“…hace semanas.”

Con Omar en el messenger hace un rato:

Omar: ¿Tú sabes algo reciente de cómo está?
Yo: Omar…
Yo: Ramiro murió hace semanas.

No escribí de la muerte de Ramiro porque, me queda muy claro, yo no era cercano a él. Lo conocí igual que a la mayor parte de los amigos que más quiero en el mundo, al inicio de la carrera en la Facultad de Ciencias, y varios de esos amigos eran a su vez amigos muy cercanos de él. Pero dudo haberlo visto más de un puñado de veces fuera de los pasillos de Ciencias, y nuestra relación se limitó siempre a saludarnos cuando nos encontrábamos.

La otra razón por la que no escribí al respecto fue porque no estaba escribiendo de nada en el blog cuando ocurrió; estaba enclaustrado con la tesis. E incluso así, terminé enterándome. Supongo que el hecho de que Omar esté en Canadá haciendo el doctorado causó que el resto de nuestros cuates olvidaran que habría sido bueno que alguien le avisara.

Lo cual es otro de los casos donde se muestra que no importa qué tan inteligentes puedan ser ciertas personas, siempre hay la posibilidad de que comentan soberanas pendejadas.

En general atribuiría este desliz a descuido o torpeza, porque si algo nos caracteriza a mis cuates y a mí es que tenemos una capacidad enorme de ser descuidados y torpes. Pero hay ciertos tipos de errores que no, lo siento, sólo pueden calificarse como pendejadas. Yo no debí ser quien le diera la noticia a Omar; yo no era tan allegado a Ramiro, no sé exactamente qué día murió, y no fui al sepelio.

Y además, por estúpido que suene, estaba haciendo mi tesis.

Por eso he decidido que, de ahora en adelante, no importa el grado de enclaustramiento en que pudiera estar, escribiré en el blog este tipo de noticias. Si no por otra razón, al menos para evitarme momentos como el de hoy. Y evitárselos al interlocutor también, por supuesto.

De Ramiro, por todo lo anterior, debe quedar claro que no soy yo el más apropiado para decir algo. Así que me limitaré a decir esto: a Ramiro lo querían profundamente varios amigos míos que, a pesar de que en ocasiones son descuidados, torpes, o decididamente pendejos, son de las personas más maravillosas que yo he tenido la suerte de conocer. Así que a pesar de no haber conocido realmente a Ramiro, ver cómo lo querían estos cuates míos y cómo los afectó su muerte me deja bien claro que la humanidad perdió en noviembre a otro joven universitario sin el cual el mundo se ha convertido en un lugar un poco más triste.

El impacto que Ramiro tuvo en la vida de nuestros cuates comunes tal vez sea lo que mejor podría hablar de él. Comparado con eso, cualquier otra cosa que yo pudiera decir es completamente irrelevante.

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El Santo, el Cavernario, Blue Demon el Bull Dog…

Con Carlos mientras lo ayudaba con unas madres de Essex, donde sacó su doctorado:

Carlos: …ajá, ahora métete a essex punto ca punto uk.
Yo: … ¿y ahora?
Carlos: Pícale A to Z, y vete a C de Calendar.
Yo:…listo. ¿Qué más?
Carlos: Pícale en University Calendar.
Yo: OK… un momento, ahí dice Arena México.
Carlos: Ah sí, es cuando hicimos lo de los luchadores.
Yo:

No es chiste.

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Comida con Claudia

Mi querida amiga Claudia, a quien conozco desde que tengo dieciséis años (que en retrospectiva quiere decir que la conozco de casi la mitad de mi vida) cuando ambos íbamos al CCH Sur, tiene a bien casarse en unas semanas. Dado que entre California, la tesis, mis desmadres personales y otras varias cosas no había tenido tiempo de ir a verla y que pudiéramos platicar, decidimos ir a comer.

La vi en Los Pitufos, por Filológicas, y fuimos inicialmente al Centro Cultural Universitario, básicamente por inercia porque era lo más cercano. Pasamos por el Centro Universitario de Teatro, donde un par de chavas estaban practicando una coreografía de esgrima.

