Febrero

Comenzó febrero y con eso hubo muchos cambios.

En primer lugar ahora tengo un compañero de habitación; es bastante simpático, pero la verdad nos vemos poco porque él está en un curso y yo en otro, así que sólo nos medio saludamos en la mañana y en la noche. De interés es que es musulmán, lo cual es interesante para mí porque nunca había vivido con uno. No más espagueti con tocino este mes, me parece.

La otra es que comenzaron los cursos intensivos, y la parte de intensivos es en serio; apenas llevamos dos días y sí han sido pesados. También tiene que ver que sigo yendo al magnesio, porque había ido diario (sin contar fines de semana) y no quiero detenerme. Eso me obliga a levantarme a las siete, porque los cursos empiezan a las 9:30; y entonces también debo estar cargando una bolsita con las cosas del gimnasio, porque no me da tiempo de regresar a la Vila a regresarlas.

Los cursos han sido pesados, pero fabulosos. El primero lo está dando Jiří Matoušek; todo mundo me había hablado maravillas de él, y por supuesto conozco algunos de sus libros: pero nadie me había dicho que es un expositor maravilloso. No sólo habla de cosas interesantes y las expone magistralmente; también es muy divertido y maneja muy bien el ritmo de sus pláticas. Y digo, estoy entendiendo y aprendiendo un montón de cosas, lo cual siempre es bueno.

Como esta semana empezaban los cursos, el sábado fuimos a cenar a un buen restaurante en Barcelona. Yo esperaba más comida (tenía hambre), pero estuvo rico y divertido, y después fuimos a unos tres bares a tomar alcohol y platicar, no necesariamente en ese orden de importancia. Cerca de las cinco de la mañana algunos ya queríamos regresarnos, y como no hay camiones ni tren a esa hora tuvimos que tomar un taxi. Salió a 8 euros por persona entre 4, lo cual me parece “razonable” (bajo una definición muy amplia de razonable).

Al otro día mi cuate Eddie nos había invitado a todos a irlo a ver bailar swing; pero yo fui el único que no estaba tan cansado, crudo o borracho (o el único lo suficientemente demente) como para pararme y acompañarlo. Para que los cuates aquí no se lo perdieran lo filmé con mi cámara digital; pueden verlo bailar aquí.

Ahí nos encontramos otra compañera del curso, y fuimos los tres al Museo Picasso, que no quiero sonar ingrato (era gratis por ser el primer domingo del mes), pero la verdad me decepcionó un poco. Pero también pude probar la versión española (o al menos de Barcelona) de churros con chocolate.

Mañana tenemos día “libre” (no hay curso intensivo), pero más bien será estudiar todo lo que vimos los primeros dos días, y por supuesto seguir trabajando en los problemas “normales”. Así que no esperen una actualización del blog en pocos días.

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La reunión

Por varias razones que me da una hueva enorme explicar, terminé sin compañero de habitación aquí en la Vila Universitària. Inicialmente eso presentó un problema, porque parecía que me iban a cobrar el doble por el hospedaje; pero gracias a que mi asesor en el doctorado es Jorge Urrutia, todo se resolvió rápidamente.

Como sea, me consiguieron un “rommie” para febrero, que ya tuve el gusto de conocer, y que llega mañana. Pero como no sé si se vaya a sentir cómodo si yo hago una reunión en el cuarto cuando él viva aquí, decidí mejor hacerla antes de que se mude, y el día que di mi presentación al final de la plática invité a todo mundo.

Dado que el día de la tormenta hice una pobre versión de coctel de camarones y aún así les encantó, decidí repetirlo pero siguiendo la receta de mi madre, que le queda muy rico. Compré dos kilos de camarones (150 camarones en total; los tuve que contar porque la receta mide las porciones de acuerdo al número de camarones), y además de hacer el coctel también hice espagueti con camarones. Sé que la combinación no es la más ortodoxa del mundo, pero qué le vamos a hacer.

Los platillos fueron un éxito absoluto; tanto es así que por poco y no los pruebo. Terminé de servir la comida, me di la media vuelta para lavar algunos trastes, y al voltear a ver descubrí que el espagueti había casi desaparecido, y el coctel para allá iba. De la pasta me dejaron un triste camarón y unas cuantas tiras de espagueti, y del coctel pude comerme dos galletas saladas con como cuatro camarones.

