Ah. Ca. Brón.
Buenas noches a todos.

Porque a veces tienes tantos pensamientos, que te gustaría sacarte algunos de la cabeza.
Y previsiblemente no pude evitar todo el día de hoy estar sonriendo. Tal vez me estoy adelantando un poquito a los hechos, pero ciertamente tengo motivos para estar más contento de lo que he estado en muchos meses, tal vez años.
Como las palmeras, borrachas de sol.
Heaven… I’m in heaven,
And my heart beats so that I can hardly speak.
And I seem to find the happiness I seek,
When we’re out together dancing cheek to cheek.
I once was lost but now am found,
Was blind, but now I see.
Ahora sólo me falta uno más. Pero como Jorge está en Japón, y la doctora que me hará el general quiere hablar con él antes de dármelo, tendré un par de semanas de descanso.
O algo así. No sé; me estoy desmayando.
“Hope” is the thing with feathers
That perches in the soul
And sings the tune without the words
And never stops at all…
Ayer fui a ver Cirque du Freak: The Vampire’s Assistant, básicamente por John C. Reilly. He sido fan incondicional de Reilly desde que actuó en Chicago, y sigo esperando con ansias una película buena donde él sea el protagonista… y de preferencia donde no interprete a un imbécil.
Lamentablemente, Cirque du Freak no es esa película. Y para acabarla de amolar, cometí un error que hacía años no cometía: fui a ver la película en español. Estuve a punto de salirme de la sala, pero dado que el miércoles es básicamente el único día que tengo libre para ir al cine (con lo de los generales y todo), al final decidí verla.
Se aplican las de siempre.
Dos adolescentes idiotas va un show de fenómenos, donde uno de ellos detecta que uno de sus integrantes es vampiro. Obsesionado como está con los vampiros, le pide que lo convierta, pero el vampiro se niega porque tiene “mala sangre”. Su amigo mientras tanto roba la araña del vampiro (que al parecer es más inteligente que los dos adolescentes juntos), porque está obsesionado con ellas, y por supuesto termina mordiendo al amigo y poniéndolo en peligro mortal. Desesperado le pide al vampiro el antídoto, y el vampiro accede con tal de que se deje convertir en “medio vampiro” y se vuelva su ayudante.
La trama es tan idiota como suena, si no es que peor. Las actuaciones no sé, porque en español es difícil de detectar, aunque siendo justo el doblaje es soportable. La película es ligeramente entretenida, pero completamente intrascendente. Al parecer está basada en una serie de libros, que me imagino igual de intrascendente porque no había oído hablar jamás de ellos.
Reilly me cae muy bien, pero su sola presencia no creo que valga la pena para ver la película. Ciertamente no en español, al menos. Tan intrascendente me pareció que por poco se me olvida escribir de ella.
Si les medianamente interesa (no creo que nadie muera por ver esta película), les recomiendo que la renten en un par de meses.
OK, eso de tratar de no acabar de madrugada nada más no me funciona.
Como sea, faltan 2. Ya comienzo a sentir el rigor de tratar de hacerlos uno por semana.
Mucha gente que me conoce no sabe esto, pero, cuando se me pega la gana, mi paciencia puede ser casi infinita. El pedo, por supuesto, es que de hecho se me pegue la gana.
Como sea, con películas por estrenarse gente como yo no tenemos de otra más que esperarnos; en particular yo nunca compro una película pirata para poder verla antes de que se estrene. Lo que me más gusta de ver un estreno es, en gran medida, ir a verlo al cine.
Dos películas en este momento están poniendo a prueba mi paciencia; la primera es Avatar, de James Cameron, que por suerte se estrenará el 18 de diciembre, en menos de dos meses. He de haber visto el avance unas doce millones de veces, porque está poca madre, y la película se ve muy prometedora.
Si Cameron hace las cosas bien (que, admitámoslo, generalmente las hace), esta película puede resultar fabulosa.
