El domingo fui a votar, que creo es la vez que más tiempo me llevó hacerlo ya dentro de la casilla, porque eran muchas pinches boletas y era un desmadre llenarlas.
Para no regarla, hice un día antes el “Pratica tu Voto” del INE, e imprimí mis numeritos. En general, entre más alto fuera el cargo a elección, más atención le puse a analizar los distintos candidatos; dícese, los de la Suprema Corte sí le dediqué un rato a ver los currícula, a los magistrados nada más les eché un ojo, y ya de plano a los jueces sí nada más seguí un algoritmo para elegirlos. Sólo en caso de tener que hacer un desempate me metí a ver la información de los candidatos.
Mi algoritmo fue relativamente sencillo:
- Si un candidato era propuesto por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, esos iban en primer lugar. Desde mi punto de vista, si los tres poderes de la unión estaban de acuerdo en proponer un candidato, por definición es un candidato de consenso y había que promover eso.
- Si un candidato era propuesto por el ejecutivo y el judicial, esos iban después. Similar a lo de arriba: si los poderes que (supuestamente) están encontrados están de acuerdo en un mismo candidato, probablemente fuera buena idea elegirlo.
- Si un candidato era propuesto por el ejecutivo y en funciones, esos iban después. Casi todo el poder judicial será renovado, lo que sin duda alguna causará problemas; si un juez en funciones además estaba propuesto por el ejecutivo, yo creo que merecía permanecer en su puesto y ayudar aliviar ese problema.
- En penúltimo lugar iban los candidatos propuestos por el poder ejecutivo nada más, porque es el poder en el que más confío que las comisiones correspondientes eligieran bien a los candidatos.
- En último lugar, como válvula de escape, iban los candidatos propuestos por el ejecutivo y el legislativo. Les dejo de tarea por qué.
- No quiero dejar de mencionarlo; si un candidato era propuesto por el judicial y el legislativo, ese candidato estaba automáticamente descartado para mí. De la misma manera los que nada más eran propuestos por el judicial, o que nada más ya estaban en funciones.
Para el desempate (cuando fuera necesario) mi primer criterio y el más importante, es que fueran egresados de la UNAM; no importaba en qué grado (aunque prefería licenciatura). Si no había de la UNAM, las universidades públicas iban por encima de las privadas. Si había puros de escuela patito, entonces los que mejor se expresaran en su currículum; pero eso lo tuve que checar creo nada más un par de veces.
Ya en la casilla, me dieron nueve boletas, tres de las cuales no venían incluidas en el ejercicio de “Practica tu Voto”, así que con esas boletas seguí de nuevo mi algoritmo. No me iba a poner a checar currícula en mi celular.
Fue relativamente sencillo; pero de todas maneras me llevó diez minutos llenar mis boletas, que me parece la mitad de ellos se fueron en acomodarlas en un orden que yo entendiera.
Para el 2027 y subsecuentes elecciones judiciales, yo creo que haré algo equivalente; sí es mucho más trabajo que nada más votar por un partido político o una coalición. Pero justamente por esto votamos, la mayoría que decidimos en las elecciones de 2024.
Como escribí antes de las elecciones, incluso una participación del 1% hubiera sido suficiente, porque el grueso de la legitimidad de este ejercicio se dio en las elecciones de 2024. Pero aún así, si comparamos esta elección con el ejercicio más similar que tenemos en la historia del país, fue un éxito rotundo: en la consulta popular para investigar ex presidentes participamos aproximadamente 6.6 millones de mexicanos; mientras que el domingo lo hicimos 12.7 millones (según cifras preliminares). Eso es casi el doble.
Era una elección extraordinaia (literalmente así se llama), fuera de los calendarios “normales” de elecciones nacionales, a la cual casi no se le hizo promoción y que de manera que podríamos calificar de criminal ni siquiera querían dar permiso a la presidencia y otros actores el promoverla. No hacer campaña por nadie; nada más llamar a votar.
Querer comparar la participación del domingo con la de hace un año es, literalmente, querer comparar peras con manzanas.
De cualquier forma, repito, si hubiéramos votado nada más tres gatos hubiera bastado, porque justamente eso dice la ley y porque siempre han funcionado así las elecciones en México. Pero si quieren hacer otras comparaciones: participaron el domingo más personas de las que votaron por el PAN hace un año; ya no digamos PRI, PRD o MC.
