Me cae muy mal el tarado del Peje.
Siempre me ha caído mal; aunque es razonablemente educado y ciertamente se sabe al dedillo la historia y política mexicanas (tiene múltiples libros al respecto, bien escritos por lo que he oído), yo lo encuentro vulgar y desagradable; sus tendencias mesiánicas son innegables; en aspectos sociales y morales es demasiado conservador y mocho para mis gustos; y aunque comprendo el principio de su plan de tratar de abrir las puertas de las universidades a más jóvenes mexicanos, me da terror que quiera violar la autonomía de la UNAM y el resto de las universidades públicas con cualquier cosa que debilitara su compromiso con la excelencia.
El Peje me caía mal cuando era presidente nacional del PRD; me cayó mal como candidato a jefe de gobierno; me cayó mal como jefe de gobierno; me cayó peor como “presidente” en rebeldía; y me cayó aún más mal como líder mesiánico de su propio movimiento/organización/partido, Morena. Además, la función de mi desagrado es estrictamente creciente, porque conforme más pasan los años peor y peor me cae.
Esta campaña me negué a ir a ningún mitín, a oír sus tarugadas o a ver los debates. En primer lugar porque en lo sustancial siempre dice lo mismo (cuando de hecho dice cosas con las que concuerdo, suele aburrirme), pero además porque de verdad me cae muy mal. Me pone, literalmente, de mal humor. Trump al menos me da risa; el Peje me produce una combinación de aburrimiento, hartazgo y desagrado.
Y es el mejor candidato a la presidencia de la República en estas elecciones. Lo que es más; ha sido el mejor candidato presidencial en las últimas tres elecciones, como en general ha quedado demostrado en los últimos dos sexenios, pero bueno.
El Peje no es el candidato que quiero; el candidato que quiero además de haber hecho labor de calle en movilizaciones sociales y favorecer el fortalecer la red de seguridad social del Estado de bienestar, tiene posgrado, ha trabajado como académico, es demoledoramente inteligente y culto, es defensor de la equidad de género, el derecho al aborto y los derechos de los homosexuales, y se expresa de forma ágil e impecable todo el tiempo. Además probablemente sea mujer, por cierto.
Ese candidato no existe en estas elecciones y es posible que nunca exista. Mientras tanto, lo mejor que tenemos es el Peje.
Parafraseando a The Dark Knight, el Peje no es el candidato que necesitamos; pero probablemente sea el que nos merezcamos, por permitir que vergüenzas nacionales como Vicente Fox o Enrique Peña Nieto llegaran a la silla del águila.
Lo que hace que más mal me caiga el Peje, es que por las situaciones políticas nacionales de los últimos veinte años, me he visto en la penosa necesidad de a) votar por él; y b) tener que defender sus políticas. Porque encima de todo, las cosas que hace normalmente hay que defenderlas porque tienen todo el sentido del mundo; sólo que el que las plantea, empuja e implementa es él, que me cae muy mal en lo personal.
Que un candidato nos caiga mal (o bien) personalmente no es argumento para darle o no nuestro voto. Como con todo con política, los hechos hablan; y es un hecho innegable que el Peje entregó la Ciudad de México mejor de lo que la recibió. Esto por supuesto es en promedio; mientras que hubo cosas que mejoraron, también hubo otras que empeoraron, pero el balance general es sin duda alguna positivo. Obviamente hay gente que no está de acuerdo con ese balance; pero los niveles de aprobación (más del 80%) y de apoyo hacia el Peje por parte de los habitantes de la Ciudad es sencillamente un hecho. A mí me parece que es lo que importa: qué opinamos los que de hecho fuimos gobernados por él.
Básicamente ese es el único argumento que debería importar; es también un hecho innegable que los planes de gobierno y modelos económicos de los últimos tres presidentes (y se puede discutir que los últimos seis) no funcionan. La pobreza y desigualdad han ido en aumento casi absoluto; las inversiones en salud y educación (incluyendo investigación) se han desplomado; el poder adquisitivo del promedio de los mexicanos se ha decrementado. Y eso es sin contar la incompetencia y corrupción de las últimas administraciones, por no hablar de la “guerra contra el narcotráfico” que nada más ha resultado en cientos de miles de muertos y en una violencia que está llegando a niveles incontrolables.