La otra película, lamentablemente, no se estrenará hasta mayo del año que viene. Me refiero a la durante años esperada adaptación del videojuego Príncipe de Persia. La película en particular estará basada (que no adaptada) en la triología de las Arenas del Tiempo, así que se llamará Prince of Persia: The Sands of Time, y el avance salió hace como quince minutos, pero ya lo he de haber visto como cuatro veces, porque también se ve increíble.
No sólo se ve que pusieron a Jake Gyllenhaal (que siempre me ha caído muy bien) a dar de brincos y hacer maromas todo el tiempo; además varias escenas de verdad parecerían sacadas de los videojuegos. Y no sólo de las Arenas del Tiempo; hablo también de los videojuegos de hace casi veinte años, que yo jugaba en mi 8088 con monitor monocromático verde, y sonidos que salían de la bocinita Lili Ledy, porque entonces ni siquiera existía el concepto de “tarjeta de sonido”.
Las dos películas se ven muy bien, y pues sólo faltará esperar a que salgan. Por suerte para eso (y para muchas cosas más), sin muchos problemas puedo esperar.
Como varios de mis lectores habituales sin duda sabrán, yo no estoy suscrito a Facebook, MySpace, Hi5, Orkut, ni ninguna otra de esas pendejadas. Ya a estas alturas del partido ni siquiera me llegan las invitaciones; mis filtros de SPAM ya están entrenados para clasificar dichas invitaciones como basura.
Las razones por las que me niego a entrar a este tipo de sitios son básicamente cuestiones de principios, y que la idea en general me da mucha hueva. Y está el tal vez no muy importante, pero para mí significativo, hecho de que no me gusta tener cosas mías (mis escritos, mis fotos) en un servidor donde no soy root. El correo electrónico es una excepción; aunque ciertamente no porque yo así lo haya decidido.
Mis fotos las tengo en línea para que la gente cercana a mí pueda verlas fácilmente; pero la misma funcionalidad podría tener si usara Flickr o cualquiera de los otros servicios de hospedaje de imágenes que hay en la red. Mi vida social no la quiero en línea; puedo comentar en mi blog de vez en cuando qué hice, pero ciertamente no quiero poner qué voy a hacer, y mucho menos qué estoy haciendo… y todavía menos espero que mis amigos o conocidos tengan que conectarse a la red para enterarse.
(Hablo, obviamente, del aspecto social del asunto; sí comento en mi blog que estoy haciendo mis exámenes generales del doctorado, pero espero que quede claro que no expero –ni quiero– que nadie me venga a hacer compañía mientras los hago).
Como sea, el propósito que tiene mi blog es para que yo arroje aquí las cosas que escribo. Tengo mis razones para no tenerlo en WordPress.com o en Blogger, pero la verdad es que son razones (desde el punto de vista práctico) bastante débiles; el propósito de mi blog se cumpliría exactamente igual si lo tuviera en esos sitios.
Las razones que tengo en contra de Twitter (y por lo que escribo esta entrada), son todavía más personales y (me parece) sólidas. Twitter tiene todo el aspecto “social” en Internet que me da una hueva enorme (como Facebook o MySpace), el hecho de que la información que uno envía ahí termina siendo básicamente propiedad de los dueños de Twitter, y las características que por principio me hacen despreciar sitios de ese estilo.
Pero la verdadera razón por la que no he tenido nada que ver con Twitter (ni ninguno de los sitios que le son similares), es el hecho de que, como escritor, la idea detrás del sitio me parece casi insultante.
Yo escribo en mi blog por el placer de escribir; siendo completamente honesto ni siquiera me importa (ni me ha importado, ni creo que me llegue nunca a importar) si alguien me lee o no, o si les gusta o no lo que escribo. Escribo por mí, y en gran medida para mí únicamente. La idea de verme restringido a 140 caracteres por entrada no sólo me parece castrante; creo que es el tipo de cosas que fomenta que muchos chavos de ahora escriban cosas como “kiero ir ai a ver ke pasa pq no se ke p2”.
