A inicios de febrero fui a ver Companion. Tengo notas al respecto.
Se aplican las advertencias de spoilers habituales.
Salí no enteramente satisfecho de ver esta película.
No me malinterpreten, queridos lectores; me alegra haberla ido a ver al cine. Pero definitivamente esperaba… otra cosa.
No quiero decir que esperaba “más”, porque no es exactamente mi punto. Ciertamente esperaba que fuera más divertida, eso sí.
Soy gran fan del nepobaby Jack Quaid; me encanta en The Boys y Star Trek: Lower Decks, y como verán en mi reseña de Novocaine más adelante, también me gustó mucho ahí. Y no es que no me gustara en Companion; es nada más que su personaje es parte de todo el problema que tengo con la película.
Como dije arriba, yo realmente no encontré la película muy divertida que digamos. En general no tengo nada en contra del humor negro: me encanta el humor negro, entre más ofensivo mejor. Nada más a mí no me pareció que los chistes fueran particularmente divertidos.
Y no son particularmente divertidos para mí, porque tratan de ser profundos cuando en mi opinión realmente no lo son. Y no lo son para mí por el mayor problema que tengo con la película; la supuesta profundidad de las tesis propuestas por la misma necesitan como fundamento una bola de mamadas que yo nada más no me puedo tragar: como los chistes necesitan del mismo marco teórico, entonces sencillamente a mí no me resultaron divertidos. Y admito que tal vez es problema mío nada más, dado que soy yo el que se no se puede tragar la bola de mamadas.
Hago énfasis, queridos lectores, en que no necesariamente tengo problemas con que una película sea una bola de mamadas: de hecho varias de mis franquicias favoritas (Star Wars y Lord of the Rings, por poner dos ejemplos), son indudablemente una bola de mamadas.
Pero con la bola de mamadas en Companion, ahí sí no pude sencillamente apagar mis neuronas.
Para empezar, y para sorpresa de nadie que haya leído mis reseñas a lo largo de los años, todo el concepto de inteligencia artificial de la película es idiota; pero eso lo podría perdonar: Hollywood y el resto del cine en general suelen representar así a la inteligencia artificial, entonces ya estoy acostumbrado.
El problema principal es que si vas a hacer un fuckbot, ¿a quién chingados se le ocurriría darle consciencia? Es mucho más fácil no dársela y entonces evitamos que los fuckbots se conviertan en murderbots; o al menos dichos murderbots nos murderearán sin mala intención de su parte, como potencialmente puede hacer cualquier herramienta que funcione mal. ChatGPT y la bola de idioteces que hoy en día le dicen IA han demostrado que un enorme porcentaje de seres humanos están más que dispuestos a conformarse con pálidos reflejos de lo que es una inteligencia verdadera; ya no digamos que tenga o no consciencia.
Pero no, la historia de la película necesita que nuestra fuckbot progagonista, Iris, sea consciente, porque la historia que quiere contar no es una historia acerca de inteligencia artificial o la ética de lidiar con inteligencias no humanas. No, lo que quiere hacer es contar una historia feminista. Con una fuckbot.
Yo cada vez que lavo mi ropa en mi lavadora, le doy un manotazo y le digo que es una estúpida buena para nada que no sea lavar ropa. Nadie puede reclamarme que haga eso, es mí máquina y la puedo tratar como se me dé la regalada gana. Es exactamente lo mismo con una fuckbot, a menos que tenga consciencia, que por eso nadie en su sano juicio le daría consciencia en primer lugar.
Pero en esta película la historia le da consciencia a la fuckbot porque básicamente quiere que veamos a Iris como una mujer. Una mujer abusada, por supuesto; lo que hace a su arco de personaje uno de liberación y empoderamiento.
Como toda la premisa sencillamente no me la pude tragar, pues no la encontré particularmente divertida. Aprecio la producción y las actuaciones: Sophie Tatcher es bellísima e increíble como Iris; el paisano Harvey Guillén es espectacular como Eli; y pues Jack Quaid la hace muy bien del patético perdedor que es Josh.
Pero esa es la otra parte del problema que tengo con la película: desde hace varios años (díganme ejemplos de lo contrario, si los conocen, por favor), cualquier representación de una mujer que utilice juguetes sexuales es mostrado bajo una luz positiva: es divertido y sexy; es muestra de liberación y empoderamiento. You go gurl, no necesitas de ningún hombre para estar satisfecha sexualmente.
Estoy 100% de acuerdo con esto, por cierto: me considero sexo positivo y cualquier cosa que represente como algo bueno las prácticas sexuales consensuadas que no le hagan daño a nadie, yo por principio lo apoyo.
Pero en cambio, si un hombre es representado utilizando juguetes sexuales (y de hecho nada más con poseerlos), en general sólo hay dos posibles interpretaciones: una, es un patético perdedor que probablemente nunca le haya hablado a una mujer en su vida, que merece nuestro escarnio y burla. Como dice Bill Burr en su espectacular acto, si a un hombre le descubren que usa una muñeca inflable, su vida está acabada, tiene que desaparecer y llamar a su mamá y decirle: “¡mamá, te amo, nunca me verás de nuevo, no creas lo que dice de mí la gente!”
Y eso es en el mejor de los casos. La otra posibilidad es que es un degenerado sexual, posiblemente violador y en una de esas pedófilo o necrófilo o que le hace al bestialismo.
Sé que hay excepciones. También sé que son una muy diminuta minoría. Y a mí sí me molesta el doble estándar.
Esa es por supuesto la ruta de Josh en la película: es un patético perdedor que necesita comprarse una fuckbot porque pues es un patético perdedor, pongan atención (y de hecho la alquila, como la gente que no compra un carro sino que perpetuamente renta uno). Y el muy patético perdedor ni siquiera tiene la decencia de conformarse con su fuckbot que es básicamente la mujer “perfecta” (en los potenciales ojos de patéticos perdedores): no, es tan patético y perdedor que necesita llevar a cabo un asesinato en un plan idiota e imposible parar robar dinero y tratar de echarle la culpa a su inocente y “perfecta” fuckbot.
Hollywood y un porcentaje muy grande del mundo están perdiendo de vista todos los escenarios fascinantes y probablemente inevitables que van a darse cuando la automatización de casi absolutamente todo esté mordiéndonos las narices; que ni siquiera necesita inteligencia artificial de verdad, por cierto. Casi todos los trabajadores en casi todo el mundo se van a quedar sin trabajo; y si casi no hay trabajadores entonces casi no hay consumidores; y si no hay suficientes consumidores entonces no hay capitalismo.
Es básicamente lo que previó Marx hace más de siglo y medio: el capitalismo está destinado a destruirse a sí mismo. Inevitablemente.
Pero en lugar de tratar de plantear escenarios plausibles de cómo vamos a superar esa crisis y qué seguirá cuando superemos al modelo económico del capitalismo; o incluso los dramas que ocurrirán en el periodo de transición, Jálivud sale con mamadas como esta película, que en mi opinión ni siquiera es particularmente divertida.
De cualquier manera vale la pena verla por las actuaciones al menos; pero mi recomendación es más bien tibia, si acaso. Está en Prime Video, si les interesa.
