A inicios de este año del señor Cuauhtémoc, fui a ver Nosferatu.
Se aplican ya saben.
En 1922 unos alemanes dementes (si acaso hay de otro tipo) no quisieron pagarle regalías al estado de Bram Soker para adaptar Dracula a la pantalla grande, así que le cambiaron los nombres a todos los personajes y lugares, cambiaron un par de puntos de la historia, e hicieron Nosferatu (1922).
Nunca he visto Nosferatu (1922); y nunca veré Nosferatu (1922), porque no se me da la regalada gana.
Más de un siglo después, Robert Eggers decidió hacer una nueva versión de esa copia pirata, por alguna razón.
La principal razón de que fuera a ver la película (además de que soy fan de casi todo el elenco), es que Robert Eggers dirigió hace una década The VVitch, que es probablemente mi película de terror preferida de este siglo.
A la crítica le encantó esta nueva versión deslactosada de Drácula (aunque no tanto como The VVitch); a la audiencia le gustó bastante, lo suficiente como para que la película recuperara en taquilla lo que costó hacerla; y ciertamente mucho más de lo que le gustó The VVitch.
Yo nada más no entiendo; me parece muchísimo mejor The VVitch; pero a lo mejor al promedio de la banda le ofende que a Thomasin se la coja el diablo al final.
No me malinterpreten, queridos lectores; disfruté el churrito. En particular, es de lo mejor que he visto hacer a Nicholas Hoult en mucho tiempo (y él siempre me cae bien); pero no encontré a la película particularmente interesante o novedosa. Lo cual no es de extrañar, dado que es una nueva versión de una copia pirata de Drácula, que a su vez ha sido adaptada básicamente una vez cada dos décadas.
Además, no me asustó en lo más mínimo; pero ciertamente ya ha pasado un rato desde que una película de verdad me asusta.
Como sea, está bien el churro; pero definitivamente no es mi preferida de Robert Eggers. Para mí sigue siendo The VVitch y yo la recomiendo por encima de ésta.
