Xochimilco

Total que resultó que no sólo no tengo diabetes, sino que sigo igual de sano que siempre.

El idiota de mi plomero instaló mal el calentador de agua de paso que puse en mi departamento para reemplazar el viejito que se había podrido. No conectó la salida de gas quemado (básicamente CO₂) al hoyo en la pared, y entonces todo el veneno se quedó en mi departamento. Eso, aunado al agotamiento que tenía, causó mi episodio.

Por suerte había dejado las ventanas de mi departamento abiertas, de otra forma probablemente me hubiera muerto.

Mis últimos exámenes médicos muestran que estoy con la misma excelente salud de siempre, aunque sigo agotándome fácilmente (subir escaleras es particularmente cansado para mí ahora). Después de reclamarle amargamente a mi plomero, él accedió a cambiarme el calentador de agua (al parecer, no hay forma de instalarlo bien en un departamento como el mío), pero me pidió unos días para conseguir el dinero para hacerlo.

Por miedo a que algo similar volviera a ocurrir, Isabel y yo nos negamos a usar el calentador nuevamente, lo cual quiere decir que no hay agua caliente en mi departamento. Y eso obviamente apesta… literal y figurativamente.

Resulta que mi mamá acaba de irse a Europa de vacaciones durante el fin de año; así que aprovechando decidí regresarme a Xochimilco mientras ella no está: así no me tengo que bañar con agua fría, y alguien cuida la casa de mi madre (Susi también se fue a su pueblo, como hace todos los años a fin de año). Mi departamento se queda solo, pero se quedó solo seis meses; dudo que unas semanas más sean motivo de preocupación.

Así que ahora estoy en Xochimilco recuperando el tiempo perdido que tenía de no jugar en mi PS3 (que me traje conmigo, obviamente), y regresando a trabajar a un ritmo mucho más tranquilo que el que traía de mis estancias.

Me alegra mucho saber que mi cuerpo realmente no fue el que me falló. Supongo que en algún momento de mi vida lo hará; pero con suerte aún falta mucho para eso.

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Y entonces me hospitalizaron…

El jueves llegué a mi hermosa Ciudad de México cerca de las once de la noche. Después de pasar aduana sin ningún problema, Isabel me recogió fuera del aeropuerto y fuimos a cenar tacos enfrente de mi casa. Después regresé a mi departamento casi seis meses después de haberlo dejado, y me encontré conque el calentador de agua había dejado de funcionar.

En ese momento no me importó demasiado, así que nos fuimos a dormir con la idea de solucionarlo al otro día. El otro día (viernes) llegó, y después de levantarnos muy tarde fuimos a comer a El Gran Rábano, donde me eché un fabuloso mixiote, aunque primero pasamos al departamento de mi hermano a que me diera las llaves de mi carro. Mientras comíamos yo saqué un duplicado de la puerta principal de mi departamento (la cambiaron mientras estaba fuera; no tienen idea de lo divertido que es llegar a la media noche a tu casa después de seis meses, y descubrir que no puedes entrar… por suerte una vecina mía se apareció en ese instante), y al terminar recogimos un plomero cerca del mercado de Portales para que fuera a revisar el calentador.

Isabel nos dejó al plomero y a mí en mi departamento y se fue a comprar víveres en el supermercado. El plomero bastó que le echara un ojo al calentador para que lo declarara inservible; y ciertamente me mostró cómo estaba completamente podrido. Así que siguiendo su recomendación (y porque he oído que ahorran mucho gas), fuimos a Portales donde compré un calentador de paso y otras piezas necesarias, y regresamos a mi departamento a que lo instalara. Mientras los plomeros trabajaban poniendo el nuevo calentador, yo pagué las cuentas que tenía pendientes (que milagrosamente no eran tantas), y cuando por fin acabaron los llevé a Portales, y se llevaron el calentador viejo con ellos. Es fue bueno, porque entonces no tuve que preocuparme de cómo deshacerme de él, y malo, porque me ensució el tapete de la cajuela con todo el metal podrido que tenía.

Así que de regreso a mi departamento limpié un poco, porque con el quitar y poner calentadores había quedado hecho un desastre, y ahí tuve la primera señal. En algún momento al agacharme para recoger una jerga, cuando me levanté la habitación comenzó a darme vueltas. Otra persona se hubiera sentado; yo supuse que estaba cansado y decidí mejor apurarme a limpiar. Fui a mi carro por el tapete de la cajuela, y subí hasta la azotea de mi edificio para lavarlo del metal podrido. El único problema es que se me olvidó la llave de la azotea, así que bajé y subí de nuevo. Y después lavé el tapete y lo tendí.