Estudiantes de Teatro

Estudiantes de Teatro

En el camino al CCU Claudia me contó el chisme (que la verdad no tengo idea de qué tan cierto sea) de que ahora el restaurante de ahí (llamado Azul y Oro) es caro y malo porque cambió la administración y ahora lo dirigen unos argentinos. Repito, no sé que tanto haya de cierto en el chisme; pero de verdad ninguno de los dos queríamos comer ahí, y después de la mala experiencia que tuve ahí hace unos días, mejor decidimos ir al Rayuela del centro de Tlalpan.

Lo cual fue chido, porque tienen una ensalada (llamada Rayuela también, por cierto) que a mí se me hace fabulosa. Sólo que yo la pido con queso manchego en lugar de queso de cabra, por razones extremadamente complejas como para explicar aquí.

Rayuela

Rayuela

La comida estuvo padre, y le pude contar a Claudia todos mis dramas mientras además me enteraba de los preparativos de su Boda (que al parecer hay que escribir con mayúscula, de lo grande que será), y de cómo está entrando a la maestría y otras cosas de su vida.

Una cosa que creo sólo he mencionado de pasada en el blog es que llevo meses sin rasurarme. En algún momento mientras escribía la tesis se me hizo una pérdida de tiempo estar rasurándome, y cuando me di cuenta ya tenía la barba suficientemente larga para que de verdad fuera demasiado el tiempo que hubiera tenido que invertir para quitármela. Así que ahora me veo así:

Yo en el Rayuela

Yo en el Rayuela

Claudia es la n-ésima persona que me ha dicho que me veo pésimo con la barba. Lo cual no es de extrañar, dado que sólo ha ido creciendo y creciendo, sin que en ningún momento la haya arreglado o emparejado. Yo quería dejármela hasta mi examen de grado; pero dado que las reglas para la foto del título son implacables en la UNAM, tendrá que ser antes. Supongo que me rasuraré el día que me tome las fotos.

Después de comer salimos a caminar por el centro de Tlalpan y yo aproveché para tomar fotos.

Cortés y la Malinche

Cortés y la Malinche

Delegación

Delegación

Y después entramos al Instituto Javier Barrios Sierra, donde seguimos platicando. Era más de un año que nos teníamos que poner al día.

Claudia

Claudia

Estoy muy contento por mi amiga, porque se ve realmente feliz (si bien algo ligeramente agitada) con los planes de su Boda. Y me dio gusto ir al Rayuela, y darme una vuelta por el centro de Tlalpan; hacía rato que no lo hacía.

Ahora sólo tengo que rasurarme, porque según Claudia mis probabilidades de ligue con ella se acercan peligrosamente a cero.

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Vino

Justamente para discutir con Marco algunos detalles del curso fui a CU en lugar de avanzar en las correcciones de mi tesis. Aprovechando pasé por Enrique y fuimos a comer a un lugar de carnes (que apenas caigo en cuenta que no tengo idea de cómo se llame) que nos gusta que está por el Ajusco, algo arriba de Reino Aventura.

(, ya sé que ahora se llama Six Flags. No me importa.)

Originalmente yo iba a pedir sólo una coca, pero Enrique pidió una copa de vino chileno y el mesero (con claras intenciones de tentarnos) llevó la botella para abrirla, lo que hizo que se me antojara y terminamos pidiendo la botella completa.

La comida estuvo muy buena y el vino delicioso, así que salimos atascados y yo ligeramente más alegre de lo común, dado que no había ingerido alcohol en meses (bueno, brindé en año nuevo, pero inmediatamente después caí como tapa de excusado sobre mi cama; así que no cuenta).

Además estuvimos platicando muy chido, yo en particular de mis opciones y los posibles planes que tengo para los meses que siguen. Bastante padre; hacía mucho que no disfrutaba tanto un vino.

Además de regreso a casa pude disfrutar de la hermosa vista de las montañas que rodean la Ciudad, que por alguna razón hoy amaneció con el aire limpio y por tanto con los volcanes claramente visibles; un raro placer que gracias al smog no disfrutamos muy seguido.

