Como ya todos sabemos, se va a reformar el poder judicial en México. Este cambio, que afectará profundamente a la nación, se llevará a cabo con casi toda certeza antes de que Claudia Sheinbaum se convierta en la Presidenta de México el 1° de octubre de este año; de hecho, dadas las actividades relacionadas que están realizando múltiples actores políticos en este momento, no sería descabellado que se aprobara el mismo día que se instale la nueva legislatura, el 1° de septiembre.
La reforma aún no está escrita, entonces no sabemos exactamente en qué consistirán los cambios, de manera concreta; pero con casi absoluta certeza, los mismos resultarán en que en un futuro cercano la ciudadanía mexicana elija a sus jueces, a todos los niveles en el ámbito tanto local como federal. Incluyendo, específicamente, a los jueces de la Suprema Corte de Justicia.
Por alguna razón, que yo no entiendo, esto tiene preocupadas a algunas personas.
En este momento (y desde hace ya años) el poder judicial está cooptado por intereses muy poderosos en el país; obviamente esos güeyes deben estar preocupados, porque van a perder la inversión que hicieron comprando a múltiples jueces.
No, a los que no entiendo es a los mexicanos comunes y corrientes que les preocupa que los jueces ahora vayan a ser electos.
Todos los argumentos que he oído en contra de que elijamos a nuestros jueces, son medio absurdos porque se preocupan de cosas que pueden pasar, pero que en este momento ya están pasando.
- “A veces se eligirán jueces corruptos”; ahorita tenemos jueces corruptos…
- “A veces se eligirán jueces incompetentes”; ahorita tenemos jueces incompetentes…
- “Los jueces electos tendrán sesgos políticos e ideológicos”; los jueces actuales tienen sesgos políticos e ideológicos…
- …y así con todos los demás.
Pero además, ¿quiénes eligieron a los jueces actuales? Nuestros poderes ejecutivo y legislativo. ¿Quiénes eligieron a los poderes ejecutivo y legislativo? La ciudadanía mexicana.
¿Por qué carajo es mejor que tengamos intermediarios?
“Porque la ciudadanía no sabe…”
Ahí es cuando me pierden. Si la ciudadanía no sabe, ¿entonces por qué nosotros elegimos a los poderes ejecutivo y legislativo? ¿Qué tiene de especial el poder judicial? No tiene nada de especial; en Estados Unidos se eligen a los jueces (al menos una parte); en otras democracias se eligen a los jueces.
O confiamos en la ciudadanía o no lo hacemos, no hay medias tintas: en una democracia el poder emana del pueblo, de la ciudadanía. Eso implícitamente implica que confiamos en nosotros mismos para gobernarnos.
Si algunos de ustedes no confían en la ciudadanía, si no confían en el pueblo, felicidades: acaban de dar su primer paso hacia el fascismo. Así es justamente como se empieza.
Justo hay algo de clasismo en ese argumento; obviamente no en todo mundo que dice que “la ciudadanía no sabe” (siempre hay excepciones), pero sí en muchos: lo que quieren decir es que algunos no saben… donde “algunos” suele contener, casualmente, a la población más pobre y a los indígenas, por poner dos ejemplos. Y, por supuesto, ellos mismos están dentro de la población que “sí sabe”, obviamente.
Estamos en una democracia; para todos los ciudadanos, por definición, sus votos cuentan exctamente igual al momento de decidir cómo se conforma el gobierno. No importa que no hablen inglés; no importa que no tengan título universitario; no importa que no vayan de vacaciones a Europa. La toma de decisiones tiene que involucrar a quienes barren las banquetas y a quienes sólo hablan una lengua indígena; eso es por diseño y toda persona con dos dedos de frente sabe que es algo bueno.
Si no les gusta, de nuevo, felicidades: así es como surge el fascismo.