Lo cual incluso se traduce a mis mensajes SMS; creo que soy el único güey que cuando escribe un mensaje de texto por el celular pone acentos, símbolos de interrogación y admiración iniciales, y puntos seguidos y comas.
Twitter no sólo tiene las mismas características que desprecio y me dan hueva de los “sitios sociales” como Hi5 o Facebook; encima de ello es verdaderamente lamentable el tipo de engendros que muchos de sus usuarios producen. Incluso con mi limitado conocimiento de la lengua inglesa me es fácil descubrir los garrafales errores que cometen en el limitado espacio que son 140 caracteres.
Y, para acabarla de chingar, los cometen cada quince minutos.
Con la última actualización a GNOME 2.26 (que sí, ya sé que voy retrasado 6 meses porque ya salió GNOME 2.28, pero he decidido quedarme en Gentoo estable), mi laptop alcanzó un estado de casi perfección que me es difícil describir cabalmente. Absolutamente todo funciona como debe de ser, incluyendo pendejaditas que por alguna razón nunca lo habían hecho, como poder subir o bajar el brillo del monitor con el teclado.
Tengo exactamente dos problemas, que como son cosas que casi nunca uso ni siquiera sé si se ganen el calificativo de “problemas” realmente. Uno es que el lector de huellas digitales no funciona, y no se ve para pronto que lo vaya a hacer porque las Vaio utilizan un controlador propietario del cual casi nadie tiene información. El otro es que el micrófono integrado dentro de la laptop no funciona; si conecto un micrófono externo no hay problema, pero el integrado no quiere jalar. Probablemente tenga que ver conque HDA Audio es ahorita un ligero desmadre en Linux, y aunado con el cambio a PulseAudio las cosas se complican aún más.
Pero quitando eso estoy asombrado de la asombrosa asombrosidad de mi laptop en este momento. Mi desktop también quedó muy bien con la actualización; pero dado que mis desktop nunca me había dado problemas (por eso armo mis máquinas yo), y además ya va a cumplir cuatro años y sencillamente ya no tiene la galleta que yo requiero (lo cual me fuerza a ir pensando en actualizarla dentro de poco), pues es más bien irrelevante.
Buscando entonces cosas que no jalen a la perfección para poder estar jugando con ellas, y así evadir la responsabilidad de mi tercer examen general del doctorado, me puse a compila e instalar GNOME Shell.
Si todo sale como debe salir (que, dada la Ley de Murphy, probablemente no ocurra), GNOME 3.0 saldrá en alrededor de 6 meses, en lugar de GNOME 2.30, y GNOME Shell reemplazará a panel y al manejador de ventanas de GNOME (Metacity), que ciertamente ya muestran gacho la edad. GNOME Shell es un cambio radical en la idea de manejar las ventanas y los escritorios virtuales, tratando de hacer todo más dinámico y orientando todo a cosas que el usuario quiera hacer y dónde tiene sus documentos.
Lo he estado usando un par de días ya, y trataré de seguir usándolo. GNOME Shell reemplaza (y de hecho, medio mata) a Compiz, el manejador de ventanas con efectos 3D que vengo usando casi desde que salió hace 3 años. En general está bien, porque GNOME Shell tiene efectos 3D también, aunque mucho más sobrios. Pero además, con la idea de escritorios virtuales dinámicos el tener varias ventanas en un solo escritorio se convierte en una pendejada; GNOME Shell permite (y estaría incluso dispuesto a afirmar que promueve) el uso de aplicaciones maximizadas todo el tiempo. Ahora tengo una ventana por escritorio virtual, todas ellas maximizadas, lo cual hace que se utilice de forma mucho más inteligente la pantalla relativamente pequeña que tiene mi latop.
Si necesito usar el escritorio, en lugar de minimizar ahora sencillamente creo otro escritorio virtual, hago lo que tengo que hacer, y después lo destruyo. Las aplicaciones es sencillísimo moverlas entre escritorios, y en general casi puedo estar sin utilizar la terminal, que sigue siendo un objetivo mío desde hace años.