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La captura

Esta entrada es de cómo fue que, a pesar de estar enclaustrado por mi tesis, me leí los tres libros de la saga His Dark Materials y fui a ver la película The Golden Compass. Para leer mi opinión de la película vean la entrada que sigue a ésta, y para leer lo que tengo que decir acerca de la triología de novelas, vean la página que escribí para ello.

Unos días antes de navidad, fui a dejar mi carro al departamento. Porqué hice eso no viene al caso, pero el punto es que tenía que manejar a la Benito Juárez y regresarme a Xochimilco en el democrático metro. Eso significaba que iba a pasar entre una hora y hora y media en transporte público, lo que me obligaba durante una hora u hora y media a olvidarme de mi tesis. Y decidí aprovechar ese tiempo en algo que de verdad quisiera hacer.

Hace meses, cuando salió, vi el avance de The Golden Compass. Sale un oso polar, en armadura, rugiendo; era más que obvio que tendría que ver esa película en el cine. Ahora, siempre que veo una película de fantasía o ciencia ficción en el cine, me aseguro de haber leído la novela antes (si hay novela, claro). Me parece (y hasta ahora jamás me ha fallado) que es mucho más probable que la película me arruine la lectura, a que la lectura me arruine la película.

“No hay problema” me dije, “seguramente habré acabado la tesis para el 14 de diciembre” (la película se estrenó el 14 de diciembre), “y la novela la puedo leer en un par de días.”

Ja. Buen chiste.

Conforme a diciembre se le acababan los días yo tenía suficientes cosas en la cabeza como para preocuparme de una película, pero cuando llegaba a pensar en ello me decía: “no hay problema; seguro será un exitazo y estará semanas en cartelera… acabo la tesis, leo la novela y voy a verla al cine.”

El plan era bueno, en teoría, pero el día que fui a dejar mi carro al departamento decidí que de regreso comenzaría a leer la primera novela de la triología, Northern Lights; ya había conseguido la edición británica para ese momento (los gringos le pusieron The Golden Compass, porque son medio idiotas). Me dije que la seguiría leyendo cuando fuera al baño, cuando comiera, o en mis descansos de diez minutos cuando sentía que los ojos se me derretían de tanto ver al monitor.

Grave error.

Comencé a leer el libro, y no pude soltarlo. No es la primera vez que me ocurre esto; pero sí es la primera vez que me ocurre con esta intensidad. En la página de las novelas explico por qué.

Ese día dormí unas tres horas por leer la novela en la noche, y al otro día he de haber escrito a lo más una cuartilla de mi tesis; nada más lo suficiente para no sentirme tan culpable y poder seguir leyendo. En la noche acabé el libro, y por suerte no tenía los siguientes dos, porque si no me hubiera seguido. Al otro día, viernes 21 de diciembre, era la Tradicional Posada de Fin de Año de Enrique.

(Ya sé que es medio reiterativo decir “posada de fin de año”, pero suena más acá.)

Como Enrique me había dejado claro que si no iba me arriesgaba a ser castrado, decidí ir al cine a ver la película de la novela antes de ir a la posada. Fui a Cinépolis Perisur, y la única función subtitulada que me quedaba para llegar a una hora más o menos decente a la posada era en la sala VIP, así que entré ahí, razonando que no había casi gastado en cine este año y bien podía permitirme una función en la sala VIP.

No me arrepiento para nada haberla visto ahí. Y es sólo la segunda película que veo en sala VIP; la otra fue El Señor de los Anillos: El Regreso del Rey. Que tampoco me arrepiento, por cierto.

Después fui a la posada de Enrique (llegué a las 10:30; eso todavía es decente), me divertí un rato y regresé a mi casa a la 1:30 de la mañana. Un poco para apaciguar mi culpa trabajé una hora en mi tesis antes de dormir.

Al otro día conseguí las otras dos partes de la triología, y en la noche comencé a leer la segunda parte: The Subtle Knife.

Otra noche sin dormir. La segunda parte me gustó mucho más que la primera, y esa sí la leí de principio a fin sin detenerme para nada más. Terminando me dormí, y nada más despertarme (y comer), decidí dejar de hacerme güey y mandé a un tubo mi tesis para poder leer la tercera parte, The Amber Spyglass… que me gustó aún más que las otras dos.