“Pero es que los contrapesos…”
Toda la teoría de ver a los tres poderes en contrapesos es medio retrasada mental; o (si quieren ser más generosos) correspondiente a su época a mediados del siglo XVIII. Originalmente de Montesquieu, era realmente una visión profundamente clasista de cómo se debe ejercer el poder: diputados para los plebeyos, senadores para los aristócratas, jueces para los ricos comerciantes, y el primer ministro para ejecutar las resoluciones. Tal cual como fue ideada, se volvió obsoleta desde el momento en que consideramos que no hay aristocracia y que todas las clases sociales tienen exactamente los mismos derechos y obligaciones.
Pero además en este particular caso, viene de la hipocresía de la oposición: después de perder los poderes ejecutivo y legislativo de manera absoluta en 2018, decir que el judicial funcionaba como un contrapeso era sencillamente tratar de evitar el funcionamiento del gobierno por parte de una minoría. O sea, justamente de una manera antidemocrática.
Los gringos están en broncas con eso desde hace varios años; una suprema corte artificialmente conservadora por los chicaneos republicanos es la responsable de que perdieran el derecho al aborto a nivel federal; y el mismo colegio electoral es una muestra horrible de lo antidemocrático que es en algunos casos el sistema político gringo, que permite a un candidato ganar la presidencia aunque pierda el voto popular. De nuevo, todo para que los intereses de una minoría se impongan a los deseos de la mayoría.
(Y no me den cuerda para comenzar a hablar del Gerrymandering, porque lo estudié a fondo mientras trabajaba en el IFE e INE la década pasada, y es lo que dio pie a que comenzara a impartir mi seminario de Heurísticas de Optimización Combinatoria en la Facultad de Ciencias.)
El pueblo, la ciudadanía, es la fuente de todo poder en una democracia. Todo poder, incluyendo el judicial. Si quieren contrapesos, hay que convencer a la ciudadanía de que divida su voto, como hicieron en Jalisco, donde votaron por MC para gobernador, pero por Morena para la mayoría en el congreso.
Los “contrapesos” no pueden surgir nada más como protección para una minoría que, de nuevo por puritita casualidad, incluye a sectores económica y mediáticamente muy poderosos en el país. Quejarse de que quitemos esos “contrapesos” artificiales (como SCOTUS en gringolandia), es realmente chillotear: “no pudimos convencer a suficientes ciudadanos de que votaran por nosotros, pero de todas formas no deben hacerse las cosas que yo no quiero”.
Existe un único contrapeso al gobierno, a los tres poderes de la unión; y es el único poder que no nada más funciona, sino que de hecho siempre hemos tenido y por definición siempre vamos a tener.
El único contrapeso es el pueblo.
La ciudadanía es la única que puede hacer frente a un gobierno que esté haciendo mal las cosas. Como lo hicimos con el PRI; como lo hicimos con el PAN; y como lo haremos con Morena, si comienza a cagarla más de lo que de por sí lo hace.
Y no lo duden, esto será lento e imperfecto; pero sería peor si los jueces del poder judicial fueran elegidos por los otros dos poderes… como queda obviamente claro en estos momentos.
En estos momentos el poder judicial puede hacer lo que se le dé la gana; justo por eso votamos a los niveles que vimos el 2 de junio, para poder cambiarlo, para poder detener los abusos que ha cometido sin que ni el ejecutivo ni el legislativo pudieran hacer nada. Usando su propia terminología fallida, no tienen contrapeso: nadie le puede hacer nada a un juez, a menos se le haga juicio político individualmente a cada juez, uno por uno.
Ahora tendrán que responder a la ciudadanía: si siguen abusando su poder, pues no los volvemos a elegir. Y probablemente podremos hacer algo más rápido que esperar a la próxima elección: con casi toda certeza la reforma constitucional incluirá la posibilidad de hacer revocación de mandato (o el equivalente para el poder judicial) para poder quitar a un juez que esté abusando de su toga. Y que sea el pueblo, la ciudadanía la que lo haga.
