a Claudia, porque ya no va a poder ser controlada por AMLO. Va a a tener un pretexto para no cumplir las pendejadas de AMLO, como eso de dar 100% de pensión y elegir por voto a los jueces de la Suprema Corte.
  • Morena va a perder la CDMX, lo cual va a beneficiar a Claudia porque eso va a debilitar a los “puros” que son un dolor en el culo para ella. Ella se lleva mejor con Taboada que con la chaira de Clara.
  • Claudia va a romper con AMLO en algún momento después de las elecciones o durante el primer año del sexenio. Lo único que quedaría es si AMLO hace berrinche o se aguanta. No existe ninguna “Transformación” eso es una construcción de mercadotecnia de AMLO que sólo los ingenuos se creen.

Vamos a atender cada punto:

  • Claudia va a ganar por 5 a 10 puntos, gracias a la aplanadora del gobierno y el presupuesto.

    Mi lector se equivocó aquí por 22 puntos porcentuales en el mejor de los casos; y 27 en el peor: Claudia ganó por 32 puntos porcentuales sobre el segundo lugar. Por supuesto ese margen de victoria, atribuirlo a cualquier cosa que no sea una decisión aplastante del pueblo, es incluso insultante.

    En una elección cercana sería tal vez posible decir que una “aplanadora” del gobierno o diferencias en “presupuesto” fueron la causa de una derrota; con 32 puntos de ventaja, es ridículo. Más aún cuando Xóchitl gastó 363 millones de pesos contra 303 millones de Claudia, casi 20% más.

    Pero claro, si vives en Disneylandia, entonces probablemente el Peje hipnotizó a casi todo el país o algo por el estilo.

  • En las cámaras de diputados y senadores la 4T va a ganar una mayoría modesta, lejos de ser suficiente para cambiar la constitución.

    Éste es probablemente uno de los peores pronósticos políticos que he visto en mi vida. Se ganó la mayoría calificada en la cámara baja de calle; y en la cámara alta la Transformación se quedó a 3 escaños, que como ya he argumentado varias veces, múltiples senadores de oposición se van a pelear a mordidas entre ellos a ver quién traiciona primero y vota con la alianza de Morena.

    ¿Cómo puede alguien predecir algo que termina siendo casi lo opuesto de lo que ocurrió. Muy fácil: nada más hay que negar la realidad enfrente de uno y pensar que uno vive en Disneylandia.

  • Esto va a beneficiar a Claudia, porque ya no va a poder ser controlada por AMLO.

    Podríamos discutir que como no se cumplió el pronóstico anterior, es patear un caballo muerto el analizar el resto del punto; pero me parece interesante por la información extra que ofrece sobre lo que piensa mi lector.

    Dejen ustedes lo misógino del enunciado; ¿de dónde saca que Claudia estaba siendo controlada? De nuevo, si uno veía las actividades de ambos políticos, leía o escuchaba sus discursos, y seguía los análisis de la mayor parte de la prensa, no había ninguna señal de que jamás el Peje haya controlado a Claudia.

    Obviamente está el respeto a la figura presidencial y a un antiguo jefe; y por supuesto coinciden en múltiples puntos en su programa político, porque forman parte desde hace décadas del mismo movimiento político. Nada de eso significa que Andrés Manuel controle a Claudia.

    A menos que vivas en Disneylandia (y el ser misógino probablemente ayude); en ese caso obviamente Claudia estaba bajo el control (probablemente hipnótico también) del Peje.

  • Va a a tener un pretexto para no cumplir las pendejadas de AMLO, como eso de dar 100% de pensión y elegir por voto a los jueces de la Suprema Corte.

    Las pensiones ocurrirán después; pero primero obviamente vamos a pasar la reforma para elegir a los jueces de la Suprema Corte; si no se pasa esa reforma, como ya he dicho antes, quemamos (metafóricamente) las calles.

    Pero además es una reforma que Claudia apoya, bajo su propia versión, por supuesto; que es lo que están discutiendo en estos momentos. Todos los analistas políticos (hasta los más chayoteros) coinciden en esto.

    Pero si estás en Disneylandia, no, por supuesto; era una imposición del Peje sobre Claudia, a la cual controla hipnóticamente, como debe ser evidente.

  • Morena va a perder la CDMX, lo cual va a beneficiar a Claudia porque eso va a debilitar a los “puros” que son un dolor en el culo para ella.

    Morena ganó la Majestuosa, por supuesto, por más de 10 puntos porcentuales. Lo de los “puros” no lo entiendo, ¿Clarita es pura? ¿Claudia es impura?

    ¿Es un comentario antisemita? No sé, porque mi lector no sólo vive en Disneylandia, además habla en acertijos. No tengo idea de a qué se refiera con “pureza” en este contexto, ni porqué Clara sería más pura que Claudia.

  • Ella se lleva mejor con Taboada que con la chaira de Clara.

    Esta fue una de las narrativas más bizarras de la oposición, que comenzaron a decir (sin ningún fundamento de cualquier tipo) que Claudia y Clara se llevaban mal.

    De nuevo, probablemente sea un comentario misógino acerca de la interacción de mujeres en el trabajo.

    Pero incluso si te lo crees, ¿de dónde saca que Claudia se lleva mejor con Taboada? ¿Dónde existe un módico de evidencia que pueda justificar esa afirmación? Pero además en particular con Taboada, que es (de acuerdo a casi todos los que han tenido la mala fortuna de interactuar con él) un hígado.

    Por no decir un criminal de poca monta.

    Pero si vives en Disneylandia, Claudia y él se llevan a toda madre, mientras que no soporta a Clara, ¿por chaira? ¿Eso implica que Claudia no es chaira?

  • Claudia va a romper con AMLO en algún momento después de las elecciones o durante el primer año del sexenio.

    ¿Eran novios? Nadie me dijo.

    Claudia tiene sus promesas de campaña, que obviamente se montan sobre el trabajo del Peje (es el segundo piso de la Transformación); pero independientes de él como dirigente. No “rompería” con el Peje; en tal caso rompería sus promesas de campaña; pero, como ya hemos visto con mi lector, no hay que desperdiciar ninguna oportunidad de ser misógino.

    Y si eso ocurriera (no va a ocurrir, a lo más algunas promesas no las va a poder cumplir), eso sería entre Claudia y los que votamos con ella; no entre Claudia y el Peje.

    Pero si vives en Disneylandia probablemente el Peje va a seguir controlando todo desde Tabasco. Porque, de nuevo, no hay que desperdiciar ninguna oportunidad de ser misógino.

  • Lo único que quedaría es si AMLO hace berrinche o se aguanta.

    De nuevo, básicamente todo lo que predijo mi lector eran alucinaciones suyas por vivir en Disneylandia, entonces se puede discutir que es redundante analizar esto. Pero es interesante hacerlo por lo que refleja de cómo piensa mi lector.

    ¿Qué nos importa lo que piense, sienta o haga un ex presidente de la república? Si implicara algo relacionado a haberse robado dinero de la Nación, lo entendería. Pero ¿hacer berrinche o aguantarse?

    De nuevo, toda esta diatriba de mi lector lo que refleja es el odio visceral que él, como muchos otros me imagino, sienten contra el Peje y el movimiento que lo llevó a la presidencia. Literalmente es tanto que infantiliza sus argumentos y entonces proyectan lo que realmente sienten ellos.

    Nuestra perdedora oposición; ¿están haciendo berrinche o se están aguantando?

  • No existe ninguna “Transformación” eso es una construcción de mercadotecnia de AMLO que sólo los ingenuos se creen.