No fue su culpa totalmente, pero sin duda la triología de His Dark Materials contribuyó bastante a que acabara mi tesis horas antes del fin de año.

Y esa es la triste historia de cómo leí His Dark Materials. Si quieren enterarse de por qué fue que me atraparon estas novelas, lean la página.

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Corriente

Hoy fui con Enrique a revivir mi carro.

(Últimamente ando reviviendo muchas cosas.)

Cuando acabé la tesis, de las primeras cosas que hice fue ir por mi carro al departamento. Si ya no voy a estar encerrado prefiero andar en carro, obviamente, así que un día que iba a ir a ver a mi papá decidí pasar antes por el tsurito.

Sólo que el tsurito no quiso encender. De nuevo.

Cuando me lo regresaron del servicio la última vez, todo estaba poca madre… hasta que prendí la alarma. Entonces comenzó a hacer cosas rarísimas, como prender la luz interior de forma completamente aleatoria, o sonar la alarma nada más porque sí. Un corto, evidentemente, pero yo estaba con la tesis y no tenía tiempo de preocuparme por eso, así que fui a aventarlo al departamento (que, de nuevo, el porqué de eso no viene al caso), y le apagué la alarma.

Pero evidentemente eso no fue suficiente, porque ese día que fui a ver a mi papá la cosa no quiso encender. Y eso que la batería era nueva.

Así que fui a ver a mi papá y me regresé en el democrático metro, lo cual es bastante cómodo si uno lleva algo que leer y música que escuchar, y yo llevaba ambos.

Hoy invité a comer a Enrique y aprovechando que me pasara corriente con su carro. Nos vimos una hora después de lo previsto, porque Enrique por alguna razón cree que las estaciones del Tren Ligero Registro Federal y Las Torres están juntas. Después fuimos al Gran Rábano (el de Taxqueña, no el de Portales), que yo sigo diciendo que es el mejor lugar de mixiotes de la Ciudad de México, y luego fuimos a revivir a mi carro.

Después de discutir unos momentos dónde iba la tierra en mi carro por fin logramos hacer que encendiera, y Enrique se fue, yo agradecido por su ayuda. Ya me preparaba para irme, cuando me di cuenta de que mi carro seguía con los bastones puestos, y dudé un segundo si apagarlo o no. Como llevaba encendido unos cinco minutos supuse que no habría problemas, y lo apagué para quitar los bastones.

Por supuesto, no encendió.

Por suerte cuando le llamé a Enrique sólo estaba unas cuadras lejos de ahí, porque se había perdido (suerte para mí), y regresó a darme corriente.

De nuevo.

Ya dejé el carro en el taller y espero que esté pronto, porque debo ir a Guanajuato (de nuevo) para que Bernardo y Silvia me den sus correcciones y le demos una última revisada al texto de la tesis.

Tengo mucha suerte de tener un cuate como Enrique. Entre otras muchas cosas porque se pierde en momentos convenientes.

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Arrachera

Ayer, después de platicar con Jorge Temas Muy Importantes Para El Futuro De Mi Vida™, fui a comer y platicar con Mónica, porque para motivos prácticos hacía más de un año que no nos veíamos. Fuimos al restaurancito que está en el Centro Cultural Universitario.

Yo he ido varias veces ahí; de hecho iba antes de que fuera un restaurante mamón con meseros en uniforme y host chileno. Recuerdo cuando era básicamente una cafetería estudiantil como las otras quinientas que debe haber en CU, con la única posible diferencia de que de repente iba un montón de gente pose después de haber visto alguna película y/u obra.

Ahora además de meseros en uniforme y host chileno tiene mesitas afuera para comer al aire libre, un menú diseñado por (se supone) un chef de alcurnia (entre sus platillos está o estaba un tamal de chocolate… que ni era particularmente rico además de que era una chingaderita diminuta que encima de todo costaba como doce veces más que los deliciosos tamales de afuera del metro Cuauhtémoc), y comensales que (al menos ayer me pareció) en general parecen ser la gente que trabaja en el Universum (como Mónica) o en el mismo CCU en lugar de estudiantes “normales”… que dados los precios no me sorprende. Aunque igual y exagero (yo siempre exagero) y sólo se debía a que las clases propiamente aún no han iniciado.

