Hace 21 años, en 1997, salí a votar por primera vez. Desde esa vez, cada 3 años, he participado en todas las elecciones que me han tocado; excepto hace 3 años que estaba en Grecia y me acordé estando allá que habían elecciones esa semana.
El poder votar (en el caso de la Ciudad de México) nos costó sangre, sudor y lágrimas; el que nuestros votos de hecho sirvieran de algo nos costó todavía más. El no aprovechar este derecho y cumplir con esta obligación no sólo es una monumental estupidez dado que afecta todos los aspectos de nuestras vidas; es una falta de respeto a todos los mexicanos que literalmente dieron su vida luchando, por definición dentro de la vía pacífica, para que fuera posible.
Así que salgan y voten. Por la opción menos mala, si ese es su punto de vista; al fin y al cabo una de esas opciones es la que va a quedar y determinará (en gran medida) cómo se distribuyen los recursos que al pagar impuestos generamos.