Regresé a mi departamento sintiéndome ya fatal para ese momento, pero seguí limpiando (Isabel iba a regresar para que comiéramos y viéramos una película), y después me metí a bañar estrenando mi nuevo calentador. La ducha yo sentí que me cayó bien, pero al salir de nuevo me empecé a sentir muy mal; medianamente preocupado, le mandé un mensaje a Isabel de que me sentía mal y que ya regresara, y me senté en mi sofá a descansar. Todavía alcancé a leer el mensaje de Isabel diciéndome que ya se apuraba para regresar.

Hasta ahí es que yo recuerdo. Cuando volví a abrir los ojos, en mi departamento estaban Isabel, mi hermano, policías y paramédicos haciendo quién sabe qué mierdas, y yo comencé a vomitar de forma espectacular. No recuerdo que me hubieran sacado de mi departamento; cuando volví a recobrar la consciencia estábamos afuera de mi edificio, donde volví a vomitar espectacularmente, me subieron a una ambulancia, y recuerdo a mi hermano e Isabel discutiendo quién se iba conmigo. De nuevo no recuerdo haber llegado al hospital; cuando volví en mí la tercera vez estaban moviéndome de camilla, y recuerdo claramente (¿cómo adivinaron?) vomitar espectacularmente y ya no más.

La siguiente vez que abrí los ojos, vi a María, una doctora amiga de Isabel de toda la vida, que me miraba con ojos preocupados y que me preguntó que qué me dolía.

“El orgullo”, dije yo, estoico.

Me cuentan que esto es lo que pasó cuando yo perdí el sentido: Isabel llegó a mi edificio y empezó a tocar el timbre (yo tenía las llaves), y cuando no contesté lo primero que pensó fue que estaba jugando en mi PS3 a todo volumen. Al pasar los minutos comenzó a preocuparse en serio, y después de un rato una vecina mía muy buena gente la dejó pasar y meter su carro, y al ver que yo no abría la puerta del departamento se ofreció a ir por un cerrajero; Isabel comenzó a llamar gente, aunque no mi familia porque no sabía todavía qué pasaba. El cerrajero llegó y tardó casi veinte minutos en abrir mi puerta (resulta que tengo una puerta particularmente segura), y al verme tirado en mi sofá lo primero que hizo fue comprobar que tuviera signos vitales.

Los tenía, y bastante fuertes: mi corazón latía, respiraba, y reaccionaba en automático al dolor; pero no volvía en mí. Isabel hizo lo que cualquier persona sensata hubiera hecho; me agarró a madrazos a ver si yo reaccionaba. Le escribió a María y ella (que estaba muy lejos) le dijo que llamara una ambulancia, cosa que Isabel procedió a hacer. También ahora sí llamó a mi familia.

Los primeros en llegar fueron los policías, que al verme por supuesto que lo primero que pensaron fue que yo me había metido vayan ustedes a saber qué psicotrópicos de alta intensidad. De cualquier forma dice Isabel que se portaron muy bien; ellos fueron por los paramédicos que fueron los que me pusieron suero por vía intravenosa, que fue lo que causó que yo comenzara a responder (y vomitar espectacularmente… ay, mi mixiote).

Los paramédicos lamentablemente no llevaban ambulancias; era el primer viernes de diciembre, y sencillamente no había disponibles, así que entre mi hermano e Isabel consiguieron por fin una de un hospital privado, donde por fin me llevaron. Pero si hubiera sido algo de verdad de emergencia, sencillamente me hubiera muerto.

Y entonces me hospitalizaron.

Los doctores del hospital también estaban convencidos de que yo me había metido sicotrópicos de alta intensidad, y no fue sino hasta que salieron mis análisis que vieron que lo único que tenía para ese momento en el cuerpo era suero, porque mi pobre mixiote acabó desparramado entre mi departamento y la entrada de mi edificio (en el hospital ya no vomité mixiote; para ese momento había llegado al alegre estado que mi cuñada define como “vomitar las entrañas”).

Cuando por fin volví en mí, yo no me sentía exactamente mal; me dolía la cabeza, pero eso era todo. Lo único es que tenía una agotamiento que no creo haber tenido jamás en mi vida. No podía ni siquiera sentarme en mi cama. Como sea, convencieron a los doctores de que me dejaran dormir en casa, porque no estaba descansando en la cama del hospital y a mí me parecía de simple viveza que lo que más necesitaba en ese momento era de hecho descansar. De cualquier forma me estaban abarrotando de antibióticos (detectaron una infección con mis análisis), y no pude salir del hospital hasta cerca de las cuatro de la mañana. Me quedé en casa de mis suegros, por la sencilla razón de que era la más cercana; y estuvo bien, porque no hubiera aguantado el viaje hasta Xochimilco. Por poco vomito de nuevo en los diez minutos que hicimos Isabel y yo del hospital a casa de sus padres.