Mucha gente no sabe (o no considera) que al país no le ha ido todavía peor en gran medida por la Ciudad de México. Las administraciones de la CDMX (incluyendo, aunque en menor medida, al tarado de Mancera) han seguido políticas (especialmente en el ámbito social) que han permitido a la Ciudad (junto con menos corrupción en promedio que el resto del país) el mantenerse por encima de los peores estragos de las pésimas políticas de los gobiernos federales. Y dado que la economía de la Ciudad de México es la más importante de la nación (si fuera un país independiente, la economía de la Majestuosa sería la quinta de Latinoamérica), es un factor importante en haber sostenido a la República en este último par de décadas.
Por supuesto que queremos que se extiendan las políticas de la Ciudad de México a toda la nación. Y el único candidato que ofrece eso (por más mal que me caiga) es el Peje.
Hay otros argumentos, obviamente. El Peje me caerá muy mal, pero no es corrupto básicamente por eliminación; es probablemente el político mexicano que más han vigilado las distintas administraciones federales en los últimos años. Si hubiera una cosa turbia en su conducta, ya la habrían sacado hace mucho tiempo. Por eso es que le siguen intentando inventar cosas cada cierto tiempo; hasta ahora siempre han resultado falsas o inofensivas. Claro que su ridícula manera de ser “austera” ayuda. Esto también lo pone muy por encima de los otros candidatos en la contienda.
De los argumentos para llamar a no votar por el Peje básicamente tenemos dos ejes principales: que su plan de gobierno y modelo económico son o bien muy radicales; o bien un retorno a las “políticas del pasado” (ya saben, esa época horrible cuando se invertía más en salud y en educación). Son argumentos ridículos, por supuesto: el plan de gobierno del Peje es lo menos radical o revolucionario que existe en este mundo. No hay absolutamente nada extremo en el mismo; si uno tiene la paciencia de leerlo, se parece al de Obama: tratar de reconstruir la red de seguridad social del Estado de bienestar y regular a las corporaciones, además de combatir la corrupción (pero siendo justo todos los candidatos dicen que combatirán la corrupción). Eso es todo; es aburridísimo.
Y lo de regresar a “las políticas del pasado” es todavía más ridículo, porque el Peje jamás ha llamado a nacionalizar empresas que se han venido privatizando desde los ochentas, y como la política económica mexicana proteccionista de antes de 1982 se basaba en eso, entonces no tiene sentido. El Peje ha llamado a revisar por ejemplo la “apertura” de Pemex; pero como las “reformas estructurales” no eran privatización (eso es lo que siempre dijeron, ¿no?), entonces no tiene nada que ver con “regresar” a nada. Dada la corrupción de estas últimas administraciones tiene todo el sentido del mundo revisar con lupa los contratos; es simple sanidad contable.
Cualquiera que quiera usar un argumento apocalíptico contra el Peje amenazando con que las cosas se pondrán muy mal si él gana, pierde el argumento por omisión. Las cosas ya están muy mal (desigualdad social, violencia, crimen, corrupción, etc.), ¿de qué nos quieren espantar? Me parece que es por esta razón que las cantaletas histéricas de siempre no están funcionando en esta ocasión. El cielo no se va a caer si gana el Peje y todos los sabemos. A lo mejor no mejoran las cosas de manera extraordinaria (que es lo que yo en lo particular me temo), pero un cambio verdadero es justo y necesario, y el único candidato (serio) que lo ofrece, es Andrés Manuel.
Nos caiga bien o mal.
Encima de todo lo anterior, toda su vida López Obrador ha elegido consistentemente luchar a través de la vía electoral; y cuando ha encabezado movilizaciones, siempre ha enfatizado que las mismas sean pacíficas. AMLO no sólo ha dicho siempre que la vía violenta está de entrada descartada, sino que en los hechos cuando hubo la coyuntura y los voluntarios necesarios dispuestos a tomar la vía violenta (por ejemplo, en el 2006), él fue la principal fuerza para evitar que estallara. No le hubiera costado nada mandar a miles de sus seguidores (que los conozco; algunos son bastante fanáticos) a que fueran reprimidos y él poder explotar la subsecuente crisis política y social. Y no lo hizo; eso me da mucha confianza en votar por él, porque conozco demasiados dirigentes de izquierda que siempre estuvieron dispuestos a mandar a sus seguidores al matadero con tal de obtener alguna ganancia política.