Este plan no es perfecto, ningún plan lo puede ser, porque somos humanos y los humanos nos equivocamos. Se cometerán errores con el nuevo esquema, especialmente al inicio; se eligirán para ser jueces a individuos que probablemente no debieran serlo; y no se eligirán candidatos que probablemente sean casi perfectos.
Pero si esto emana directamente del pueblo, de la ciudadanía, entonces se vale equivocarse; tendremos mecanismos para poder corregir dichos errores. Habrá rendición de cuentas, en este momento los jueces no le rinden cuentas a nadie.
Sólo para terminar, y como no quiero escribir una entrada aparte, hay otro caso que es similar: con casi toda certeza, vamos a desaparecer al INAI. De nuevo, hay gente que (incorrectamente) cree que esto es malo porque el gobierno perderá otro “contrapeso”.
Si siguen creyendo eso después de leer todo lo anterior, no están entendiendo.
El INAI puede fungir como un contrapeso del gobierno, sí… pero no reemplaza al único contrapeso real y efectivo que tenemos, que es la ciudadanía en su conjunto. Añádanle a que se puede corromper igual que toda institución (que de hecho es el caso ahorita); añádanle que es carísimo (mil 168 millones de pesos en 2024, según el mismo INA); y añádanle la falacia de decir: “no confío en el gobierno para acceder a información, entonces quiero un instituto independiente que vigile que el gobierno sí lo haga”… ¿por qué demonios vamos a confiar en un instituto cuyos miembros los ciudadanos no eligen? ¿Vamos a necesitar otro instituto que vigile que el INAI sí haga su trabajo? ¿Y qué vigila a ese otro instituto? ¿Un tercer instituto?
Who watches the Watchmen? El pueblo. El pueblo vigila a los vigilantes.
Y es ahí de donde viene el problema de fondo: los que se quejan de eliminar el INAI, en el fondo es que no confían en las decisiones que toma la ciudadanía, como darle mayorías absolutas a la Transformación.
“Porque la ciudadanía no sabe…”
No quieren un “contrapeso”; quieren un mecanismo para que, desde la minoría porque no pueden convencernos de votar por ellos, puedan ponerle trabas a un gobierno democráticamente electo. Eso, o no quieren asumir la responsabilidad que es mantenerse informado y educado de lo que pasa en el país para ayudar a tomar, colectivamente, las decisiones que como ciudadanía nos corresponden: prefieren delegarle eso a un instituto porque se engañan a sí mismos de que si es “independiente” entonces será un “contrapeso”.
Si el gobierno no cumple en ser transparente, lo único que lo puede obligar a cumplir, es la ciudadanía. Un estúpido instituto que cuesta literalmente cientos de millones de pesos al año no es la solución.
¿No lo terminan de entender, verdad? El gobierno de Fox, el gobierno de Calderón, el gobierno de Peña Nieto, el gobierno del Peje; todos eran legalmente (si bien a veces no legítimamente) los detentores del muy real poder que tiene el Presidente de la República y por ende Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas Mexicanas. En teoría podrían ordenar al ejército (en su momento a la Policía Federal Preventiva; ahora a la Guardia Nacional) a tomar la Suprema Corte de Justicia de la Nación y arrestar a los magistrados.
¿Por qué creen que no lo hicieron ninguno? ¿Porque la ley lo prohibe? ¿La ley cuyo árbitro final es la Suprema Corte de Justicia de la Nación? ¿Por un sistema de pesos y contrapesos entre los tres poderes de la Unión?
No lo hicieron porque sabían (incluyendo a criminales como Calderón) que no podrían con el único contrapeso que sí importa: el pueblo de México. Que incluye (luego se nos olvida) a las mismas fuerzas armadas; es pueblo uniformado.
Un inútil instituto como lo es el INAI no es la solución a que el gobierno no sea transparente con la información; es sólo una oportunidad para corrupción y obstrucción por parte de una minoría que no logra ganar elecciones. No es un contrapeso real.
El único contrapeso es el pueblo.