El sábado me llevaron a hacerme más análisis, y pasé todo el día acostado. El domingo ya me sentía mejor, y fui a ver a María a que me checara una vez más, y ayer por fin me dejaron regresar a mi departamento. Ya estoy bien, sólo sigo muy cansado y cualquier actividad física me agota en un tiempo ridículamente corto.

¿Qué me pasó? No tenemos ni puta idea; tengo una infección, pero no sabemos dónde y probablemente no sea muy fuerte, porque no tuve mucha fiebre ni me duele nada. Existe una posibilidad distinta de cero de que tenga diabetes, pero yo de verdad espero que no, porque eso apestaría mucho; además, mi azúcar parecía estar regresando a niveles normales. Yo en particular (que no soy doctor, ni he interpretado a uno en televisión) creo que sencillamente estoy muy cansado del viaje demencial que tomé, y que mi cuerpo estuvo aguantándose hasta llegar a casita para tener un completo meltdown.

Como sea, ahora estoy en reposo casi absoluto, tengo prohibidísimo manejar así que me quedo en casa, y como no tengo permiso de cansarme ni estresarme, yo creo que me voy a pasar una semana jugando en mi PS3. Tal vez debería ponderar más acerca de que pude haberme muerto, de que Isabel, mis vecinos y familia (y la familia de ella) salvaron mi vida, y de que mi puerta es muy difícil de abrir incluso con cerrajero; pero la verdad ahorita sólo quiero descansar y regresar a mi estado normal. El que sea que es.

Ya luego consideraré las repercusiones que este “evento” tendrá en mi vida. Ahorita al parecer estoy bien, y eso es lo más importante.

Eso, y que tengo mucha gente que me quiere, a la cual preocupé horriblemente durante unas horas, y a la que no quiero volver a preocupar de ser posible.

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The Hunger Games

Como escribí hace una semana, me chuté la triología de The Hunger Games. Tardé en de hecho escribir esta entrada porque decidí esperar a terminarlas, lo cual hice ayer.

En gran medida leí las novelas porque hace unas semanas salió el avance de la adaptación cinematográfica de la primera. Yo recomiendo que vayan y lo vean; anden, aquí los espero.

El avance me llamó mucho la atención, principalmente por el elenco, así que me aventé las novelas en estas últimas noches que estoy pasando en California. Las novelas son técnicamente ciencia ficción, en un futuro distópico donde los Estados Unidos han sido en gran medida destruidos, y de sus ruinas surge la nación de Panem. Dicha nación es gobernada por un burgués y decadente Capitolio, y doce empobrecidos distritos que sustentan dicha decadencia. Décadas atrás, eran trece distritos, pero se rebelaron y en la contrarrevolución resultante el decimotercero fue obliterado.

Como castigo a su insurrección, cada año cada distrito manda un niño y una niña entre doce y dieciocho años a los famosos Hunger Games, donde los 24 jóvenes pelean a muerte, y dónde sólo uno sobrevive y es coronado vencedor; los juegos son televisados para el entretenimiento de los habitantes del Capitolio, y como castigo para los habitantes de los distritos (ver los juegos es obligatorio). La idea suena similar a otros trabajos de ciencia ficción; The Running Man en particular resalta por las similitudes que tiene, la idea de un show televisivo donde los concursantes pelean a muerte.

La autora, Suzanne Collins, menciona también la historia de los gladiadores romanos como inspiración, y el mito de Teseo y el Minotauro, donde los habitantes de Atenas debían enviar jóvenes a Creta como sacrificio. La idea de las novelas, sin embargo, le vino a la cabeza un día que cambiaba de canales y pasó de ver imágenes de la guerra en Irak, a un reality show de la televisión gringa; nada más en eso uno podría basarse para entender lo profundamente subversivas que son las novelas. Siendo la Collins además hija de un veterano de la guerra de Vietnam, se entiende todavía más.

La idea del pan y circo que utilizan los gobiernos para mantener enajenada a sus poblaciones (y la gringa debe ser de las más enajenadas que existen) se refleja incluso en el nombre del país: Panem viene de panem et circenses, “pan y circo” en latín.