Como me moría de hambre recordé que había encontrado plátanos machos en el supermercado y que compré un par, y me puse a hacerlos. Pero entonces resultó que casi nadie había comido plátanos fritos, y por andarle dando a todo mundo para que probara otra vez me quedé sin comer.

Por suerte una amiga se apiadó de mí, me corrió de mi propia cocina (llegando correctamente a la conclusión de que mientras yo estuviera clavado cocinando no iba a concentrarme en comer nada), y se puso a hacerme pancakes con mermelada. Así que al menos no me quedé con hambre toda la noche.

Como la comida literalmente fue arrasada, el trato fue que nadie se iba mientras hubiera vino, así que terminamos con nueve botellas del mismo, y mi último invitado abandonó mi cuarto a las dos de la mañana. No sin antes tomarnos una foto, claro.

La reunión

La reunión

(De hecho tomé un chingo más, pero tendrán que esperar a que regrese a la madre patria.)

Me la pasé muy bien, y me dio mucho gusto que les gustara mi comida. Me hubiera gustado poder probar más de la misma, pero qué le vamos a hacer. Las desventajas de ser el anfitrión.

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La Mole 2008

Total que aprovechando que Omar está en México fuimos mis cuates y yo a la Mole. En parte era ese el pretexto; pero yo la verdad iba con la idea de fotografiar chavas guapas en minifalda, porque la última vez que fui no llevé mi cámara y me arrepentí mucho. Porque había chavas guapas en minifalda. Mini mini. Micro. Cinturones gruesos.

Total que por andar en la pendeja, me perdí la oportunidad de fotografiar de cerca y fotografiarme yo con varias chavas guapas en minifalda; sólo pude tomarles unas cuantas fotos de lejos, porque les estaban haciendo una entrevista.

Las chicas de la Mole

Las chicas de la Mole

Lo sé, lo sé; la foto es muy mala. No tengo muy buen zoom, y además no jala muy bien mi cámara con luz artificial.

Como sea, nos la pasamos chido; lo que sí es que cada vez veo menos cómics en estas convenciones. Recuerdo que cuando yo empecé a ir a convenciones de cómics se podían encontrar en las mismas un montón de números atrasados. Ahora parecen vender más mercancía relacionada que cómics en sí; películas, CDs, carteles, accesorios, figurillas.

Ah, y vimos dos chavos vestidos de Depredadores con disfraces muy chidos.

Enrique y los Depredadores

Enrique y los Depredadores

El chavo (como pueden ver) estaba chaparrito; pero lo compensaba con creces con la actitud. Muy chido su disfraz.

Depredador

Depredador

Yo me tomé una con la Depredadora.

Yo y la Depredadora

Yo y la Depredadora

Tenía muy bonito cuerpo (la cara no la vi, obviamente); lo que sí es que no sé qué tanto se le podía atribuir al hule-espuma. Como sea, también estaba muy chido el disfraz.

Después de eso nos fuimos a cenar a La Pagoda, donde caí en cuenta no había ido desde hacía más de once años, en 1997. Me la pasé bien; me gustaría haber podido ver más a Omar y Paola, además de ayer y una pequeña reunión que tuvimos en mi depa, pero estaban altamente solicitados porque no habían venido en un montón de tiempo, y además es la primera vez que traían a su hijo.

Y chida la Mole también. Lástima que esté en modo ahorro, porque me voy a Europa en enero; me hubiera gustado comprar algunas cosas.

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Primero de septiembre

Hoy debía ser un día intenso, pero agradable. Comenzó un taller aquí en la Ciudad (de hecho en el iMate) donde se discutirán diversos problemas muy interesantes, y al que acudirán diversos investigadores aún más interesantes.

Con mis clases se me complicaba un poco el día, pero di por hecho que podría manejarlo. Eso fue hasta el cuarto para las doce, cuando me llamaron para avisarme que el hermano de uno de mis mejores amigos había muerto en un accidente absurdo de tráfico. Inmediatamente salí de CU para estar con mi amigo, en una de esas situaciones espantosas para las que sencillamente no hay forma de estar preparado.

Para completar el día de sorpresas, alrededor de las nueve de la noche me llamó mi hermano; que mi papá estaba en el hospital porque en un examen de rutina (para un malestar que no tenía nada que ver) le habían detectado una presión arterial altísima.

Me despedí de mi cuate en cuanto pude, pidiéndole que me llamara por cualquier cosa que pudiera ocurrir, y fui al hospital a pasar varias horas aburridísimas mientras revisaban y arreglaban a mi papá. Él se veía bien; la presión alta ni siquiera le molestaba, y lo desagradable más que nada fue el hartazgo de estar esperando con él y mi hermano.