    Por supuesto: en Disneylandia no existe un movimiento que sirvió como vanguardia del mensaje político más contundente en el país en casi cien años, tiene que ser una creencia de gente ingenua.

    Casi treinta y seis millones de ingenuos, al parecer.

En Disneylandia, el único motivo de que Claudia ganara (por un pelo de rana calva) sería una mítica aplanadora presupuestal morenista. En Disneylandia, las cámaras las ganaría la Transformación apenitas, lejos de las mayorías calificadas, y sería bueno porque entonces Claudia podría divorciarse del Peje. En Disneylandia, Morena perdería la CDMX, y además sería bueno porque entonces trabajaría con su novio Taboada, no con la bruja de Clarita, a quien odia, probablemente porque tiene el pelo lacio. En Disneylandia, al parecer únicamente los ingenuos se creerían un proyecto de nación que lleva casi seis años arrojando resultados principalmente positivos.

En la realidad, casi lo opuesto de lo que predijo mi lector se cumplió. Parafraseando lo que dice Luke Skywalker en la peor película de la nonología: “Amazing. Every word of what you just said was wrong.”

Repito que la intención de esta entrada no es burlarme de nadie; es entender. ¿Cómo puede alguien equivocarse a un nivel tan profundo?

(Paréntesis: existe una probabilidad distinta de cero de que mi lector no exista; que sea un bot pagado por los mismos que pagaron las campañas de #narcopresidente y similares, probablemente con base en Argentina y Colombia, para tratar de aparentar de que de verdad existen mexicanos viviendo en Disneylandia. La verdad, preferiría que ese lector fuera un bot; me da lástima pensar que un ser humano de carne y hueso pueda vivir tan desconectado de la realidad. Cierro paréntesis.)

La única respuesta, para mí, es justamente hacer un esfuerzo consciente de negar la realidad y decidir ir a vivir a Disneylandia. La información estaba ahí, tanto como para mí como para todos los que quisieran ver dicha información: las encuestas, los análisis de periodistas no chayoteros, los resultados objetivos de programas de gobierno y acciones como la respuesta a Otis. Todo estaba a la vista de quien quisiera ver.

Sólo que gente como mi lector se negó a ver.

Esto puede ser tan fácil como literalmente el negarse a echar un ojo de vez en cuando a ver qué dicen los demás: nada más quedarse en las redes sociales de costumbre, permitiéndole al algoritmo seleccionar únicamente publicaciones de gente que pensaban como él o de medios que le alimentaban noticias que reafirmaban el seguir viviendo en Disneylandia.

Oceania was at war with Eastasia. Oceania had always been at war with Eastasia.

Pero también está la posibilidad más proactiva: a lo mejor sí vio los datos “alternativos” (i.e., la realidad), y decidió que eso tenía que ser falso; que no podía ser verdad. Propaganda del gobierno; mentiras manipuladoras: lo cual es fascinante y paradójico a la vez, porque evidentemente la propaganda y las mentiras manipuladoras eran las que él mismo creía y repetía, como en su comentario aquí en mi blog.

Cualquiera de las dos opciones (o cualquier versión intermedia) que aplique, el 2 de junio la realidad asomó su carota y le mordió la nariz a miles de mexicanos que se creyeron las mentiras de Germán Martínez, de Max Cortázar, de Massive Caller, de Chucho Zambrano, Alito Moreno, Markito Cortés y, no faltaba más, de Xóchitl Gálvez.

La pregunta ahora es: con la realidad habiéndoles mordido (bastante fuerte, además) la nariz, ¿cuál es el curso de acción que seguirán? ¿Van a seguir encerrándose en su burbuja, escuchando nada más a las personas (si acaso no son bots) y medios que reafirman lo que piensan? ¿Van a de antemano negar y descartar cualquier módico de información que pudiera hacer estallar esa burbuja?

¿Van a seguir viviendo en Disneylandia?

¿O se van a integrar con nosotros aquí en la realidad?

No todos debemos pensar igual (qué aburrido sería eso); no todos debemos compartir la misma ideología. Cada quien tiene derecho a llegar a sus propias conclusiones de cómo debe funcionar un gobierno; de cómo se debe distribuir la riqueza; de si debemos o no elegir a los ministros de la Suprema Corte.

Pero si no partimos todos de una base real común, de datos concretos reales, es imposible tener una discusión fructífera. Todo se termina degenerando en un intercambio no particularmente divertido de insultos y mentadas de madre.

Nadie los obliga a salir de Disneylandia, queridos lectores. Pueden quedarse en su burbuja, si eso los hace felices, si eso les da confort.

Pero si el 2 de junio, al saberse los resultados, sintieron un hueco en el estómago; si sintieron que el alma se les caía a los pies; si de verdad se sorprendieron… les va a volver a pasar en futuras elecciones.

Disneylandia es el lugar más feliz del mundo, entiendo que alguien quiera quedarse ahí todo el tiempo.

Pero la realidad es donde vivimos. Vengan; hay tacos de suadero y caldo de gallina. Y no se sorprenderán cuando nos enteremos de los próximos resultados electorales.

Este es el final del camino para mí, por ahora. No pienso volver a escribir de política durante un rato, excepto cuando pase algo interesante (como que pase la reforma constitucional de la Suprema Corte en septiembre).

Así que este blog regresará a su programación habitual de películas, videojuegos y animé.

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Nuestra patética y perdedora oposición

Cuando hablo de nuestra patética y perdedora oposición, no lo digo con ánimos de ofender: es literalmente la descripción objetiva más adecuada para referirnos al menos al PRI y al PAN. El PRD ya desapareció, si quieren nada más a nivel federal; aunque espero que después de las elecciones intermedias de 2027, el partido del sol azteca deje de existir en absolutamente todas las entidades del país.

MC, por cierto, me parece que se puede salvar del título de esta entrada. Tuvieron reveses importantes, particularmente en Nuevo León; pero creo que podemos en general diagnosticar que les fue relativamente bien este 2 de junio. Si se desarrollan las cosas para el PRI y el PAN como todo apunta que se desarrollarán, MC podría ser el principal ganador y convertirse en la segunda fuerza política nacional.

Para cuando todos los nuevos gobernadores tomen posesión, MC de hecho gobernará más personas que el PAN: gobernará Jalisco y Nuevo León, que tienen más habitantes (14,937,664) que Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato y Querétaro (14,439,173 habitantes), que son los cuatro estados que terminará gobernando el PAN. El PRI gobernará nada más Coahuila y Durango (5,216,195 habitantes); y por supuesto el PRD no gobernará ninguna entidad, ni ahora ni nunca más. El Verde gobernará 2,931,052 habitantes en San Luis Potosí, y obviamente Morena gobernará el resto, 93,611,253 habitantes, el 71.39% de los mexicanos.

Porcentaje de habitantes gobernados por partido

Porcentaje de habitantes gobernados por partido

A mí me parece que el PRI va a desaparecer, pase lo que pase. Es un dinosaurio con cola muy larga y lleno de momias, muchas de ellas tratando de escapar desesperadamente al Verde o a MC. Alito además ya amenazó que quiere ser el candidato en 2030, y yo no veo cómo podría sobrevivir el viejo partido.

Esto no quiere decir que se irá gentilmente hacia la buena noche; puede ser largo y doloroso para todos los involucrados. Algunos preveían la muerte del PRD desde el 2012; muchos más desde el 2017, y ya ven, técnicamente aún existe a nivel local. Nada más por el hecho de gobernar Coahuila, el PRI yo creo que seguirá existiendo al menos hasta el 2029, pero es posible que su desaparición se alargue hasta bien entrados en los treintas.