Dado únicamente el marco de la historia tal vez las novelas ya valdrían la pena; sin embargo, en mi caso me conquistaron totalmente por otra razón. Como decía arriba, las novelas son técnicamente ciencia ficción; pero en el fondo (particularmente las primeras dos), realmente son novelas románticas. Y románticas de forma inteligente; no como las mamadas de Twilight.

El personaje principal, Katniss Everdeen, es todo lo que Bella Swan jamás podría ni siquiera soñar llegar a ser: es fuerte, independiente, capaz, decidida, y en la mayor parte de las ocasiones (excepto, tal vez, en la última novela) es ella la que se la pasa salvándoles el pellejo a sus dos tarados novios. Porque, por supuesto, hay dos tarados novios; ¿qué chiste habría con nada más uno?

El personaje es realmente de las cosas más maravillosas que tienen las novelas; las mismas están relatadas desde su punto de vista, y la Collins tiene un estilo conciso y al chile que es un refrescante cambio después de estar leyendo ladrillos por parte de autores que están terriblemente enamorados de su propia prosa. Las novelitas de The Hunger Games son diminutas, y un chingo de cosas pasan en unas cuantas frases que relata Katniss. Y la niña tiene un espectacular sentido del humor, generalmente cínico y autoinsultante. Tal vez la manera más sencilla de resumir el tono de la novela son las siguientes líneas:

I did kiss him last night, in a moment when my emotions were running so high. But I’m sure he doesn’t remember it. Does he? I hope not. If he does, everything will just get more complicated and I really can’t think about kissing when I’ve got a rebellion to incite.

La última novela es un cambio absoluto de las primeras dos, y se pone rápidamente muy trágica, muy triste, y muy angustiante. La Collins se esfuerza (y me parece que lo consigue) en mostrar la guerra como algo aterrador, terriblemente injusto, y estúpidamente violento. Si el mero final de la misma hubiera sido como la última tercera parte, probablemente hubiera terminado muy molesto. Sin embargo, los últimos párrafos dan un final esperanzador, si bien no del todo feliz. Ciertamente no “Hollywood”-feliz; no sé si en la adaptación no le vayan a hacer cambios, porque sí es algo descorazonadora la última parte de la tercera novela.

Y por cierto, el mero mero final de la novela (no el epílogo, el final); así es como uno termina una triología de novelas románticas.

Las novelas tienen muchísimo romance; nunca meloso, nunca forzado, nunca pintado color de rosa. Y de hecho, el romance se da generalmente en el contexto de violencia, o de la amenaza de violencia. Pero en su núcleo las novelas son románticas, y nada más por eso a mí me gustaron. Para los que eso no es su taza de té, las novelas tienen muchísima acción, bastante intriga política, y mucha guerra. La intriga política es medio inocente, y la guerra se siente como de parte de alguien que no tiene mucho interés en estudiar al respecto (esto no es Heinlein, ni Pérez-Reverte), pero es suficientemente satisfactorio. Y el mensaje de las mismas es subversivo, pacifista, antiimperialista y (muy veladamente) anticapitalista, a veces disfrazado como simple anticonsumismo.

Por si eso no fuera poco, la adaptación de la primera novela será estrenada en marzo, y se ve de no mamen. El elenco es espectacular, y después de haber leído las novelas me parece casi perfecto: Katniss será interpretada por Jennifer Lawrence, la lindísima niña que hizo el papel de Mystique en X-Men: First Class. La autora colaboró en la adaptación del guión, y el avance se ve tan completamente sacado de la novela, que de verdad estoy muy emocionado de ver la película.

Así que si tienen tiempo, léanlas; a mí me parecieron altamente disfrutables, y como les digo, son lo suficientemente cortas como para dejarlas pasar.

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Dos días

Pasado mañana, a esta hora, estaré abordando el avión que me llevará de regreso a mi Ciudad de México, que tendrán que amenazarme de muerte para que vuelva a dejarla por lo que resta del año. Y probablemente ni así lo haga.

Hoy es mi último día en el campus de Northridge, en la Universidad Estatal de California. Como ha sido con casi todo lo académico en este viaje, acabé de hacer todo lo que me había propuesto hacer cuando lo planeé. Bueno, me falta una cosita con unas cotas inferiores, pero en este momento no dudo que lo acabe en lo que me queda del día.

Mañana haré mi maleta, y abandonaré los que fueron mis aposentos en California; pasaré la noche en la casa de mis asesores, y pasado mañana partiré al aeropuerto.

Y cinco horas y media después, si el avión tiene a bien a no caerse, estaré de regreso en casa.

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The Inheritance Cycle

Cerca de que saliera la película basada en la primera novela de Eragon, decidí leerla antes de que estrenaran la adaptación. Después, me chuté las dos siguientes: escribí al respecto aquí, aquí y aquí. Mi reseña de la película la pueden ver aquí.