No sé cómo vayan a reaccionar los usuarios de GNOME ante un cambio tan radical como el que propone GNOME Shell. A mí me está gustando, pero suelo ser muy paciente con el desarrollo de GNOME. Independientemente de si les gusta o no el cambio que propone, todos los que lleguen a utilizar GNOME Shell deben reconocer que está realmente innovando a la hora de proponer cómo manejar el escritorio. Podemos meternos (y seguro nos meteremos) en discusiones larguísimas acerca si es o no una innovación inteligente; pero de que es original y novedosa eso no tiene la menor duda.
Fui el miércoles a ver 9. No lo había comentado porque… bueno, porque así es la vida.
Se aplican las de siempre.
Tenía muchas ganas de ver esta película; todo el concepto de muñequitos de trapo vagando por un mundo postapocalíptico me parece sumamente interesante, por alguna razón.
9 consigue que los muñequitos de trapo (stitchpunks) cobren vida; la idea en particular de los ojos funcionando como aperturas de diafragma se me hizo fabulosa. El mundo postapocalíptico donde los stitchpunks viven es también muy bien realizado; sucio, polvoriento, con cadáveres humanos por todos lados, y absolutamente muerto de cualquier forma de vida orgánica.
Toda la película es bellísima visualmente; más aún que Pixar, creo que esta película ha superado (por mucho) lo que la tecnología de animación por 3D es capaz de hacer. Las actuaciones que hacen creíbles a los stitchpunks también son muy buenas, con un elenco de primerísimo nivel, y una sincronización con los monitos básicamente perfecta. Y en general todo el diseño de las criaturas que habitan esta Tierra desolada y la “tecnología” que se muestra están muy bien hechas.
Todo eso, sin embargo, se va derechito a la basura porque la historia es una pendejada de proporciones monumentales. Comenzado con la idea de ludismo imbécil de que hay que temer a la tecnología, continuando con el hecho idiota de que los monitos son “partes” del alma del científico que los creó (lo cual hace ligeramente perturbador el romance que nace entre 9 y 7), y con el final básicamente sin sentido donde los stitchpunks que murieron durante la trama son “liberados” y se van a las nubes a hacer que llueva. Además de que, si al parecer es tan sencillo transmitir el alma (o porciones de la misma), ¿por qué no les crearon nuevos monitos para que sus almas residieran ahí?
Me hubiera gustado mucho amar esta película, pero de verdad la trama se cae completamente alrededor de las dos terceras partes, que dado que la historia es una “expansión” de un pequeño corto, a lo mejor se entiende. Visualmente es impresionante, y tal vez nada más por ello tal vez valga la pena verla en el cine. Pero a mí la verdad sí me decepcionó bastante.
Utilizando las mismas palabras con que la película comienza, los realizadores deberían decirse “we had such potential, such promise…”
Veo Castle porque es una serie sinceramente divertida, porque no se toma en serio ni siquiera cuando se toma en serio, porque tiene romance del tipo que me gusta (que me gusta casi cualquier tipo de romance), porque tiene misterios policiacos sin las faroleadas de CSI, porque Stana Katic está muy guapa, y porque Castle lo interpreta Nathan Fillion, que era el capitán Mal Reynolds en la fabulosa (y corta) serie de Ciencia Ficción Firefly.
El último episodio ocurre en Halloween, y adivinen de qué se disfraza Castle:
Como Castle lo describe, de “vaquero espacial”. Como su hija tiene a bien decirle, no hay vacas en el espacio, y además ya había usado ese disfraz “cinco años atrás”. Que ya es hora de que lo “supere”.
Me estaba meando de la risa. Y me dio nostalgia por Firefly.
Debo empezar a organizarme mejor para no acabar estas cosas el último día.
Como sea, faltan 3.
