La bolsa de Caprabo

Hace más de quince años fui a un DocCourse en Barcelona durante 3 meses; fue una estancia muy bonita al inicio de mi doctorado donde hice a casi todos mis amigos europeos e incluso un par de gringos.

En 2009, si mal no recuerdo, en México aún no estaban prohibidas las bolsas de plástico en los supermercados; y de hecho creo que ni siquiera lo estaban en Europa (o al menos España), pero como tenía que recorrer varias estaciones del tren de los Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya para llegar a algún súper, era más sencillo tener una bolsa grande y resistente donde pudiera aventar mis magras compras.

Así que en uno de esos supermercados, que se llama Caprabo y que aún existe, me compré una bolsa que es, sin la menor duda, súper ruda. No es de tela; parece más bien de lona plastificada y me ha durado todos estos años porque, siendo como soy, me la traje a México.

Por supuesto ahora tengo más bolsas reutilizables, pero realmente ninguna es tan grande o conveniente como la bolsa de Caprabo, excepto por un pequeño detalle: lleva quince años descosiéndose.

Para remediar esto he recurrido a un truco muy sencillo: cada cierto número de años, agarro mi engrapadora y puck, puck, puck, engrapo una nueva sección que se haya descosido. Ha funcionado sorprendentemente bien: la estúpida bolsa tiene quince años conmigo y aguanta, literalmente, un piano (electrónico, no muy grande).

Hace unos días le tocó mantenimiento de nuevo; me parece que a estas alturas he reemplazado más de la mitad de sus costuras con mis grapas, que llegan a un número tal que me parece es posible que haga sonar a un detector de metales.

La bolsa se ve del nabo; era negra originalmente, pero ahora tiene un montón de partes descoloridas; tiene múltiples “hilos” (son más bien como tiras de plástico endemoniadamente fuerte) de la costura original colgando por varias partes; y por supuesto están mis catorce millones de grapas que le dan una apariencia muy similar al del monstruo de Frankenstein.

Me gusta mi bolsa de Caprabo (obviamente; no la hubiera andando cargando desde hace más de quince años si no fuera así), y me queda muy claro que es un sinsentido que la siga utilizando después de quince años cuando tengo bolsas de tela que no se ven del nabo y que probablemente no hagan sonar a un detector de metales.

Pero pues es un recuerdo más de esa estancia de hace más de quince años y mal que bien sigue aguantando un piano (electrónico, no muy grande); así que planeo seguir utilizándola hasta que literalmente se haga pedazos.

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Un comentario sobre “La bolsa de Caprabo

  1. Yo tenia una balsa negra de Caprabo durante los dos años que estudié en Barcelona. Aunque nunca le agarre tanto cariño.

    Creo que las bolsas de Monoprix de Paris son similares, aunque esas son de color claro. Se sienten grandes, amplias y ligeras.

    Tienen un Je ne sais pas quoi…

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