Iba a empezar a leer la cuarta, cuando me percaté de que no me acordaba de ni madre, consecuencia de que no volví a leerlas nunca (señal de una mala calificación por mi parte; yo releo múltiples veces las novelas que me gustan). Así que me las chuté todas de corrido.

Las novelas están bien, supongo. Están medianamente bien escritas, los personajes (especialmente Roran Stronghammer, quien me parece el verdadero héroe, y Nasuada) son suficientemente entrañables como para que uno se preocupe por ellos, y la historia está entretenida. El problema principal que tienen las novelas es que en general no tienen un ápice de originalidad.

Siendo honesto, la cuarta novela sugiere un par de cosas interesantes para un trabajo de fantasía: la capacidad de los seres con magia de convertir instantáneamente materia en energía, creando básicamente lo que sólo puede definirse como bombas atómicas, con todo y contaminación por radiación; y una escena donde Eragon y Saphira vuelan tan alto que se percatan de que el mundo es redondo… que sin duda no ayudará a disipar el mito de que en la Edad Media la idea de una Tierra plana era generalizada.

Pero quitando eso, las novelas son una copia pasada por agua de todos los otros trabajos de fantasía que se han escrito en los últimos 500 años. Además el autor, Christopher Paolini, es ateo y fue educado en su casa por padres liberales; muchos mensajes que comunica la novela yo en principio estoy de acuerdo con ellos. Pero contrario a His Dark Materials de Philip Pullman, en las novelas de Paolini dicho mensaje es embarrado en la cara del lector todo el tiempo, de la manera más burda posible. Y por último agravio, Paolini pone referencias al Dr. Who en varias partes, que no vienen al caso de ninguna manera, y lo cual me pareció de pésimo gusto.

Dicho eso, sí disfruté leer las novelas, pero no creo volver a hacerlo nunca más en mi vida. Y una vez más entendí por qué le fue tan mal a adaptación cinematográfica de la primera novela, y por qué el proyecto se desplomó por completo evitando que saliera ninguna adaptación de las secuelas: sencillamente no vale la pena.

El mundo de Eragon y Saphira está simpático, y la historia está suficientemente entretenida como para que acabara de leer los mazacotes que son los libros; pero la verdad no me dejó un buen sabor de boca el haberlo hecho. Y como queja pendeja mía, le falta mucho romance a las novelas; el romance de Roran y Katrina es bastante simple, y el de Nasuada y Murtagh es demasiado poco en muy corto tiempo. El “romance” entre Eragon y Ayra es patético y lamentable; yo ni siquiera lo definiría como tal.

Paolini está chavo (es más joven que yo), y a lo mejor puede sacarle más jugo al universo que creó (lo cual es admirable, dada la edad a la que lo hizo… aunque haya inicialmente sido una mala copia de Star Wars). Con suerte, en los años venideros podrá explotar ese universo de mejor forma, o tal vez crear uno nuevo. Yo creo que sí leeré algo más que él escriba, lo cual me parece es alabo suficiente. Pero sí creo que hubiera podido terminar su ópera prima de forma mucho más espectacular, si hubiera sabido cómo.

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Literatura

A estas alturas de mi viaje, tengo ya un cansancio crónico que nada más no se me quita. Supongo que tiene que ver el hecho de dormir en un colchón inflable, el cual varias veces me ha hecho despertarme en la noche porque es necesario bombearle más aire.

Como sea, me acuesto en la noche, y no es raro que en la mañana despierte más cansado que cuando me dormí. Eso ha hecho que comience a dejar mi laptop en la universidad durante las noches entre semana; así no tengo que andar cargando mi mochila de ida y vuelta todos los días.

En mi habitación aquí en California tengo televisión, pero no veo por qué si en México no veo tele (al menos, no del aire), porque tendría que empezar a hacerlo aquí. Especialmente porque mi colchón inflable no es el mejor lugar para aplastarse a ver la caja idiota.

Así que lo que hago en las noches después de cenar es ponerme a leer. Hacía un rato que no leía de forma constante todos los días, y sí me hacía falta la verdad. Esta entrada es para comentar los libros que he leído, que son básicamente todos de dos series de novelas.

Voy a aventar spoiler por diestra y siniestra, así que si no han leído las novelas y planean hacerlo, les recomiendo que no lean mis reseñas. Las novelas son la tetralogía del Inheritance Cycle de Christopher Paolini (las novelas de Eragon), y las de la triología de The Hunger Games, de Suzanne Collins.

