En general creo que me abstendría de escribir acerca de Megami-ryō no Ryōbo-kun; no por lo “controversial” que se le puede considerar, sino porque es muy mala. Para ser un animé “sexi” (ecchi), ademas, la verdad hasta en eso deja mucho qué desear; y más grave que todo eso, es aburrida. También es estúpida: pero la verdad me gustan muchísimos animés estúpidos, nada maś no cuando son aburridos.
Sin embargo sí tengo sentimientos acerca de la serie, entonces quiero expresarlos aquí.
Koshi Nagumo es un adolescente de 12 años que su padre lo abandona cuando su casa se incendia, y entonces el muchacho termina en condición de calle, lo que causa que se desplome en la vía pública muriéndose de hambre.
(La serie deja muy claro, vía subtítulos, éste es un trabajo de ficción y entonces nombres, instituciones, leyes y sentido común quedan en las manos del autor.)
Una estudiante universitaria se apiada de él y lo recoge, llevándolo al dormitorio donde vive que casualmente necesita una “madre” (la persona que se encarga de limpiar y cocinar para las estudiantes universitarias que vivan en el dormitorio), papel que le ofrece a Koshi y que él acepta.
Supongo que se podrán imaginar a dónde va la historia: todas las innecesariamente sexis estudiantes que viven en el dormitorio terminan de una u otra manera restregando sus chichis en la cara de Koshi. Que por supuesto debemos como espectadores encontrar hilarante además de envidiar la “buena suerte” de Koshi.
Sólo como ejercicio mental, supongan que la historia relatara a una muchacha de 12 años que de repente se encuentra viviendo en la calle, y un grupo de frat-boys-dude-bros la recogiera en su fraternidad y terminaran de una u otra manera restregando sus camarones en la cara de la muchacha.
Nunca cambies, Japón.
Ahora: aún con la impropiedad de la historia y el inigualable doble estándar de género con el que los japoneses tratan este tipo de narrativas, yo podría incluso defender un animé de este estilo. La cosa es, tendría que ser bueno; o al menos genuinamente divertido.
No es divertido; no puede serlo cuando toda la historia es el mismo chiste contado de múltiples maneras: oh, miren, a Koshi le están restregando chichis en la cara. De nuevo.
En la historia de repente aparece Sutea Koroya, amiga de la infancia de Koshi (y por lo tanto inevitablemente la heroína perdedora de la historia; creo que es ley en Japón), que es una tsundere pelirroja con coletas dobles, y que por lo tanto yo estoy contractualmente obligado a que me guste… y ni siquiera ella pudo rescatar este animé para mí: no en menor medida porque es obvio que con quien va a terminar Koshi si descartamos la ruta del harén (la unidad básica familiar del animé), es con una de las estudiantes universitarias.
De nuevo, yo no me persigno ni escandalizo con este tipo de historias. No me ofende el estupro en ficción; me ofende que la serie sea mala y particularmente que sea aburrida.
No sé dónde puedan ver la serie; pero si supiera, creo que no se los diría: de verdad no vale la pena.