Pero después de lo que había pasado en la mañana, me sentí afortunado de poder pasar tiempo con mi familia, aunque ciertamente no fueran las mejores circunstancias.

Muy tarde salimos del hospital; mi hermano se llevó a papá a su casa (ya mucho mejor y con instrucciones exactas de qué tiene que hacer y cómo; va a estar bien), y yo fui a ver a mi cuate una vez más.

Definitivamente no quiero otro día como hoy nunca. Y no puedo ni siquiera comenzar a imaginarme la situación en que está mi cuate; la sola idea de perder a mi hermano me resulta espantosa.

Espero que él y su familia puedan sobreponerse en no mucho tiempo. Pero sé que nada que diga o haga puede mitigar el dolor por el que están pasando; y eso me hace sentir triste e inútil.

Cuando me enteré al medio día, y luego de hacer algunas llamadas avisándoles a otros conocidos, le llamé a mi hermano y le dije que lo quería. Sé que no nos llevamos siempre de la mejor de las maneras, y que tenemos más características discordantes que en común. Pero eso no evita que de verdad nos queramos, y yo sí quería decírselo explícitamente.

Por si las dudas. Nadie sabe qué va a pasar la próxima vez que trate de cruzar la calle.

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La ardilla

Las ardillas de Ciudad Universitaria suelen estar feas como escupirle a dios. En general son negras y tienen la cola que parece de esos cepillos que usaba en secundaria para lavar tubos de ensayo.

Hoy comiendo con una amiga en el Posgrado de Odontología, salió una ardilla que hasta eso se veía simpática:

La ardilla

La ardilla

No sólo no era horrible; además resultó amigable. Se acercó a pedir comida de forma bastante cagada:

La ardilla

La ardilla

Y ya que le dimos pan se subió a un árbol a comerlo, mirándonos desde ahí:

La ardilla

La ardilla

No recuerdo que una ardilla se me acercara en Ciudad Universitaria a pedir comida. Había una en el IIMAS que (decían) se aventaba desde los árboles a las ventanas del tercer piso, pero no puedo corroborarlo.

Cagada esta ardilla.

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Definitivamente

Yo: Si no te conociera, diría que te estás haciendo güey y buscando pretextos.
Omar: Sí, ya sé. Estás tratando de convencerme que la decisión no es importante y yo estoy tratando de decirte que justamente porque no es importante, hay varias opciones que parecen igualmente buenas y por eso me cuesta trabajo.
Yo:
Yo: OK, creo que el párrafo anterior es el que menos sentido tiene de todos los que te he oído/leído.

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Ciertamente es una pieza

Con una amiga en el teléfono:

Yo: Y entonces estoy viendo los trámites para la credencial de la alberca.
Amiga: Ah. ¿Hay una restricción, no? En el traje de baño de las chavas, debe de ser de una pieza.
Yo: Lamentablemente para todos los miembros del género masculino, sí.
Amiga: Pero entonces la chava debe poder decidir si se pone sólo la pieza de arriba o la de abajo, ¿no?
Yo:
Yo: Eso va al blog.

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El doctorado

La vida son las cosas que ocurren sin que nosotros las planeemos.

El año pasado, antes de entrar a mi último periodo de claustro con la tesis, fui a ver a Jorge y le platiqué que mis solicitudes al doctorado en Canadá habían sido rechazadas. Jorge me preguntó que qué iba a hacer una vez que acabara la tesis, y yo le contesté que pues trabajar. El dinero no crece en árboles, al fin y al cabo.

Jorge entonces me hizo una propuesta: que por qué no me quedaba a hacer el doctorado aquí en México, y que siguiera trabajando con Bernardo y Silvia ahora como asesores oficiales. Me dijo que si me iba a hacer el doctorado afuera tendría que comenzar de cero con quien sea que fuera a trabajar, y que al fin y al cabo yo ya estaba trabajando bien con él, Bernardo y Silvia. También me dijo que al hacer aquí el doctorado con él significaba (por cómo hace Jorge con sus tesistas) que tendría que salir del país; obviamente a California de nuevo, para seguir trabajando con Bernardo y Silvia: pero también a Europa (Aichholzer está en Alemania), y con los contactos que él tiene en España y en Canadá.