Hace ya cerca de dos años que vengo leyendo las múltiples mentadas de madre que recibe Lennart Poettering por el chiste de que se le ocurrió inventar PulseAudio (antes Polypaudio). Las opiniones parecen estar divididas en dos campos diametralmente opuestos: las distribuciones y gente con conocimientos técnicos suficientes que parecen tener un claro consenso de que PulseAudio es el camino que hay que seguir, especialmente si se desea que Linux tenga un sistema de audio moderno, profesional y fácil de usar; y los (al parecer) innumerables usuarios que le mientan la madre porque sus sistemas dejan de funcionar cuando antes lo hacían perfectamente.
La dicotomía al parecer radica en que PulseAudio es un rediseño radical de cómo se venía manejando el sonido en Linux, y además utiliza características de ALSA (el controlador de sonido de bajo nivel en Linux) que nadie había utilizado antes, lo que ha causado que encuentren bugs ahí que hasta ahora habían pasado desapercibidos. Lo que he leído acerca de PulseAudio suena maravilloso en papel; combinar dos tarjetas de sonido estéreo para simular sorround, direccionar el audio a cualquier otra computadora en la red, controlar el volumen de distintas aplicaciones individualmente, mover una aplicación de un dispositivo de audio a otro en vivo, sin que la aplicación ni siquiera lo note, etc., etc., etc. Pero también he leído los múltiples e indignados reclamos de aquellos usuarios que actualizaron sus máquinas sólo para descubrir que sus aplicaciones de audio que antes funcionaban ahora no lo hacen.
Gentoo tenía a PulseAudio en inestable desde hace años, y yo (por una vez en mi vida) decidí no tocarlo ni con un palo de tres metros; mis aplicaciones de sonido funcionaban, así que no quise meterme en broncas. Y aunque sentía empatía por los usuarios que han venido sufriendo durante todo este proceso de transición a PulseAudio, la verdad es que ya he estado ahí, y en general las molestias que puede causar la introducción de un nuevo componente en Linux suelen verse compensadas cuando dicho componente ha llegado a un nivel suficiente de madurez. Pasamos por eso con ALSA, de hecho, cuando abandonamos OSS, y con la transición de XFree86 a X.Org, y con el salto de GNOME 1 a GNOME 2, y con el cambio de Nautilus a modo espacial, etc., etc., etc.
Así que, como sabía que a la larga iba a ser benéfico, y además a mí no me afectaba (porque no traté de usar las versiones de prueba de PulseAudio en Gentoo), ignoré todo el maracatraca al respecto.
Hasta que en mi última actualización, que por fin se hizo GNOME 2.26 estable en Gentoo, PulseAudio vino incluido.
Para empezar, no tuve ningún problema. De hecho un montón de broncas se me compusieron; en mi laptop por fin recuperé los beeps, que no sé cómo había perdido (y además ahora están bien coquetos), y los sonidos de GNOME (los ruiditos que hace al abrir menúes y cerrar ventanas) por fin funcionan y (ventaja nada despreciable) no son insoportables.
Pero además, como me interesaba eso del sonido a través de la red, decidí ver si podía echarlo a andar rápidamente. No sólo pude echarlo a andar rápidamente; está poca madre. Mi Media Center tiene un sistema de sonido 5.1, y aunque Moovida (el software que utiliza el Media Center, antes llamado Elisa) está muy chido para ver videos, la verdad es que todavía apesta para oír música. Para oír música uso Rhythmbox hace años, y me gusta bastante; pero es inútil sin teclado y ratón (que mi Media Center, obviamente, no tiene).
Así que sencillamente le dije a mi máquina de escritorio que utilizara el demonio de PulseAudio de mi Media Center para mandar ahí el sonido, y ahora escucho mi música en el sistema 5.1 de mi Media Center en la sala, pero controlando todo con Rhythmbox desde mi estudio. Y todo con básicamente un click:
(Eso no es completamente cierto; tuve que editar un archivo de configuración de PulseAudio en mi Media Center, y copiar un archivito de ahí a mi escritorio; pero eso fue todo).
