Siendo, como soy, hombre (y por lo tanto estúpido), fui a ver hasta ayer Arráncame la Vida. No fui a verla como creí que iría a verla; pero bueno, no todo se tiene en esta vida.
Les diría que se aplican las advertencias de spoilers de siempre, pero me imagino que todo mundo (y sus hermanos) ya fueron a verla.
Arráncame la Vida
La película se basa en la única buena novela de Ángeles Mastretta; todas las otras novelas que ha escrito son, básicamente, basura… y también sus libros de cuentos, por cierto. Pero Arráncame la Vida es muy buena, con varios de los mejores diálogos que he leído en novelas mexicanas.
La historia básicamente es la del libro; así que no la voy a platicar aquí. Y si alguien ha visto la película, pero no leído la novela, tiene que leerla. Si no lo hace, al menos a mí no me interesa su opinión acerca de la película.
La película tiene tres características positivas (extremadamente positivas): es, probablemente, la película mexicana mejor hecha que he visto (todavía más considerando que es de época); Ana Claudia Talancón es, probablemente, la mejor actriz mexicana que más sabrosa esté (todavía más considerando que sale desnuda o semidesnuda la mitad del tiempo); y Daniel Giménez Cacho da, probablemente, la mejor actuación mexicana en el cine moderno de este país (todavía más considerando que no es el tipo de papeles que suele hacer).
Eso es lo mejor; y es ganancia adicional que lo peor realmente ni siquiera llega a “poco bueno”: en general todo lo relacionado con esta película está por encima (muy por encima) del promedio que produce la industria cinematográfica mexicana moderna.
Dicho eso, la historia es una pendejada. Era una pendejada en la novela, y sigue siéndolo en la película: la novela lo compensa con una narración y unos diálogos maravillosos que se le ocurren a la Mastretta, y la película lo compensa quedándose con gran parte de la narración (literalmente en viva voz de Catalina Guzmán), la celestial visión de Ana Claudia Talancón desnuda, y la increíble personificación que hace del general Andrés Ascencio el actor Daniel Giménez Cacho.
La historia de Catalina Guzmán es, al final de cuentas, la historia de una niña fresa poblana, que se casa adolescente con un tipo más de veinte años mayor que ella, y que toda su vida al lado de él termina condonando implícitamente su comportamiento. El personaje de Catalina Guzmán a mí me parece, desde hace veinte años que leí la novela por primera vez, un personaje asqueroso.
Pinche vieja; se hizo pendeja toda la vida con tal de conservar el dinero, y las casas, y la posibilidad de hacer (para motivos prácticos) lo que se le dio la regalada gana. Una única vez intenta abandonar al general, y ella misma explica las razones de porqué regresa (que regresa voluntariamente, no como en la película que Juan el chofer va por ella): “no me gustó mi nueva vida”. Pues sí, cómo iba a ponerse a trabajar o algo así; qué horror sólo pensar en eso.
La película trata de mejorar al personaje en varios aspectos, y la verdad no sé si esas desviaciones de la novela hacen mejor o peor la historia; a mí no me gustaron. Por ejemplo, en la película parece que Catalina no abandona al general por sus hijos: en la novela ella misma decide mandar al cuerno a los niños. Al final (para motivos prácticos) le valían madre; sus propios hijos y los otros del general.
Todos los asesinatos, todas las chingaderas de su marido ella realmente prefería ni pensar en eso, o no enterarse si podía: hasta que matan a Carlos… que en la novela yo sigo sosteniendo que es ambiguo si fue o no el general el asesino. De hecho un montón de cosas son ambiguas en la novela; y lo son porque la narradora es Catalina, que quiere que sean ambiguas, porque nunca quiso lidiar con la aterrorizante realidad de con quién se había casado. En la película algunas de esas cosas dejan de ser ambiguas, y repito, no sé si mejore o no la historia, pero a mí no me gustaron.
Las últimas dos cosas que cambia la película (y las que más me molestaron) son el papel de Caty en la muerte del general (en la película básicamente lo envenena), y que Andrés casi tenía asegurada la candidatura a la Presidencia de la República. En la novela Andrés era un viejo cacique derrotado y rebasado para cuando se muere; también por el té negro, pero después de años de tomarlo en exceso por voluntad propia,
Repito para quien no me lo haya oído decir: la novela es de mis favoritas de toda la vida, la he de haber leído más de diez veces fácilmente. Eso no quita que Catalina Guzmán me parezca una zángana asquerosa; que además ese tipo de personaje se vuelve más descarado en las subsecuentes novelas y cuentos de la Mastretta. Siempre escribe de viejas con lana; es incapaz de pensar en una historia que involucre una mujer pobre.
En la misma novela de Arráncame la Vida, Catalina es amiga de la Bibi, amante del general Odilón. Durante la mitad de la novela Bibi no puede casarse con Odilón porque el general estaba casado con su primera mujer, que había sido soldadera durante la Revolución Mexicana. Y la Mastretta, en la voz de Catalina, habla con un desprecio de la esposa de Odilón; que es fea, que es vulgar, que no hace el “favor” de morirse para que su amiga pueda casarse con el general.
Vieja pendeja; al menos esa mujer, fea, vulgar y lo que quiera, hizo algo trascendente en su vida: peleó en la revolución. En cambio Catalina pasó de niña pendeja y mimada a esposa de lujo pendeja y mimada.
Esos sentimientos se transladan a la película: me gustó muchísimo (ayuda bastante ver encuerada a Ana Claudia Talancón, que probablemente haya hecho el papel de su vida aquí). Pero sigo pensando lo mismo de la historia y el personaje. Pobrecita Catalina, encadenada a un marido que jamás le pegó ni la forzó sexualmente (al menos en la novela), que le mataron a su amante músico, pero que jamás intentó de verdad el tratar de vivir sin la cuenta de cheques sin fondo y las casas de lujo con sirvientes que le cumplían hasta su más mínimo capricho.
La película vale (y mucho) la pena verla nada más por la realización, la sobrecogedora belleza y cachondez de Ana Claudia Talancón, y la increíble actuación de Daniel Giménez Cacho. Les diría entonces que fueran a verla, pero probablemente yo era el único pendejo que no lo había hecho. Así que mejor les diré que lean la novela, si no lo han hecho, y que la relean, si ya lo hicieron.
Y que Catalina Guzmán es un personaje asqueroso.
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