Como sea, yo pedí una pasta a la bolognesa y una arrachera, ninguna de las dos particularmente grande y/o sabrosa, pero que tampoco estaban mal. Después Mónica y yo platicamos otras dos horas (en un año puede pasar bastante), y me regresé a Ciencias (a pie, porque no llevaba carro).

Después fui con Enrique, fuimos a Ciencias a reparar una máquina (de nuevo), y él iba a ir a ver el partido de los Pumas en Beer Factory, pero yo me estaba comenzando a sentir mal y le pedí que me dejara en el metro CU.

Cuando por fin llegué a mi casa mi estómago estaba quejándose amargamente, y me fui a la cama a las 10:00 PM sin haber comido nada más, para pasar una noche horrible donde mis tripas estaban bailando la conga y a nadie de ahí se le ocurrió invitarme (o pedirme permiso). Estoy seguro (aunque no lo comprobé con termómetro) de que tuve fiebre, además de que me levantaba cada cierto tiempo para ir al baño, y encima de todo cuando por fin conciliaba el sueño me la pasaba soñando puras pendejadas.

Doce horas después de acostarme me levanté completamente repuesto, aunque algo madreado y todavía con una ligera molestia en el estómago.

No tengo idea de qué pudo causar el episodio, pero dado que sólo desayuné cereal ese día, estoy más que dispuesto a culpar al restaurante del Centro Cultural Universitario.

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Aire

Hoy por fin salí a que me diera el aire.

Aunque en general exagero cómo fue mi claustro por la tesis (de hecho yo exagero con todo… pero es otro tema), lo cierto es que sí fue bastante intenso. Desde fines noviembre que regresé de Guanajuato hasta hoy salí unas tres veces de mi casa. Y desde mediados de octubre hasta que acabé la tesis vi una película en el cine y leí tres novelas.

Para alguien como yo que suele leer una novela a la semana (más cuando tengo tiempo libre) y que va al cine dos o tres veces por semana, fue un comportamiento altamente inusual.

(También es cierto que todo ese tiempo no estuve 100% dedicado a la tesis, pero eso es material de otra entrada.)

Ayer cambié el tema del blog y mi galería, y además actualicé WordPress y Gallery2. También bajé actualizaciones para varias de mis máquinas Linux y vi dos películas en la tele (cagadamente, ambas muy buenas y ambas con Jack Black). Hey, así descanso yo.

Hoy, decidí entonces, era hora de salir a que me diera el aire.

Le llamé a Enrique para que me acompañara, y fuimos al centro, a mi departamento y a Ciudad Universitaria. La idea (mi idea) era comprar una tarjeta y una antena inalámbricas, preguntar por un cable que mi hermano me pidió, comprar Luces del Norte en español, conseguir una navaja de barbero, recoger las cuentas pendientes de mi depa, y revivir arce0.

Me explico. Los aditamentos inalámbricos son para un proyecto que tengo en mente que no sé si vaya a funcionar, pero que así espero. El cable era porque mi hermano descubrió en año nuevo que con uno de mis múltiples cables multimedia él puede conectar su iPod a una estéreo, y anda que hagan de cuenta que descubrió el pan Bimbo con mantequilla. La novela es para mi mamá; yo las leí en inglés y quiero que mi mamá las lea, pero en inglés está cabrón así que se las quiero conseguir en español. La navaja de barbero es porque hace como cuatro meses no me rasuro y mi barba está alcanzando proporciones (no exagero) bíblicas, y siempre he querido ver si puedo rasurarme como lo hacían los hombres de verdad. Las cuentas son porque el departamento estaba abandonado desde hacía un mes, y hay que pagar la luz o la cortan. Y arce0 tuvo a bien a morírsenos en diciembre.

En general creo que todo habría sido normal; pero en la mañana tuve que cargar una lavadora (larga historia), y tuve a bien a joderme la espalda.