No dudo que el periodo de transición haya sido doloroso; y lo lamento por los usuarios que hayan pasado por problemas. Pero eso fue culpa de las distribuciones que pusieron PulseAudio para todo mundo cuando no estaba listo; Gentoo por una vez en la vida se la jugó a lo seguro, y creo que valió la pena. Estoy bastante impresionado de lo bien que funciona PulseAudio, y toda la filosofía que trae detrás.
En este momento, todas las cosas importantes multimedia en Linux soportan PulseAudio; MPlayer, VLC, GStreamer, etc. Es ciertamente el futuro; todas las distribuciones lo están usando, y la verdad creo que vale la pena. Ni siquiera sé si MacOS X o Windows puedan hacer algunas de las cosas que PulseAudio puede.
Ahora, si sólo dejara de perder tiempo con mi computadora y terminara mi segundo examen general del doctorado…
Supongo que las cosas han evolucionado mucho en Linux/GNOME.
Una semana peleándome con iwconfig, ndiswrapper, el kernel, los scripts de inicialización de la red, y cuanta madre se me ocurrió para hacer que jalara (después de que inexplicablemente dejara de funcionar) la tarjeta de red inalámbrica de mi máquina de escritorio, y cuando a los seis días me di por vencido y en un arranque de locura instalé NetworkManager (para ver si los logs que arroja me daban una idea de qué ocurría), resultó que nada más corrí el pequeño programita de GNOME, y todo funcionó automágicamente.
Pain-Free Networking indeed.
Además, si fuera algo que en general no sé hacer (como configurar una impresora; ¿quién anda matando arbolitos estos días?) tal vez lo entendería; pero vengo configurando las redes de mis computadoras a mano desde hace años. Y es la primera vez en este tipo de cosas que un programita que utiliza el teclado y el ratón pudieron hacer algo que yo no pude modificando archivos de configuración.
Si siguen así las cosas, uno de estos días dejaré de compilar mi propio kernel.
Desde que soy parte de la Universidad Nacional Autónoma de México (o sea, la mitad de toda mi vida), nunca he sentido particular aprecio por los rectores que me tocaron. Sarukhán era un cerdo, y de Barnés (dados mis antecedentes, incluidos los penales) no tengo una sola cosa buena que decir.
De la Fuente merece mi respeto; a pesar de que él era el rector cuando caí en la cárcel, después jugó un papel muy importante en generar el consenso que en su mayoría se generó en la comunidad universitaria, de que necesitábamos fortalecer la unidad de la misma ante el embate (que no se tardó en dar) que los idiotas gobiernos panistas harían contra la Universidad. Pero ha pesar de que respeto ese papel, no tengo el menor aprecio por él en lo personal.
Ninguno de ellos se ganó nunca que yo los reconociera como “mis” rectores, y José Narro iba por la misma. Narro es similar a De la Fuente; ha continuado la línea de consolidar la unidad dentro de la comunidad universitaria y de defender a la Universidad de estos imbéciles: y para ser precisos lo ha hecho con mucho más vigor que De la Fuente, en gran medida porque el embate por parte del “gobierno” ilegítimo de Calderón ha sido todavía peor que con Fox.
Pero después de leer el discurso de aceptación del premio Príncipe de Asturias que Narro hizo en España, por esta ocasión se ganó que yo me refiera a él, con cierto cariño incluso, como mi rector. Algunas partes:
[Refiriéndose al premio] La distinción es de todos ellos y de las generaciones que hicieron la historia, incluidos aquellos extraordinarios hombres y mujeres del exilio español que nos enriquecieron hace 70 años.
Ir a España a recibir un premio, y mencionar a los republicanos exiliados por Franco. Bravo.
No hay campo de la vida en el que no influya el saber; por esto preocupa tanto el desinterés de algunos en la materia, como que en muchos sitios no sea una prioridad o que se le escamoteen los recursos para su generación y transmisión.
Pedrada a estos retrasados mentales que siguen cortando los recursos no sólo a la UNAM, sino en general a la educación y a la investigación.
Sin ciencia propia, sin un sistema de educación superior vigoroso y de calidad, una sociedad se condena a la maquila o a la medianía en el desarrollo.