Pero no creo que pueda sobrevivir.

El PAN yo sigo sosteniendo que no va a desaparecer, pero seguirá la trayectoria decadente que tiene desde hace casi un cuarto de siglo.

Votos por el PAN en elecciones presidenciales

Votos por el PAN en elecciones presidenciales

Sin embargo, alguien me platicó un escenario que podría implicar su extinción: hay un sector del PAN que quiere abrazar por completo la ultra derecha, en un afán de emular lo que hizo Milei en Argentina o Trump en gringolandia: enarbolar la criminalización del aborto, la oposición al matrimonio homosexual y la consigna de imponer a la religión católica como la oficial en México, como los pilares ideológicos del Partido Acción Nacional.

Si hacen eso, es posible (y yo digo que probable) que el PAN desaparezca. No creo que sean tan estúpidos: el Yunque es una organización casi secreta justamente porque el PAN sabe que hacer públicas las ligas de la organización fascistoide con el partido es una sentencia de muerte política en México. Gracias a Cárdenas y Juárez.

Pero incluso aunque mantengan a raya al ala ultraderechista, no creo que mejoren. Si compiten limpiamente, los principios panistas (y aquí hablo de los públicos, no los principios secretos fascistoides) nunca han sido apoyados por muchos en el país, porque no son principios dirigidos a las masas. Como ya he dicho muchas veces, al PAN nunca le han importado las masas. Si compiten suciamente, pues ya vieron lo que pasó este año.

Debo hacer notar que, en planes, proyectos y políticas, el MC es casi idéntico al PAN: sin embargo, hasta donde yo tengo entendido, no tiene ligas con ningún ala fascistoide de la política mexicana. A mis ojos, eso hace al MC como catorce millones de veces mejor que el PAN.

Pero esta similitud hace que una alianza entre el PAN y MC tenga sentido desde el punto de vista de un potencial proyecto de nación (si el PAN mantiene, como lo ha hecho durante toda su historia, a los fascistas encerrados en un clóset); pero MC se dio cuenta este ciclo electoral que no tenía el menor sentido aliarse con el PAN. Le va mejor solo, más aún si quiere venderse como un partido de “política nueva”.

Yo creo que esa sería una buena estrategia por parte de MC; pero es una estrategia con un techo seguro: a lo más que podría aspirar es a ser la segunda fuerza política nacional. No podría ganar elecciones presidenciales ni mayorías legislativas a nivel federal: no mientras exista el PAN. Mientras existan dos partidos que son alternativas de derecha a la Transformación, es inevitable que dividan el voto en todas las elecciones donde vayan separados. Y de por sí no son muchos votos.

Para acabarla de amolar, si van juntos, es muy probable que les vaya peor. Esa unión es más pobre que la suma de sus partes.

¿Qué más hay? No mucho, en este momento: hay algunos partidos locales en el país (muchos son remanentes que quedaron de partidos que perdieron el registro a nivel federal), pero la verdad no les veo muchas oportunidades de crecimiento.

Salinas Pliego ha estado amenazando de crear una fuerza política, de nuevo tratando de emular a Trump o Milei: y de nuevo, eso dividiría el voto de la gente que se opone a la Transformación y probablemente perderían de manera humillante, si acaso consiguieran el registro. No olvidemos a Eduardo Verástegui.

Claudio X. González dice que la alianza del corazón partido debe mantenerse. Dado que el PRI va en vías de extinción y el PAN continúa su decadencia, yo no le veo mucho sentido; pero además, ¿por qué le harían caso a alguien así? Si alguien les ofrece una estrategia y la misma falla monumentalmente, ¿no es señal de que es necesario buscar otro estratega?

Y por supuesto están los desconocidos que no conocemos; en una de esas ahí por el país está la semilla de una oposición nueva y original que realmente podría hacerle frente a la aplanadora de Morena: yo de hecho le veo mejores oportunidades a esto que a los patéticos actores políticos en la oposición que ya conocemos. La desventaja es que esta ruta implica que tardaría mucho más que la ruta que pasa por la oposición ya existente. Pero a lo mejor vale la pena un comenzar de cero: borrón y cuenta nueva.

Como sea, independientemente de quién quede para mantener las luces prendidas en el club de los no-me-gusta-la-4T, yo les tengo algunos consejos. Por supuesto pueden ignorarlos; pero yo de verdad creo que son buenos consejos y que deberían al menos escucharlos: allá ustedes si les hacen caso o no.

Primero: no basta con estar en contra de la Transformación. Hay millones de mexicanos que no les gusta la dirección a la que ha llevado al país la Transformación, pero son minoría (fuente: el 2 de junio). Si nada más ofrecen ser distintos a los que apoyan a la Transformación, no hay forma de que ganen, al menos a corto plazo. No es sólo qué no les gusta; es qué ofrecen a cambio.

Segundo: por lo mismo, atacar a la Transformación no puede ser su única estrategia. Aprendan de los errores cometidos este sexenio que termina: nada más pasársela atacando al gobierno de la Transformación y sus políticas no basta para conseguir votos. Tienen que ser propósitivos; no basta que sean nada más reactivos a lo que haga o deje de hacer la Presidenta, mucho menos si es universalmente negativo.

Tercero: sean honestos. Sé que muchos no lo quieren admitir, pero tal vez el principal talón de Aquiles del PRIAN fue que no eran capaces de ser honestos. Casi todos los ataques contra la Transformación en general y el Presidente en particular fueron hechos de mala fé. Repitiendo mentiras y engaños; queriendo inventar cosas malas, tergiversar cosas buenas y explotar de mala fé tragedias como Otis.

Cuarto: siguendo de todas las anteriores, necesitan un proyecto de nación. Yo sé que Jorge Castañeda dice que son pendejadas, pero les prometo que no. A la ciudadanía (que probablemente esté mejor informada de lo que ustedes creen) sí le interesa saber cómo planean hacer las cosas.

Y ese proyecto debe ser reconociblemente distinto a los proyectos de los gobiernos panistas y priistas de los últimos 40 años. En general no puede ser un proyecto que deshaga lo que ha hecho la Transformación, porque evidentemente ha tenido éxito; pero además mucho menos puede ser que reemplace lo que ha hecho la Transformación para poner de regreso las políticas de Peña Nieto, Calderón o Fox, todas ellas mucho menos populares.

Por definición también tiene que ser distinto a lo propuesto por la Transformación, porque si no, no existe una razón para votar por él: y además debe ser distinto a lo que ofrecían antes el PRI y el PAN.

No va a ser una tarea fácil. Xóchitl y el PRIAN nunca ofrecieron un proyecto alternativo de nación; a lo más fragmentos que eran literalmente refritos de las administraciones prianistas de las últimas 3 décadas. No ofrecieron un proyecto alternativo factible en parte porque ideológicamente no tenían nada en común los partidos de esa alianza fallida; pero también porque no tenían cuadros con la capacidad de elaborar un proyecto de ese estilo. Gente como José Ángel Gurría es incapaz de coordinar la elaboración de un proyecto factible de gobierno, es por definición un apóstol del neoliberalismo.

Yo creo que es de hecho el principal problema que tiene cualquier potencial oposición que aspire ganarle a la Transformación: el construir un proyecto de nación que sea significativamente distinto al de la Transformación y que además no sea regresarnos a los desastres del PRI y el PAN de finales del siglo pasado e inicios de éste. Además, es indispensable que dicho proyecto debe hacerse sinceramente pensando en el bienestar el país.

