Cuando por fin me había decidido a seguir escribiendo, cortaron la luz en Ciudad Universitaria y Xochitl pasó a morirse. Y cuando por fin revivió (al reabrir CU el pasado lunes), tuve suficientes pendientes como para no poder reanudar mi escritura hasta hoy.
El mismo fin de semana que Mina y yo vimos Catching Fire, fuimos a ver Lee Daniels’ The Butler.
Se aplican las de siempre.
La película cuenta la historia (apócrifa) de un negro que de niño sufre el racismo en el sur profundo de gringolandia, incluyendo el asesinato de su padre por el dueño de una plantación (después de que lo confronta por haber violado a su esposa), pero que eso hace que la madre del dueño lo haga trabajar dentro de la mansión, lo que causa que aprenda a servir.
De ahí va subiendo posiciones hasta que lo mandan llamar a la Casa Blanca, donde sirve a un montón de presidentes gringos, incluyendo todos aquellos que tuvieron algún papel que jugar con el movimiento de derechos civiles en los sesentas. Al final, ya envejecido y habiendo dejado de trabajar mucho antes, Obama lo manda llamar, y la idea es que todo mundo llore.
Es difícil tragárselo, porque la película es increíblemente barata y melodramática. El elenco es espectacular; básicamente todos los actores gringos negros aparecen en ella (excepto las súper estrellas Denzel Washington y Will Smith), y los presidentes gringos son interpretados (lamentablemente en pedacitos de un par de minutos cada uno) por excelentes estrellas que me parecen reflejan muy bien el espíritu de cada uno de ellos. Excepto John Cusack; su Nixon es pésimo, pero se balancea por los noventa segundos que aparece Alan Rickman como Reagan: es sensacional.
La histora gringa me parece está bien contada; pero la historia personal del mayordomo es increíblemente barata (por no decir, en general, ficticia). Y eso incluye su relación con la bola de presidentes.
Ya lo he comentado antes, y este es sólo un nuevo ejemplo; el crimen imperdonable que cometieron los gringos de crear una nación donde “todos los hombres nacen iguales” (siempre y cuando uno no sea negro… o mujer… o latino… etc.), lo continúan (y continuarán) pagando, incluso con un presidente negro. Esta película pudo haber sido mucho más sobria y (a mi juicio) mejor, si esa especie de demencia que siempre domina a los gringos cuando tratan de discutir su pasado esclavista y su presente racista no la hubiera dominado también.
Como sea, la película vale la pena por aventarse la bronca de discutir el tema, y por las espectaculares actuaciones; tengo además que hacer mención especial para Oprah Winfrey, porque da una actuación desgarradora como la alcohólica esposa del mayordomo.
Así que no tan buena como pudo haber sido, pero sin duda alguna recomendable; aunque creo que ahorita ya la recomendación debe ser para rentarla.