Normalmente yo no tengo problemas cargando cosas pesadas, pero desde hacía cuatro meses mis actividades físicas consistían en ir de la cama a la computadora, de ahí al baño, de ahí a la computadora, de ahí a la cocina, de ahí a la computadora y de ahí a la cama de nuevo. Enjuague y repita. Durante cuatro meses.

(Exagero, por supuesto… pero no por mucho).

En otras palabras, decir que mi condición física deja qué desear se queda corto.

Como sea, no me amolé la espalda; de hecho creo que si me hubiera quedado no habría habido problema. Ni siquiera me molestaba la espalda cuando salí de mi casa; pero después de horas de caminar por el centro en el primer día realmente frío de invierno, ahora sí puedo decir sin lugar a dudas que me duele. No mucho; pero sí es molesto.

Como sea; como a las doce salimos Enrique y yo y fuimos al centro, donde compramos mis aditamentos electrónicos (y él unos que necesitaba para arce0) sin problemas, y después caminamos a la Gandhi de Bellas Artes. En ninguno de los puestos de libros que hay sobre el Eje Central pude encontrar Luces del Norte, y hasta la Gandhi tuvimos que ir para comprarla. Y en pasta dura; las ediciones en pasta blanda se habían agotado: al parecer ha sido un exitazo la novela ahora que salió la película, lo cual me da mucho gusto. Pero escribiré de eso después.

Después fuimos a comer al Salón Corona (tacos de pastor, caldo de camarón), y después fuimos a echar un ojo a la pista de hielo del Zócalo. Me hubiera gustado mucho ir a patinar ahí (no sé por qué patinar en hielo me divierte mucho), pero por lo que he oído las colas son imposibles, y ahora que fuimos Enrique y yo ni siquiera había nadie patinando.

Despujés comenzamos a preguntar por mi navaja de barbero; en inglés se les dice straight razor, y me apena la verdad no tener idea de si en español hay mejor nombre que “navaja de barbero”. Total que estuvimos dando vueltas hasta que por fin la encontramos; y sorprendentemente barata además. Yo esperaba que saliera más cara la navaja que la tira de cuero para afilarla; y salió cinco veces más cara la segunda que la primera.

(Y también debería cuestionar la inteligencia de que alguien como yo se ponga tan cerca de la yugular un arma potencialmente mortal; jugué con ella como cinco minutos al llegar a casa y ya me las ingenié para cortarme.)

Después caminamos a Pino Suárez y ahí pregunté por el cable de mi hermano, sin mucho éxito. Recogimos el carro que habíamos dejado en Chabacano y fuimos al departamento donde recogimos las notas que inevitablemente nos esperaban.

Por último (ya eran cerca de las seis de la tarde) fuimos a la Facultad de Ciencias a tratar de revivir a arce0. Ahí descubrimos que, aparentemente, el problema con la máquina consistió en que dos de sus ventiladorcitos dejaron de girar. El polvo suele hacer eso, y se puede evitar soplándoles aire de vez en cuando, o reparar con aceite o WD-40 para casos más descuidados. Los ventiladorcitos de arce0 se habían casi petrificado de la cantidad de polvo que tenían; era casi imposible hacer que giraran con las manos, así que sin duda estaban más allá del bien y del mal.

Decidimos posponer la reparación para mañana, porque no llevábamos ventiladorcitos de repuesto.

Fui a dejar a Enrique con su hermano a Rectoría, y regresé a mi casa a reposar. Ya me molesta mucho menos la espalda que cuando llegué, así que espero estar bien para mañana, porque espero que me de el aire de nuevo.

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El cumpleaños de Érika

Érika, la novia de Juan, cumplió años y lo celebramos yendo al Bar Milán (en la calle Milán) de la Colonia Juárez.

Érika y Juan

Érika y Juan

No tenía el gusto de conocer el lugar, además de que hacía (literalmente) años que no iba a un bar de la Zona Rosa.

Por razones que no vienen al caso, llegué a la 1:30 de la mañana al lugar. Lo cual en retrospectiva no estuvo tan mal; llegué cuando el ambiente se estaba poniendo bueno. Yo pedí mojitos, que lamentablemente dejaban bastante que desear; pero el ambiente del lugar estaba simpático (aunque algo ruidoso para mis gustos), y además tenían un nopal enorme detrás de la barra.