Del país, que por si es necesario repetirlo una y mil veces lo hacemos: el país es su gente. Si un proyecto de nación aparentemente pone en primer lugar beneficiar a la inversión privada, a los dueños de empresas, a los inversionistas, entonces al menos intenten de explicar por qué eso va a beneficiar al país, que repito, es beneficiar a su gente.

Reagan convenció a los gringos justo de eso. Y llevan casi medio siglo pagándolo.

Si existe un proyecto de nación, entonces es posible que exista un campeón que lo promueva, de preferencia alguien involucrado en la elaboración de dicho proyecto. Con suerte, existirán varios campeones: y de ese conjunto se puede destilar un candidato presidencial tomando en cuenta distintos factores, como son carisma, oratoria, poder de convocatoria, experiencia ejecutiva, que haya ganado con anterioridad elecciones; todos los factores que se supone un buen candidato o candidata deben de tener.

Y ese candidato debe hacer labor de campo desde ayer. Todo el tiempo.

No pueden esperar ganar la presidencia con un candidato que únicamente se reúna con empresarios u otros políticos. Un candidato presidencial tiene que recorrer el país y conocer a su gente, personalmente, cara a cara. De preferencia los 2,460 municipios y 16 alcaldías de la Majestuosa; pero si no es posible, al menos las capitales de las 32 entidades y las principales ciudades en cada una. Y yo digo que es quedarse corto; se deben incluir pueblos medianos y pequeños también.

Esto en particular jamás se le ha dado a los panistas: les da hueva y probablemente les dé asco, porque en general los panistas dicen “fuchi” a la población en general, y en particular a la de pueblos pequeños que con casi toda certeza serán pobres.

Los gringos hacen eso; hasta tienen un nombre para eso, retail politics. Hay gente que lo critica como que requiere demasiado tiempo y esfuerzo; pero ningún candidato presidencial gringo lo ha dejado de hacer nunca. No lo hacen en todo el país, por la demencia que es el Colegio Electoral; pero sí lo hacen siempre en ciertos estados. Hay quien todavía hoy sostiene que Hillary perdió en 2016 porque no hizo suficientes actos en Pensilvania.

Pero incluso si la oposición hace todo eso, si somos objetivos, a menos que Claudia haga puras pendejadas durante su sexenio, me parece que lo realista es suponer que van a perder en 2030; o al menos habría que reconocer que va a ser muy difícil que ganen. Incluso si hacen todo bien durante el sexenio de Claudia (que dado su comportamiento en estas semanas se ve difícil), sus probabilidades de derrotar a la Transformación son más bien bajas.

Esa labor va a ser de años, posiblemente décadas; como lo fue para nosotros: la izquierda participó oficialmente por primera vez en 1982, con Arnoldo Martínez Verdugo, pero la lucha realmente comenzó con el movimiento estudiantil de 1968. Fue medio siglo para conseguir que ganara la izquierda una elección presidencial.

Pero tienen que dar esa lucha: obviamente yo espero (y lo creo con casi absoluta certeza) que Claudia hará un buen trabajo, pero es posible que eventualmente Morena comience a hacer más pendejadas que cosas buenas. Cuando llegue ese momento (si llega), vamos a necesitar una alternativa para poder mandar al cuerno a Morena; pero si la oposición no se pone las pilas, vamos a continuar con Morena incluso si comienza a hacer pendejadas. Necesitamos una alternativa factible de verdad para poder reemplazarlo, no basta nada más que no sean Morena.

Y también es necesario aceptar que existe la posibilidad de que Morena no empeore significativamente en mucho tiempo. Como ya he dicho múltiples veces, Morena es más que un partido político: es un movimiento. Eso quiere decir que hay miles, posiblemente millones de mexicanos que están en Morena por un sincero deseo de que el país (su gente) esté mejor, no por un cargo o por beneficios concretos.

Si eso se mantiene, si las bases de Morena mantienen en control a su dirigencia, existe un escenario donde se vuelve básicamente imposible ganarle a Morena, exceptuando por algunas gubernaturas y alcaldías, y un cierto porcentaje del Congreso de la Unión.

Tengo 47 años: voy a llegar al quinto piso (a mis cincuentas) durante un sexenio donde la presidenta será de Morena. Existe un escenario no descabellado, donde el resto de mi vida natural mi presidente o presidenta sea de Morena. Si la oposición no se pone las pilas, este escenario se vuelve más y más posible.

Estos consejos que doy, obviamente me puedo equivocar: pero sinceramente creo que necesitan seguirlos, o al menos variantes de los mismos. Si durante el sexenio de Claudia sólo proyectan estar en contra de la Tansformación; se la pasan nada más atacando a la Presidenta y a su gobierno; son deshonestos en sus críticas y ataques; y por encima de todo son incapaces de presentar un proyecto de nación alternativo y factible, entonces les garantizo que van a perder en 2030.

¿Quieren 72 años de Morena? Porque así es como consiguen 72 años de Morena.

Y no estoy bromeando; Morena habrá controlado la presidencia al menos 12 años al final del sexenio de Claudia. Para llegar a 72 años nada más sería necesario ganar otras diez veces. Diez elecciones presidenciales más.

¿No quieren 72 años de Morena? Bueno, ¿qué van a hacer al respecto? Porque si sólo se les ocurre decirle “kks” o “tísica” a los presidentes; inventar cosas como “#narcopresidente” y “#narcocandidata”; y además no ofrecen un proyecto alternativo de gobierno que aspire a beneficiar a todo el país y que sea factible, les puedo garantizar que eso no será suficiente para evitar 72 años de Morena.

Necesitan ponerse las pilas, si no quieren ser una oposición patética y perdedora.

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El único contrapeso

Como ya todos sabemos, se va a reformar el poder judicial en México. Este cambio, que afectará profundamente a la nación, se llevará a cabo con casi toda certeza antes de que Claudia Sheinbaum se convierta en la Presidenta de México el 1° de octubre de este año; de hecho, dadas las actividades relacionadas que están realizando múltiples actores políticos en este momento, no sería descabellado que se aprobara el mismo día que se instale la nueva legislatura, el 1° de septiembre.

La reforma aún no está escrita, entonces no sabemos exactamente en qué consistirán los cambios, de manera concreta; pero con casi absoluta certeza, los mismos resultarán en que en un futuro cercano la ciudadanía mexicana elija a sus jueces, a todos los niveles en el ámbito tanto local como federal. Incluyendo, específicamente, a los jueces de la Suprema Corte de Justicia.

Por alguna razón, que yo no entiendo, esto tiene preocupadas a algunas personas.

En este momento (y desde hace ya años) el poder judicial está cooptado por intereses muy poderosos en el país; obviamente esos güeyes deben estar preocupados, porque van a perder la inversión que hicieron comprando a múltiples jueces.

Preocupados

Preocupados

No, a los que no entiendo es a los mexicanos comunes y corrientes que les preocupa que los jueces ahora vayan a ser electos.

Todos los argumentos que he oído en contra de que elijamos a nuestros jueces, son medio absurdos porque se preocupan de cosas que pueden pasar, pero que en este momento ya están pasando.

  • “A veces se eligirán jueces corruptos”; ahorita tenemos jueces corruptos…
  • “A veces se eligirán jueces incompetentes”; ahorita tenemos jueces incompetentes…
  • “Los jueces electos tendrán sesgos políticos e ideológicos”; los jueces actuales tienen sesgos políticos e ideológicos…
  • …y así con todos los demás.

Pero además, ¿quiénes eligieron a los jueces actuales? Nuestros poderes ejecutivo y legislativo. ¿Quiénes eligieron a los poderes ejecutivo y legislativo? La ciudadanía mexicana.