Que es lo que vengo diciendo desde hace años.
La educación es vía de superación humana, de la individual y de la colectiva. Concebirla como un derecho fundamental es uno de los mayores avances éticos de la historia.
La educación no es un producto, por más que haya imbéciles que así quisieran verla. Es un derecho; por eso no permitimos que hubiera cuotas en la UNAM, y por eso es que todos los candidatos a rector en la última sucesión se comprometieron a no subir las cuotas (simbólicas) en la UNAM.
A algunos les puede parecer que hablar de valores o de humanismo es asunto del pasado, del Renacimiento o del siglo XIX. Se equivocan. También lo es de ahora y del futuro. Frente al éxito quimérico, el egoísmo, la corrupción o la indiferencia, el mejor antídoto son los valores laicos de ayer y siempre.
Frente al éxito quimérico, el egoísmo, la corrupción o la indiferencia, el mejor antídoto son los valores laicos de ayer y siempre.
Los valores laicos de ayer y de siempre.
Nada más por eso (y el resto de su discurso), hoy digo por primera vez en mi vida: ese es mi rector hablando.
Ayer fui a ver District 9, depués de haber oído en muchos lados que era “la mejor película de Ciencia Ficción” de este año. No necesariamente concuerdo, después de haberla visto, pero ciertamente me gustó mucho.
Se aplican las de siempre.
Hace más de veinte años, una nave gigantesca llegó a la Tierra y se dirigió directamente a Johannesburgo, Sudáfrica. Y después ya nunca más volvió a hacer nada, aunque varios científicos dicen que el módulo de control de la nave se desprendió de la misma, y se perdió entre el montón de cosas que constantemente caían de ella. Se quedó ahí, flotando alegremente sobre Johannesburgo.
Después de que durante días no hubo señales de ningún tipo desde la nave, los humanos decidieron abrirla y ver qué encontraban dentro. Después de hacerle un gújero y entrar, descubrieron a cerca de un millón de alienígenas con un cierto parecido a langostinos, en pésimo estado de salud y muy desnutridos. Los alienígenas no parecen ser particularmente inteligentes; uno de los científicos propone la teoría de que probablemente la especie completa tenga un sistema de castas (como las hormigas o las abejas), y que los alienígenas en la nave son los equivalentes a los obreros; acatan órdenes, pero no tienen mucha iniciativa propia.
Como sea, con un millón de alienígenas en sus manos, los humanos los hacinan en el espacio justo debajo de la nave, el famoso Sector 9, que al poco tiempo termina convirtiéndose en una copia de todos los campos de refugiados en el mundo, donde reina el crimen (cometido por alienígenas y humanos), la pobreza y la suciedad. La tecnología alienígena, además, es bastante inútil para los humanos, ya que al parecer está trabada para sólo funcionar cuando es operada por un extraterrestre; en particular, las armas (que sí hay, y muchas) no pueden ser utilizadas por humanos.
La película, relatada en gran parte como si fuera un documental, narra la historia de Wikus van de Merwe, un burócrata en general bien intencionado, aunque tirando a mediocre y lleno de prejuicios ignorantes contra los “langostinos” (como les dicen peyorativamente a los alienígenas), que se ve a cargo de la tarea de darles notas de desalojo a los alienígenas porque el MNU (la corporación privada que maneja la seguridad y la investigación científica en todo lo relacionado con los extraterrestres y su nave) los quiere mover a varios kilómetros de la ciudad, porque sus habitantes ya están hasta el huevo de los alienígenas y las broncas relacionadas con ellos. A Wikus le es asignada la tarea no por sus habilidades, sino porque es yerno de uno de los altos directivos de el MNU.
Haciendo su trabajo de la mejor forma que puede (si bien no siendo particularmente hábil), Wikus de repente se encuentra con un cilindro donde el único alienígena que la película muestra con iniciativa y algo de inteligencia, “Christopher”, ha venido recolectando “líquido” alienígena durante 20 años (al parecer es el combustible que la tecnología extraterrestre utiliza; la película no es clara al respecto), y Wikus es rociado por andar jugueteando con él.