Salí de esa reunión diciéndole que lo iba a pensar; todavía me pesaba algo la depre.

La oferta de Jorge era buenísima, y además yo sabía que no se la hacía a cualquiera. Desde un punto de vista práctico era inclusive idiota que lo tuviera que pensar; pero lo cierto era que yo siempre había querido hacer mi posgrado en el extranjero. Era un sueño de alguna manera.

Así que lo platiqué con la gente que quiero; con mi familia, y con mis amigos, y con la gente que me ha apoyado y aconsejado a lo largo de toda mi vida académica. Medio obviamente casi todos me dijeron que qué carajo estaba pensando, que aceptara la propuesta de Jorge; sólo tres de a todos los que les pregunté no les pareció tan obvia la respuesta a mi dilema.

Pero al fin y al cabo la decisión era mía, y entonces me puse a pensar (de verdad pensar) qué iba a hacer.

Y al final decidí quedarme.

Lo que terminó por convencerme no fueron las obvias ventajas prácticas, ni tampoco las académicas. Tampoco fue el que casi todo mundo me dijera que me quedara. Ni tampoco fue que de verdad quiero seguir trabajando con Bernardo y Silvia, porque como tutores y amigos han resultado ser maravillosos.

Lo que me convenció fue que llevaba los últimos siete años posponiendo mi vida. Siete años en que no me salí de casa de mi mamá porque siempre estaba “a punto” de irme a estudiar al extranjero, y entonces no tenía sentido que me saliera. Siete años que no me comprometí a ningún trabajo en serio porque siempre la idea era que me iba a ir. Siete años en que mis relaciones con chavas se vieron seriamente afectadas por el hecho de que según yo tenía claro que tenía que irme del país a hacer primero la maestría, y después el doctorado.

No voy a decir que mis dos últimas novias (que, para qué me hago pendejo, son las únicas realmente importantes que he tenido) troné con ellas porque quería irme a hacer el posgrado, porque no es cierto. Pero ciertamente no ayudaba.

Y en el momento en que eso me quedó claro, la decisión fue muy sencilla. Sí podría haber seguido intentando irme, pero sencillamente ya no quería esperar a las decisiones de alguien distinto de mí. Y decidí quedarme a hacer aquí el doctorado.

Y entonces sentí claramente cómo un terrible peso se me quitaba de la espalda, además uno que no me había dado cuenta tenía desde hacía años. Casi siete.

El viernes me inscribí a mi primer semestre en el doctorado; en julio me aceptaron sin muchos problemas, y espero que me den la beca de Conacyt (no hay razón para que no me la den… espero).

Y estoy entrando al doctorado con una actitud completamente distinta a la que tenía cuando entré a la maestría. Quiero volverme a meter al gimnasio de CU y sacar de nuevo mi credencial de la alberca; estoy dando dos cursos en la Facultad de Ciencias; estoy viviendo solo y disfrutándolo enormemente; y además estoy comenzando a salir con una chava que me encanta… aunque se resiste a dar su brazo a torcer.

Pero bueno; en ese aspecto esa es la historia de mi vida.

Así que al final de cuentas no hice mi posgrado en el extranjero, con tanto que estuve cacareando que eso haría. Pero al fin y al cabo hay ciertas cosas que uno no controla, y yo estoy bien y a gusto con mi decisión. Porque fue mi decisión; no fue que ya no tuviera de otra.

Ahora sólo tengo que preocuparme de que cuando acabe el doctorado (y, posiblemente, un post-doctorado) consiga plaza en algún lado. Pero realmente no me preocupa; si no consigo plaza, ya veré yo qué hacer con mi vida.

Lo que importa es que ya siento que en verdad la estoy viviendo.

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Open House

Según yo, el término “Open House” se usa (entre otras cosas) para denotar a una reunión que hace alguien con el único propósito de mostrar su nueva casa; la casa está abierta a visitas todo el día (de ahí el “open”) y se entiende que los invitados llevarán cosas que una casa nueva (en el sentido de recién llegar a vivir ahí, no de recién construida) necesita, como platos, cubiertos, servilleteros, etc.

Mi Open House funcionó exactamente así, excepto en el sentido de que la mayoría de los invitados no llevaran servilleteros porque al parecer no entendieron esa parte.

Haruko, Enrique, Juan Pablo y Mónica

Haruko, Enrique, Juan Pablo y Mónica

Me mudé al departamento el miércoles, y desde ese día ya duermo, como, me baño y hasta me rasuro aquí; pero realmente estuve llevando cosas de la casa de mi mamá al departamento durante el último mes. El día que yo considero que de hecho me mudé es el miércoles porque fue el día que me llevé la compu.