Originalmente iba a escribir esto en una única entrada, pero ya viendo el tamaño que estaban tomando decidí mejor dividirlas. En las siguientes dos entradas estarán mis comentarios acerca de estas dos series de novelas.

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Immortals

En el que terminó siendo un domingo medio de pesadilla, fui a ver Immortals. Se aplican las de siempre.

Immortals

Immortals

Immortals debe de ser la película más idiota que he visto en mucho tiempo. No sólo por el destace que hacen de la mitología griega, ni por lo inverosímil de múltiples cosas (¿por qué gente normal viviría al borde de precipicios?), ni por el hecho de que nunca entendí por qué la mayor parte de los personajes hacían lo que fuera que hicieren. Tampoco que importara mucho, porque al parecer los mismos personajes no lo entendían.

Dicho eso, la película es altamente disfrutable por varias cosas. Isabel Lucas y Freida Pinto son ridículamente hermosas, y enseñan bastante carne en la pantalla. El aspecto visual de la película es muy chido, con armaduras doradas y hombres sudorosos muy masculinos ellos dándose de sablazos todo el tiempo. La violencia de varias escenas alcanza un grado que yo sólo puedo calificar de exquisito, especialmente cuando los dioses utilizan su diocidad para destazar mortales. Y la escena de Zeus descendiendo del monte Olimpo ciertamente está muy chida.

Me gustó también que muestran a los dioses griegos como jóvenes, casi adolescentes (y ciertamente por todo lo que dice la mitología griega se comportaban como tales), y que el director descarta alegremente nimiedades como consistencia, continuidad o sencillamente sentido común si es que acaso se interpone con la posibilidad de mostrar una escena visualmente espectacular.

La película es más allá de mala por muchas razones; pero es un espectáculo visual y (en mi humilde opinión) una de las muestras más artísticas de mostrar seres divinos (y en el caso de Isabel Lucas, lo digo literalmente) despedazando entes a diestra y siniestra. En ese sentido, no verla en el cine es un crimen.

Sólo no presten mucha atención a la historia. Y no se sientan mal de no hacerlo; los mismos realizadores tampoco se molestaron en ello.

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Cinco meses

Hoy se cumplieron exactamente cinco meses desde que salí de México. Mi viaje se acerca rápidamente (aunque no tan rápido como yo quisiera) a su fin, y ciertamente me alegra.

Ya estoy ligeramente hasta la madre, y ya quiero irme a mi casa. Ha sido demasiado tiempo lejos de casa, especialmente por el hecho de que como me he quedado (relativamente) poco tiempo en cada lugar, vivo de mi maleta y no puedo sacudirme la impresión de que estoy de arrumbado todo el tiempo.

Pero ya falta poco más de dos semanas nada más, y podré volver a casa.

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Y por eso no me gusta trabajar

Total que en el poco más de un mes que llevo en California, me he encarrilado a trabajar con Bernardo y Silvia en su área, combinatoria, que aunque relacionada (y mucho) a la geometría computacional, es una bestia completamente distinta.

En particular, muchas veces el chiste del asunto es estar contando pendejaditas, para saber cuántos elementos de las pendejaditas existen. En la enorme mayoría de los casos (o al menos los que yo he visto y trabajado), dichas cuentas generalmente no son exactas, y entonces uno termina con una cota superior, que uno justifica con cualquier argumento que se pueda usar, y una cota inferior, que casi siempre se justifica con una familia de ejemplos que alcanzan dicha cota inferior. Cuando la cota inferior y superior coinciden, bingo, uno resolvió el bisne.

Yo en general he trabajado en las cotas inferiores, porque la computadora ayuda (y mucho) a encontrarlas, y porque la familia que justifica su existencia debe ser generable a partir de instrucciones finitas, y eso, entre otras varias formas, se resuelve mostrando un algoritmo que construye dicha familia.

Antes de que yo llegara ya teníamos una cota inferior para un subcaso del problema general, y escribiendo el programa que generaba todos los ejemplos a partir de una n determinada, descubrí que podía mejorar la cota. Lo cual es bueno; lo malo es que toda la chamba que había hecho para la cota anterior se tira a la basura, porque ahora existe una nueva cota, y entonces tengo que rehacer todo.

“Es tu culpa”, me dijo Silvia, “¿para qué encuentras una nueva cota?”

Así que me arremangué y me puse a volver a hacer todo de nuevo una vez más, hasta hace unos minutos, cuando encontré que de nuevo había mejorado la cota. Lo cual significa que de nuevo tengo que volver a hacer todo.