¿Por qué carajo es mejor que tengamos intermediarios?

“Porque la ciudadanía no sabe…”

Ahí es cuando me pierden. Si la ciudadanía no sabe, ¿entonces por qué nosotros elegimos a los poderes ejecutivo y legislativo? ¿Qué tiene de especial el poder judicial? No tiene nada de especial; en Estados Unidos se eligen a los jueces (al menos una parte); en otras democracias se eligen a los jueces.

O confiamos en la ciudadanía o no lo hacemos, no hay medias tintas: en una democracia el poder emana del pueblo, de la ciudadanía. Eso implícitamente implica que confiamos en nosotros mismos para gobernarnos.

Si algunos de ustedes no confían en la ciudadanía, si no confían en el pueblo, felicidades: acaban de dar su primer paso hacia el fascismo. Así es justamente como se empieza.

Justo hay algo de clasismo en ese argumento; obviamente no en todo mundo que dice que “la ciudadanía no sabe” (siempre hay excepciones), pero sí en muchos: lo que quieren decir es que algunos no saben… donde “algunos” suele contener, casualmente, a la población más pobre y a los indígenas, por poner dos ejemplos. Y, por supuesto, ellos mismos están dentro de la población que “sí sabe”, obviamente.

Estamos en una democracia; para todos los ciudadanos, por definición, sus votos cuentan exctamente igual al momento de decidir cómo se conforma el gobierno. No importa que no hablen inglés; no importa que no tengan título universitario; no importa que no vayan de vacaciones a Europa. La toma de decisiones tiene que involucrar a quienes barren las banquetas y a quienes sólo hablan una lengua indígena; eso es por diseño y toda persona con dos dedos de frente sabe que es algo bueno.

Si no les gusta, de nuevo, felicidades: así es como surge el fascismo.

“Pero es que los contrapesos…”

Toda la teoría de ver a los tres poderes en contrapesos es medio retrasada mental; o (si quieren ser más generosos) correspondiente a su época a mediados del siglo XVIII. Originalmente de Montesquieu, era realmente una visión profundamente clasista de cómo se debe ejercer el poder: diputados para los plebeyos, senadores para los aristócratas, jueces para los ricos comerciantes, y el primer ministro para ejecutar las resoluciones. Tal cual como fue ideada, se volvió obsoleta desde el momento en que consideramos que no hay aristocracia y que todas las clases sociales tienen exactamente los mismos derechos y obligaciones.

Pero además en este particular caso, viene de la hipocresía de la oposición: después de perder los poderes ejecutivo y legislativo de manera absoluta en 2018, decir que el judicial funcionaba como un contrapeso era sencillamente tratar de evitar el funcionamiento del gobierno por parte de una minoría. O sea, justamente de una manera antidemocrática.

Los gringos están en broncas con eso desde hace varios años; una suprema corte artificialmente conservadora por los chicaneos republicanos es la responsable de que perdieran el derecho al aborto a nivel federal; y el mismo colegio electoral es una muestra horrible de lo antidemocrático que es en algunos casos el sistema político gringo, que permite a un candidato ganar la presidencia aunque pierda el voto popular. De nuevo, todo para que los intereses de una minoría se impongan a los deseos de la mayoría.

(Y no me den cuerda para comenzar a hablar del Gerrymandering, porque lo estudié a fondo mientras trabajaba en el IFE e INE la década pasada, y es lo que dio pie a que comenzara a impartir mi seminario de Heurísticas de Optimización Combinatoria en la Facultad de Ciencias.)

El pueblo, la ciudadanía, es la fuente de todo poder en una democracia. Todo poder, incluyendo el judicial. Si quieren contrapesos, hay que convencer a la ciudadanía de que divida su voto, como hicieron en Jalisco, donde votaron por MC para gobernador, pero por Morena para la mayoría en el congreso.

Los “contrapesos” no pueden surgir nada más como protección para una minoría que, de nuevo por puritita casualidad, incluye a sectores económica y mediáticamente muy poderosos en el país. Quejarse de que quitemos esos “contrapesos” artificiales (como SCOTUS en gringolandia), es realmente chillotear: “no pudimos convencer a suficientes ciudadanos de que votaran por nosotros, pero de todas formas no deben hacerse las cosas que yo no quiero”.

Existe un único contrapeso al gobierno, a los tres poderes de la unión; y es el único poder que no nada más funciona, sino que de hecho siempre hemos tenido y por definición siempre vamos a tener.

El único contrapeso es el pueblo.

La ciudadanía es la única que puede hacer frente a un gobierno que esté haciendo mal las cosas. Como lo hicimos con el PRI; como lo hicimos con el PAN; y como lo haremos con Morena, si comienza a cagarla más de lo que de por sí lo hace.

Y no lo duden, esto será lento e imperfecto; pero sería peor si los jueces del poder judicial fueran elegidos por los otros dos poderes… como queda obviamente claro en estos momentos.

En estos momentos el poder judicial puede hacer lo que se le dé la gana; justo por eso votamos a los niveles que vimos el 2 de junio, para poder cambiarlo, para poder detener los abusos que ha cometido sin que ni el ejecutivo ni el legislativo pudieran hacer nada. Usando su propia terminología fallida, no tienen contrapeso: nadie le puede hacer nada a un juez, a menos se le haga juicio político individualmente a cada juez, uno por uno.

Ahora tendrán que responder a la ciudadanía: si siguen abusando su poder, pues no los volvemos a elegir. Y probablemente podremos hacer algo más rápido que esperar a la próxima elección: con casi toda certeza la reforma constitucional incluirá la posibilidad de hacer revocación de mandato (o el equivalente para el poder judicial) para poder quitar a un juez que esté abusando de su toga. Y que sea el pueblo, la ciudadanía la que lo haga.

Este plan no es perfecto, ningún plan lo puede ser, porque somos humanos y los humanos nos equivocamos. Se cometerán errores con el nuevo esquema, especialmente al inicio; se eligirán para ser jueces a individuos que probablemente no debieran serlo; y no se eligirán candidatos que probablemente sean casi perfectos.

Pero si esto emana directamente del pueblo, de la ciudadanía, entonces se vale equivocarse; tendremos mecanismos para poder corregir dichos errores. Habrá rendición de cuentas, en este momento los jueces no le rinden cuentas a nadie.

Sólo para terminar, y como no quiero escribir una entrada aparte, hay otro caso que es similar: con casi toda certeza, vamos a desaparecer al INAI. De nuevo, hay gente que (incorrectamente) cree que esto es malo porque el gobierno perderá otro “contrapeso”.

Si siguen creyendo eso después de leer todo lo anterior, no están entendiendo.

El INAI puede fungir como un contrapeso del gobierno, sí… pero no reemplaza al único contrapeso real y efectivo que tenemos, que es la ciudadanía en su conjunto. Añádanle a que se puede corromper igual que toda institución (que de hecho es el caso ahorita); añádanle que es carísimo (mil 168 millones de pesos en 2024, según el mismo INA); y añádanle la falacia de decir: “no confío en el gobierno para acceder a información, entonces quiero un instituto independiente que vigile que el gobierno sí lo haga”… ¿por qué demonios vamos a confiar en un instituto cuyos miembros los ciudadanos no eligen? ¿Vamos a necesitar otro instituto que vigile que el INAI sí haga su trabajo? ¿Y qué vigila a ese otro instituto? ¿Un tercer instituto?

Who watches the Watchmen? El pueblo. El pueblo vigila a los vigilantes.

Y es ahí de donde viene el problema de fondo: los que se quejan de eliminar el INAI, en el fondo es que no confían en las decisiones que toma la ciudadanía, como darle mayorías absolutas a la Transformación.