Esto causa que Wikus poco a poco se vaya transformando en extraterrestre, y por lo tanto se vuelve el único ser humano capaz de operar las armas extraterrestres. Eso lo vuelve un fugitivo de la MNU, y Wikus se refugia en el único lugar posible: en el Sector 9. Ahí vuelve a encontrar a “Christopher”, que le propone un trato: si lo ayuda a recuperar el cilindro con el “líquido”, entonces él lo ayudará a transformarse en humano de nuevo.
La película tiene unos hoyos enormes en la historia; más grandes que la navesota flotando encima de Johannesburgo. También presenta demasiados personajes unidimensionales; los malos son malos en serio, sin ninguna cualidad que los redima; y todos los alienígenas (exceptuando a “Christopher” y su hijo) son violentos, idiotas, y adictos a la comida para gatos. De verdad.
Pero todo eso es perdonable porque a pesar de ello la película es fabulosa; bien contada, bien dirigida, y muy bien actuada: Sharlto Copley como Wikus es excelente, mostrando al inicio el racismo y prejuicio típicos de la gente ignorante de clase media (o sea, no consecuencia del odio, sino únicamente de la ignorancia), y después evolucionando en alguien capaz de sentir empatía por los alienígenas cuando él se ve recibiendo el mismo tipo de persecución y desprecio.
Además la película es al fin y al cabo un comentario acerca del trato que reciben todos los refugiados humanos en todo el mundo, los problemas de xenofobia y racismo, y el papel que juegan las grandes corporaciones cuando se encargan de situaciones del tipo que nunca deberían dejarse a cargo de grandes corporaciones.
Y, encima de todo, los efectos son fabulosos (los alienígenas nunca parecen hechos por computadora), y las escenas de acción cerca del final son muy emocionantes y muy bien hechas. Además de que hay una escena donde “Christopher” corre utilizando un panel de metal para protegerse de las balas, y yo sólo pude pensar en el Pípila.
Sólo como punta encima del pastel, la película es divertidísima en muchas partes, con un humor negro muy bien utilizado, y muchas escenas muy cagadas donde humanos y alienígenas son (literalmente) hechos mierda de forma tan ostentosa y exagerada, que yo sólo pude pensar (mientras me moría de la risa) que eran pequeños tributos a las películas iniciales de Peter Jackson (que produce esta película), como Bad Taste.
Aún faltan dos meses para que acabe el año, así que yo sí esperaré para decir si District 9 es la mejor película de Ciencia Ficción de este año; lo que sí es que es muy buena, está muy bien hecha, y además es muy divertida. Creo que mucha gente ha exagerado lo buena que es; tiene varios problemas, y algunos de ellos graves. Pero de cualquier forma vale muchísimo la pena que la van a ver al cine.
And now that’s what I’m talkin’ abont.
Por supuesto, todo fue una farsa; los números 600 al 602 Archie relataron una secuencia en sueño de qué ocurriría si se casara con Verónica, y los número 603 al 606 harán lo propio con Betty. Después, igual que en las últimas siete décadas, todo seguirá igual para Archie y sus amigos.
La farsa fue exitosa; los cómics de Archie vendieron casi veinte veces más de lo que normalmente vendían, y le dio una renovada y muy necesitada exposición al personaje que viene siendo adolescente desde la Segunda Guerra Mundial.
Y además mostró algo interesante; según alguien que trabaja para Archie Comics, aparentemente casi todo mundo estaba igual de ofendido que yo respecto a que Archie se casara con Verónica. 80/20 al parecer preferían a Betty sobre Verónica, con Torombolo en un lejano tercer lugar.
Yo lo que digo es que si de secuencias en sueño hablamos, mejor deberían hacer una historia donde Archie se case con ambas.
Y ahora esperaré a que me lleguen los insultos diciendo que soy un cerdo machista.
Leo Graph Jam regularmente, pero ahora sí me hicieron reír.