Chale. Me voy a mi casa, ya son las siete de la noche y no tengo la energía para volver a hacer (por tercera vez) la chamba. Me extrañaría mucho poder mejorar la cota de nuevo, pero no es imposible; no sabemos si es lo mejor que existe.

Y por eso nunca me ha gustado trabajar. Generalmente causa que uno tenga que seguir trabajando.

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La lluvia

En mi Ciudad de México, me encanta que llueva. En parte tiene que ver que detesto el sol del DF, pero independientemente de eso hay un genuino gusto por mi parte de ver a mi Vieja Ciudad de Hierro reflejando sus luces por todas partes, y el olor a concreto y asfalto mojado.

En California es tan raro que llueva, que hay una promoción de Subway para días lluviosos. Me ha tocado lluvia tres veces en todo el tiempo que he estado aquí (incluyendo mis tres meses en el 2007, y el mes en el 2009), y generalmente sólo era más bien chipi-chipi y cielo nublado.

Hoy de verdad está lloviendo.

Showers

Showers

Cuando salí en la mañana, sólo estaba nublado. Comenzó a llover hace como una hora, y para mí sorpresa (y creo que por primera vez en la vida), el ver la lluvia me apachurró. Claro que está la cuestión pragmática de que ir pedaleando en la bicicleta bajo la lluvia no es algo que se me antoje en lo más mínimo (y algo que jamás [espero] me ocurrirá en la Ciudad), pero como no voy a mi casa hasta la noche creo que podré evitar la experiencia. Pero independientemente, el sólo ver la lluvia me apachurró, y la verdad sí me sorprendió esa reacción, porque para mí que llueva siempre ha sido motivo de alegría.

Probablemente sea sólo que extraño a mi Ciudad y sus lluvias. Probablemente sólo estoy ya muy cansado y extrañando mucho mi casa.

Pero el caso es que hoy vi llover y no me gustó.

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Cuatro semanas

En Barcelona, cuando todavía estaba trabajando con mi amiga Adriana, un día ella hizo una exclamación de felicidad porque sólo le faltaban 5 días para volver a México. Intrigado, me metí a un contador de días para ver cuánto me faltaba a mí. En ese momento, todavía en Europa, me faltaban más de 140 días para volver a casa.

Por poco me echo a llorar en ese instante.

Conforme ha pasado el tiempo en este agotador viaje, de vez en cuando me he vuelto a asomar al contador de días, e inevitablemente he estado a punto de echarme a llorar de nuevo cada vez que lo veo. Hoy no es la excepción, pero dado que hoy justo se cumple que el tiempo que me falta para volver a casa es menos de un mes (para cualquier definición de mes que uno quiera utilizar), hoy comenzaré a contar las semanas que me faltan para regresar, hasta que falte menos de una, cuando empezaré a contar los días.

(Sí, así de ridículo soy.)

Así que, sin más distracciones, comienzo.

Faltan cuatro semanas.

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In Time

El domingo fui a ver In Time. Se aplican las de siempre.

In Time

In Time

In Time tiene problemas, pero la verdad son pocos. La historia tiene algunas fallas, partes donde algunas cosas no tienen mucho sentido o su consistencia es pobre. Sin embargo, si uno está dispuesto a perdonar esos (en algunos casos medianos) problemas, la película es fabulosa.

La premisa es una buena para ciencia ficción: un futuro donde los seres humanos han sido genéticamente modificados para dejar de envejecer a los 25 años, y donde entonces la moneda de cambio para todo es tiempo. Cada ser humano tiene integrado un reloj en el brazo izquierdo que le dice cuánto tiempo tiene de vida, y que disminuye al comprar cosas y aumenta al vender algo (digamos, fuerza laboral). Consecuentemente, la prole vive (literalmente) día a día, trabajando para poder vivir un día más, y los ricos viven (potencialmente) para siempre. “Para que unos pocos sean inmortales, muchos deben de morir”.

Justin Timberlake interpreta a Will Salas, un prole que de repente se ve dueño de cien años (una fortuna), después de que un rico desencantado de su larga vida se los regala y se deja morir (time out). El muchacho, después de que su sabrosa madre (la hermosísima Olivia Wilde, que no consigue convencer a nadie de tener 50 años) se le acaba el tiempo antes de que él pueda pasarle algo de su nueva fortuna, decide ir a donde vive la gente dueña de todo el tiempo del mundo para “quitarles todo”.

Por supuesto, la policía de esta sociedad futurista (los timekeepers) no pueden permitir que un vil prole se cuele con los riquillos, y lo detienen y le quitan todo su tiempo, pero él escapa raptando a la hija (la increíblemente bella Amanda Seyfried) de un magnate dueño de “eones”.