“Porque la ciudadanía no sabe…”

No quieren un “contrapeso”; quieren un mecanismo para que, desde la minoría porque no pueden convencernos de votar por ellos, puedan ponerle trabas a un gobierno democráticamente electo. Eso, o no quieren asumir la responsabilidad que es mantenerse informado y educado de lo que pasa en el país para ayudar a tomar, colectivamente, las decisiones que como ciudadanía nos corresponden: prefieren delegarle eso a un instituto porque se engañan a sí mismos de que si es “independiente” entonces será un “contrapeso”.

Si el gobierno no cumple en ser transparente, lo único que lo puede obligar a cumplir, es la ciudadanía. Un estúpido instituto que cuesta literalmente cientos de millones de pesos al año no es la solución.

¿No lo terminan de entender, verdad? El gobierno de Fox, el gobierno de Calderón, el gobierno de Peña Nieto, el gobierno del Peje; todos eran legalmente (si bien a veces no legítimamente) los detentores del muy real poder que tiene el Presidente de la República y por ende Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas Mexicanas. En teoría podrían ordenar al ejército (en su momento a la Policía Federal Preventiva; ahora a la Guardia Nacional) a tomar la Suprema Corte de Justicia de la Nación y arrestar a los magistrados.

¿Por qué creen que no lo hicieron ninguno? ¿Porque la ley lo prohibe? ¿La ley cuyo árbitro final es la Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¿Por un sistema de pesos y contrapesos entre los tres poderes de la Unión?

No lo hicieron porque sabían (incluyendo a criminales como Calderón) que no podrían con el único contrapeso que sí importa: el pueblo de México. Que incluye (luego se nos olvida) a las mismas fuerzas armadas; es pueblo uniformado.

Un inútil instituto como lo es el INAI no es la solución a que el gobierno no sea transparente con la información; es sólo una oportunidad para corrupción y obstrucción por parte de una minoría que no logra ganar elecciones. No es un contrapeso real.

El único contrapeso es el pueblo.

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Las cámaras

Una de las razones por las cuales estuve escribiendo acerca de varias entidades del país, además de que sí es interesante ver lo que pasó en ellas, fue para dejar pasar un poco el tiempo y que terminaran los cómputos distritales para las elecciones a ambas cámaras del Congreso de la Unión.

Con el 100% de las casillas computadas, y ateniéndonos a impugnaciones y demás maniobras que podrían cambiar los resultados (que se puede anticipar que no cambiarán significativamente, si acaso), la Cámara de Diputados (también llamada cámara baja) quedaría repartida de la siguiente manera para escaños de mayoría relativa (los que la gente de hecho elige): 37 escaños para Morena; 219 para Morena y aliados; 3 para el PAN; 39 para el PAN y aliados; 1 para MC y 1 independiente.

Repartición de diputados por mayoría relativa

Repartición de diputados por mayoría relativa

Los escaños por representación proporcional, aunque ya se pueden calcular teniendo los cómputos distritales, no serán oficiales hasta dentro de unas semanas. Sin embargo, con casi toda certeza serán idénticos o extremadamente similares a una proyección que publicó el Peje hace unos días: Morena tendría 248 escaños; el PT 50; PVEM 75; PAN 68; PRI 33; PRD 1; MC 24 e independientes 1.

Repartición de la cámara de diputados

Repartición de la cámara de diputados

Morena y compañía se quedarían entonces con 373 diputados (o un número muy cercano); con lo que basta y sobra para la mayoría calificada, que requiere 334 escaños.

La Cámara de Senadores (también llamada cámara alta) es más compleja, porque tenemos senadores de mayoría relativa, de primera minoría y de representación proporcional, que es medio estúpido, porque se supone los senadores deberían representar entidades, pero el sistema político mexicano es un desmadre y entonces tenemos 4 senadores por entidad: dos que se eligen por mayoría simple; uno que se elige como primera minoría (básicamente quien quede en segundo lugar); y un cuarto de representación proporcional que nos inventamos.

Como sea, la Cámara de Senadores quedaría como sigue, o algo muy similar.

Repartición de la cámara de senadores

Repartición de la cámara de senadores

De nuevo, esto todavía no es oficial y podría haber algunos cambios, pero podemos suponer que la cámara quedará así, al menos respecto a Morena y sus aliados (me parece que el PRD ya no tendrá senadores, porque perdió el registro).

Morena y compañía se quedarían entonces con 82 senadores, 3 menos de los 85 necesarios para tener mayoría calificada. Obviamente entre los 46 senadores de la oposición habrá muchos más de tres que se pelearán a mordidas entre ellos para ver quién traiciona primero a la coalición del corazón partido (si acaso la misma sobrevive la inauguración de la próxima legislatura). Probablemente esas traiciones no vengan del PAN, que tendrá 22 senadores (aunque uno nunca sabe); pero entre los 24 senadores restantes no duden que habrá voluntarios de sobra.

Nadie que le sepa pone en duda eso.

En otras palabras, queridos lectores, el famoso Plan C que idearon los dirigentes de Morena y sus aliados fue un rotundo éxito. Vamos a poder aprobar reformas constitucionales como se nos dé la regalada gana; tengan por seguro que se reformará el poder judicial y los salarios millonarios de los ministros de la Suprema Corte; tengan por seguro que se eliminarán institutos inútiles como el INAI cuyos empleados usan la tarjeta de débito del instituto para ir a strip clubs; y tengan seguro que el INE se reformará para eliminar los excesos que existen, como consejeros con decenas de asesores cobrando sueldos millonarios.

La reforma electoral será más difícil, porque dependiendo qué versión se proponga, los minipartidos como el Verde y PT podrían literalmente firmar su sentencia de muerte (política) si se eliminan los plurinominales. No será trivial negociar eso con ellos; pero estoy seguro que a algún acuerdo se podrá llegar.

En lo personal los detalles finos de las reformas no me interesan demasiado: gente profesional y con más experiencia que yo se está haciendo cargo de eso. Me interesa más el espíritu de las reformas y las repercusiones que tendrán para la vida política nacional, en particular a lo que se refiere a la participación ciudadana. Pero de eso escribiré después, probablemente en un par de días.

Lo que quiero discutir es cómo llegamos aquí. Los motivos fundamentales por los cuales nos encontramos ahora en una situación donde la izquierda mexicana puede modificar nuestra constitución sin necesidad de ni siquiera preguntarle a la oposición.

Hay un diminuto sector que continúa diciendo las mismas estupideces que llevaron a la oposición a ser humillantemente derrotada; que hubo fraude (nadie sensato les hace caso) o que fue por la intervención del Peje en la campaña (que es ridículo; incluso suponiendo que sus mañaneras se pudieran considerar como intervención, es delirante suponer que eso causó que más del doble de los votantes prefirieran a Morena y sus aliados sobre el segundo lugar). Podemos trivialmente ignorar estos puntos de vista y buscar una explicación que de hecho tenga sentido.

Los que hallan estado leyendo mis entradas de política este año tal vez puedan inferir mi conclusión (según yo no es muy difícil).

La culpa es de los adversarios de la Transformación.

Fíjense el término que estoy usando: los adversarios de la Transformación, no nada más la oposición. Me refiero a ciertos sectores del poder judicial y de institutos como el INE e INAI y por supuesto múltiples comentaristas chayoteros; junto con la oposición, especialmente los legisladores y su entorpecimiento legislativo.