Juan, Érika y Gabriela

Juan, Érika y Gabriela

Primero llegó mi hermano y su amigo Pablo, que se fueron casi de inmediato porque tenían no sé qué hacer; luego llegaron Víctor y Ale, que me regalaron unas tazas para café poca madre de metal, y en un cosito para guardarlas que casi no ocupa espacio.

Yazmín, Rafa, Erick y Óscar

Yazmín, Rafa, Erick y Óscar

Cuando se fueron ellos llegó Óscar, que hacía casi año y medio no veía, y estuvimos poniéndonos al día hasta que llegaron Rafa y Cindy, y Erick y Yazmín casi al mismo tiempo; aunque Cindy se fue a un baby shower. Después llegaron Juan Pablo y su novia, que no conocía pero me cayó muy bien, y a ellos les siguieron Enrique y Haruko, que llegaron tarde porque Enrique confundió el Eje 6 con el Eje 5.

Yo y Amílcar

Yo y Amílcar

Por último llegaron Juan, Érika y su hermana (que sí llevaron menesteres para la cocina), y luego regresaron mi hermano y Pablo, y al final Cindy, y estuvimos en el departamento platicando hasta cerca de las dos de la mañana cuando me dejaron solo a recoger el tiradero. Que la verdad no fue tanto.

Cindy y Rafa

Cindy y Rafa

Me la pasé muy chido, y me dio mucho gusto volver a ver a mis cuates y de hecho platicar con ellos, que por múltiples razones no habíamos podido hacer en meses, y en algunos casos años. Había invitado a más amigos, pero la verdad qué bueno que no fueron porque hubieran tenido que estar en el suelo.

El final de la reunión

El final de la reunión

Ahora lo único es que mi refri (más bien frigobar) quedó así:

La chela

La chela

Porque aunque no llevaron portavasos, alcohol sí llevaron. Lo divertido es que yo no tomo cerveza. Ah, y si alguien reconoce este coqueto paraguas que lo reclame, porque si no me lo voy a quedar yo:

El paraguas

El paraguas
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Viernes

Ayer fui al banco (de hecho a dos bancos) y después a Ciudad Universitaria donde hice trámites burocráticos y además voté (no sé si considerar el ir a votar como un trámite burocrático).

En la Facultad me encontré con Rubén (que no veía hace años) y que me platicó que estaba haciendo la maestría; también me encontré con Juan Pablo (que no veía hace años) y me contó que también estaba haciendo la maestría, además de que se compró un Quad Core (maldito) y que se ha hecho fan de Battlestar Galactica. Fue de verdad chido verlos, porque no tenía idea de qué onda con sus vidas.

Después fui con Enrique y Juan a comer carne con vino, donde por fin pedimos dos botellas porque realmente no habíamos celebrado que me hubiera titulado, y después yo me fui al cine (hablaré de la película en otra entrada).

Después fui con Mónica, que me invitó a una exposición de erotismo que montaron varias amigas suyas en el Centro Cultural de la Diversidad Sexual, lo cual estuvo chido porque por la titulación había dejado de hacer cosas culturales. La exposición me pareció ligeramente pretenciosa; pero algunas de las fotos y cuadros, y una mini escultura en particular, me gustaron bastante, y me pude poner al día con Mónica (el día de mi examen la verdad casi no platiqué con ella).

El Beso

El Beso

De ahí nos salimos como a la media noche con varios de sus amigos para ir a cenar tacos, donde me encontré a otras dos amigas del CCH, una de las cuales no había visto yo creo en los 12 años que han pasado desde que salimos de ahí.

En general me la pasé muy padre; sólo que todo mundo al que Mónica les decía que me acababa de titular de la maestría, me decían que ya debía estar mucho más tranquilo. Terminé por entenderlo como un eufemismo de “ah, ¿entonces ahora estás desempleado?”

Fue un viernes divertido.

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Liqueando

Con Juan y Enrique yendo a comer:

Enrique: ¿Nos vamos en tu carro?
Yo: Si quieren; pero va a estar bien caliente (refiriéndome a que el sol le había estado pegando todo el día).
Yo: Ya ven que las cosas se parecen a su dueño.
Enrique: Entonces también estará liqueando aceite, ¿no?

Indeed.

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