La historia es medio idiota a veces; pero a mí me gustó (mucho, de hecho), porque en el fondo es muy subversiva y altamente anticapitalista. Podría haberlo sido de forma sutil, pero termina siendo muy burda al respecto; como sea, el mensaje a mí me gustó. La frase de “para que algunos vivan por siempre muchos tienen que morir” se puede trivialmente entender por “para que algunos tenga todo muchos no deben de tener nada”.

Todo el aspecto visual de la película es fabuloso, con un futuro donde los carros son versiones futuristas de modelos de los 60s y 70s (con un par de persecuciones excelentes), y la moda más o menos sigue esa idea también. Y es interesante que, dado que se presenta un futuro donde todos se ven de 25 años, todos los actores son chavos y (tal vez innecesariamente) medio hermosos.

Lo mejor para mí sin embargo fueron los jóvenes actores. Justin Timberlake me convence cada vez más de que de hecho sabe actuar, y aquí ofrece una interpretación convincente como alguien salido de la prole más pobre que se le presenta la oportunidad de tratar de cambiar las cosas. Cillian Murphy es (como suele ser siempre) excelente, y es de hecho el único de los jóvenes actores que interpreta a un “anciano” de 70 años y que me convenció de ser alguien maduro y con experiencia en un cuerpo eternamente joven. Su papel además sigue la tradición del inspector Javert: un policía casi obsesionado por atrapar a su presa, no sólo porque ese es su trabajo, sino porque en el fondo de su alma está convencido de que debe hacerlo para que la sociedad funcione. Y por último, Amanda Seyfried aparece de nuevo hermosa como siempre (ya he dicho que cuando sonríe y pela sus ojotes azules uno sabe que el mundo está bien y que hay razones para seguir viviendo), pero además tiene las líneas más coquetas de toda la película (cuando ella y Will aparecen como buscados por los timekeepers, con sus fotos juntas en la televisión, su primera reacción es decir “we look cute together”). Lo único que no me gustó es que no saliera güera (cuando es de las pocas actrices que de hecho se ve bien güera), y de que le pusieran catorce toneladas de maquillaje alrededor de los ojos.

La película está entretenida, tiene acción y romance, y el mensaje, aunque burdo y medio idiotamente contado, está interesante. Así que vayan y véanla; a mí me divirtió mucho.

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Real Steel

Ayer, después de decidir que he estado trabajando demasiado, me fui al cine a ver Real Steel. Se aplican las de siempre.

Real Steel

Real Steel

La verdad la película no se me antojaba tanto (son robots boxeando), pero no había absolutamente nada más en el cine que me llamara la atención, así que me metí sin muchas expectativas.

Salí sorprendentemente satisfecho del cine. La película tiene la trama idiota de un futuro donde el boxeo entre humanos se ha hecho ilegal, y entonces ahora boxean robots. Hugh Jackman interpreta a un ex boxeador que ahora pone a pelear a robots de su propiedad, sin mucho éxito. Un día le enjaretan a un hijo suyo que nunca quiso y ni siquiera había visto, y el niño va encuentra en un basurero a un viejo robot, y acto seguido convence a su papá de que lo ponga a pelear.

De aquí en adelante ya se saben exactamente toda la trama y cómo se ejecutarán cada una de las escenas. Hay además la subtrama inevitable de Jackman formando una relación con su hijo, y varias pistas (nunca resueltas) de que el robot (Atom) de hecho tiene consciencia.

A pesar de lo predecible de la historia, y de que se pone insoportablemente melosa en varias partes, Real Steel cumple más que efectivamente su papel como película dominguera; las peleas de los robots están increíbles, Hugh Jackman es (como siempre) desarmadoramente encantador, sale Evangeline Lilly enseñando sus torneadas piernas, y el chamaco caguengue (Dakota Goyo) tiene el buen gusto de no ser intragable e incluso se echa un par de coreografías de baile (junto con el robot) bastante divertidas. En el aspecto técnico, los efectos especiales son lo que uno esperaría de una película de robots boxeadores en estos tiempos, y tiene una música (con varias rolas de Eminem) bastante buena.

Pero además, son robots boxeando; ¿a quién no le va a gustar eso?

Yo la disfruté mucho, y creo que sí vale la pena verla en el cine. Además, la película acaba (como debía, siendo en gran medida un homenaje a Rocky) con el robot sin ganar el título, pero ganando el corazón de los espectadores, así que espero que hayan como catorce secuelas, que yo me parece veré en el cine.

Así que vayan y véanla, en el cine de ser posible.

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