El año pasado (y un poco también de éste), la Transformación trató de negociar con estos actores para hacer cambios que obviamente son necesarios en estas instituciones; para evitar que el poder judicial descarrilara investigaciones como la de los 43, que dejara de perdonarle impuestos a multimillonarios como Salinas Pliego, o que protegiera a García Luna y sus asociados. Para evitar que el INE desperdiciara tanto dinero, especialmente en cargos sospechosamente vagos para asesores. Para desaparecer a organismos completamente inútiles como el INAI.

Estos actores se empecinaron: el poder judicial se puso necio escudándose en su “autonomía”; la oposición organizó mamadas como marchas con el eslogan de “el INE no se toca”, que debe ser de las cosas más imbéciles que he oído: el primero en tocar al INE fue el INE mismo; se llamaba IFE, pero la corrupción era tan inmanejable en los institutos estatales, que se centralizó en el INE perdiendo la federalización; y por supuesto el INAI siguió peleando por acceso a la información únicamente en los casos donde no se afectaban a sus dueños. Y sí, dije dueños, porque literalmente son unos vendidos. Y no podemos olvidar a los legisladores de la oposición y su “moratoria legislativa”.

Este empecinamiento fue un acto de soberbia y prepotencia: “es imposible” (pensaron estos tarados) “que la Transformación consiga mayoría calificada en ambas cámaras: vamos a mostrarles entonces quiénes somos los jefes no electos de este país”.

Y los muy imbéciles firmaron su sentencia de muerte (política).

Nos dieron el objetivo; nos dieron la motivación; e incluso nos dieron el eslogan: “plan C“. Nos dieron casus belli (de forma pacífica, como siempre ha sido la Transformación).

En los días pasados han salido estos tarados a decir que están dispuestos a negociar, que están dispuestos a platicar. Ni madre; perdieron esa oportunidad cuando se empecinaron, cuando le apostaron a que la ciudadanía de este país no mostraría que nosotros (la ciudadanía) somos realmente los jefes.

Sí se harán foros y encuestas; se escuchará a todo mundo. Estos actores que se empecinaron antes de las elecciones para aferrarse a su poder mal habido y mal usado, ellos también podrán participar: pero serán una voz más entre muchas otras. No tendrán un peso especial; y de hecho es posible que cualquier cosa que digan, de inmediato desconfiemos de ella.

Y se lo ganaron ellos mismos: si no se hubieran empecinado, si hubieran negociado con la Transformación antes de las elecciones, es posible que la ciudadanía no hubiera estado tan motivada como para salir y masivamente darle su voto a la Transformación para que pueda realizar los cambios que estos actores estaban entorpeciendo.

Pudieron negociar cambios más moderados; pero como se pusieron de necios, ahora la ciudadanía para motivos prácticos le dio a la Transformación la oportunidad de establecer lo que en los hechos será un Congreso Constituyente, como lo fueron los de 1856 y 1917. Y no sólo es una oportunidad: es una orden y mandato; en realidad la Transformación está obligada a llevar a cabo estos cambios en la constitución. Si no nos cumplen, quemamos las calles.

(Metafóricamente; todos los cambios realizados los hemos llevado a cabo sin romper un solo vidrio).

La ciudadanía de este país le dio todo ese poder a la Transformación. Y sí, eso incluye a todos los que no votaron y los que votaron en contra, por que así funciona una democracia: los que votaron en contra demostraron el poco interés que hay en detener estos cambios que para este momento son inevitables. Y los que no votaron, si realmente hubieran estado interesados en evitar este resultado, habrían ido a votar. Recuerden: no tomar una decisión es implícitamente estar tomando una decisión.

(Ya sé que hay un porcentaje de ciudadanos que no pudieron votar aunque lo intentaron; pero al parecer fue ínfimo. La mayor parte de los que no votaron fue porque no salieron a votar.)

Por soberbios y por necios, muchos adversarios de la Transformación se condenaron a sí mismos a sufrir la voluntad férrea de los ciudadanos: pacíficamente y dentro de la ley, salimos a votar y le dimos a la Transformación la orden de mandarlos al basurero de la historia, junto con el poder requerido para poder llevarlo a cabo.

Y se tienen nada más a ellos mismos como principales responsables.

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Guerrero

En situaciones normales no mencionaría a Guerrero, porque la izquierda normalmente arrasa ahí. Sin embargo, este año no fue normal por lo que ocurrió el 24 de octubre del año pasado.

El huracán Otis.

Ni siquiera se había disipado el fenómeno metereológico y ya estaban varios medios de comunicación chayoteros y miembros de la oposición arrancándose las vestiduras vociferando que el gobierno local y federal en Guerrero lo estaba haciendo todo, absolutamente todo, mal.

En las semanas y meses que siguieron al paso de Otis hubo una guerra informativa, particularmente en redes sociales, sobre la respuesta del gobierno local y federal a la desgracia. Hubo múltiples casos, documentados plenamente, donde se demostró que medios exageraron y mintieron para poder explotar el dolor de aquellos afectados por el huracán y así ganar puntos políticos contra la Transformación.

Mi mamá fue a vacacionar a Acapulco en abril, y regresó de ahí relatando que todo mundo con el que interactuó, le aseguraron que estaban muy agradecidos de la respuesta del gobierno (en particular el federal) y que no había forma de que votaran por algo distinto de Morena en las elecciones. Si uno lee algunas redes sociales, Acapulco es una distopía post apocalíptica donde el gobierno (en particular el federal) abandonó a su población a los pocos días de que pasara la desgracia.

¿Qué narrativa es la más cercana a la realidad?

Me parece a mí que los resultados electorales son una manera muy objetiva de analizar cómo se siente la población de Guerrero en general y de Acapulco en particular respecto a los gobiernos local y federal. La gente enojada con un partido en el gobierno generalmente no vuelve a votar por ellos, especialmente si la razón de dicho enojo ocurrió pocos meses antes de las elecciones.

En Guerrero, Claudia ganó la elección presidencial (como en todas las entidades del país exceptuando por Aguascalientes); pero mientras que a nivel nacional Claudia ganó con el 59.75% de los votos, en Guerrero ganó con el 71.66%; una diferencia de más de diez puntos porcentuales. En Acapulco (técnicamente el distrito que contiene al puerto), Claudia ganó con el 80.92% de los votos; una diferencia de más de veinte puntos porcentuales comparado con el resultado nacional. En diputaciones locales, Morena y amiguitos ganaron 23 de 28 distritos. Todos los distritos en Acapulco se ganaron con una ventaja de 3 a 1 al menos.

¿De verdad creen que fue mala la respuesta gubernamental al desastre que fue el paso de Otis por Acapulco? ¿Con qué cara pueden hacer un argumento de ese estilo?

Los ciudadanos de Guerrero tuvieron una oportunidad perfecta de mostrar su descontento con el gobierno local y federal en estas elecciones; si realmente estuvieran insatisfechos con la respuesta gubernamental a la tragedia, los resultados electorales lo reflejarían.

Esto no quiere decir que dicha respuesta haya sido perfecta, por supuesto; nadie está sugiriendo eso. Sin duda hubo errores y omisiones, y probablemente existan ciudadanos en Guerrero individualmente descontentos… pero es dolorosamente evidente que no son muchos, y definitivamente no la mayoría.

La respuesta a Otis fue una de las múltiples narrativas falsas que la oposición (y ahí incluyo múltiples medios chayoteros) trataron de impulsar durante la campaña. Evidentemente no existe una métrica perfecta que mida el nivel de satisfacción de los ciudadanos con la respuesta a una tragedia como la del 24 de octubre; pero a mí no me cabe duda que lo más cercano a eso son justamente las elecciones. Esa es la voz más fuerte que tienen los ciudadanos.