De manera legal y legítima la izquierda había conquistado dos de los poderes de la Unión desde 2018; el tercero, de manera hartera y mezquina (por no decir ilegal), metió el pie en un montón de asuntos de suma importancia para la nación: liberando a criminales ligados al narcotráfico o a casos de desaparecidos como los 43; retrasando casos para que multimillonarios no pagaran sus impuestos; echando para atrás reformas aprobadas por el Congreso de la Unión invéntandose razonamientos de procedimiento que no tenían sentido.
Dado que la Transformación tiene la presidencia y mayorías calificadas en el congreso, se pudo haber hecho una reforma donde la presidenta reemplazara a todos los jueces con gente que ella y su equipo eligiera arbitrariamente; como de hecho hizo Zedillo en 1995 con la Suprema Corte (los que hoy se quejan no se quejaron entonces, por cierto).
Pero no, lo que se hizo fue dejar en manos del pueblo la elección de los jueces. Eso es lo que les molesta a la oposición, porque incluso si por algún milagro vuelven a ganar la presidencia y mayorías en las cámaras del congreso, no van a poder elegir arbitrariamente a los jueces, va a seguir siendo decisión del pueblo a menos que consigan mayorías calificadas en el congreso.
Y detestan que sea la gente la que elija, porque en su conjunto y en general no la pueden controlar.
Un tarado lector mío (borré su comentario) me escribió haciendo una analogía de la elección de jueces a que eligiéramos policías, como si fuera una idea descabellada. En primer lugar, yo me opongo porque la policía no es uno de los poderes de la Unión; pero además, en Estados Unidos casi todos los estados eligen a sus sheriffs, o como les decimos aquí, “los cherifes”. En otras palabras, eligen a sus policías.
También eligen procuradores generales estatales en casi todos los estados (attorney general, les dicen), que no me está sonando tan mala idea qué hiciéramos aquí.
El punto es que toda la chilladera en contra de la elección de jueces es sencillamente tenerle miedo a la gente, al pueblo de México. Pero ya se pudrieron; elegimos por primera vez a los jueces y esto va a resultar en un profundo cambio en toda la impartición de justicia del país. Y como dije el sábado, va a funcionar muchísimo mejor (aunque no de manera perfecta) a los jueces actuales; nada más porque no es muy difícil mejorar a un poder profundamente corrupto.
Por poner un ejemplo, actualmente, y bajo admisión propia, casi la mitad de sus miembros son familiares de la otra mitad.
La elección del domingo fue un éxito por muchas razones, pero probablemente la más sencilla sea la siguiente: se llevó a cabo. En un ejercicio donde se abrieron sin problemas más del 99.8% de las casillas, donde no hubo reportes de violencia, donde los que se oponían se pudieron manifestar pacíficamente en contra (eran poquitos, pero ahí estaban), demostrando que México es una democracia.
El peso no se desplomó; no se cayeron los mercados; no estalló la violencia. Fue un paso más, importante sin duda alguna, pero casi cotidiano para haber sido la primera vez, que dio nuestra democracia. No será perfecto, pero sin duda será mejor a lo que teníamos.
Y va a resultar, con casi toda certeza, a que el primer presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, bajo esta nueva forma de elegirlos popularmente, sea un índigena que ha dedicado su vida a defender a otros indígenas. Será la primera vez en más de 160 años que tendremos un presidente de la SCJN indígena; no había ocurrido desde Benito Juárez.
Cosa que por supuesto detesta la derecha, porque encima de todo son increíblemente racistas y clasistas.
Muchos que se oponían a la elección de jueces, magistrados y ministros están celebrando porque “solamente” votamos más de doce y medio millones de mexicanos. Y yo repito: no entienden ni siquiera que no entienden. Fue un rotundo éxito la elección; y en su necedad de no participar, permitieron que básicamente todos los jueces elegidos sean cercanos a la Transformación.
(Claro que era posible que aunque participaran de cualquier manera perdieran, porque les digo que hasta le agarran gusto a perder).
Con estos llamados a no votar y su forma de actuar desde las elecciones de 2024, básicamente están garantizando que van a perder de nuevo, en 2027 y 2030. Pero son tan brutos que la verdad no veo mucho sentido ni siquiera hacerles caso.
La Transformación sigue adelante, y con la conformación de la nueva SCJN un montón de cambios que habían sido estorbados se podrán llevar a cabo. Es justamente por lo que votamos la enorme mayoría hace un año y lo que le da a nuestra presidenta una aprobación de más del 83%.
Yo no podría estar más contento.
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