El nopal

El nopal

A Enrique (que vio a unas chavitas haciéndolo) se le ocurrió la fabulosa idea de tomarnos una foto haciendo casita.

Los mirones

Los mirones

La foto me gustó, pero no puedo dejar de preguntarme “¿qué carajo están viendo?”

Salimos de ahí a las cuatro y media a comer tacos en el borrego viudo, y yo llegué a mi casa como a las cinco y media de la mañana. Me la pasé bastante bien; estuvo divertida la madrugada (porque ya no noche).

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La posada

Una vez más fue la tradicional posada en casa de Enrique.

Me acabo de dar cuenta de que esta es la tercera vez seguida (al menos) que voy. De particular interés es que también fue Juan; él nunca había ido a una.

Juan José y Érika

Juan José y Érika

Lamentablemente este año no rompí la piñata, como el pasado; pero sí le di un buen golpe… aunque creo que me dolió más a mí que a la piñata.

Yo persiguiendo la piñata

Yo persiguiendo la piñata

Como sea estuvo muy divertido: hasta bailé.

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Matemático Omar Antolín Camarena

En 1998 (año escolar 1999), Omar entró a la Facultad de Ciencias, con el no para nada despreciable logro de ser el segundo mexicano en obtener medalla de plata en la Olimpiada Internacional de Matemáticas.

Cinco semestres después, Omar había terminado las materias de la carrera de matemáticas con un número ridículo de dices y uno o dos nueves que se sacó porque le dio hueva estudiar para el final al cual probablemente se presentó a la brava, sin haber tomado una sola clase del curso. En alguno de esos cinco semestre llevó diez materias, y sacó 10 en todas.

Cinco años después se títuló. No lo hizo antes básicamente porque le daba hueva sentarse a escribir la tesis. Cuando de hecho se sentó a escribir la tesis, le tomó unos cuantos meses.

El jueves Omar se va para Toronto a empezar su maestría; esa fue la razón por la que por fin se sentó a escribir su tesis: en Toronto le pedían la nimiedad de ya estar titulado para que se pudiera inscribir.

Enrique y yo llegamos al examen casi a la hora exacta, pero tardaron media hora más en llegar los sinodales. Después entramos todos y Omar comenzó su exposición: hizo 20 transparencias, y me había dicho que esperaba tardarse más o menos un minuto por transparencia.

Omar exponiendo (con las manos)

Omar exponiendo (con las manos)

Falló miserablemente.

Una hora después, los sinodales le hicieron preguntas, y acto seguido nos dijeron que le llegáramos mientras ellos deliberaban. Diez minutos después, a Omar le estaban tomando la protesta, y acto seguido se convirtió (oficialmente) en un matemático.

Vale por un título

Vale por un título

(Que por cierto, es la primera vez que escucho la protesta de Ciencias, en general no nos la toman porque dicen que protestamos… y qué bueno, porque es bastante ridícula).

Felicidades a Omar por su titulación, y le deseo la mejor de las suertes mientras esté en Canadá. Que siendo sincero es bastante superfluo; no sólo porque no creo en la suerte, sino porque aunque creyera en ella, conociendo a Omar sé que no la necesita: estoy convencido de que hará una maestría y doctorado impecables, y que más temprano que tarde estaremos oyendo grandes cosas de él.

(Sólo espero que allá haga la tesis un poquito más rápido).

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Fondue en casa de Juan

Omar se titula mañana (de hecho hoy, dado que es la una de la mañana del lunes), y el jueves le llega a Toronto a iniciar su maestría en la UoT.

Supusimos que ese era un buen pretexto para hacer uno de nuestros ya clásicos fondues, nada más que ahora fue en el departamento de Juan en lugar de el departamento de Omar y Paola… la verdad no me queda claro por qué.