Para terminar, se le puede criticar mucho a Andrés (y hay que hacerlo, en particular porque luego dice muchas tarugadas), pero hay que reconocerle que es uno de los políticos más trabajadores en la historia de este país. Y no me refiero nada más a entrar a trabajar a las 6 de la mañana y ridiculeces de ese estilo; me refiero a la labor política más pesada que existe, que es ir y de hecho platicar con la gente. No sólo con líderes comunitarios y con empresarios y con organizaciones; ir con gente común y corriente a todas partes en el país. En esta campaña Andrés Manuel es por mucho el candidato que más ha recorrido la nación y que más pueblos y ciudades ha visitado; bajo esa métrica supera a Meade y Anaya juntos. Ha llegado a ocurrir que tiene cuatro eventos en poblados diferentes el mismo día; los otros candidatos no le llegan ni siquiera a los talones en el ritmo de trabajo. Y no es nada más la labor de campaña; la formación y dirección de Morena en tan sólo seis años es algo que básicamente no se había escuchado antes en este país; y es todavía más impresionante dado el éxito que ha tenido (dada su edad como partido) y que al parecer va a tener el 1° de julio. A mí me cae muy mal el Peje; pero reconozco que nunca ha dejado de trabajar en el proyecto que él cree es el que México necesita y además que es de los pocos políticos en este país que se ha mantenido firme en la arena política aún sin tener un cargo público.
(Por cierto, si quieren leer una perspectiva profunda del Peje por parte de la prensa extranjera, lean el artículo de él que escribieron en The New Yorker; además de ser un artículo espectacular, me parece bastante objetivo y tiene analogías fabulosas como comparar a Juárez con Lincoln o a Tabasco con Louisiana.)
Antes de concluir esta entrada, supongo que debo justificar por qué votaré por el Peje a pesar de las cosas que mencioné al inicio. La respuesta sencilla es, ninguna de ellas es suficientemente grave como para votar por alguno de los otros dos tarados (el Bronco, como ya he dicho, es una broma); y como he mencionado es indispensable que votemos, así que la mejor opción sigue siendo el Peje. De cualquier manera voy a cubrir las cosas que mencioné al inicio una por una.
Que me parezca vulgar y desagradable es algo subjetivo de mi parte y no debería afectar mi decisión de votar por él.
Sus tendencias mesiánicas sólo son un problema si tratara de mantenerse en el poder después de que acabe su sexenio (si gana), y no hay ninguna señal en su comportamiento pasado que sugiera que eso haría; en particular, siempre ha dicho que jamás trataría de reelegirse.
El conservadurismo y mochismo del Peje son, para mí, su principal defecto como candidato; y sin embargo estoy parcialmente de acuerdo con lo que él dice: la equidad de género, el derecho al aborto, los derechos de los homosexuales, todos son temas muy importantes y que siempre he defendido… pero no son los temas más importantes. Pelear por los derechos de las mujeres y de grupos desprotegidos se vuelve secundario si vivimos en una desigualdad económica brutal o bajo una violencia inmanejable: se convierte en pelear por mujeres y homosexuales privilegiados (de clase media alta y alta), porque serían los únicos que podrían aprovechar esos derechos. Si alguien se está muriendo de hambre o es asediado por la violencia del narco, lo que menos le interesa es si se puede casar con su pareja del mismo sexo o si le van a dar una promoción a pesar de su género o preferencia sexual. Bajo esas condiciones esos temas se convierten en secundarios o terciarios.
Por último, las universidades. No me importa si el Peje crea universidades en todo el país modeladas como la Universidad Autónoma de la Ciudad de México… siempre y cuando aumente el presupuesto de la UNAM, el resto de las universidades públicas y del Conacyt; y además respete la autonomía de las mismas. Y otra vez, no hay nada en su comportamiento pasado que apunte a que no será así.
Si en algún momento el Peje al menos insinuara que quiere reelegirse; o definir el matrimonio como exclusivamente entre hombre y mujer; o penalizar el aborto; o reducir el presupuesto de la UNAM y el Conacyt; yo seré el primero en criticarlo y movilizarse para evitarlo de cualquier manera que me sea posible. Pero mientras no lo haga, le voy a dar el beneficio de la duda.
Así que en resumen; me cae muy mal el Peje y definitivamente no es el candidato que a mí me gustaría; pero es la mejor opción disponible (por mucho) y aunque no espero nada terriblemente revolucionario si él gana, ciertamente creo que nos irá mejor que con cualquiera de las otras (muy tristes) opciones disponibles. E incluso creo que hay espacio para que mejoren ciertas situaciones en el país. No muchas y no de manera espectacular (la democracia es lenta y aburrida), pero sí algunas un poco.
Por todas estas razones yo el 1° de julio voy a votar por Andrés Manuel López Obrador. Por cuarta vez (tercera para presidente).
Aunque me caiga mal.
Imprimir entrada