Bajo ese marco no queda duda que la respuesta del gobierno federal y local en Guerrero la ciudadanía la consideró, al menos, suficiente; y probablemente buena, si no es que excelente. Y si ustedes prefieren creer a publicaciones aleatorias en redes sociales o a notas de medios que se han dedicado todo el sexenio a atacar a la Pejeadministración como si fuera deporte, bueno, están en libertad de hacerlo.

Pero pues están decidiendo negar la realidad y tapar el sol con un dedo.

La ciudadanía de Guerrero en general y Acapulco en particular habló fuerte y claro el domingo 2 de junio: el gobierno respondió bien al paso del huracán Otis. Si ustedes deciden no escucharlos, es por eso que los candidatos y partidos que tampoco lo hacen pierden elecciones de manera humillante.

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Jalisco

Cuando a lo largo del 3 de junio comenzaron a publicarse los primeros resultados en Jalisco, la verdad no me sorprendieron: MC gobierna la entidad, es su bastión (porque Nuevo León como que se les está resbalando), y en principio no sería extraordinario que Pablo Lemus hubiera ganado. Contrastaba con la marea guinda que inundó a la nación y está el hecho de que Claudia ganó la entidad; pero pues en Guanajuato también se ganó la presidencia pero se perdió la gubernatura.

No son descabellados los resultados.

Sin embargo, con el paso de las horas y después de los días, comenzó a fluir información preocupante y para este momento ya contamos con hechos y cifras que, en el mejor de los casos, ciertamente reflejan que algo raro pasó en Jalisco el día de la elección y en los días subsecuentes cuando se realizaron los conteos.

Casi toda la información que sigue me la volé del video de Pedro Mellado en YouTube, que les recomiendo encarecidamente; sin embargo, dicha información la pueden consultar ustedes mismos porque, siendo México una democracia que aspira a ser transparente, la misma está disponible para que todo mundo la revise.

Resumiendo el análisis de Pedro, Morena y compañía ganaron los distritos en Guadalajara para diputaciones locales y federales, así como para senadores, pero perdieron la elección para alcalde de la ciudad, así como la de gobernador. Más grave que eso, la cadena de custodia de múltiples paquetes electorales se rompió, que es de las consideraciones que permiten a los tribunales electorales el anular una elección y forzar a que se repita. Hay casos documentados en Zapopan donde estaban moviendo boletas en bolsas de basura, sin seguir los protocolos establecidos, y con dichas boletas en general favoreciendo a Morena.

Que los ciudadanos tapatíos votaran por la coalición de Morena para legisladores y por MC para los ejecutivos en la ciudad el estado es además raro, por decir lo menos; sí existe el voto cruzado, sin duda, pero cuando existe generalmente ocurre que se vota para el ejecutivo del lado que se percibe como “fuerte” o “inevitable” y para el legislativo por otro partido o coalición, dizque para “compensar”, dar un contrapeso. En Guadalajara y Jalisco ocurrió justo al revés.

Aunado con el rompimiento de la cadena de custodia de los paquetes electorales, esto levanta sospechas. Me parece que Morena y sus aliados están en su derecho de impugnar la elección.

Debe quedar claro que si perdemos, lo aceptamos. Perdimos en Guanajuato; perdimos en la Benito Juárez aquí en la Majestuosa. Se aceptan esos resultados: por las razones que sean, en esas demarcaciones la ciudadanía no prefirió a la abanderada de Morena (en ambos casos eran mujeres) y pues hay que seguirle dando, a ver cómo y cuándo sí los convencemos.

En Jalisco, me parece, se debe impugnar nada más por principio: si hay algo sospechoso, que se presenten pruebas y los tribunales decidan. Sin embargo, aquí yo voy a decir algo que probablemente a muchos (morenistas) no les va a gustar: creo que lo conveniente, políticamente, es que cuando los tribunales fallen en contra de anular y repetir la elección (que me parece es lo que ocurrirá), que Morena y aliados concedan tanto la alcaldía como la gubernatura.

Y no nada más por el hecho de que la óptica del asunto no es la más agradable, de que parece que queremos absolutamente todo (aunque eso al parecer es lo que decidió la ciudadanía en el país, o casi).

Es también pragmatismo: aunque la elección para alcalde ciertamente está en principio en contención (la diferencia de 2.89% está muy por debajo del 5% que normalmente se considera el límite), en este caso esos son 20,911 votos. ¿Es posible que haya habido fraude? Sí; pero no creo que valga la pena litigarlo, sinceramente.

En el caso de la elección para gobernador es todavía más precario: la diferencia es 4.96%, literalmente en la rayita de lo que se considera necesario para impugnar con decencia. Pero en votos es 186,780: es muy difícil que esa diferencia se pueda atribuir con evidencias irrefutables a fraude electoral.

Esto no quiere decir que yo no crea que hubo fraude; pero me parece importante señalar algo: los fraudes electorales no necesariamente causan que cambien los resultados, a veces pueden afectar sólo la magnitud de los mismos. El PRI durante años hizo fraudes incluso cuando no los necesitaba; sólo para aplastar a la oposición y restregarle en la cara quiénes mandaban en el país en ese momento. En 1994 el PRI hizo fraude; pero incluso sin el mismo hubiera ganado Zedillo. En 2018 la campaña de Andrés Manuel sabía que habría fraude, pero hicieron las cuentas y vieron que no podría evitar el triunfo del Peje.

Aún así deben impugnarse esas elecciones; por principio, como ya dije. Morena junto a sus aliados impugnó la elección de Jalisco; pero yo supongo que el tribunal no anulará la elección. Mi opinión es que Morena deberá aceptar la sentencia (si quieren frunciendo la nariz, como si tuvieran un pedacito de caca en la punta de la misma), lo cual permite llamar la atención a cualquier irregularidad que pudiera haber ocurrido, sin necesidad de empantanar más el ambiente. Estamos de fiesta, al fin y al cabo.

Me parece más productivo centrar nuestra atención en dos hechos: la gubernatura de Jalisco nos acercamos a menos de 5%; y la alcaldía a menos de 3%. Además de que, por supuesto, Claudia ganó la elección presidencial en el estado.

Jalisco está en juego. Guadalajara está en juego. Y estamos todos además sobre aviso: los próximos años Morena revisará con lupa todas las elecciones en el estado, con el objetivo concreto de pelear ferozmente toda la entidad durante los próximos seis años.

¿Hubo fraude? No es imposible; hay evidencias circunstanciales que así lo muestran. Mi punto es que, incluso si pudiéramos demostrarlo de forma irrefutable (que, sinceramente, dudo que podamos), no vale la pena hacerlo, porque en mi cálculo (que, por supuesto, puedo equivocarme) si hubo fraude no fue lo suficiente para cambiar los resultados finales, al menos a nivel de la gubernatura.

Yo creo (pero es sólo suposición) que MC, al parecer a nivel local nada más, estaban muy preocupados de que Claudia Delgadillo pudiera ganar la gubernatura y más aún que José María Martínez le ganara a Verónica García en Guadalajara, y en pánico trataron de modificar los resultados de algunos distritos. Hay que señalarlo e impugnarlo; pero no creo que haya que pelearlo a muerte.

Dejémosle Jalisco y Guadalajara a MC, por ahora. Estaremos preparados para la próxima y seguiremos haciendo la labor de calle que ha permitido a Morena ser la indudable segunda fuerza en el estado. Concentremos el esfuerzo ahí, para que eventualmente podamos ganar como hemos hecho en el resto del país: de manera limpia, contundente e irrefutable.

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