Además de cambiar el lugar, también experimentamos con ciertas cosas; por ejemplo, le pusimos huitlacoche al fondue:

Fondue con huitlacoche

Fondue con huitlacoche

También hicimos fondue de chocolate con frutas:

Fondue de chocolate

Fondue de chocolate

Y como eso no funcionó del todo, le pusimos dedos:

Fondue de chocolate con dedos

Fondue de chocolate con dedos

Estuvo muy padre y nos divertimos bastante. Y mañana es la fiesta para después del examen de Omar, así que en cierto sentido nos la vamos a seguir.

Todos

Todos
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“¿Por qué no jala?”

Con Enrique configurando máquinas:

Enrique: Oye, es en /etc/rc.conf donde uno configura que sea GDM el login manager, ¿no?
Yo: Sí.
Enrique: ¿Entonces por qué no jala?
Yo: A ver.
(Enrique me muestra el archivo)
Yo: Mmmh. ¿Sí instalaste GDM? ¿Instalaste GNOME?
Enrique: Sí.
Yo: ¿Seguro?
Enrique: A ver
(Enrique ve si está instalado GDM)
Enrique: ¡Ouch!
Yo: Viejo, tienes que aprender que está cabrón que una cosa funcione si no la instalas antes.

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“…de un átomo de hidrógeno”

Con Juan en el messenger:

Juan: Yo sabía que para las aplicaciones prácticas basta saber unos cuantos decimales de los números. Porque en general las mediciones no pueden ser tan exactas.
Yo: Ajá.
Juan: Pero no pensé que fuera tan drástico: “If you approximate π to the 39th digit, you can calculate the area of a circle spanning the entire known universe with accuracy to the width of one hydrogen atom.”
Yo: Órale. Eso es harta precisión.
Juan: Y sólo con 39 dígitos de π.
Yo: Pero bueno, la precisión crece exponencialmente con cada decimal, ¿no?
Juan: Sí.
Yo: Entonces no es tan raro. Sólo nunca me había puesto a pensar detenidamente en eso.
Juan: Sí, si uno lo piensa tantito no es tan raro. Pero 39 dígitos de π… Yo me 39 dígitos de π.
Yo: Entonces puedes calcular el área de un círculo que abarque todo el universo conocido con una precisión de el ancho de un átomo de hidrógeno…

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La puerta

Estaba en el departamento de Juan, y tocó la puerta su vecino. El siguiente diálogo ocurrió entre ellos:

Juan: Hola.
Vecino: Hola; oye, ¿nos podrías prestar tu puerta para hacer una tarea?
Juan: Sí, claro.

Después de lo cual los vecinos de Juan se llevaron su puerta para hacer tarea. Creo que debería hacer notar que Juan tiene en su departamento una puerta vieja (desempotrada), que usan él y sus roomies como pizarrón.

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La Banda

La Banda es como denomino (y en general nos denominamos) a mis cuates de la carrera. No a Enrique y Juan, aunque con ellos también tomé clases; más bien a los amigos con los cuales de hecho cursé la carrera de Ciencias de la Computación.

La historia de la Banda es larga y divertida, pero muchas de sus partes no son para ser publicadas en Internet. Baste decir que todos salimos de la carrera y seguimos nuestras vidas lo mejor que podemos. Un corolario de eso es, lamentablemente, que nos vemos muy poco: la última vez que los había visto fue en diciembre pasado.

Con motivo de mi cumpleaños decidí que era buen pretexto para reunirnos, así que los convoqué al Churrascos en Coyoacán y ahí procedimos a comernos media vaca entre todos.

Erick, Yazmín, Citlali y Enrique

Erick, Yazmín, Citlali y Enrique

Yo, Ana Laura, Cindy y Rafa

Yo, Ana Laura, Cindy y Rafa

Estuvo muy padre, aunque no pudieron ir todos, y fue buen modo de ponernos al corriente de cómo nos va a todos. Me dio mucho gusto verlos, porque en verdad se ha vuelto cada vez más esporádico. Espero que no pasen otros seis meses antes de volverlos a ver.

Yo, Ana Laura, Rafa, Cindy, Enrique, Citlali, Erick y Yazmín

Yo, Ana Laura, Rafa, Cindy, Enrique, Citlali, Erick y Yazmín
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